Murió el último emperador de la danza

El historicismo ha determinado, desde la investigación documentada, que la utilización del vibrato, como artilugio de alta ex- presividad, tomó un gran impulso ...
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Espectáculos

Página 10/LA NACION

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Jueves 3 de junio de 2010

DANZA/CLASICA Kazuo Ohno falleció anteayer, en Japón, a las 103 años

Otros cuerpos, la misma obra

Murió el último emperador de la danza

PARA AGENDAR

Alina y Carmina Burana. De Mauricio Wainrot, por el Ballet del San Martín. Teatro San Martín, Corrientes 1530.

El maestro del butoh estuvo una vez en Buenos Aires, donde presentó Admirando La Argentina y Mar Muerto En la ciudad de Yokohama falleció anteayer, a los 103 años, el maestro Kazuo Ohno, figura fundamental en la danza butoh. Cuando en 1986 vino por única vez a Buenos Aires, se presentó en el Teatro San Martín. Días antes de las funciones de Admirando La Argentina y Mar Muerto, un éxito tal que le demandó sumar funciones, tuvo lugar la típica conferencia de prensa en el hall de la sala Martín Coronado. Con voz tenue, el maestro explicó con detalles la filosofía del butoh. Quizá por los gestos de sus interlocutores o porque necesitaba involucrar a su cuerpo, se subió a la gran mesa circular cubierta con un espejo y desplegó algunos movimientos. Entonces, el tiempo se detuvo y las formalidades de las preguntas y respuestas quedaron relegadas a un muy segundo plano. Silvia Gsell, antigua colaboradora de este diario, en esa nota de anticipo dio las coordenadas de su arte: “El butoh es una expresión de vanguardia que crea, con imágenes de pesadilla, una danza en la que los movimientos se eternizan en estampas y los contenidos alcanzan la densidad expresiva de verdaderas esculturas cinéticas” Días después de aquella rueda de prensa, en la primera función de Admirando La Argentina (un homenaje a la bailaora flamenca Antonia Mercé creado en 1997 y considerada pieza fundamental del butoh) el verlo ingresar por el lateral izquierdo de la gran sala era como tener contacto visual con la misma muerte. “No trato de ocultar mi vejez, es como si me estuviese viendo a mí mismo. Vi en Dresden un libro que tenía la imagen de un caballo viejo y cansado; sentí como si toda mi vida estuviera dentro de ese caballo. [...] ¿Dónde se encuentra esa imagen? Está dentro de mí. Ese caballo corre por mi interior. Cuanto mayor es el ser humano, más crece el interés por estos temas. Cuanto más edad tengo, más puedo experimentar. Con mi vejez no decaigo hacia la muerte, sino que vivo en una

Palabra del maestro “Cuanto más edad tengo, más puedo experimentar. Con mi vejez no decaigo hacia la muerte, sino que vivo en una amalgama de vida y muerte”, sostuvo Kazuo Ohno en el libro de Gustavo Collini, su discípulo en nuestro país

Video. Mirá a Kazuo Ohno bailando en www.lanacion.com.ar

(Allegro)

amalgama de vida y muerte”, dijo en una entrevista publicada en el libro Kazuo Ohno , el último emperador de la danza , del bailarín Gustavo Collini, su discípulo en la Argentina con quien creó Tango Butoh. Junto a Tatsumi Hijikata, interrumpieron la tradición del teatro noh y el kabuki tomando elementos del expresionismo europeo. Pero, a diferencia de Hijikata, el mensaje de su danza transita las aguas de los enigmas e interroga las definiciones de belleza y muerte recurriendo a movimientos lentos en los que el cuerpo casi está pegado al suelo o en cuclillas y las manos se despliegan como alas rituales. El butoh nació después de las bombas a Nagasaki e Hiroshima, convirtiéndose en un lenguaje de vanguardia que combina elementos del teatro, la danza, la voz y la improvisación. En ese contexto, el arte de Kazuo Ohno marcó a varias generaciones. Entre ellos, a Eiko y Koma quienes, en 1997, presentaron en el Festival Internacional de Buenos Aires un maravilloso montaje denominado Wind, en el cual decodificaban a su manera la enseñanza del maestro Ohno nació en 1906 en Hakodate, una ciudad del norte del Japón. De joven fue atleta pero, en 1929, asistió a la representación de la bailarina Antonia Mercé, experiencia que marcó su vocación hacia la danza. En 1938, el ejército de su país lo convocó a que se sume a las filas y, después de la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial, fue prisionero en Australia. Sólo en 1946 retomó los estudios y su primer espectáculo data de 1949. Cinco años después conoció a Hijikata, con quien inició una etapa sumamente productiva. A los 71 años fundó su compañía y a los pocos años sus trabajos comenzaron a girar por el mundo. Su influencia superó la barrera de la danza. Algunos afirman que tanto Madonna como Marilyn Manson toman elementos del maestro para sus shows. O, por ejemplo, el disco The Crying Light, de Antony and the Johnsons, tiene en su portada una foto de Kazuo Ohno, quien anteayer partió escuchando música.

