“Punto de vista y ciencia histórica”.

las Guayanas. La política económica de esta junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora, y un ...
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PUNTO DE VISTA Y CIENCIA HISTORICA Gabriela Gresores*

En octubre de 1975, René Salamanca, Secretario del SMATA Córdoba escribía “Los obreros argentinos no podemos reflexionar hoy fuera de un marco concreto”. Atiendan al uso de la Historia: “La patria está en peligro, como en todas las horas decisivas. Como en el 30, en el 45, el 55, el 66 y el 69, tenemos frente a nosotros dos opciones: o se profundiza la dependencia del imperialismo, el poder de los monopolios y los terratenientes y la superexplotación popular, o se profundiza la liberación, la marcha revolucionaria del pueblo con los trabajadores a la cabeza”. En marzo del 76, en otra carta, decía: “Todo eso está en juego aquí y forma parte del conjunto de causas por las cuales las superpotencias y sus socios, oligarcas, monopolios, grandes burgueses, milicos gorilas y jerarcas sindicales amigos, empujan la caída del gobierno. La vida nos enseña que así como no hay imperialismo bueno, tampoco puede haber golpismo bueno. El golpe tiene un solo camino para Argentina: superexplotación popular, dictadura terrorista, entrega de la riqueza nacional y más hambre para los sectores populares”. El 24 de marzo de 1977, Rodolfo Walsh escribía: “El primer aniversario de esta junta militar a motivado un balance de la acción de los gobiernos en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, lo que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados, son la cifra desnuda de este terror. En la política económica de este gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada. En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor, congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de la bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al record del 9%. Y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados, que en algunos casos aparecieron muertos y en otros no aparecieron – recordemos a Salamanca-. Los resultados de esta política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en los campos populares. Ya hay zonas del Gran Buenos *

Este texto está confeccionado a partir de las clases inaugurales de la Cátedra Paralela de Historia Social General. Facultad de Filosofía y Letras. UBA, en particular la correspondiente a Marzo 2006

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Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas. La política económica de esta junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora, y un grupo selecto de monopolios internacionales al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete. Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados, no pretendiera que esta Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las tres Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que aún si mataran al último guerrillero no haría más que empezar bajo nuevas formas – futuro -, porque las causas que hace más veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino, no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las calamidades cometidas”. Usemos estos documentos para pensar la Historia. La palabra Historia alude a dos fenómenos diferentes: Historia se llama a la Historia objeto, a la Historia que sucede, e Historia también se llama a la disciplina que la estudia. Muchas veces se nos trasvasan los discursos propios de la narración de la Historia, de los discursos de la Historia como conocimiento, a las discusiones sobre la Historia como realidad. La Historia como ciencia es un discurso que parte más o menos de lo que Vilar llamar la Historia objeto, pero nunca puede coincidir con ella porque la Historia objeto está permanentemente en movimiento y ese movimiento va cambiando nuestras propias visiones del propio pasado,conociendo lo que conocemos hoy podemos saber más cosas de ese pasado que lo que conocían los propios sujetos que lo estaban viviendo. Y, a su vez, la experiencia personal de cada uno de los que vivíamos esos momentos es única e irrepetible y no puede ser comprendida en toda su dimensión individual. Salta a la vista la correlación casi simétrica que hay entre la predicción que hace Salamanca en relación al tipo de golpe, lo que iba a pasar, (“superexplotación popular, dictadura terrorista, entrega de la riqueza nacional y hambre para los sectores populares”), y el balance que hace Walsh de lo sucedido durante el primer año de dictadura. Correspondencia que no era obvia ni evidente para todos. Si las grandes mayorías en la Argentina hubieran conocido lo que iba a pasar seguramente la reacción social hubiera sido diferente. Pero todos sabemos cuán confusa era esa época. ¿Qué le permitía a Salamanca, un obrero metalúrgico, inferir qué iba a pasar en el futuro cercano con tanta certeza? (En este sentido podemos asimilar a Salamanca a un científico –Gramsci diría un intelectual orgánico– que podía predecir, casi con la fidelidad de una ciencia exacta qué iba

