Soy una víctima, ¿qué hago al respecto? Bosquejo de un sermón de Cole Brown. Introducción Todavía recuerdo cuando fui a ver la película Man on Fire (Hombre en Llamas) con Denzel Washington. Se desarrolla aquí en el DF y se trata de John Creesy, un ex agente de la CIA que trabaja como el guardaespaldas de Lupita Ramos, una niña de nueve años de edad. Lupita es secuestrada a pesar del valiente intento de Creesy para salvarla. Después de un fracaso de la policía, parece que Lupita ya está muerta. Como consecuencia, Creesy empieza una misión de venganza. Mata y tortura a los involucrados uno tras otro, de manera cada vez más atroz que la anterior. Y con cada acto de venganza, el público que estaba en el cine conmigo aplaudió y gritó en aprobación. Aun sabiendo que solo era una película, teníamos sed de sangre. ¿Por qué? Porque todos nosotros conocemos la experiencia de ser una víctima, tal como Lupita Ramos y su familia. Tal vez un amigo cercano te traicionó, o tal vez tus papás te abandonaron o te dejaron con pocos recursos y muchos problemas, o quizá tu esposo te engañó o tu hijo te rechazó, puede que el gobierno que debería protegerte te haya explotado o te haya dejado solo, o el pastor o la iglesia en la que confiabas te falló, o tu jefe te usó, o alguna persona ha abusado de ti, ya sea física, sexual, emocional, espiritualmente, o lo que sea. Si estas cosas no te han pasado, definitivamente le han afectado a alguien muy cercano a ti, tal como le pasó a John Creesy. Como resultado, todos sabemos lo que es ser una víctima, y como víctimas anhelamos la justicia. Por eso el público que vio Hombre en llamas en el cine conmigo aplaudió y gritó en aprobación mientras John Creesy persiguió la justicia a través de la venganza. Nos identificamos con esta respuesta porque sabemos lo que es ser una víctima, pero muchas veces, no sabemos qué hacer al respecto. Pocos de nosotros vamos a imitar a John Creesy y matar y torturar a los involucrados uno tras otro hasta llegar al que está detrás de nuestra victimización. Entonces, ¿qué nos queda por hacer? ¿Qué se supone que hacemos con el hecho de que somos víctimas? Sí hemos sufrido, sí seguimos afectados como resultado, sí anhelamos justicia… bueno… ¿y ahora qué? Lo bueno es que no tenemos que adivinar ni idear una respuesta. La Biblia tiene mucho que decir a los que hemos sido víctimas del pecado de los demás. Hoy, al abrir la Biblia en Romanos 12, vamos a permitir que Dios nos hable al respecto. Y si escuchas lo que Dios tiene que decirte hoy, vas a ver que tu victimización ya no tiene que definirte ni encarcelarte. Punto 1: Ser una víctima no tiene que significar ser pasivo Lo primero que vamos a ver es que ser una víctima no tiene que significar ser pasivo. Se revela en Romanos 12:14, 17-18, 21: ¨Bendigan a quienes los persigan bendigan y no maldigan... No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos… No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien”. Como víctimas, a veces vivimos como si nuestra existencia fuera una existencia pasiva. Vivimos como si toda nuestra vida se tratara de solamente aceptar lo que el mundo nos da y aprender a vivir con ello. Pero aquí leemos algo sorprendente. Como víctimas, no tenemos que vivir una existencia pasiva. De hecho, estamos llamados a tomar la iniciativa con audacia. Aquí hay seis verbos imperativos: bendigan, no paguen, procuren, vivan, no te dejes, vence. Sé que
Soy una víctima, ¿qué hago al respecto? Bosquejo de un sermón de Cole Brown. al principio los seis verbos imperativos te puedan sonar como nada más una carga adicional para llevar. Pero si reflexionas en ellos un poco vas a ver que no la son. Primero, son un alivio. Te rescatan de la falta de control que experimentas como víctima y te liberan de tener que vivir una vida pasiva. Aunque no hayas tenido el control sobre lo que te pasó, sí tienes el control sobre cómo responder, y esto es un alivio. Segundo, son un privilegio. Fíjate que cada mandamiento te da la oportunidad de ser como Jesucristo, que eligió bendecir a quienes lo persiguieron, no pagar a nadie mal por mal, hacer lo bueno delante de todos y vivir en paz con todos en cuanto dependía de él; eligió no dejarse vencer por el mal, sino vencer el mal con el bien. ¿Te das cuenta de que las únicas personas que pueden obedecer estos mandamientos son víctimas? No puedes obedecer el mandamiento de bendecir a quienes te persigan si nadie te persigue, ni puedes seguir el mandato de no pagar a nadie mal a menos que alguien te haya hecho mal, ni tampoco resistir la tentación de dejarte vencer por el mal y elegir vencer el mal con el bien. Así que estas ordenanzas