Trabajo, memoria y experiencia - Asociación de Historia Oral de la ...

Fuentes para la historia de la modernización del puerto de Valparaíso. Pablo Aravena Núñez. La presente ... lo que constituía el “lugar” como categoría cultural.
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Trabajo, memoria y experiencia. Fuentes para la historia de la modernización del puerto de Valparaíso

Pablo Aravena Núñez

La presente ponencia lleva el título de un libro concluido y editado a fines del año 2006 (Aravena, 2006), que es la primera parte de un proyecto de más largo aliento: construir la historia del último proceso de modernización del puerto de Valparaíso. Esta primera fase ha consistido en la construcción y edición de documentos orales referentes al mundo del trabajo, para lo cual se ha entrevistado a trabajadores y dirigentes portuarios, proyectándose a futuro la edición de otros dos cuerpos de documentos: uno oral, centrado en el espacio de lo privado (la mujer, la infancia), y otro centrado en el rastreo y compendio de documentos escritos de corte administrativo, judicial y sindical. De esta manera buscamos dotarnos de –y entregar a quien lo requiera– los insumos necesarios para historiar la génesis del presente de la ciudad. A continuación entregamos cinco reflexiones (sin conclusión) a propósito del trabajo desarrollado.

I. El contexto: En el mes de julio del año 2003, el denominado “casco histórico” de Valparaíso fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, lo que ha traído asociada una compulsión por la “puesta en valor del pasado”, impulsado mediante las gestiones previas para lograr dicho nombramiento, las que –no está demás decirlo– partieron de las autoridades políticas y no precisamente de la ciudadanía. Los discursos sobre la “identidad porteña” (en clave esencialista) han calzado dócilmente con el modelo de gestión impulsado: el turismo y el negocio de las mercancías culturales. En el proceso de producción de bienes culturales se cierran las significaciones múltiples de los espacios históricos, se separa a los objetos de su sentido social y se descontextualizan los modos de vida que por ahora subsisten en el seno de lo patrimonial. El presente patrimonial de Valparaíso impone el consumo del pasado antes que su conocimiento.

De entre todos los bienes que circulan uno redobla la plusvalía de todos los otros: la réplica de la bohemia porteña, el fetiche popular asociado al mundo del trabajo portuario. Se da así una particular paradoja: el objeto más deseado es el más ficticio de todos. La bohemia porteña requería como “infraestructura” del sistema de trabajo portuario, de la abundancia económica asociada a éste, de una cultura que entendía el tiempo libre como el copamiento de los espacios públicos y de una permanencia de los sujetos de experiencia en ciertos espacios, lo que constituía el “lugar” como categoría cultural. La reciente oleada modernizadora del puerto ha acabado con las condiciones materiales de la cultura portuaria, pero a la vez impulsando ésta como el más valioso (y consumido) bien cultural. Pese a las apariencias, la gestión patrimonial de Valparaíso, con su vaciamiento de sentido asociado, efectúa una eficiente censura de su pasado.

II. Necesidad de una historia: De lo recién planteado se desprende que la “operación histórica” –tal como la ha reivindicado Michel de Certau– se hace necesaria como memoria que salve los materiales para una crítica del presente (De Certau, 1985). Pero este tipo de reclamo en pro del ejercicio de la historia no es unilateralmente intencional o subjetivo. Cabría plantear también esta exigencia como un “mandato de lo real”, es en este sentido que entendemos la propuesta de Hannah Arendt: “La historia [history] aparece cada vez que ocurre un acontecimiento lo suficientemente importante para iluminar su pasado. Entonces la masa caótica de sucesos pasados emerge como un relato [story] que puede ser contado, porque tiene un comienzo y un final” (Arendt, 1995: 41). La cualidad que definiría a un “acontecimiento iluminador” sería la de hacer saltar nuestra habitual narración obligándonos a establecer una nueva trama en atención a hechos y personajes que hasta allí parecían insignificantes. El acontecimiento introduce una ruptura, en la medida que propone –junto con otra narración– un cierre narrativo que pone en cuestión a una narración que unificaba todo en “un solo tiempo”. Para el caso que nos ocupa, la exigencia de una Historia de la modernización del puerto de Valparaíso, surgió de un procedimiento análogo. Nuestra propuesta es que son dos hechos los que conformaron un acontecimiento del tipo ya descrito: por una

parte la explosión de la protesta portuaria denominada el “puertazo” y, por otra, la determinación por parte de las autoridades políticas de hacer de Valparaíso Patrimonio de la Humanidad. Ambos significaron el fin de la tradicional actividad económica y el viraje hacia un nuevo plan de desarrollo, ya no fundado en el trabajo, sino en el turismo, los servicios y el consumo.1 A partir de este momento el pasado exigió ser comprendido en una nueva clave.