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a pasar). ¿Y qué le permite a Walsh, a pesar del silenciamiento y la desinformación general, hacer una descripción de la situación con tal precisión científica? Mientras las voces dominantes constituían“una propaganda abrumadora y un reflejo deforme de hecho malvados”. ¿Qué es lo que les permitía a Salamanca y a Walsh hacer estos análisis que –lamentablemente luego comprobamos– eran tan ajustados? Es por esto que decimos que por debajo de las hojarascas discursivas, existe una realidad histórica y una Historia que da cuenta de ella. Pierre Vilar, un gran historiador, francés, plantea que las sociedades han hecho distintos usos de la Historia. Hay usos comunes, los que aparecen en los manuales de la escuela o en los libros, que es la Historia como tribunal de apelación, como memoria, como tradición. Estas son formas políticas inevitables, algunas necesarias para conformar la identidad de un pueblo; pero son construcciones morales y no científicas, constituyen modelos para seguir o para rechazar. Por el contrario, Vilar plantea que hay otra Historia, que él denomina la “Historia necesaria”. No necesaria solamente porque la necesitamos, sino una Historia necesaria en el sentido filosófico: la relación entre los procesos reales y el relato de esos procesos. Una Historia que abre la posibilidad a una predicción inteligente de los hechos, a partir de un análisis correcto de los factores de esa realidad, basado en la evidencia. Una predicción (acción en el presente), a partir de una lectura inteligente, científica, de los hechos (pasado), cuya justeza se corroborará por la continuidad de esos procesos (futuro). Los ejemplos que estamos analizando, se ajustan maravillosamente a esta idea de Historia. Salamanca revisa lo que significó la historia de los golpes de estado en la Argentina, cuando dice “como en el 30, en el 55, en el 66”, y cuando analiza los factores en juego: un golpe que está viniendo de la oligarquía, de los militares, de los terratenientes, de los jerarcas sindicales, sólo puede traer aquellas cosas que al pueblo argentino no le resultaban novedosas. Esta Historia materia, la Historia objeto, la Historia de los hechos, dice Vilar, tiene una dinámica propia que cuando la situación histórica se resuelve salda por sí misma tanto el debate teórico como práctico, dando la razón con los hechos. Si volvemos a nuestro ejemplo, el debate que se dio en el año 76 y 75 acerca de si en la Argentina iba a haber una dictadura o una “dictablanda” (como afirmaban algunos comparando la dictadura argentina con la chilena) o si el golpe vendría a mejorar la situación política, recorrió a toda la sociedad con análisis muy confusos. Este debate no se podía zanjar en el año 75, pero luego, los hechos le dieron la razón a unos y se la quitaron a otros. En ese sentido sabemos que hay casi infinitas versiones de la Historia. Pero hay una Historia que se confirma con los hechos y otra que no, y este hecho, frecuentemente, abona una visión escéptica en relación a la Historia.

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Pero la Historia es necesaria por su potencia explicativa y predictiva y negarnos a su conocimiento es restarnos un instrumento de conocimiento –y por lo tanto– práctica social fundamental. Porque no hay manera profundizar un análisis de la realidad si no se revisa el pasado. Como en el ´75 Salamanca podía prever que no podría haber golpes “buenos” que provengan de la oligarquía, de los terratenientes y el resto de los sectores dominantes, porque la Argentina ya había pasado por esa experiencia y esa experiencia era parte del patrimonio histórico del pueblo argentino. Pero además, el pasado está permanentemente actualizando el presente, ya que las condiciones de fuerzas creadas por los golpes de estado en el pasado, generaron los elementos presentes en la sociedad para que en el 76 se pudiera dar un nuevo golpe. Sin embargo, como las situaciones históricas no tienen un desenlace predeterminado, sino siempre distintas posibilidades, Salamanca también advertía una salida a la situación: o se daba el golpe o se avanzaba hacia la liberación, “la marcha revolucionaria del pueblo con los trabajadores en la cabeza”. Y en esta frase está sintetizando la otra cara de la experiencia popular, que es que en los momentos de crisis política (como en el ´45, o en el Cordobazo), los pueblos pueden avanzar en la resolución de sus necesidades si se lanzan a la lucha. Y esta es otra verdad aprendida de la experiencia histórica: que nunca hubo avance social si no por medio de las luchas sociales. No hubo avances en las condiciones de vida, de trabajo sin lucha social y tampoco hubo avances en las condiciones de creación y de pensamiento. Las propias revoluciones científico-técnicas, con su carga de progreso material (y también hasta ahora su desigual distribución de los beneficios) son parte de las revoluciones y de la liberación de las fuerzas intelectuales y creativas de los pueblos del yugo de las religiones y las jerarquías de sangre o de color. Es cierto también, que quienes tomaron a su cargo los grandes cataclismos sociales no son los que más se benefician de sus frutos, más bien al revés, suelen sufrir sus efectos negativos. Por eso se ha dicho que estamos en la Prehistoria de la Humanidad. Con ser muy variados los discursos y usos de la historia, no son aleatorios. Joseph Fontana, un historiador catalán plantea: “cada etapa de revolución social, cada sistematización de la desigualdad y la explotación...ha tenido su propia economía política, su propia ciencia económica, su racionalización del orden establecido, su filosofía, y la ha asentado en una visión histórica adecuada”. A cada etapa de la desigualdad le corresponde una manera de ciencia, de economía, de filosofía y de Historia. Y esta manera este pensamiento es una proyección de la dominación hacia el futuro; porque la Economía, la Filosofía y la Historia no se refieren a las situaciones pasadas sino que procuran indicar hacia dónde se mueve la sociedad, pero no es una mera descripción sino un impuso a ese movimiento.

