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do de su bolso un rotulador y escribiendo un mensaje en la frontera vidriosa, que decía “Apunta con un ..... palos y cosas serias. Paisajes bellos, ..... Por ejemplo, ahora los calcetines con lanzallamas iban a por los calzados con escudos. La.
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Noveno Certamen Literario Rosetta para personas con discapacidad intelectual o trastornos del espectro del autismo

organiza:

patrocinan:

Fundación

Diseño y coordinación Fundación Orange: Angélica Bautista Gris y Víctor Suárez Saa Imprime: Omanimpresores.com Depósito Legal: M-30124-2016

Índice Premio a la creatividad - premio Argadini FIVE DAYS IN COLONIA LEDESMA, Jose Luis Ruiz Fernández, Madrid

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Premio especial TEA - premio Fundación Orange CHOCHONA AZUL, Mª Nieves Martín Ramos, Tenerife

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Poesía individual - premio Fundación Orange 1er. premio

MADUREZ, Roger Franquesa Santos, Badajoz

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1ª. mención

SONRISA, Mikey Mondéjar Breadley, Madrid

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2ª. mención

SOY UN POEMA, Ana Teresa Álvarez Millán, Madrid

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3ª. mención

MIRO A LAS COSAS AMARILLAS, Alberto Álvarez Martín, Madrid

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Poesía grupal - premio Fundación Orange 1er. premio

RECUERDOS, Residencia de Adultos “El Chanza”, Asociación Paz y Bien, Sevilla

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1ª. mención

RECORTES, Centro Social La Torreta, Tapis Benidorm, Benidorm (Alicante)

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2ª. mención

EL BARCO DE ARROZ, Centro Ocupacional La Jara, Afanas, Cádiz

47

3ª. mención

EL CAMINO DE LAS ESTRELLAS: EMIGRANTE, de la U.E.D El Múrtigas, Asociación Paz y Bien, Sevilla

50

Narrativa individual - premio Fundación SEUR 1er. premio

AMOR IMPOSIBLE, David Coloma García, Valencia

1ª. mención

CRÍSTOFER EL ZORRO, Eduardo Enríquez Carballosa, Cuba

57

2ª. mención

CALZADO DESIGUAL, Juan José Martínez, Madrid

60

55

Narrativa grupal - premio Fundación SEUR 1er. premio

LA PASTELERÍA MÁGICA, Centro Ocupacional La Jara, Afanas, Cádiz

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1ª. mención

LUCERO, Centro Ocupacional La Jara, Afanas, Cádiz

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2ª. mención

SI MIRAS AL ARCOIRIS, CEPA Las Rosas, Madrid

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Otros formatos individual - premio Fundación ONCE 1er. premio

RAQUEL INTERNA EN LONDRES, Raquel Baños Moreno, Centro de Día Aspapros, Murcia

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Otros formatos grupal - premio Fundación ONCE 1er. premio

EL AMOR SEGÚN SOPLA EL AIRE, Centro Ocupacional APAMA, Alcobendas (Madrid)

CD 3

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Atreveos: el progreso sólamente se logra así. Víctor

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Premio a la creatividad premio Argadini

Five days in Colonia Ledesma Un par de giros de llave y la puerta ya estaba abierta para una curiosa pareja de ancianos, que a partir de aquel acto serían oficialmente owners de una casa irracionalmente embrujada. Don Leopoldo (el marido) era un hombre compacto, calvo, con una gorra a la antigua usanza y alpargatas. Su carácter no es reducible a una dimensión (será así o asao según la oscilación del péndulo de Foucalt en una luna joviana), pero un pajarito me dijo que estaba ligeramente viciado a la bebida (y no a las limonadas, precisamente…) Su esposa Doña Vicenta, era más o menos de su misma morfología, pero con peluca corta y ondulada y un carácter ingenuo y tacaño simultáneamente. Cuando su único hijo se emancipó (ya con 35 años), decidieron cambiar su piso por un adosado, pues el pesado vecino de abajo ponía la música a todo volumen (no pudiendo bajarla porque ya tenía los altavoces en el suelo). Todo esto junto con sus alocados pasos de baile y los ecos de los escobazos de la vecina de más abajo. La elección correspondió a la esposa, pues la consistencia del cabeza de familia decapitado era la de un flan en aquel instante. Las características anteriormente mencionadas fueron innecesarias para la elección de esa vivienda maldita. Realmente fue elegida por la borrica de Doña Vicenta, pues permitían cultivar alfalfa en el jardincillo. Lo más perturbador era que Doña Vicenta no contaba con un asno no metafórico. Aquella casa se construyó hacia 1955, formando plan de uno de esos planes del estado de construcción de viviendas (de dudosa calidad) para el populacho. Pertenece al barrio de Matapollos, denominado anteriormente “Colonia Ledesma” hasta la transición. Para concretar más que el cemento, me tomo el económico lujo de indicar su ubicación: Calle Sedeunavez, número 15. A su lado tenían el número 13, que debía de ser la casa maldita, pero era más bien gafe, transmitiendo su mala suerte a la casa contigua, pues a su lado había un solar sin sol, auténtica toma de tierra para la corriente ceniza. La pareja pareada no encontró en un principio cosas fuera de lo normal, salvo un mensaje de sangre en la pared que decía: “Tonto quien lo lea”. Poco duró en manos del corrosivo quitamanchas de 9

Doña Vicenta, que hizo un homenaje a Jorte Oteiza en el tabique. DÍA 1: OBJETOS LÓGICAMENTE INVEROSÍMILES El concierto de las zetas flotaba sobre la cama, hasta que un sonido de despertador lo interrumpió. Don Leopoldo, de un manotazo, hizo callar al gallo de hojalata. Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que su mano reposaba algo dolorida en la mesilla, sin ningún despertador bajo ella. No le prestó importancia al detalle (y su mujer menos, por lo agarrada que era). Ya en la cocina, Doña Vicenta estaba preparando tortitas para desayunar: todo consistía en echar el líquido en la plancha de tortitas, encenderla un tiempecito, y luego abrirla para obtener, ¿un pan redondo? Doña Vicenta, asombrada por la violación de las leyes de la cocina, decidió intentarlo otra vez: echar el líquido en la plancha de tortitas, encenderla un tiempecito y luego abrirla para obtener, ¿un filete de carne picada? Doña Vicenta, indignada, decidió no desayunar, mientras que Don Leopoldo se hizo con ambos productos una hamburguesa. En el cuarto de baño, Don Leopoldo extrajo del tubo dentífrico pasta de dientes para su cepillo. Mientras se cepillaba, en un momento dado sintió su boca ligeramente incómoda. Sacó el cepillo de su boca y descubrió que se había convertido en el tubo dentífrico y este, a su vez, en enjuage bucal. Don Leopoldo comenzaba ya a extrañarse, aunque pensó que era fruto de sus ya envejecidas neuronas. Ya era mediodía. Tras un largo paseo, Doña Vicenta decidió comer junto con su marido en un restaurante del barrio, para evitar ser troleada otra vez por la cocina. Al regresar a su blanca morada, se quedaron boquiabiertos nada más entrar: ¡Todo el mobiliario había desaparecido! Creyeron que se trataba de un robo, pero ninguno guardaba objetos de especial valor (ya querrían). Observando los resultados de aquel posible robo, encontraron lo que era antes la cocina una cajonera. Doña Vicenta la abrió sin pestañear, sin percatarse de que no era de ninguno de los dos. Un amasijo de cosas se presenció ante ella, que daba la casualidad que era TODO lo que habían guardado en los muebles que antes vigilaban los pasillos como maderos (Redundancia ataca de nuevo). Y cuando digo TODO 10

era TODO, decenas de trastos apiñados en unos cajones con una profundidad que rompía las leyes de la física. Al intentar cogerlos, no pudo tocarlos, traspasándolos como si fueran fantasmas inanimados (holograma es su nombre de nuestros tiempos). Don Leopoldo no se creyó lo que estaba viendo, así que metió la mano hasta el fondo, donde halló el precio de algo tangible; era un libro escolar de física, desgastado, roto y lleno de pintadas y de mensajes criptográficos que trataban de advertir algo. Cuando la luna salió a cumplir el turno sideral de noche, la pareja se fue a su habitación, donde tropezaron con un objeto en medio de ella: “¡Es nuestra cama! Aunque sea invisible, al menos no tendremos que dormir en el suelo”. Quizás se lo mereciera por bocazas, pero aquello no era la cama, sino la mesa del ordenador… DÍA 2: ESPEJOS IRRACIONALES Y UNIVERSOS SECANTES Don Leopoldo y Doña Vicenta despertaron con el ring-ring del gallo de hojalata. Exceptuando la cama, todos los muebles volvieron a sus respectivos lugares. Los dos se levantaron con tortícolis en cuello y tortilla en plato. Desayuno usualmente raro. Don Leopoldo se fue al baño a lavarse los dientes y a afeitarse. Tras hacer lo primero, comenzó lo segundo (con una navaja, el muy cafre). Pasada tras pasada y en el espejo vio piel cortada. Se palpó la cara, y no notó ni gota de AB.-Siguió esquilándose la cara. Al terminar, se la lavó en la pila y, al mirar en el espejo, se vio con una larga barba blanca que ande y ríase usted de Papá Noel. Se miró a sí mismo, y no encontró más que sus desgastadas zapatillas de andar por casa. A continuación dejó el puesto de ojeador de sí mismo a su mujer. Con rulos y un peine, tenía la misión de mantener los rizos de su peluca y la brillantez de su calva. Miró al espejo, y no se vio a sí misma en él, como si no estuviera presente. Se puede decir que estaba suspendido en medio de la oscura nada. Desconcertados, tiraron el espejo y compraron otro nuevo. Al estrenarlo, vieron que no reflejaba nada. Luego se dieron cuenta de que le faltaban tres pilas de doble A. Cuando las colocaron, el espejo comenzó a funcionar, haciendo la labor pasiva y natural de reflejar el entorno … y un detallito más: a través de él, se podía ver el viejo espejo de encima del váter. 11

