Espectáculos
Página 4/LA NACION
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Martes 20 de abril de 2010
MUSICA POPULAR Comenzó el Festival de Otoño
Un encuentro con la diversidad a escala planetaria Unas tres mil personas asistieron al evento de músicas del mundo, que mostrará hasta el 29 de este mes a bandas internacionales, proyecciones y charlas con los artistas Un chamamecero tocando Piazzolla; un serbio cantando un fado; un grupo klezmer haciendo un homenaje a Woody Guthrie, y una fadista cantando rancheras de Chavela Vargas: apenas un rastro del misterioso periplo que recorrió la música por distintas regiones del mundo y una pequeña muestra del espíritu diverso y mestizo que confluyó en el arranque del Festival de Otoño en el Buenos Aires Lawn Tennis, anteanoche, ante más tres mil personas. La primera edición del evento dedicado a las músicas del mundo tuvo que zanjar varias dificultades para hacerse realidad: la cuestión meteorológica, los vaivenes en la habilitación para un espacio tradicional que no realizaba un concierto desde la reunión de Almendra en los 80 y la densa nube volcánica que llevó a la cancelación de miles de vuelos en Europa, les habían quitado el sueño a los productores. Pero al final, vaya paradoja, el festival tuvo su comienzo feliz: Goran Bregovic con sus voces búlgaras, su troupe de fanfarrias y sus sonidos balcánicos convirtieron el estadio en una gran fiesta gitana. Fue el cierre para una primera edición que fue tomando clima, color y temperatura con el correr de las horas. Con una programación variada y ecléctica, el Festival de Otoño busca plantar bandera en un no género, es decir, donde diferentes ritmos se entrecruzan y dialogan entre sí, para formar ese crossover de sonidos llamado músicas del mundo (world music), y para eso los organizadores saben que tienen un par de ediciones por delante para que el evento se imponga. El festival seguirá su marcha con actividades libres en el Abasto Shopping, la presencia de los franceses de Tryo, mañana, en La Trastienda, y el cierre de El Cigala el próximo 29, haciendo tangos en el Gran Rex.
Final de fiesta. Goran Bregovic desató la fiebre bailable en el final de una jornada que pisó la madrugada
FOTOS MAXIE AMENA
Misia copó el escenario. Su show se extendió más de la cuenta, pero su voz subyugante cautivó al público
Sábado de festival La grilla en el Buenos Aires Lawn Tennis no es nada despreciable y el lugar, con el marco de los bosques de Palermo, aparece como una suerte de
Silvio Rodríguez: nuevo disco, mismas convicciones
anfiteatro al aire libre ideal, donde se puede ver a los artistas a escasos metros de distancia como si se estuviera en un teatro. Al principio, ese ambiente de concierto y cierta frialdad en el público conspiró con el clima de festival, pero The Klezmatics y el Chango Spasiuk se encargaron de revertir la situación. El concierto del acordeonista misionero intercala los climas más intimistas y de cámara con la ponzoña chamamecera o el alegre ritmo de las polcas. En el contexto actual, el Chango suena como un adelantado, ya que esas polcas finales, que fueron grabadas cuando los sonidos balcánicos todavía no estaban de moda en esta ciudad, tiene un sabor a su tierra roja, mezclado con el perfume a la inmigración ucraniana y a otros ritmos de Europa del Este. El sonido de su sexteto no tuvo na-
da que envidiarles a las otras agrupaciones internacionales, tanto en el acabado de su sonido como en la capacidad para entusiasmar a un público generalmente poco interesado en la música del Litoral, y hasta se podría decir que fue lo más destacado de la noche. Hasta Jorge Telerman, uno de los productores del evento, gritaba sapucáis desenfrenado, sacándose el rictus “afrancesado”. En el sector vip, los elegantes asistentes lo miraban desconfiado, pero el resto del público replicaba los gritos cuando Spasiuk enhebraba su acordeón con las melancólicas melodías litoraleñas y la polirritmia chamamecera.
