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enfoques
| Domingo 28 De Diciembre De 2014
MI Mundo dIgItaL
Mauricio Ocampo
Abogado, doctor en Educación, director de Educación secundaria del Colegio Piaget, en San Isidro, es @caldicerebrius en Twitter y pasa conectado más de diez horas por día. Empieza a navegar por Google (“Es la puerta de entrada a todo lo que necesito hallar”) y valora especialmente YouTube: “Es el punto de encuentro entre la tecnología y los vínculos. Allí comparto momentos con familia, hago memoria, intercambio con amigos y hasta sirve para salir de apuros con algunos tutoriales”.
BLogS
otroS recurSoS
blog.eternacadencia.com.ar “Ofrece infinitas posibilidades de recrearse en el campo de la literatura. Autores, lecturas y cánones para el lector y escritor.”
www.facebook.com “Es el espacio del encuentro con los amigos y conocidos. Para soltarse con los que estás a gusto.”
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protagonistas
Tony Abbott, el conservador que aprendió a tomar el pulso a la próspera Australia Católico, promonarquía y antiaborto, el ambicioso primer ministro australiano elude críticas y desconcierta a su propio partido Raquel San Martín LA NACION
J
usto antes de completar el demandante triatlón Ironman en Australia, en marzo de 2010, en 14 horas, Tony Abbott, entonces líder de la oposición liberal, anunció que estaba allí como “participante” y no como “competidor”, es decir, con la meta de finalizar la carrera, no de ganarla. El gesto –que luego empalideció con su declaración de que “Si Margaret Thatcher fue la Dama de Hierro de la política británica, ¿por qué Australia no puede tener su hombre de hierro?”– representa todo lo contrario de su actitud en la política: Abbott quiere ganar cada carrera en la que se anota y lo viene logrando, a pesar de sus declaraciones inoportunas, promesas incumplidas y posiciones públicas controvertidas, que no parecen hacer mella en sus aspiraciones políticas ni en su capacidad de percibir los humores sociales en el Primer Mundo del Sur. Abbott, primer ministro de Australia desde septiembre de 2013, logró en los últimos meses que buena parte del mundo lo conociera. Primero, en noviembre pasado, como anfitrión de la Cumbre del G-20 en la ciudad de Brisbane. Luego, hace días, en la otra cara del éxito global de su país: la toma de rehenes en una cafetería de Sydney a manos de un supuesto clérigo, de origen iraní, que terminó 16 horas después con dos rehenes y el atacante muertos. Paradójicamente, Abbott –un extraño para muchos fuera del país que gobierna, uno de los más prósperos del planeta– es en buena medida un enigma para el pueblo australiano. Antes de llegar al cargo que hoy tiene, porque basó su ascenso al poder en la crítica incansable al gobierno laborista, sumido en una crisis interna que hizo mucho por su campaña; luego, porque en los 15 meses que lleva en el gobierno incumplió la mayoría de sus promesas electora-
les (14 de 38, según calculó la revista Australian Financial Review). Conservador, católico, ex seminarista, militante antiaborto y cruzado promonarquía, periodista durante un corto tiempo: su perfil es un compendio del dirigente políticamente incorrecto. “Retrógrado”, “homofóbico”, “populista”, “religioso fanático”, “misógino”, completan sus adversarios. Del otro lado, el ex primer ministro conservador John Howard alabó su “status de héroe entre los liberales, por su alta inteligencia y enorme disciplina”. Él se puso en el medio: “Tengo instintos conservadores y valores liberal-conservadores, pero soy pragmático cuando se trata de resolver problemas”, dijo. Seguramente fue esa inclinación la que le valió el apoyo popular a su partido en 2013. Abbott era jefe de la oposición a un Partido Laborista en el poder desde 2007, que se desgastaba en internas inexplicables para buena parte de una población acostumbrada a que su gobierno no se note. “Con una ayuda de sus oponentes, Abbott logró enseguida poner a un millón o más de australianos de su lado. No es que les guste mucho, pero menos les gusta el gobierno laborista”, escribió el periodista David Marr en su libro Political animal. The Making of Tony Abbott. El ahora primer ministro habló en su campaña de lo que muchos querían escuchar: restringir la llegada de refugiados asiáticos a las tierras australianas, controlar el gasto público y bajar impuestos –que en promedio se llevan el 40% de los salarios–. Activista desde el aula Abbott nació en 1957 en Londres, de madre australiana y padre inglés, y emigró a Sydney en 1960. Estudió economía y derecho en esa ciudad y completó estudios de posgrado en Oxford, donde se lo recuerda por su activismo contra la izquierda estudiantil y alguna que otra manifestación a favor de la Guerra de Malvinas. Formado en colegios jesuitas hasta su adolescencia, fue