Tiempo después, doña Vicenta se miró en el espejo de la salida y se observó muy joven, como la guapa niña (es un decir) de 10 años que era. Tras deleitarse con flashbacks mentales, llamó a su marido. Se miró a ese espejo, y se llevó un gran susto: aparecía su cadáver viviente, casi en los huesos, piel resquebrajada, rostro desfigurado e interior putrefacto y agusanado. Su esposo se largó al baño a comer al revés. Don Leopoldo fijó su vista borrosa en un exaltado agujero en el costado, con sangre seca a su alrededor, como si le hubieran disparado allí. Ligeramente mareado, se fue al sofá a desmayarse (y luego tomarse una copa de tintorro para levantar la moral). Después de dejarlo todo en la taza séptica, Doña Vicenta se miró en el espejo. Durante diez segundos mal contados se vio normal. De repente, el espejo se resquebrajó por sí solo, suicidándose en mil pedazos contra el suelo y la pila. La mujer, harta y colmada de la situación, cogió el desatascador y, arriesgando su suerte por siete años, se lió a mamporros hasta destrozarlo. -Espera, pero …. ¿no estaba ya roto? me dijo la muy impertinente. Mire señora, escribir no es tan fácil como parece. Ahora, por favor, respete mi omnisciencia, que para ello soy el narrador. Volviendo al hilo narrativo, después de cenar, Don Leopoldo encontró al espejo del baño ausente (no quedaban ni sus restos). Lo mismo pasaba con el de la salita. Volviendo a su habitación, encontró en el pasillo dos espejos paralelos que formaban un efecto túnel. Se pudo apreciar perfectamente en uno de ellos, pues de nuevo no aparecía reflejado como una fila de clones. Sin saber cómo, se introdujo por ese lado a dar un paseo por los diversos universos paralelos. Doña Vicenta, mientras tanto, vio el otro espejo en el pasillo (desapareció el acceso al túnel hiperdimensional). Con solo un espejo , el efecto túnel no podía reproducirse. Fijándose en él, se encontró a sí misma y a su marido caminando hacia la cocina con el cuello en posición forzada. Aquel espejo reflejaba acciones pasadas. En un certero momento (correspondiente a las 12:15 en la hora interna del espejo), el reflejo de Doña Vicenta se desvió de la línea de los acontecimientos, sacando de su bolso un rotulador y escribiendo un mensaje en la frontera vidriosa, que decía “Apunta con un espejo pequeño al espejo-madre” Doña Vicenta se obedeció a sí misma, yendo al cuarto de baño a por 12

el espejo de mano. A volver, en lugar del mensaje vio pegados con cinta adhesiva los recibos del nuevo espejo y de las pilas. Apuntó con el espejo de mano y de él surgió su marido, más borracho que una cuba. Doña Vicenta le riñó y le preguntó dónde había estado. Don Leopoldo le contestó que el túnel le llevó a una bodega de proporciones industriales … y el resto, lo dejo a vuestra imaginación. Los dos se fueron a la mesa a dormir, que ya se había vuelto cama. DIA 3: RELATIVIDAD ESPACIAL DE ANDAR POR CASA. El despertador sonó otra vez, y volvió a suceder lo del primer día. Mientras Doña Vicenta se levantó en un abrir y cerrar de cajones, don Leopoldo tardó en incorporarse. Y cuando lo hizo, dos o tres botellas verdes precipitaron en mil pedazos, botando una embarcación que flotaba en seco. Doña Vicenta, tras reñirle, se fue a la cocina a por una escoba a barrer aquel homicidio vítreo. Cruzó la puerta, recorrió el pasillo hasta la cocina y, sin saber cómo, entró de nuevo en la habitación. -Ya veo que has vuelto, pero, ¿dónde está la escoba?-dijo Don Leopoldo con resaca. Confusa, Doña Vicenta salió de la habitación hacia la cocina y regresó a ella de la misma forma. Intentó contar a don Leopoldo lo que pasaba. Pero este, como siempre, pasaba de toda cosa que no estuviera embotellada, aunque se dignó a acompañarla hasta la cocina, consiguiendo al fin su propósito rutinario. Desayunaron pan con pan y leche con leche (bueno, realmente era horchata), y luego regresaron a su repentinamente mayúscula habitación. Con un 150% de su volumen original, contenía una cama reducida (de forma desproporcionada , pareciendo una aberración amorfa), dos despertadores trasparentes de tamaños desiguales y las botellas caídas en acto de servicio, hiperbolizadas hasta la saciedad. Un recogedor no bastaba para recoger esos trozos…. De todos modos, don Leopoldo los recogió y entre tambaleos, quiso echarlos al contenedor de vidrio, ya que la papelera era demasiado pequeña y la puerta demasiada pequeña para el (se dio cuenta al volverse sobre sí mismo. Decidió arrojarlos a la ventana, pero al hacerlo, cayeron a la camamorfa por un cuadro que hay encima de ella. Mos13

traba esa pintura al óleo una ventana abierta… tras partir los trozos en cachitos del tamaño de la palma de la mano, los metieron en una bolsa e intentaron salir por la mini-puerta al mini-pasillo y luego a la maxi-salita (con forma de incómoda pirámide de base cuadrangular). Eran ya las 4 y 65 (hora imposible se mire por donde se mire). Los dos “dones” regresaron de comer en el mismo restaurante (donde Doña Vicenta se encontró un cuarto de baño similar al de su casa encantada (no había más epítetos con los que designarla). Por el camino, vieron porciones de su casa en la calle (la moqueta del comedor en la acera, la pared de la salita en un muro abandonado, su televisor en la misma tienda donde lo compraron, y la puerta de entrada donde la puerta de entrada. Al abrir, entraron en la salita nuevamente paralelepípeda, sin ser conscientes del laberinto en el que se metieron. Bastó entrar a la sala contigua para percatarse del desorden espacial: Los cuartos, aparte de distribuirse de forma desordenada, se conectaban de forma aleatoria, de modo que, viniendo de la cocina, uno podía cerrar la puerta, abrirla y encontrarse con el comedor en el “mismo” lugar. Además, tanto las habitaciones como los muebles presentaban diversos tamaños inverosímiles según el momento y el desconocido lugar. Además, muchos de ellos estaban totalmente deformados, o con formas nada funcionales (la pareja se topó con tres cuartos esféricos, dos en forma de cuña, varios irregulares…) Para colmo colmado, con el avanzar desorientado el color de las paredes empezó a degradarse (hasta el punto de cambiar por completo a otra coloración); comenzaron a oírse ruidos sacados de contesto (cuales ready-mades intangibles), y a olerse hedores extraños de lugares dispares; la gravedad se volvió loca, y si ya no era suficiente encontrar una habitación con la gravedad anulada, modificada en su valor, o cambiada de dirección (teniendo que caminar por la pared o el techo de algún cuarto); en algunos lugares, las puertas se bloqueaban sin remedio, teniendo que escapar de allí buscando algún glitch con el que traspasar las paredes. La gota que desbordó el vaso mojó bien a Doña Vicenta, y la que lo colmó consistió en el surgimiento de carteles publicitarios en las paredes (bueno, en cualquier parte). Extrañamente solo había uno por cada habitación. 14

La veloz aguja grande dobló dos veces a la pequeña en una carrera “prorreloj” (y no “contrarreloj”) y los dos ya estaban cansados y desesperados por poder salir al exterior, salir de esta pesadilla laberíntica. Las ventanas, tuvieran la forma que tuvieran, estaban todas cerradas a cal, canto y cristal blindado. No se podía salir por ellas. En la habitación número 132 (según el desorden del alocado recorrido), se fijaron en un anuncio de un “deformador” (y no “reformador” que se ocupaba de reparar rupturas de las leyes físicas de una casa (técnicamente no era un abogado). Llamaron por un fortuito teléfono (con el auricular en el micro y viceversa) a dicho reformador. Y allí llegué yo. Accedí a su garaje (impropio por mi profesión y extraño porque realmente no tenían garaje) y a la segunda llegué a la habitación dónde se encontraban. Coloqué en el centro de ella (que era una especie de cubo blanco pintado con cuadros negros ajedrecistas) un aparato especial para estas situaciones, una especie de máquina topográfica conectada a un viejo Spectrum. Tras introducir unos complejos comandos, logré curar con éxito aquella casa del diablo (o eso al menos pensaba). Nos fuimos los tres a la contigua cocina, desapareciendo el cubo ajedrecista. Allí, don Leopoldo me pagó los gastos de la meta-obra y Doña Vicenta me dio una propina para un refresco: “Una pajita. ¿Pero será tacaña? ¡La próxima vez la casa la arreglará su tía!. Y así me marché a casa, pero esta agarrada aún no se ha dado cuenta de quién soy … DIA 4: UN CARTERO, UN ARMARIO Y UN BUCLE TEMPORAL Los fuegos danzaban por debajo de una piscina culinaria a presión. Con violencia de géiser, el agua hervía, cociendo toda una muchedumbre de garbanzos, patatas y chorizos. De la válvula de dicha olla salían los gritos agónicos y desesperados de dichos alimentos, ignorados por cualquier insensible cocinero. Doña Vicenta no era una excepción. Y es que ciertos instrumentos de cocina deberían tener derechos ante su cruel explotación (sobretodo esas sartenes que preparan infernales platos flameados). Volviendo a la historia, mientras ella veía el típico programa de cotilleos y el cocido madrileño era torturado, el timbre sonó. Había llegado el cartero, con un paquete para los dos ancianos. Sin apagar esa mole daltónica de rayos catódicos, 15

se fue a la salida a abrir la puerta. El cartero le entregó el paquete de marras. De repente, mientras Doña Vicenta estampaba su garabato de identidad, una maceta de la repisa de arriba, harta de la vida y de la fragilidad de su soporte, se arrojó contra la cabeza del pobre cartero. Su gorra no amortiguó aquel golpe, pues en el último segundo saltó de su cabeza para ponerse a cubierto. Doña Vicenta le tomó el pulso. Estaba muerto. Asustada y conmocionada, dejó el paquete al lado del paragüero y escondió al caído-en-acto-de-servicio en el ropero de su habitación. La pobre temía que la policía la detuviera por homicidio cuasi-voluntario, cuando la responsabilidad era de la maceta. Cerró el armario, se marchó al comedor a continuar viendo esa basura en directo. Toc-toc. Doña Vicenta pausó el programa (¿entonces eso era una grabación?). Abrió la puerta. Un cartero, muy parecido al anterior, le entregó un sobre. A Doña Vicenta le sobrevino la confusión, y al cartero, otra maceta… Intentó que el cartero se incorporara, pero estaba demasiado muerto para ello. Le llevó de nuevo al armario, pero al abrirlo se percató que estaba vacío. ¡Aquel cuerpo de cartero que llevaba en brazos era el mismo de antes! Además, encima de la puerta de entrada solo había una maceta… De camino al comedor, se miró un rato en el espejo. De repente sin darse cuenta, se volvió cartero. Mientras tanto, un policía llamó al timbre. El contestador había denunciado los hechos. El cartero abrió, y se encontró con una maceta en el suelo. Inmediatamente, se precipitó un policía sobre él. Se rompió la maceta, la crisma del policía y el cartero se volvió de nuevo a Doña Vicenta. Rápidamente se le llevó al armario. Allí encontró tres cuerpos del mismo cartero accidentado. Lo más intrigante, era que aquel cartero triplicado sólo murió dos veces. Entonces, ¿de dónde salió el tercero? Puso al policía en la pila de clones, cerró con un portazo y volvió a la caja lobotomizadora. Ring-ring, sonó una bici. Toc-toc hizo un pájaro carpintero en un árbol cercano. Las-dos-cosas, hizo alguien en la puerta. Doña Vicenta abrió. El mismo cartero, OTRA VEZ. Desmayo. “Remayo”. Con el corazón a 200 lpm (latidos por minuto), volvió a estampar su firma en el formulario. Mientras tanto, el cartero observó una placa en la fachada externa de la casa, con yugo y cuatro flechas, realizando inmediatamente un saludo a la romana. Doña 16

