También fallaron las bombas de agua en el depósito

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BUENOS AIRES

| Domingo 9 De febrero De 2014

BUENOS AIRES Edición de hoy a cargo de Luis Moreiro | www.lanacion.com/buenosaires

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También fallaron las bombas de agua en el depósito incendiado en Barracas tragedia. Los primeros bomberos que lograron ingresar en el galpón siniestrado comprobaron que

los empleados de Iron Mountain habían atacado las llamas con dos mangueras que no tenían presión

Mauricio Giambartolomei LA NACIoN

Por lo menos dos mangueras del sistema de prevención de incendios del depósito de Iron Mountain estaban desplegadas y con señales de haber sido usadas en el piso del galpón siniestrado, cuando los primeros bomberos lograron ingresar en la construcción, aún en llamas. Ambas líneas, que supuestamente fueron utilizadas en un primer momento por los empleados de la empresa, intentaron también ser usadas por los bomberos. Por las dos corría agua, pero no con la suficiente presión como para alcanzar las llamas, que destruyeron una de las cinco naves del galpón y provoca-

ron el derrumbe en el que murieron siete bomberos y dos rescatistas. La información sirve para reconstruir lo que pudo haber pasado en el interior del depósito, ante las dudas que aún se mantienen en una investigación que se desarrolla bajo un fuerte hermetismo. Para los bomberos del cuartel de Vuelta de Rocha, las bombas de agua no funcionaron y falló todo el sistema contra incendios. “Lo que encontró la dotación dentro del depósito fue que los aspersores no funcionaban. Pero, además, había dos líneas desplegadas en el suelo que evidentemente habían sido utilizadas por la brigada del depósito. Las mangueras tenían agua pero no tiraba más de un metro. Sólo

un chorrito de agua, por lo que era la bomba lo que no funcionaba”, dijo a la nacion Antonio Sette, presidente de los Bomberos Metropolitanos Voluntarios de Vuelta de Rocha. El viernes, la Fiscalía N°37 solicitó a la División de Apoyo Tecnológico de la Policía Federal y a la Gendarmería Nacional que analicen las grabaciones de las cámaras de seguridad de la zona del depósito. Con dicho material se espera contar con algún indicio de cómo comenzó el incendio. Además la Justicia ya cuenta con el testimonio de cinco empleados de Iron Mountain que fueron incorporados a la causa caratulada como “NN sobre incendio u otro estrago con muerte de personas”. Todos dijeron que la alarma contra incen-

dios comenzó a sonar en uno de los sectores del depósito, pero al constatar que no había fuego, volvieron a sus puestos de trabajo. Más tarde, dijeron, se activó en otra zona y cuando llegaron al lugar las llamas ya comenzaban a propagarse. Al no funcionar los aspersores, intentaron apagar el fuego con los matafuegos y luego llamaron a los bomberos. La fiscal a cargo, Marcela Sánchez, también les tomó declaración a tres bomberos que participaron del operativo, dos del cuartel de La Boca y Marcos Herrera, de Vuelta de Rocha. Aún conmocionado por el trágico desenlace –Sebastián Campos, uno de los fallecidos, era compañero suyo– Herrera avaló el testimonio de Sette, por lo que dicho elemento

contribuirá al esclarecimiento del siniestro. Durante el transcurso de la semana habrá mayores precisiones una vez que finalicen los peritajes entre los hierros retorcidos y los escombros. Los primeros trabajos comenzaron ayer en Jovellanos y Quinquela Martín, la esquina del galpón devastada por las llamas. Debido a la cantidad de agua utilizada para sofocar el incendio y la lluvia caída el viernes se produjo un retraso en el análisis de la escena. La Justicia no descarta ninguna hipótesis, incluida la posibilidad de que se haya tratado de un sabotaje. Especialistas e investigadores también sospechan de que pudo tratarse de un acto intencional. “En cada

También se dedican a la ayuda social

Luego de la muerte de un compañero y con otro internado, los bomberos voluntarios sobrellevan el duelo cumpliendo su tarea

Vuelta de Rocha. Un día en un cuartel golpeado por la tragedia

El mayor problema es conseguir fondos para financiar el cuartel

Texto Fernando Massa | Foto Maximiliano Amena

El mejor homenaje al compañero muerto es seguir trabajando, dicen en el cuartel

N

o salir por 24 horas. Ése fue el planteo que les hizo el subcomandante Johnn olivares el miércoles a la noche, apenas llegaron del entierro del compañero Sebastián Campos y ya reunidos en el cuartel de Vuelta de Rocha. Los veía muy golpeados y él, como jefe del cuerpo, sabía que debía velar por la seguridad de los bomberos: contenerlos, no dejar que se cayeran. Ellos insistían en que querían salir. Pero la idea de un día sin cubrir emergencias podía brindarles un descanso. Ya estaba en su casa cuando cerca de medianoche le hablaron por radio: “Jefe, yo sé que lo que hice no lo tendría que haber hecho. Estamos en una intervención”. Johnn se tomó unos segundos y le contestó: “Está bien. Cuidá al personal y avisame cuando lleguen al cuartel para saber que están todos bien”. Seguir en servicio era el mejor homenaje para el compañero caído y para Facundo Ambrosi, quien sigue internado en terapia intensiva. Son las ocho de la noche y acaba de comenzar un nuevo turno en el cuartel de Bomberos Metropolitanos Voluntarios de Vuelta de Rocha, ahí en La Boca, a dos cuadras del Riachuelo. Dos bomberos revisan la autobomba Ford 400 que acaba de volver de la calle. Le cargaron

