Edición no venal de la Fundación SGAE para la promoción y difusión de textos teatrales objeto de estreno.
NACHO LÓPEZ MURRIA Los niños alemanes pintan el cielo de color gris
Sin la autorización por escrito de la editorial, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra ni tampoco su tratamiento o transmisión por ningún medio o sistema. De igual manera, todos los derechos que de ella dimanen, cualquiera que sea la naturaleza de estos, así como las traducciones que puedan hacerse, incluyéndose igualmente las representaciones profesionales y de aficionados, las películas de corto y largo metraje, recitación, lectura pública y retransmisión por radio o televisión, quedan estrictamente reservados. Se pone un especial énfasis en el tema de las lecturas públicas, cuyo permiso deberá asegurarse por escrito. Las solicitudes para la representación de esta obra, de cualquier clase y en cualquier lugar del mundo, habrán de dirigirse a Sociedad General de Autores y Editores, SGAE, en la calle de Fernando VI número 4, 28004 Madrid, España.
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS Primera edición, 2014
© De Los niños alemanes pintan el cielo de color gris: Nacho López Murria © Del prólogo: Gabriel Ochoa © Para esta edición: Fundación SGAE, 2014 Coordinación editorial: Pilar López. Diseño de cubierta: El Taller de GC. Maquetación: Navagraf, S. A. Corrección: Marisa Barreno. Imprime: Estugraf Impresores, S. L.
Edita: Fundación SGAE Bárbara de Braganza, 7, 28004 Madrid /
[email protected] www.fundacionsgae.org EDICIÓN PROMOCIONAL. PROHIBIDA SU VENTA D L: M-9480-2014
Una vez pensé que haría un prólogo para López Murria Y lo pensé con mucha fuerza, tanta, que jamás deseé otra cosa. Creo que vivo dentro de una obra de Nacho López Murria, tal vez porque el autor creó el personaje para mí; tal vez porque Los niños alemanes pintan el cielo de color gris os va a hacer cambiar la cabeza a otro lado del cuerpo. Debajo del sobaco, por ejemplo. Id poniéndola ahí. Eli.— ¿Qué es lo que más te gusta del cielo? Oskar.— Que nunca podré tocarlo.
Tal vez la escritura de Nacho López Murria nazca de la necesidad de contar, de querer contar y de cómo contar esa necesidad. En una rueda que gira vertiginosamente, Nacho sitúa a sus personajes en el límite de la ficción, en el territorio donde la página en blanco les tendría que hacer avanzar, pero donde se sienten agarrotados. Esa es la premisa de su ficción, de sus historias, de su vida. Un poco de historia: Berlín ¿Por qué los niños alemanes no saben pintar? ¿Por qué pintan de color gris? Durante mi estancia en Berlín, me llegó el encargo de Nacho para prologar su obra. Allí, pensar en cielos grises cuando no los veía en Google Imágenes sino en la realidad me hizo plantearme desde dónde nace el teatro de López Murria. A Nacho lo conozco desde hace años, diría que siglos. Lo tengo por uno de mis “hijos” dramáticos. Sí, fui su profesor de literatura dramática en la Escuela del Actor (Valencia). En aquella época, no
6
PRÓLOGO
es que fuera un gran estudiante, pero era ya un excelente inventor de historias. Recuerdo cuándo leí el primer texto que conocía de él, El último ladrido de Claudio, con la estupefacción que me creaba ese fin del mundo tan tan… ¿becketiano?, ¿kafkiano? Nacho me pidió que lo dirigiera y así lo hice: servidor y Maribel Bayona hicimos una puesta en escena de aquella extraña pieza. Pero volvamos al teatro de López Murria. Lo que de verdad me fascina de él (y os debería fascinar a partes iguales a vosotros, lectores) es su creación de mundos imposibles, pero que no son ciencia ficción, porque están en este. Tal vez la alteración de la percepción sea el mecanismo más común en el teatro de Nacho. Un personaje que crea otro personaje y de ahí nace otro más que cuenta una historia de un cuarto... ¿Os suena? La historia de la literatura nos ha traído múltiples veces este axioma: de Cortázar a Auster, de Borges a Easton Ellis, todos ellos han trabajado el yo literario mezclado con el personaje de ficción. Escritores que hablan de escritores escribiendo a sus personajes, pero que se sienten bloqueados. Aunque en el caso de López Murria algo difiere. Esos mundos imposibles están bañados de amor, melancolía, explosión de sentimientos y caos. Es como si Ionesco se estuviera leyendo un cómic de Bastien Vivès bocabajo y no viera en ello ningún problema. Por eso los cielos en Berlín son grises. Los de verdad y los de la imaginación de Nacho. Pese a que, en Berlín, este 2014 ha hecho un tiempo estupendo. La vida siempre nos sorprende. Todos somos López Murria Miranda.— ¿Desde qué punto estás contando la historia? Héctor.— ¿Cómo que desde qué punto?
En los mundos de Nacho existe el caos, no hay puntos de vista, porque los creas tú. ¿Desde dónde contar? En Los niños alemanes pintan el cielo de color gris el dramaturgo cuenta desde la ficción que Héctor crea en su estudio junto a su chica, Miranda. Pero su ficción será tan real que hasta sus personajes le hablan. Todos tienen opinión, porque todos quieren involucrarse en cómo contar la historia, porque la historia en sí les importa.
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
7
Y es que el texto nos sugiere tantas puertas mentales a la ficción que en ocasiones uno se pierde y regresa constantemente. Organizar la historia para Héctor será como arreglar su vida con Miranda. Y el mayor descubrimiento vendrá cuando ambos rememoren la primera vez que se vieron, y pasen de ser personajes creadores a personajes títeres. Héctor ya no escribirá, sino que le escribirán su historia. ¿Quién no querría un buen dramaturgo en su vida para que haya un buen punto de giro donde agarrarse y disfrutar? El deseo es, en última instancia, la máquina de cualquier ficción.
‘Pop will make us free’ (el pop nos hará libres) Como gran parte de su teatro (recuerdo #Azul15 o No estamos together), la música, el pop-rock más indie y transversal del momento, está presente en la obra. El pop nos hará libres, y en la obra de López Murria es imposible desligar la música de la escritura. En Los niños alemanes pintan el cielo de color gris, el autor cita a grupos como Birds are Indie, The Dodos o Moses and the Israelite, referentes que le dan sentido y vigorizan su escritura. Pero no solo eso, en su última etapa, Nacho López Murria ha conseguido trabajar con músicos de la escena local valenciana que han dado a sus trabajos una banda sonora excepcional. Es el caso de Giménez e Hijos o la última colaboración con Tortel. Nacho López Murria conoce su tiempo, se amalgama con el resto de artes, y crea, para el lector / espectador un pequeño-gran espectáculo donde lo importante es que te lleves una reflexión y, por favor, una sonrisa.
¿Te atreves a definir la felicidad? Una vez encontré la felicidad, pero me di cuenta de que era la tuya y no la mía.
