Murió Presas, pintor por oficio y pasión

Museo de la Universidad Nacional de. Tres de Febrero, y entre noviembre de 2008 y .... San Antonio de Padua, presbítero y doctor. Gran predi- cador y teólogo ...
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CULTURA

I

Sábado 13 de junio de 2009

UN MAESTRO DE LA PINTURA Y FALLECIO A LOS 94 AÑOS

Murió Presas, pintor por oficio y pasión El artista creó una estética propia, de colores vibrantes, que usó sobre todo para retratar la figura humana en su prolífica obra RAQUEL SAN MARTIN LA NACION “Cada día, delante del caballete, estoy esperando que el milagro se produzca [...]. No dura mucho tiempo, transcurre como un sueño, y hay que estar preparado para captarlo porque se puede perder para siempre.” Durante su larga y prolífica vida de artista, que se apagó ayer, en su casa porteña, a los 94 años, Leopoldo Presas captó ese milagro cientos de veces, una iluminación hecha de trabajo y de pasión por la pintura. Fiel a la figuración, Presas atravesó poéticas y temáticas con los que fue dando forma a una pintura personal, hecha de colores vibrantes y trazos enérgicos, pero, sobre todo, plena de emociones. Poco homenajeado en vida a pesar de su innegable influencia en el arte argentino, hombre cálido y generoso, y artista disciplinado, Presas será velado hoy, de 8 a 13, en la Legislatura porteña (Julio A. Roca 575).

La huella de Spilimbergo Leopoldo Presas había nacido en Buenos Aires el 21 de febrero de 1915, en un humilde hogar de Barracas. Ingresó en la Academia Nacional de Bellas Artes, que abandonó tras pocos años para asistir a las clases particulares del maestro Lino Enea Spilimbergo en la Escuela de Artes Gráficas, mientras se ganaba la vida diseñando estampados para textiles. La educación del trazo que dejó Spilimbergo en el joven Presas no abandonó jamás su pintura. En 1939 integró el Grupo Orión, con Luis Barragán, Vicente Forte, Juan Fuentes e Ideal Sánchez, entre otros, con una estética ecléctica, pero influida por el surrealismo y la pintura metafísica. Enseguida debió privilegiar el trabajo como diseñador

textil y abandonó la pintura, a la que regresó años más tarde, gracias a la inspiración y la insistencia de su amigo Santiago Cogorno. En esos años conoció a su mujer, Elsa Legaspi Salgado, con quien tuvo tres hijos. En 1946, Presas realizó su primera exposición individual y en esos años empezó a enviar obras a los salones. Obtuvo numerosos premios, entre ellos algunos de los más importantes del país, como el Gran Premio de Honor del Salón Nacional, en 1959, y el Premio Palanza, en 1963. En esos años realizó, en colaboración con Torres Agüero, uno de los murales de la galería Santa Fe, que popularizó su nombre. Fue en la década del 60, ya en plena consagración profesional, cuando se produjeron los cambios más radicales de su pintura, y pasó de la inspiración cubista a una impronta expresionista y gestual, con una materia cada vez más abundante. Vivió en París entre 1979 y 1987, donde, paradójicamente, pintó su serie de puertos dedicada al Riachuelo de Buenos Aires. De regreso a la Argentina, continuó pintando incansablemente en su taller de Núñez, que, como sucedía en el que había tenido años antes en Cerrito y Santa Fe, se convirtió en lugar de encuentro de amigos y discípulos que lo seguían con admiración. Pintor de óleo y témpera, Presas era un excelente dibujante; practicó la técnica de los tapices y fundó en 1972 en La Boca el Taller de la Orilla, especializado en impresiones litográficas, serigráficas y otras técnicas de grabado artístico. La protagonista constante de su pintura fue la figura humana, sobre todo la femenina, su inspiración más frecuente, que pintó con ternura y con sensualidad. Las naturalezas muertas, las flores y los retratos

FOTOS DE ARCHIVO

Mujer encinta se expuso en 1997

Presas pintaba con disciplina y, más allá de sus maestros, dio forma a una pintura versátil y personal fueron sus otros temas recurrentes, aunque también creó obras de crítica social, como su serie de los cerdos, la inquietante serie de crucifixiones, los motivos de la Guerra de Vietnam y las pinturas eróticas. Admirador de Chesterton y Wells, jugador de ajedrez, “Toto” era un hombre amable y bondadoso. Realizó múltiples exposiciones en el extranjero y participó de las bienales de Venecia y San Pablo con sus obras. Las exposiciones retrospectivas más recientes de su obra en Buenos Aires se realizaron en 1994 en el Palais de Glace (organizada por la galería Zurbarán), en 2006 en el Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, y entre noviembre

de 2008 y marzo de 2009 en el Museo Sívori. En los últimos años, había ganado el Premio a la Trayectoria del Fondo Nacional de las Artes (2001) y el Premio Cultura Nación (2007). Presas estaba convencido de que la habilidad de pintar podía apagarse de pronto. “Uno puede despertarse un día y ya no ser más pintor”, dijo en 1975, en una entrevista. Siguió: “Uno finalmente se va a morir, y eso es un poco más serio que dejar de pintar, porque la vida es más importante que la pintura. Igual que para morir, hay que estar preparado para dejar de ser pintor cuando Dios quiera”. A Leopoldo Presas, la vida se le terminó antes que la pasión por la pintura.

