Los Puccio o el horror en el sótano de la casa familiar

21 dic. 2014 - Francella caracterizado como Arquímedes Puccio recibe indicaciones de Trapero ra películas alejadas de ese género”. Aun frente al drástico ...
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| Domingo 21 De Diciembre De 2014

Los Puccio o el horror en el sótano de la casa familiar el clan. En un alto del rodaje, Pablo Trapero y Guillermo Francella hablan de la película sobre el resonante caso policial de los años ochenta

Viene de tapa

“Hacía rato que venía con esta idea en la cabeza –arranca el director–, incluso antes de filmar Elefante blanco. Yo tenía 13 o 14 años cuando se supo la noticia, pero siempre la recordé con bastante precisión. La historia es alucinante, y a medida que fuimos avanzando en la investigación se puso más interesante. Uno de los desafíos es que el espectador crea en lo que contamos, porque hay ribetes realmente insólitos. Es una historia muy exuberante, muy loca, un poco noir, un poco melodrama, un poco thriller... La película será una especie de cruza entre el cine de Buñuel y el de Tarantino, una ensalada que me gusta mucho, un universo de contrastes muy atrapante.” Para Francella, completamente transformado gracias a la trabajosa caracterización que le exige su personaje, la película representa “una nueva oportunidad de hacer algo diferente”. Con treinta y cinco años de carrera sobre sus espaldas, el popular actor asegura que “es una gran ventaja poder trabajar con contenidos tan heterogéneos. Cuanto más antagónicos sean los papeles entre sí, mejor para mí –sostiene–. Nunca me resultó sen-

cillo modificarles a los productores las ideas que tienen sobre mi perfil. No soy sólo un comediante, ya desde Rudo y cursi, la película de Carlos Cuarón que filmé en 2008, vengo haciendo papeles de otro estilo. Esa vez tuve que hacer una audición, algo a lo que me había desacostumbrado. Pero valió la pena, porque después vino una seguidilla de trabajos muy interesantes con Juan José Campanella, Ana Katz, Marcos Carnevale y Daniel Burman. Las últimas siete u ocho películas que hice son muy distintas entre sí. No es una búsqueda consciente, pero sí hay un deseo de cambio permanente. Me encanta transitar la comedia, pero también apostar al cambio”. Trapero remarca que hace rato que tenía ganas de trabajar con Francella y considera que su sociedad con el actor es “una prueba muy atractiva y un aprendizaje”. Para él, “lo estimulante es no saber de movida cómo van a salir los laburos que encaro. Yo les presto atención a mis intuiciones –señala–. Y en este caso tengo mucha confianza, porque Guillermo es un gran actor, pero en un papel distinto. Obviamente que eso no es algo nuevo: Buñuel llamaba a los actores del melodrama pa-

Francella caracterizado como Arquímedes Puccio recibe indicaciones de Trapero ra películas alejadas de ese género”. Aun frente al drástico viraje que supone este rol, Francella asevera que no le cuesta tanto cambiar el chip: “Hay un poco de cuento en todo eso –dice–. Yo veo que muchos actores necesitan ir a vivir a un monasterio tres meses si tienen que interpretar a un cura o pasar una semana en la guardia de un hospital si tienen que hacer de médico, y no me la creo del todo. Yo no preciso hacer eso. Ya tengo tantos años de profesión que no me hace falta. Hasta fui extra... No es que agarro un papel y lo resuelvo en dos minutos, pero hay un verso que no compro. Y mirá que hice personajes muy antagónicos, ¿eh?”.

En la producción de la película están involucrados, además de Matanza Cine (empresa del propio Trapero), K&S Films, El Deseo (de los hermanos Pedro y Agustín Almodóvar), Telefé y Fox International Productions (la distribución estará a cargo de 20th. Century Fox). Se trata de una película de gran envergadura, pero para Trapero la cantidad de recursos no asegura nada: “Todas las películas son complicadas –explica–. Hasta el corto más austero depende de que en una jornada de filmación no llueva o haya determinada luz, siempre es un desafío hacer cine. Y en una producción de este tamaño tam-

bién hay complicaciones. Naturalmente, es mejor tener más recursos, eso es innegable. Lo que sí representa un cambio notable para mí es filmar en digital, que es un formato que te libera del estrés al que te somete el fílmico. Si vos te equivocás en una película hecha en 35mm, perdés un montón de plata, porque las latas son carísimas. Yo nunca ahorré en material. Si no tenía la cantidad de película suficiente para un largo, prefería hacer un mediometraje. Para hacer un corto de diez minutos usaba tres o cuatro latas de 16 mm, que son cuarenta minutos de película. Pero hoy, filmar en esos formatos es una excentricidad”.ß

La complejidad de hacer creíble una historia única Cuando Pablo Trapero dice que uno de los desafíos de El clan será que el espectador encuentre verosímil la insólita historia de los Puccio, no exagera. “Secuestraban con el auto familiar, el mismo con el que iban al club y a pasear, cobraban rescate a las doce del mediodía en la plaza de San Isidro. Todas cosas realmente increíbles –cuenta–. No trabajaban solos, había complicidades, está claro. Pero igual todo fue muy raro. Era una fami-

lia de siete integrantes, ninguno desconocía lo que ocurría y seguían viviendo como si no pasara nada. Todo esto no lo digo yo, lo dicen los expedientes. En la película trabajamos mucho sobre cómo Arquímedes se relacionaba con cada uno de sus hijos, que eran cinco. Cada uno era un mundo distinto.” El personaje más potente y extravagante es el que interpreta Francella, Arquímedes, que tuvo una vida muy sinuo-

sa: “Fue Tacuara, fue servicio, fue de la Triple A, fue montonero –agrega el realizador–. Mucho de todo eso no entra en una sola película. Todo ese pasado no se cuenta. La historia que contamos abarca del 82 al 85 y creo que sintetiza muy bien lo que vivimos en esa época y habla de nuestra hipocresía, de la Argentina que pretende ser algo que no es, de la puesta en escena permanente, un tema que tiene mucha actualidad”.ß

Santiago Filipuzzi

La historia se repite por duplicado el escenario Marcelo Stiletano LA NACION

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os de los hitos fundacionales y decisivos del llamado Nuevo Cine Argentino fueron Pizza, birra, faso (1998) y Mundo grúa (1999). Obras urgentes, intensas, vitales, poderosas en su expresividad dramática y testimonial. Una década y media después, los dos artífices de estas obras que dejaron huella desde su impronta renovadora se reencuentran simbólicamente. Adrián Caetano (director, junto a Bruno Stagnaro, de Pizza, birra, faso) y Pablo Trapero (responsable de Mundo grúa) caminan hoy líneas paralelas con el ojo puesto en el espeluznante clan Puccio. Trapero hará una película hecha y derecha, y Caetano prepara una miniserie televisiva. Será interesante descubrir entre ellas cruces, diálogos a la distancia, semejanzas, diferencias, puntos de vista. Dos cineastas que en su madurez prometen no renunciar al espíritu provocador y a la capacidad de observación de aquellas fecundas apariciones.ß