Esta frase que inaugura el texto que vais a leer a continuación (no os quito mucho más tiempo) es casi una declaración de intenciones de la obra de López Murria. Pero no solo de esta en concre-
8
PRÓLOGO
to, sino de su teatro. La felicidad como baluarte, como lugar de ida y no sabemos si de vuelta, es algo que circula o más bien se percibe en su teatro. Está cerca, lo hueles. No puedes evitar salir de una de sus obras con una sonrisa. Ni dejar de leerlas haciendo una mueca de felicidad. Y todo ello el autor lo sabe embadurnar muy bien con metáforas imposibles, con frases en las que la procacidad verbal está al orden del día: “cada vez que abres la boca, provocas una guerra mundial”, “hace tiempo que no veo a nadie besarse con tanta fuerza como para desaparecer” o “deberíamos tomarnos un café eternamente”. La escritura de Nacho es una explosión de sentimientos, de creencias, de dudas, de abismos y locuras. Tiene la narración pegada a la vena, como bien nos recuerdan los innumerables blogs en los que escribe, como este Versos Microbio: http://www.versosmicrobio.blogspot.com.es, o Motivos para trasnochar: http://www.motivosparatrasnochar.blogspot.com.es ¿De dónde saca Nacho toda esta creatividad? Solo cabe una posibilidad: de su imaginación. Me fascina y me alucina, todo en uno.
Un canalla más Eli.— Nadie sabe dónde se… Nadie sabe dónde se encuentra. (A Héctor) ¿Es eso?
Pero López Murria sí se encuentra en un lugar, en un sitio, en una compañía. Al calor de la efervescencia de las compañías jóvenes y con el entusiasmo acumulado, Nacho, junto con Migue, Rafa y María, arrastra con toda la ilusión del mundo CanallaCo Teatre, una joven compañía valenciana que ha dado voz a la escritura de este autor. Su teatro no sería nada sin estos compañeros de viaje y viceversa. El autor ha escrito tanto para ellos que son ellos los personajes de su propia historia, y por eso discuten con el autor (en la ficción y en la realidad) para encontrar el lugar desde donde contar. ¡Viva la creatividad en compañía!
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
9
Elige tu propia aventura Bueno, lector, es tu momento. Ahora no dejes el libro en cualquier lado e híncale el diente. Te está esperando. No lo dudes. Elige algo que te sorprenda, que no tenga la clásica historia de chica conoce chico, o que la pervierta. Y que te haga reír, llorar o ilusionar. No quiero ser una pata en una estantería. Quiero contar algo.
Dadle una oportunidad a este texto de Nacho. Os ponéis la música que os guste, bajáis la luz, os arrellanáis en ese sofá que tanto os gusta y... feliz lectura. De nada. Gabriel Ochoa Dramaturgo, guionista y director
Los niños alemanes pintan el cielo de color gris La obra se estrenó el 20 de septiembre de 2013 en el marco de la tercera edición del festival valenciano de artes escénicas Russafa Escènica.
Reparto Héctor Miranda Eli Oskar
Rafa Segura María Zamora Wanda Bellanza Migue Soriano
Con la participación de Bárbara Grandío y Sergio Caballero
Nacho López Murria
Dirección
Ficha técnica Arte / Diseño / Fotografía Ayudante de dirección Regiduría Bso
Amparo Balsas Laura Salcedo Fran de la Torre
Jonathan Richman
Birds are Indie
Jana Hunter
The Dodos
Moses and the Israelite
Diseño de Cartel / Vídeo / Sonido
Javi Tatay (Embolic Media)
Producción de CanallaCo Teatre para el Festival Russafa Escènica 2013
Personajes Héctor: El escritor herido por sus propias letras Miranda: La musa con alergia a la ficción Oskar: El supuesto protagonista Eli: La chica del protagonista con acento argentino
A Pedro, Rafa, Migue y María (Otra más, por favor)
Una vez supe qué era la felicidad. Al rato me di cuenta de que era la tuya y no la mía. Nunca terminarás de saber si realmente son estos tus sentimientos o son los de cualquier otro. Curro Rubira
Una playa imaginada Seguramente suena “Instead of watching telly”, de Birds are Indie. Héctor coloca bien a los personajes, Eli y Oskar, como si fueran muñecos en su decorado mental, mientras Miranda fotografía lo que está pasando. Héctor a veces posa en las fotos. Se tumba y escribe, mientras Miranda lee lo que escribe. Héctor.— “Conocí en la fiesta a muchos seres que se comportaban como personajes que por fuera eran vida y por dentro paseaban por calles fúnebres. Vi a lo lejos los hostales. Los días que fueron eternos llenos en inviernos sin veranos. Bebí los cócteles de todos los colores posibles. Rocé con los dedos los cabellos de las muñequitas que naufragan siempre con el caballero honrado. En la fiesta estaban las caras más reconocibles del panorama cultural. Ningún Huckleberry Finn, ni ningún mesías contratado para ser acompañante de mujeres eclesiásticas llenas de carga sexual...”. Oskar.— … Me quedé en la esquina junto a la señora del marido ahorcado. Esperé. Me miré en el reflejo de un vaso. Héctor.— Desaparecí.
Oskar.— Desaparecí.
Oskar y Eli empiezan a moverse. Parecen personajes exagerados de telenovela afrodisíaca.
18
NACHO LÓPEZ MURRIA
Oskar.— Los daiquiris saben mejor cuando tú los pruebas primero. Eli.— ¿Me vas a alcanzar algún día? Oskar.— He dado mil pasos, nena, y todavía no sé si me he encontrado a mí mismo. Nunca nadie me había hecho perder tanto tiempo en la vida. Eli.— Cada vez que abres la boca, provocas una guerra mundial. Oskar.— Pues espero que no me llamen a filas. Eli.— ¿Me dejarás que te llene el cuerpo de aceite? Oskar.— Solo si me dejas dibujarte desnuda. Miranda.— Dijo ella. Héctor.— Pensé yo. Oskar.— He cruzado el océano en esta tabla para estar a tu lado. Héctor.— Los quizás son la única posibilidad de llegar hasta el faro sin iluminar donde todo acababa por empezar. Eli.— ¿Había tiburones? Oskar.— Tiburones-cocodrilo, sí. Eli.— ¿De verdad eres tú? Oskar.— Sí. Yo. Aquí mismo. Héctor.— Dijo él. Miranda.— Pensé yo.
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
19
Eli.— ¿Sigues buscando? Miranda.— ¿Sigues buscándome? Oskar.— He cruzado el océano andando solo por estar un tiempo corto a tu lado. He asesinado a tu marido y a tu amante para ser yo el único que pueda ser ambas cosas. Y de un tornado he salido para quedarme contigo. Eli.— Está empezando a anochecer. Oskar.— Besémonos, pues, antes de que el tiempo permita que pueda envejecer y tú me abandones por alguien más joven y más enamorado de ti que yo. Héctor.— Interrogante. Miranda.— ¿Pausa? Héctor.— Silencio. Oskar.— No digas nada ahora. Deja que ahora escuche tus gritos de pasión y mañana tus susurros de amor. Eli.— Mañana te volveré a besar, pero tendrás que dejarme ir... Oskar.— ¿A dónde? Eli.— A que me enjuague y lave la boca. No me gusta besar cuando despierto por la mañana. Oskar.— Entiendo. Eli.— ¿Sabes que nos buscarán? Oskar.— Perderé la vida huyendo mientras estemos juntos.
20
NACHO LÓPEZ MURRIA
Eli.— ¿A cuánta gente vas a matar por hacerme tuya? Oskar.— Te mataré a ti si hace falta. Eli.— ¡Oh! Oskar.— ¿Qué? Eli.— ¡Que me beses de una vez! Eli y Oskar se besan. Miranda.— Fin. Héctor.— FIN. Oskar y Eli quedan congelados. Quietos. Miranda.— ¿Ya? Héctor.— Es una mierda, ¿no? Miranda.— No es lo mejor que has escrito... Pero está bien. Héctor.— No, no lo está. Miranda.— Ella es un poco estúpida. Héctor.— Ya. Miranda.— Y él en realidad es un macarra peninsular... No creo que tenga los dientes tan blancos como tú lo pintas. Pero, vamos, lo importante es que habrá gente que lo compre. Héctor.— ¿Y que lo termine de leer? Miranda.— Bueno, eso, a fin de cuentas, es lo de menos, ¿no?
