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espectáculos
| Jueves 31 de octubre de 2013
El frío Lauda (Brühl, al fondo) mira con recelo al hedonista Hunt (Hemsworth)
distribution company
Rush, pasión y gloria: la carrera del año
EstREno. Para recrear hechos clave del torneo de Fórmula 1
en 1976 se utilizaron 24 vehículos originales de esa época Viene de tapa
En 1976, mientras el mundo automovilístico contemplaba con estupor el tremendo accidente que casi le cuesta la vida a Niki Lauda en el circuito de Nürburgring (Alemania), Ron Howard cumplía otra etapa de su incansable aprendizaje y evolución. Antes de que sus películas como director (fruto de una feliz alianza de casi tres décadas con el productor Brian Grazer) acumularan casi 2000 millones de dólares en la taquilla global, Howard era un actor de rostro familiar y amigable
que creció en la TV (El show de Andy Griffith, Días felices) y se asentó en el cine. Once días después del accidente de Lauda, el 1° de agosto de 1976, se estrenaba en Los Angeles El tirador (The Shootist), la despedida del cine de John Wayne, con Howard como parte de su elenco estelar. Según propia confesión, Howard jamás se interesó –como tantos millones de fans alrededor del mundo– en las andanzas de la troupe de la Fórmula 1. Pero seguramente debe de haber seguido como tantos otros las noticias que día a día llegaban
cine
Una de acción como las de los ochenta EscaPE imPosiBlE (EscaPE Plan, Estados unidos/2013). ★★★★ muy buena . dirección: fotografía :
Mikael Håfström. guion: Miles Chapman y Jason Keller.
Brendan Galvin. edición: Elliot Greenberg. música: Alex Heffes.
elenco: Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Jim Caviezel, Faran Tahir,
Amy Ryan, Sam Neill, Vincent D’Onofrio, Vinnie Jones, Matt Gerald, 50 Cent, Caitriona Balfe. distribuidora: Alfa Films. duración: 115 minutos. calificación: sólo apta para mayores de 13 años con reservas.
S
ylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger juntos. No es una novedad –ahí están las dos entregas de Los indestructibles–, pero sí es la primera vez que ambos están como protagonistas. Todo un acontecimiento. Y Escape imposible está a la altura. Incluso es mejor que lo que uno puede imaginar con cierta condescendencia: “película de acción más o menos aceptable con dos tipos que están de vuelta”. Esca-
pe imposible, dirigida por el sueco Mikael Håfström, es más que eso. Es más: por su original planteo argumental, su punto de partida, que incluye una importante revelación luego de la primera secuencia (y que es mejor no saber, aunque lo anuncian en todos lados). Lo que se puede contar es que Stallone y Schwarzenegger planean con extrema astucia el escape de una prisión de máxima seguridad, la más inviolable jamás
cine
Clásico reciclado caRRiE (Estados unidos/2013). ★★★ buena. dirección: Kimberly Peirce. guión: Lawrence D. Cohen y Roberto Aguirre-Sacasa, basado en la nouvelle de Stephen King. fotografía: Steve Yedlin. música: Marco Beltrami. edición: Lee Percy y Nancy Richardson. diseño de producción: Carol Spier. elenco: Chloë Grace Moretz, Judy Greer, Julianne Moore. distribuidora: UIP/Sony. duración: 99 minutos.