Vicenta (cuyo padre fue fusilado por “rojo”), se enfureció y le arrojó una maceta (la misma de antes) en todo el cocodrilo. Nuevo cuerpo para el armario (que ya parecía un cementerio casero). Dentro de él ahora había cuatro macetas (o la misma cuatro veces). La puerta volvió a avisar de la presencia de alguien. Para alivio y disgusto, era Don Leopoldo, con una borrachera de caballo. Doña Vicenta no le riñó, estaba demasiado traumada para ello. En su lugar, abrió el paquete, dentro había una nueva maceta. Por otra parte, dentro del sobre estaba la misma maceta, hecha pedacitos … DIA 5: ÚLTIMO ASALTO Aquella noche de ausencia solar, los dos ancianos durmieron plácidamente en su cama. Parecía que ya se habían acostumbrado a los extraños sucesos de su casa, dejando de pensar en sus problemas. Tenían la intención de adaptarse a los hechos y aceptar la irracionalidad, para poder llevar una vida normal (o al menos no irreal). No pensaban en lo poco que iba a aguantar esta. Llegó el mediodía. Como si de un desfile en el Sáhara se tratara, doña Vicenta caminaba de camino a casa con dos bolsas de mil gracias en cada mano debajo de un sol boxeador, que ya dejó KO a más de un transeúnte de riesgo. Mientras tanto, don Leopoldo rendía culto al dios Dionisos en la cocina. Su médico le recomendó una sola copa al día (pero no especificó su tamaño). Por tanto, utilizaba siempre un copón más grande que la propia botella de vino. Tras una botella aligerada, la puerta sonó. Don Leopoldo fue a abrir, pero ignoraba que no había sujeto, solamente objeto… hechizado y celuloso objeto. Abrió la puerta y, en lugar de ver el exterior que uno ve cuando abre la puerta de su casa, vio un exterior que nadie solía ver cuando abre la puerta de su casa. Era un desierto (no tan caliente como el exterior cotidiano), repleto de coloridos objetos (que recuerdan al pintor Alberto Savinio), algunos semienterrados en la arena. Las sombras apuntaban a lugares dispersos como cabellos despeinados, pues no había sol que se paseara por el cielo. Don Leopoldo echó a caminar por el onírico paisaje, buscando una cosa abstracta que ni él mismo comprendía … o sólo lo hacía porque estaba algo ebrio. 0,499 kilómetros después bastaron para el encuentro fortuito 17

entre un viejo etílico y una pianola fundamentalmente rosada. La pianola era torturada por cuarenta y siete clavos, seis imperdibles y plastilina fundida. Delante había un endeble taburete artesanal, con varios chicles pegados debajo (mascados y babeados de forma también artesanal). Encima de aquella aprendiz de piano, un florero sin flores guardaba celosamente tinta como un tintero. Don Leopoldo se sentó en el taburete, con intención de tocar las teclas de la pianola. Pero al hacerlo no tuvo en cuenta la sencilla pero trascendental regla de tres: Florero era tintero, como pianola era a pistola. DO, RE, MI, FA, SOL, LA, SI, ¡BANG! La pianola a través de un disimulado agujero, incrustó un supositorio de plomo al costado de Don Leopoldo. Tambaleándolse y soportando una fuga de sangre, salió de ese “exterior” y fue directo al botiquín del cuarto de baño. Lo abrió y sacó el alcohol sanitario del 96. En lugar de echárselo a la herida, se lo echó a su boca, tragándose toda la botella..53 minutos de retortijones en el suelo, y finalmente la máxima tranquilidad… Cuando llegó Doña Vicenta frita a su casa, no encontró por ninguna parte al fallecido de su marido … ni siquiera donde echó su último trago. Decidió pasar de ello y ponerse a cocinar la comida que trajo del “super” (la más barata, artificial e insípida). Cuando terminó el banquete de muertos-de-hambre, decidió reiniciar la búsqueda de su marido. Había un lugar donde no miró: el dormitorio. Se acercó a él y vió que estaba cerrado con llave y sin cerradura. Al lado de la puerta, una mesilla con una pila de papeles. En el primero anunció que había ganado en un concurso un lujoso collar de perlas. Debajo, todos los trámites para obtenerlo Doña Vicenta se puso a firmar papeles a lo loco, sin pararse a pensar en que no había participado en ningún concurso. El proceso parecía eterno, hasta que firmó el último papel … que era una sentencia de muerte hacia su persona. Naturalmente, no se paró a leer ninguno de ellos, firmando alocadamente como un cliente de preferentes. La puerta entonces se desbloqueó y en medio de una sala oscura y vacía flotaba en el aire un collar de suculentos mocos de almeja. Emocionada, se lo colocó en el cuello para probar si era de su talla. De repente, sin previo aviso, la trampilla sobre la que ponía sus pies se vino abajo. De un modo trágico, descubrió que el collar en rea18

lidad no flotaba, sino que estaba sujeto por un cable muy fino pero ultrarresistente. Poco antes de perder la noción de la vida por estrangulamiento gravitatorio, observó la proyección de una imagen en la pared, mostrando el cadáver de su terminalmente borracho marido. No soltó ninguna lágrima. Quizás no le dio tiempo, o realmente no le apreciaba tanto … Tiempo después, el hijo de ambos fiambres entró en la casa para visitarlos. Cinco horas después, el cartero del cuarto día, vestido como empleado de las pompas fúnebres, salió de la casa con una carretilla que portaba tres ataúdes apilados. DIA 6: No pasó nada especial. DÍA 7: De una de las mesillas del dormitorio (nadie vio cuál) emergió una hoja naranja de cartulina. Esta emprendió una expedición para salir de la deshabitada casa, moviéndose mediante stop-motion. Una vez salida, trepó por la valla que daba a la calle, deteniéndose al otra lado de ella. Cualquier viandante podía leer en ella lo siguiente: SE VENDE Teléfono: 91 666 69 13 ¿Sabéis? Esta casa me está interesando bastante… ¿cuánto decían que cuesta?

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Premio especial TEA premio Fundación Orange

Chochona azul Abrí todo lo que pude mis enormes ojos, de un oscuro marrón, casi igual que el color de la infusión Roiboos, que tanto me gustaba tomar con mis galletas María en las meriendas de tardes frías. Escondidos detrás de unas gafas azules vaqueras, que ayudaban a aliviar mi elevada miopía, mi mirada láser que todo lo culmina, la encontró muy escondida entre un montón de ositos de peluches y muñecas varias, amontonadas entre sí. Cuando mis primas y yo nos reuníamos en nuestra infancia, aunque pusiéramos todas nuestras muñecas de años de reyes magos y cumpleaños, no hubiéramos conseguido hacer la montaña de juguetes de niñas que allí habían apilado. Escachándose unas con otras, rajuñándose y lesionándose entre ellas. Solo ella, entre tanta multitud, me atrapó toda mi curiosidad. Tal vez fue su color, allí donde el azul brilla mi atención es inmediata. Se me aceleró la sangre por mis venas a una velocidad que para mí no era habitual, solía ser muy lenta a la hora de reaccionar. Me quedé paralizada por unos segundos mientras se me llenaron los ojos de agua, pero no calló ninguna lágrima por mis mejillas, aunque tenía ganas de llorar como un rio, de la emoción tan fuerte que sentí al descubrir quién era, y cuando la saqué del montón y la tuve entre mis brazos. Era ella, por fin la tenía en mis manos, por fin podía abrazarla, sentirla y mimarla como siempre había anhelado. La sujeté con todas mis fuerzas, por miedo a que alguien me la quisiera arrebatar y al mismo tiempo con mucha suavidad, para no hacerle más daño del que ya le había producido su soledad. Su pequeña manita diestra, era amarilla suave, igual que mi piel, quizás un poco más acariciada por el sol que la mía. Tenía el mismo tamaño que un bebé de ocho meses. Rellenita, graciosa y coqueta. Las uñas apenas se le notaban en unos dedos alineados a la misma altura, grosor y tamaño. No se le apreciaba diferencia alguna entre el pequeño meñique y el dedo medio, excepto el índice que sobresalía por encima de los cuatro restantes, señalándome directamente al corazón, como la flecha acertada de Cupido. Tomé su mano izquierda al mismo tiempo que la derecha y observé 23

que en ésta, se le notaba que el dedito meñique era más pequeño que el resto de los demás dedos, pero igual que la derecha, el índice apuntaba hacia mí. Sentí que me suplicaba ayuda, que la rescatara del olvido donde la habían aprisionado. -¡Siisss, siisss! ¡Mírame, estoy aquí! – Me susurró al aire. La sala estaba llena de gente de todas las edades y sexo. El bullicio me recordaba a un enjambre de abejas pero mucho más molesto. Siempre intentaba ir en horarios donde sabía que había menos aglomeración, ya que me causaba molestia la algarabía y la multitud. Los más pequeños revoloteaban por todo el salón. Era enorme, durante muchos años, fue testigo de muchas celebraciones familiares. Mientras, sus madres miraban la ropa, figuras, enseres, libros, juguetes … Los adultos estaban allí igual que yo, aunque no quiere decir que estábamos haciendo lo mismo. Ni siquiera teníamos la misma opinión sobre los productos que allí se vendían. Para mí era una oportunidad única de obtener muchas cosas a un precio accesible. Podías encontrar allí lo menos inesperado, moderno o antiguo. Era el rastro anual que las viejitas del pueblo hacían junto a Cáritas Diocesana y todas aquellas personas que querían colaborar. Mi sonrisa se escuchó a metros de distancia cuando la tuve entre mis brazos. Los que estaban cerca empezaron a mirarme como si se hubiese escapado de un manicomio, quizás parecía que me hubiese ganado el premio de una lotería. Mi emoción era tan grande que olvidaba que estaba rodeada de personas que aunque éramos seres humanos por igual, no entendían mi actitud. Pero yo no me sentía sola, la tenía a ella en mis manos: -Te encontré, por fin. Después de más de veinte años te puedo acariciar y abrazar. – Entoné al mismo tiempo que bailaba un vals. -¿Te encuentras bien? – preguntó mi pareja que había regresado a mi lado después de media hora perdido en el rastrillo - ¿Qué haces con esa muñeca? Continuó sonriendo con picardía. -Es mía, cuando era pequeña soñaba con tener una igual. Cada año las sorteaban en la fiesta del pueblo en un kiosco donde había que comprar boletos y si el número coincidía con el de la pizarra, te llevabas el premio. Mi padre lo intentó una y otra vez, casi se arruina más de lo que ya estaba, por complacer el capricho de su niña. 24

Pero nunca consiguió ganar y yo me quedé con las ganas, año tras año. Y mira, ahora la tengo en mis manos. -Me alegro por ti, que suerte que por fin la hayas encontrado, nunca es tarde si la dicha es buena-me apoyó mi pareja. Me acerqué al mostrador, una mesita esquinada justo en la puerta de entrada y salida. La señora mayor de turno que cobraba y que me conocía, me cobró dos euros por la muñeca. Sonriendo dijo lo bonita que era mientras la metía en una bolsa y qué afortunada al haberla encontrado. Dejé a mi chico mientras nos dirigíamos al coche, aparcado a unos metros de distancia del rastro. Entré emocionada igual que cuando tenía once años, quizás muchos más y cuando estaba sentada en el asiento derecho y delantero del vehículo, saqué mi muñeca de la bolsa. Su cuerpo era débil, se podía aplastar ya que su interior estaba relleno de esponja. Poseía un traje muy pequeño, de unas tiras en los hombros que se unían a una minúscula minifalda azul cielo. Su cuerpo bien rellenito, como el mío, estaba cubierto por una tela muy suave, como la cabellera de un gato persa, de rayas azules y blancas apagadas por los años. Sus pies eran unas pequeñas bolitas cocidas al grueso de lo que serían las rodillas y totalmente azules igual que la minifalda. Su cabeza era redonda y grande, más grande que la testaruda de la mía. Hacía conjunto con el tamaño de su cuerpo. Las orejas tan minúsculas como las mías. Nunca me han gustado las orejas muy grandes, y ella y yo las teníamos muy pequeñas. Sonreí y miré a mi pareja que ya había subido al coche y me observaba entusiasmado, como si fuera un niño pequeño que ayudaba a su hermana a contemplar su nuevo juguete. En cada cachete tenía cinco pecas, mi número favorito. Yo tenía más de diez en toda mi cara, pero la muñeca con sólo cinco era más graciosa que yo. La nariz era apenas una bolita de un rosado débil, hundida en el centro del rostro. Los cachetes sonrosados le daban un toque de ternura y sus labios eran apenas una línea fina que dibujaba una alegre y enorme sonrisa. La sonrisa que me contagiaba al saber que por fin era mía. La barbilla sobresalía apenas en un bultito. Redondos y del mismo tamaño que los boliches con los que 25

mi hijo jugaba, sobresalían sus ojos. La pupila brillaba transparente y casi ocupaban el ojo completo. El iris era azul como el mar que tanto adoraba, estaba rodeado de un círculo canelo y de apenas cinco líneas que formaban las pestañas. El pelo estaba hecho con el hilo de cocer bufandas y guantes, de un azul turquesa que atrapaba mis sentidos. Pasaba la mano suavemente por ellos y mi pareja para hacerme rabiar cariñosamente, le rebujó el peinado. Lo tenía a la altura de sus orejas, en redondo. Cubría el poquito cuello trasero que le habían dejado al descubierto. La separé de las manos de mi pareja, la abracé como si fuera una niña, y sonreímos mientras nos amarrábamos el cinturón de seguridad del coche para irnos a casa. Con mi chochona azul por fin a mi lado, entré final a mi casa. La coloqué en la cabecera de la cama, pasando a ser la reina de mi habitación. Mujer siempre niña, no hay edad para conseguirlo, ni para sentirlo.

