Paco de Lucía Leyenda de la guitarra

27 feb. 2014 - José Manuel Gamboa en la antología de Camarón. ... a grabar juntos. José era muy preca- ... tarra”. José Mercé, uno de los más célebres ...
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espectáculos

| Jueves 27 de febrero de 2014

El músico que revolucionó el flamenco falleció ayer, en México, de un paro cardíaco

1947 / 2014

Paco de Lucía Leyenda de la guitarra En esa cadena evolutiva de la guitarra, Paco pegó un salto. Escuchando esas viejas grabaciones de Niño Ricardo y Sabicas, su otro maestro, pero en vida, el guitarrista construyó una personalidad con la base de la guitarra clásica del flamenco y la vertiginosidad e invención de un nuevo sonido, que irritaría a los tradicionalistas y asombraría al mundo. Sus primeros vestigios de genialidad asomaron tempranamente en el dúo Chiquitos de Algeciras, que formó a los 13 años con su hermano Pepe y con el que ganaron sus primeros concursos, grabaron discos, participaron de películas y fueron convocados para formar parte de compañías de baile flamenco con las que conoció África y América. Su toque llamó rápidamente la atención del mundo flamenco. Todavía adolescente, fue convocado por Antonio Gades para girar por Estados Unidos, y el reconocido cantaor Fosforito lo invitaría a formar parte de sus discos. Pero el big bang flamenco se produjo cuando el hombre pisaba la Luna. Ese año se conocerían Paco de Lucía y el cantor Camarón de la Isla. El enamoramiento fue instantáneo. “Camarón contaba con 18 años y Paco con 22, ambos era gaditanos, bien parecidos, músicos privilegiados, imaginativos y rompedores. Comenzaba así la andadura de una pareja artística que estaba llamada a revolucionar el flamenco”, escribía el especialista José Manuel Gamboa en la antología de Camarón. Entre los sesenta y los setenta fue la época de esplendor para los dos. “Yo siempre quise cantar, es la máxima expresión del flamenco, y Camarón se convirtió en mi héroe –recordaba Paco de Lucía de aquella época de oro–. Empezamos a probar, a tocar y a grabar juntos. José era muy preca-

vido: «Paco, ¿que dirá la gente de las peñas flamencas de esto?», decía. Y yo: «Al carajo las peñas si no entienden que seguimos haciendo flamenco». Le preocupaba lo que pensarían los gitanos. «Pues si lo entienden, mejor; si no, ya lo entenderán.» Y así ocurrió. Cuando crees en algo, no debes esperar rendimientos inmediatos ni dinero ni elogios: inviertes para el futuro.” A la par, Paco de Lucía desarrollaba una producción solista, que generaba un vuelco copernicano en la forma de expresión flamenca. Sus discos 12 canciones de guitarra para García Lorca (1965), Paco de Lucía interpreta a Manuel de Falla (1978) y Paco de Lucía en vivo grabado en el Teatro Real (1975) son hitos en su carrera solista. Era la superación de su maestro, el Niño Ricardo. Paco despegaba a la guitarra flamenca solista de ese lugar menospreciado de acompañante. La tarea de apertura musical de Paco de Lucía continuaría en la década del ochenta, cuando su cruce musical con los guitarristas John McLaughlin y Al Di Meola en el histórico Friday Night in San Francisco generaría un fenómeno a escala planetaria. Ese mismo año, Paco crearía el Paco de Lucía Sextet, la formación que durante dos décadas plasmó su intención de mestizaje del flamenco. Discos como Live... One Summer Night (1984) y Live in America (1993) siguen siendo hoy referencias imprescindibles. Con su guitarra, Paco de Lucía hizo historia. Por eso cada nuevo disco o concierto se transformaba en un acontecimiento. Sin embargo, él siempre se vio como un hombre normal. En su primera visita a la Argentina, en 1972 y con sus jóvenes 24 años, decía para la nacion: “¿Ves? Yo soy como ese perro que anda por allí. Todos los caminos son suyos. No tiene ninguna obligación. Su libertad es total”. ß

En la Plaza San Martín, en Retiro, en 1972, su segunda visita a Buenos Aires

antonio deluccio

“Cuando empecé a cambiar, temí que los flamencos me echaran del club” tradición y renovación. Reflexiones del genial guitarrista

andaluz durante la última charla con la nacion, en La Alhambra, a mediados de 2013, antes de las últimas actuaciones que realizó en la Argentina

