Perspectiva Católica
CATHOLICIDAHO.ORG MAY 6-20, 2016
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La unidad: Regalo del Padre Jn 17,20-26
Al leer detenidamente la oración que Jesús pronuncia ante sus discípulos, al concluir su vida entre ellos, se antoja preguntarse, si el Jesús que habla, ya es el resucitado. En los primeros versículos de este capítulo Jesús dice a su Padre celestial: “Te glorifiqué en la tierra consumando la obra que me diste para que la realizara” Esto supone ya concluida su vida terrenal. Si Jesús ha dado a sus discípulos lo que el Padre a su vez le ha dado a él, para que aquellos tengan una unidad como la de Jesús con su Padre (v.22), esto quiere decir que los discípulos ya han recibido la plenitud del Espíritu, que Jesús ya ha sido glorificado por su Padre. Dada la profundidad de la teología de San Juan, podemos imaginarnos que esta oración puede situarse a la vez en el presente y en el porvenir, en el tiempo y en la eternidad. Que esta oración bien pudo tener lugar durante su Pasión, como una visión profunda de su unidad con el Padre, en el momento de “ir a El”. Un tema dominante en esta oración es Dios, el Padre, que da gloria a Jesús, es decir, capacidad, poder de dar vida eterna. Es el Padre el que da a los discípulos la contemplación de la “gloria”
El Evangelio Padre Enrique Terriquez
divina de Jesús, o sea, del amor que le tiene por toda la eternidad, para que vivan en perfecta comunión con El y con Jesucristo, y que este amor esté en ellos definitivamente. De este amor habla Jesús. De él viene y a él va; con él se identifica plenamente. La misión de Jesús continuará en la actividad apostólica de los discípulos. Por medio de ellos Jesús seguirá dando el regalo de la fe en él. Pero para que el “mundo” crea, es necesaria la unidad de los discípulos. Esta unidad es regalo del Padre (17, 20), porque no es una unidad cualquiera, sino el reflejo de la unidad que existe entre el Padre y Jesucristo. Recordemos que el Evangelio de Juan tiene como fin decirnos que “la Palabra de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros”, que fue es-
crito como respuesta a necesidades concretas de determinadas comunidades, y no en un vacío histórico. Es una serie de respuestas a una serie de crisis que ponían en peligro la existencia de las comunidades Juaninas. “Esta unidad por la que Jesús oró, que se expresa en la única Iglesia de Cristo, no se nos dio “hecha” - de forma automática en la Pascua. Es una tarea que tenemos que realizar en cada lugar, en cada tiempo, en cada generación. La unidad “se hace”; la unidad siempre es incompleta, conflictiva, siempre está en dificultades. Cada época, cada comunidad cristiana tiene sus tentaciones contra la unidad”. (Puebla 272, 273,102) Como el amor mutuo del Padre y de Jesucristo es tan fuerte que no se pueden separar uno del otro, así nosotros, discípulos de Jesús, debemos estar unidos, para poder cumplir eficazmente con su misión de acercar el mundo al amor de Dios, pues este amor, que es vida, se anuncia ante todo con la vida. Como discípulos de Cristo, vivamos el amor mutuo, desinteresado, hermanable como el de Jesucristo, imagen del infinito amor de Dios. ¡La Iglesia es una o no es Iglesia!
El Padre Terriquez es el pastor jubilado de la Comunidad Católica del Espíritu Santo en Pocatello.