Su última retrospectiva, hasta marzo de este año, en el Museo Sívori

OPINION

La vida celebrada en formas y texturas ELBA PEREZ PARA LA NACION Era, irremediablemente, pintor. Para goce perpetuo y disfrute renovado de aquellos que siguieron su celebración de la vida transfigurada en arabescos, colores, formas y texturas. Cabría añadir las transfiguradas temperaturas, fragancias, las incitaciones a la yema que en la penumbra palpa y reconoce la belleza –aunque sea la pupila la que opera el milagro–, esa epifanía que es el arte. Leopoldo Presas sabía de estas cosas. Y sabía tanto que con humor muy celta velaba la emoción que la obra de arte –suya o de otros, nunca ajena– suscita. Y afirmaba, socarrón, que en el arte “la entrada es gratis: se paga a la salida”. Era su modo de recordar sin énfasis ni pedanterías teóricas que el destino del creador es hacer lo que no se sabe, asistiendo a la gestación de la imagen, esa buena nueva que es responsabilidad de cada quien. ¿Sensual, instintivo, emocional? Lo fue, sin duda, pero también, y en sincronía, fue reflexivo, atento al comportamiento de la materia, escuchando al unísono las pulsiones recónditas que estaba destinado a llevar a término, a la luz. En 1938, Ernesto Rodríguez decía del joven Presas –ya “Toto”, para sus contemporáneos– que era un infatigable cazador celeste asistido por Sirio, “su perro de luz que atizaba la caza oculta”. La presa siempre esquiva está en las celebraciones pictóricas de Leopoldo Presas. La epidermis de la imagen –la piel, el pigmento sobre la tela que configura la imagen icónica sobre el soporte del bastidor– palpita, respira jugosa y seduce. Despertó polémicas cuando dio a conocer, en Galería Rubbers, imágenes dolorosas, agónicas, impregnadas de misticismo, esgrafiadas y estigmatizadas en esa “piel” otrora celebrante del gozo de vivir y pintar. Resultaron escan-

Culto católico Santoral. San Antonio de Padua, presbítero y doctor. Gran predicador y teólogo, murió en Padua, a los 35 años, en 1231. Liturgia. Se leen una carta de San Pablo (2 Corintios 5, 14-21) y el Evangelio de San Mateo (5, 33-37). Corpus Christi. Hoy, a las 15, el cardenal Bergoglio celebrará una misa en las escalinatas de la Catedral, frente a Plaza de Mayo, a la que asistirán fieles llegados en peregrinación desde varios puntos de la ciudad.

dalosas, acusadas de misticismo, religiosidad y otros despropósitos descarriados. Jorge Natalio Povarché, responsable de la galería y escenario del presunto desacato, estrechó filas junto al artista cuestionado por su defección al buen gozar y la atención puesta en el oficiar de tinieblas de martirios, dolores y tormentos tan metafísicos, íntimos, como históricos. Luces y sombras, materia pigmentaria esgrafiada –arañada, diríase– disputan tensiones en aquellas obras ardientes como pavesas. Era la década del 60, y Presas avizoró más allá de las inclemencias del momento los tiempos más aciagos que sobrevendrían. Su testimonio de los personeros del poder y la opulencia ostentosa

➾Su dimensión humana es marca superior de un saber entrañable que marcó su lucha entre el caos y el orden ➵ e impune antecedieron desde los entresijos, la entraña de la pintura, a la retórica de muchos de sus colegas contemporáneos que chapearon disidencias cuando fueron huéspedes o anfitriones de dictadores o genocidas. Leopoldo Presas fue y será un gran artista. Su dimensión humana, su reverencia ante el oficio y los materiales, es marca superior de un saber entrañable y profundo que marcó su lucha entre el caos y el orden. La ofrenda que nos hizo de su aventura y arrojo da otra dimensión y nueva intensidad a la constelación de Orión que desde ayer lo acoge. Por siempre jamás.

La autora de la nota es crítica de arte

Breve DESDE HOY, EN EL ABASTO

Obras de Dalí en Buenos Aires Más de 230 obras de Salvador Dalí, entre esculturas, serigrafías, grabados y litografías originales, realizadas entre 1950 y 1980, pueden verse a partir de hoy en la muestra “Los ojos del surrealismo”, que se presenta en el shopping Abasto (Avda. Corrientes 3247).