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
21
Héctor.— No. No quiero ser una pata en una estantería. Quiero contar algo. Decirlo. Miranda.— Pero no deberías estar encadenado a una silla porque te lo estén pidiendo. Héctor.— No me lo han pedido. Miranda.— Ya. Te han obligado, que no es lo mismo. Héctor.— ¿Qué? No, no. Miranda.— ¿Hola?, sí, mira, tienes que entregar un primer borrador de la novela para YA. Héctor.— Bueno... Miranda.— No hagas chicle un trozo de ternera. Héctor.— Supongo que no quiero bajar el nivel. Miranda.— ¿Estás seguro de lo que quieres contar? Héctor.— Sí, claro. Miranda.— Llevas mucho tiempo hablando de lo mismo e intentando alargar la vida de tus personajes. Podrías..., no sé, hacer una película muda. Están muy de moda. Silencio. Héctor.— A veces es difícil separarse de lo que tienes más cerca... Miranda.— Ya... Ahí te doy toda la razón. Héctor.— ¿Qué?
22
NACHO LÓPEZ MURRIA
Miranda.— Nada, déjalo. Héctor.— No puedo dejarlos así como así. Miranda.— No sé, Héctor... Si no quieres abandonar a tus personajes, pues..., sácalos de contexto... Héctor.— Puff... Odio escribir... Miranda.— No odias escribir, odias no escribir. Bueno, te dejo con lo tuyo, ¿vale? Tengo los pies fríos. Héctor.— Tú siempre tienes los pies fríos. Miranda.— Buenas noches. Héctor.— Buenas noches. Beso de buenas noches. Oscuro.
Una soledad a larga distancia recortada por el Wifi A oscuras. Los personajes al hablar se autoiluminan con linternas. Héctor.— (Escribe) … “Lo único que veía eran sonrisas falsas donde las bocas acababan de recibir un lavado espacial de blanqueado nuclear. Bocas que, en la vida real, no existen... Siempre estamos deseando lo que tiene el de al lado...”. Oskar.— A mí me pasa. Veo en el metro que una persona se está comiendo un trozo de pizza y quiero una pizza... Héctor.— No sé... No sé por qué he entrado al chat, la verdad. Hacía mucho que no entraba en uno. Vamos, creo que desde que tenía dieciséis o diecisiete años. Oskar.— Creo que desde que tenía dieciséis o diecisiete años. Eli.— ¿Tienes novia? Oskar.—¿Tiene algo que ver eso con haber entrado sin querer en un chat? Eli.— ¿Sin querer? ¿La tienes o no?
24
NACHO LÓPEZ MURRIA
Oskar.— No. Eli.— ¿La has tenido hasta hace poco? Oskar.— ¡Qué manera de empezar a conocerse! Eli.— Bueno, es mucho mejor que empezar contándome lo indignado que estás con los anuncios de blanqueamiento de las clínicas dentales... (Pausa) ¿Qué? Oskar.— Hubo algo, sí. Eli.— Entonces tiene que ver. Oskar.— No lo sabía. Eli.— Pues ahora ya lo sabes. Oskar.— Pero pasó hace mucho tiempo... Bueno, no mucho. Más o menos. Eli.— ¿Quieres cambiar de tema? Oskar.— No me duele hablar de lo que sea. Eli.— ¿No tienes miedo a nada? Oskar.— Si no tuviéramos miedo, no nos pasaría nada. ¿Vienes mucho por aquí? Eli.— Sí. Creo que demasiado. Lo he tomado como una mala costumbre. Prefiero entrar aquí que ver la mierda que hacen en la tele. Sigues dando demasiadas vueltas... Oskar.— ¿A qué? ¿Sigues pensando que en cualquier momento te voy a atacar?
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
25
Eli.— Es lo que pasa siempre. No pasa nada. Dilo. Ahórrate el guión y dime que has entrado al chat porque estás solo en casa y lo que quieres es follar. Has leído mi nombre y por eso me has abierto un privado... Has pensado que quiero follar así porque sí... Oskar.— Solo me ha llamado la atención tu nick: ‘Quiero_Quedarme_Embarazada_Ya’. Eli.— Querer tener un niño implica sexo... Oskar.— No tiene por qué. Eli.— ¡Sí tiene por qué! O se hace bien o no se hace. Oskar.— Acabamos de empezar a hablar y ya no tengo ganas de salir corriendo. Eli.— Vaya, eres de los míos. Oskar.— De los que se esconden entre las estrellas. Eli.— Entonces serás fácil de encontrar. Oskar.— Eres ingeniosa. Me gusta. Eli.— Y tú eres diferente al resto de usuarios del chat, que solo me escriben para decirme guarrerías... A pesar de que tu Nick sea ‘Chico_25’... Oskar.— ¿Qué pasa con mi nombre? Eli.— Nada, sigo con mi teoría. Has entrado al chat y das la información precisa sobre tu personalidad para encajar directamente con alguien. Y cuando digo encajar, digo encajar de cualquier manera. Oskar.— Vaya, ‘QUIERO_QUEDARME_EMBARAZADA_YA’, no es para nada un grito desesperado.
26
NACHO LÓPEZ MURRIA
Eli.— Joder, ¿de verdad crees que es algo que quiera de verdad? Oskar.— ¿Lo es? Eli.— ¡Joder! ¡Claro que no! ¿Por qué siempre pensáis en la parte literal de las cosas? Oskar.— Y entonces pienso en porno. En perros fornicando. En tetas que rozan mi cuerpo. En gritar ‘¡cómo me gusta!’ y ‘más y más’. Héctor.— ¡Espera! Espera, espera. No, no le digas eso. Pausa. Oskar.— Uhm... Vale. Eli.— Leí hace poco en un libro, en un blog o, bueno, da igual, no sé dónde lo leí, no presto mucha atención a las cosas, la verdad. “Nunca terminarás de saber si realmente son estos tus sentimientos o son los de cualquier otro”. Y yo qué sé. La gente está fatal. Vive su propio apocalipsis interno. (Pausa. A Héctor) Mira, esto no funciona... Héctor.— ¿Qué? Por favor, sigue. Eli.— Nadie sabe dónde se... Nadie sabe dónde se encuentra. (A Héctor) ¿Es eso? (Héctor le asiente) Ni qué es lo que quiere. Y yo quiero tener mis propios sentimientos. Que sean únicos. Eso es lo que nos mueve. Lo que nos multiplica. Y vale, sí. No seré Cindy Crawford, ni nada por el estilo. Pero creo que he llegado al punto de sentir que tengo que evolucionar... Llegar a ser algo diferente. No sé... Oskar.— Eso es una verdad mucho más oscura que pensar continuamente en obscenidades.