C

ontradicciones del ser humano: un hombre de 66 años dice que es viejo, pero no pierde oportunidad para jugar al fútbol con su hijo de 8. Así lo encontró la muerte a Paco de Lucía, en medio de algunas de sus pasiones. Estaba a orillas del mar, en una de esas playas paradisíacas que ofrece el Caribe mexicano, jugando al fútbol con el más pequeño de sus hijos. Si la escena hubiera sido el final de una novela, la situación debería haber sido otra: Paco con una guitarra entre sus brazos. Pero, la verdad, nada de eso habría sido necesario. Francisco Sánchez Gómez, Paco el hijo de Lucía, el genio de Algeciras, no era un hombre viejo. La muerte no lo andaba buscando, lo atrapó de golpe. Era un hombre maduro que amaba el mar, la pesca submarina, jugar al fútbol y, por supuesto, tocar la guitarra, instrumento con el que alcanzó la madurez artística. Quizá decía que se sentía viejo porque ya a los 12 había cruzado el Atlántico por primera vez para ganarse la vida tocando, hasta convertirse en el patriarca de la guitarra flamenca, trono indiscutido que había alcanzado gracias a dosis bien conjugadas de talento y de trabajo. Su carácter fuerte había sido templado por esa precocidad musical, por las exigencias de su padre, empecinado en que Paco practicara la guitarra ocho o diez horas por día (¿Qué padre quiere que su hijo se pase el día tocando la guitarra?), y por haber comenzado a trabajar como músico de muy niño. “Sí, tengo un temperamento fuerte, que es de familia y que aprendí a canalizar con la técnica. Mi padre, que era un perfeccionista, hizo de mí un monstruito que sólo ve el defec-

to”, decía Paco, durante su última charla con la nacion, a mediados del año pasado. “A los 12 viajé con la compañía donde estaba mi hermano Pepe. A los 16 ya andaba solo. Eso me hizo madurar y crecer rápidamente.” Hace un año, Paco anunció que volvería a tocar en la Argentina, luego de 15 años sin hacer giras por América del Sur. Y esos conciertos que finalmente dio en noviembre fueron una buena excusa para ir a verlo, meses antes, en medio de una gira europea. El momento y el lugar fue Granada,

caRloS FRaGa / aRcHiVo

os músicos somos unos chaneladores [cuentistas] que siempre estamos con el rollo de la angustia. El artista sufre, sí, pero más sufre un albañil subido en un andamio de seis pisos un 8 de enero. O Bach, que estaba siempre tieso y cada semana tenía que componer una fuga para la catedral de Leipzig. Y sin calefacción ni comida. Y Van Gogh, el pobre, siempre pelao y sin oreja. Y hoy los artistas nos creemos algo, unos fenómenos...”, confesaba en un documental sobre su vida en la Televisión Española. Muy a su pesar, se transformaría en un fenómeno musical. Nacido en Algeciras, en una familia paya y criado en un barrio del pobrerío gitano, Paco de Lucía fue producto del anhelo de su padre, Antonio Sánchez Pecino, un guitarrista que nunca saldría del circuito de los aficionados, pero que se transformaría en el fundador de una estirpe puramente flamenca y en el productor de los discos más importantes de su hijo Paco. “Uno es lo que es en su niñez, y yo en mi niñez estaba rodeado de flamencos. Mi padre se iba a buscar la vida por la noche a las fiestas y siempre amanecía en casa con flamencos. Mi hermano Pepe y mi hermana María también desde chiquitos han estado vinculados a este mundo. Vivíamos en la Bajadilla, un barrio muy gitano, siempre había alguien en casa cantando o tocando.” Paco admiraba a su hermano mayor, Ramón de Algeciras (1938), que después formaría parte de sus grabaciones fundamentales y que le inculcaría su amor por el sonido y la escuela guitarrística del Niño Ricardo, un modernista del flamenco y heredero de la tradición de Ramón Montoya.