Misteriosa viajera La calma llegó con Misia, que misteriosa y con traje de viajera (su vuelo partió justo antes que las cancelacio-
En el Margarita Xirgu
Murió Sotigui Kouyaté, un maestro de la palabra
Continuación de la Pág. 1, Col. 4
ARCHIVO/AFP
El cantautor cubano continúa esperanzado con la revolución
Gabriel Plaza
TEATRO
“La revolución va a salir ganando con el debate” supuesto que mi apoyo. –Musicalmente, ¿qué lo volvió a ganar el concepto universal de lo a llevar hacia un territorio musical mucho más despojado? que es una revolución. –En el disco está la “Tonada del –El trío de jazz, en sonoridad, albedrío” y en “Sea señora” dice: viene a ser como el paso inmediato “Hágase libre lo que fue deber”. superior a la soledad del trovador y A esta altura, ¿el libre albedrío su guitarra. Además de que me gusno tendría que ser normal? Ha- ta ese sonido, que es acústico, traté blo de la isla, pero también del de no alterar mucho lo básico de las canciones. Fue algo que conversé y mundo en general. –Cuando yo tenía 14 años, en 1961, ensayé con los excelentes músicos para mí era normal que me acompañan: Roberto Carcassés, tener elementos de geografía, pero la Oliver Valdés y Fefamilia que alfabetiliciano Arango. cé en la Ciénaga de –Sacar un nuevo Zapata no sabía que disco lo expone a la tierra era redonhablar mucho más de Cuba y su realida. Hay mucha desigualdad y mucha dad que de música. injusticia camufla¿No lo cansa? da como “normal” –No. Y pudieen este mundo. Hay ra decirse que me Segunda cita lo he buscado, por que llegar a otro esSilvio Rodríguez tado de lo “normal” llevar cuatro déToma, Tonada del albedrío, Carta antes de hablar del cadas hablando lo a Violeta Parra, San Petersburgo, que hablo y canlibre albedrío. Demasiado, Sea señora, El gigante, tando lo que canto. –¿Cómo vislumHuracán, Bendita (Yo fui una vez), Y afortunadamenbra el futuro cerSegunda cita, Antiguo, Dibujo en cano de Cuba? te, Silvio Rodríguez el agua. ¿Piensa que el gosigue imaginando, deseando, escribienbierno cubano está más abierto a do y cantando para escuchar? Hasta los que están un día poder escribirle una nueva lejísimos de ser detractores de la “carta” a Violeta Parra, en la que revolución están pidiendo cam- pueda llevarle mejores noticias, o ver el día en que los hombres se bios. ¿Llegarán? –El gobierno cubano, al menos atrevan a ser “mínimamente ellos”: en su mayoría, creo que está com- “Eso sería maravilloso y creo que puesto por hombres que antes que precisamente esa es la idea que han nada aman a su pueblo. En esa con- tenido en mente los grandes revovicción se funda mi esperanza y por lucionarios”.
nes por la nube volcánica) aterrizó en el escenario para sumergir al público en la saudade y la profundidad del fado. De ese mar oscuro, bañado por la extrañeza de otros sonidos viajeros, la cantante extrajo esas cadencias y poemas de Fernando Pessoa, que relatan el trágico destino y la soledad del hombre. Se produce un extraño magnetismo en ese pulso monótono y la letanía del fado. En ese devenir envolvente de las guitarras lusitanas, la intérprete hipnotiza a la audiencia con esa voz y esa impostación que suena a otra época, en blanco y negro. La segunda parte de su show tendrá un color muy diferente y se encaminará por otras ruas del mundo, como una turista. Así, con el espíritu de una viajera curiosa y atrevida, recorre la canzonetta, la chanson francesa, el country de Johnny Cash, el tango y hasta la ranchera, sumando el sonido de un guitarrista noise que tocó con Iggy Pop, y la acerca más a sus rasgos generacionales. Un breve descanso, necesario para sacarle el cuero a Misia tras bambalinas por la extensión de su show y se oye el sonido de los bronces, que irrumpen en la parte baja del estadio. La banda para bodas y funerales de Goran Bregovic se presenta en el medio del público. La gente empieza a saltar en sus asientos con los agudos toques de la trompeta y los saxos, como si fueran niños que celebran la llegada del circo. Los movimientos extraños y las coreografías balcánicas made in Argentina tratan de seguir el viboreante sonido de los bronces, las voces búlgaras y esa marcha que brinca al ritmo del “hop, hop, hop” de Goran. Como un elegante director de orquesta, vestido de punta en blanco, Bregovic (autor de las bandas de sonido de Underground y Gato negro, gato blanco) hace las veces de anfitrión de esa celebración y, como si fuera un casamiento gitano, invita a que la fiesta se prolongue en la madrugada. Todos lo siguen bailando como borrachos, a curar la resaca y olvidar las penas por un rato.
HERNAN ZENTENO
La cantante se atrevió con varios tangos y terminó dando cátedra en Buenos Aires
El arte inolvidable de Bibi Ferreira Esta leyenda viviente de la escena brasileña deslumbró con su vigencia Leyenda viviente de la escena brasileña, en la que ha brillado por setenta años, hija de una gloria del teatro como Procópio Ferreira y artista ella misma de múltiples talentos e inagotable vitalidad, Bibi Ferreira ha regresado, por fin, a Buenos Aires. La excusa era, quizás, el tango, al que dedicó no hace mucho un álbum (grabado en Río, con el aporte argentino del maestro Ignacio Varchausky en los arreglos), pero el programa abarcó mucho más, hasta conformar una suerte de síntesis de su trayectoria y ofrendar a un público que colmó dos veces el teatro Margarita Xirgu y terminó ovacionándola de pie, una generosa muestra de su arte y de su sabiduría. Sólo una estrella de su calibre podía lanzarse a visitar territorios musicales tan heterogéneos como los que ha cultivado en su extensísima carrera, sin correr el riesgo del pastiche ni malograr la coherencia del programa. Lo que propuso fue como un esbozo de autorretrato artístico, un viaje encantador, inteligentemente planeado y fuertemente emotivo, para detenerse un poco en cada uno de los puertos que marcaron su travesía: del eterno “Samba de uma nota só” (ahora con versos tomados del “Canto do exilio”, del poeta romántico Gonçalves Dias) a la trágica Medea que Chico Buarque trasladó a un suburbio carioca en Gota d’água; de Jobim y el dramático samba-canción de Maysa o Dolores Durán al fado portugués y la evocación cariñosa de Amália Rodrigues; de los clásicos de Piaf (a quien interpretó en otra de las
cumbres de su carrera teatral) al tango, que en nada le es ajeno, porque lo conoció de chica, como conoció nuestra lengua y nuestro acento (aun antes del portugués) cuando vivió en Buenos Aires. De ahí que se considere esta visita como un demorado regreso a nuestros escenarios: conviene apuntar que en 1925 un cronista de LA NACION destacó la gracia y la seguridad de la precoz artista de apenas 3 años al verla cantar y bailar entre las coristas de la compañía de Eulogio Velasco, que integraban sus padres.