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
27
Héctor.— QUIERO_QUEDARME_EMBARAZADA_YA contó a qué se dedicaba.
me
Eli.— Podrías usar otro nombre más agradable... Héctor.— ¡Ssssshhhh! Eli.— Soy enfermera. Oskar.— Yo le respondí con la verdad. Le dije que trabajaba en mantenimiento en un hospital y no... Eli.— ¡Ah! ¿En serio? Oskar.— … No era el mismo hospital. La vida real, no el chat, o bueno, el chat también, no es como las películas. Donde los personajes se mueven por las coincidencias, por mundos que son pañuelos o cosas por el estilo. La ficción es tan peligrosa que arruina toda forma de vida. La verdad es tan falsa como la propia mentira. Quiero-Quedarme-Embarazada-Ya... Silencio. Los tres se miran. Héctor.— ¿Qué pasa? Oskar.— (Se quita las gafas) Que no, que esto... Que está muy pasado. Héctor.— ¿El qué? Oskar.— Chico y chica se conocen por un chat. No se han visto nunca. Se enamoran... ¿Luego qué viene? Eli.— Espera. (Se acerca a Héctor. Coge un papel de su bolsillo. Lo lee) “Ella le cuenta un secreto inconfesable. Una vez, mantuve una relación durante mucho tiempo con un chico. Hablábamos a todas horas, a todas las horas que nos podíamos encontrar. Él vivía en otra ciudad. Bla, bla... No hubo muchas decepciones. Nos acepta-
28
NACHO LÓPEZ MURRIA
mos y ya está. Bla, bla... Daba igual si yo era rubia o morena. O si mi nariz acababa en punta o en redonda. Si mis ojos eran azules o marrones o si mis labios apenas se llegaban a ver o eran lo único visible a simple vista”... Rollo, rollo, rollo, un rollo... ¡Ah! Espera. (Sigue leyendo) “Una mañana me desperté y no me esperaba nada. Ni un mensaje en el correo electrónico. Ni un zumbido, ni un vídeo con una canción con mensaje oculto. Nada. Conseguí hablar con alguien de su entorno real y bla, bla... Había estado enfermo durante todo el tiempo que estuvimos en contacto. Me puso al corriente de todo. Así que, al final, le hablé de nosotros. De nuestra amistad. El amigo sabía que yo existía. Que uno de sus sueños era conocerme. Poder abrazarme. Así que sí. De alguna manera quedé con él. Cogí un autobús y un tren y fui a despedirme... Mierda, mierda, mierda... Oskar.— Una mierda peligrosa... Eli.— Nadie chatea ya. Oskar.— Tengo sueño. Héctor.— No. Tengo sueño yo. Miranda.— ¿Por qué no vienes a dormir? Eli.— Vale... Vale. Aflojad. ¿Podemos empezar desde otro punto de partida? Héctor.— No sé... Oskar.— Pues si tú no lo sabes... Silencio. Se miran. Héctor enciende la luz. Héctor.— Vale. Empezamos. Lleváis las gafas... Eli se las pone.
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
29
Los dos. Oskar también se las pone. Lunes. (Escribe) Los lunes por la noche, las películas son tan nuevas que parecen antiguas. Llueve. Llueve encima de Miranda. Nieva. Cae mucha nieve. Nieva encima de Miranda. No. Hace aire. Miranda hace el sonido del viento con la boca. Un aire ventricular que abre la boca de las ventanas. Miranda hace el ruido del viento con mucha más fuerza. Oskar.— ¿Ya? Héctor.— ¡Sshhh! Acurrucados, sus pies se encontraban enfrentados. Iban a dar rienda a sus deseos.
En una casa llena de interrogantes Suena “Valkyries”, de Jana Hunter. Oskar.— ¿Estás segura? Eli.— Sí, ¿por qué no? Oskar.— ¿Quieres que tengamos un hijo? Eli.— ¿Tú no? Oskar.— No me has respondido. Eli.— Tú tampoco. Oskar.— Ya. ¿Y qué hacemos ahora? Eli.— ¿Cómo que qué hacemos? Pues hacerlo. Oskar.— ¿Ahora, ya? Eli.— Luego hay que esperar durante nueve meses... No es una cosa de un día para otro. Oskar.— Ya.
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
31
Oskar y Eli empiezan a besarse al compás de la música. Miranda.— ¿Pero ellos quieren tener hijos? Se corta la música. Eli.— La que faltaba. Héctor.— No sé... Miranda.— ¿Desde qué punto estás contando la historia? Héctor.— ¿Cómo que desde qué punto? Miranda.— Igual sería más interesante conocer la historia de amor de la pareja a través del bebé que está dentro del vientre. Oskar.— Me aburro... Eli.— Calla... Héctor.— No sé... Miranda.— ¿Qué no sabes? Héctor.— ¿Qué puede tener de interesante la opinión de un bebé que ni siquiera sabe hablar? Miranda.— ¡Me vuelvo a la cama y así te dejo en paz! Miranda desaparece. Silencio. Eli.— ¿Tu libro favorito es Tombuctú? Héctor.— Uno de mis libros, sí, ¿y? Eli.— Es la historia de un mendigo narrada por su perro...
32
NACHO LÓPEZ MURRIA
Héctor arranca un par de páginas. Llevamos demasiado tiempo juntos. Oskar.— (A Héctor) Y todavía no me has dejado tocarle una teta. Héctor.— ¿Y qué hago? Eli.— Olvídate de la trama... De los personajes. Piensa en el paisaje. Eli escribe “un cielo estrellado” y aparece un paisaje de cielo estrellado. ¿Qué? ¿Te gusta? Héctor.— Podría funcionar. Eli.— ¿Probamos? Héctor.— Me pierdo en el contexto. Eli.— Olvida el amor. Hay muchas cosas de las que hablar. Héctor.— ¿Y qué hago? No sé por dónde empezar... Eli.— No puedo hacer más... Recuerda que mis palabras son las tuyas. Héctor.— Pero sabes qué es lo que me piden. Eli.— Bueno, vale, pues déjate llevar... Héctor escribe y, mientras lo hace, Eli recita lo que Héctor escribe. En la cabeza de Oskar aparece una estrella iluminada.
Los niños alemanes pintan el cielo de color gris
Eli.— Cuando inventaron la Tierra, se olvidaron de darle fondo. Lo llenaron todo de más tierra, como si no quedaran más fondos para propiciar más terrenos. Terrenos internos. Terrenos de subsuelo. Terrenos sin etiquetar. Vacíos de pertenencias. Esa Tierra llena de tierra no pertenece a nadie. Ni siquiera a nosotros, que estamos sobre ella. Nuestros pies reinan esos granitos de arena. Ese magma ardiente por llegar a congelarse. Irse. Mudarse. Trasladarse. Incubarse. Encerrarse. Alejarse. Infinitarse. Visitarse. Todo lo que sirva para relativizarse o buscar un hogar para enterrarse... Oskar.— Hola. Eli.— Tienes algo ahí. (Le indica en el flequillo con el dedo) Oskar.— ¡Ah! Eso... Es un... Es peligroso mirar fijamente a un punto. Eli.— ¿Qué? Oskar.— Se me cayó una estrella en la cabeza, ¿qué te parece? Tiene su gracia, aunque no recuerdo nada de nada... Eli.— No, yo... Me refería a que... (Le quita algo del flequillo) Tenías una pelusita... Oskar.— ¡Ah! Sí, bien, vale. Gracias. Eli.— Porque a nadie le interesa lo que pienso.
34
NACHO LÓPEZ MURRIA
Oskar.— Cualquiera que piensa es porque tiene algo interesante que decir. Deberíamos tomarnos un café eternamente. Eli.— A mí es que me gusta más dormir soberanamente. Oskar.— Deberíamos... (Se sienta a mirar las estrellas con un telescopio) Eli.— Y ya está de nuevo con lo mismo. Todos los días empieza con su cortejo. Me traspasa a través de sus gafas de sol. Me ilumina con su estrella encajada en la cabeza. Me pide matrimonio entregándome la compra del día. Pan... Suena “Palms”, de Jana Hunter. Oskar.— … Pan... Eli.— … Tomates... Oskar.— … Tomates... Eli.— … Cerezas... Oskar.— … Cerezas... Eli.— … Pepinillos, pepinillos, pepinillos... Oskar.— … Hasta las alturas... Eli.— … Queso de untar... Héctor.— … Mi cohete se estrella en tu planeta... Eli.— … Pavo, mortadela... Oskar.— ¿Sabes cómo acaban todas las historias? Eli.— … Papel higiénico...