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Lo que queremos plantear, por lo tanto es que la Historia, no es solo un libro, no es solo una escritura. Es un proyecto social que se refleja siempre en una propuesta política, explícita o implícitamente. Si seguimos con nuestro ejemplo del golpe del 76 encontramos que hay historiadores que plantean que “el golpe era la única salida posible”, no están haciendo solamente un balance del pasado, sino una propuesta a futuro, es un proyecto político. No existe Historia ni Ciencias Sociales sin proyecto político. ¿Qué es lo que podemos observar como proyecto político a treinta años del golpe ¿Cuál es la formulación que corresponde a esta etapa de la sistematización? En este 30 aniversario, como era de esperar, se produjo una profusión de material en los medios masivos de difusión, y también en los ámbitos académicos, aunque en menor medida, lo vimos por ejemplo, en los artículos para conmemorar la fecha de la Revista Ñ de marzo de 2006, Clarín, y por supuesto también en los carteles del gobierno. ¿Pero en dónde está el análisis de los Historiadores y los cientistas políticos que hoy expresan a las corrientes hegemónicas? Por ejemplo, el historiador Tulio Halperín Donghi, entrevistado por Felipe Pigna en el 2003 decía: (...) En el fondo el golpe ocurre cuando la gente, incluyendo la dirigencia peronista, considera que es una solución inevitable y quizás en vista de que todas las alternativas han desaparecido, no diría que una solución deseable, pero una solución a la cual no solo no es posible oponerse porque los militares son demasiado fuertes, sino no tiene sentido oponerse porque no hay alternativas. Lo que ocurre, naturalmente, es que esa intervención militar es distinta de las otras. En buena medida esto es lo que la hace aceptable. (...)El gobierno del “Proceso”, es necesario recordar que fue recibido, primero con auténtico no diría entusiasmo pero auténtico alivio y aceptación(...) Sólo cuando los dirigentes del “Proceso” demostraron de nuevo que habían fracasado en todo, que habían dejado la economía en estado ruinoso, que habían impuesto un tipo de terror absurdo, es decir, aun para el lenguaje de la época, que la sociedad estaba enferma y que necesitaba un cirujano, en lugar de un cirujano había encontrado a un grupo de carniceros chambones, diríamos (...). Otro historiador, Marcos Novaro, escribe en la Ñ: “La memoria del pasado debe estar abierta a discusión”: “Es frecuente escuchar hablar de una Historia oficial que se contrapone a una supuesta Historia alternativa. Pero esas expresiones perdieron completamente su significado entre nosotros”. No existiría una Historia oficial y una Historia alternativa. “Son solo etiquetas. La consecuente debilidad del consenso puede ser un serio problema para la política democrática –o sea que para la política democrática tendría que haber un fuerte consenso– que exige que los actores sociales