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Premio poesía individual premio Fundación Orange

Madurez Me tacharon de raro porque no seguía unas normas, me observaban con miedo no sé si a mí o a mis libros, les asustaba la cultura y que tuviera mucha imaginación, no sabían qué mundos podía inventarme, tenía miedo de que mi poesía, se convirtiera en un ataque a sus vidas, en algo inventado que nada tiene que ver con ellos, me manosearon, magrearon, muchas manos, con guantes de plástico, manos arrugadas con anillos, manos de ejecutivos hechos al dinero manos nobles de gente humilde que no existe para nadie. Muchos como yo murieron en la sombra de tanto ser palpados buscaban que estuviera maduro, suave como el terciopelo, y dulce al paladar olvidaron que la poesía es amarga y verdadera, y también, que yo soy un melocotón rojo, colocado a dos euros el kilo en una frutería y ajeno a los problemas del mundo. 29

Sonrisa Tomadlo. Todo lo que tengo. Pero no me quitéis mi sonrisa. Tomad mi alma: hacerla pedazos bajo vuestras críticas. Tomad mi corazón: reíd de lo que veis, de mi sentir. Tomad mi mente: condenadlo al desprecio por ser diferente al vuestro. Tomadlo todo. Pero no me quitéis mi sonrisa. Sin mi sonrisa no sé vivir. Sin mi sonrisa no soy nada. Ante vivir en un mundo desalmado, tomadlo todo, salvo mi sonrisa. Tomad mis ojos: insultadme por no ver, la misma luz. Tomad mis orejas: quejaos furiosos ante sus sonidos distorsionados. Tomad mi lengua: burlaros de ella, de todas sus voces. 30

Tomadlo todo. Pero no me quitéis mi sonrisa. Sin mi sonrisa. Sin mi sonrisa no sé vivir. Sin mi sonrisa no soy nada. Ante vivir en un mundo de mentira, tomadlo todo, salvo mi sonrisa. Tomadlo todo a la fuerza: mi sonrisa es mía, mi libertad.

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Soy un poema

Soy un poema, un poema que, empezó a escribirse antes de nacer, desde que dos nombres se unieron conectados por el verbo amar. Soy un poema porque existo, y desde mi propia existencia aporto un mensaje de vida, aunque algunos no lo comprendan. Soy un poema sin estilo claro, en el que mis versos en conjunto componen una rima que no es rima, congruente para algunos y sin sentido para otros. Soy un poema que expresa la traducción de un sueño, la muestra de un estilo con un orden, la libertad de un conjunto de creencias que salen de mi solamente. 32

Soy un poema que se escribe con la tinta obsequiada por el universo, compuesta de linaje y herencia, traduciendo ideas en palabras y palabras en acciones. Soy un poema que mejora con el tiempo y la expresión, comprendiendo diariamente, que cada quien es su propio poema estando presentes cuando nos recuerdan. Soy un poema único y deseo seguirme escribiendo, respetando reglas gramaticales, reconociendo los límites estructurales, para poder seguir siendo un poema, un poema que signifique algo para alguien.

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Miro a las cosas amarillas Miro a las cosas amarillas, que salen de mis transparentes objetos, veo varias cosas que uniéndose, eclosionarán. Pero algunas la sorpresa guardan, más no estallan, si no se convierten en blanco ser. De aquel blanco ser, que mueve su siniestra mano, liderando a su oscura compañía. Galopando cuatro caballos, que hipocresía viste su líder, que de acero enroscado y sujetante, de oro negro que sale a borbotones, más un Milhouse mareante.

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Premio poesía grupal premio Fundación Orange

Recuerdos El recuerdo es un pensamiento que viene del pasado, viene para traernos lo que de menos echamos. Personas que hemos querido, canciones y olores grabados, imágenes y aventuras que la mente ha almacenado. Los recuerdos son sensibles y siempre están a tu lado, porque los recuerdos son vida, son huellas del camino andado, piezas de un puzzle de historia, tu tesoro mejor guardado.

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Recortes

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El barco de arroz En mi tierra hay un barquito, que no se mueve desde hace añitos. Naufragó en el mar y ya no pudo navegar. Venía de tierras lejanas, traía arroz para semanas. ¡Qué pena! ¡Qué horror! El barquito naufragó. Se salvaron todos sus tripulantes y aunque era un barco mercante se veía muy elegante. ¡Qué pena! ¡Qué de arroz! ¡En el fondo del mar cayó! Desde la playa yo veo el barquito de arroz, que hasta un dicho muy gracioso en mi tierra generó: ¡Estás más perdido que el barco del arroz! Al barquito vienen a verlo desde Madrid, Lugo, Córdoba y Badajoz. En Sanlúcar yo te espero y te lo enseño mejor.

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El camino de las estrellas Dulce señorío, cambio de país, ausencia del trópico, bella libertad penas y alegrías, timidez y hambre. Búsqueda de trabajo dulce desafío, momento crítico. Cambio de temporal, cambio ritual, nuevas lenguas, nuevo lenguaje. Días serenos. Dejan sus familiares, rechazo patrimonial. Nadie los quiere. Soledad continua. Nuevos retos, duras labores, fuerza bruta policial. Viaje sin retorno. Sin dinero para poder comer … y sin trabajo. Sin ayuda de gente gente que puede ayudar. Muchas calamidades, lugar sin fin. Caminos rotos y empedrados. Maltrato de gente. Sin agua, sin luz. Lugar de fango y barro. Gente sin sentimiento, casas caídas y mendigos en las calles. Emigrantes que vienen a la aventura. Le ponen muchas barreras, imposible para ser feliz. Autoridad sin control, porras y tiros, palos y cosas serias. Paisajes bellos, 50

iglesias chulas, Gente humilde, hermoso día mariposas con colorines, cante de aves gente enana y genios. Libros literarios. Sonrisas y lágrimas y experimentos asombrosos y por fin … sol sin tiros.

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Premio narrativa individual premio Fundación Seur

Amor imposible Esto era un tapón que vivía en la fábrica de bebidas y todos los días veía pasar las botellas por la cinta transportadora, todas parecían idénticas, pero un día vio una botella muy hermosa, elegante y con una sonrisa encantadora, es decir, una botella muy atractiva. Entonces él se enamoró de esta botella y de la emoción se volvió rojo. La botella también vio los tapones que había y al ver este tapón con esos colores tan llamativos que le hacían muy atractivo, se enamoró de él. La máquina que colocaba los tapones encima de las botellas y los enroscaba era muy inteligente y se dio cuenta del amor entre el tapón y la botella, por eso los puso juntos. Por lo que respecta a la botella y el tapón, salieron de la fábrica muy contentos de estar juntos por primera vez y un niño compró esta botella y la colocó dentro de la nevera. Ellos eran felices, se querían mucho, aunque dentro de la nueva casa pasaban ratos separados; esto ocurría cuando alguien quería beber el líquido que había dentro de la botella y dejaba el tapón en otro lugar. En esos momentos, desde la distancia se hacían señales y hablaban de su amor. Eran una pareja muy feliz y su amor era muy grande, por eso no pasaban frío en la nevera. Un día que las ventanas estaban abiertas y el viento soplaba muy fuerte, un niño cogió un tapón y jugó con él, después como era despistado, dejó el tapón en la mesa cerca de la ventana. Entonces el viento sopló muy fuerte y el tapón comenzó a volar, salió de la casa por la ventana y como este viento era rencoroso, dejó de soplar de repente y el tapón cayó a tierra desde un sexto piso; al llegar a tierra estaba muy herido y dolorido a la vez que triste. El viento lo vio y quería hacerlo más desgraciado, deseaba su muerte. La botella escuchó los gritos de su amor y caminando poco a poco llegó a la ventana, donde vio el tapón y su sufrimiento, por tanto decidió salvarlo, entonces saltó desde el sexto piso y llegó donde estaba su amor pero no se dio cuenta de que ella era de cristal y al llegar a tierra se partió en muchos trozos. 55

Un niño que pasaba por la calle vio la tragedia y en el lugar donde ahora descansan los restos de la botella colocó una rosa y dibujó un corazón en recuerdo de los enamorados que querían vivir un amor imposible.

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Cristofer el zorro Nace Cristofer: En los bosques de la frontera entre Chile y Argentina había una pareja de zorros colorados que una mañana tuvieron un cachorro al cual le pusieron el nombre de Cristofer. Lina y Ken, que así se llamaban los zorros, tuvieron un pequeño que era blanco con los ojos azulados, estos les preocupaba porque podía se presa fácil de depredadores debido a su color. El zorrito creció feliz rodeado de amor y cuidados por parte de su madre y su padre quienes nunca le permitían salir de su guarida por temor a lo que pudiera suceder debido a sus diferencias físicas. Sin embargo, llegó el día en que a Cristofer no le bastaba con asomarse a la entrada de su casa y mirar tímidamente el mundo lleno de luz y verdor y con voz suplicante le dice a su madre y a su padre: -Por favor madre, por favor padre, quiero salir afuera, quiero ver el mundo de la luz. Los padres se miraron aterrados y suspiraron profundamente. Su padre dijo con voz grave y algo preocupado: -Bueno hijo mío, creo que ya no te podemos tener más adentro de nuestra guarida, pero me gustaría acompañarte – le dijo su padre. -¡Grandioso, padre!- dijo emocionado Cristofer con un salto de alegría. -Sí, Cristofer. Tu padre te enseñará a ser cauteloso. -¿Qué es ser cauteloso?-preguntó Cristofer frunciendo el ceño. -Es saber cómo precaver los peligros- respondió Lina. Cristofer salió con su padre sin alejarse mucho y a partir de ese día eran frecuentes sus paseos con sus padres quienes con amor le enseñaban muchas cosas que todo zorro debe saber. A veces sucedía que en sus paseos se encontraban con otro animalito del bosque o con algún otro zorro con sus crías quienes se burlaban de Cristofer debido a su color, pero Ken y Lina siempre le explicaban que las diferencias no importaban si se sabía ser honesto y astuto. Ante las burlas y desprecios de los demás sus padres siempre lo defendían. Su madre Lina le enseñaba todos los peligros hasta el 57