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
35
Oskar.— Y comieron felices... Eli.— … Yogur blanco azucarado... Oskar.— … Comieron felices... Eli.— … Colorante... Oskar.— … Luego se irían a dormir con dolores en la tripa, pero... Eli.— … Chicles... Oskar.— …. Comieron felices... Eli.— … Perdices... Oskar.— … Por un instante... Héctor.— … Chocolate... Oskar.— … Un solo instante... Eli.— … Arroz... Oskar.— … Supieron qué era la felicidad... Eli.— … Velocidad. Oskar.— ¿Te da miedo decir algo que nadie logre escuchar? Eli.— No. No me da miedo nada por norma general. Oskar.— ¿Quieres sentarte? Eli se sienta al lado de Oskar. Eli le indica a Héctor que se siente entre ellos.
36
NACHO LÓPEZ MURRIA
Me da pánico la gente que, aun estando cerca, se sienta lejos. Marcando una línea de separación. Como también me da pánico el juego del conejo de la suerte ha venido esta mañana... Y eso que me gusta cantar la melodía, pero me duele que nadie pudiera llegar a besarme. No soporto los corritos girando, todos cogidos de las manos... Es un intento fatal de incredulidad. Pausa. Eli.— Y mira las estrellas esperando que se estrellen contra el suelo. (Se sienta al lado de él) ¿Qué haces? Oskar.— Vigilo. Espero a que se estrellen pronto contra el cielo. Mucha gente desea llegar a alcanzar una. Te aseguro que es un quebradero de cabeza llegar a poseer una estrella. Además, no sirven para nada. Eli.— Para algo servirán. Oskar.— No sirven para nada. Para dar envidia, para que te quieran matar, para que te amenacen de muerte, para querer estar a oscuras y no poder estarlo nunca. Para que te odien, para que no te dirijan la palabra. Para no saber ni siquiera quién eres. Eli escribe “tres cervezas” y saca tres cervezas. Eli.— ¿Qué es lo que más te gusta del cielo? Oskar.— Que nunca podré tocarlo. ¿Nos hemos visto antes? Eli.— Nos hemos visto siempre. Todos los días de nuestra vida. Oskar.— Soy olvidadizo. Eli.— Y yo fácil de olvidar.
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
37
Oskar.— ¿Crees que los niños alemanes pintan el cielo de color gris? Eli.— ¿Por qué piensas eso? Oskar.— No sé. En Berlín siempre llueve y está gris. Eli.— Pero no es cuestión de percepción, sino de aprendizaje. Oskar.— ¿Qué quieres decir? Eli.— Desde niños nos dicen que pegar está mal, que no dar las gracias es de mala educación, que sentir es malo para la salud y que el cielo es de color azul. Oskar.— ¿Alguna vez los niños son infelices? Eli.— Lo niños son infelices cuando están a oscuras. Cuando miran la luna. Los niños saben que no son niños porque uno de verdad es niño cuando deja de serlo. (Deja su cerveza a un lado) Oskar.— ¿Vas a beberte eso? Héctor.— ¡Eh! Oskar.— Perdona, perdona... (A Eli) ¿Qué día es hoy? Eli.— 26. Oskar.— Vaya. No recuerdo nada importante en el día 26. Eli.— ¿De verdad no te acuerdas de mí? Oskar.— No. Eli.— Yo soy tu día 26.
38
NACHO LÓPEZ MURRIA
Oskar.— No es cualquier día. Eli.— Mañana vas a venir y vamos a hacer lo mismo. Oskar.— ¿Y eso no te hace feliz? Eli.— Antes me hacía algo de gracia. Ahora me supera. Oskar.— ¿Y qué necesitas? Eli.— (A Héctor) ¿Eres feliz? Héctor.— ¿Por qué me lo preguntas? Eli.— Te lo estás preguntando tú al preguntármelo a mí. Héctor.— No hay respuesta para ciertas preguntas. Eli.— ¿Dónde estás? Miranda.— ¿Dónde? Te estás dejando romper por la pérdida de la intimidad. Eli.— Te estás dejando romper por la pérdida de la intimidad. Por la hipocresía de las palabras obligadas. Por la infelicidad de no ser tú ni haberlo sido jamás. Por anecdotar lo inexistente de lo que no ocurrirá. Miranda.— Te estás dejando romper por la pérdida de la intimidad de las palabras obligadas. Eli.— De la infelicidad de no saber si tendrás dinero para café o para tu próxima salida. Miranda.— ¿Héctor? Héctor.— ¿Sí?
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
39
Miranda.— ¿Me oyes? Héctor.— Sí, sí. Miranda.— Escúchame bien. Antes de que toda tu vida se convierta en ficción y me dejes atrapada como un borrador más, quería decirte que... (Habla sin decir nada) Héctor.— ¿Qué? Miranda.— Quería decirte que... (Vuelve a hablar sin decir nada) Héctor.— Miranda, no te oigo... Miranda.— (Habla sin decir nada)... Porque tú y yo... (Habla sin decir nada) Todo lo que importa se transforma en páginas de algo que no llega... (Habla sin decir nada) Héctor.— De verdad que no te oigo... Miranda.— Héctor. Héctor.— ¿Sí? Silencio. Miranda.— Ya no hay café. (Off).— La Felicidad es eso que te hace respirar aunque estés sumergido bajo el agua. Se dice que lo único que hacemos durante nuestra existencia es buscar. Sentimientos que no tienen definición. Momentos ininterrumpidos de irracionalidad. La Felicidad no se puede definir. Cuando uno piensa en ello, en su definición, es porque ha dejado de ser feliz. La Felicidad es una sensación continua de amputación. Sentir lo que no tienes. Lo que ya no vas a tener nunca más... Como los niños alemanes que pintan el cielo de color gris.
40
NACHO LÓPEZ MURRIA
Eli.— ¿Te atreves a definir la Felicidad? Oskar.— Vomitar, acariciar a un gato, chupar el plato cuando no hay comida, el olor a gasolina, sacarse la pilila cuando hace aire... Miranda.— Tú. Oskar.— Descargarse series, aunque pongo mal el captcha siempre. Eli.— De vez en cuando, los humanos nos engañamos pensando que cambiamos. De vez en cuando, a cada rato, estamos más lejanos que cercanos. Miranda.— Lo único que hacemos durante nuestra existencia es buscar. Con lo cómodo que ha sido siempre esperar, ¿no? Oskar.— Tirarse un pedo silencioso por la calle. Eli.— Vos. Oskar.— Arrancarse con los dedos los pelos de la nariz. Miranda.— Hace tiempo que cocino para mí. Que elijo los regalos de los amigos sin ti. Que pienso en mí sin ti. Que cavo mi tumba por ti. Que sumo para restarte a ti. Que duermo y tengo pesadillas de ti. Que me hablan de ti y ni siquiera sé si te vi. Me has convertido en un personaje más de tu ficción. Una vez supe qué era la felicidad. Al rato me di cuenta de que era la tuya y no la mía. Héctor.— Soy yo, ¿vale? ¿Me ves? Eli (Off).— Sí, sí, te veo. Héctor.— Bueno, pues no me hables así. Eli (Off).— ¿Así cómo?
