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MIÉRCOLES 23 Y 02 Y 2011
la mirada de
EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES
U
“
n consejo, míster: enseñe, a patadas, a trompadas, a empujones, pero enseñe.” Domingo Faustino Sarmiento, entonces superintendente de Escuelas (una especie de ministro de Educación), recibe en su despacho a Alexander Watson Hutton. El escocés busca apoyo para enseñar fútbol en su escuela, Buenos Aires English High School, cuna del mítico Alumni de los hermanos Brown. La escena forma parte del guión que escribió Homero Manzi para Escuela de campeones, la película de 1950 sobre Alumni, el primer gran equipo en la historia del fútbol argentino. Eran años de Pelota de trapo, donde Armando Bó era un jugador heroico. El hincha fue otro título célebre. “¿Qué sería del fútbol sin el hincha?”, se preguntaba Enrique Santos Discépolo. Todos, el hincha, el crack, Sarmiento y hasta el anglófilo Alumni formaban parte de la narrativa cinematográfica del fútbol en aquellos años del peronismo. No hay casi más vínculos de Sarmiento con el fútbol. Sí con otros deportes. Ya presidente de la nación, el remo lo invitó a su primera regata, en 1873 en el Tigre. El presidente del club decano, Buenos Aires Rowing, era el cónsul general de Gran Bretaña, Ronald Bridgett. El entrenador, cuenta Víctor Raffo en su excelente libro El origen británico del deporte argentino, era Lionell Sackville Wets, ministro plenipotenciario de Gran Bretaña en la Argentina, vestido de remero el día de la inauguración. En su discurso, Sarmiento alabó a “los Britishers robustos de hoy”, habló de “deportes varoniles” y de “Mens sana in corpore sano”. Y pidió “que la juventud argentina imite este ejemplo, para injertar en nuestra índole el amor a los elementos gloriosos que han hecho de vuestra nación lo que ella es: el padre del comercio, la riqueza y la prosperidad”. Dos años después, ya no más presidente, Sarmiento fue declarado miembro de honor del Buenos Ayres Cricket Club, que temía un eventual desalojo ante el anuncio de que se haría en Palermo el parque Tres de Febrero. En su carta de agradecimiento, Sarmiento recordó que vio las regatas de Oxford y Cambridge y a jóvenes ingleses competir también en cricket, atletismo y otros deportes. Así, se admiró, “he comprendido cómo veinte mil dependientes o empleados civiles hicieron frente en la India a doscientos mil cipayos sublevados”. Sarmiento destacó la habilidad del gaucho en los juegos de equitación. Pero “en ese pasatiempo –escribió– se juega la vida, y a veces la pierde” (Deporte nacional. Dos siglos de historia, Deportea y Emecé). Gauchos e indios, se sabe, no eran de la simpatía de Sarmiento. El sanjuanino estuvo en 1885 entre los ocho mil asistentes a la nueva Plaza Euskara, del Laurak Bat, primer gran estadio de América del Sur. Felicitó al pelotari vasco Indalecio Sarrasqueta, “Chiquito de Eibar”, ganador ante el uruguayo Pedro Zavaleta, “Paysandú”. Las apuestas desenfrenadas terminaron afectando a la pelota vasca. Sarmiento no apostaba ni siquiera cuando jugaba a las cartas, me cuenta el historiador Ricardo de Titto, autor de Yo Sarmiento, de próxima aparición. El sanjuanino no veía con agrado que también se cruzaran apuestas en las cuadreras y el pato, ambos prohibidos por violentos. Primer pre-
Para LA NACION
PADRE DEL AULA sidente en 1879 de la Sociedad Protectora de Animales, Sarmiento apoyó la prohibición de las corridas de toros. A cambio, se fortalecieron el turf (el Hipódromo de Palermo fue creado en 1876 y el del Jockey Club, en 1882) y el polo. Los primeros partidos, en 1875, enfrentaban a equipos llamados England, Scotland, City y Countryside. Como fiesta de fin de semana, las elites terratenientes se montaban en los ferrocarriles británicos que partían de Retiro. Agregaban los caballos. Civilización y barbarie. Contradictorio, luchador, arbitrario, pasional, maestro a los 15 años, presidente, ministro, mi-