Abbott y su esposa en el homenaje a las víctimas de la toma de rehenes en Sydney seminarista durante algunos años, pero enseguida abandonó esa vocación para dedicarse a la política: dirigió la asociación Australianos por la Monarquía Constitucional entre 1992 y 1994, cuando ingresó en el Parlamento por el Partido Liberal. Tuvo luego varios cargos de responsabilidad en el gobierno del conservador John Howard, como ministro de Trabajo, de Salud y líder de su partido. Boxeador desde su juventud, bombero voluntario ocasionalmente, cultor del buen estado físico y el deporte, está casado con la neozelandesa Margaret Aitken y tiene tres hijas. Como cabeza de una coalición liberal-nacionalista, el enigma Abbott prometió en campaña que no habría “cortes en educación, ni salud, ni en pensiones, ni para los medios públicos”. Dijo que se comprometía a pa-
quién es b Nombre y apellido Anthony Abbott b Edad 57 años b Formación Nació en Inglaterra y emigró aAustralia en 1960. Educado en colegios jesuitas, estudió economía y derecho. b Carrera política Miembro del Partido Laborista, fue ministro de Salud y de Trabajo, y jefe de la oposición. Es primer ministro desde 2013.
efe
sar una semana cada año en una comunidad indígena australiana –poniendo sobre el tapete, en rigor, un tema que la mayoría de los políticos y la sociedad australiana prefieren evitar y que Abbott, para desconcierto de sus colegas liberales, ha llamado “una mancha en nuestra historia–. Y se pronunció, en su biografía política Battlelines, a favor de centralizar más el poder en el Estado federal. Sin embargo, en la mayoría de estas cuestiones, hizo lo contrario. En su primer día en el poder mandó al Parlamento una ley para dar marcha atrás con el impuesto al carbón que había establecido su antecesora Julia Gillard y comenzó la Operación Fronteras Soberanas, para detener las llegadas ilegales de inmigrantes. Pero en los meses que siguieron recortó presupuestos de salud, ayuda social y de los medios
públicos, ajustó jubilaciones y mandó al Parlamento un proyecto de ley para modificar de raíz el sistema de financiamiento universitario, desregulando oferta y aranceles y reduciendo los créditos que da el gobierno a los estudiantes desde hace 30 años. Llegó efectivamente a una comunidad indígena, pero abandonó su experiencia etnográfica antes de lo previsto y planea transferir cada vez más obligaciones –pero no mayor presupuesto– a los seis estados que forman el país. “Abbott carece de una filosofía política que le dé una posición racional en todo lo que esté fuera de su pasión: la moral en cuestiones como aborto o homosexualidad. En la mayoría de los asuntos políticos –economía, cambio climático, federalismo– a Abbott básicamente le da lo mismo”, escribió el analista Russell Marks hace días, en la revista The Monthly. En rigor, sus posiciones contrarias al aborto (lo llamó “una tragedia nacional” provocada por la “excesiva promiscuidad adolescente”) o al matrimonio gay son las más constantes de su carrera política. En sus primeros meses en el cargo, logró que la Corte Suprema declarara inconstitucional una ley local que autorizaba el matrimonio para personas del mismo sexo. Con una ambición que admiran hasta sus detractores, Abbott viene trabajando para dejar claro que su catolicismo es parte de su vida privada y no afecta sus visiones políticas –suavizó, por ejemplo, sus posturas sobre el divorcio–. Quizá no haya que buscar allí el fanatismo que tanto molesta al progresismo australiano, sino en su ideología conservadora, para la que Abbott reserva una misión iluminadora. En el Museo de la Democracia Australiana, en la ciudad de Canberra, en el lugar destinado a la vida y obra del 28° primer ministro del país se eligió destacar una frase que lo revela: “Casi todos tenemos algunos instintos conservadores. La tarea de los políticos conservadores es mostrar a los votantes cómo esos instintos son relevantes para los asuntos políticos contemporáneos”. Abbott sabe tomar el pulso a su pueblo. En la sala de al lado, se invitaba a los visitantes a votar si Australia debía legalizar el matrimonio gay. El “no” ganaba cómodo. ß
