espectáculos | 7
| Viernes 5 de octubre de 2012
Tamara y Talo, actores e hijos de actores un año con chau, misterix. Ella es hija de Alicia Zanca y
Gustavo Garzón; él, de Graciela Stefani y Aníbal Silveyra alejandro rapetti PARA LA NACIoN
Él es hijo de Aníbal Silveyra y Graciela Stefani. Ella de Gustavo Garzón y Alicia Zanca. Él tiene 24 y ella, 23. Juntos están haciendo Chau Misterix, un clásico de Mauricio Kartun junto a Inés Palombo y Esteban Coletti. Con dirección de Virginia Lombardo, la obra que ya cumplió un año en cartel reúne a cuatro personajes en el camino que va desde la infancia hasta la pubertad en un Buenos Aires antiguo, en sepia, de la década del 50. Misterix es aquel superhéroe de historietas surgido en la posguerra, que disparará la fantasía de estos personajes y servirá como custodio del paraíso perdido de la infancia. Justamente, la vocación de Estanislao (Talo) Silveyra y de Tamara Garzón por la actuación nació en la primera infancia, casi sin darse cuenta, con sus padres actores como maestros arriba y abajo del escenario. Luego continuaron su propio camino, estudiaron con Julio Chávez, Marcelo Savignone o Ricardo Bartís, entre muchos otros, y decidieron que ellos también querían ser actores, con todo lo atractivo y también difícil que puede resultar vivir de esta profesión. “Cuando nos preguntan si ser hijos de actores nos sirve de algo, digo que fundamentalmente nos abre puertas en ese sentido. En saber y estar preparados a que nos puede ir buenísimo o muy mal. Ningún productor dice que porque sos el hijo de fulano vas a ser protagonista”, dice Talo. “Por ser hijos de actores sabemos que pueden haber muchos palos en la rueda, pero que no te caes, te tropezás y seguís caminando. Nuestros padres abrieron un camino a partir del cual podemos elegir mejor, nos volvemos más criteriosos desde el principio. Quizás hay gente que para tener alguna noción tan general de lo que nosotros tenemos tiene que transitar años de carrera y oficio, y
Dos jóvenes talentosos, como sus padres
FOTO: E. CArrErA/AFv
Hacen su camino solos y muy bien Trabajan en Chau, Misterix, dirigida por Virginia Lombardo, los viernes, a las 23, en El Tinglado, Mario Bravo 948 (4863-1188) tamara garzón
estanislao silveyra
b Este año filmó Corner, de Luis Ziembrowski. En teatro formó parte de los elencos de Juegos a la hora de la siesta (junto Talo Silveyra), Princesa Cenicienta, Alicia en el país de las maravillas, La cocina y El dibuk. Se formó con varios profesores, entre los que figuran Julio Chávez y Marcelo Savignone. Pero también hizo canto, danza jazz, clásica y contemporánea.
b En teatro participó en Juegos a la hora de la siesta, El diario de Anna Frank, Cambio de ámbito y Las d’enfrente. En los Estados Unidos trabajó en las obras musicales Godspell y Oliver! En cine fue protagonista de la película Fantasma de Buenos Aires, de Guillermo Grillo; y en televisión, en El paraíso, miniserie dirigida por Sabrina Farji. Forma parte de la banda de metal electrónico Sacrum.
nosotros ya la vivimos con nuestros papás”, asegura Tamara. Silveyra y Garzón debutaron juntos en 2006 con Juegos a la hora de la siesta, y luego cada uno desarrolló su carrera en distintos soportes y formatos. Además de actor, Talo es músico, cantante y cineasta. Hace poco grabó un capítulo doble para la miniserie Amores de historia (Canal 9), donde interpreta el rol de Dardo Cabo. Como músico y cantante es integrante de Sacrum, una banda de metal electrónico que acaba de presentar su tercer disco. Además, la semana próxima estrenará El otro Judas, una obra de Abelardo Castillo dirigida por Mariano Dossena, y recientemente terminó de filmar La noche del chihuahua, una película dirigida por Guillermo Grillo que se estrenará en el Malba. Por su parte, Garzón participó en La viuda de Rafael –una miniserie para Canal 7 que protagonizan Rita Cortese, Luis Machín y Camilla Sosa Villada–, además de grabar unos micros para Encuentro como conductora, terminó de filmar La guayaba, con dirección de Maximiliano González y, por si fuera poco, trabaja en Romeo y Julieta XS, una obra infantil donde su padre, Gustavo Garzón, participa como narrador en off. También planea escribir una película sobre la vida de su madre, Alicia Zanca. –¿Qué los inspiró de sus padres para seguir el camino de la actuación? Tamara: –Tengo dos ramas. Mi mamá, una apasionada total de la profesión, me transmitió la pasión. Siempre me dio el mensaje de que estudie y me forme, de que me nutra de cosas que después me van a hacer libre y me van a brindar la posibilidad de elegir y tener criterio propio. Y eso lo tomé ciento por ciento. La otra rama es la de mi papá. Él es mi cable a tierra. Me dice: “Tami, si te dijeron que te van a llamar es muy probable que no te llamen”. Me baja a la realidad todo el tiempo. Y está buenísimo, porque hace que no me dé la cabeza contra la pared. Él me dice cómo son las reglas de este juego. Y las tiene muy claras. Por eso trato de escucharlo todo lo que puedo. Talo: –A mí no me quedó otra. Los primeros ídolos que uno tiene son sus padres. Y sin darse cuenta, uno tiene maestros de por vida. ¿Qué hago? ¿Pongo en mi currículum que estudio teatro con ellos desde que nací? No se puede, me van a decir que soy un chanta. Pero es así.ß
teatro
El divertido oficio de ser mamá BaBy Boom en el paraíso. ★★★★ muy buena.