‘Hagan esto en memoria mía’
Estimado Padre Jesús: Me gustaría saber qué es lo que exactamente Jesús está pidiendo a su Iglesia que haga en memoria suya. Gracias. Luz María. Tu pregunta es interesante e importante. Según los escritos del Nuevo Testamento, esas palabras fueron pronunciadas por Jesús en la Ultima Cena; y la Ultima Cena fue en realidad la última de una serie de comidas que Jesús compartió con sus discípulos y otras personas durante su ministerio. El Evangelio de Lucas, en particular, es muy sensible a la apertura de Jesús a los demás en el contexto de una comida. Lucas menciona a Jesús haciendo eso en por lo menos nueve ocasiones. “En aproximadamente una quinta parte de las frases de Lucas en el Evangelio en los Hechos, las comidas juegan un notable papel” (Markus Barth, "Rediscovering the Lord’s Supper", p. 71). En la Introducción al Evangelio de Lucas, la Conferencia Episcopal Católica de los Estados Unidos (USCCB), escribe: “Lucas muestra que la predicación y enseñanza de los representantes de la iglesia primitiva están basados en la predicación y enseñanza E N L A COCINA DE LA TILMA MEXICAN GRILL — Gloria Macías trabaja en la cocina de La Tilma Mexican Grill a mediados de febrero en la iglesia Sacred Hear t en El Paso, Texas. El comedor sirve abundantes platos de comida al estilo casero a precios módicos. (Foto CNS por Nancy Wiechec
Las comidas de Jesús se convertían en ocasiones de perdón de los pecados. La salvación llegaba a los hogares donde Jesús entraba a comer. Esto es lo que Jesús está pidiendo a su Iglesia que haga. Esto es lo que el Papa Francisco está pidiendo a toda la
Nuestros lectores preguntan Padre Jesús Camacho de Jesús… Esta continuidad entre el ministerio histórico de Jesús y el ministerio de los Apóstoles es la manera en que Lucas garantiza la fidelidad de la enseñanza de la Iglesia a la enseñanza de Jesús… A través del Evangelio, Lucas hace un llamado a los discípulos cristianos a identificarse con su Maestro Jesús, que es compasivo y cariñoso con los pobres, los marginados, los pecadores y los afligidos, con los que reconocen su dependencia de Dios…” (Introducción a Lucas). Como hemos aprendido al leer y meditar los Evangelios, nos llama la atención ver a Jesús una y otra vez sanar los enfermos, juntarse con “gente indeseable” y comer con marginados sociales. En la cultura en la que Jesús vivía, sentarse a comer con
alguien significaba compartir su reputación, conectarse con ellos ante la sociedad y ante Dios. En verdad, era todo un escándalo que un maestro religioso como Jesús compartiera la comida con pecadores. La queja contra él era clara: “El come con cobradores de impuestos y con pecadores” (Mc 2,13-17; Mt 9,9-13; Lc 5,27-32). En concreto, ¿con quiénes comía Jesús? ¿de qué clase de gente estamos hablando? Personas tan pobres que no podían pagar el impuesto del templo, alguien con alguna enfermedad crónica o problema mental, alguien que trabajaba en algo considerado “impuro” (sepultureros, prostitutas, cobradores de impuestos para Roma), judíos no practicantes y no-judíos. Los rechazados eran bienvenidos, los despreciados eran honrados.
Iglesia que haga. El Padre Camacho es el vicario parroquial en Santa María en Boise. Si usted tiene preguntas o comentarios, puede dirigirlos a jcamacho@ stmar ysboise.org o puede llamar al 344-2597.