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o hay grandes reparos para hacerle a esta “nueva” Carrie. Kimberly Peirce es una directora competente que –como ya lo había demostrado en Los muchachos no lloran– tiene una particular sensibilidad para retratar los miedos y contradicciones del universo juvenil femenino; el guión recicla y actualiza algunos aspectos (el bullying escolar, la mayor presencia de la tecnología), pero no arruina la potencia original de la novela de Stephen King, y las tres actrices principales (la ascendente Chloë Grace Moretz en el papel protagónico, la gran Julianne Moore como la atribulada madre y Judy Greer como la sensible profesora de gimnasia) aportan solidez y convicción en pantalla. Sin embargo, y a pesar de que todo en el film funciona razonablemente bien, la sensación que deja esta Carrie modelo 2013 es bastante menos gratificante que la de la ya mítica transposición que en 1976 filmara Brian DePalma con Sissy Spacek y Piper Laurie. Y no es sólo porque ver
Moretz, la nueva Carrie
uip/sony
otra vez la misma historia ya no produce el mismo efecto, sino porque esta vez los climas no resultan tan perturbadores y la puesta luce más calculada (demasiado encuadre vir-
desde Europa con datos de la lucha de Lauda por sobrevivir a las espantosas secuelas (lesiones gravísimas en los pulmones, quemaduras en el rostro) que le depararon el accidente y el incendio de su máquina en plena competencia. Mucho después, en el verano boreal de 2010, Howard tomó el volante de la película que habría de recrear ese hecho que ningún fan de la Fórmula 1 olvida y el contexto en el que se produjo: la tremenda rivalidad entre Lauda y el británico James Hunt, cuyas personalidades opuestas e in-
construida, que además es secreta e ilegal, y que no pasaría la más mínima inspección de la comisión más ciega encargada de vigilar el trato a los reclusos. La película se ubica muy por encima de la línea de lo aceptable, además, porque Stallone y Schwarzenegger (por más que muchos espectadores y críticos no se los tomen en serio) son dos actores de cine cabales, que entienden de presencia y de timing. Con sus pausas para las respuestas devuelven líneas de diálogo con tanta justeza e impacto como pegan trompadas. Y los guionistas, además, les han escrito varias líneas breves que son chistes memorables. Stallone y Schwarzenegger, con su experiencia para ponerse al servicio de un montaje inteligente, que marca el paso de la tensión y el peligro aunque jamás es frenético, son los pilares de una película de solidez destacable, a la que tal vez le sobre una vuelta de tuerca y le falte alguna explicación de la conducta de un personaje. Escape imposible es una de acción “como las de los ochenta”, pero con ritmo y atractivos actuales y con dos de los íconos máximos de esa déca-
tuoso y simbolismo subrayado) y, por lo tanto, un poco menos fluida. Carrie, que no sólo surgió de la literatura, sino que también tuvo otras derivaciones en el cine, en la TV y hasta en un musical de Broadway, es una historia que combina a la perfección el subgénero de estudiantes secundarios a punto de egresar (con el despertar sexual y la intolerancia hacia el distinto) con el thriller psicológico (fuerte presencia de la telekinesis) y con algunos elementos propios del terror gótico y religioso (encarnado en el fanatismo enfermizo de la madre de la protagonista). Peirce y sus guionistas manejan con solvencia ambos terrenos (la tortuosa, posesiva relación familiar y el agresivo entramado social) y le agregan elementos que sintonizan con estos tiempos (la humillación que Carrie sufre en la secundaria, por ejemplo, ahora está amplificada por los videos que le toman en el vestuario y su posterior exposición en Internet), pero el conflicto central sigue siendo básicamente el mismo. No es la primera vez (ni será la última) que el cine de terror regresa sobre sus pasos para hacer nuevas versiones de sus mejores exponentes. No parece, en principio, una decisión demasiado audaz, sobre todo dentro de un género que ha regalado en los últimos tiempos más de una sorpresa a cargo de jóvenes directores con nuevas búsquedas y apuestas por el riesgo. En ese sentido, aun siendo un producto inobjetable, esta Carrie surge en buena medida como una remake innecesaria.ß Diego Batlle
cine
compatibles venían chocando desde hacía años a cada momento en las pistas y fuera de ellas. La idea surgió del reconocido guionista Peter Morgan (La reina), gracias a la amistad de su esposa con el cuñado de Lauda. Cuando ambas familias se encontraron de vacaciones en Ibiza, según cuenta The Hollywood Reporter, el piloto (que hoy tiene 64 años) le confesó que nunca se interesó demasiado en responder a quienes se acercaban a él preguntándole sobre el accidente de 1976. Morgan fue tan persuasivo que después de unas 30 charlas con Lauda en Viena (donde ambos tienen residencia) armó el primer bosquejo de Rush y le preguntó a su amigo Paul Greengrass si estaba dispuesto a dirigirlo. Al optar Greengrass por Capitán Phillips, la ruta quedó libre para Howard, un director que brilló en toda clase de géneros (del western a la ciencia ficción, pasando por comedias, dramas y adaptaciones de best sellers como El Código Da Vinci) y tenía como asignatura pendiente el relato deportivo de alto impacto e intensidad. “Me atrajo de inmediato la idea por múltiples razones –señaló