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compartan en alguna medida la memoria histórica”. Es decir que Marcos Novaro dice que para la salud de la democracia todos los ciudadanos argentinos tenemos que compartir de alguna manera la memoria histórica. “A treinta años del 24 de marzo del 76 nadie puede ignorar los crímenes del proceso”. Este señor puede decir eso en el diario Clarín, porque la lucha del pueblo impuso esa memoria histórica. Pero los que escribían en Clarín en el año 76 negaban los crímenes del proceso: estos crímenes no se “conocían”(se des-conocían), y por lo tanto noeran parte de la Historia porque se des-conocían, se negaban mientras Walsh moría por “darlos a conocer”, develarlos. Dice Novaro: “Nadie puede ignorar los crímenes pero no nos apresuremos a cerrar la discusión con respecto a cómo se llegó a esta situación, por qué fueron ellos cometidos, por qué fueron en su momento tolerados e incluso celebrados, y por qué nos ha costado tanto lidiar con este debate”. Novaro nos propone que no cerremos ahora una explicación que Salamanca (y por supuesto no sólo él) conocía en 1975 y Walsh develaba un año después, y los Novaro nos dicen que treinta años después no podemos decir nada sobre las causas del golpe y quiénes fueron los beneficiarios. Pierre Vilar dice, que: “la mayor parte de las acciones y de los hombres que han desempeñado un papel importante han originado dos corrientes históricas”. Hay muchos discursos históricos, pero esos discursos siempre se condensan en dos visiones históricas, opuestas, adversa una y favorable la otra a esos procesos y a esas personas: “Y no debe excluirse –dice él– que a veces una causa triunfante elimine a los discursos opuestos”. Es decir que aquellos que develan que existe otra versión histórica quedan eliminados. Todos tenemos idea de los contenidos de lo que comúnmente se denomina “la Historia Oficial”, era la historia de Mitre, la historia de la Academia, la de los viejos manuales. Historia que se había impuesto a sangre y fuego en el siglo XIX, una Historia recortada, donde los caudillos aparecen como bárbaros y la civilización viene de Europa, etc., etc. Esa Historia fue erosionada por la lucha de los pueblos. Pero en los noventa se recreó una nueva Historia Oficial; en ese momento cristalizó una nueva hegemonía que todavía hoy es casi absoluta, que hegemoniza la enseñanza de la Historia en las universidades, profesorados, colegios; que se hizo cada vez más homogénea, por medio de concursos manipulados y distintas maneras de expulsión y exclusión. Es el discurso que está legitimado, es el que domina los medios de comunicación: en el Clarín escriben los que salen de la UBA, en los manuales de la secundaria escriben los profesores de la UBA, los planes de estudio los escriben los profesores de la UBA. Hay una nueva Historia hegemónica. Jean Chesneaux, otro historiador francés plantea que las luchas del pasado son fondeadero, de las luchas del futuro. En este punto quiero mostrar con un pequeño ejemplo esta idea. Hace unos años trabajé sobre la clase obrera en la época de la dictadura, un tema sobre el cual muy pocos

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trabajaban, que estaba silenciado. En ese momento, al hacer la revisión de la bibliografía existente, me encontré con lo siguiente: un autor, que se llama Alvaro Abós, decía:“Durante cinco años – después del 76– la clase obrera y sus sindicatos permanecieron en conjunto inmóviles desde el punto de vista social y de la actividad sindical respectivamente”. Francisco Delich, primer interventor de la UBA en la época de Alfonsín y después rector de la universidad de Córdoba, primer arancelador de la universidad publica en la Argentina, y preclaro sociólogo de la izquierda argentina, decía: “Las fuerzas sindicales que durante los tres primeros años del régimen vegetaron bajo la feroz represión, que a partir del 79 comenzaron su rearme”. Tenemos una visión, entonces, que dice que desde el golpe no hubo resistencia obrera. Pablo Pozzi dice: “Nuestro planteo es que durante la última década la clase obrera argentina ha llevado adelante toda una serie de luchas y una sorda resistencia a los planes de ajuste”. Y James Petras dice: “La clase trabajadora argentina no se ha quedado inmóvil”. Escribe esto Petras en el 81. Fíjense: uno que dice “todavía no podemos saber” mientras Petras escribe en el 81, en un artículo muy interesante que se llama El terror y la hidra: el resurgimiento de la clase trabajadora argentina. Él dice: “La clase trabajadora argentina no se ha quedado inmóvil. La explicación de esta inmovilización basada en la represión – es decir, aquellos como Delich, como […], que dicen que fue inmovilizada durante la represión– no puede explicar el hecho de que Argentina, con niveles de represión similares o mayores, ha visto estallar la lucha por todo el país y en diversas industrias y regiones”. Cuando estaba haciendo este trabajo me preguntaba cómo puede haber interpretaciones tan opuestas de los mismos hechos. Depende de la perspectiva desde donde nos situemos, hay cosas que vamos a ver y cosas que no vamos a ver hasta los científicos más honestos. Pero otra coordenada importante es la acción del poder sobre el conocimiento aún en el terreno científico, con la manipulación y la mentira, y su contrario el trabajo por develar. Por eso es que también el conocimiento verdadero no es un problema puramente epistemológico, sino fundamentalmente político. Y por eso los sectores populares siempre hablamos de la lucha por la verdad y la memoria. No hay versiones neutras de la Historia. Las diferentes formas de dominación siempre tuvieron formas específicas y cuidadosas para desbastar la experiencia de la mayoría, desdecir la percepción: “eso que ustedes ven, que creen que es represión, el vecino desaparecido, eso no está ocurriendo”; “los argentinos somos derechos y humanos”. Hay políticas de memoria falsa, de mentira, como la teoría de los dos demonios, o de la guerra “antisubversiva”. Chesneaux dice que hay una política expresa a lo largo de la historia que consiste en eliminar los rastros del pasado, la eliminación material de los testimonios, de las evidencias de los procesos históricos. El ejemplo que estamos tomando es más que elocuente al respecto: el ocultamiento de las listas de los

