Testigos vieron a quien lanzó la bengala

30 sept. 2008 - Testigos vieron a quien lanzó la bengala. Los jóvenes dijeron que las puertas estaban cerradas, que los matafuegos no funcionaban y que ...
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Información general

Martes 30 de septiembre de 2008

LA NACION/Página 15

El juicio por la tragedia en República Cromagnon: declararon los primeros sobrevivientes

Testigos vieron a quien lanzó la bengala Los jóvenes dijeron que las puertas estaban cerradas, que los matafuegos no funcionaban y que había demasiada gente Por Hernán Cappiello De la Redacción de LA NACION Los fantasmas que invadieron República Cromagnon la noche del 30 de diciembre de 2004 se corporizaron ayer en el juicio oral, con el testimonio de cuatro sobrevivientes. Coincidieron en que aseguraron haberse salvado por milagro, que en el lugar había demasiada gente como para poder moverse, que las puertas del local estaban cerradas cuando comenzó el fuego, que por lo menos uno de los matafuegos no funcionaba. Pero, especialmente, dos de ellos aseguraron haber visto quién lanzó la bengala que provocó la tragedia. Aunque recibieron contención emocional de parte del presidente del tribunal, Marcelo Alvero, y de funcionarios de la Oficina de Protección a la Víctima, dos de ellos se quebraron en llanto: una joven que tenía 16 años cuando logró escapar del boliche y otra chica, hoy de 33 años, aún quebrada por el recuerdo de aquella noche. Primero declaró Iván, de 23 años, un muchacho locuaz que con su ordenado relato no dejó bien parado a Omar Chabán. Recordó que aquella noche había entrado como amigo de uno de los encargados del control y que no lo habían revisado al ingresar. Otros tes-

tigos coincidieron: a los amigos de la banda no los obligaban a sacarse las zapatillas, vaciar mochilas o bajarse la bragueta para mostrar que no llevaban pirotecnia. “Había tanta gente que no se podía caminar”, dijo Iván y remató: “Si hubieran estado abiertas las puertas no estaríamos lamentando tantos chicos muertos ese día”. Chabán escuchaba en silencio. Recordó el joven que apenas empezó a tocar Callejeros, tras la inútil advertencia de Chabán de que dejaran de tirar bengalas, vio una mano con una candela. “Estoy seguro de que fue un tres tiros. Explotaron dos antes de llegar al techo y el tercero explotó en

la media sombra y originó el fuego. Las llamas corrían por la tela, por los costados”. Iván estaba junto a un amigo y, cuando empezó el humo, le dijo “vámonos, esto no es normal, acá nos morimos”. Contó que perdió a su amigo. Encontró un matafuego, intentó activarlo, pero no funcionó. El muchacho, de suéter rayado y flequillo “rollinga”, recordó la salida en medio de la oscuridad, una vez que se cortó la luz: “Todos se pisaban y nadie podía hacer nada, porque todos peleaban por sus vidas”. Relató que se cayó al piso. Quedó debajo de una pila de chicos, de un metro y medio del alto, protegido por su mochila en

el pecho, donde guardaba una gran bandera argentina. Gritó y descubrió que quien estaba encima suyo era su amigo: “Parece que acá nos morimos”, le dijo y se puso a llorar. “¡No quiero morir, no quiero morir!”, le gritaba, y empezó a manotear los pies de los que corrían a su lado. Para entonces, la presión de los cuerpos ya le había fracturado un tobillo. Uno de los chicos se detuvo a ayudarlo, lo sacó, lo puso de pie y lo encaminó a la salida. Lo subieron en una ambulancia con otros cinco, entre ellos, una joven que tuvo convulsiones y murió en sus brazos. Ya en el hospital Durand, recordó, estuvo en

una sala con 20 chicos más, algunos desvanecidos, turnándose para usar dos tubos de oxígeno. Le siguió Graciela, una joven de 33 años que, entre sollozos, recordó que había ingresado en el local con dos amigos que murieron allí. Antes del show, en esa noche agobiante, había ido al baño, pero no había agua. Ella estaba en el fondo del local, cerca de una barra y, cuando empezó el fuego, alcanzó la salida tanteando la pared. “Pisaba bultos en el piso, pero sabía que eran chicos”, recordó. Hasta que no pudo más y se desmayó, casi en la puerta. La sacaron y ya en el hospital Ramos Mejía la atendieron con

■ Abrazos. Iván, uno de los testigos, se transformó en ícono para los padres de los chicos muertos durante la tragedia. Terminó su testimonio y lo esperaban en la puerta. Muchas madres lo rodearon, lo abrazaron, lo acariciaron y el muchacho, conmovido, les dijo que llevaba a cada a uno de los padres de los chicos muertos en su corazón. Antes, al finalizar su testimonio, aclaró a los jueces: “Yo sólo trato de que se haga justicia, por los chicos que ya no están”.

