Los gobiernos de los Kirchner han sido muy tolerantes

muy feroz”. “Cuando uno está en un ring no se pue- de hacer el bueno, no puede dar la espalda ni puede acariciar al otro. Tiene que pelear. Y ahí afloran los.
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Buenos Aires, domingo 31 de mayo de 2009. SECCION 6

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Enfoques

J Jorge Pérez Tamayo, eel dueño de los cielos

“Gran cuñado” hace furor en España

¿Quién se acuerda de Tiananmen?

Los medios celebran la creatividad argentina, capaz de hacer humor con sus propios desastres. PÁGINA 2

El boom económico y una eficaz política de silenciamiento lograron borrar los recuerdos. PÁGINA 5

EEl dirigente gremial que pilotea eel avión presidencial parece sser sólo un aliado circunstancial ddel Gobierno. PÁGINA 6

MARCELO GOMEZ

| Entrevista con José Nun |

| Sociedad | Las estadísticas revelan que en nuestro país el consumo de psicofármacos es uno de los más altos del mundo. Ansiolíticos, antidepresivos y sedantes son los más buscados. Para los investigadores, las crisis políticas y económicas están en el origen de esta tendencia nacional. Qué dicen las cifras y cómo explican el fenómeno sociólogos, psicoanalistas y psiquiatras POR VALERIA SHAPIRA

La Argentina ansiolítica S

e han vuelto un lugar común entre la vapuleada clase media argentina. Logros que la ciencia supo conseguir, los ansiolíticos y antidepresivos están presentes en charlas cotidianas de oficina y de café. Cuando el estrés aprieta y algo falla, se los nombra, bromeando: “Hoy no tomé la pastilla”. Lo dice la gente, lo corroboran las estadísticas: a comienzos de 2008, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) reveló que los remedios de mayor facturación durante el último trimestre de 2007 habían sido los destinados al sistema nervioso central –principalmente ansiolíticos, antidepresivos, hipnóticos y sedantes–, en los que los argentinos gastaron 362 millones de pesos, más del doble que en 2003. Un año después de la gran crisis de 2001, ocurrió lo que en la industria farmacéutica llaman “viaje”: el disparo repentino del consumo de ciertos medicamentos durante un período determinado. Hoy, los tranquilizantes que más se venden son el Rivotril y el Alplax, seguidos por Clonagil, Tranquinal y Lexotanil, todos nombres que resultan familiares entre los ejecutivos y profesionales que viven en las grandes ciudades del país. Humanos en apuros cotidianos que, muchas veces, echan mano de ese dispositivo plateado con pastillas de rápida acción –el blister– sin pasar por un consultorio para pedir una receta. ¿La culpa es de las crisis, como habitualmente se cree? Parece. Pero quizá la respuesta no

sea tan simple. Si bien sobran razones para señalar que la angustia, la ansiedad y los ataques de pánico bien podrían ser provocados por los vaivenes de la política local, atribuirles el fenómeno sin pensar matices deja de lado otras cuestiones. Entre ellas, nuestras concepciones autóctonas sobre la enfermedad mental, la relación entre los psicotrópicos y la frondosa historia del psicoanálisis en la Argentina, la costumbre de la automedicación, y el uso local de estas drogas para sostener una cultura de rendimiento laboral sobreexigido, en un mercado de trabajo que ya mucho antes de la hecatombe financiera global de 2008 no aseguraba puestos estables. Remedios para la crisis Según los expertos, habría que empezar por 2001. Eso pensó el antropólogo norteamericano Andrew Lakoff, que vino al país luego de la caída del gobierno de Fernando De la Rúa. Profesor de la Universidad de California, y enfocado en investigaciones sobre la circulación global de medicamentos, le provocó curiosidad el modo en que estas drogas se recetaban y se consumían en este país donde la psicología y el psicoanálisis tenían una tradición de peso. Interesado en los actuales modelos biológicos sobre el comportamiento humano, vino aquí para ver qué ocurría con las medicaciones en un contexto de total incertidumbre. En 2003, Lakoff publicó “Las ansiedades de la globalización: la venta de antidepresivos y la crisis económica argentina” (Cuadernos de Continúa en la Pág. 4

“Los gobiernos de los Kirchner han sido muy tolerantes” Ferviente defensor del Gobierno, el secretario de Cultura de la Nación dice que la imagen negativa de los Kirchner es culpa de los medios de comunicación y de una oposición feroz RICARDO CARPENA LA NACION

E

n el Gobierno, a veces, nada es exactamente lo que parece. Néstor Kirchner no es el presidente, pero por momentos lo parece más que su propia esposa. El ministro de Economía, Carlos Fernández, sigue en funciones, aunque parece no serlo porque hace mucho que no se lo ve. Hay gobernadores, como Daniel Scioli, y funcionarios, como Sergio Massa, que son candidatos, pero la gente no parece saber si son reales, testimoniales o apenas eventuales, a tono con sus explicaciones ante la Justicia. Y el secretario de Cultura, José Nun, parece más cómodo en su papel de difusor y de defensor del ideario kirchnerista que el silente vocero presidencial, Miguel Núñez. Nun se recibió de ultraoficialista en una extensa entrevista con Enfoques, en la que se habló más de política que de cultura y en la que, sobre todo, se mostró más enfático en la defensa del Gobierno que un fanático como Luis D’Elía (antes de que al piquetero lo dejaran afuera de las listas de candidatos): por ejemplo, dijo que los gobiernos de Néstor y de Cristina Kirchner han sido “extremadamente tolerantes” y consideró que la imagen contraria que tienen ambos es “absolutamente armada por los medios”. Explicó que el ex presidente aplica “una táctica confrontativa” porque se enfrenta a una “oposición muy feroz”. “Cuando uno está en un ring no se puede hacer el bueno, no puede dar la espalda ni puede acariciar al otro. Tiene que pelear. Y ahí afloran los estilos personales. Hay estilos más conciliadores y otros menos conciliadores”, afirmó. Firme en su cargo desde noviembre de 2004, en que reemplazó al controvertido Torcuato Di Tella, Nun es un politólogo de prestigio internacional, abogado, escritor, profesor, investigador y uno de los intelectuales argentinos de mayor renombre. En 1984 fue uno de los fundadores del Club de Cultura Socialista, junto con colegas como Beatriz Sarlo, José Aricó, Carlos Altamirano y Juan Carlos Portantiero, entre otros, que le dio sustento de centroizquierda al gobierno de Raúl Alfonsín. En 2002 se convirtió en un hombre de consulta permanente de Elisa Carrió, a quien hoy Nun defenestra porque “se derechizó de una manera espeluznante”. Nun insistió en que un problema grave de los argentinos es “el espíritu de discordia”, tal como lo advertía Joaquín V. González en una nota publicada en LA NACION en 1910, pero no lo mencionó para aludir al kirchnerismo sino a la oposición, a la que atribuye no tener “argumentación” y apelar “al ataque personal”. Pero también puso en la mira a los medios de comunicación, que, según destacó, “hacen una campaña feroz contra este gobierno” y “emponzoñan el clima político”. El funcionario admitió, de todas formas, que la gestión kirchnerista “tiene tantas deficiencias en la comunicación de lo que hace que da lugar a la proliferación de esa imagen negativa”. Justificó, además, las candidaturas testimoniales, a las que se resiste a llamarlas así porque la senContinúa en la Pág. 3

ARTE DE TAPA: SILVINA NICASTRO / FOTO: CORBIS