Un país en 2500 kilómetros

tuoso fiordo de Saguenay y el estuario del río San Lorenzo. Cruzamos el río en el ferry (el gobierno de Canadá ofrece el servicio gratuitamente), hasta la en-.
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Turismo

Domingo 16 de enero de 2011

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Canadá

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Por Amanda Garrido de Pellegrini

Un país en 2500 kilómetros En octubre fuimos a visitar a nuestra hija María José y su marido, Diego, que viven en Toronto, Canadá. Planeamos un itinerario que comprendía ida y vuelta, 2500 kilómetros por impecables carreteras, mediante GPS y la experiencia de un residente. Toronto es la ciudad que mayor porcentaje de extranjeros tiene en el mundo y ostenta un bajísimo porcentaje de criminalidad en toda América. Financiera, cultural y arquitectónicamente, se lleva laureles difíciles de exceder. Hicimos el tramo de Toronto a Quebec de una vez; 800 kilómetros. Mirando bellos barrios suburbanos, árboles otoñales multicolores y, colateralmente, descubriendo en los hábitos de la sociedad, los enormes gestos de respeto hacia los demás. Siempre al costado del río San Lorenzo encontramos en las rutas la invariable seguridad de un buen café, el tentempié reparador e impecables toilettes. Quebec es cosmopolita y moderna, desarrollada a los pies de un atalaya que domina la ciudad. Sobre este cerro está el medieval castillo Frontenac, de torres punzantes, resguardando su tesoro más preciado: el Viejo Quebec, capital de Quebec y su corazón, con las tradiciones de su historia francesa. Hay que recorrer sus callecitas floridas, con casas de piedras y bistrós encantadores para enamorarse definitivamente de la ciudad. Circundan esta joya otras joyas arquitectónicas de los siglos XVIII y XIX absolutamente imperdibles. Fuimos más al Oeste, hasta el majestuoso fiordo de Saguenay y el estuario del río San Lorenzo. Cruzamos el río en

el ferry (el gobierno de Canadá ofrece el servicio gratuitamente), hasta la encantadora bahía de Tadoussac, donde nos embarcamos un par de horas para ver las ballenas que son atraídas por el abundante krill que llevan las corrientes del Atlántico. Cuando llegamos a Montreal sentimos la diversidad cultural de sus barrios (como en todo Canadá inundado de diferentes etnias multitudinarias) con mayor fuerza. Sus barrios, el Viejo Montreal, Chinatown, Little Italy, la convierten en una ciudad sin par. La próxima parada fue Ottawa, capital de Canadá. Poseedora de rica historia de la cual quedan edificaciones maravillosas, como el Parlamento a orillas del río Ottawa. Frente al Parlamento, está el monumento al adolescente Terry Fox. Erigido como emblema del pueblo canadiense, representa su solidaridad y fuerza de espíritu. Terry sufrió un cáncer que le costaría su pierna derecha. Intentó cubrir una maratón de océano a océano en bien de los que tuvieran su misma enfermedad. Luego de hacer más de 5000 kilómetros tuvo que abandonar y falleció, pero los canadienses siguen organizando carreras similares para recaudar fondos inspirados en su recuerdo. Ottawa es calma, bella, con jardines sin límites y barrios serenos. ¿Descubrimientos para compartir? ¿Un viaje memorable? Esperamos su foto (en 300 dpi) y relato (alrededor de 3000 caracteres con espacios).

La nota de tapa sobre aplicaciones para celulares vinculadas con el turismo disparó distintas reflexiones y aportes. Conozco otra aplicación Trip Organizer, para iPhone, con soporte de Europ Assistance, una importante compañía de asistencia al viajero. Permite saber las vacunas necesarias, condiciones migratorias, eventos, pronóstico, lugares de interés, teléfonos de emergencia, usos y costumbres del país que uno visita. mchiabo Soy un paria tecnológico. Uso computadoras permanentemente, pero desconocía casi todo este mundo de aplicaciones. ¿Deberé desprenderme de mi ROKR U9 que me permite aún hablar y mandar SMS para adecuarme a los momentos actuales? Amigos, la tecnología es muy linda cuando nos otorga ventajas competitivas en nuestro día a día. 1) Usemos lo necesario, pero sin caer en la moda y snobismo. 2) Seamos responsables, no dejemos que el árbol nos tape el bosque. 3) Tomando en cuenta la velocidad de recambio de aparatos, exijamos a las empresas tecnológicas una mayor innovación en el reciclado de los productos antes que el medio ambiente nos eche del planeta. raulcu Son muchas aplicaciones y bastante buenas. Pronto estarán integradas en una macroaplicación haciendo

LA NACION/Página 11

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cuando construya su “nuevo hotel de más catergoría”. Sería interesante que también junten firmas para que no haya “un gran barrio cerrado de 2300 hectáreas con canchas de golf, polo, aeropuerto (!) y casas de cientos de metros cuadrados”. Si lo importante del lugar es que siga tranquilo como está, ¿no? rmalagueno

del ex celular una verdadera computadora de aplicaciones múltiple. El futuro tecnológico es increíble e imparable. cambalache99 El artículo sobre Orense, balneario del sur de Buenos Aires, fue, en cambio, más polémico. Hay algo que no entiendo. Por un lado, impiden el asfalto y demás pormenores para que la tranquilidad sea predominante en este mágico lugar. Y, por otro, ¿van a crear un barrio cerrado de 2300 hectáreas? Me parece una cargada. ¿Por qué en vez de barrio cerrado esas 2300 hectáreas no las siembran, crean un bosque, o le buscan una utilidad mejor? Parece que el capitalismo los sobrepasa. richardlopez Muy encomiable lo de Ana Amat de lograr que no se haga pavimento en Orense, pero quisiera saber si seguirá con la misma postura

