8 | ADN CULTURA | Viernes 16 de enero de 2015
True Detective o la encrucijada de la fama El escritor detrás del éxito. Autor de una novela anterior, Galveston, encuadrada en el género neo-noir y publicada recientemente en español, Nic Pizzolatto es el creador único de la idea, el guión y la producción de “la serie de 2014” en la TV norteamericana. Aquí, un análisis de su obra narrativa, que echa luz sobre la próxima entrega Elvio E. Gandolfo | para la nacion
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on el fondo musical entre obsesivo y melancólico de T-Bone Burnett sobre imágenes ocres de angustia y decadencia industrial, van desfilando los títulos de True Detective. Más de un medio estadounidense la bautizó como “el caballo tapado” de 2014 en el agitado mundo de las series de televisión, que desde hace unos años contrasta con esa especie de lujoso elefante dormido que es Hollywood (y su cine). Con sólo ocho capítu-
los de una hora, logró el mayor impacto del año. En esos títulos iniciales, cerca del final vienen quienes controlan las áreas vitales, aparte de los actores. Un nombre se repite como creador de la idea, del guión de todos los capítulos y como uno de los productores ejecutivos: Nic Pizzolatto. Sólo el puesto del director es distinto: Cary Joji Fukunaga. Un segundo paso original fue anunciar que la segunda temporada no sería una continuación: tanto los actores como el entorno geo-
gráfico (los bañados, las ciudades y pueblos desgastados de Luisiana) serían distintos. A quien se había fascinado con el relato, el anuncio lo sorprendió, sobre todo si se tiene en cuenta que el final consolida a una pareja de colegas y ya grandes amigos, que habían dejado de verse durante largos años. Sin embargo, eso facilitaba además volver a verla, o volver a hojear esa larguísima novela, ese relato único, con principio y final. Había un subtexto abundante de referen-
cias fantásticas: El rey de amarillo, de Robert W. Chambers; la Carcosa inventada por Ambrose Bierce; un manifiesto pesimista sobre la raza humana de Thomas Ligotti, autor un tanto secreto pero fundamental del terror contemporáneo. A lo largo de la serie se iba asentando un tono literario, no tanto por el estilo como por la estructura. Las mezclas de tiempo, las contradicciones entre lo que se decía en un interrogatorio entre detectives (dos negros y cada uno de los dos blancos protagonistas) y la verdad que mostraba la imagen, la creación de capas sucesivas de atmósfera, parecían hablar de un narrador más que de un guionista. El tour de force de Woody Harrelson (como el “normal” supuestamente familiero, lleno de recovecos) y Matthew McConaughey, como el depresivo crónico y filosófico, más las imágenes aéreas o las extensas charlas en la carretera fabricadas con la calidad del mejor cine policial por Fukunaga, fraguaban un producto final memorable. Antes Pizzolatto había llamado la atención de las agencias de talentos para cine y televisión con su novela Galveston, que acaba de ser traducida al castellano (Salamandra, con buena tapa y buena traducción de Mauricio Bach Juncadella), gracias a la fama de la serie. Antes aún, se había criado en Luisiana, había leído sin parar (actividad que aparece a menudo en sus páginas a través de sus autores favoritos: Saint-Exupéry, Rilke, Hemingway), había absorbido el ambiente de esa zona cargada y había empezado, como suele ocurrir, por escribir cuentos. Dos de ellos, “Ghost-Birds” (Pájaros fantasmas) y “Between Here and the Yellow Sea” (Entre aquí y el mar Amarillo) fueron publicados en la revista The Atlantic en 2003 y 2004. Ambos tienen puntos de contacto con su trabajo en True Detective. En el primero, un sereno nocturno de un parque está impregnado en la filosofía oriental, las artes marciales y conceptos como wu, el vacío, el I Ching o el Triángulo Azul. Aparece una y otra vez la intuición para el dato atmosférico de Pizzolatto, ya en el principio: “Entonces la ciudad entra en otro mayo aletargado y reluciente. […] las barcazas gimen bajando por el Mississippi. Algo irrumpió en la fábrica de Dowling Industrial, y los gases están haciendo nuestros crepúsculos color ciruela y naranja plutonio”. Con algo de romanticismo posmoderno, el protagonista se relaciona con Erica en una serie de saltos literales al vacío y múltiples palabras orientales. El otro relato es policial: desde un presente donde un entrenador veterano y uno de sus seguidores, un joven “marcado” (otro jugador le partió la mandíbula), van en busca de Amanda, la hija fugada del entrenador, ahora actriz porno. Se mezclan el pasado (donde el muchacho estaba enamorado de Amanda) y el presente. Aquí ya están nítidos los elementos: la ruta, la melancolía, la sociedad caída, las vidas arruinadas, la dificultad de