Palabras en red y en movimiento

22 mar. 2013 - tualmente a la obra de Manuel Puig, ocurrió ... matos tradicionales; hay otra que no, y la idea ... La mendocina Fernanda García Lao, uno.
68KB Größe 6 Downloads 126 vistas
10 | ADN CULTURA | Viernes 22 de marzo de 2013

Palabras en red y en movimiento Ficción 2.0. ¿Qué relación existe entre la literatura tradicional y la ficción que se practica en los soportes electrónicos? Territorio en constante ebullición, las comunidades virtuales ejercen un poderoso atractivo entre los escritores más jóvenes que experimentan con nuevos temas y nuevas estructuras de relato Natalia Gelós para la nacion | ilustración Giselle Ferro

P

ersonajes surgidos del subsuelo del mundo 2.0; historias de sabotajes virtuales y obsesiones reales; poemas que reflejan el amor en los tiempos de Facebook; escrituras que juegan con el velo que cubre lo privado; intentos por comprender esa materia anárquica e imprevisible que se cuece al calor de las redes sociales, del humor literario de esta época y de las posibilidades infinitas que brinda la literatura. Ficciones analógicas. Ficciones digitales. Lenguajes reciclados. Twitteratura (literatura alla Twitter). Ciberliteratos. Alternative Literature. Definiciones que pasan de moda apenas se las pronuncia. “Vendo zapatos de bebé, sin usar”: a Ernest Hemingway le bastaron unos treinta caracteres para contar una historia que sobrevive a todo. Este microrrelato es harto conocido, pero sirve para entrar en clima: el debate entre lo más nuevo y lo más clásico. ¿Qué resulta del cruce entre la literatura y las redes sociales? ¿Cuántas palabras se escriben por minuto en toda la red? ¿Cómo influyen en la ficción analógica, la que se arraiga todavía en el libro tradicional? Quizá toda respuesta a ello nazca vieja, pero vale la pena explorarlo. Historias de amor que se rompen: “No te molesta demasiado/ si no te atiendo el teléfono./ Pero sos capaz de no hablarme nunca más/ si de Facebook/ te llegara a eliminar”, escriben Esteban Dipaola y Nuria Yabkowski en Odio la literatura del yo, que cuenta el ocaso del amor y levanta la bandera de una generación, la de los años noventa. Miradas a lo cotidiano que vibran como retrato de época: “No hay ningún mensaje nuevo/ en la bandeja de entrada,/ es como la voz humana/ pero por internet”, dice el poema “La voz humana por internet”, de Belén Iannuzzi en El origen de las especies. Hay más: una biografía elaborada a través de posteos en Facebook, recreados por Luciano Lutereau en Escribir en Canadá. Estos libros, editados por Pánico el Pánico, comparten una tensión entre lo formal y lo argumental, entre lo más clásico y lo más novedoso. Lutereau, director de la editorial que por estos días ajusta su norte a ese territorio en constante ebullición que es el de las redes sociales, afirma que las editoriales independientes entienden y reflejan mejor el cruce entre literatura y redes porque “básicamente una editorial independiente trabaja con el ritmo de escritura y publicación que es el de las redes sociales”. Éstas, dice, “son una prolongación de la mejor literatura norteameri-

cana del siglo XX”. Una vez más la microficción de Hemingway se actualiza. “El autor como categoría queda en cuestión para dar lugar a un procedimiento anónimo de escritura que refleja la experiencia comunitaria que es la literatura hoy en día –opina Lutereau–, una experiencia transversal que se organiza más allá del libro como resultado.” El libro despojado de su carga de deseo… Los estadounidenses Megan Boyle y Tao Lin fueron editados en español por Dakota Editora. Ambos comparten un estilo literario y generacional y representan lo que se conoce como Alt Lit (Literatura Alternativa). El libro de Boyle, Antología de entradas inéditas del blog de un empleado mexicano de panda express, es puro acontecer, luego torna en retrato de época, en diario íntimo, y, de alguna manera, expone esa acción de compartir nimiedades y de volcar sobre ellas cierta carga dramática. Una idea, o una mueca, de romper con el hambre de hacer historia. A través de ellos, se construye una figura de autor más privado, rey de reyes en universos más cerrados. Se legitiman, sin embargo, sobre la idea universal de “lo nuevo”. La modernidad –eso no cambia– será siempre un capital preciado. “Muchas veces, escribo en Twitter frases sueltas, aparentemente inconexas, que después van a parar a un poema o algún texto con el que estoy trabajando. Por ejemplo, el ‘Diario de Noruega’ que está en el libro de poesía Todos los bosques lo escribí por medio de notas que tomé manualmente en un cuaderno y algunos tuits que iba deslizando de mis primeras impresiones sobre ese paisaje nuevo y extraño para mí”, dice la poeta Belén Iannuzzi, que en su obra funde el uso y el lenguaje de las redes como parte de un escenario diario, doméstico, que de pronto adquiere un sentido poético. Para ella, sin embargo, nada es del todo nuevo: Una vez dije, y lo sigo pensando, que Twitter es como un “Anna Livia Plurabelle” de las redes sociales, donde el lenguaje y la comunicación se tensan al extremo. Creo también que con la literatura pop, y en este caso me refiero puntualmente a la obra de Manuel Puig, ocurrió algo parecido que con las redes sociales pero con paradigmas del siglo XX: en Boquitas pintadas, por ejemplo, Puig incorporó elementos que eran ajenos a la estructura del relato tradicional: llamadas por teléfono, formas propias del montaje cinematográfico, cartas,

guiones de radioteatro, letras de canciones. Sin embargo, un experimento parecido ya habían hecho las primeras vanguardias. Y con esto vuelvo a Joyce, al capítulo 8 del Ulises. No veo vanguardias literarias desde las primeras vanguardias.