peor de ellos: el ser humano que quema los bosques, contaminaba mares y ríos y cazaba furtivamente a los animales salvajes. Además de los peligros, también la zorra le enseñó a ser honesto, astuto y cauteloso. Primer encuentro con el hombre: Cristofer, gracias a sus padres aprendió cosas nuevas cada día y era feliz. Pero cerca de ahí estaba la cabaña del Villanio el cazador furtivo que había llegado ya muy lejos matando muchos animales de manera cruel. El primer encuentro de nuestro zorro blanco con el cazador fue algo triste: Cristofer ya era adolescente e iba caminando por un claro del bosque enseñándole a su madre las cosas que aprendió en las exploraciones con su padre y la pasaban bien, pero no por mucho tiempo. De pronto, las aves comenzaron a volar y entre la maleza penetró una sombra siniestra y de pronto se disparó un rifle. Lina fue herida y así tuvieron que correr los dos hacia su guarida, una vez en ella Lina se tumbó al suelo con mucho dolor, su padre le lamía tratando de calmarla. A Cristofer esta escena le dolió mucho y se marchó cabizbajo. Por suerte su madre se recuperó, pero Cristofer no olvidó nunca lo sucedido. Un tiempo después, Cristofer entabló amistad con un tucán llamado Rafael. Todo sucedió cuando Rafael había sido atrapado por una de las trampas de Villanio, el malvado cazador, y al oír sus lamentos Cristofer acudió en su ayuda y logró liberarlo. A partir de ese momento nuestro zorro tuvo su primer y fiel amigo. La captura. Estaba Cristofer caminando por la pradera cuando de pronto cayó sobre él una inmensa red. El cánido se retorcía desesperadamente pero en eso llegó volando Rafael y le dijo que le avisaría a los guardabosques y se alejó volando. Villanio amarró la boca de la red y se la llevó a su cabaña riendo con maldad metálica y entró a dormir la siesta. Cristofer no era el único cautivo, también habían tres huemules, dos conejos y un caballo que Villanio le había robado a un granjero. Leal era el perro que custodiaba a los animales, pero estaba cansado 58

de los maltratos que recibía, por lo que no le costó nada a Cristofer convencerlo de que lo liberarse: -Escucha hermano, somos de la misma familia, como cánidos, es decir que somos parientes- le explicó Cristofer a Leal-puedes hacer una buena acción si me liberas, primo. No es justo estar así encerrado, piensa que puedes tú también sufrir algo así. Después de las palabras de Cristofer, Leal le ayudó a salir y una vez fuera de su encierro, nuestro zorro liberó a los venados, a los conejos y al caballo el cual regresó con el granjero. Al despertar el cazador, colérico, tomó el fusil y llamó a los perros. Al encontrar al zorro le apuntó con el fusil pero el tucán Rafael, quien llegaba en ese momento, revoloteó sobre el malvado cazador a quién le fue imposible disparar a Christofer. Villanio encolerizado, trató de matar con el fusil a Rafael, pero cuando se disponía a dispararle llegaron los guardabosques y le quitaron el arma, lo esposaron y los llevaron a la ciudad acusado de caza furtiva y tráfico ilegal de pieles y animales. Leal decidió volverse perro de los guardabosques. Y el malvado Villanio terminó en prisión por un buen tiempo. Cristofer vivió feliz en los bosques y llanuras entre Chile y Argentina junto a su familia, a su amigo Rafael y a sus congéneres, quienes los respetaron y admiraron a pesar de ser un zorro blanco, algo diferente a ellos.

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Calzado desigual

CAPÍTULO 1: SOCIEDAD QUE DEJA HUELLA Antes de empezar con la verdadera historia permíteme una pequeña introducción. Nuestra historia transcurre en una ciudad normal con gente normal, pero lo que esta gente no sabe es que cuando se hace noche la sociedad pasa de ser de humanos a ser de calzados. En efecto, por la noche los zapatos, las botas, las chanclas, las deportivas, incluso las aletas de buceo salen de sus casas y recorren la ciudad para pa60

sar el tiempo. Los calzados se relajan en el parque, juegan al fútbol, hacen carreras, visitan museos y muchas más cosas. El centro de la sociedad de calzados es el centro comercial donde nacieron. Dirigidos por el dictador Kin-Yu, el cual es una bota de escalada, nadie sabe nada de este dictador antes de subir al poder, lo que sí se sabe es que desterró al anterior presidente amenazándolo con pisarlo. Como imaginarás cada calzado va acompañado de otro exactamente igual, a estos compañeros ellos los llaman “hermanos” pero no lo dicen en sentido literal, pues tienen permitido hacer cosas que nosotros no podemos hacer con los hermanos como enamorarse, es más, si un calzado se enamora de su “hermano” tendrá suerte pues a Kin-Yu no le gusta nada el romance entre 2 calzados distintos y no siente ningún remordimiento de conciencia cuando mata a la pareja, pero como sabes el amor es ciego y muy a menudo los calzados rompen la regla. CAPÍTULO 2: UN AMOR PROHIBIDO Nuestra verdadera historia empieza un día cuando un zapato llamado Zapo iba junto con su hermano Zapi en los pies de su dueño, cuando éste se pone a preguntar una dirección a una mujer. La mujer llevaba unas botas de goma rojas llamadas Cloi y Zúa. De inmediato, Zapo se enamoró de Cloi, se presentaron y se pusieron a hablar; antes de que sus dueños siguieran su camino, quedaron en verse en el parque esa misma noche. Zapo encontró a Cloi en el parque al lado de la fuente, primero se pusieron a caminar juntos y luego a mirar las estrellas y a hablar de sus gustos y aficiones; se dieron entonces cuenta de todo lo que tenían en común. Mientras tanto Zapi y Zúa los miraban a distancia, entre ellos no había ningún amor, fue una noche muy romántica que finalizó con un beso y un amanecer con un bello crepúsculo antes de que cada uno volviera a su casa. Zapo y Cloi quedaron en volver a verse la noche siguiente en el mismo sitio. Todo parecía de color de rosa pero no se habían dado cuenta de que dos calcetines espías de Kin-Yu los habían estado espiando desde un arbusto toda la noche.

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CAPÍTULO 3: LA MUERTE DE CLOI. A la noche siguiente el calcetín espía azul Blue y el calcetín espía rojo y apestoso Cabral contaron a su jefe Kin-Yu lo que habían visto la noche anterior. Kin-Yú gritó: ¿Cómo? ¡Ya es la enémisa vez que hay dos calzados diferentes que se saltan mi regla de amor entre modelos, cuando los veo tan desiguales se me retuercen los clavos de mi suela, da igual, acabarán como los demás! Blue y Cabral ejecutar el mecanismo de exterminio DCP (ósea, dar de comer al perro). Mientras tanto en el parque Zapo y Cloi estaban en una situación tan romántica como la última vez, escondidos entre las copas de 2 árboles. Blue y Cabral apuntaban a los enamorados con unos tirachinas con carne picada en el centro, mientras a la entrada del parque el “hermano” y sirviente de Kin-Yu, llamado Paspás, sujetaba la correa de una perra de raza gran danés con piel blanca y manchas negras. Blue y Cabral dispararon sus tirachinas y la carne fue a parar en las hormas de Zapo y Cloi. En ese momento, Paspás soltó la correa de la perra y ésta siguió el olor de la carne hacia nuestros enamorados. Al ver el animal que se les echaba encima, Zapo y Cloi salieron huyendo, la perra los persiguió por todo el parque. Zapo preguntó: ¿Por qué nos persigue? Zapi aclaró: porque tenéis carne en vuestras hormas, meteros en la fuente y os limpiaréis. Zapo y Cloi corrieron en dirección a la fuente del parque . Entonces la tragedia llegó cuando Cloi tropieza con una piel de plátano quedándose atrás y la perra la alcanza y se la come. Zapo se para un segundo y consigue ver cómo Cloi desaparece en las fauces del canino. Luego, la perra pone su atención en Zapo. Éste se mete en la fuente a tiempo y el agua hace desaparecer el olor. Pozo después Zapo sale de la fuente y sigue a la perra. Zapi detiene a Zapo y le dice: Lo siento Zapo, Cloi ha muerto. CAPÍTULO 4: REBELIÓN CONTRA EL SISTEMA Unos tres años y medio después de la muerte de Cloi, Zapo siguió 62

llorando su pérdida como si hubiera ocurrido ayer, hasta el punto de que aún suelta lágrimas. Zapi se pasa las noches intentando consolarlo. Una noche sus lamentos quedaron interrumpidos cuando una zapatilla de deporte llamada Iker les cuenta a los zapatos que él también ha sido víctima de Kin-Yu. A continuación pidió que le siguieran a un lugar secreto donde les explicará más a fondo. Nuestros zapatos siguieron a Iker hasta un sótano, allí se encontraron con más calzados. Iker les explicó que él y todos los calzados del sótano habían tenido problemas con Kin-Yu hasta el punto de jugarse la vida. Luego, Iker presentó a sus compañeros y les explicó cuáles habían sido sus problemas. Entre el grupo estaba su novia Isabel que antes era un zapato de tacón pero cuando Kin-Yu se enteró, intentó destruirlos. Al igual que Zapo, Iker logró escapar pero Isabel fue capturada y enviada al reciclaje. Isabel resucitó transformada en un bolso. Iker y ella siguen siendo novios, ya no tienen problemas pues la mente de Kin-Yu es tan cerrada con lo de las parejas diferentes que no puede ni sospechar que estén enamorados. También estaba el “hermano” de Iker llamado Torres y la hermana de Isabel llamada Ivón. También había una aleta de natación azul llamada Edi que estaba enamorada de una aleta de color amarilla llamada Nala. Cuando los esbirros de Kin-Yu se topan con Edi llamado Wuil y la “hermana” de Nala llamada Moto. Por último, había una chancla llamada Ben y su “hermana” Maldiva, ellos 2 estaban enamorados así que no tenían problemas con Kin-Yu, pero igualmente estaban en contra de la tiranía del dictador. Iker aclaró a Zapo y a Zapi que habían formado una rebelión contra la dictadura de Kin-Yu y pidió a Zapo y a Zapi que se unieran a la causa. Ellos aceptaron con muchas ganas. Iker dijo que lo primero que tenían que hacer era reclutar a un ejército que les permitiera dar un golpe de estado. CAPÍTULO 5: RECLUTAMIENTO Iker tenía bien claro el primer paso del reclutamiento. Consistía en ir al vertedero a por calzados desechados. Además, muchos de ellos 63

estaban allí por culpa de Kin-Yu por lo que no habría problemas de que se negasen en unirse a la rebelión. Zapo y el resto recorrieron la ciudad hasta llegar a las afueras donde estaba el vertedero. Allí Isabel e Ivón no paraban de quejarse, pues ellas habían pertenecido a una señora rica que vivía en una mansión. Mientras nuestros héroes buscaban entre la chatarra, una rata apareció con la intención de roerlos. Zapo y los demás salieron huyendo mientras la rata les pisaba los talones. La persecución acabó cuando nuestros protagonistas llegaron a un callejón sin salida. De pronto, apareció Zúa y se puso a pelear con la rata dándole pisotones y patadas, finalmente la rata salió huyendo. Zapo y Zapi se sorprendieron pues no la habían visto desde la muerte de su “hermana” Cloi, Zúa explicó que al día siguiente de la muerte de Cloi su dueña no pudo encontrar el par para calzarse, así que decidió tirar a Zúa a la basura. Estar tanto tiempo rodeada de ratas y demás alimañas la volvió una mujer de armas tomar. Zapi le contó lo que estaban haciendo allí. Luego le preguntó si habían visto a más calzados. Nuestros héroes volvieron al sótano con Zúa y el resto de calzados. Para Iker era obvio que necesitaban un ejército más grande, así que pidió ideas. A Moto se le ocurrió esconderse en un abrigo sujetado por un maniquí, hecho con barras de metal y con 2 calzados moviendo los brazos para entrar en la zapatería del centro comercial y comprar los calzados. A Iker le pareció buena idea pero el problema era que no tenían dinero, Isabel e Ivón recordaron a Iker que ellas procedían de una mansión y que su antigua dueña tenía tanto dinero que no notaría la diferencia si le cogían un poco. Nuestros héroes fueron a la mansión, recogieron el dinero suficiente para comprar todos los calzados de la zapatería y construyeron el maniquí. Cuando se hizo de día, entraron con el disfraz en la zapatería y compraron hasta el último de los calzados. Cuando se fueron, se pudo oír al vendedor decir que estaba forrado. Ya tenían un ejército enorme, pero no cómo para vencer a los calcetines de Kin-Yu. Por último, Torres ideó repartir carteles por la calle en los que daban la dirección del sótano diciendo que daban un encerado gratis. Un montón de calzados cayeron en el engaño y fueron al sótano. Cuando se enteraron del engaño se enfadaron pero Iker les 64

