Los libros de un país dividido

4 oct. 2013 - y el grupo Clarín. Cuando publicamos el pri- mer tomo, en junio pasado, quedó en medio del conflicto por la ley de medios. El libro es muy.
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4 | ADN CULTURA | Viernes 4 de octubre de 2013

Los libros de un país dividido Polarización. Las publicaciones más recientes en el terreno de la no ficción reflejan el enfrentamiento político instalado en la sociedad. Investigaciones periodísticas sobre casos de corrupción, biografías de funcionarios y personalidades públicas agotan ediciones y generan una novedosa reacción: a la obra de denuncia se opone la apología y a la alabanza, la crítica Natalia Blanc | la nacion

L

os lanzamientos editoriales de los últimos años del rubro no ficción reflejaron, más que nunca en la historia reciente, la polarización política instalada en la sociedad argentina. Investigaciones periodísticas sobre casos de corrupción, biografías de personajes públicos relevantes y hasta de funcionarios de segunda línea y ensayos críticos (y no tanto) sobre el kirchnerismo: muchos de los libros que abordan temas vinculados con la coyuntura y el debate sobre el modelo de país llegaron al ranking de best sellers y agotaron ediciones en pocas semanas. La repercusión en ventas y en los medios sorprendió a libreros y a editores, quienes consideran que la oferta y la demanda de estos títulos se incrementó, entre otras razones, porque es un año electoral clave después de una década de gobierno K. Los consultados para este artículo (autores, periodistas, editores con trayectoria) coinciden en que en 2013 se dio un fenómeno inédito en la industria editorial local: se presentaron el mismo día, con una hora y media de diferencia, dos biografías de Víctor Hugo Morales con enfoques enfrentados. Una elogiosa, titulada Una historia de coherencia y convicción, de Julián Capasso; y otra (Converso, de Pablo Sirvén) que pone el foco en la mutación del periodista, de opositor a Néstor Kirchner a defensor del oficialismo. Dos miradas opuestas sobre un mismo personaje, que en 2009 publicó una autobiografía (Víctor Hugo x Víctor Hugo, Sudamericana) que no tuvo resonancias políticas ni mediáticas. Cuatro años después, Converso (del sello Margen Izquierdo, de Luis Majul) lleva vendidos cerca de veinte mil ejemplares. En la actualidad, según parece, ya no hay espacio para los grises. Todo es blanco o negro, a favor o en contra, K o anti-K; y ese antagonismo se trasladó a los títulos de no ficción. En las mesas de una importante cadena de librerías se podía ver, meses atrás, dos enormes pilas de libros: por un lado, el volumen de Zonceras argentinas al sol, de Aníbal Fernández (Planeta), una especie de homenaje al Manual de zonceras argentinas, de Arturo Jauretche, dedicado a Cristina Fernández de Kirchner; en la fila de enfrente se apilaban ejemplares de El aplaudidor (Sudamericana), la biografía no oficial del mismo Fernández, escrita por Graciela Russo y Marcelo López Masía.

De un lado o del otro En el género ensayístico también se ofrecen trabajos que se ubican en una u otra vereda: claro que la posición política de los autores no sorprende porque su defensa o su ataque del modelo es pública. De un lado están intelectuales como Beatriz Sarlo (autora de La audacia y el cálculo, Sudamericana) y del otro, José Pablo Feinmann y Horacio González, con Historia y pasión (Planeta), un diálogo sobre los años de militancia en las décadas de 1960 y 1970. Algunos casos son curiosos: en 2011, Norma editó Soy la mierda oficialista, donde Carlos Barragán, conductor de 6, 7, 8, relata en primera persona su experiencia personal con el kirchnerismo. Ese año, Sandra Russo, periodista de Página/12 y panelista del peculiar programa de la televisión pública, publicó La Presidenta (Sudamericana), la única biografía autorizada de Cristina Fernández; y Feinmann, El Flaco (Planeta), semblanza cálida del ex presidente. El Flaco es la contracara de El dueño (Planeta, 2009), de Luis Majul, que lleva como subtítulo La historia secreta de Néstor Kirchner, el hombre que maneja los negocios públicos y privados de la Argentina. “El dueño vendió más que ningún otro título de no ficción desde el menemismo –asegura Paula Pérez Alonso, editora de Planeta–. Superó todo lo que habíamos imaginado. Fue muy importante porque renovó el interés del público en las investigaciones periodísticas.” Para Majul, “la biografía oficial de la Presidenta, la posterior publicación de El Flaco –esa cosa rara que escribió José Pablo Feinmann– o las zonceras de Aníbal Fernández pueden ser considerados libros K, pero no tienen ni una investigación ni un trabajo serio detrás, apenas las ganas de caerle simpático al gobierno de turno”. El periodista, que en 2013 lanzó una editorial independiente y agotó varias ediciones con su biografía de Jorge Lanata, había publicado en 2011 Él y Ella, sobre la relación del matrimonio Kirchner y la situación política de Cristina ante la inesperada muerte de Néstor. “En la industria editorial hay un puñado de temas que nunca pasan de moda: la historia y la política argentina son dos de ellos, al igual que los que toman como objeto de estudio nuestra propia idiosincrasia y se preguntan por la ‘argentinidad’. Detectamos una demanda mayor por parte de nuestros lectores de obras que les permitan pensar y entender la

