Una belleza con el sello de los Dardenne

31 dic. 2009 - CINE. Una belleza con el sello de los Dardenne. Rosetta ganó hace .... El cine independiente norteamericano nos regaló pequeñas gemas ...
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Espectáculos

Página 4/LA NACION

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Jueves 31 de diciembre de 2009

CINE

Desventuras románticas de dos amantes extraños El elenco no supo sacarles partido a sus personajes Regular (( Amante a domicilio (Spread, EE.UU./2009). Dirección: David Mackenzie. Con Ashton Kutcher, Anne Heche, Margarita Levieva, Sebastián Stan y otros. Guión: Jason Hall y Paul Kolsby. Foto: Steven Poster. Música: John Swihart. Impacto Cine. En inglés. Duración: 91 minutos. Calif.: Apta para mayores de 13.

ZETA FILMS

La joven Rosetta, interpretada por Emilie Dequenne, intenta sin demasiada suerte conseguir un trabajo que la dignifique y le permita salir de su ahogo económico y existencial

Una belleza con el sello de los Dardenne Rosetta ganó hace diez años la Palma de Oro y el premio a la mejor actriz en el Festival de Cannes Muy buena (((( Rosetta (Bélgica-Francia/1999). Guión y dirección: Luc y Jean-Pierre Dardenne. Con Emilie Dequenne, Fabrizio Rongione, Anne Yernaux y Olivier Gourmet. Fotografía: Alain Marcoen. Música: Jean-Pierre Cocco. Edición: Marie-Hélène Dozo. Diseño de producción: Igor Gabriel. Presentada por Zeta Films. Duración: 95 minutos.

Diversos conflictos legales, tanto internos como externos, hicieron que esta pequeña gran película de los hermanos Dardenne –ganadora hace una década de la Palma de Oro y del premio a la mejor actriz en el Festival de Cannes– nunca se estrenara

comercialmente en nuestro país (sí se pudo ver en algún ciclo). Gracias a los esfuerzos del sello Zeta Films, que ya lanzó aquí El hijo y La promesa con gran aceptación (al igual que El niño y El silencio de Lorna, presentadas por otro sello local), este largometraje que consagró de forma definitiva a los cineastas belgas se verá finalmente en los cines argentinos y en copias en fílmico. Vista hoy, la película mantiene el interés, el rigor, la tensión, la potencia, la falta de concesiones y la mirada implacable sobre la “otra” Europa, aunque es cierto que pierde parte de su impacto si se han visto los siguientes trabajos de los Dardenne, en los que mantuvieron una

línea estética y narrativa muy similar a la de Rosetta. Rosetta (Emilie Dequenne) es también el nombre de la heroína del relato, una chica algo gordita y no demasiado agraciada que vive en una casa rodante con su madre alcohólica (con la que mantiene una violenta relación de amor-odio) e intenta, sin demasiada suerte, conseguir un trabajo que la dignifique y le permita salir de su ahogo económico y existencial. La aparición de Riquet, un joven que trabaja para su mismo empleador en la venta callejera de waffles, parece ser la ayuda y quizá la contención emocional que ella necesita, pero su bronca, su angustia, su impotencia y su desesperación pueden más y, así,

Aventuras y desventuras románticas son, para los productores norteamericanos, un gran filón para atraer al público. A veces la receta es satisfactoria y otras, como en este caso, el intento queda a mitad de camino entre lo repetitivo y lo absurdo. Aquí el protagonista es Nikki, un joven atractivo que vive en Hollywood Hills, carece de trabajo y se ha creado una lujosa existencia con la mejor de las cartas que posee: su atractivo sexual. El vive como un playboy, organizando fiestas en las que se relaciona con las mujeres más ricas de la ciudad y a la par disfruta de los privilegios de compartir la mansión de Samantha, una abogada de mediana edad. La aparente rutina de Nikki parece funcionar a las maravillas hasta que, casualmente, conoce a Heather, una atractiva camarera que logra seducirlo. Ella comienza a visitarlo a la casa de la abogada, cuando ésta

está inmersa en su trabajo, y fascinada con el lujo de ese amplio departamento piensa que le pertenece a él. Sin embargo, Samantha no tarda en descubrir la infidelidad y echa a Nikki de su casa y sin otro recurso para sobrevivir se acerca nuevamente a Heather, sin saber que ella, como él, está siempre a la búsqueda de hombres ricos para transitar su existencia sin apuros económicos. Ambos comienzan a competir en una especie de reto, para ver quien cena en los mejores restaurantes o forma parte de las fiestas más suntuosas. Este juego va creando entre ambos un vínculo que, lentamente, toma el camino del amor. Sin duda los guionistas intentaron aquí echar una mirada crítica a lo que significa el sexo y el dinero, pero su intención quedó a mitad de camino entre una anécdota que reitera situaciones y unos diálogos si mayor trascendencia ni comicidad. Sólo algunos gags y algún acierto en la pintura de los personajes secundarios salvan en parte esta comedia romántica. Tampoco el elenco supo sacarle mucho partido a sus respectivos personajes, y así tanto Ashton Kutcher como Anne Heche transitaron bastante desganadamente por esa pareja de vividores en busca de mejor fortuna.