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JUNE 3-16, 2016
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‘Dios ha visitado a su pueblo’ Lc 7,11-17
El gesto de Jesús de resucitar al hijo de la viuda de Naím tuvo como consecuencia una profunda reacción de fe en el pueblo. Sobrecogidos, daban gloria a Dios… “Fe en la credibilidad de Jesús: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros…” “Fe en las promesas liberadoras de Dios: “Dios ha visitado a su pueblo…” Este hecho en donde Jesús actúa no como respuesta a la fe de la gente sino directamente movido a compasión, unido a la naturaleza del milagro, da pie a que San Lucas nos presente este acto como signo de la presencia del Mesías. En la tradición Judía; la curación, la redención y el escuchar el clamor del pobre (Is 35, 5-6; 61,11) estaban asociados a la era mesiánica, así como la creencia popular de que todo aquel que hubiera muerto antes de la venida del Mesías iba a ser devuelto a la vida (Is 26,19; 2 Mac 7, 9-36). La misericordia, la solidaridad, la liberación del mal y de la muerte, demostrados en los milagros de Jesús, son un signo de que su Buena Nueva es liberadora. Que su mensaje es creíble. Para evangelizar, Jesús utilizó los signos apropiados para que el pueblo reconociera la presencia de Dios que los visitaba. No puede ser más claro este Evangelio como para cuestionar nuestra credibilidad como cristianos, y como Iglesia. ¿Qué signos damos para hacer ver que Dios liberador, está hoy con su pueblo, y que el
El Evangelio Padre Enrique Terriquez mensaje de la Iglesia que anuncia esto es creíble? O mejor ¿qué signos debemos poner para que la Iglesia sea hoy creíble? Jesús, en este relato y en otros (“vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son purificados, los sordos ven, los muertos resucitan…” Lc 7, 22), nos da las grandes líneas de práctica cristiana que nos lleven a la credibilidad. Paulo VI en su encíclica Evangelii Nuntiandi nos recordó que “es nuestro privilegio y responsabilidad, llevar la Buena Nueva a todos, a todos los estratos de la vida humana, transformándola desde dentro y haciéndola nueva”. Y el Papa Francisco en su Exhortación “Evangelii Gaudium”, y con su ejemplo, se convierte en el gran profeta de nuestros tiempos. La viuda de Naím, parece ser nuestro mundo que va a enterrar a su hijo único (la tierra,) al paso de Jesús
(su Iglesia) con sus discípulos. El llanto de la viuda es el grito silencioso de una mujer (la humanidad) que siente no solo la pérdida de sus hijos sino también su destino, su vulnerabilidad, exclusión y desigualdad. Este es nuestro mundo actual: un mundo con tantos desastres ecológicos, emigración de naciones enteras causadas por las guerras desestabilizadoras, hambre, intereses económicos mezquinos, ausencia de estado de derecho… este es el cortejo que pasa hoy ante nuestros ojos. Jesús, dice el evangelio, se conmueve por la suerte de esta mujer; se solidariza, la mira y la toma en cuenta, le pide que no llore, se acerca al féretro … y ordena al muchacho difunto que se levante, y lo coloca en brazos de su madre, devolviendo la vida y dignidad a esa mujer. ¿Qué haremos nosotros hoy? Nuestra credibilidad está en entredicho. En su carta encíclica Laudato Si, el Papa Francisco se acerca al mundo que va rumbo al (cementerio) desastre ecológico, y pide detener el féretro y devolver la vida a todas las naciones. El desafío que nos presenta el Evangelio de hoy es el de si estamos dando un testimonio inequívoco de solidaridad con los oprimidos y los débiles, de modo que la gente pueda decir que ¿“Dios ha visitado a su pueblo”?
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Salvación para todos los pueblos de la tierra Padre Jesús: me alegró mucho escuchar que Dios ofrece su salvación a todos los pueblos y a todas las personas. ¿Pudiera, por favor, hablar un poco sobre esto? Gracias. Aristeo. Es la Buena Nueva que predica la Iglesia: ¡hay salvación y tenemos un Salvador, que es nuestro Señor Jesucristo! Por todas las páginas de la Biblia resuena esta gran promesa y don. Por cuestión de espacio, solamente mencionaré algunas. En el Antiguo Testamento encontramos que Dios promete a Abraham que en él serán bendecidas todas las naciones de la tierra (Génesis 22,18). El pueblo de Dios canta en sus Salmos: “¡Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben!” (Salmo 67). Por su parte, el profeta Isaías le dice al pueblo de Israel: “Yo haré que seas la luz de las naciones, para que lleves mi salvación hasta las partes más lejanas de la tierra” (49, 6). En el Nuevo Testamento leemos que Jesús envía a sus apóstoles y les pide que, en su nombre y con su poder, hagan que todos los pueblos de la tierra sean sus discípulos (Mat 28,19). Eso fue lo que predicaron
(Carta a los Efesios 2, 14-16). He hablado de pueblos, porque Dios quiere salvarnos como pueblo no como individuos aislados: “Quiso, sin embargo, Dios santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados entre sí, sino constituirlos en un pueblo que le conociera en la verdad y le
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Padre Jesús Camacho Pedro, Juan, Pablo y los demás apóstoles: “Ahora entiendo que de veras Dios no hace diferencia entre una persona y otra, sino que en cualquier nación acepta a los que lo reverencian y hacen lo bueno” (Hechos 10, 34-35); “Jesucristo se ofreció en sacrificio para que nuestros pecados sean perdonados; y no sólo los nuestros sino los de todo el mundo” (1Jn 2,2). El apóstol Pablo escribe lo mismo en una forma todavía más clara y contundente: “Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre
sirviera santamente” (“Constitución Dogmática sobre la Iglesia”, Lumen Gentium, 9).