Una madre que no pierde la fe Facundo Ambrosi, su hijo, sigue en terapia intensiva

Nora ferNáNdez oFiciAl 2°del cuArtel de bomberos voluntArios de vueltA de rochA

La oficial 2° Nora Fernández estaba en la guardia cuando sonó el teléfono del cuartel: pedían refuerzos para combatir un incendio en un depósito de Barracas. En la dotación salió su hijo, Facundo Ambrosi, de 25 años. “Facundo está en estado crítico, así que estamos a la espera. Pero confiamos en su fuerza para salir adelante. Nos sentimos muy acompañados por todo el cuartel”, cuenta hoy. Se la ve entera. Tanto que sus compañeros bromean con que no pasa 24 horas, sino 26 horas al día allí

nafta, controlaron las mangueras. Adentro, en el casino de bomberos, donde está la cocina y la televisión, como durante todo el día, sigue encendida en Telefé, dos bomberos terminan de reparar una manguera de cisterna sobre la mesa donde se charla, se toma mate, se come. Con el mate que le acaba de cebar su mujer en la mano y sólo diez meses de jefatura encima, olivares reconoce que el del miércoles fue un golpe muy grande. Porque además con “el Flaco”, como le decía él a Campos, se habían criado juntos desde chicos ahí, en el cuartel. “Nosotros decimos que tenemos un manual para todo, pero en situaciones como éstas no hay libro”, dice. Apenas ve entrar al cuartel a Nora Fernández, madre de Facundo y oficial encargada de tareas logísticas, olivares se disculpa y se acerca a preguntarle qué novedades trae del hospital. Facundo está un poquito mejor. Pero son tantos los amigos y compañeros que lo visitan que los médicos pidieron que no lo estimulen demasiado. Nora vive enfrente, pero pasa tanto tiempo en el cuartel que todos dicen que es como si viviera ahí. La primera vez que lo pisó tenía 16 años. Fue durante un baile de recaudación de fondos, la misma noche que conoció al bombero Ricardo Ambrosi. Se casaron dos años después y tuvieron tres hijos. Ambrosi fue el comandante del cuartel hasta su muerte culpa del EPoC y la diabetes el año pasado. “Al principio rechazás la idea de que sea bombero. Después empieza a gustarte y al final vos también estás adentro”, dice. Todos son voluntarios. Para vivir, dependen de otro trabajo. Y en el cuartel, además, hacen trabajos solidarios para el barrio. Facundo, ahora internado, es uno de los bomberos que viven en el cuartel. Tiene su habitación en el entrepiso. Abajo, junto a los trajes del resto, está colgado su estructural, como se llama al chaquetón y el pantalón de bombero. Su casco lo trae Nora. Es uno de los quince cascos franceses que les donaron a través de la embajada. Cada uno cuesta unos mil euros. A diferencia del resto, que son dorados, por su jerarquía de oficial es de color blanco. Nora muestra el impacto que quedó grabado sobre el casco, cuando les cayó la pared encima. “Por dentro te das cuenta de que quedó intacto. Sin estos cascos hubiera sido otra cosa”, apunta Sergio Velázquez, uno de los directores de la institución. En ese momento, como si hubiera sabido que estaban hablando de su padre, aparece arriba de su bicicleta Abel, el hijo mayor de Facundo, con su remera roja del Gauchito Gil, igual a la que lleva puesta su mamá.

siniestro surge la misma hipótesis, que después se va disipando cuando se conocen las verdaderas razones”, dijo Sette. “Hasta que finalice el peritaje no se puede arriesgar nada. El fuego pudo originarse hasta por la explosión de una lamparita.” Por otra parte, entre hoy y mañana serán entregados los informes que cada cuartel de bomberos debe confeccionar en todos los siniestros. En el caso del cuartel Vuelta de Rocha, el encargado de realizarlo era Facundo Ambrosi, el bombero que aún se encuentra internado en el Hospital Argerich en estado crítico, en coma farmacológico, con múltiples fracturas y problemas respiratorios. La información irá en la misma línea hacia donde avanza la investigación y los informes serán incorporados a la causa, ya que cualquier indicio podría ser la puerta hacia el esclarecimiento del hecho. Iron Mountain aún no dio precisiones sobre el material que se perdió en el incendio y sólo emitió comunicados en los que se solidarizó con los familiares de las víctimas. Sus autoridades todavía no fueron citadas a declarar. En los próximos días, personal jerárquico de la empresa se reunirá con jefes de los cuarteles que intervinieron en el incendio.ß