les dan solamente a las víctimas el privilegio de reflejar la imagen de Jesucristo. Es decir, como víctimas tenemos una oportunidad privilegiada que nadie más tiene, la oportunidad de cumplir el propósito por el que Dios nos creó: ser como él. Estos mandamientos son mucho más que una carga adicional para llevar. Primero, son un alivio para las víctimas. Segundo, son un privilegio para las víctimas. Y tercero, son esperanza para las víctimas. Regresemos al ejemplo de la película Hombre en llamas. A lo largo de la película, el personaje de Denzel Washington, John Creesy, busca venganza al pagar la violencia contra Lupita con más violencia. Pero más adelante en la película, Creesy se entera de que la niña sigue viva. El líder del grupo que la había secuestrado está dispuesto a entregarla a su mamá con la condición de que John Creesy esté dispuesto a ser torturado y matado por todo lo que ha hecho. Y John Creesy, quien tiene las iniciales JC (como Jesucristo) y heridas permanentes en las palmas (como Jesucristo), elige dar su vida a cambio de la vida de la niña. En este momento todo el ambiente del cine cambió. El público que había estado aplaudiendo y gritando en aprobación de repente estaba llorando, con lágrimas visibles y llantos audibles. Durante la proyección de la película, todos habían estado expresando sus deseos de venganza. Pero de repente, se dieron cuenta de que esto era algo aun mejor que la venganza. Algo más hermoso, más impactante, más transformador. Y en este momento algunos de nosotros recordamos lo que la monja le había dicho a John Creesy hace dos horas, cuando empezaba a trabajar para Lupita: ¨No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien¨ y Creesy respondió, en su español del mismo nivel que el mío, ¨Es Romanos capitulo 12 versículo 21¨. A lo largo de la película Creesy había tratado de vencer el mal con el mal, y no sirvió. Al final logró vencer el mal, pero no con su estrategia, sino con la estrategia de Dios que la monja le había compartido; venció el mal con el bien. Tú y yo estamos como el público que estaba conmigo ese día en el 2004. Pensamos que la venganza es el camino a la justicia, pensamos que podemos vencer el mal con el mal, pero en algún lugar profundo de nuestro corazón, sabemos la verdad. Sabemos que hay algo más hermoso, más impactante, más transformador. Sabemos que hay algo que tiene mucho más poder y que sí puede vencer el mal. Y sabemos que no es la venganza, es el bien. John Creesy no aprendió esta lección hasta el último día de su vida. Pero tú no tienes que esperar. El día de hoy puedes decidir que de ahora en adelante vas a bendecir a los que te persigan, que vas a negarte la venganza, que vas a dejar el castigo en las manos de Dios, y que vas a hacer todo
Soy una víctima, ¿qué hago al respecto? Bosquejo de un sermón de Cole Brown. lo que puedas para vivir en paz con todos, incluyendo a tus enemigos. Todo esto hace que los seis verbos imperativos no sean una carga más, sino que sean tu esperanza. Estos mandamientos te dan la esperanza de que puedas escapar de la maldad que te dañó y de la maldad que te controla al negarte la oportunidad de darles a los culpables lo que merecen y decidir darles lo contrario de lo que esperan. Con esto, dejas de ser solo una víctima y te conviertes en vencedor…más que vencedor… en lugar de una víctima pasiva. Punto 2: Ser una víctima no tiene que significar negar la venganza Pero hay más. Si solo leemos estos versículos podríamos pensar que obedecerlos significa que tenemos que ignorar toda la maldad que nos han hecho. Pero eso está lejos de la verdad. Cuando leemos los otros versículos del pasaje descubrimos nuestro segundo punto: ser una víctima no tiene que significar negar la venganza. Leamos Romanos 12:19, “No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor”. La razón por la que puedes resistir la tentación de ser vencido por el mal es que Dios te promete justicia, y Él es mucho más capaz que tú de traerla. Es decir, bendecir a los que te persigan y no pagar a nadie mal por mal no significa que ellos nunca tengan que responder por sus acciones, sino que responderán delante del Juez del Universo y no delante de ti. Responderán delante del Juez del Universo que te ama, que te ha adoptado como su hijo, y que te defiende. Resistir las ganas de buscar tu propia venganza no es abandonar la justicia, es poner la justicia en las manos de tu Dios. Obedecer los seis verbos imperativos del pasaje anterior tampoco significa que estás fingiendo que tus victimarios no te han hecho algo terriblemente malo. Al contrario, el mero hecho de que los estás entregando a Dios es prueba de