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espectáculos
| Viernes 12 de octubre de 2012
Un mapa de las nuevas canciones
El músico santiagueño regresa con un disco de canciones nuevas y se corre del clima político actual. Hoy lo presenta en el Coliseo
Raly Barrionuevo. “No tengo ganas de poner mi música al servicio del poder”
Rodar es un signo de madurez y claridad en tiempos tormentosos
Textos Gabriel Plaza | Fotos Aníbal Greco
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aly Barrionuevo recuerda bien los rasgos de esa niña de adobe que apareció de la nada en su bicicleta, en un camino rústico y un paisaje de monte desolado, entre Frías y Quimili. Fueron segundos de intercambio. Para Raly fue un chispazo de iluminación. “A manera de desafío nos habíamos metido por una ruta muy precaria con el jeep –cuenta el santiagueño–. No se veía una casa en kilómetros y en medio de la nada aparece esta niña en bicicleta. Le preguntamos cuánto nos faltaba para el próximo pueblo. Ella nos miró y dijo: «Ya falta menos».” La frase lo conmovió. “Fue una respuesta muy profunda, que encierra otro concepto sobre la vida”, reflexiona el santiagueño. Ese encuentro inspiró la canción “Mujer caminante”, uno de los doce tracks de su nuevo disco, Rodar (que presentará esta noche en el teatro Coliseo), y también sin saberlo una de las historias del nuevo libro de Eduardo Galeano. Otra señal del ritmo del cosmos. Raly Barrionuevo siente que está empezando un viaje que no sabe bien adónde lo va a llevar: una nueva manera de escribir; otra manera de producir sus discos de forma independiente; influencias como Johnny Cash, Radiohead, James Taylor, Lisandro Aristimuño, y el cruce con invitados como la cubana Yusa (coproductora), Leo García o Ariel Pucheta, del grupo Ráfaga. “Me gusta no saber adónde voy. Trato de escaparle a la obviedad. Cuando todo el mundo me pedía hacer un Radio AM dos, con clásicos del folklore, elegí no hacerlo. Cuando en su momento
querían seguir con La Juntada (con Peteco Carabajal y el Dúo Coplanacu) para mí era una experiencia que ya estaba. Me gusta salir para otro lado.” –Éste es un disco en el que predominan más la canción y el devenir que la urgencia de lo social, como en tus trabajos anteriores –Es un disco con mucha frescura. Es el único de mis trabajos conceptuales que plantea de una manera sencilla lo cíclico en la vida. Todo gira alrededor de la idea de rodar. Son todas historias de camino. En ese sentido, es un disco más relajado. Siempre he buscado las metáforas en mi modo de escribir. Pero me parece que entré en otra etapa de mi escritura, muy sencilla y a la vez compleja y profunda. Lo cierto es que es otra forma de escribir. Nunca me había animado a hacer letras sencillas por temor a pecar de simplista. Un amigo me dijo que era un disco sin enojo y sin histeria. Me gusta esa imagen del disco. –En este clima de polarización política y social parece que te corrés del ojo de la tormenta. –Me aburrió, me pudrió esta polarización. Me parece que este disco va por otro lado. Siento que siempre voy a estar con los compañeros con los que tengo que estar, pero la verdad que la política partidaria y esto que esté todo tan politizado, tan de un lado y tan del otro, me tiene cansado. No digo que esté mal apoyar a un gobierno, pero dejarse captar es otra cosa. Creo que simplemente no tengo ganas de poner mi música al servicio de ningún poder. Lo que me interesan son los movimientos so-
“Es un disco con mucha frescura y el único de mis trabajos conceptuales” “Me aburrió esta polarización social. Este disco va por otro lado” “Trato de escaparle a la obviedad. Cuando todo el mundo me pedía hacer un disco de clásicos del folklore elegí no hacerlo”
ciales y en ésa voy. Pero igualmente yo estoy muy comprometido con mi parte más artística. Me gusta estar en eso, tener tiempo para pensar, para tocar la guitarra, el piano, estoy entregado a eso. No sé, voy por otro lado. Raly parece un beatnik del monte. Anda como un mochilero, como en el arte de tapa del disco. Tiene un pequeño bolso de viaje con sus cosas básicas: un sombrero, un equipo de mate, una petaca para el whisky, una de esas navajas multiuso y una guitarra acústica de viaje para tocar donde pinte. Su nuevo álbum, Rodar, capta esa atmósfera como si fuera un diario de viaje que registró sus distintos estados de ánimo: una depresión invernal en su casa de Unquillo en 2011, la renovada energía de un viaje a Cuba, la pérdida total de la voz durante el último verano y la música que fue escuchando por el camino. “La pasé bien grabando. Pero pasé por todos los estadios posibles. Tuve una época de bajón
anímico, pero con un viaje a Cuba renové mis energías. Después en el verano me quedé sin voz y me tuvo que curar una señora que trabaja con yuyos. Al principio iba a trabajar con Luis Gurevich, y como estaba con compromisos comencé a producirlo solo. Una puerta se cerró, pero se abrió la puerta de trabajar con Yusa. El disco tiene ese espíritu de cambios, de distintos momentos de mi vida. –¿Pensás que te quedó chico el término de folklorista? –No, si me dicen folklorista sería un halago, pero me falta para eso. Considero folkloristas a Yupanqui o Víctor Jara, que se meten dentro de la cultura de su pueblo y cantan desde esa alegría y ese dolor sin medir las consecuencias. Lo que yo siento es que tengo canciones que están entre la gente, como “Chacarera del exilio”, y creo que acá en Rodar también hay algunas que van a quedar. Eso es lo que intento, pero voy tranquilo, no tengo apuro.ß
“Hay temas que tienen esa atmósfera del folk americano de canciones de James Taylor como «October Road»; otras que surgieron queriendo sacar en la guitarra a Johnny Cash, y otras que tienen ese clima denso de esas canciones de Thom Yorke de Radiohead que son más crudas. No hay fuegos artificiales ni armados complejos. Era hacer un riff y tocar las canciones, así salieron muchas”, dice inspirado por la travesía sónica de su último álbum, grabado en Villa Allende, Córdoba. El disco, de doce temas –entre los que figuran las bellísimas “Al costado del camino”, “El sol parece lluvia” (inspirada en “Durazno sangrando”, de Spinetta) y “Mujer caminante”–, tiene células folklóricas y un universo instrumental acústico en el que predominan las percusiones, los instrumentos de madera, las escalas orientales, los ritmos populares como la cumbia y la guaracha santiagueña y el sonido calmo del piano Rodhes. “La mayoría de las melodías están compuestas con el cuatro venezolano. Me venía bien agarrar un instrumento que no conozco para hacer cosas nuevas y darle otro aire”, dice, revelando uno de los secretos que dan otro color al álbum. Rodar tiene cierta inocencia que recuerda a su primer disco, El principio del final. En este viaje, el santiagueño logra darles a todas sus influencias un ritmo cósmico y consigue una masa madre, de la que se desprenden sus creaciones. “Necesité conectar con el principio de mis cosas humanamente y eso me llevó a escribir de otra manera. Y de ahí esa conexión con el primer disco y con emprender nuevas búsquedas sin temores. Casi no hay zambas ni chacareras, pero todo lo que toco ahí es música que vengo escuchando”, confiesa.ß