también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno, y de este testimonio - digo la verdad, no miento - yo he sido constituido heraldo y apóstol, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad”(1 Timoteo 2,3-6). El amor de Jesucristo por la humanidad ha roto todas las barreras. El vino a reunir lo que estaba disperso, a salvar lo que estaba perdido y a traer la paz entre los pueblos y para los pueblos: “Cristo es nuestra paz. El hizo de judíos y no judíos un solo pueblo, destruyó el muro que los separaba y anuló en su propio cuerpo la enemistad que existía… y con su muerte en la cruz los reconcilió con Dios, haciendo de ellos un solo cuerpo” UN CLÉRIGO BALANCEA UN INCENSARIO — Un clérigo balancea un incensario cerca de un relicario de San Juan Pablo II, en la capilla de un asilo llamado “Victor's Residenz Mar gar ethenhof”, el 18 de mayo, en Laatzen, Alemania. En el relicario están guardados algunos cabellos de San Juan Pablo II que se le dier on al director del asilo, Adrian Grandt, en Polonia. El relicario permanecerá expuesto, tras un cristal, a prueba de bala, frente al altar. (Foto CNS por Sebastain Gollnow, EPA)
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AUGUST 5-18, 2016
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Sentido cristiano de la muerte Lc 12,32-48 Vivimos en un mundo que continúa atesorando y acaparando cantidades enormes de dinero y recursos (Huelga decir; a expensas de la inmensa mayoría de pobres), como si se fuera a vivir para siempre. Organizándolo todo como si Dios no existiera, y como si nuestro destino se agotara con la muerte. Jesús se refiere varias veces a este tema, fundamental para la vida del hombre. En este Evangelio, con varias imágenes (“hacerse un tesoro inagotable en el cielo…” “tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas…” “si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón…”) nos advierte sobre la tentación de la acumulación, de la instalación, de la seguridad y previsión excesivas. Contra el ateísmo práctico. En el trasfondo del Evangelio de hoy está el tema de la muerte. Este tema no es invento de la religión; es un hecho, sin el cual no entendemos la vida. Tampoco hay que abusar del tema presentando al cristianismo como “la preparación al bien morir”. La muerte es un hecho que hay que enfrentar y darle un sentido evangélico. Solo la fe nos hace penetrar en la significación de la muerte. La carta a los hebreos nos trae a la mente la figura de Abraham que creyó por encima de la amenaza de muerte, como era su avanzada edad, unido a la esterilidad de Sara que amenazaban su fe en la
El Evangelio Padre Enrique Terriquez promesa de Dios. La emigración y la inseguridad se confabularon aún más para hacer estas pruebas extremadamente angustiosas. Abrahán creyó en un “más allá de la muerte”, creyó que la posteridad no podía frustrarse en su cuerpo ya apagado, porque Dios ya la había prometido. Jesús anima a sus discípulos diciendo: “no temas, pequeño rebaño, porque al Padre de ustedes le agradó darles el Reino”. La comunidad de Lucas, consciente de la ausencia de su Señor, espera su regreso, aunque ya no de una manera tan inminente como aparece en San Pablo (1 Tes 4-5). La comunidad sabe que vive en los últimos días en los que el hombre acoge o rechaza de forma definitiva la salvación que se regala, y que Cristo, ausente físicamente, actúa en el tiempo presente. Este es el tiempo de la Iglesia, tiempo de vigilancia. Con el correr de los años, nuestros proyectos,
metas e ideales, pueden apagarse en la rutina y en las pruebas, hasta hacernos perder el sentido de vivir. Llega un momento en que ya no sabemos reaccionar. Al sentir que nuestra vida está vacía, la vamos llenando de experiencias y diversiones, ‘haciendo cosas’, sin descubrir en ella nada grande o noble. La insistencia de Jesús sobre la vigilancia, parece referirse a la fe que nos haga despertar a la realidad y a la verdad de Dios para vivir despiertos y abrirnos confiadamente a su misterio: “Dichosos aquellos a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela”. Reflexionar a la luz de la fe sobre lo relativo de la vida y el sentido de la muerte, es necesario para cultivar en nosotros las actitudes que nos pide el Evangelio: vigilancia a la venida del Señor, desprendimiento de los bienes, valoración de las promesas eternas, sentido de nuestra propia actividad y vocación aquí y ahora. Somos “criados”, “administradores”. No somos absolutos; Cristo es el único Señor, a quien tenemos que dar cuenta si hemos vivido, actuado y poseído según su ley evangélica. La muerte es el hecho y el signo que nos recuerda el absoluto de Dios y lo relativo de nuestras empresas y proyectos.