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
41
Héctor.— Pues en voz en off. Oskar.— Seré feliz el día que olvide lo mucho que me alegra mirar las estrellas. Héctor.— Hablas de mí como si yo fuera un personaje irreal. Miranda (Off).— Sin duda, pasaremos a la historia por haber sido una generación de ciencia ficción. Héctor.— Miranda, yo... Miranda.— No digas nada que pueda convertirse en la frase de una persona que no existe. Héctor.— Pero tú existes. Miranda.— Yo, sí... Pero ¿tú y yo? ¿Cuándo vas a matar al escritor? Oskar.— Touché. Héctor.— Ese no es el conflicto... Eli.— ¿Y cuál es el problema? Miranda.— ¿Cuál es tu conflicto? Héctor.— ¿Sabéis cuál creo que es el problema? Eli y Oskar se miran. Vosotros. Me habéis encadenado a estar aquí y ahora no puedo avanzar más. Eli.— Ni se te ocurra... Héctor.— ¿Qué?
42
NACHO LÓPEZ MURRIA
Eli.— Un Deus... No, por favor. Miranda.— Hace frío. Oskar.— ¿Qué es eso? Eli.— Es como si Godzilla apareciera de la nada, te aplastara y te comiera. Oskar.— Pero eso no va a pasar, ¿no? Héctor.— Dímelo tú. Oskar.— No, dímelo tú... ¿Qué es? Eli.— Es el recurso más sencillo para culminar un final, ¿verdad? Deus ex máchina. Venga, prueba, valiente. Silencio. Héctor saca un móvil. Llama. Da tono. Varios tonos. Salta el contestador. Deux ex máchina.— Hola, soy Deus. En estos momentos no puedo atenderte. Estaré unos días fuera. Ya, si eso, te llamo a la vuelta. Chao, chao, chao. Eli.— No nos hagas desaparecer ahora. Héctor.— No tengo otra solución. Eli.— Un cajón, una carpeta inorgánica. Un rincón virtual... Pausa. Oskar.— Deberías probar a protagonizar tú la historia. Silencio de miradas.
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
43
Miranda.— Tengo miedo de que acabes dejándome a un lado. Como a aquella novia tuya que no le gustaban las películas que a ti te gustaban. A la que acusabas de insulsa, de poco dulce y de apenas salada. ¿Cómo se llamaba? Carlota (Off).— Carlota. Miranda.— A Carlota le gustaba que le leyeras lo que escribías a pesar de que se quedaba dormida. Despierta, Carlota. Carlota (Off).— Estoy despierta. Miranda.— A Carlota le resultaba difícil entenderte. Ella decía: Carlota (Off).— Héctor, por favor, repíteme la última parte. (Pausa) Ya, ¿pero esto es un flashback o forma parte de su imaginación? Léemelo más despacio y yo, mientras, te beso, ¿te parece? Te beso y un poco te muerdo. Más despacio. (Susurra) Mucho más despacio... Miranda.— No quiero saberte a Carlota. Creo que hace falta que alguien venga y te diga por qué escribes. (Saca una nota. La lee) “Escribes porque quieres ser invisible, y yo quiero ser visible para ti”. Héctor.— ¿Que protagonice yo la historia? Eli.— Te has obcecado en intentar contar una historia... Miranda.— (Saca una nota. La lee) “Escribes porque quieres ser invisible, y yo quiero ser visible para ti”. Eli.— … Cuando tú eres la propia historia en sí... Miranda.— (Saca una nota. La lee) “Escribes porque quieres ser invisible, y yo quiero ser visible para ti”.
44
NACHO LÓPEZ MURRIA
Eli.— No pactes con una sinopsis. No desarrolles personajes. Sé tú mismo con tu No-Lugar. Miranda.— (Saca una nota. La lee) “Escribes porque quieres ser invisible, y yo quiero ser visible para ti”. Héctor.— ¿Y cuál es mi conflicto? Oskar y Eli miran a Miranda. Miranda.— (Saca una nota. La lee) “Escribes porque quieres ser invisible, y yo quiero ser visible para ti...”. Carlota (Off).— Me has convertido en un personaje más de tu ficción. Una vez supe qué era la felicidad. Al rato me di cuenta de que era la tuya y no la mía. Miranda.— (Saca una nota. La lee) “Escribes porque quieres ser invisible, y yo quiero ser visible para ti”. Deux ex máchina.— La Felicidad no se puede definir. Cuando uno piensa en ello, en su definición, es porque ha dejado de ser feliz. La Felicidad es una sensación continua de amputación. Sentir lo que no tienes. Lo que ya no vas a tener nunca más... Miranda.— (Saca una nota. La lee) “Escribes porque quieres ser invisible, y yo quiero ser visible para ti”. Eli.— Piensa de verdad. Oskar.— Shhh. Deux ex máchina.— La Felicidad nos atropella y a mí lo único que me hace feliz es destrozar el final. Miranda.— (Saca una nota. La lee) “Escribes porque quieres ser invisible, y yo quiero ser visible para ti”.
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
45
Carlota (Off).— La Felicidad es una sensación continua de amputación. Sentir lo que no tienes. Escribes porque quieres ser invisible, y yo quiero ser visible para ti. Miranda.— (Saca una nota. La lee) “Escribes porque quieres ser invisible, y yo quiero ser visible para ti”. Eli.— Ella es tu cuerda a la realidad. Tu vida tridimensional. Tu Felicidad. Habla de por qué siempre tiene frío. Oskar.— No podemos ser siempre tus protagonistas. Eli.— Y así dejas de ponerme acento argentino. ¡Estoy hasta las narices del acento argentino! Héctor.— Pensaba que te gustaba. Eli.— Escribe sobre cómo conociste a Miranda en el día de tu cumpleaños... Háblanos de aquel día... Oskar.— Y no te olvides de fantasear... Oskar cambia el paisaje por un decorado de fiesta de cumpleaños.
De un invierno inacabable a un cumpleaños infinito Héctor.— Pues... Para empezar...
Miranda.— Pues para empezar...
Miranda.— Él odia los cumpleaños
Héctor. — Yo odio los cumpleaños.
Suena “Neighbors”, de The Dodos. Miranda.— Siempre fantaseaba con la posibilidad de vivir en un cumpleaños permanente. Cumplía veintiséis años. Yo estaba allí porque me acababan de dejar y lo único que quería era desaparecer. Y una amiga me obligó a ir. No sé. Me pareció una gilipollez. Ir a un cumpleaños de alguien al que no conocía... Pero ella insistió. Decía que me vendría bien... Que... Que el chico era especial. Había publicado un libro, y como a mí me gusta leer, conectaría con él. Oskar le coloca a Miranda un gran abrigo, unos guantes, un gorro y un vaso de plástico. Eli le coloca a Héctor una corona de cumpleañero con velas en las puntas, una capa, unas gafas de sol. Después, saca una tarta cubierta por mil velas. Estaba lleno de familiares y de amigos. Niños llenos de tarta corriendo como kamikazes. Un hilo musical eterno que te provoca dolores de infarto y que, aunque quieras escuchar la letra, apenas llegas a escuchar los instrumentos. Ruido eterno. Hacía frío. Al menos para mí.