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desaparecidos, de las listas de los chicos secuestrados, las listas de los torturadores, las de los bienes apropiados, el pacto de silencio de los represores, etc. Es así que los testimonios del pasado, principalmente son aquellos que expresan los intereses de las clases dominantes, su propaganda, sus escrituras, sus bienes... Las palabras y los objetos del poder. Por lo tanto, la lucha por una historia científica implica además ir al encuentro de aquellos rincones donde se acurrucan las evidencias de la vida, alegrías y pesares de los pueblos en resistencia. Esos pedacitos de documentos, los recuerdos, las cartas, la literatura que no aparecen en la superficie, frecuentemente, pero que es importante desentrañar para encontrar las explicaciones más profundas. Esto es lo que hizo Walsh, buscar la evidencia, construir el dato, incluirlo en un discurso significativo y difundirlo, aún en las condiciones espantosas en las que se encontraba y al costo de su propia vida. Así es de poderosa la necesidad de conocer que tenemos las personas. Pero la función de la Historia no es solo conservar la memoria, y buscar la verdad, a riesgo de repeticiones cíclicas de los mismos errores. Además hay que comprender, y hay que explicar. Porque hay quienes plantean que alcanza con la memoria, como el “Nunca Más”, como conjuro mágico que por sí mismo protegiera de los avatares presentes. ¿Qué pasó en el 76? ¿No se acordaban de los fusilamientos del 55? ¿Alcanza sólo con la memoria?, o hay que comprender las causas profundas. Para conocerlas, no basta conocer los sufrimientos del pueblo. Los reclamos populares van consiguiendo que salgan a la luz parte de las evidencias, testimonios, documentos, que muestran los padecimientos del conjunto del pueblo argentino y de sus hijos más sensibles y valientes. Pero no es inocente que lo que está más oculto y silenciado todavía sea la resistencia a la opresión. No es inocente que se borre todo registro de los miles de obreros que el 24 de marzo del 76 tomaron sus fábricas en oposición al Golpe de Estado, de los miles de estudiantes que protestaron en sus escuelas, de los miles de militantes que se organizaron para denunciar e impedir que el Golpe de Estado tuviera éxito y que lograron aplazarlo, e impedir algunos de los intentos previos al que finalmente triunfó y en esa misma lucha abonaban el otro camino al que se refería Salamanca, el camino de la insurrección. Esta memoria, la memoria de la resistencia, es la que está más oculta, porque más que los sufrimientos, el aprendizaje de los caminos que fueron útiles para resistir y avanzar en la resolución de las propias necesidades y dificultades constituyen una experiencia histórica potente, como fondeadero de las luchas del presente y no como desarticulador de las luchas del presente.