Adolfo C. Martínez

ella termina boicoteando la relación. Como en todo el cine de los Dardenne, con pocos diálogos (es mucho más importante para ellos el lenguaje físico) y a partir de una historia íntima, Rosetta ofrece una pintura desoladora sobre la precariedad social y una ley de la selva en la que terminan luchando pobres contra pobres. La puesta en escena apunta –también como es habitual en ellos– a la utilización de la cámara en mano, siempre pegada a unos actores que resultan aliados indispensables de los directores para transmitir en toda su dimensión la contracara y las contradicciones de la Europa opulenta. IMPACTO CINE

Diego Batlle

Heche y Kutcher, pareja inusual

Se mantuvo la taquilla en nuestro país

Las películas, un refugio ante la crisis mundial En 2009 se vendieron 33 millones de entradas La principal enseñanza que deja el año que termina es que el cine no sólo pudo resistir, sino que hasta se benefició de la crisis global: en casi todos los mercados, casi como un “refugio” ante los males de este mundo, la gente optó por ver películas. Así, incluso Estados Unidos –el ojo de la tormenta– terminará 2009 con un 6 por ciento más de ingresos. En la Argentina, mientras tanto, los espectadores rondarán, al igual que en 2008, los 33 millones (una excelente cifra, si se tiene en cuenta la fuerte caída que se registró en el período de mayor convocatoria, como el de la vacaciones de invierno, a causa de la gripe A), y con un importante aumento en la facturación producto del incremento en el valor de las entradas y del furor de las salas digitales 3D, cuyas localidades tienen un costo mayor. Precisamente, el boom del cine en 3D –coronado con el estreno de Avatar (ver aparte) en varios miles de salas dotadas con esa tecnología– fue lo más importante que la industria pudo generar como para combatir en parte el cada vez más expandido flagelo de la piratería, que prácticamente derrumbó el negocio del DVD y el Blu-ray. Es cierto que la crisis financiera hizo muy difícil el acceso a los fondos para producir películas (Hollywood debió recurrir, por ejemplo, a capitales de la India), hizo quebrar a las principales distribuidoras de Japón y obligó al desmantelamiento o a una violenta reducción de varias minimajors norteamericanas (Miramax, New Line, Paramount Vantage, Warner Independent), pero el cine –al menos en su mayor parte– demostró que sigue gozando de buena salud. Y esa buena salud se evidenció también en el terreno artístico, tanto en el circuito comercial como en el de los festivales y ciclos (con la vigencia del Bafici, el preocupante achicamiento de Mar del Plata y la diversidad de la Sala Lugones y del Malba). A los cines argentinos llegaron grandes autores norteamericanos (Quentin Tarantino, Clint Eastwood, James Gray) y europeos (Laurent Cantet, Arnaud Desplechin, Terence Davies, Manoel de Oliveira, Nuri Bilge Ceylan, Olivier Assayas, Otar Iosseliani y

Bastardos sin gloria, de Tarantino

Up, una aventura de altura

La sueca Criatura de la noche, una de las joyas del año que terminó

Pedro Almodóvar); notables exponentes del cine de terror (la sueca Criatura de la noche), de ciencia ficción (la sudafricana Sector 9) y especialmente de animación (Up, una aventura de altura, de Pete Docter; Coraline y la puerta secreta, de Henry Sellick, y Ponyo y el secreto de la sirenita, del maestro japonés Hayao Miyazaki). El cine independiente norteamericano nos regaló pequeñas gemas, como Adventureland, un verano memorable,

de Greg Mottola; (500) días con ella, de Marc Webb, o Goodbye Solo, de Ramin Bahrani; mientras que el nuevo cine alemán estuvo presente con Entre nosotros, de Maren Ade, y el italiano, con la poderosa Gomorra, de Matteo Garrone. No es poco, pero –claro– los cinéfilos esperamos todavía más para 2010, que ya está a la vuelta de la esquina.

Diego Batlle