historia reciente de nuestro país. Eso es indudable”, opina Carlos E. Díaz, director editorial de Siglo XXI, sello que publicó el mes pasado Cuentas pendientes. Los cómplices económicos de la dictadura, último libro coordinado y escrito por Horacio Verbitsky y Juan Pablo Boholavsky. “Lo presentamos en diez provincias y en función de la repercusión en los medios y en las redes sociales, más los comentarios de los libreros, enseguida preparamos la segunda edición”, dijo Díaz a adncultura. Con Robo para la corona, en los años 90, Verbitsky alcanzó un récord de ventas inédito en el rubro investigaciones periodísticas: 250 mil ejemplares. El responsable de Siglo XXI cuenta una famosa anécdota que refleja cuánto incide la coyuntura política en las decisiones editoriales: “Hace pocos años, el director editorial de uno de los grandes grupos estaba presentando los libros que se publicarían en los próximos meses. Llegó el turno de uno y lo planteó como un libro antikirchnerista. La editora que estaba a cargo del proyecto intervino y le dijo que no era tan así; entonces él preguntó si se trataba de una obra prokirchnerista. Cuando le respondieron que no, pidió que hablaran con el autor para que se definiera, ya que, a su juicio, lo que vende es lo que está de un lado o del otro. Es más difícil que los libros que recorren caminos intermedios se conviertan en éxitos editoriales”. Paula Pérez Alonso también considera que los títulos que pretenden ser ecuánimes son más difíciles de vender, desde el punto de vista del marketing: “Es cierto que este año, por las elecciones, hay una mayor concentración de libros periodísticos en relación con la confrontación K/anti-K. A veces, los trabajos que quedan a mitad de camino son los que plantean una posición neutral, aunque sean investigaciones profundas. Ésos no generan tanta resonancia

Según Pérez Alonso, los libros políticos que plantean una posición neutral son los que menos venden Los títulos considerados K no tienen –en opinión de Majul– una investigación ni un trabajo serio detrás

porque los medios prefieren hacerse eco de la polarización.” Según la editora de Planeta, algo así sucedió con el libro de Martín Sivak sobre la historia de Clarín: “Lo habíamos contratado hace años, ya que el autor lo venía trabajando como su tema de tesis doctoral antes de que estuviera instalada la pelea entre los Kirchner y el grupo Clarín. Cuando publicamos el primer tomo, en junio pasado, quedó en medio del conflicto por la ley de medios. El libro es muy bueno y equilibrado: recorre la historia política del diario hasta el final de la dictadura. La polémica con el gobierno sólo aparece mencionada en la introducción y en el epílogo”. Planeta, que tiene una importante trayectoria en el rubro de no ficción, este año tuvo entre los best sellers títulos políticos y/o periodísticos como Boudou, Ciccone y la máquina de hacer billetes, de Hugo Alconada Mon; Mis años con Néstor y todo lo que vi, de Miriam Quiroga; El inventor del peronismo, de Silvia Mercado; y Los amores de Cristina, de Franco Lindner. “Tenemos una tradición de libro político, de denuncia, de investigación, que es constante desde los años 90, con la colección Espejo de la Argentina, por la que pasaron todos –asegura Ignacio Iraola, director editorial del grupo–. En Planeta hoy conviven Aníbal Fernández, José Pablo Feinmann y la ex secretaria de Kirchner. Las editoriales son el último espacio pluralista, el último resquicio para el lector común.” Cuando se le pregunta por las razones que llevan al público a comprar un libro como Mis años con Néstor..., en el que Miriam Quiroga cuenta lo que vio desde su escritorio de secretaria del ex presidente, Iraola responde: “Creo que es una mezcla de todo: influye la realidad política de un país dividido en 50 y 50, y también que los libros de investigación le permiten al público sentir que se está metiendo en una cuestión más profunda que la que reflejan los medios todos los días. La demanda de libros como el de Quiroga, que salió después de que ella apareciera en el programa de Jorge Lanata pero estaba contratado desde antes, responde al peso de los personajes involucrados”. Mis años con Néstor... vendió cinco mil ejemplares en menos de un mes desde su lanzamiento y, según se cuenta off the record en el ambiente editorial, en un principio el contenido era más liviano, pero se incluyeron las denuncias contra Lázaro Báez y la historia de los bolsos con dinero negro a partir de que