Siempre igual Han pasado décadas, es cierto, pero la seguridad y la gracia son las de siempre. Como la voz –musical, potente, entera– que se hace flexible cuando lo exige la frescura del samba, intensa en los registros graves que pide el fado, dramática en los temas de Piaf, siempre utilizada como vehículo de emoción. Fue puro placer seguirla en el arriesgado recorrido musical que propuso y que tuvo, claro, muchos momentos memorables. Entre ellos, “Basta um dia”, “Chão de estrelas” y “Demais”, en el tramo brasileño, en el que la secundó el quinteto dirigido por Flávio Mendes, y más tarde “Ai, mouraria” y “Lisboa antiga”, cuando le puso marco la autorizada guitarra portuguesa de Carlos Gonçalves, que fue durante treinta años acompañante de Amália Rodrigues. En los tres títulos ineludibles del repertorio de Piaf –“La vie en rose”, “Je ne regrette rien”, L’hymne a l’amour”– se hizo
aún más perceptible su vigoroso temperamento de actriz, aunque, en realidad, su admirable oficio dominó la escena desde el principio. Y todo el capítulo final, a puro tango, bien merece un párrafo aparte. Porque esta vez que un visitante extranjero se atreviera con algún título de la música ciudadana no fue una gentileza ni una zalamería para ganar aplausos. Al contrario: la dama de envidiable lozanía (se aprecia en su garganta tanto como en su humor y en su ánimo de renovación) entró en tema por el lado más difícil: resolviendo con autoridad las exigencias de “Yo soy el tango”, de Domingo Federico y Homero Expósito, sobre el piano de Diego Schissi. Y en seguida, con la entrada en escena de la estupenda orquesta El Arranque, dio comienzo a lo mejor. Bibi empezó pidiendo perdón por atreverse al tango y casi podría decirse que terminó dando cátedra. Su fraseo admirable descarta todos los vicios del género, las exageraciones histriónicas, los estereotipos, las poses enfáticas. Es pura expresión Así, supo transmitir toda la emoción que hay en los versos y las melodías de “Milonga triste”, “Cuesta abajo”, “De barro” o “Esta noche me emborracho”, entre otras versiones inolvidables. La ovación fue sincera y prolongada. Tanto que tuvo que repetir, con todos los músicos en escena, su despedida tropicalista y milonguera (“Aquele abraço”, de Gilberto Gil), y prometer un pronto regreso. Fue un lujo tenerla aquí.
Fernando López
Ayer, la BBC anunció la muerte del actor Sotigui Kouyaté. Nacido en Mali hace 74 años, su país de adopción fue Burkina Faso (llegó a jugar en su selección de fútbol ). Durante años, mientras entrenaba, hacía teatro por las noches. En 1983 conoció a Peter Brook, con quien montó Mahabharata, puesta que duraba nueve horas. Aquella aventura teatral se convirtió en un ícono para la escena occidental del siglo pasado. Debido al éxito y a las giras de ese montaje, Kouyaté perdió su empleo en una repartición oficial de Burkina, donde, después de 29 años de trabajo, le faltaba un año para jubilarse. Entonces, se quedó en París (ciudad en la que falleció el sábado a causa de una afección pulmonar). Hay un proverbio que él citaba que dice: “El día que no sepas a dónde vas, acuérdate de dónde vienes”. Y como su fuerza estaba en su Africa
ARCHIVO
Kouyaté, en Buenos Aires
natal, siempre volvía. Kouyaté estuvo en Buenos Aires para la edición 1999 del Festival Internacional (en 2003 vino su hijo). Presentó The Man Who..., de Oliver Sacks, con dirección del mismo Brook. “Nací actor –contó en aquella oportunidad–. Pertenezco a una familia griot, maestros de la palabra, consejeros del emperador. Y el ser griot es algo que se transmite de padres a hijos.” Quizás, por eso mismo, en él las palabras sonaban de una manera única, indescriptible. Era pura magia. “Actué en unos 60 films –agregó–, pero en cada uno siempre fui yo más allá de hacer de otro. Si sólo pongo lo cotidiano de mí mismo no alcanza. Al actuar hay que poner el alma con amor. Eso ayuda a encontrar al personaje.” El año pasado, por su actuación en London River, ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín.
Alejandro Cruz