Un llamado, un toque de alarma y en dos minutos están listos para salir

El comedor del cuartel, centro de reunión, de trabajo y de charla Juan Cruz D’Eramo, bombero instructor que llegó al cuartel hace un año, saluda al niño con un gesto cariñoso. Velázquez le pregunta si pudo descansar. Sí, finalmente sí. Había pasado 48 horas despierto desde la tragedia, y pudo dormir después de volver de la salida del jueves a la noche. Él fue uno de los que eligieron ir a ese incendio en un edificio. En el esfuerzo físico pudo descargar la bronca. Algo de eso había deslizado durante el velatorio, cuando un compañero se trabó y él tomó la palabra. “Más que llorarlo tenemos que honrarlo. Ponernos los cascos, las botas y salir de vuelta sabiendo que él estará con nosotros.” Esa noche, sin embargo, cuando se relajaron un poco, casi sin darse cuenta se largaron a llorar. Son las 19 y en el hall del cuartel

no se ve a nadie. Afuera, un grupo de niños copa la calle justo enfrente del cuartel para jugar a la pelota. Entre ellos, está Santiago Herrera, cadete del cuartel de 13 años, hijo de Marcos, uno de los bomberos que intervinieron en el incendio de Barracas. “Mi viejo se salvó”, cuenta y dice enseguida que él eligió ser bombero porque lo ve a su padre y le gusta lo que hace. Suena el teléfono. Aparece un bombero y atiende. A los segundos, inesperadamente, suena la alarma. No se comprende por dónde aparecieron, pero enseguida hay más de una decena de personas en el hall y varios bomberos subiéndose a la autobomba sin siquiera haber terminado de cambiarse. En menos de dos minutos salen. Detrás, dos autos: uno manejado por Antonio Sette, presidente de la institución, y a su

lado el cadete Herrera, que lleva un casco puesto; en el otro, Velázquez y Martín Sette, hijo de Antonio. El incendio era en el Borda: dos colchones. Nada grave. De vuelta en el cuartel, Johnn olivares dice que para ser bombero lo tenés que amar. “Si no tenés la camiseta puesta, no durás dos días”, cuenta. Y recordando a su amigo Campos insiste en la idea de que además de un cuartel son como una familia. Uno llega de la calle con unas bolsas. Nora sale a darle una mano. otro se acerca. Esa noche habrá arroz con pollo. ¿Necesitan algo más? “Sólo ganas de comer”, responde Nora. Mientras, en la puerta, donde el reflector ilumina la calle oscura siguen jugando los pibes del barrio.ß

“Somos una institución que se autofinancia”, dice Martín Sette, uno de los integrantes de la Comisión Directiva de La Asociación Vecinal de Bomberos Metropolitanos Voluntarios Vuelta de Rocha. Es que la charla que se desarrolla en la oficina del entrepiso del cuartel que ocupan los directivos de la institución inevitablemente gira alrededor de la cantidad del material y equipamiento que deberían renovar para que el cuerpo de bomberos trabaje más seguro. Entremates,cigarrillosydecenas de llamadas telefónicas –muchas de solidaridad por lo sucedido–, su padre, Antonio, el presidente de la entidad, cuenta que hoy forman parte de ésta unas 120 personas en total, divididas en tres cuerpos. El cuerpo operativo, que cubre las emergencias por medio de una guardia rotativa que cuenta con un mínimo de cinco bomberos, y que consta de dos turnos de 20 a 8 y de 8 a 20. Luego, el cuerpo de apoyo operativo, que se dedica a la prevención en boliches y en megaeventos, además de un cuerpo de reserva. El mayor ingreso de la institución llega por estas tareas preventivas. Algo que alcanza para pagarle un viático de unos $ 150 al bombero –todos tienen otro empleo además de éste– que realiza la tarea de prevención y para ir reparando los materiales y equipos a medida que pueden. “Necesitaríamos cambiar los estructurales por unos nuevos, pero comprar quince pantalones y chaquetones puede costar 150.000 pesos. Ni hablar de los autónomos, que cuestan entre 7000 y 8000 pesos cada uno o las botas, que cuestan tres mil más”, dice Martín. El problema, según explican, es que nadie les ofrece financiarlos. Y otro inconveniente son los seguros, tanto los personales, como de los vehículos que conforman su parque automotor. Como todos son anteriores al 2000 y por supuesto, realizan una tarea de riesgo. Por ejemplo, la última reparación de una autobomba urbana Ford –la única en servicio– les costó 25.000 pesos. El otro vehículo activo es la Mercedes-Benz que consiguieron en rezago y que se ocuparon de convertirla en un camión cisterna. “Todo esto es para que los bomberos puedan actuar tranquilos. Los equipos son para cuidar a nuestra gente. Si cerramos, cerramos, pero los que quedan desprotegidos son los vecinos”, asegura Martín, mientras deja sobre la mesa un pilón de folletos con un detalle del uso y tipos de matafuegos que imprimieron hace poco para hacer campaña preventiva en las plazas y otras instituciones. Es que la asociación vecinal de bomberos voluntarios reparte sus tareas no sólo en las emergencias sino también con tareas sociales en el barrio. En el salón del tercer piso funciona un centro de alfabetización, clases de danza y talleres para la gente del barrio.ß