III. El peligro de editar testimonios en tiempos del consumo cultural: En este punto se hace necesario recordar que el trabajo que sirve de base para estas reflexiones no constituye una obra cerrada, es decir, es sólo una primera colección de testimonios orales “inscritos en la escritura” para el posterior trabajo indiciario del historiador. El recordatorio no es superfluo en la medida que desde hace un tiempo se registra una sobreproducción y circulación de testimonios asociada a una actitud de reivindicación de la subjetividad y que “supone una nueva forma de archivo en el que se puede tener acceso directo a la experiencia individual de los actores de la historia, sin mediación del historiador” (Peris Blanes, 2005: 138) –baste recordar el caso Goldhagen. Dominick LaCapra, ha llamado la atención sobre este tipo de inclinaciones en el campo historiográfico, pues si bien es entendible la necesidad de mantener a raya los excesos de objetificación y formalización del trabajo de los historiadores al entrar al estudio de fenómenos complejos, nada puede justificar una renuncia al conocimiento como acceso crítico a ese mundo que nos llega por los testimonios. La pura exposición de éstos hace entrar al lector (o público) en una relación afectiva con ellos, tan radical que conlleva la mayor parte de las veces un efecto de “identificación total” con los testimoniantes, ejercicio que hecho por un historiador de profesión no mostraría otra cosa que su “inhabilidad para utilizar pruebas a fin de verificar hipótesis y supuestos” (LaCapra, 2005: 117-118). Es en observación de estos fenómenos que nuestro trabajo presenta los testimonios recopilados como “fuentes” y no como “obra”. No obstante, claro está que es ante todo nuestra “intención”, pues nada nos asegura que pese al sentido con que cargamos este texto termine siendo él mismo “estetizado”.

IV. La selección de los sujetos testimoniantes: Se encontrarán aquí casi exclusivamente testimonios de “dirigentes” del movimiento portuario, lo cual es ante

todo el resultado de una selección. Esta no tiene tanto que ver con una búsqueda de los sujetos en base a un criterio establecido por el tipo de información específica que buscábamos, como con nuestra intención de cuidarnos de no normalizar el pasado en base a los cánones presentes. Ciertas corrientes asociadas a la “nueva historia” o a la “historia de la vida cotidiana” han hecho de las experiencias del hombre medio del pasado su objeto privilegiado de estudio, para usar la expresión de Foucault, se atiende la vida de “hombres infames”. Este tipo de elección buscaría iluminar zonas del pasado relegadas tanto por una historia de los grandes personajes como por una historia de las estructuras, es decir, reclama también un conocimiento más cabal de lo realpasado, lo cual no la salva de algunas implicaciones que repercuten a nivel gnoseológico y político. Digamos que la exacerbada apuesta por lo cotidiano y privado genera hoy una suerte de reconocimiento especular entre pasado y presente: los retazos de ese pasado cotidiano suelen entregarnos –más aún en ausencia de interpretación– existencias dóciles, despolitizadas y con un brillo folclórico que le concede alegría a su inconsciente dominación o, según sea el caso, sujetos ignorantes –no culpables– de las decisiones que tomaban sus gobernantes en contra de todo un segmento de la sociedad, o bien movimientos sociales ejemplares en justicia e integridad producto de su prescindencia de todo nexo con la política. Sobre esto ha reparado Fernández Buey al tomar distancia de los enfoques historiográficos “micro”. De un tiempo a esta parte “hacer historia” significaba “comportarse por encima de la media, salirse de lo normal, de lo cotidiano”, pero hoy ya no es más así, ese principio que articuló la imaginación histórica desde la Ilustración, pasando por lo historiadores positivistas y llegando hasta Marx y sus herederos, cae junto con otras categorías como la de clase, conciencia, etc., lo que lleva a plantear a este autor que “con la crisis presente de la cultura socialista –que no hay que confundir con la crisis del marxismo- la identificación de lo histórico con lo excepcional se oscurece” (Fernández Buey, 1993: 215). Lo que importa hoy es la normalidad cotidiana, se proyecta así el antecedente de unas clases pasivas que ofrecería una imagen tranquilizante al hombre medio, desvinculándolo de toda responsabilidad en cuanto concierne a su dócil subalternidad. Se cede la tribuna del pasado a quienes nunca hicieron ni dijeron nada (utopía pervertida del dar voz a los sin voz), para en cambio silenciar por el olvido a esos “sujetos que tuvieron voz realmente, de sujetos que,