■ Defensas. Poco pudieron hacer los defensores para contrarrestar los testimonios de los sobrevivientes. Y esto será así durante muchas semanas, pues está previsto que declaren unos 120 más. Uno de los abogados de Chabán, Vicente D’Atolli, trató de saber si la apreciación del testigo Iván sobre las puertas cerradas era una suposición o si las había visto. El chico le contestó: “Las puertas estaban cerradas porque la gente chocaba contra las puertas. Yo lo vi”.

Apostillas / Testigos protegidos y abogados acotados ■ Contención. En un banco, en la entrada de la sala de audiencias, el juez Marcelo Alvero explicaba al primer testigo cómo iba a ser la mecánica del juicio. La contención fue constante. Por eso, los periodistas acordaron no publicar los nombres completos de esos declarantes. María Sol, una testigo de 20 años, se puso a llorar antes de que empezara la audiencia. La tuvieron que acompañar para animarla a declarar su novio y su mejor amiga, que se sentaron a su lado.

■ Cerveza. El interrogatorio de los defensores también tuvo que ser medido. Iván recordó que antes de entrar en la disco tomaron cerveza frente a un patrullero. Francisco Orlando, abogado de uno de los policías que son juzgados, sugirió en su pregunta que habían bebido de más. Pero el juez Alvero lo amonestó. “No va a poner en duda a los testigos”, le dijo. El chico quiso responder igual, pero el juez lo retó: “Iván, ya te expliqué que esto lo manejo yo”.

oxígeno, también compartido entre tres. Con la ayuda del fiscal recordó haber visto a un chico subido a los hombros de otro arrojar la candela que comenzó el incendio. María Sol, de 20 años, conmovió a todos con su cara de niña y su cabello lacio. Tenía 16 cuando se salvó. Hacía cuatro años que seguía a Callejeros por todos lados. Recordó cómo Chabán insultó a los chicos por tirar bengalas. Reprodujeron un audio de Callejeros, donde Patricio Fontanet pedía lo mismo: “Hace 20 días tocamos al aire libre para que tiraran todas las bengalas que quisieran”. No ayudó a su defensa. Ella también vio el fuego y huyó. Tanteó hasta la salida y la empujaron afuera. Había dos puertas cerradas. Leonardo, de 24 años, recordó: “Sentía la presión: o el lugar era muy chico o había mucha gente”. Dijo que Chabán había hablado de 3000 o 6000 personas esa noche, en un lugar habilitado para 1000. Tras el incendio fue empujado por los demás hacia la puerta, pero en un momento no hubo más presión. Se dio vuelta y vio a todos desmayados en el piso.

Multimedia. Cromagnon, el juicio oral y público www.lanacion.com.ar

Curiosa historia en Bahía Blanca

Asesinato en Florencio Varela

Fue a buscar trabajo donde había robado

Matan a un chico en la puerta de una escuela

Se lo dio la víctima al ladrón, de 13 años

El agresor es un adolescente de 16 años

Atrapado por el dueño del local que acababa de robar, en Bahía Blanca, el chico, de 13 años, le prometió al comerciante, a cambio de que lo dejara irse, que cambiaría su vida y regresaría al negocio para conseguir un trabajo “honrado”. Cumplió. El ladrón arrepentido vive en la casa de sus abuelos, ya que sus padres están presos; tiene otros cuatro hermanos y, a pesar de su corta edad, tiene antecedentes delictivos. Según la noticia publicada por la agencia Télam, el 21 de este mes, el chico irrumpió en el autoservicio situado en Pacífico 2755, del barrio Maldonado y, tras apuntar con un arma de juguete a uno de los cajeros, le robó 200 pesos. El dueño del local, Abraham Bueno, subió a su camioneta y persiguió al ladrón durante cinco cuadras, hasta que lo acorraló, se bajó del vehículo y le dio una paliza. El ladrón le había dicho: “Si te hacés el gil, te pego un tiro con el arma que llevo”. “Me puse como loco y le di unas cuantas trompadas más, pero ahí me di cuenta de que era un menor y de que la pistola que llevaba era de juguete”, contó Bueno a Télam. Luego le dijo al chico que lo dejaría libre si le prometía que iría a su negocio