Con el Príncipe de Asturias

noRBeRto MoSteiRÍn / aRcHiVo

“L Viene de tapa

En la Argentina, en 1971

minutos antes de una actuación que dio en julio, en un auditorio a metros de La Alhambra. Ahí estaba Paco, con sus botas y pantalón negros, con su camisa blanca de mangas anchas, con su cabellera raleada, sentado junto a un gran espejo con luces de camarín, calentando los dedos sobre las cuerdas de la guitarra. ¿Qué tocaba? Flamenco, por supuesto. ¿Qué reflejaba ese espejo? “A un hombre que ha vivido en la duda toda la vida. Ahora soy viejo y creo que no soy tan malo, pero me pasé media vida pensando que la gente me trataba muy bien porque era educada –contaba el guitarrista–. Un día iba en el coche a jugar al fútbol y llegando al sitio apareció una guitarra en la radio y dije: «¿Coño, quién es ese tío? ¡Qué bien toca!». Descubrí que era yo. Y descubrí, sobre todo, que no podía detestarme así. Eso sigue en el espejo, sólo que ahora me consiento un poco más. Soy un apasionado de lo que hago, igual que cuando tenía 30.” Anteayer, cuando lo sorprendió un infarto, Paco estaba terminando un nuevo disco, a más de cincuenta años de la salida de su primer álbum, que grabó junto a su hermano Pepe. “Al principio de mi carrera me tocó una coyuntura especial. Salí del mundo cerrado y talibán para decir: «Bueno, desde este lenguaje voy a componer». Porque no se componía, se tocaba lo tradicional, lo de siempre. Ése fue el paso. Cuando empecé a cambiar cosas me daba terror que los flamencos me echaran, que me sacaran del club. Siempre fui cauteloso. La mano izquierda en la tradición y la derecha buscando por ahí.” ß Mauro Apicella

La muerte que enlutó a toda España Martín Rodríguez Yebra CORRESPONSAL EN MADRID

MADRID.– España enmudeció al amanecer. De repente una noticia inesperada, de esas que tardan en digerirse, barrió de la agenda el debate político más importante del año, las revelaciones sobre sonados casos de corrupción, la expectativa de una noche grande de fútbol. La muerte de Paco de Lucía enlutó a un país que lo reconocía como uno de sus artistas más universales. El gobierno, la oposición, la Casa Real, músicos, cineastas, poetas y deportistas le rindieron un homenaje en continuado, mientras en su Algeciras natal, frente al estrecho de Gibraltar, se agolpaban miles de vecinos para estampar mensajes de agradecimiento en un libro habilitado por el ayuntamiento. La melodía de “Entre dos aguas” se convirtió en cortina obligada en los programas de radio y los noticieros, que relataban el dolor de los amigos, redescubrían su magia con las cuerdas y transmitían la ansiedad de su

tierra por recibir los restos y acompañarlo en un funeral que se espera masivo. En Algeciras se acumulaban flores sobre su estatua desde antes del mediodía. Para entonces, en Madrid, el presidente Mariano Rajoy se batía a duelo con la oposición en el segundo día del Debate del Estado de la Nación, la cita más importante del año legislativo. Pero la atención pública estaba en los pasillos, donde ministros y líderes opositores despedían al genio de la guitarra flamenca. El jefe de la oposición, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, lo recordó como “un símbolo de lo mejor de España”. En Barcelona, el príncipe Felipe rompió el protocolo de un acto oficial para contar su “pena”. “Sentía mucho afecto por él. Es una pérdida grande”, expresó; su padre, el rey Juan Carlos, envió una nota oficial a la familia del músico. El mundo del flamenco acusó el impacto. Desde Almería, José Fernández Torres, “Tomatito”, daba entrevistas con lágrimas en los ojos: “Estoy muy afectado. Se fue un

genio, un amigo y un amo de la guitarra”. José Mercé, uno de los más célebres cantaores vivos, exclamó: “No habrá otro igual, aunque pasen 200 años”. Pancho Varona, el guitarrista de Joaquín Sabina, lo comparó con Hendrix y vía Twitter Alejandro Sanz escribió: “Silencio. Se me partió el alma”. Desde el poeta José Manuel Caballero Bonald, hasta el director de cine Alex de la Iglesia o el torero estelar Curro Romero se sumaron al homenaje en los medios. En las ciudades donde vivió y creó –Cádiz, Toledo, Madrid, Palma de Mallorca– se sucedieron gestos espontáneos en su memoria. También en La Línea, frente a la estatua de su compañero más célebre, Camarón de la Isla. Anoche el gobierno de España arbitraba los medios para facilitar que los restos fueran repatriados cuanto antes desde Cancún. Algeciras –donde queda quien lo recuerda como El Niño de la Portuguesa o simplemente el hijo de Lucía– lo espera para una despedida que será casi un funeral de Estado.ß