Antiguo Testamento
Los llamados libros históricos del Antiguo Testamento relatan los avatares del pueblo elegido desde el comienzo de la conquista de Canaán hasta las luchas que en el siglo II a.C. los israelitas tuvieron que entablar para defender su identidad ante los peligros del helenismo.
En ellos por tanto existen elementos interesantes para el estudio de la historia antigua, sin embargo, esos textos hablan fundamentalmente de la salvación preparada y realizada por Dios a lo largo de la historia de Israel, y de la que se beneficiarán todos los hombres.
En occidente, la Biblia ha sido considerada como uno de los más escasos y más antiguos documentos transmitidos desde tiempos inmemoriales. En este sentido, se le reconocía naturalmente la cualidad de testigo privilegiado de épocas muy antiguas, y este privilegio no parecía tener que sufrir la menor discusión.
Ya se trate de los comienzos del mundo, de los primeros pasos de las técnicas y las artes, del poblamiento de la tierra y del armazón de una historia universal, todas las representaciones habilitadas en la Biblia se imponían por sí mismas y exigían una igual credibilidad.
A partir del siglo XVII, el desarrollo de las ciencias de la naturaleza contradijo en primer lugar la representación bíblica del universo. Pero el acontecimiento decisivo se produjo a lo largo del Siglo XIX con los importantes descubrimientos arqueológicos del Próximo Oriente.
En un libro confesante Por tanto debe ser como la Biblia, la una “historia”, en relación entre texto y los dos sentidos del verdad histórica término depende necesariamente, en una un relato construido gran parte, del carácter con elementos de religioso del libro. realidad, es decir suficientemente Para ser operativa, una informativo y historia de salvación convincente a debe revelar y hacer propósito de la efectiva la salvación salvación profesada. narrada.
La Biblia abunda en ejemplos mediante los cuales se manifiesta, bajo diferentes aspectos, una dificultad recurrente que parece inherente a la escritura de la historia:
Todo aserto de carácter histórico se carga así, permanentemente, con un coeficiente más o menos elevado de contraverdad, ante la cual especialistas o simples lectores se sienten absolutamente impotentes
Lo que está en juego en esta cuestión no es ni el aspecto apologético del problema ni la servidumbre de la fe a las pruebas históricas, sino la realidad y la efectividad de la historia de salvación.
Que las investigaciones científicas conduzcan a la confirmación de acontecimientos atestiguados en la Escritura, que desemboquen en una constatación de imposibilidad o de improbabilidad o que tropiecen con lo indecidible, esto no afecta para nada al mensaje de salvación del que es portadora la Escritura.
La historia de salvación, con todos los procedimientos historiográficos de los que dispone, no deja de ser una historia verdadera que coincide, de la manera que sea, con otras historias que conciernen a los mismos hombres, los mismos territorios y los mismos acontecimientos.
Por tanto, no es para “verificar” la veracidad del texto ni para asentar el credo sobre fundamentos indiscutibles para lo que el historiador debe intervenir, sino para evaluar la realidad del anclaje de la salvación en la historia. En este sentido, el historiador también actúa como teólogo.
Lo narrado en los libros históricos del AT sólo se entiende en toda su profundidad cuando se contempla debidamente encuadrado dentro de la Revelación que culmina en Jesucristo. “De este modo los libros del AT incorporados a la predicación evangélica, alcanzan y muestran su plenitud de sentido en el NT y a su vez lo iluminan y explican”. (Dei Verbum).
No todas las Biblias contienen los mismos libros del Antiguo Testamento, ni éstos aparecen en el mismo orden. Estas diferencias obedecen a razones históricas y afectan a la interpretación de los libros
Muchos judíos del tiempo de Jesucristo reconocían la autoridad de la Ley y los Profetas, y admitían también otros libros sagrados que denominaban simplemente “escritos”, si bien no existía consenso sobre el carácter sagrado de algunos de ellos.
La tradición cristiana hizo suya la clasificación denominada griega, considerando Libros Históricos tanto los que forman el Pentateuco como los de Josué, Jueces, Rut, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas, Esdras, Nehemías, Tobías, Judit y Ester. También se incluyen 1 y 2 Macabeos que sueles colocarse al final de todo el AT.
Para la Iglesia los Libros Históricos constituyen una narración ordenada cronológicamente que comienza con los orígenes del mundo y del hombre, sigue con los Patriarcas, la estancia de Israel en Egipto, y el éxodo, la peregrinación por el desierto, el establecimiento en la tierra prometida, la monarquía, el destierro, y la restauración en la época persa, hasta la revuelta macabea frente a la helenización de Palestina. Una historia que se interrumpe a las puertas de nuestra era.
Luego se encuentran los libros poéticos y didácticos, cuyo contenido pone al lector ante Dios mediante la oración, y ante el mundo mediante la sabiduría. En tercer y último lugar aparecen los libros proféticos que anuncian directamente a Jesucristo.