La mendocina Fernanda García Lao, uno de “los secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana”, según la selección de la Feria Internacional de Libro de Guadalajara 2011, utiliza Facebook, como muchos otros escritores, y dice que le divierte cierta dinámica generada allí, eso de que “desaparezca con los días”. “Las ideas que surgen ahí se mastican unas a otras hasta ser pulverizadas en el cuadro mayor que es la lectura de estados simultáneos”, dice García Lao. Ese espacio también sirve para una construcción diferente de la figura de autor, un metarrelato que narra en primera persona la manera de ver transcurrir los días. “Creo que en las redes todos construyen un ‘como si’ –explica la autora de Muerta de hambre–. Algunos más conscientemente que otros. Uno se recorta y se edita: elige qué decir y qué no. Yo no muestro mucho de mi cotidiano, en el sentido doméstico del término. Sí abro mi inconsciente, cuento sueños o ideas que pululan. Y eso pasa en directo, digo, ahí no hay manipulación literaria. Lo que sucede es que, al escribirlas, aparecen de un modo particular. Me alimenta el fraseo que se produce en las actualizaciones. Uno ve ahí un mosaico de la realidad. Se crean contradicciones interesantes. Aunque también se instalan temas y, entonces, todos hacen referencia a las mismas cosas: el clima, tal o cual medida económica o política. Ahí, me aburro mortalmente. Y cierro.” En cuanto a incorporar o no esos elementos a la narrativa, ella decide prescindir: “Mis ficciones son muy autónomas, anacrónicas. Prefiero conservar la distancia. No me interesa la ficción documental, tan esclava del presente. A mí me gusta imaginar. Bucear en lo que no sé, estar sola”, dice rotunda. “La literatura que me gusta leer es la que no es indiferente a su época –afirma Nicolás Mavrakis–. Hay gente que nació con Internet y asimilar una historia de amor sin ella es raro.” En su libro No alimenten al troll (Tamarisco), el escritor y periodista, autor del ebook El fin del periodismo y otras autopsias en la morgue digital, se mete con personajes e historias que se alimentan del mundo web: un psicópata en-

valentonado por su rol como administrador de comentarios de un gran diario, en el cuento “Fireman”; un relato dosificado a través de mails y que generan un escenario de paranoia y misterio. Estos cuentos lo ubicaron en un espacio de transición, en el que la novedad de incorporar elementos de la cotidianidad digital como elemento literario lo volvió representante de esta “nueva ola”, al igual que Martín Felipe Castagnet, con su novela Los cuerpos del verano (Factotum). Lector de nuevas producciones literarias, de las que habla en el blog “El Borges del futuro”, Mavrakis distingue una línea común de “estilos llanos, precisos”, pero aclara que “no dejan de ser historias de amor, de odio, de muerte”. Todo se define en las decisiones estéticas y argumentales de cada autor: Hay literatura que aspira a escribir con los formatos tradicionales; hay otra que no, y la idea es explorar eso: gente que escribe en un blog pero que genera un corte, entre esa autorreferencialidad que se presupone al blog, de la narrativa del yo, que se recicla en una plataforma para ficción, y que se juega en esa tensión de si es o no autobiográfico. En el timeline de alguien en Twitter te das cuenta de si hay una aspiración a lo literario fuera de la institución libro. ¿Eso es literatura? La pregunta sobre la literatura en Internet está abierta.

Internet y sus derivados como herramienta formal, o como herramienta argumental: Mavrakis puntualiza esas elecciones en el escenario narrativo actual. “Del libro hubo dos presentaciones con tres personas y las tres fueron periodistas –Mavrakis recuerda la trastienda de la presentación de su libro–. No había autores similares. Los personajes vinculados al periodismo eran mis interlocutores, por lo que lo ponían el libro en un lugar raro, porque un periodista no tiene por qué hacer una lectura literaria.” El escritor señala que en los últimos meses han aparecido más ficciones que acompañan su exploración de las posibilidades argumentales que brindan las redes sociales en la ficción y dice: “Me parecía interesante que en 2012, 2013, con más o menos de 25 años de naturalización del uso constante de la Web para todas las conductas de la cultura humana, llamara la atención que se hiciera una narración literaria sobre eso, cuando es algo que está asimilado. Era algo que no había decantado en una aproximación narrativa tradicional”.