Tatiana Álvarez Pérez 13 de noviembre de 2012 Superación de impedimento Pagina 1
Después de sobrevivir un accidente horroroso y casi perder la vida, lo más fácil seria seguir viviendo cogiéndote pena y lamentando tus circunstancias. En esa situación se encontró Luis Salazar Geigel. El joven de 36 años sufrió un accidente catastrófico en la madrugada del 5 de Febrero del 2009 donde “luego de chocar una cuneta, el auto dió varias vueltas y salí expulsado por el cristal delantero. Una persona que vió el choque me fue a ayudar y llamó al 911. Básicamente me iba a morir allí mismo, pero ella me salvó la vida.” Salazar sufrió múltiples fracturas en su cuerpo y una lesión cerebral (TBI por sus siglas en inglés) que amenazaba con dejarlo postrado en una cama en estado vegetal por el resto de su vida. A pesar de que su diagnostico no era nada favorable, Salazar se levanta en una camilla de hospital sin memoria de como, ni cuando llegó ahí. Le informan que se encuentra en Centro Médico y que estuvo en estado de inconciencia por dos semanas.
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Luego de estar hospitalizado por varios meses, llega a su casa en silla de ruedas y sale a comer con su familia a un restaurante de sushi. Mientras observa a las personas que se encuentran en el restaurante, la manera de como se levantaban y caminaban cuando quisieran; es ahí cae en cuenta de su estado físico, la severidad de su accidente, los traumas físicos que recibió los cuales tomarían tiempo para sanar, incluyendo tartamudez por la severidad de la lesión cerebral y que probablemente, aquella silla de ruedas seria su compañero por vida “Honestamente, es una píldora difícil de tragar.” A esto le siguió una cantidad exorbitante de terapias tediosas y no ver mejoría, el tener que cambiar su diario vivir por completo, aprender a hacer todo con su mano izquierda, incluyendo escribir y varias cirugías. Una de las ellas salió completamente mal, costándole la mayor parte de las mejorías que había experimentado con el uso del brazo derecho y se tuvo que someter a una segunda cirugía para corregir los errores de la primera. A Salazar no le gusta comparar su vida antes y después del accidente pero es casi inevitable mencionar que en el pasado disfrutaba de su vida de soltero, de las salidas con los amigos y, practicar deportes como tenis y golf. Ahora las cosas no son peores, si no diferentes. Está totalmente enfocado en ir a sus terapias y rehabilitarse. Cualquier otra persona estuviera sumamente enfadada, deprimida e infeliz. Pero al contrario, Salazar cuenta su monumental historia con suma tranquilidad y calma, expresando que “la manera en que procesamos el cambio repentino en nuestra vida es lo que determina
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que tan rápido nos vamos a rehabilitar… una vez comienzas a comparar el tú que eras antes con el tú que eres ahora, se acaba todo. Es difícil entender que nada va a ser igual. Para mi todo iba a ser temporero pero después de cuatro años, caí en cuenta que podría ser permanente.” Aunque “cuesta acostumbrarse” pero seguir con la vida significa lidiar con las circunstancias porque “la vida no se acaba, si no vuelve a comenzar.” Cogiendo un sorbo de su café y haciendo todos los gestos con su mano izquierda, cuenta que ve su accidente como un desvio y no un atraso. El accidente de Salazar despertó un sentimiento filantrópico e hizo hacer una fundación que provee apoyo dirigido a sobrevivientes de TBI. La fundación esta hecha para que “las personas que requieren un cambio de vida después de sufrir un daño cerebral” puedan utilizar las herramientas que allí se les provee. Después de sobrevivir un accidente horrendo prefieres seguir viviendo la vida lamentando tus circunstancias y cogiéndote pena o seguir adelante lidiando con los acontecimientos. “Esta manera de pensar es lo que me mantiene continuando hacia delante. Como manejamos el cambio en nuestras vidas determina el rumbo de la rehabilitación.”
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