explicó todo y al final se unieron a la causa. CAPÍTULO 6: LA GUARIDA DEL MAL Aunque el plan de nuestros protagonistas era bueno, la ausencia repentina de un montón de calzados no pasó desapercibida para los esbirros de Kin-Yu, Blue y Cabral que entraron en la guarida del dictador (que era una papelería) y le pillaron ejecutando un patín chico y una zapatilla de bailarina chica con la maniobra TT (tirar al triturador). Cuando acabó, los calcetines le contaron lo del éxito de la zapatería y la desaparición de la mayoría de los calzados por la noche, le avisaron que se podría estar formando un complot contra él. Kin-Yu soltó un grito exclamando: ¡Ah, no! Esta noticia puso a Kin-Yu de los nervios, así que para calmarse pidió a Paspás que le trajera una taza de café. Mientras esperaba el café, ordenó a Blue y a Cabrales que cogiera a otros calcetines y que buscase a los rebeldes por todas partes incluyendo alcantarillas, tejados, piscinas de bolas y cubos de basura; también amenazó a los dos calcetines con usar la maniobra GS (gusanos de seda) contra ellos sino los encontraban. Cuando Blue y Cabral se fueron volvió Paspás con el café, después de que el dictador se lo tomase Paspás rogó que tuviese piedad con sus plebeyos y que dejase de matar a felices parejas de enamorados. Kin-Yu respondió: eres un buen “hermano”, eres obediente, puntual y educado, pero sientes una compasión por mis plebeyos que me dan ganas de vomitar. Después, Kin-Yu se puso a cantar una oscura canción en la que hablaba de lo heroico que era su papel de erradicar lo que él definía como un acto sobrenatural que ponía en peligro la vida de la propia pareja y dijo que él mataba a los enamorados antes de que su amor les matara. Finalmente, acabó la canción repitiendo cada vez más alto: ¡Yo acabaré con lo sobrenatural! Concluyendo con una risa diabólica.

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CAPÍTULO 7: EL REGISTRO De vuelta en el sótano, había tal cantidad de calzados que hubiese sido difícil andar por allí sin pisarlos. Estaban montando un escándalo enorme mientras hablaban entre ellos, al menos hasta que Iker subió de un salto a una caja y gritó pidiendo orden y atención. Cuando todos los calzados se callaron, Iker contó: estamos todos reunidos para hacer caer al dictador Kin-Yu y su ejército de calcetines, pero no ganaremos si no tenemos armas y una buena estrategia. Ahora mismo nosotros somos 160 y ellos son 138, los superamos por muy poco. Zúa, tú te encargarás de fabricar las armas ¿cómo van a ser? Zúa propuso que algunos calzados llevaran ratoneras porque los calcetines usan ratas; otros calcetines llevan clavos así que otros calzados tendrían escudos de metal. También hay calcetines con lanzallamas por lo que otros calzados tendrían pistolas de agua. Por último, otros calcetines tiran chinchetas y algunos calzados llevarían pequeñas escobas. Iker continuó su discurso: Zapo, tú dirigirás al ejército, tú Zapi serás el entrenador del ejército. Del abastecimiento se encargarán Ben y Maldiva. Torres, te encargarás de buscar material para hacer las armas, e Ivón se ocupará de la vigilancia. Por último, Isabel contendrá a Kin-Yu en su interior hasta que lo metamos en una caja con destino a algún lugar lejano. Edi preguntó si para las aletas de natación no habría nada. Iker confesó que se habían olvidado de ellos y les asignó ser el equipo de animación para el ejército. Iker empezó a hablar de otra cosa, pero fue interrumpido por Ivón que gritó: alguien llama a la puerta. Cundió el pánico entre los calzados, Iker bajó de la caja y abrió una puerta secreta. Dijo que todos los calzados que formarían el ejército entran y eso fue lo que ocurrió. Luego, abrió la puerta y entraron Blue, Cabral y otros calcetines, se pusieron a remover el sótano pero los únicos calzados que veían eran nuestros héroes (por cierto Edi se había pintado de amarillo con una lata de pintura que había cerca), en el interior del cuarto secreto un zapato de cocodrilo estornudó. 66

Cabral preguntó qué había sido eso, Zapo les dijo que eran ratones. Los calcetines siguieron buscando por todas partes menos en el cuarto secreto. Cuando los calcetines se fueron, los demás calzados salieron del cuarto y Zapo preguntó a Iker que cómo es que había un escondite en el sótano. La zapatilla de deporte respondió que él mismo lo había construido pues sabía que esto iba a pasar. Luego Iker, subió a la caja y acabó el discurso: habéis visto, han estado a punto de pillarnos. El mínimo fallo y estaremos acabados, por lo que a partir de ahora todos tenemos que tener el máximo cuidado. Mañana empezaremos el entrenamiento. CAPÍTULO 8: EL ENTRENAMIENTO A la noche siguiente, Torres recorrió la ciudad en busca de materiales para hacer las armas. Sacó las ratoneras de algunas casas. El metal rectangular para hacer los escudos salió de una obra, las pistolas de agua de una piscina y las escobas de una tienda de limpieza. Un día más adelante, Zúa adaptó estas cosas a los cuerpos de los calzados usando cola (las pistolas de agua estaban sujetas con celo al gatillo para que los calzados dispararan haciendo tan sólo una mueca). Zapi se puso a enseñar a los calzados cómo usar sus armas contra el ejército de calcetines y sus ratas, lanzallamas, clavos y chinchetas. Ivón vigilaba desde el tejado de la casa del sótano que ningún calcetín se acercase demasiado, mientras Blue y Cabral temblaban y sudaban cada día más, pues sabían que se les estaba acabando el tiempo; y era lógico, porque a Kin-Yu se le estaba acabando la paciencia. Los dos calcetines sudaban tanto que ahora apestaban el triple. Pasaron los días y las semanas al principio al ejército se le daba fatal usar las armas pero con el tiempo mejoraron. Zúa no paraba de mostrar lo dura que se habían vuelto y eso empezó a despertar amor en Zapi que hasta entonces no le había gustado Zúa, pero ahora ella se había convertido en su tipo. Pasó todo un mes y finalmente Iker dio el visto bueno al entrenamiento. Ya estaban listos para la guerra. CAPÍTULO 9: EL SECUESTRO

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La noche anterior a la batalla, se hizo una fiesta celebrando la cercana caída de la dictadura. Había música, incluso una bola de discoteca en el techo del sótano. Todos los calzados bailaban y jugaban a las sillas, a la gallinita ciega y al veo-veo. También se bailaba la conga, Ben y Maldiva llevaban encima bandejas y repartían comida entre los calzados, la comida era tropical ya que Ben y Maldiva eran de origen hawaiano. Todos reían y eran felices, incluso Zapo, al menos hasta que vio besarse a Ben y Maldiva. Entonces se acordó de su amada Cloi, Zapo se puso triste, se apartó del grupo, subió a una pila de libros y se quedó un minuto absorto en sus pensamientos. Luego, apareció Zapi y le comentó que se había enamorado de Zúa. Como cabría esperar, Zapo se puso más triste y echó a llorar. Zapi se dio cuenta y pidió perdón. Luego, Zapi preguntó a su hermano que cómo podía estar llorando la pérdida de Cloi después de 3 años y medio. Zapo le dijo: ¿cómo te sentirías si se te muriera Zúa? Zapi admitió que eso sería tan horrible que no podía ni imaginarlo. Zapo recomendó a Zapi que confesara sus sentimientos a Zúa. Zapi volvió a dejar sólo a su “hermano”, se dirigió a Zúa y después de unos tartamudeos le confesó que la amaba. Ella le confesó que sentía lo mismo, se miraron un rato y después se besaron. Fueron interrumpidos por la conga. Zúa exclamó que ese sitio era poco romántico y propuso salir fuera. Zapi se negó pues sabía que los calcetines les estaban buscando. Zúa tuvo la idea de subir al tejado pues pensaba que los calcetines no buscarían allí arriba, pero fue un terrible error. Cuando salieron y se pusieron a arrullarse en un tejado, apareció un calcetín sobre la cabeza de un murciélago y se los llevó volando. Ivón se dio cuenta del secuestro y siguió al murciélago. Después, dio un salto y lo atrapó por el ala, pero el murciélago dio un fuerte aleteo e hizo que Ivón se cayera aterrizando en un contenedor de basura. Ivón salió de allí y fue a avisar a los demás. El murciélago los llevó hacia la presencia de Kin-Yu, éste los ató con unas cuerdas y les insistió para que le revelasen la ubicación de sus compañeros. Pero Zapi y Zúa se negaron y confesaron que preferían morir antes de traicionar al resto. Kin-Yo declaró que el deseo de morir se cumpliría si no cantaban antes de la media noche de mañana. Paspás 68

habían visto todo a escondidas y decidió que debía traicionar a su “hermano”. CAPÍTULO 10: EL SECRETO MEJOR GUARDADO En el sótano se formó un revuelo con la noticia de Ivón. Hasta se oía a una bota de submarinista gritar: ¡esto clama venganza! De repente, llamaron a la puerta. El ejército de calzados se escondió de nuevo en el cuarto secreto. Luego, nuestros héroes abrieron la puerta y vieron a Paspás. Como estaba sólo, se tiraron encima de él pues sabían que era el mayordomo de Kin-Yu. Luego, lo soltaron cuando confesó que estaba harta del dictador y sus matanzas. Paspás les contó que Kin-Yu intentó que Zapo y Zua revelaran el escondite y que les había dado un plazo para cantar hasta la media noche de mañana. Nuestros amigos suspiraron al saber que aún seguían con vida y que tenían tiempo para rescatarlos. Zapo hizo la reveladora pregunta de por qué Kin-Yu era tan malo. Paspás se puso a contarles la historia, que él y su “hermano” eran los únicos que la conocían. Contó que hace mucho tiempo él y Kin-Yu pertenecían a un escalador el cual escalaba montañas nevadas muy a menudo. A ellos dos les encantaba disfrutar de la naturaleza, el aire puro y las vistas, pero sin duda, a quien más le gustaba era a Kin-Yu, el cual disfrutaba como un niño pequeño. Antes de llegar a la montaña había que atravesar una estación de esquí que también tenía un campo de patinaje sobre hielo. Un día, Kin-Yu conoció a una chica que era un patín de hielo, se llamaba Heidi, era guapa y lista y era de un llamativo color rosa. Kin-Yu se enamoró de ella a primera vista. Entonces quedaron para una cita por la noche. Después vinieron más citas, pero a Kin-Yu le gustaba tanto la montaña como a Heidi, así que un día la propuso pasar una cita escalando esa montaña. Heidi se negó, sabía que era peligroso para un calzado que no fuera para escalar. Kin-Yu insistió y al final se fue con ellos. Lo estaban pasando bien hasta que llegaron hasta un pequeño barranco, Kin-Yu y Paspás lo saltaron sin problema pues se agarraron con sus clavos, pero cuando Heidi saltó resbaló con su cuchilla al caer al otro lado y se cayó al vacío. Preocupados, Paspás y Kin-Yu bajaron la montaña y al pie encontraron 69