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Evangelización de las Culturas (1)
Estimado Padre Jesús: cuando usted habla de evangelización, se refiere a “evangelización de las culturas”. Por favor, explíqueme qué quiere decir esto. Gracias. Armando. Gracias por tu pregunta. La expresión “evangelización de las culturas” viene de un documento oficial de la Iglesia: La exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi ("La Evangelización del Mundo Contemporáneo"), promulgada por Papa Paulo VI el 8 de diciembre de 1975. En el número 20 dice: “La ruptura entre el evangelio y la cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo…. De ahí que hay que hacer todos los esfuerzos para una generosa evangelización de la cultura, o más estrictamente de las culturas”. El designio de Dios es que el mensaje de salvación pueda llegar a todos los pueblos de la tierra. Nuestro Señor Jesucristo envió a sus apóstoles a llevar la Buena Nueva de la salvación a todos los rincones del mundo (Mt 28,19-20); porque Dios quiere que todos los seres humanos se salven
Los Obispos Católicos de los Estados Unidos, en su Carta Pastoral sobre el Ministerio Hispano, dicen: “El respeto por la cultura se basa en la dignidad de la persona hecha a imagen de Dios. La Iglesia muestra su estima por esta dignidad, tratando de asegurar que el pluralismo y no la asimi-
Nuestros lectores preguntan Padre Jesús Camacho (1 Tim 2,4-6). Pero cada pueblo tiene su propia historia y cultura, que lo hace ser diferente a los demás pueblos. Esto no puede ni debe ser ignorado: el mensaje es el mismo, pero los pueblos que lo reciben no son los mismos. Por lo tanto, evangelizar no quiere decir hacer desaparecer una cultura para imponer la propia. El Evangelio no es colonizador; no se impone. El Evangelio se ofrece, se sirve como alimento y camino de salvación. Es decir, se pone al alcance de todos los pueblos. Así lo enseña la Iglesia: “Dios, en efecto, al revelarse a su pueblo hasta la plena manifestación de sí mismo
en su Hijo encarnado, habló según los tipos de cultura propios de cada época…De igual manera, la Iglesia…ha empleado los hallazgos de las diversas culturas para difundir y explicar el mensaje de Cristo en su predicación a todas las gentes” (Gaudium et Spes, #58). Para salvarnos, Cristo quiere destruir el pecado y sus consecuencias, no las culturas. Ninguna cultura es de por sí mala o buena, ni superior o inferior; son simplemente diversas. Lo que las hace iguales, es que todas necesitan salvación y que todas entran en el plan de salvación de Dios.
lación o la uniformidad, sea el principio que guíe la vida de las comunidades” (#5). El Padre Camacho es el vicario parroquial en Santa María en Boise. Si usted tiene preguntas o comentarios, puede dirigirlos a
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TOCA UN INSTRUMENTO LLAMADO KAZOO — Un miembro del clero, izquierda, toca un instrumento llamado kazoo con otros
peregrinos el 24 de junio en una calle en Cracovia, Polonia, antes de la Jornada Mundial de la Juventud. (Foto CNS por Bob Roller)
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