Orense nació y creció gracias a personas que pusieron su hombro sin medir lo que daban, sin otro interés que el de convertirlo en un pequeño paraíso, hace muchísimos años. Nunca se juntaron firmas para que el asfalto no se haga; los lotes de la costa tiene casas desde hace muchos años, no 13, y si el balneario creció fue gracias a quienes lo aman, lo cuidan y nunca lo abandonaron. Y los terrenos más caros, valen el 30% aproximadamente de lo que ahí se informa. arenaysal El perfil de Estocolmo disparó varios recuerdos. El artículo me recuerda mis estadías en la no mal llamada Venecia del Norte. Felicito a su autora por haber captado el ambiente de la ciudad. Explicación ortográfica: en Djurgården, Millesgàrden la “å” se pronuncia como “o”. Añadiría, si cabe, los museos de pintura y escultura: el de por sí hermoso Nationalmuseum, y dos joyas de arquitectura, paisaje y obras: Prins Eugéns Waldemarsudde, casa-museo del Prín-

¡NO SE P I E R DA N !

cipe Eugenio (1865-1947), pintor y gran “amateur” de arte, con su decoración interior intacta, idealmente situada junto al agua en Djurgården, al final de una línea de tranvías, y un poco más lejos la Galería Thiel o Thielska Galleriet casa-palacio de estilo art nouveau, con una colección de pintura de inspiración impresionista nórdica. Trajes y carruajes de la realeza en la Armería del Palacio Real. Andres_Sorin El envío sobre Cartagena de los lectores Susana y Walter Bejanuel también inspiró a otros. Es original la propuesta del artículo que desplaza la atención del lector del ámbito del viaje real a la imaginación. Viajeros como Walter y Susana tienen que seguir recorriendo el mundo para contarnos sus experiencias de este modo tan novedoso turcattimaria Bellísima Cartagena, la patria del realismo mágico de García Márquez. El diminuto callejón de los Herrajes, con los vecinos charlando de vereda a vereda, el museo de Bellas Artes –siempre con algún material de Gabo–, las palenqueras vendiendo frutas por las calles, con la rítmica cadencia de sus caderas, la estatua de San Pedro Claver, defensor de los esclavos, el agitar de las palmeras con el viento que viene del mar.. imposible no enamorarse de esta ciudad. silvia_gale

Por Bet Da Vinci

Por amor a Río de Janeiro Ya casi no la recordaba lo linda y lo sensual que es Río de Janeiro. Había pasado mucho tiempo desde cuando la vi por primera vez. Era tiempo de volver. Y la encontré brillante, limpia y, a pesar de lo que se dice, menos peligrosa que en aquella oportunidad. Reconozco que estar albergada en Leblon da ciertas seguridades. El primer impacto me hizo quedar pegada a la baranda del hotel, como en trance. Ver esas playas infinitamente doradas con el mar rugiente e imponente, que va y viene en una especie de caricia, sin cesar. Las palmeras verdísimas, protegiendo a los caminantes del sol. Al costadito las bicisendas y los lugares para caminar, correr y andar en bici, todo dentro de una escenografía natural y única. Se entiende por qué dicen que la cidade maravilhosa es uno de los lugares donde la gente vive más feliz. Me habían quedado pendientes

dos lugares emblemáticos: el Cristo Redentor (una de las nuevas Siete Maravillas del Mundo) y el Pan de

Azúcar. Y esta vez contratamos a Joao, un taxista carioca, simpático e histriónico a la vez; quien también hizo de fotógrafo por el mismo precio. El día era clarísimo, se podía ver acá, allá y más allá… Desde estas alturas no se sabe hacia dónde mirar. Es demasiado: los morros con sus casitas prácticamente colgadas. El mar rodeándolo todo. Realmente asombroso. También aconsejan la experiencia de hacerlo en helicóptero. Almorzar en Santa Teresa, entre sus casas viejas y sus adoquines es una óptima opción. Muchos argentinos la llaman la San Telmo carioca. Se llega con el bondinho (tranvía) amarillo. Unos amigos franceses me habían recomendado Prainha. La atracción del lugar consiste en la perfecta combinación de un mar con olas fuertes y rodeado de morros. Un lugar donde es casi un milagro conseguir donde estacionar los fines de semana.

Otro lugar para comer a buen precio muy buenos pescados de la región es Pedra de Guaratiba, una pequeña y encantadora aldea de pescadores. Nadie debería irse de Río sin haber estado al menos un rato en Copacabana. Sólo hay que ser cuidadoso y luego… ¡A disfrutar! En esta zona se encuentra la mayor concentración de hoteles y algunos con detalles de lujo. Es la playa más popular y allí se realiza el Reveillon, donde asisten más de 2 millones de personas. Y también, donde los cariocas expectantes recibieron la noticia de que se harían, el Mundial de Fútbol 2014 y los Juegos Olímpicos 2016. La noche local tiene su espacio en los arcos de Lapa, que dejó de ser un lugar poco recomendable para convertirse en el foco de la noche carioca. Para sambar o intentarlo mientras se degustan distintos tragos.