a Heidi muerta. Al caer, se separó la cuchilla y cuando llegó al suelo se le clavó. Kin-Yu lloró ante el cadáver de su amada. Después se puso serio y echó la culpa de la muerte de Heidi a que era diferente y las diferencias hacían que el amor fuera imposible sin una tragedia. Paspás intentó convencer a su hermano que él era el único culpable, que no hubiera pasado si no se hubiera empeñado en sus deseos egoístas y se hubiese adaptado a las necesidades de su amada. Pero Kin-Yu no hizo caso. Años después, se hizo con el control del gobierno y empezó con el genocidio. Al acabar la historia todos los calzados lloraban. Zapo comentó: ¡qué historia más triste, la verdad es que sé por lo que ha pasado! Paspás se marchó. Iker declaró que el plan continuará como hasta ahora. La próxima noche empezaría la guerra. CAPÍTULO 11: A LA GUERRA Llegó la noche de la batalla. Nuestros héroes abandonaron el sótano junto al ejército que estaba completamente armado. Recorrieron la ciudad hasta llegar al centro comercial y recorrieron los espaciosos pasillos llenos de tiendas, también subieron unas cuantas escaleras mecánicas. Mientras avanzaban, el ejército cantaba: ¡a la guerra vamos ya, ya, y a los calcetines vamos a tumbar, tumbar, a Kin-Yu vamos destronar, destronar! Continuaron marchando hasta que encontraron a los calcetines armados cerca de una tienda de animales. Delante del ejército de calcetines estaban Blue armado con un lanzallamas y Cabral con un clavo. Los dos bandos se pararon y se callaron unos segundos. Zapo y Blue gritaron: ¡al ataque! Entonces los 2 ejércitos se lanzaron uno contra el otro y empezó la batalla. Los calcetines soltaron a sus ratas. Los calzados las asustaban con las ratoneras. Los calcetines con lanzallamas caían como moscas ante las pistolas de agua. Los clavos no se clavaban en los calzados gracias a los escudos. Las chinchetas eran barridas del paso de los calzados por las escobas. Mientras tanto, Nala, Moto, 70

Edi y Wuil saltaban dando ánimos al bando de los buenos. Todo parecía que iba a favor de los calzados, pero los calcetines cambiaron de estrategia. En vez de enfrentarse a sus contrarios, los malos se enfrentaron a los que no tenían ventaja. Por ejemplo, ahora los calcetines con lanzallamas iban a por los calzados con escudos. La balanza había cambiado de dirección. Mientras que los buenos sólo se abrían camino, los malos no tenían ningún reparo en matar a los rivales. El ejército de los calzados era mayor en número, pero esto de poco servía pues los calcetines habían practicado la ofensiva durante años. Todos los miembros del ejército de los calzados murieron, sólo quedaban nuestros protagonistas, parecía que el mal había vencido, cuando pasó algo completamente inesperado. Apareció la perra gran danés junto con un macho de su raza y 3 cachorros , pero lo más increíble era que Cloi estaba viva sobre la cabeza de la perra. Los perros gran danés se pusieron a atacar a los calcetines dándoles mordiscos y agitarlos. No mucho después, los calcetines salieron huyendo, solamente Blue y Cabral siguieron luchando, la perra cogió a los dos con la boca y los lanzó por los aires. Los dos calcetines atravesaron el agujero del cristal que había en la tienda de animales que se había producido en el combate cuando lo atravesó un escudo que salió volando. Blue y Cabral cayeron en una urna llena de gusanos de seda que se los comieron. Sus últimas palabras fueron: ¡la maniobra GS! CAPÍTULO 12: DENTRO DE UN PERRO Cloi bajó de la perra, se despidió de ella y de su familia. Cuando los perros se fueron, Zapo dio un abrazo a Cloi con sus cordones y le dijo que pensaba que había muerto. Ella confesó que le había echado de menos, Zapo preguntó que cómo era posible pues él había visto cómo se la había comido la perra. Cloi se puso a explicar lo que había ocurrido. Cuando la perra se la comió, Cloi bajó por el esófago hasta llegar al estómago, allí ella se puso a dar saltos por el estómago y a forcejear, incluso intentó escalar el esófago, pero entre que ella no tenía brazos y que el esfínter de la entrada del estómago está cerrado era imposible escapar. No le quedó más remedio que resignar71

se. Pasaron los días pero gracias a que Cloi estaba hecha de goma no fue digerida, lo único que digerió fue la carne picada que tenía en la horma. Cloi no se sentía a gusto, todo estaba oscuro y viscoso lo único que había para comer era lo que la perra comía que en general era pienso. También era un sitio aburrido, no había nada que hacer salvo moverse ligeramente, por supuesto no había nadie con quien hablar así que Cloi estaba callada la mayor parte del tiempo. Ella no paraba de pensar en Zapo, se acordaba de lo bien que lo pasaban en sus citas. Cuando pensaba mucho en él lloraba. Muchas veces dormía durante largo tiempo para ahorrarse el sufrimiento. Mientras tanto, la perra había conocido a un perro con el cual se apareó y tuvo 3 cachorros. Es evidente que Cloi no se dio cuenta de todo esto, lo único que percibió fue una sacudida cuando.(censurado). Pasaron semanas, meses, años, hasta que a los 3 años y medio la perra comió carne en mal estado y vomitó a Cloi. Ella no perdió el tiempo y corrió al parque a buscar a Zapo, pero no estaba, así que hizo que la perra y su familia siguieran el rastro de su amado y en fin el resto ya lo conocéis. Cuando acabó la historia, Zapo se dio cuenta de que ya era casi media noche y que Zapi y Zúa estaban a punto de morir, por lo que dio la orden de ir a la guarida de Kin-Yu. CAPÍTULO 13: CAÍDA DE LA DICTADURA Cuando llegaron a la guarida se encontraron a Zapi y a Zúa atados con una cuerda sobre una tabla. Detrás de ellos estaba Kin-Yu apuntando con sus clavos a la pareja para que saltaran a un barril de disolvente. Kin-Yu llamaba a esto maniobra BD (baño disolvente), Zapo gritó al dictador que se detuviera. Kin-Yu se dio cuenta de la presencia de nuestros héroes y, después de susurrar que “se alegraba de verlos”, explicó que iba a matar a Zapi y a Zúa por haber violado sus leyes y por no haber colaborado cuando les obligó a revelar el escondite de nuestros protagonistas. Zapo dijo que cómo podía tener estómago para hacer eso a unos felices enamorados, Kin-Yu soltó un monólogo en el que decía que la naturaleza tenía sus reglas y que los humanos hacían a los calzados en pares iguales porque son conscientes de que llevar dos diferentes harían feo, además 72

de que las diferencias provocaban que los enamorados salieran mal parados. Por eso mataba a las parejas desiguales para imponer la ley de la naturaleza con el miedo, pues, si los calzados cogían miedo, el amor desigual desaparecería. Y acabó diciendo: no lo digo yo, lo dice la naturaleza. Zapo dijo, con mucha astucia y habilidad, que si la naturaleza no quería que existiera amor entre distintos calzados ¿por qué producía atracción entre ellos?. Kin-Yu se quedó callado al no saber qué contestar y luego fue al grano, arrojando a Zapo y a Zúa al disolvente, pero antes de llegar al ácido Cloi dio un salto desde un sitio elevado atrapando a Zapi y Zúa e impidiendo su muerte (Zapi y Zúa se sorprendieron al ver a Cloi viva). Zapo dijo a Kin-Yu que su reinado de terror había llegado a su fin. El dictador se rió diciendo: yo creo que no. Entonces apareció en la guarida todo el ejército de calcetines rodeando a nuestros héroes. Kin-Yu dijo: lo siento zapatos, pero habéis perdido cuando muráis ya ningún calzado se atreverá a tener nunca una pareja diferente. Es así cómo debe ser. Zapo se apresuró a preguntar: y ¿qué pasa con Heidi, ella era un patín de hielo y también fue tu novia? Kin-Yu preguntó ¿cómo sabes eso? Después miró con cara de ira a Paspás. Éste comentó: igual se me escapó la lengüeta. Kin-Yu lo admitió : Sí, yo me enamoré de un patín y luego las leyes de la naturaleza me la arrebataron cuando escalábamos una montaña porque era diferente y no tenía clavos para agarrarse a las rocas. Zapo aclaró: la razón por la que murió fue porque fuiste un egoísta que la obligó a ir a la montaña, tu elemento, y tendrías que haberte adaptado a las necesidades y no haber pensado en las tuyas. En eso consiste el amor verdadero Kin-Yu, rojo de ira, gritó ¡a por ellos! Los calcetines se dirigieron hacia Kin-Yu y le dijeron: nos has mentido, nos dijiste que tu nunca habías tenido una pareja desigual y tus afirmaciones sobre que las relaciones entre calzados diferentes no 73

tienen sentido. Es hora de tu destierro. Kin-Yu se dio cuenta del motín y se dio la vuelta para escapar. Delante de él estaba Paspás que confesó: voy a hacer algo que tendría que haber hecho hace mucho tiempo. Paspás tiró a Kin-Yu al barril de disolvente. El dictador consiguió salir vivo pero se le derritieron los clavos. Los calcetines se tiraron sobre Kin-Yu, lo cogieron y lo metieron dentro de Isabel, después lo trasladaron a una caja que fue puesta en un camión con destino a la tribu de los Batusi donde Kin-Yu no podía hacer daño a ningún calzado. CAPÍTULO 14: BODA DESIGUAL Sin Kin-Yu la dictadura había acabado, pero hacía falta un nuevo presidente. Zapo propuso a Paspás como presidente, cosa con la que estuvieron de acuerdo absolutamente todos los calzados. Paspás juró dirigir a la sociedad de calzados con justicia y compasión y no castigaría los amores entre distintos tipos de calzado, sino que además las bendecía como homenaje a esta hazaña. Y así fue desde entonces. Se hizo una celebración, no sólo por la vuelta de la armonía sino también por la boda de Zapo y Cloi. Fue una noche memorable, lleno de risas, alegría y fuegos artificiales, todo en torno a Zapo y Cloi, una pareja que demuestra lo fuerte que puede ser el amor y, sobretodo, que no había fronteras en el amor. Su amor superaba las leyes, las críticas, el tiempo, las muertes y las diferencias.