los preceptos de moral escrita”, escribió Sarmiento en 1886. Un siglo después, remar en la exuberancia del Tigre, como lo hacía Sarmiento, se convirtió en un deporte extremo. Flotan heladeras, autos, garrafas, perros muertos, ratas, troncos, latas, botellas, barro. La apertura al contaminado Reconquista pudrió la pista destinada a los mejores remeros del país. Fue mejorada en estos últimos años, por un acuerdo intendencia-Nación, y a la espera de ser inaugurada antes de mayo, me dicen autoridades del remo. Pero el espejo de agua sigue lejos del ideal, al punto que hay quienes creen que lo mejor será mudar las competen-
ganó a Boca y a River en su estadio, construido en 1951 con el nombre de Eva Perón. A River le ganó con baile, aunque el humo de los chorizos, me cuenta un testigo, afectó en un gol al Pato Fillol. El club, que ahora está en la Primera B Nacional, vive una nueva etapa de pujanza, con 3500 socios que pueden hacer fútbol, básquetbol, natación y voleibol, entre otros, me cuenta el presidente Fernando Chioffazo. Las reformas, eso sí, se llevaron consigo un busto de Sarmiento que acompañaba una de las tantas frases polémicas que le atribuyen al prócer: “Las cosas hay que hacerlas, aunque sea mal, pero hacerlas”. Sarmiento no compite en el actual Torneo Néstor Kirchner, cuyo inicio hace diez días en la TV pública incluyó un homenaje a modo de candombe para el fallecido ex presidente. Fue un exceso en medio de los goles. Como cuando la TV privada in-
LOS CLUBES PIONEROS ELIGIERON NOMBRES DE BARRIOS, DE FECHAS PATRIAS Y DE PRÓCERES. SAN MARTÍN TIENE MÁS DE CIEN CLUBES CON SU NOMBRE. EL SARMIENTO MÁS CONOCIDO ES EL DE JUNÍN
litar, periodista y escritor. También “libre, liberal y libertino”, como fue definido en estos días, Sarmiento fue ante todo el prócer de la educación popular. Pura inclusión social, en una Argentina que, según el primer censo nacional de población (1869), tenía 1,8 millones de habitantes y un millón de adultos que no sabían leer. La escuela pública contó con el arribo a Buenos Aires de maestras como Mary Gorman, una de las primeras que Sarmiento trajo, en 1869, de Estados Unidos. Gorman fue abuela de la nadadora Jeannette Campbell, primera mujer que el deporte argentino envió a unos Juegos Olímpicos, en Berlín 36, donde ganó medalla de plata en los cien metros. La escuela pública incluyó también el ingreso de la educación física de la mano del alemán Augusto Helman, designado por Sarmiento en 1872 profesor de dibujo natural y gimnasia. “Una hora de mover los brazos, la cabeza a la derecha, a la izquierda, hacia arriba, hacia abajo, a la voz del maestro, todos a un mismo tiempo y en perfecta igualdad, vale más que todos
cias lejos del Tigre, donde hace un siglo instalaron sus clubes los ingleses del Rowing, alemanes del Teutonia, italianos del Canottieri, franceses de L’Aviron, judíos del Hacoaj, Remeros Escandinavos y empleados ferroviarios del Campana Boat Club, entre tantos. Sarmiento recibió nombre de Parque cuando la dictadura construyó, en 1981, un complejo de 62 hectáreas en el barrio de Saavedra con fútbol, tenis, básquetbol, voleibol, piletas, patín y más, incluyendo los escombros y las zanjas de los últimos años, aunque se salvó de una comisaría policial que la justicia impidió construir al gobierno de la ciudad. Cuando el fútbol salió de las elites británicas, los clubes pioneros eligieron nombres de barrios, de fechas patrias y de próceres. San Martín tiene más de cien clubes con su nombre. El Sarmiento más conocido es el de Junín. Fue fundado en 1911 y en 1980 ascendió a Primera. El equipo, que llegó a contar con Ricardo Gareca, Toti Iglesias, el Lobo Fischer y el Hueso Glaría, entre otros, les
sistió en mostrarnos al candidato Francisco de Narváez en el Monumental en pleno partido de eliminatorias mundialistas. O cuando un periodista de Fox aconsejaba en pleno relato de Copa Libertadores que votáramos a Mauricio Macri. La misma voz, y la misma pantalla, que hace unos días, en pleno Boca-River de verano, promocionó al diputado salteño Alfredo Olmedo, ahora demandado por Lionel Messi por hacer campaña con su imagen, sin permiso. “No vote al pedo, vote Olmedo”, promociona el diputado. El bicentenario del nacimiento de Sarmiento coincide con un año de elecciones. Habrá civilización y habrá barbarie, en una democracia que pronto cumplirá tres décadas. Todo un progreso, palabra que Sarmiento amaba mucho.
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