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Mientras el mundo político y educacional debate sobre quién debe educar sexualmente al niño y al adolescente, los cristianos renacidos y la iglesia de Jesucristo no puede dejar de oír su voz de autoridad. El sexo, y la sexualidad, es una doctrina bíblica tan importante como la santificación. De otra manera el apóstol Pablo nos advertiría tan claramente (1 Ts. 4:3) que la fornicación (en este pasaje significando todo tipo de pecado sexual) es un impedimento para lograr esa madurez o perfección espiritual La doctrina de la sexualidad debe ocupar en la iglesia, y por lo tanto en el púlpito, y en todo ámbito de enseñanza eclesiástica, un lugar como cualquier otra doctrina o enseñanza (“didaqué”) para la vida cristiana. Es una de las pocas doctrinas en que el Espíritu Santo se ocupa, literalmente, desde la primera hasta la última página de la Biblia (Gn. 1:26-27; Ap. 22:15) No obstante debido a que la sexualidad humana experimenta un proceso evolutivo muy particular y a la vez diferente en el hombre y la mujer, debe ser ensañada sobre la base de un programa muy bien definido y pautado por edades y roles. Hay contenidos que deben ser de conocimiento general y deben ser enseñados desde el púlpito a la familia toda, por ejemplo: “El que la sexualidad fue puesta en el ser humano para que a través de ella el hombre y la mujer puedan “procrear” seres a imagen y semejanza de Dios (Gn. 9:6)”. Cuando las enseñanzas sobre la sexualidad y su natural atracción son encuadradas dentro de lo que Dios dice, como, por ejemplo: Señalando el principio de la elección de la pareja advertido en las palabras: “No os juntéis en yugo desigual con los incrédulos” (2 Co. 6:14) muchos jóvenes, y no tan jóvenes, sabrán que su desobediencia a este claro mandamiento va a ser observada y juzgada (¿y por qué no?) por toda la congregación. Hoy por hoy, hay grupos progresistas en las iglesias y desgraciadamente en algunas denominaciones con sus líderes a la cabeza quienes priorizan la complacencia con el mundo y sus posturas. Son los que están más ávidos de escuchar y predicar “los derechos humanos” en vez de los “deberes cristianos”. Nadie como la iglesia de Jesucristo, tiene la autoridad y la obligación de enseñar a todo el pueblo de Dios lo que la Biblia dice sobre el sexo, la sexualidad y los pecados sexuales. También le cabe proclamar al mundo la santidad del sexo, la práctica de la abstinencia sexual antes del matrimonio y practicar el sexo con fidelidad, pureza y espontaneidad dentro del vínculo marital y denunciar toda forma de pecado que se exprese desde las autoridades y medios masivos de comunicación. LA HOMOSEXUALIDAD, EL TRAVESTISMO Y OTRAS PERVERSIONES Deben ser expuestas como pecados. Ningún líder de la iglesia católica (la mayoría tiene acceso a los medios) ha señalado que Dios condena tanto a los afeminados como a los que se echan con varones, los homosexuales (1 Co. 6:9), por temor a ser señalados como retrógrados, discriminadores o desactualizados. Esto no nos debe extrañar puesto que a escala mundial el principal problema moral del liderazgo de la iglesia católica es la homosexualidad y la pedofilia (el abuso de menores). No

obstante debemos ser autocríticos y señalar también que en el liderazgo protestante y evangélico, los principales pecados sexuales a nivel mundial son el estupro, la fornicación y el adulterio. La verdadera iglesia de Jesucristo debe enseñar que la homosexualidad, la fornicación o relaciones prematrimoniales (no se justifican tampoco por muchos años que se esté de novio), el adulterio, la pornografía, la masturbación, el incesto, la pedofilia y la zoofilia (Lv. 18 y 20) son pecados aberrantes a los ojos de Dios y deberían serlo a los nuestros también. El hecho de que el psicoanálisis señale a la homosexualidad como producto de una mala o ausente identificación psicosexual en la etapa edípica (aprox. alrededor de los 5 o 6 años) o provenga de “una libre elección de vida” no invalida la Palabra de Dios. Nadie puede excusarse diciendo “la vida o mis padres me hicieron así” o “es mi libre elección de vida”. De igual manera ningún ladrón, siendo mayor, podrá decirle a un juez: “No soy culpable de los robos de los cuales se me acusa, porque mis padres me enseñaron a robar desde muy pequeño; es mi estilo de vida”. Ambos son delitos espirituales para Dios. No obstante aquellos que atendemos y tratamos permanentemente con cristianos que han caído