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Premio narrativa grupal premio Fundación Seur

La pastelería mágica

El señor Alex es un pastelero muy famoso en el pueblo. En su pastelería vendía palmeras, donuts, cruasán, bizcochos, cuñas, piononos, magdalenas, galletas, tortas, sultanitas, pirámides de chocolate, carmelas y tartas de todos los sabores. Pero sus dulces, no eran unos dulces normales, sino que eran mágicos. Las palmeras de chocolate eran grandes y cuando las mordías te llenabas de alegría; los donuts eran de colores y tenían el poder de darte ganas de bailar; los cruasanes te daban ganas de cantar; con los bizcochos contabas chistes, las cuñas te hacían tener un cuerpo delgado; con los piononos tu belleza resaltaba; las magdalenas estaban riquísimas pero te ponían de mal humor; las galletas te trasladaban a otro planeta; las tortas convertían a quienes la comían en gente famosa; con las sultanitas de coco te volvías loco; con las pirámides de chocolate conseguías una velocidad increíble, se trabajaba muy rápido y tenías mucho tiempo libre; las carmelas eran las que más les gustaban a las abuelas porque les quitaban hasta los dolores de muela; las tartas de sabores eran las de los amores (perdidos, escondidos, ausentes), todos se solucionaban con hincar un diente. Pero este secreto sólo lo conocían los vecinos del pueblo Fantasía, los vecinos de los pueblos cercanos se preguntaban por qué la gen81

te de Fantasía siempre estaban sonriendo. Un día Juanito, un viajero muy simpático y curioso llegó al pueblo Fantasía, quería averiguar lo que allí ocurría. Visitó las plazas, los bares y muchos más lugares, hasta que llegó a la pastelería de Alex. Compró donuts de colores, cuando se los comió sus piernas comenzaron a moverse sin control. Primero su cuerpo bailó un rock and roll, después bulerías y por último salsa y reggaetón. De tanto bailar se cansó y se fue a su hotel para dormir. Cuando despertó no se acordaba de lo que había ocurrido. Juanito se fue a desayunar a una cafetería, y vio en la vitrina pasteles con el letrero de “La Pastelería Mágica”. Juanito reconoció el nombre de la pastelería, era la misma donde estuvo el día anterior. Pidió un cruasán y de repente comenzó a cantar. Todos le miraban sonriendo. No sabía lo que estaba ocurriendo pero empezó a sospechar que el secreto estaba en los dulces de la pastelería. Juanito fue a la pastelería corriendo para investigar sus sospechas. Allí estaba Alex sonriente, como siempre. Juanito le pidió media docena de galletas. Antes de comérselas le preguntó qué ocurriría cuando se comiera las galletas. Alex le miró y le dijo -Pruébala y verás, sólo te digo que cuando no puedas más muérdela y di “Pastelería Mágica”. Juanito se comió una de las galletas. Un haz de luz le iluminó y en un segundo desapareció. Volvió a aparecer segundos después en Marte. Allí no había vida aparentemente, pero Juanito encontró una piedra gigante, que tenía forma de puerta, la tocó y se abrió. Dentro de esa piedra encontró vida … pero no eran humanos, eran extraterrestres. Estos eran delgados y cada uno tenía un color diferente. Parecían ser simpáticos y Juanito se les acercó nervioso. Saludó un poco tembloroso: -¿Ho..o..o..la! – dijo Juanito. -@%@#] – dijeron los extraterrestres. - No os entiendo, yo soy español. Vengo del planeta tierra. ¿habláis mi idioma?. - Yo si hablar – dijo un extraterrestre verde. -¡Qué alegría! ¿Dónde estoy? - Esto ser Marte, tú estar con marcianos. No preocupar, ¿tú ser del 82

pueblo Fantasía? Ellos ser los únicos en conocer nosotros. Yo llamar Arskin- Estoy de visita en Fantasía, y he ido a la pastelería de Alex. Arskin sonrió, tocó un botón y todos los demás extraterrestres empezaron a hablar en castellano. Juanito preguntó todo lo que se le ocurrió sobre su forma de vida, la comida, qué relación tenían entre ellos, etc. El tiempo se le fue muy rápido y Arskin le recomendó a Juanito que regresara porque si no las galletas perderían su poder. Juanito se despidió, lo habían pasado muy bien con ellos, se comió la galleta y dijo “Pastelería Mágica”. Apareció, de nuevo el haz de luz y segundos después estaba en la pastelería de Alex. -¿Cómo lo haces? ¿qué contienen tus dulces?- dijo asombrado Juanito. - No tienen nada, sólo tienes que creer en la magia – le contestó simplemente Alex. - Pero, ¿podrías hacerte rico? ¿Por qué no haces estos pasteles para todo el mundo?. - Porque yo no quiero ser ni rico ni famoso, sólo quiero trabajar en mi pastelería y hacer felices a mis paisanos. Además mis pasteles no tienen nada de especial, sólo están hechos con mucho amor. Si alguien quiere usarlos en otra persona o para otro beneficio no tienen efecto. - ¿Puedo llevarme dulces para mi pueblo?. - Por supuesto, pero allí no tendrán poderes. Ya que la magia sólo se producen en el pueblo. - Entonces ¿para qué me los voy a llevar? - Para saborearlos nada más. - De acuerdo, me los voy a llevar. - Tendrás que guardar el secreto de mi panadería, sino no te venderé más dulces nunca más, además aunque cuentes nadie te creerá. - De acuerdo, no lo contaré. A la semana siguiente Juanito llegó al pueblo de nuevo, iba acompañado de sus colegas. Se acercó a la pastelería a saludar a Alex. Sus colegas compraron una selección de pasteles. Juanito los miró sonriendo pero no dijo nada. Cuando la bandeja estaba vacía allí no pasó nada. Juanito estaba sorprendido, no entendía por qué no 83

había magia y se dirigió a la pastelería para preguntar a Alex. Este le contestó: - A veces la magia es caprichosa, sólo funciona con personas especiales. - ¿Qué personas son esas? - Las que saben guardar el secreto de nuestro pueblo. Juanito salió de la pastelería sonriendo y de cuando en cuando volvía para saborear los deliciosos y mágicos pasteles de Alex.

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Lucero Había una vez una niña que se llamaba Susana, era muy guapa. Su pelo era moreno y tenía los ojos celestes como el cielo. Pero no era una niña feliz, todos los días estaba llorando porque no tenía amigos. Un día Susana paseando por la playa se encontró un joven, se llamaba Luis. Luis era el jinete de un caballo que se llamaba Lucero. Lucero era negro, tenía las crines muy largas y era muy bonito. Lucero también estaba triste, porque participaba en las famosas carreras de caballos, de la playa de Sanlúcar de Barrameda y nunca ganaba. Lucero se acercó a Susana y comenzó a llamar su atención porque le gustaba mucho su gorro. Susana se puso muy contenta, le encantaban los animales. Por primera vez en mucho tiempo, sonrió. Luis se sorprendió. Lucero no solía acercarse a ningún desconocido. Luis le dijo a Susana: -¡Buenos días! ¿cómo te llamas? - Me llamo Susana. ¿Y tú cómo te llamas? - Me llamo Luis, y este es mi caballo Lucero. Estoy muy sorprendido porque Lucero nunca se acerca a nadie que no conozca. Creo que le gustas. - Gracias – dijo Susana tímidamente y salió corriendo. Al día siguiente, Susana fue de nuevo a pasear por la playa. Lucero y Luis estaban también allí, entrenando para su próxima carrera, como todas las mañanas. Al verlos, Susana se acercó para saludar. Luis se alegró mucho de volver a verla. Lucero relinchó de alegría y volvió a frotarse contra Susana. -¿Quieres dar un paseo en mi caballo?-le dijo Luis. -¡Sí, me encantaría! Pero me da un poco de miedo.- contestó Susana. - No te preocupes, no pasará nada. Yo iré contigo .- Luis sonrió. Luis ayudó a Susana a montar sobre Lucero y juntos pasearon y cabalgaron por la orilla de la playa. Susana estaba muy contenta y feliz y no paraba de acariciar a Lucero. Luis se dio cuenta que entre Lucero y Susana había una relación especial. Los dos habían dejado de estar tristes. 87

Susana día tras día acudía a la playa a pasear con Lucero y con Luis. Y así, sin darse cuenta, llegó el día de la carrera. Luis y Lucero estaban muy nerviosos, pero también contentos porque pensaban que podían ganar esta vez. Lucero estaba muy bien entrenado y además estaba muy contento porque Susana iba a ir a verlo. Cuando comenzó la carrera Cascabel iba en cabeza, pero poco a poco Lucero fue adelantando posiciones. Susana animaba desde la grada y cuanto más animaba, más corría Lucero. Al final, ganaron la carrera. Y por primera vez le pusieron a Lucero una bonita corona para celebrar su victoria, y a Luis le entregaron una copa. Luis, Lucero y Susana se hicieron desde entonces muy buenos amigos y estuvieron siempre juntos. Ya nunca más estuvieron tristes. Desde entonces Susana nunca se pierde una carrera y Lucero aunque no gane todas … sí es un gran campeón.

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Si miras al arcoiris

Con doce años, el duende Carlitos era pequeño, juguetón y gordote. Se pasaba el día haciendo pequeñas travesuras a sus amigos y conocidos. Jugaba a saltar charcos, a esconderse en los árboles, a dar sustos y a enredar por las calles. Se hizo muy amigo de un paraguas viejo que estaba tirado en la calle. El paraguas era más callado, más serio y menos movido. Cuando Carlitos se ponía muy pesado le decía: -¡¡Tranquilo!! ¡¡Espera!! -¡¡Que mojas a los niños!! ¡¡No saltes!! -¡¡Cuidado con el árbol que te das un golpe en la cabeza!! Carlitos, mientras tanto, chapoteaba en el agua y podía poner perdido a todos los que pasaran, y por supuesto no hacía ni caso. Cuando llovía, Carlitos se metía dentro del paraguas para no mojarse de la lluvia y se estaba tan a gusto allí que se quedaba dormido. Duende y paraguas eran amigos, pero mientras que el duende no hacía más que parlotear, el paraguas no hablaba tanto. 91

Al duende le gustaba cambiar de sitio las cosas y hacer que todo el mundo se volviera loco; desorganizaba los armarios, ponías las sábanas de cortinas, tiraba los papeles de caramelo al suelo y soplaba con pajitas del refresco, de manera que hacía mucho ruido. En la cocina cambiaba la sal por el azúcar, así que lo dulce estaba salado y lo salado dulce. -¿Dónde está la botella de agua?, preguntaba el paraguas. Y la botella aparecía metida en un armario. -¿Alguien ha visto el chocolate? Y la tableta estaba debajo de la cama o dentro de una zapatilla. El callado paraguas tenía poderes mágicos y era capaz de volar y volar cuando hacía viento. Un día salieron a pasear esperando que hiciera aire y se encontraron con dos amigos, el loro y la rana. Todos se cogieron del paraguas y se fueron a buscar al arco iris que había aparecido después de la lluvia y allí mismo ¿sabéis lo que se encontraron?, pues una olla llena de galletitas de color añil con forma de mariposa. Según comían las galletitas, nuestros amigos, comenzaban a sentir una sensación de hormigueo en la barriga. Comenzó a llover de nuevo y cayó una tormenta tan grande tan grande y con unos granizos tan gordos, tan gordos que eran del tamaño de una pelota de ping pong. Cuando terminó la tormenta el paraguas estaba empapado y un poco roto, así que arreglaron el agujero con aguja de coser y con hilo negro; y de pronto ocurrió lo inesperado … El cosquilleo de la barriga era mayor y el logo, el paraguas, la rana y Carlitos iban cambiando de color y ahora tenían reflejos de todos los colores: rojo, amarillo, verde, azul y violeta. Esto se repitió a lo largo de muchos años y siempre siempre, los colores iluminaban a nuestros amigos con los mismos reflejos. Y esta es la historia del duende Carlitos y sus amigos y os aseguro que es verdad y no miento, y cómo me lo contaron, te lo cuento.

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Premio otros formatos individual premio Fundación ONCE

Raquel interna en Londres

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Este logo identifica los materiales que siguen las directrices internacionales de la IFLA (Internacional Federation of Library Associations and Institutions) para personas con dificultades lectoras. Lo otorga la Asociación Lectura Fácil. La versión adaptada a Lectura Fácil se encuentra disponible en: www.argadini.es y www.fundacionorange.es

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audiolibro FIVE DAYS IN COLONIA LEDESMA: Julián Fuentes Reta. director teatral CHOCHONA AZUL: Carmen Bermejo, actriz MADUREZ: Niko Verona, actor SONRISA y RECORTES: Carmen Dólera, actriz SOY UN POEMA: Pedro Villora, escritor MIRO A LAS COSAS AMARILLAS: Joan Arias, actor RECUERDOS: Esther Nuñez (Naklin), cantante y compositora, y Sandra Milhaud, piano EL BARCO DEL ARROZ: Fernando Tielve, actor EL CAMINO DE LAS ESTRELLAS EMIGRANTE: Jan Cornet, actor AMOR IMPOSIBLE: Inés Enciso, gestora cultural y directorora artística del Festival “Una mirada diferente”. MIRO A LAS COSAS AMARILLAS: Joan Arias, actor LA PASTELERÍA MÁGICA: Teresa del Olmo, actriz

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