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
47
Oskar escribe “odio los cumpleaños” sobre el cuerpo de Héctor. Héctor.— ¿Qué pasa cuando un día, y no cualquier día, especialmente en el día de tu cumpleaños, empiezas a convertirte en aire? Especialmente a los ojos de tus invitados... Especialmente cuando tu cumpleaños se celebra todos los días... Eli mueve a Miranda para que baile. Oskar escribe por el suelo el texto que va a recitar Héctor. Corbata. Pajarita. Bigote. Corbata. Lazo. Bizco. Reconozco olores y los reparto... Puedo notar el tacto de unos ganchitos y que mis dedos de color naranja lleguen a dar sabor a una piel... Me quedo separado en el centro en el que gravita todo. Pajarita. Señora con bozal. Estoy rodeado de una serie de gigantes dispuestos a aplastarme con sus dedos enormes. Mis ojos son, por norma general, algo ajeno a cualquier mirada. Soy de la opinión de opinar, pero ahora mismo tengo claro que en mi nosecuántos miles cumpleaños estoy en plenas condiciones de entrar en una parálisis emocional. Un huracán de adverbios de tiempo todos llenos de nubes grises y tormentas... Mis cumpleaños se han convertido en un fondo común de seres extraños. Veo collares hawaianos, luces de neón, primos cercanos y hermanos muy, muy lejanos... Todos ellos con un serio problema de contraindicación. Oskar.— (A Eli) He puesto contradicción. Eli.— Pues escribe “contraficción”. Héctor.— Un niño con actitud marciana, y que no sé si pertenece a mi familia murciana, abre mis regalos. Regalos que son un absurdo de lo que una vez fueron grandes regalos. Una pareja joven que se besa con tanta fuerza que desaparece entre la multitud (Wanda y Migue se besan). Mi madre, que cada día es menos madre porque supongo que hace tiempo que dejé de ser cualquier hijo.... Una
48
NACHO LÓPEZ MURRIA
chica que parece haber salido de un iglú lleno de esquimales... Todos ellos provocan inconscientemente la lenta desaparición de mí mismo con sus ojos suspendidos atravesando mi cuerpo para llegar a una simple pared. El protagonista de un libro de “Elige tu propia aventura” al que le han arrancado las páginas que resuelven todos los finales. Miranda.— (Se derrama un vaso por encima de manera electrizante) ¡Mierda! ¡Joder! ¡El ponche, fijo que no se va! Espera... ¿Me ha mirado? No sé… Me ha parecido que... No, no... Ahora no... Seguro que he llamado su atención derramándome el maldito ponche... ¿Qué-demonios-hago-bebiendo-ponche? Y la pregunta no debería ser esa... ¿Quién-demonios-sirve-ponche-en-un-cumpleaños? Vale... Relaja. Concéntrate... Ufff... Héctor.— La chica de antes... Miranda.— ¡Me ha visto! Si desde aquí puedo escuchar sus pensamientos. Está pensando... Silencio. Eli.— ¡Pensad! Oskar.— ¡Pensad! Héctor.— ¿Quién es esa chica?
Miranda.— ¿Quién es esa idiota?
Oskar.— (Detrás de Héctor) No la conozco de nada... Héctor.— No la conozco de nada. Eli.— (Detrás de Miranda) Debe pensar que vengo de otro planeta... Miranda.— Debe pensar que vengo de otro planeta... Héctor.— Supongo que, aunque lleve una corona, solo ve un objeto flotando en el aire.
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
49
Silencio que rebota como polos derritiéndose. Suena “Yellow leaf”, de Birds are Indie. Los dos cuerpos se atraen lentamente sin que ellos se den cuenta ¡Clack! Chocan espalda con torso. Miranda.— ¡Ups! Héctor.— ¡Ays! Silencio silencioso. Oskar.— Parece que va a decir algo... Silencio de “parece que va a decir algo o parece que no va a decir nada”. Eli.— ¡Di algo! Oskar.— ¡Di! Miranda.— ¡Voy! (Pausa) ¿Sabes que existe un grupo de personas que a través de Internet se encuentra anónimamente en distintos puntos de la ciudad para besarse durante quince minutos sin interrupción? Suelen hacerlo en lugares llenos de mundos... Lugares donde las cucarachas son mascotas y las mascotas son sus dueños... Se dan besos que suenan a despedidas. No vale cualquier tipo de beso. Besos que saben a despedidas. Es... ¿No te parece fascinante? No. Claro que no. Si seguro que es una de esas tonterías que te inventas o que crees haber soñado y convertido en realidad... Héctor.— Vaya..., lo desconocía. Miranda.— Sí... Hay dos teorías. Aunque no sé bien qué pensar... Creo que simplemente es un intento más de llevar las relaciones entre desconocidos de Internet a una realidad todavía más virtual...
50
NACHO LÓPEZ MURRIA
Héctor.— ¿Qué dicen esas teorías? Oskar.— Respira. No la asustes. Y quítate la corona. (Le quita la corona a Héctor) O, bueno..., ¡no! (Le vuelve a poner la corona) Miranda.— Bueno, pues... Una dice que este club... Héctor.— ¿Cómo se llama el club? Miranda.— (Desatada) ¡Los besos espaciales! Héctor.— Ah... Miranda.— Sí, ah... Es... Héctor.— Sí... Miranda.— Pues... Héctor.— … Sí... Miranda.— ¿Eh? Héctor.— ¿Sí? Miranda.— ¿Qué? Héctor.— Lo de... Miranda.— ¡Ah, sí! Pues una dice que mantienen contacto con una raza extraterrestre y que sortean un viaje espiritual a su civilización, y que la única manera de entrar en el sorteo para ganar el viaje astral a su planeta es... Besándose... Besándose durante quince minutos... Traspasar mutuamente sus respiraciones... Se encuentran en puntos estratégicos de la ciudad y... Héctor.— Ya... ¿Y la otra?
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
51
Miranda.— La otra dice que si se besan... Si se besan de verdad con cierta ficción durante esos quince minutos, llegan a ser invisibles. Desaparecen. Quedan suspendidos en una nube... Héctor.— ¿Tú te crees alguna? Miranda.— Supongo que la segunda, ¿no? No sé... Hace tiempo que no veo a nadie besarse con tanta fuerza como para desaparecer. ¿Cuántos años cumples? Héctor.— No lo sé muy bien. Miranda.— Oh... ¿No sabes cuántos años cumples? Es un poco raro no saberlo para la edad que tienes... Héctor.— Nací durante un año entero. Tardé 365 días en salir del vientre de mi madre... La cosa se complicó más de lo normal. Pero, bueno, no fue bisiesto, menos mal... Miranda.— Debió ser un año bastante duro... Héctor.— Sí... Eso mismo dice mi madre... Por eso no se sabe con exactitud si estoy en la edad de los 9496 o si tengo 26 sencillas primaveras... Vivo en un cumpleaños continuo del que no puedo escapar. Creo que por eso nadie me quiere ver. De tan visible, me he vuelto invisible. Miranda.— Vaya... Yo pensaba que tenía bastante con lo mío, pero lo tuyo es mucho peor... Héctor.— ¿Qué te pasa a ti? Miranda.— ¿Podrás guardarme el secreto? Héctor.— Podré prometerte que lo intentaré. Sonríen.
52
NACHO LÓPEZ MURRIA
Miranda.— Vivo en un invierno inacabable... Héctor.— Perfecto para un cumpleaños infinito. ¿Y hace frío allí? Miranda.— Y aquí también. Héctor.— Aquí es imposible que no haga frío. Miranda.— ¿Tú también lo notas? Héctor.— En otra altura. Me gustaría guardar tu secreto, pero se te ve a la legua que algo no funciona bien. Miranda.— Vaya... Diré a mí favor que, ya que puedo no ver a través de ti, parece que tengas más posibilidades de ponerte a llorar que de desaparecer. Héctor.— Es porque... Porque... Ehh... De... Eso de que... Con un... Que tengo algo en el ojo. Miranda.— Ya. Pausa. Salto a otro planeta. Deberíamos lanzar piedras al aire... Héctor.— ¿Cómo? Miranda.— ¿Cuántos sentimientos tienes? Héctor.— ¿Los que perdí cuentan? Miranda.— Sí. Héctor.— Pues no me queda ninguno. Miranda.— ¿Un futuro cercano?