qué tan grave es su pecado. Su pecado contra ti es tan grave que solo el Dios soberano puede tratar con él. Por eso el pasaje no dice: “No tomen venganza porque la venganza es mala”. Dice: “No tomen venganza porque la venganza pertenece a Dios”, y él promete a cumplirla. “Yo pagaré”, dice el Señor. Algunos dicen que la doctrina del juicio de Dios es mala y que promueve odio y violencia. Pero la verdad es exactamente lo contrario. Si creemos que Dios nos vengará no tenemos que buscar nuestra propia venganza. Si sabemos que Dios nos va a traer justicia no tenemos que crear nuestra propia justicia. Si estamos seguros de que Dios ha visto lo que nos hicieron y que Dios nos va a defender, no tenemos que responder con odio. La doctrina del juicio de Dios nos libera para bendecir a los que nos persigan y no pagar mal por mal porque sabemos que hay un mayor juicio que el nuestro. Si eres víctima, Dios no quiere que ignores el mal que ha sido cometido en tu contra. Quiere que permites que Él lo trate por ti. Así que cuando un cristiano cualquiera te dice que debes perdonar y olvidar, lo que es un concepto cultural y no un concepto bíblico, recuerda que Dios no te manda a olvidar el mal que te han hecho, sino a entregárselo a Él para que Él pueda hacer justicia perfecta. Por eso en el versículo 18 Dios nos dice: “Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos”. Es decir, mientras bendices a los que te persigan y vences el mal con el bien, Dios quiere que sepas que a veces la paz no es una posibilidad. Por ejemplo, si eres víctima de algún tipo de abuso y el abusador sigue sin arrepentirse, Dios no quiere que te sometas al abuso en el nombre de paz. Dios quiere que escapes. Además, es importante mencionar que confiar en Dios para hacer justicia no significa que no denuncies a los que cometen crímenes en tu contra. En el próximo capitulo del libro,
Soy una víctima, ¿qué hago al respecto? Bosquejo de un sermón de Cole Brown. Pablo explica que el gobierno es un instrumento de la justicia de Dios y que existe para proteger a las víctimas. Ser una víctima no tiene que significar negar la venganza. Mas bien, significa vivir con la confianza de que Dios te va a vengar. Esto es lo que te empodera para bendecir a los que pecan contra ti y resistir las ganas de pagar mal por mal. Punto 3: Ser una víctima no explica todo lo que eres Ser una víctima no es fácil. Ni es placentero. Pero esta mañana hemos visto que ser una víctima no tiene que significar ser pasivo, como si no tuvieras ningún control, y no tiene que significar negar la venganza, como si no tuvieras el derecho de realizar justicia. Antes de terminar, quiero que veamos una tercer verdad sobre la victimización, y es que ser una víctima no es todo lo que eres. También eres un victimario. De la misma manera en la que la gente te ha ofendido, tú has ofendido a Dios. Tal como tú has sido la víctima del pecado de alguien más, tu pecado ha hecho a Dios una víctima. Y aunque tu fueras inocente en el sentido de que no hiciste nada para merecer lo que te hicieron, Dios es inocente en el sentido de que jamás ha cometido ni un solo pecado y su carácter no tiene ni una sola mancha. Cuando alguien peca en contra tuya, pecan contra otro pecador; cuando tú pecas contra Dios, pecas contra perfección. Y no es como si hubieras ofendido a Dios una vez, o por un día, o durante un año. Cada día de tu vida lo has hecho víctima de tu pecado, de tu egoísmo, de tu ingratitud una y otra y otra vez. El patrón de tu vida ha sido tomar todo lo que Dios te da gratuitamente y usar los mismos regalos que te da para dañarlo. De hecho, tu corazón y tu comportamiento se han opuesto a Él de tal forma que la Biblia te llamó “enemigo de Dios”. Entonces, además de ser una víctima inocente, y sí, eres una víctima inocente, eres un victimario contra el ser más inocente del universo, la única víctima que jamás ha victimizado a alguien más. Así que no puedes ver el mundo solo desde la perspectiva de la víctima que eres, también tienes que ver el mundo desde la perspectiva del victimario que eres. Y cuando ves el mundo como el victimario que eres aprenderás que como la víctima que eres, no estás solo. El mismo libro de Romanos nos presenta a la única víctima que nunca ha victimizado a nadie a decirnos lo siguiente en el capítulo 5, versículo 8: “Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”. Jesús, el que nunca pecó, el que nunca victimizó a nadie, el que era y es puro e inocente en todos sentidos; Jesús, el que has victimizado cada día de tu existencia, el que ha absorbido lo peor que tienes que ofrecer, el que ha visto los rincones más oscuros, los deseos más feos, los pensamientos más corruptos de tu corazón, se hizo víctima del castigo que tú merecías y murió por ti, voluntariamente, para demostrarte su amor. Tú y yo solemos responder a nuestra victimización con amargura, Jesús respondió a la suya con benevolencia hacia sus victimarios. Tú y yo tendemos a querer que nuestros victimarios sufran, Jesús eligió sufrir en lugar de sus victimarios. Tú y yo usamos los horrores que hemos experimentado como justificación para pagar mal por mal, Jesús ha experimentado horrores infinitamente peores y los usó para vencer el mal con el bien. Jesús es la personificación de