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Por lo tanto, el trabajo científico que implica develar, desentrañar las explicaciones más profundas está estrechamente vinculado –al revés de lo que plantea el sentido común– al punto de vista. Marc Bloch, uno de los padres de la historiografía moderna, creador de la escuela de los Annales, murió en las cárceles del nazismo. En el año 1941 dedicaba el prólogo de su libro, Introducción a la Historia, a su compañero de trabajo, Lucien Fevre, y le decía: “Juntos hemos combatido largamente por una Historia más amplia y más humana. Sobre la tarea común se ciernen muchas amenazas no por nuestra culpa, somos los vencidos provisionales de un injusto destino”. Marc Bloch, uno de los padres de la Historia científica, dice: “nosotros tuvimos un punto de vista de la Historia; una Historia más amplia y más humana, una Historia que no se basa en parcialidades, sino una Historia que intenta reponer la totalidad, la totalidad real, que es una totalidad en movimiento”. Por cierto, nunca se puede abarcar la totalidad, pero si se puede, a partir de encontrar las regularidades, de la experiencia, de la reflexión, reponer, referir a esa totalidad como pregunta, no como certeza. Remitir a esa totalidad como posibilidad para ser constatada por los hechos, como dice Vilar, es nuestra tarea como sujetos de la reflexión y de la práctica. Federico Engels decía que la Historia del desarrollo de la sociedad difiere sustancialmente de la Historia del desarrollo de la naturaleza. Si bien la Historia es tan ciencia como la ciencia que estudia la naturaleza, la propia materialidad del objeto le impone reglas diferentes. Porque en la naturaleza los factores que actúan lo hacen sin conciencia “En cambio, en la historia de la sociedad, los agentes son todos hombres dotados de conciencia, que actúan movidos por la reflexión o la pasión, persiguiendo determinados fines; aquí, nada acaece sin una intención conciente, sin un fin propuesto.” Es decir que la Historia es una construcción de los hombre con sus acciones consientes. Pero no de los individuos en sus acciones concientes, aunque los que actúan son los individuos. “El curso de la Historia se rige por leyes generales, de carácter interno, también aquí reina la superficie de conjuntos pese a los teóricos fines concientemente deseados de los individuos, un aparente azar”. La Historia es el resultado de las acciones concientes de los hombres, pero como son conjuntos de hombres y no individuos, el resultado social es el resultado de esas fuerzas contrapuestas, de sujetos colectivos, no es lo que esos sujetos, o una persona quiera, sino precisamente lo que resulta del conjunto de esas acciones.

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Cuando Salamanca en el año 75 plantea con claridad que había dos caminos: o se apoyaba el golpe imperialista (por acción u omisión), o se profundizaban las luchas en el camino de la liberación, los diversos sujetos actuaban concientemente desde su punto de vista individual para un camino y otros para otros. Se actuaba con mayor o menor claridad política, mayor o menor grado de conciencia, pero las acciones siempre son voluntarias. Los sujetos, aunque difícilmente conozcan los fines últimos sí conocen sus móviles presentes y en función de ellos, elijen. Por lo tanto, comprender la Historia es encontrar esa correlación de fuerzas entre las distintas acciones concientes de los hombres en cada momento. Y nuestros instrumentos son las teorías, los puntos de vista y los rastros presentes del pasado. La Historia pasada tiene una significación presente y ella es la que le otorga significado para quien la estudia. Por eso, lo que permite conocer el pasado cabalmente es el conocimiento del presente. Para seguir con el ejemplo de la dictadura de 1976. Si se plantea que el régimen que se instauró no fue un “gobierno”, no fue un “proceso de reorganización”, etc., era una hipótesis que se podía hacer en 1975 como hipótesis, que se podía afirmar en 1977 con parte de la experiencia ya recorrida, pero que adquiere toda su dimensión ahora, cuando se completó su tarea de cambio estructural de la sociedad argentina; cambio que se completó y resignificó con los gobiernos posteriores. En ese momento no se podían conocer todos los hechos que estaban pasando y que iban a pasar. Ni un ojo omnímodo, que mirara todos los hechos, podía, sólo por ver todos los hechos otorgarles un significado. Se podía, si se tomaban algunos datos básicos, reflexionando de manera inteligente, entender el sentido más general del proceso, y en función de lo comprendido, actuar, y en función de los resultados de esta acción, reformular su entendimiento. Por lo tanto, el punto de vista es condición de la ciencia y por eso resulta imprescindible conocer cuál es la perspectiva de quien está dando cuenta de la Historia. Después de décadas del silenciamiento del pasado que acompañó a la dictadura, la Historia volvió a ser uno de los protagonistas de la discusión ideológica. Algunos periodistas tomaron el centro del discurso histórico en los medios masivos de comunicación para escándalo de los universitarios. Está claro que estos autores de manera muy inteligente, detectaron que las luchas del nuevo siglo despertaron en las grandes mayorías argentinas una necesidad de conocimiento histórico como fondeadero de las luchas del presente. Entendieron que el pueblo en la Argentina está buscando en el pasado, respuestas sobre el presente, por qué estamos como estamos. Las busca donde puede, donde se las ofrecen, donde están a mano. Hay distintas maneras de responder; se puede responder con lo que el mercado demanda como mercancía, es una respuesta posible. Se 10

