Turismo
Página 8/LA NACION
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[ ESTADOS UNIDOS ] Nota I de III
Ruta libre por California
Por José Totah
Santa Bárbara y la tierra del vino, primer tramo de un largo recorrido en auto desde Los Angeles hasta San Francisco
Domingo 17 de octubre de 2010
PARA LA NACION LOS ANGELES.– Si uno ha visto muchas películas del género road movie, en las que el protagonista y su novia duermen en moteles de California y se detienen al costado de la ruta a beber café en un desayunador polvoriento; si uno se fascinó alguna vez con la idea de que la carretera sea, en sí misma, el propio e interminable viaje, entonces llegó la hora de concretar la fantasía. Recorrer la costa oeste de Estados Unidos, desde Los Angeles hasta San Francisco, parando en pueblitos al borde del mar y golpeando las puertas del Wine Country –País del Vino–, es una experiencia muy recomendable (y mucho menos costosa que viajar por Europa o, incluso, por algunos países de América latina). Todas las versiones del sueño americano se pueden conocer viajando en auto por California; sólo hace falta una tarjeta de crédito, el registro de conducir internacional, un auto con GPS y una toalla para no mojar el tapizado del coche con la malla mojada. Así comienza este trip rutero. La llegada al aeropuerto de Los Angeles será caótica y está escrito que así sea para que el viaje comience con el pie derecho. Lo primero es encontrar un vehículo para alquilar; al abrirse las puertas que dan a la calle, y recibir por primera vez el calor californiano en pleno rostro, se sentirá uno como Clay –el personaje de Menos que cero, novela de Bret Easton Ellis–, que llega a L.A. a pasar Navidad y se encuentra en el aeropuerto con una novia a la que ignora, en una ciudad acorralada por sus vicios ochentosos. Pero a no perder el control (no somos Clay y los de la Generación X hoy están casados con hijos). Al salir de la terminal aérea habrá que esperar los autobuses que llevan a los predios de las rentadoras de coches. Una de las más económicas es la empresa Alamo, que alquila vehículos a un promedio de 40 dólares diarios, con GPS incluido (y una voz española que dará las instrucciones, tan eficaz como exasperante). Conviene hacer la reserva por Internet antes de viajar, en un sitio norteamericano llamado Happy Tours (www.happytoursusa.com), cuyos precios son mucho más económicos que los de las grandes compañías de alquiler de rodados. Si se decidió que el viaje sea definitivamente rutero y, por ende, hacer sólo un vuelo de pájaro sobre Los Angeles –desembarcar en esta ciudad sería un plan completamente distinto–
Santa Bárbara, una de las primeras misiones españolas en la costa oeste, ofrece las playas más limpias de la región FOTOS EFE Y CORBIS
La bodega Fess Parker, uno de los sitios donde se filmó Entre copas
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es interesante dirigirse hacia la costa para escapar al caos urbano: setear el GPS en Santa Mónica Pier y rumbear hacia allí para encontrarse con el parque de diversiones más viejo de California (data de 1908), al borde del gélido océano azul. Tomar un helado en el muelle y mirar a la gente desde uno de los banquitos de madera es un programa en sí mismo, donde el personaje menos estrafalario es un imitador de Darth Vader, el malo de La guerra de las galaxias, abrazado a la princesa Leia, que por 2 dólares se saca fotos con los turistas. Pero los viajes ruteros no permiten estar sentado demasiado rato. Por eso subimos otra vez a nuestro corcel metálico y enfilamos por la Pacific Highway hasta Malibú, paraíso del surf en sitios como Las Tunas, Point Dume o Zuma, y hogar de famosos como Tom Hanks y Barbra Streisand, que tienen sus mansiones hipervigiladas al borde del mar. La terraza de Charlie Sheen también da sobre la playa, en la sitcom más vista de los últimos años en Estados Unidos: Two and a half men. Manejando por este camino, el mar a la izquierda y las montañas a la derecha, con el viento cálido y las olas
rompiendo suavemente, es fácil imaginarse que uno es una estrella de cine a lo Yul Brynner, retroceder a los años 50 y soñar que nuestra acompañante es Marlene Dietrich, con un pañuelo en la cabeza y una cesta sobre la pollera, para hacer un picnic inolvidable sobre la arena. Sin embargo, en algún momento de la fantasía conviene pedirle al GPS que nos diga cómo tomar la autopista 101 –hay que alejarse momentáneamente del mar–, que nos llevará al primer destino de este recorrido. Un dato práctico: llenar el tanque de un auto mediano cuesta entre US$ 35 y 40. Las gasolineras suelen ser un gran lugar para abastecerse en las rutas californianas (y para ir al baño). Pero no esperen que un playero venga a cargar la nafta ni limpiar los vidrios. Uno solito tiene que ir a pagar a la caja y desde allí el empleado habilita el surtidor. No sea cosa de quedarse media hora bajo el sol sin entender qué pasa que no viene nadie. Como en el Mediterráneo A unas dos horas de auto desde Los Angeles por la Highway 101, que serpentea entre valles verdes y rocosos, se encuentra uno de los pueblos con