Alejandro Cruz

Sol Rourich y Leonardo Otárola

El Ballet del San Martín y una obra para lucirse Carmina Burana, para descubrir a un nuevo elenco Mauricio Wainrot creó su versión coreográfica de la célebre cantata escénica Carmina Burana hace más de diez años para el Ballet Real de Bélgica. Y en 2001 la estrenó con la compañía que dirige en Buenos Aires, el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. Ahora, a tiempo de su reestreno, la obra, que se apoya en la música de Carl Orff, pero que no toma el sentido temático de sus versos, encuentra a una compañía distinta de la original. La mayoría de aquellos bailarines ya no están en este cuerpo, pero estos cuerpos (jóvenes, virtuosos, llenos de energía) saben demostrar su capacidad para asimilar el carácter de este trabajo exigente, de alta demanda técnica y física, y su trabajo resulta excelente. Ivana Santaella y Nicolás Berrueta; la resuelta Vanesa Turelli en tándem con Sergio Muzzio, y una siempre deliciosa Sol Rourich, aquí con Leonardo Otárola, se recortan del conjunto. Sin embargo, es todo el cuerpo de baile –más de una veintena de artistas, incluyendo los “aprendices” de la compañía (piedra libre a Victoria Balanza, del disuelto Ballet Argentino, entre las nuevas incorporaciones al staff)– el que logra transmitir emoción en los instantes de brío, en los momentos más oscu-

(Acordes)

Por Pablo Kohan

Por Pola Suárez Urtubey

Los políticos y la música

Nabucco

acuerda como de época, el vibrato es puesto en duda cuando no definitivamente rechazado. El historicismo ha determinado, desde la investigación documentada, que la utilización del vibrato, como artilugio de alta expresividad, tomó un gran impulso en el siglo XIX por lo que su aplicación retroactiva no es pertinente. Y por supuesto, las discusiones al respecto se suceden. Carlo Maria Giulini recordaba un ensayo que Hindemith estaba llevando adelante frente a una orquesta alemana. Mientras tocaban una obra de Bach, las cuerdas de la orquesta insistían con un toque staccato muy seco, sin vibrato. Hindemith solicitó un tipo diferente de sonido “más bello”. El concertino de la orquesta contestó: “Nosotros mantenemos viva la tradición bachiana y éste es el sonido correcto”. Hindemith filosofó en voz alta: “No puedo imaginarme cómo, sin vibrato, Bach pudo tener tantos hijos”.

La ópera de Verdi, en la puesta que se verá en Masada

AP

teatro en esas condiciones. La ópera Nabucco, de Verdi, Inspirado en la ópera de Patendrá una producción es- rís, en 1909 (un año después pecial con las montañas de que el Colón), fue inaugurado Masada como telón de fondo el Teatro Municipal de Río de natural, con efectos especia- Janeiro, por el entonces preles de luces, sonido y fuegos sidente de Brasil, Nilo Peçande artificio, en la versión que ha. Para recuperar su belleza se presentará hoy y pasado mañana. Estará dirigida por Daniel Oren con la participación del Coro de Opera israelí y la Orquesta de Opera. También estará la Sinfónica de Israel Rishon Lezion, dirigida por Massimo Gasparon y Ronen Peled. En la fotografía superior se puede ver un ensayo, realizado el último domingo. La geografía elegida para esta puesta traza un espectral paraje conformado por una pared de roca calcárea que se eleva unos 400 metros por encima del nivel del mar Muerto. Teatro Municipal de Río de Janeiro N Cualquier semejanza... pura coincidencia. Si se original también fue cerrado, habla de la reapertura de un reciclado y reinaugurado la teatro luego de una costosa última semana por el actual restauración que duró unos presidente, Luiz Inacio Lula tres años, la mayoría pensa- da Silva. Se invirtieron 70 rá que se trató del Colón, re- millones de reales (unos 32,5 abierto el 24 de mayo último. millones de euros) en los traSin embargo, no es el único bajos de reconstrucción, que N Con el más imponente telón.

Constanza Bertolini

Opinión

El vibrato como una alegoría de la fertilidad Un poco más, un poco menos, todos sabemos de qué hablamos cuando hacemos mención del vibrato. Escuchamos la voz de Víctor Heredia o de Maria Callas, en campos culturales absolutamente diferentes, o vemos los dedos de un guitarrista o de un violinista en movimiento frenético sobre las cuerdas y percibimos, concretamente, qué es el vibrato. Devenido del italiano y nunca traducido como “vibrado” –que este adjetivo se aplica para otros menesteres–, el vibrato es una ondulación del sonido producida por voluntad del instrumentista o del cantante. Sus aplicaciones son siempre expresivas. En la música clásica, como herramienta de interpretación, su puesta en práctica responde a intenciones y paradigmas que van cambiando con el tiempo. Dentro de la interpretación historicista, es decir, aquella que trata de recrear la música “antigua” según los parámetros que la investigación