en estos pecados, sabemos de la ardua lucha de quienes quieren librarse de este flagelo. Pues, no sólo su espíritu está atrapado con el pecado, sino también sus mentes y sus cuerpos. Esta lucha, es muy similar a la que libran los nuevos creyentes provenientes de la drogodependencia, donde todo el ser, cuerpo, mente y espíritu lucha contra la esclavitud de la droga. Es obvio ver y pensar que solo el poder transformador de Jesucristo y del Espíritu Santo de Dios puede restaurar a quiénes hayan caído en estos pecados tan esclavizantes. OTRO TEMA ES EL MITO RESPECTO AL QUIÉN DEBE ENSEÑAR SEXUALIDAD EN LA IGLESIA Que la educación o enseñanza sexual bíblica debe ser dada por: Un médico, psicólogo o teólogo. Es tema de reflexión: ¿Qué autoridad espiritual da la universidad o facultad de medicina o psicología? o ¿Qué madurez y equilibrio sexual da una enseñanza teológica? Creemos firmemente que un médico, psicólogo, teólogo o un “simple” cristiano tendrá autoridad para hablar de sexo al pueblo de Dios cuando: Sea un renacido en Cristo. Tenga en claro su identidad sexual. Crea y practique las enseñanzas bíblicas respecto del sexo, la sexualidad, su propósito y su uso. Que no justifique ningún tipo de pecado sexual, venga de donde viniere (1 Co. 5). Que antes haya educado a sus hijos sexualmente. Que sea consciente que a cualquier edad debe “huir de los deseos juveniles”. De ahí en más, puede ejercer cualquier oficio o profesión. No hay duda que el ejercicio de una profesión o ministerio ligados a la sexualidad tanto en la psicología, consejería o eventualmente la medicina, agrega un bagaje de conocimientos anecdóticos que son de mucha ayuda en la ejemplificación de casos referidos al buen uso de la sexualidad como así también a las consecuencias de haber obrado en esa área desobedeciendo la voluntad de Dios. CAUSA POR QUÉ NO SE HABLA DE SEXO DESDE EL PÚLPITO Varias son las causas por lo que hasta ahora no se ha hablado de sexo desde el púlpito, ellas serían: Excesivo pudor, o temor a ofender a las personas mayores. Ignoran que estas personas celebrarán que las nuevas generaciones sean educadas y “sufran” las torturas y penalidades sexuales que ellas soportaron por ignorancia en su juventud. Experiencias traumáticas sexuales en su niñez vividas por los predicadores

Ignorancia del tema Vida sexual matrimonial promiscua, con prácticas vergonzantes, que les quitan autoridad delante de sus esposas Actitudes seductoras con miembros femeninos de la congregación. Falta de educación sexual en sus propios hogares Y fundamentalmente porque los líderes que han caído en pecados sexuales y “fueron descubiertos”, la inmensa mayoría, no han sentido arrepentimiento y toda disciplina aplicada les ha parecido injusta y se sintieron “perseguidos”. LOS DESUBICADOS DE SIEMPRE Por otro lado están los desubicados de siempre, que por pretender mostrarse actuales y entendidos del tema, emplean términos groseros, ejemplos promiscuos frente a un auditorio multifacético. Junto con ellos están los que frente a los adolescentes y jóvenes, pasó en una escuela evangélica, un pastorpsicólogo muy conocido queriéndose hacer el “canchero” pretendiendo dar una clase de educación sexual con gestos y términos propios del “tablón de una cancha de fútbol”. Lo que confirma una vez más que no basta con ser pastor y psicólogo, fundamentalmente hay que ser maduro espiritualmente y equilibrado emocionalmente. LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN SEXUAL Frente a la disyuntiva y discusión en la sociedad de la implementación de educación sexual en la educación preescolar, primaria y secundaria, (por ahora sólo en la Ciudad Autónoma de Bs. As., la cual seguramente una vez aprobada se propagará al resto del país) la iglesia de Jesucristo con la Biblia tiene la absoluta y vigente autoridad (superior a los manuales mundialmente reconocidos de psiquiatría que se adaptan a las presiones políticas y sociales sobre la clasificación de las conductas para-sexuales, desvíos y perversiones) de dar la verdadera, sana y constructiva educación sexual para el pueblo de Dios, así como también para todo aquel que quiera saber el plan de Dios para el disfrute de la sexualidad humana. Las iglesias debemos preparar un plan de enseñanza sobre sexualidad por edades, como lo hacemos con otras doctrinas bíblicas. Tomado de la revista “Momento de Decisión”, www.mdedecision.com.ar Usado con permiso ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.