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
53
Héctor.— Un presente aburrido. Miranda.— ¿Eran uno, dos y tres...? Héctor.— … Las cuatro, las cinco y las seis... Miranda.— ¿Si pudieras volver a nacer? Héctor.— Te juro que no se lo diría a nadie... Miranda.— La última vez que hiciste el ridículo... Héctor.— La penúltima está siendo ahora mismo. Miranda.— ¿Un deseo? Héctor.— No desear jamás. Miranda.— Si pudieras salir corriendo, ¿a dónde irías? Héctor.— Lo intento todos los días, pero, para empezar, no me ato bien los cordones. Miranda.— ¿Qué esperas de mí? Héctor.— No tener que esperarte nunca. Eli.— ¡Jo! Demasiado poético. Héctor.— ¡Jo! Intenso y poliédrico. Pausa. Miranda.— No te he traído nada. Héctor.— Da igual. Miranda.— Es que no sabía que había un cumpleaños...
54
NACHO LÓPEZ MURRIA
Héctor.— ¿Y cómo has llegado hasta aquí? Eli.— Podríamos estar besándonos para siempre de una manera irracional y poco humana, y no le importaría a nadie. Héctor.— ¿Has dicho algo? Miranda.— ¿Qué? No, no... Héctor.— Oye, no me has dicho cómo te llamas... Miranda.— Nevisca. Héctor.— ¿Eres rusa? Miranda.— No, no... Es broma. Me llamo Miranda. Héctor.— Encantado, Miranda. Yo soy El Chico Aniversario. Sonríen. Héctor. Miranda.— Encantada, Héctor. Tengo un poco de frío. Debería irme ya. Héctor.— ¿Ya? Miranda.— Sí... Ya. Héctor.— ¿No quieres más ponche? Miranda.— No, gracias. Héctor.— No, yo tampoco. (Lanza el vaso al aire) Miranda.— ¡Qué difícil es prestarte atención!
LOS NIÑOS ALEMANES PINTAN EL CIELO DE COLOR GRIS
55
Héctor.— ¿Sí? Miranda.— Entre tanto absurdo con cara de paquete de regalo... Héctor.— Podemos ir a... No sé... Seguro que aquí cerca hay otro cumpleaños... Miranda.— ¿No sueles salir mucho, verdad? Héctor.— Creo que no. Miranda.— Ha sido un placer. Miranda parece que se va a ir. Héctor.— Dame un beso de quince minutos. Pausa plausible. Miranda.— ¿Qué? Héctor.— Ese será tu regalo... Miranda.— Pero... Héctor.— Si te vas, que haya una despedida. Miranda.— De acuerdo. Empieza a sonar “Better days”, de Moses and the Israelite. Se besan. Eli y Oskar empiezan a “enterrarlos” con papeles hasta hundirlos en una montaña y así hacerlos desaparecer. Carlota (Off).— Una vez me quedé atascada en la página de un libro y no pude avanzar más. Sabía que, si seguía avanzando y llegaba al final, las cosas a mi alrededor dejarían de tener sentido. Mi familia, mis paredes, mis amigos... Todo.
56
NACHO LÓPEZ MURRIA
Deux ex máchina.— Pensé que la Felicidad era la inconsciencia de volver a conocer lo conocido. De tocar lo que nadie te deja tocar. Carlota (Off).— Escuchar el mar por primera vez. Deux ex máchina.— Enredarse en las sábanas de un sábado por la mañana. Carlota (Off).— Por un momento descubrí a Godzilla probándose camisetas de la S porque realmente eso es lo que le hacía feliz. Deux ex máchina.— Te aprieta tanto que te va a asfixiar. Carlota (Off).— Olvidar aquella obra de teatro que por un instante te hizo pensar. Deux ex máchina.— En todo caso, prefiero no pensar. Carlota (Off).— Ni siquiera replanteo fórmulas que me lleven a ahorcarme de felicidad. Deux ex máchina.— ... Ahora te beso.
Carlota (Off).—... Y si desaparezco, qué más da...
Eli y Oskar se abrazan.
Oscuro
Mis deudas pendientes y algún que otro agradecimiento Gracias a mis compañeros y amigos (a veces socios) María Zamora, Migue Soriano y Rafa Segura, por los ocho años y por ochenta y ocho más con vosotros soñando en escena. A Wanda Bellanza, por dejarse arrastrar y ser una niña en este juego. Te podías haber ido de gira y preferiste quedarte con nosotros. Gracias. A Mikko, por sufrir el proceso, dentro y fuera de contexto. Bebidos hasta arriba de café y brebajes hiperactivos. Gracias por ser mi cómplice. A Amparo Balsas, porque, aunque a veces no puedes, siempre puedes. A Bárbara Grandío, por lo que nos tiene que venir. A Sergio Caballero, por guiarme durante este año (que ya ha pasado) y que hemos dejado a un lado para sonreírle al nuevo. A Laura Salcedo y Fran de la Torre, por manejar el barco cuando yo no he podido estar. A Gabi Ochoa, porque pasan los años y sigues enseñando fuera de las aulas. A Jorge Olcina, porque de las borracheras nacen grandes tributos. A Tórtel, por los cafés donde se han gestado y se gestan ilusiones y nuevos proyectos. A Adrián Mazcuñán, por ser un CanallaCo más contra viento y marea. A Héctor Fuster, Manu Valls, Jaime Vicedo y Helena Font, por aguantarme dentro y fuera de escena. A mi hermano, mi familia y amigos, por no cortarme las alas y dejarme atado a la ficción.
NACHO LÓPEZ MURRIA
© Amparo Balsas
Emprende sus estudios en la Escuela del Actor y se forma con profesores como Juan Mandli, Paco Zarzoso, Pau Pons o Carles Sanjaime. En 2006, funda la compañía teatral canallaCo Teatre. Ha ganado el premio de teatro breve Nuevos Tiempos 2008, otorgado por la Asociación de Escuelas de Teatro de Valencia, con la obra El último ladrido de Claudio, dirigida por Gabi Ochoa y Maribel Bayona, representada en diversas salas teatrales. Una vez acabados sus estudios, amplía su formación como autor y actor con distintos profesionales, como Alfonso Plou, Abel Zamora o José Manuel Mora, y compagina sus trabajos en teatro como autor en Trasnoche, junto a Rafa Segura, y Detectives en la ópera para el Palau de les Arts, coescrita con César Tormo. Formó parte del proyecto de escritura Semillas, capitaneado por Gabi Ochoa, donde escribió la obra Zona neutral junto a Paula Llorens para el montaje de final de carrera de Arte Dramático, que dirigió Pau Pons (El Pont Flotant). En 2010, estrena su texto Desorden (disorder), su primera obra como director, que el TheatrEuropa y el Ministerio de Cultura de España seleccionaron para que formara parte del ciclo 3 Noches Españolas en Londres, y que se representó en el Camden People’s Theatre. También como director y autor ha estrenado Azul #15, editada por Alupa Editorial; De cómo James Stewart nos desnudaba con la mente, para la segunda edición del Russafa Escènica; No estamos together, éxito de crítica y público, y Los niños alemanes pintan el cielo de color gris, esta última en el marco de la tercera edición del festival Russafa Escènica. También ha participado con sus poemas en los libros Amateurs y Anónimos, este último, editado por el Ayuntamiento de Córdoba. Acaba de dirigir su primer cortometraje, ¡Laura, Laura!