ros y en otros, luminosos y solemnes, para dar una actuación que el público aplaude con muchas ganas. Así, esta puesta, que se reconoce tanto por los giros aéreos que sobre sí dibujan los bailarines como por la gama morada de característicos faldones que llevan puestos, es un nuevo homenaje a Carlos Gallardo –vestuarista y escenógrafo, fallecido en diciembre de 2008–. Y en sus escenas centrales, incorpora los atriles que, hace 15 días, formaron parte de la muestra del artista A toda orquesta II, emplazada en la plaza Lavalle. Aquella vez, para el estreno, Wainrot también había presentado esa miniatura coreografíca llamada Alina, que es toda una rareza en su repertorio. Se sabe de su afán por los trabajos corales, los elencos numerosos, los grandes desplazamientos. Sin embargo, este solo, que interpreta la casi-casi retirada Elizabeth Rodríguez, sirve –aun con su carácter independiente– de bienvenida a la función. Delante de un telón negro y metálico, en el proscenio, Rodríguez hace su introspectivo baile. En soledad, apenas con una silla, una viñeta expresiva que da gusto volver a ver.

duraron más de 900 días. Como sucedió con el Colón, la reapertura del teatro carioca estaba prevista para celebrar su centenario, pero las obras se demoraron. Premios de la crítica. La Asociación de Críticos Musicales de la Argentina entregó en su 22° aniversario las distinciones a los mejores intérpretes y conjuntos de la temporada 2009. Entre otros, fueron premiados Alejo Pérez (director de orquesta argentino); Helmuth Rilling (director de orquesta extranjero); Patagonia, de Esteban Benzecry (estreno de obra argentina); Il retorno d’Ulisse in patria, de Monteverdi (estreno local de obra extranjera); Carla Filipcic (cantante argentina); Vivica Genoux (cantante extranjera); Carmen Piazzini EFE (solista instrumental argentina); Jean-Yves Thibaudet (solista instrumental extranjero); Orchestre de la Suisse Romande (orquesta sinfónica extranjera), y Coro Estable del Teatro Argentino de La Plata (coro polifónico). N

Leí el domingo en este diario la nota de Pablo Sirvén, y, desde luego, el tema me movilizó. Porque entre nuestros hombres públicos del pasado y los actuales, en lo que se refiere a tantas cosas, entre ellas el interés por la cultura y el arte, hay una distancia mayor que entre Buenos Aires y el polo norte. Sin ir más lejos, en pocos meses más (agosto) ustedes podrán leer un libro completo sobre las preocupaciones musicales de Alberdi, justamente en agosto porque se cumple el Bicentenario de su nacimiento. Ahí encontrarán los textos completos de sus escritos sobre música, sus partituras para piano y canciones, sencillamente analizadas porque ellas mismas son encantadoramente sencillas, y todo el libro acompañado por un disco donde se ha grabado el material con que se cuenta. Convengamos en que si no hay demasiados casos de figuras fundamentales de la política argentina que escriban sobre problemas musicales, nuestra historia nos muestra hombres tan interesados en estos temas que hoy nos emocionan. Por ejemplo, Carlos Pellegrini, presidente de la Nación entre 1890-1892. Ante todo se supone que su sensibilidad para la pintura Algunos y la arquitectura debió estar estimulada por su casos de la padre, francés de origen y de formación italiana, historia que Carlos Enrique, por todo lo que sugieren esas generan bellísimas litografías coloreadas costumbristas admiración que tenemos la suerte de gozar, como aquel Minué de 1841, o su retrato de Alberdi, en tinta china y acuarela, de 1832. ¿Y cómo no interesarse el presidente argentino por los planos para el viejo Teatro Colón, si eran obra de su padre? * * * A tal punto le interesaba el arte y la música, que se tomaba el trabajo de leer las interminables críticas de óperas que escribía en LA NACION Paul Groussac. Recuerdo cómo me divertí leyendo un violento ataque de otros críticos, indignados por la rudeza, hiriente y sarcástica, con que atacó desde su columna a unos “pobres fantocci”, según sus palabras, de una compañía lírica. Y de paso insultos para sus colegas de otros diarios, que lo atacaban. Se produjo entonces lo que él llamó un “alzamiento de ponchos” mientras Pellegrini lo felicitaba por la “carga de indios”, que al parecer leía con enorme fruición. Marcelo T. de Alvear era otro paradigma. Y hay otros más, pero no me alcanza el espacio… ¿Se imaginan a nuestra pareja presidencial o funcionarios Fernández o De Vido, apasionarse con los encontronazos entre críticos musicales de LA NACIÓN y de Clarín (que por otra parte son respetuosos y cordiales). O bien, hacerse llevar los ejemplares del fin de semana, en avión, a Calafate, para no perderse semejante plato fuerte? Realmente, mi imaginación no da para tanto.