dirección: Car-
los Miceli. autor : Ana Istarú. intérpretes: Magali Sánchez Alleno. asistente de dirección y actriz reemplazante: Sheila Saslavsky. música original: Nacho Medina. vestuario: Gustavo Alderete. diseño espacial y trabajo corporal: Gabriel Bezus Espinosa. iluminación: Ariel Ponce. producción general: Carlos Miceli. producción ejecutiva: Eric Báez. sala: Espacio Abierto, Pasaje Carabelas 255. funciones: Viernes, a las 20. duración: 70 minutos.
E
l estado de cualquier mujer que desea ser madre, que se propone serlo y que termina alcanzando su meta es, por demás, un momento crucial e interesante de descubrir. En este unipersonal, Magali Sánchez Alleno se pone en la piel de una joven casada que con todos los prejuicios y las intromisiones del mundo que la rodea decide afrontar la costosa, pero tan deseada, búsqueda de su primer hijo. Enfocada solamente desde el costado femenino, Baby boom en el paraíso acompaña a esta mujer desde el momento en que empieza a pensar la idea –una idea, claro, construida por un medio social que prácticamente la obliga–; atraviesa con ella los miedos –esos miedos infundidos por tías, abuelas, vecinas, amigas, películas, el mundo entero, desde que se creó nuestra cultura occidental que nos alienta a tener hijos pero sí o sí a parirlos con dolor–; y la lleva a terapia para sacarle esas fobias y temores. Incluso se atreve a mirar su calendario de fertilidad para dar en la tecla de cuándo es el día apropiado para vestirse con su mejor camisón y esperar que su marido quiera desviar su mirada del televisor para reparar en ella. Finalmente, el escenario se convierte en el lugar de bienvenida de ese bebé tan ansiado, cargado de las mil y una situaciones y peripecias, para arrojar una oleada de ternura a la platea. Con un ritmo casi frenético, que ayuda a llegar en 70 minutos al nacimiento mismo, y cargada de humor, la obra no cae en situaciones por demás dra-
máticas sino que las transita de tal forma que se convierte en un amable relato, un poco estereotipado, pero que sirve de espejo para muchas mujeres. Magalí Sánchez Alleno se destaca de manera brillante, lleva adelante un personaje que atraviesa y que padece enormes transformaciones sin titubeos y con una simpatía que termina ganándose a todo el público. Encarna no sólo sus propios estadios sino que juega a ser el marido, un hombre que no parece tener la más mínima sensibilidad, al que sólo le importa mirar a Boca y descansar; la suegra que, más que entrometida, parece ser la embarazada que toma todas las decisiones, o la cuñada, que lejos de contenerla e incentivarla, la asusta de “lo que se te viene”. De esta forma muestra su ductilidad para ir pasando de un personaje a otro, todos nefastos. Ahí aunque son cómicos, cae en excesivos clichés. La escenografía acompaña muy bien y ayuda a la actriz a transitar todas sus etapas interviniendo y aportando objetos. Una obra que divierte, que logra seguramente la empatía de muchas mujeres que han atravesado la maternidad algo solas y poco contenidas, a su vez atormentadas por el entorno, pero sin indagar demasiado en los laberintos más difíciles sino tomando ese estadio con mucho humor e ingenio. Un buen plan femenino aunque, para todos los hombres que fueron o serán padres puede resultar útil, sobre todo para ver lo que no tienen que hacer jamás. ß Jazmín Carbonell