viviendo la alzaron para hacerse oír, a pesar de lo cual no quedó recogida en las fuentes principales con las que iba a escribirse la Historia con mayúscula”, se trataría más bien de acallar a los que tuvieron conciencia de los procesos y la acción en curso para dar voz a aquellas “almas muertas” que pasaron por el mundo pasivamente o “no tuvieron nada que decir”. Se combina así, por efecto de una operación dudosa, injusticia, falsedad y conformismo.

V. Necesidad de inscribir la oralidad en la escritura: Nuestro trabajo ha adoptado positivamente la inscripción de los testimonios en la escritura. Esto ha obedecido a dos motivos, primero, porque el testimonio, incluso el presente en los documentos “orales” producidos por el entrevistador-historiador, necesita de una distancia que la escritura puede garantizar mejor que los medios audiovisuales. No se trata de la “distancia” de la objetividad, sino de la comprensión. Lo que planteamos es la distancia respecto del testimonio como “objeto inmediato” de la investigación historiográfica. El hecho es que el testimonio parece poseer un blindaje frente a la crítica, que es la actividad exigida para hablar de conocimiento histórico propiamente tal. Beatriz Sarlo, en su crítica de la cultura de la memoria y el giro subjetivo, ha desvelado diversos niveles de ese carácter impenetrable del testimonio (Sarlo, 2005). En segundo lugar, la mayoría de las reflexiones acerca del paso de la oralidad a la escritura llevan aparejado el supuesto de un empobrecimiento paulatino de la realidad referida por el testimonio en el proceso habla-grabación-transcripciónedición. Se supone que se efectúa una “reducción”. Es en este punto que tiene relevancia para los historiadores el alegato a favor de la escritura hecho por Ricoeur en la forma de un “aumento icónico” (Ricoeur, 2003). Según Ricoeur la escritura no traería una reducción (réplica o sucedáneo) de la realidad, sino una “ampliación”. A partir de la relación establecida en el Fedro entre realidad y pintura, comprendida ésta última como réplica de aquella, se da la posibilidad de entender toda mediación simbólica y sígnica de la realidad como un modo fértil de dar con niveles que la inmediatez de la percepción confunden o no logran aprehender.

Notas: 1

El “puertazo”, se produjo en agosto de 1999 como respuesta a la cesantía y los problemas previsionales derivados de las nuevas privatizaciones y licitaciones de las actividades portuarias. Mientras que las iniciativas para nombrar a Valparaíso Patrimonio de la Humanidad comienzan en 1997.

Bibliografía: Aravena Núñez, Pablo (ed.), Trabajo, memoria y experiencia. Fuentes para la historia de la modernización del puerto de Valparaíso, Valparaíso, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Universidad Arcis, Centro de Estudios Interculturales y del Patrimonio, 2006. Arendt, Hannah, “Comprensión y política” en De la historia a la acción, Barcelona, Paidós, 1995. De Certeau, Michel, “La operación histórica” en Hacer la historia, (Jacques Le Goff y Pierre Nora comp.), Barcelona, Editorial Laia,1985. Fernández Buey, Francisco, “Marxismo e historia hoy” en Problemas actuales de la historia, Fortinari, Massimo (editor), Salamanca, Universidad de Salamanca, 1993. LaCapra, Dominick, Escribir la historia, escribir el trauma, Buenos Aires, Nueva Visión, 2005. Peris Blanes, Jaume, La imposible voz. Memoria y representación de los campos de concentración en Chile: la posición del testigo, Santiago, Editorial Cuarto Propio, 2005. Ricoeur, Paul, Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido, México, Siglo veintiuno editores / Universidad Iberoamericana, 2003. Sarlo, Beatriz, Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión, Buenos Aires, Siglo veintiuno editores, 2005.