Tan solo una moneda diaria

21 jun. 2014 - los diezmos al alfolí y baya alimento en mi casa: Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, a ver si no os abro las ventanas.
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INVERSIÓN

21 de junio de 2014

Tan solo una moneda diaria

U

n viernes en la mañana abrí el refrigerador, y al ver la poca provisión que tenía sentí gran preocupación. Tenía una nota en mis manos de la escuela donde estudiaban mis hijos en la que se me indicaba que al día siguiente debía llevar una cuota para una actividad especial en honor a las madres. Respiré profundo, encendí el automóvil y arranqué. Mientras rodaba, me fue inevitable escuchar otra vez esos sonidos extraños que indicaban que necesitaba darle mantenimiento al tren delantero. Mientras pensaba aún en esto, recibí un mensaje de mi esposa recordándome que hasta esa semana teníamos plazo para pagar el semestre de la universidad. Todas estas cosas juntas me preocuparon en gran manera, y comencé a sentir angustia en mi corazón. Grandes interrogantes en mi cabeza se hicieron sentir. ¿Qué vas a hacer? ¿Cómo pretendes solventar la situación? Detuve mi vehículo, y en un lugar solitario comencé a orar y a conversar con Dios. No había terminado la oración cuando recordé el versículo de Malaquías 3: 10: «Traed todos los diezmos al alfolí y baya alimento en mi casa: Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, a ver si no os abro las ventanas de los cielos y derramo sobre vosotros bendición basta que sobreabunde». En aquel momento esas palabras fueron como una lanza

en mi pecho que me amonestaban, pero al mismo tiempo un bálsamo grato y oportuno en medio de mi dificultad. En ese mismo memento entendí claramente el mensaje de Dios. Ese mismo día pacté con Dios, y a la vez realicé un plan de inversión. Hice un compromiso con Él y me sentí motivado a dar como nunca antes. Llegué a casa y compartí el plan con mi esposa e hijos. A ellos les pareció bien, v desde ese misino momento lo implementamos. ¡Cada miembro de la familia tenía que dar por lo menos una moneda diaria! Preparamos una alcancía especial entre todos y la colocamos en la biblioteca de la sala. Después de hacer el culto, todos los días, antes de salir de la casa, los niños corrían alegremente y cada uno colocaba su parte correspondiente con un corazón agradecido. A partir de ese momento la diferencia fue notoria. El dinero comenzó a rendir. Viendo esto, decidimos dar un poco más. Aumentamos a dos, tres, y finalmente quitamos la cuota y dábamos según nuestro corazón. Hoy quiero animarte a que también inviertas en el Señor.

© Recursos Escuela Sabática

Pr. Johan Mendoza Asociación Venezolana Centro Norte