Howard a The Hollywood Reporter–. Siempre sentí que las posibilidades dramáticas y tecnológicas de este proyecto estaban de mi lado.” Howard filmó con cámaras pequeñas y recurrió a 24 autos clásicos y originales de la Fórmula 1 de entonces, si bien se adaptaron vehículos de Fórmula Tres para ser manejados por Chris Hemsworth (que tuvo que bajar varios kilos para pasar de Thor a este papel) y Daniel Brühl, además respaldado por los invalorables consejos de Lauda. El entusiasmo que cosechó Rush en el reciente Festival de Toronto, donde tuvo lugar su estreno mundial, les devolvió el optimismo a unos cuantos. También a Lauda, que piloteó su avión desde Viena y apareció por sorpresa en la función de gala. Con Brühl a su lado, el austríaco recordó sin perder su imagen de hombre meticuloso y disciplinado a su antítesis. Hunt, el piloto que, en palabras escritas por Alfredo Parga en la nacion, se “bebía la vida casi con desesperación”, murió de un infarto, a los 45 años, en junio de 1992.ß
Un duelo memorable Rush: Pasión y gloRia (Rush, Estados unidos-alEmania-gRan BREtaña/2013). ★★★★ mu y buena . dirección : Ron Howard. guión: Peter Morgan. fotografía: Anthony Dod Mantle. música: Hans Zimmer. edición: Daniel P. Hanley y Mike Hill. diseño de producción: Mark Digby. elenco: Chris Hemsworth, Daniel Brühl, Olivia Wilde, Alexandra Maria Lara, Pierfrancesco Favino. duración: 123 minutos. calificación: apta para mayores de 13 años con reservas
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l campeonato de Fórmula 1 de 1976 tuvo un final “de película”. No conviene dar detalles sobre su desenlace por si algún espectador ajeno al automovilismo desconoce aquella historia, pero lo cierto es que la rivalidad entre dos personalidades y estilos opuestos (el pragmático y obsesivo piloto austríaco Niki Lauda contra el arrojado e impulsivo británico James Hunt) y el épico final que se produjo “pedían” una reconstrucción en todo su esplendor para la pantalla grande. Casi cuatro décadas después de aquellas hazañas deportivas, el director estadounidense Ron Howard y el autor inglés Peter Morgan, que venían de trabajar juntos en Frost/Nixon (otro duelo apasionante), concibieron una historia sin demasiadas sutilezas, pero con una estructura muy eficaz para una propuesta visual y narrativa de enorme espectacularidad. Tanto para el realizador de Apolo 13 y Una mente brillante como para el guionista de La reina no hay buenos ni malos. Los dos rivales son, a su manera, héroes y demonios. Cada uno tiene sus métodos, sus prioridades, sus habilidades, pero también sus debilidades, esas miserias y fantasmas personales que pueden traicionar incluso al más profesional y experimentado de los deportistas. La película contrapone esos dos pun-
tos de vista siempre antagónicos en medio de una reconstrucción de época (el espíritu setentista se percibe dentro y fuera de las pistas) con ingenio y respeto, pero sin solemnidades ni reverencias. En un rincón tenemos a Hunt (Chris Hemsworth, todavía más seductor que en su papel de Thor), un bon-vivant, mujeriego, arrogante, que coquetea siempre con los excesos y con mucho más talento natural que predisposición al trabajo. En el otro, a un Lauda (Daniel Brühl) obsesivo, metódico, pragmático y austero. Entre el arrojo casi inconsciente de uno y el tesón del otro para reponerse en tiempo récord de un accidente que lo había dejado fuera de varias carreras se arma un enfrentamiento pletórico de tensión y suspenso. Más allá de ciertos estereotipos a la hora de moldear la psicología de los personajes y de algunos subrayados innecesarios, Rush cumple con lo que promete: hay excelentes escenas de carreras (los expertos seguramente encontrarán algunos errores y “licencias históricas”) con pequeñas cámaras instaladas en los lugares más insólitos y la ayuda inestimable de las imágenes generadas por computadora, dos personajes irresistibles y un final de antología. A ajustarse, entonces, los cinturones y dejarse llevar por la velocidad, el vértigo… y el disfrute.ß Diego Batlle
Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone, juntos da. Otra clave para sus logros es el extraordinario villano significativamente llamado Hobbes, el director de la prisión. Hobbes vigila, no confía en los hombres y menos que menos en los que tiene encerrados en su cárcel. Jim Caviezel lo interpreta con la sabiduría y la fuerza necesarias pa-
ra hacerlo “más grande que la vida” y ponerse a la altura de los dos gigantes. La película tiene una estructura en la que se alternan secuencias de táctica y estrategia y de acción, y éstas presentan variedad: peleas a puño limpio, resistencia frente a medidas extremas, enfrentamientos con ar-
alfa
mas. De ningún recurso se abusa y tampoco se estira la secuencia final (y en eso se corrige a las películas de los ochenta). Éstos y otros méritos, obviamente, pivotean todo el tiempo sobre los dos grandotes con gracia y, a esta altura, no sólo de vuelta sino en estado de gracia.ß Javier Porta Fouz
cine
Imágenes para atesorar El aRtE dE la guERRa (yi dai zong shi, hong Kong-china/2013). ★★★ buena. dirección: Wong Kar Wai.guion: Wong Kar Wai, Zou Jingzhi, Xu Haofeng.fotografía: Philippe Le Sourd.edición: William Chang. música:
Nathaniel Méchaly, Shigeru Umebayashi.elenco: Tony Leung Chiu
Wai, Ziyi Zhang, Chen Chang. duración: 123 minutos.calificación: Apta para mayores de 13 años.
