Muchas personas pasan por nuestras vidas, pero muy pocas dejan huellas en ella, y esto es lo que siento que ha hecho el P. Ruta, sobretodo cuando veo a quienes han stado tan cerca de él. Yo lo conocí a mis dieciocho años, cuando ingresé al Magisterio Superior y tuve el privilegio de cursar con él Liturgia y Trinidad en el profesorado de Filosofía y de la Religión. Parecía una persona muy seria, y todo lo que explicaba al principio era difícil, pero pasaban los días y la seriedad se mezclaba con los momentos de humor, lo que tanto nos costaba entender lo hacia comprensible, y el lenguaje se convertía, para nosotros, en familiar. Abría frente a nuestros ojosun mundo nuevo unuestra mente y nuestro corazón no quedaban iguales. Sabíamos que nos conocía personalmente y nos exigía según nuestras posibilidades. Jamás olvidaré los gestos de ternura que tuvo con mi hijo cuando tenía un mes de viday pude confiar y ser escuchada cuando fue necesario. Nuestra formación fue su gran preocupación y dedicó su vida a esto, por eso, a él, un permanente agradecimiento.

María del Carmen di Pierro