Esta clasificación de los libros permite entender mejor la manifestación gradual de Dios a los hombres, que alcanza su plenitud a la luz del acontecimiento pascual. Con Cristo la historia llega a su plenitud, de El hablan la Ley y los profetas. La Ley o Pentateuco no es para la fe cristiana la plasmación definitiva de la voluntad de Dios, sino el comienzo de la historia de la salvación
La tierra en que se formó Israel A los inicios del segundo milenio a.C. (bronce medio) a orillas del Mediterráneo oriental existía una zona conocida como tierra de Canaán, de Israel, o Palestina. Cabe distinguir una llanura fértil costera bañada por el Mediterráneo, y al este el valle del Jordán que une el lago de Genesaret con el Mar Muerto. Entre ambas zonas hay de norte a sur una región de colinas (Galilea), una amplia depresión (Israel), una zona central de colinas (Samaría), una región meridional montañosa (Judea) cada vez más desértica según se avanza al sur.
Su sistema político fue el de las ciudadesestado. En estas ciudades se concentraba el comercio de la población adyacente, y encontraban refugio las personas de los alrededores. Entre 1250 y 1050 a.C. hubo una colonización y explotación agrícola en los altos de Efraím y en la Palestina central. Aparecen zonas dedicadas al cultivo de cereales, productos de la huerta, vino y aceite, y pastoreo. En esa época se encuadran los relatos de los libros de Josué y Jueces acerca del asentamiento en Canaán.
El reino de Israel A partir de 1.050 y hasta 850 a.C. la población se transforma en sedentaria, con un gran rendimiento agrícola. La población y el comercio crecieron. Se construye la ciudad de Samaría, no ya ciudadestado, sino capital política, con los servicios públicos necesarios para organizar el comercio y defensa de toda la zona central. En los textos asirios se conoce esta zona como región de Israel o país de Omrí.
A la gran potencia de la época: Asiria, había de pagarle tributos primero, y luego someterse a sus intentos de conquista, Samaría en el 722 a.C. hubo de rendirse, y quedó convertida con sus territorios en provincia asiria.
El reino de Judá Mientras tanto en la región meridional, sobre todo alrededor de Jerusalén había una agricultura floreciente. A comienzos del siglo VIII a.C. después de la caída de Samaría tuvo un importante desarrollo de población y prosperidad.
La época persa Unos 40 años después de la caída de Jerusalén, Ciro rey de Persia conquista a su vez Babilonia, y con ella se hace con el dominio de todo lo que de ella dependía. Ciro ayudó a la restauración de Jerusalén, impulsando el culto tradicional a Yahwéh, el Dios de Samaría y Judá.
La época helenística El esplendor del imperio persa y con él de Judá, inició su declive hacia el año 333 a.C., con las conquistas de Alejandro Magno. Durante este período muchos aspectos de los pueblos conquistados quedaron impregnados de elementos de la civilización, arte, técnica, lengua o filosofía griegas.
La helenización de Judea fue más lenta que otras regiones, Jerusalén al principio fue respetada, pero poco a poco aparecen las trasformaciones, con construcciones de nuevos moldes culturales, por ejemplo el gimnasio.
La situación social distaba mucho de ser pacífica, pues tras la muerte de Alejandro Magno, todo Oriente Medio se vio envuelto en luchas de sucesiones. Al final de las guerras sirias, a comienzos del siglo II a.C., Palestina quedó bajo el poder sirio (seléucida)
Cuando Antíoco IV Epífanes (175-164 a.C.) sube al poder, el proceso de helenización llegó a su apogeo. Jerusalén se trasforma en ciudad helenística, la Torah dejó de ser ley constitucional como venía siendo desde la época persa, se suprimieron los sacrificios en el Templo, que se dedicó al señor del cielo, Zeus Olímpico de los griegos. Los decretos de Antíoco IV encontraron primero resistencia pacífica pero después se dio paso a la rebelión armada que logró un alto grado de independencia religiosa y política. El heroísmo manifestado en esa lucha por parte de los israelitas que querían permanecer fieles a sus tradiciones religiosas quedó plasmado en los libros de los Macabeos.
Sin embargo hacia el año 70 a.C. Roma se apodera de Jerusalén. Palestina era entonces una región helenizada, aunque con reductos de identidad religiosa y cultural propia. En Samaría y Galilea la población rural seguía sus creencias y modos de vida tradicionales, mintiendo su escisión entre samaritanos y judíos. En las grandes ciudades predomina la población, la lengua y cultura helénica.
En Judea, mientras tanto, y sobre todo en Jerusalén la religión, civilización y cultura judías eran mayoritarias. Faltaba poco para el nacimiento de Jesucristo.
El extenso relato que comienza con el libro de Josué, continúa con Jueces y los dos libros de Samuel, para terminar con los de Reyes, tiene una cierta relación con el libro del Deuteronomio, puesto que se van juzgando los hechos atendiendo a si se cumple o no la Ley del Señor contenida en el Código Deuteronómico. Por ello al conjunto de estos libros se le llama .
Se interrumpe esta narración por la inserción del libro de Rut, detrás de Jueces, y antes de Samuel, el cual prepara la aparición de David, que de algún modo es el personaje central de esta gran historia
En los libros de las Crónicas, se repiten los temas ya narrado también desde los orígenes, pero aportan una visión distinta, y complementaria con las hasta el momento realizadas. A continuación se encuentran Esdras y Nehemías, memorias de dos personajes sobresalientes durante la época persa.
La época de helenización aparece en los libros de los Macabeos, con la actividad de éstos y los hijos de Matatías. Por último los libros de Ester, Tobías, y Judit, trasmiten hermosas narraciones, llenas de enseñanzas morales y religiosas ante las diversas circunstancias en que Israel se va encontrando.