LA PLATA.– Un alumno de la Escuela N° 7 de Florencio Varela, de 16 años, se dirigió ayer a la escuela con una pistola calibre 32, cargada con seis balas. Tres de los proyectiles los descerrajó contra Kevin Massatti, un ex alumno de 17 años, que cayó muerto frente al establecimiento educativo. Era la hora de ingreso a clases, pero el “Monito”, tal el apodo con el que se conoce al agresor, no entró. Guardó la pistola; cruzó la plaza del barrio Ingeniero Allan y caminó pocos metros antes de ser detenido por la policía. Massatti quedó tendido sobre el asfalto, con la camiseta de fútbol teñida de sangre y con un disparo certero en el pecho. El agresor y la víctima se habían peleado a golpes de puño en la madrugada de anteayer, a la salida de un baile en el salón de fiestas Enigma. “Te voy a matar a tiros”, habría amenazado entonces el agresor, según relató a LA NACION David Correa, amigo de la víctima. “El imputado, un alumno que concurre a la Escuela N °7, llegó con un arma calibre 32 [que les habría sacado a sus tíos]. Disparó tres balas. Otras tres se encontraron en su poder”, informó el inspector Oscar Cano, jefe distrital de Florencio Varela, y agregó: “La víctima fue asistida por una

para hablar sobre la posibilidad de encarrilar su vida. Cuando ya el comerciante había perdido las esperanzas, el chico se presentó en el autoservicio, le reveló a Bueno aspectos de la vida que lleva y su intención de no robar más. “Con su relato me conmovió; estuvimos hablando de un montón de cosas; le hablé del amor, de la familia, de los afectos. Ahí empezó a lagrimear y a contarme que él no tenía nada de eso, que sus padres están presos, que vive con sus abuelos y que tiene otros cuatro hermanos. Una situación muy difícil para él”, comentó Bueno. Ante la promesa de cambiar de vida, Bueno le dijo que lo contactaría con un muchacho al que le había dado trabajo, que también andaba robando desde hacía unos años y que ahora es un hombre de bien, que renovó su vida y ayuda a chicos con problemas en la Iglesia Pentecostal Unida. “El chico tiene un gran resentimiento hacia la sociedad por que no es valorado, pero me confirmó que su intención es cambiar de vida y ganársela en forma honrada. Le dije que si me demostraba con hechos que quiere otra vida, cambiar para bien, yo estaba dispuesto a darle trabajo”, dijo el comerciante.

FERNANDO MASSOBRIO

La policía detuvo a los delincuentes, en Maipú y Córdoba

Rehenes en el centro Dos delincuentes fueron detenidos ayer tras haber mantenido retenidas durante 15 minutos a cuatro personas dentro de un consultorio odontológico, en un edificio del microcentro porteño.Habían ingresado a robar en el inmueble, según informaron fuentes policiales. El hecho comenzó a las 14.25, cuando una pareja irrumpió en el edificio situado en Maipú 863, donde primero se dirigió a robar a un departamento del séptimo piso, en el que funciona una agencia de turismo. El comisario inspector Ricardo Pedace, a cargo del operativo, explicó que luego de que unos policías de comisaría 15a. arribaran al lugar, los delincuentes intenta-

ron escapar por las escaleras hasta que se ocultaron en un consultorio odontológico del primer piso, donde tomaron como rehenes al dentista, a su secretaria y a dos pacientes. Durante el hecho no hubo disparos. Pedace dijo que los asaltantes sólo habían pedido hablar con un defensor antes de entregarse y que luego fueron trasladados a la comisaría 15a. El hecho fue caratulado como privación ilegal de la libertad, precisó Pedace.

infografía. el lugar de la toma de rehenes www.lanacion.com.ar

FOTO FAMILIAR

Kevin Massatti

camioneta del Consejo Escolar. Murió antes de llegar al hospital”. Claudio, hermano de Kevin, relató a LA NACION: “Cerca de las 12.30, estábamos con mi hermano en el mástil de la plaza. Llegó él, sacó una pistola y le disparó”, relató frente a su casa, situada en José Ingenieros 2700. “No puedo creer que haya ido a la escuela con una pistola. Sólo pido justicia”, dijo a LA NACION el padre de la víctima.