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or una vez, el título de estreno en Argentina es superior al internacional. The Grandmaster podía haberse traducido como “El gran maestro”. Y habría llevado a orientar la mirada hacia la biografía de Ip Man (Tony Leung Chiu Wai), quien sería el mentor de Bruce Lee. El arte de la guerra cuenta la vida previa de Ip Man, sobre todo en las décadas del treinta y cuarenta, con las disputas entre los estilos de kung fu y los dramas derivados de la ocupación japonesa de China. Y ahí el título internacional y también la oración precedente sobre “la vida previa de Ip Man” se hacen inexactas y además confunden acerca del planteo de la película. El arte de la guerra está lejos de presentar como único protagonista a Ip Man. También está Gong Er (la bella e intensa Ziyi Zhang de El tigre y el dragón), que por momentos –los mejores momentos– asume el protagónico de la película y tiene sus propios conflictos. El arte de la guerra es un título más
conceptual, que se ajusta más y mejor a esta ambiciosa propuesta de Wong Kar Wai, uno de los directores fundamentales de las últimas décadas. Sus imágenes –sus velocidades, su plasticidad, sus encuadres– han definido muchas otras imágenes y se han quedado grabadas en nuestra memoria cinéfila y –sin exagerar demasiado– han pasado a formar parte de nuestros sueños. Películas fundamentales como Chungking Express, Happy Together (filmada en la Argentina) y Con ánimo de amar son magistrales ejemplos de esplendor visual asociado a historias pequeñas, sobre las cuales la música y las imágenes proponían variaciones, como si fueran interpretaciones libres de jazz sobre melodías familiares. Historias mínimas explotadas al máximo por un estilo inconfundible. A partir de 2046, Wong amplía y complica las historias y comienza a hacer un cine por un lado más abierto en términos narrativos y por otro (y por eso mismo) más débil. 2046 y El arte de la guerra sufren del mis-
mo problema estructural aunque con distintos géneros de base. El arte de la guerra es endeble en tanto narración biográfica o histórica, es espástica, notablemente inconsistente, como si le faltaran partes (se sabe del trabajoso montaje de ésta y otras películas de Wong). Si la narración fragmentaria funcionaba en In the Mood for Love era porque la historia se concentraba en menos personajes y en menos hechos. No era nada frustrante sino fascinante el derrotero de Wong en ese y otros films, ayudado además por una musicalización sofisticada y abierta. En El arte de la guerra es reemplazada por una mucho más convencional. Lo que permanece en la nueva película de Wong no es tanto el sentido global de la historia sino el esplendor visual, realmente extraordinario: lluvia, nieve, trenes, casas de lujo, banderas, peleas de una perfección y un refinamiento asombroso. Como casi siempre, Wong deja muchas imágenes y secuencias enteras para atesorar (es destacable que la mejor sea la de la procesión fúnebre, que apenas incluye acción en términos de pelea). Es una pena que pierdan parte de su enorme potencia cromática y expresiva en una narrativa que necesitaba de una mayor extensión o de una mayor concentración y claridad.ß Javier Porta Fouz