reaLISMo trágIco (en doS MInutoS)
Brindis con los profetas del Apocalipsis Diego Sehinkman PARA LA NACION
ué bueno! ¡Este año termina sin saqueos! –¿Qué? ¿En diciembre Lázaro no contrató noches? El Poder Judicial se transformó en la piedra en el Louboutin. No es la única, pero sí la más dolorosa. Justo es decirlo: salvo por lo de Hotesur, la Presidenta camina. Y a paso firme. Cierra 2014 sin ataques a los supermercados ni paros generales ni grandes cortes de luz. Por eso, en el brindis de fin de año en la sala de prensa de Casa Rosada, le mandó su tarjetita navideña a Magnetto cuando dijo, provocadora: “Los profetas del Apocalipsis, una vez más, se equivocaron”. Pero lo bueno vendría a conti-
nuación. A veces, en un contexto de gran alegría, nuestro lóbulo frontal pierde el control y la que toma el micrófono es la amígdala, una zona del cerebro que exterioriza los miedos más primarios. Ese día, la amígdala de Cristina habló casi al cierre del brindis: “¿Vieron? El dólar no se disparó”. Sinceramiento amigdalino: la corrida cambiaria es el tigre dientes de sable de los presidentes argentinos. También de Cristina. No hubo batalla cultural contra el dólar ni Víctor Hugo y Aníbal pesificando sus verdes, que pudiera terminar con el horror atávico al rugido de las pizarras del microcentro. No nos mintamos más: el relato propone. La economía dispone. Dicen algunos empresarios y políticos que frecuentan a Kicillof que la realidad hizo con su dedo índice erguido lo que no pudieron sus padres desde los dos años. Y que al sosiego
de su omnipotencia se debe el sosiego de algunas variantes económicas. Sotto voce, gran parte del empresariado grande, mediano y pequeño, confiesa que sueña con escuchar, por cadena nacional, la voz de la comandante del avión confirmando que el muchacho se calmó: “Señores pasajeros, pueden desabrocharse los cinturones. La tesina de Axel terminó”. Si el dólar está quieto o agazapado, a los fines de la foto de fin de año es lo mismo. El Gobierno la exhibirá igual. Y si la desaceleración de la inflación es porque hay un mejor acuerdo de precios, o porque se frenó el consumo y cayó la demanda, no importa. En el arbolito de la Presidenta también hay un portarretratos para esa alegría. Sin dudas, Cristina pasará la Navidad que jamás soñaba en julio, cuando se caía el arreglo con los holdouts. Cuando en
la sala de prensa dijo que “los profetas del Apocalipsis se equivocaron”, también se lo estaba diciendo a ella misma. El día que levante la copa, la Presidenta también pedirá tres deseos: uno por UNEN, otro por Macri y otro por Massa: que sigan así. UNEN tomó la decisión de no tomar ninguna decisión. Hasta las PASO de agosto no definirán candidatura. En el fondo de sus almas, muchos de ellos –los que se oponen a Carrió– piensan que si su turno no es en 2015, será más adelante. Pero que alianzas “raras”, no. Ya lo decía Freud: “El único problema para el neurótico que vive dudando, es que el tiempo pasa”. Sergio Massa se estancó en las encuestas y hoy afronta el conflicto psicológico del niño que pintaba para galán pero no pasó el metro sesenta. Scioli se hizo kirchnerista hasta
que una encuesta le sugiera lo contrario. Y Macri enfrenta un conflicto de complicada solución: el no de Gabriela Michetti a ser vicepresidenta (el segundo puesto más importante del Estado y el más inservible. El oxímoron de los cargos). Pero despidámonos con la piedra en el Loboutin. Para evitar que el Poder Judicial le impida caminar er-
guida después de 2015, la Presidenta nombró esta semana jueces y fiscales. Como en un TEG desesperado, puebla con sus fichas el tablero. Algo así como: “Tendremos los cuartos de hotel vacíos, ¿pero qué me cuentan de las dependencias del Estado?”ß Twitter @diegosehinkman