vuelve a esconder la acción de las grandes masas en esta Historia; se esconden los móviles, que en general aparecen como esfuerzos individuales; pero no es mentira que también fueron esfuerzos individuales, el problema es que hay muchos esforzados entre el pueblo, y no siempre pueden ser Belgrano. Los pueblos conocen las trincheras, y aprecian no tener una visión única de la Historia, porque saben que con las visiones únicas son de “los que ganan”; la Historia Oficial. Por lo tanto les proponemos ajustar la definición de objetividad. Si conocer es poner en relación un sujeto y un objeto, el sujeto no puede observar desde otro lugar que desde el propio. ¿Cuál es la diferencia entre los diversos puntos de vista? El punto de vista es un instrumento científico, ¿Hay formas de ver más y formas de ver menos? Hay sectores de la sociedad que les va la vida en tapar, justificar, ocultar, y por lo tanto su mirada es mítica y se aleja de lo científico en vez de acercarse. Podríamos plantear que el punto de vista como límite es lo que está en la intersección de los desconocimientos de una época y los intereses justificatorios. En cambio, el punto de vista como trampolín es lo que nos permite avanzar en el conocimiento, lanzarnos hacia lo nuevo, indagar, descubrir. Horacio Ciafardini (quizá el más importante economista argentino, a quien la dictadura mantuvo preso durante todo su mandato y que murió muy joven poco después de salir de la cárcel) señalaba que la obra de Marx y de Engels no sólo se explicaba porque se contaban entre las personas más inteligentes y cultas de su época, sino porque habían adquirido un punto de vista que les permitía ver más allá de la visión de aquella época. Este punto de vista específico era el de aquellos que no tenían nada que perder ni que ocultar, la clase obrera. Alcira Argumedo plantea la existencia de un “punto de vista popular” que recupera las otras voces oprimidas por las corrientes eurocéntricas. Plantea la necesidad de reconocer el pensamiento teórico de un Otro. Este Otro, “es un sujeto social heterogéneo que encuentra su punto de unidad en una historia común de resistencias y desgarramientos, de sueños de dignidad y autonomía. Este sujeto ha ido desarrollando una matriz propia de pensamiento que es necesario rescatar para poder mirar más completamente la historia de América Latina. Este mirar desde el espacio social e histórico de las masas populares latinoamericanas, fundamenta una filosofía y un conocimiento que necesariamente piensa la historia y el devenir humano también desde la esclavitud y la servidumbre. Esta matriz de pensamiento constituiría un instrumento que recupere las resistencias culturales, las manifestaciones políticas de masas, las gestas, la literatura, el ensayo, las formas de conocimiento y las mentalidades populares...los grandes episodios de dignidad; los saberes que están en las orillas de la ciencia...-Es la mirada de los protagonistas de la otra historia de estas

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tierras, presente en las luchas independentistas, en los movimientos de resistencia, en los proyectos políticos de reivindicación nacional y social.” Proponemos que una Historia científica es una Historia que está en las orillas de la ciencia, que no es la oficial, que no es una ciencia de doctorados en Europa; es en las orillas de la ciencia donde se puede descubrir el pensamiento de los pueblos, donde se puede apreciar cómo avanzó en el entendimiento de la realidad para poder transformarla.

En las antípodas del comercio, Walsh les decía, a los miembros de la Junta de Comandantes: “Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”. Muchos de nosotros tenemos la esperanza de ser escuchados, ya hemos sido perseguidos, y probablemente eso siga así, y tenemos la firme convicción no sólo de dar testimonio nosotros en momentos difíciles sino de compartir con ustedes y de discutir y ver si les podemos ganar el corazón, si fuera posible, o por lo menos pedirles que lo piensen, para que todos nos convirtamos en aquellos que dan testimonio en momentos difíciles, para abrir un futuro distinto para nuestro país.

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