Soy una víctima, ¿qué hago al respecto? Bosquejo de un sermón de Cole Brown. todos los mandamientos de Romanos 12: bendijo los que lo persiguieron (nosotros), no nos pagó mal por mal, hizo lo bueno delante de todos, no se dejó vencer por el mal sino venció el mal con el bien, y no de una forma metafórica, sino de una forma bastante literal al aplastar el diablo y sus ejércitos, erradicar el poder del pecado, y destruir la muerte. Jesús cumplió todo esto con nada más que hacer el bien, con nada más que amar. Todo esto nos importa como victimarios por dos razones. Primero, porque nos obliga a ver que somos más que solamente víctimas inocentes. Somos victimarios que han pecado contra la única víctima que jamás ha victimizado a nadie. Hemos victimizado al que nos ha dado vida, aliento, y todo lo que tenemos. Y no hay nada más malo. Así que ya no podemos vernos solo como víctimas sino como víctimas que han victimizado al único inocente. Segundo, todo esto nos importa como victimarios porque nos revela que no tenemos que quedarnos como victimarios. Jesús se hizo nuestra víctima para que ya no fuéramos victimarios. Se hizo la víctima de nuestro pecado en la cruz con fin de que los peores enemigos de Dios (tú y yo) se convirtieran en los hijos amados de Dios. Así que si tu fe está en Cristo, tu identidad ya no es la de víctima ni la de victimario, tu identidad de ahí en adelante es hijo del Dios eterno. También todo lo que Jesús hizo nos importa como víctimas por dos razones. Primero, porque Jesús nos demuestra que ser una víctima no tiene que significar ser vencido, ni por nuestros victimarios ni por el mal. La respuesta de Jesús nos enseña que como víctimas podemos ascender de las profundidades de la vergüenza y del dolor, y que solo podemos hacerlo de la forma que parece más absurda: resistiendo la tentación de pagar mal por mal y venciendo el mal con el bien. Segundo, todo lo que Jesús hizo nos importa como víctimas porque nos revela que Jesús, Dios en carne y hueso, nos entiende. Dios mismo conoce la vergüenza de ser una víctima. Dios mismo conoce el dolor de ser una víctima. ¿Sabes lo increíble que es? Todos los dioses de todos los otros religiones se separan de la experiencia humana. Pero Jesús voluntariamente entró a una de las experiencias humanas más difíciles y confusas: ser una víctima inocente. Esto significa que cuando sufres como víctima, cuando sientes el dolor, la vergüenza, la confusión, Jesús sufre contigo como alguien que ha vivido lo que estás viviendo y que ha vencido. Conclusión Todos nosotros conocemos la experiencia de ser una víctima. Pero muchas veces no sabemos que hacer al respecto. Por eso es necesario que escuchemos las palabras de Romanos 12. Nos dicen que ser una víctima no tiene que significar ser pasivo. Tenemos la oportunidad de tomar el control de nuestra respuesta y responder al bendecir a los que nos hacen daño y vencer el mal con el bien. También las palabras de Romanos 12 nos dicen que ser una víctima no tiene que significar negar la venganza. Dios no quiere que ignores el mal que ha sido cometido en tu contra, sino que permitas que él lo pague en tu lugar. Además, Romanos nos dice que ser una víctima no explica todo lo que eres. También eres victimario. Pero a través de Jesús tu identidad ya no se encuentra en ninguno de los dos, se encuentra en ser hijo amado de Dios mismo. Para ti, ¿Cómo luciría bendecir a tus enemigos? ¿Cómo se vería resistir las ganas de pagar mal por mal y vencer el mal con el bien? ¿Cómo puedes vivir en paz en cuanto dependa de ti? ¿Qué significaría entregarle a Dios tus victimarios y la justicia que mereces? La respuesta va a ser diferente para cada quien. Pero el poder de hacerlo viene de la misma fuente para todos nosotros: puedes hacerlo porque tienes a Jesús, la víctima por excelencia, contigo. Puedes
Soy una víctima, ¿qué hago al respecto? Bosquejo de un sermón de Cole Brown. hacerlo porque cuando tu pecado mató a Dios en carne y hueso, él mismo oró, “Padre… perdónalos… porque no saben lo que hacen”.