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MIÉRCOLES 30 Y 05 Y 2012 MIÉR
la mirada de
EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES
Para LA NACION
uándo habrá comenzado el ocaso? Todas las crónicas señalan como fecha de inicio el célebre escándalo de 1980, cuando la policía irrumpió en pleno partido en los estadios Giuseppe Meazza de Milán y Olímpico de Roma para llevar presos a jugadores y dirigentes. El escándalo, que provocó los descensos de los poderosos Milan y Lazio, fue llamado “Totonero”, porque los detenidos arreglaban resultados en combinación con el juego de las apuestas clandestinas. El Totonero movía ya entonces mucho más dinero que el “Totocalcio”, las apuestas oficiales que había ideado en 1946 el periodista de La Gazzetta dello Sport Massimo della Pergola en el campeonato de la posguerra, cuando también el fútbol precisaba renacer y miles sufrían hambre. En letras menores, suele recordarse que Paolo Rossi, uno de los principales implicados en el Totonero, fue amnistiado y que sus goles ayudaron a Italia a ganar el Mundial que se jugó dos años después en España. Mucho menos dicen las crónicas que Italia, que estaba a punto de quedar rápidamente eliminada, terminó clasificándose a la segunda rueda del Mundial 82 gracias a un empate polémico con Camerún. El periodista Oliviero Beha, autor del libro Mundialgate, denuncia desde hace décadas los detalles del supuesto acuerdo con Camerún y la amenaza cumplida que le profirió el entonces presidente del Comité Olímpico Italiano (CONI), Franco Carraro: “Ya hablé con el director de tu diario. No trabajarás más”. Las cronologías publicadas esta semana por el nuevo escándalo de arrestos de jugadores y denuncias de arreglos en el calcio coinciden en señalar que el segundo gran caso estalló en 2006. “Calciopoli”, “Tangentopoli” y “Moggiopoli”, según sus distintas etapas. El escándalo liderado por Luciano Moggi, el “monje negro” de la Juventus que desde sus 17 teléfonos celulares digitaba resultados, árbitros y compras de jugadores. Una causa que terminó con Juventus descendido a la Serie B. Lo que las crónicas no recuerdan es que Moggi, apenas unos meses antes del escándalo que terminó expulsándolo por vida del fútbol, era considerado el dirigente número uno del calcio, gran candidato a liderar la selección italiana que fue ese año al Mundial de Alemania. Tampoco se recuerda que él mismo influyó decisivamente para que el DT de esa selección fuera Marcello Lippi, confirmado por la Federación (FIGC) pese a que 45 días antes del Mundial fue citado por la justicia para responder sobre los éxitos de su Juventus, polémicos no sólo por Moggi, sino también porque entre 1994 y 98 condujo a la Juventus que ganó todo y que, según consta en expedientes judiciales, suministró fármacos prohibidos a sus jugadores. Italia fue campeona mundial en 1982 y en 2006. Nadie quiso arruinar la alegría. El calcio se asombra ahora ante el nuevo escándalo. Por primera vez en 101 años de historia la policía irrumpió el lunes pasado en la concentración del seleccionado italiano para notificar a un jugador sobre su procesamiento. Cuatro horas después de la notificación, el jugador sospechado de arreglar par-
LOS ARREPENTIDOS DEL CALCIO tidos, Domenico Criscito, homenajeaba antes del entrenamiento a Fabio Pisacane. El jugador del modesto Lumezzane, de la Liga Pro (Tercera división), que ganaba 100.000 euros al año, rechazó en 2011 una oferta de 50.000 euros para ir a menos ante Ravenna. Pisacane, además, denunció el hecho a su club. Su gesto emocionó a Cesare Prandelli, el técnico de la selección italiana que impone un código ético a sus jugadores. El DT lo invitó el lunes a la práctica de la selección junto con Simone Farina. El lateral del Gubbio (Serie B) también rompió la ley de la omertá y denunció
casi un año. Lo mismo hizo en los ’80 cuando contrató a Paolo Rossi. Y también en los ’90 cuando fichó a Moggi, que venía de cumplir una suspensión como dirigente del Torino por contratar prostitutas para los árbitros de copas europeas. Es la misma Juventus, la noble “Vecchia Signora” de la familia Agnelli, que hace semanas celebró el scudetto contando 30 títulos. Incluyó los de 2005 y 2006 que la FIGC le quitó por corrupción. “Conte –advirtió ayer Juventus– es y será nuestro técnico.” Uno de los puntos menos conocidos del nuevo escándalo, que grafica como pocos el cuadro de situación, se debe también a la confesión de por lo menos tres jugadores del Bari que rompieron “la conjura del silencio”. Es un escándalo por el cual podría quedar procesado un segundo jugador de la selección que, a diferencia de Criscito, fue confirmado ayer para la Eurocopa. Se trata de Leonardo
cárcel desde el lunes. Consta en el expediente acusatorio elaborado por el fiscal Roberto Di Martino y el juez Guido Salvini. “Aunque creas que ya no puede suceder algo peor –me dice Declan Hill, autor del libro “El Arreglo”–, esto es sólo la superficie”. Según una encuesta de enero de 2012 del sindicato de jugadores europeos (FIFPro), más del 10 por ciento de los futbolistas que juegan en Europa admitió que participó en arreglos y un 23 por ciento sabe que hay arreglos. “Estamos hablando de un modelo industrial del que participan los propios clubes”, dice Hill. La redada del lunes, que incluyó allanamientos en las casas de todos los imputados, provocó que el premier italiano Mario Monti opinara que lo mejor sería suspender el calcio por dos o tres años. La debacle, igualmente, parece inevitable. Cada vez hay más “pentiti” (arrepentidos) en el calcio. También dio nombres y detalles el ex arquero de Piacenza Carlo Gervasoni, detenido unos meses antes,
“SE FUE DEMASIADO LEJOS... LAS APUESTAS DEJAN MÁS GANANCIAS QUE LA DROGA. EL FÚTBOL NO ESTABA PREPARADO PARA AFRONTAR ESTO”, DIJO EL FISCAL DE BARI, ANTONIO LAUDATI
que le habían ofrecido 200.000 euros, más del triple de su sueldo anual, si iba a menos ante Cesena. A Pisacane le regalaron el lunes una camiseta de la selección italiana. Se la entregó su ex compañero en el Genoa, Domenico Criscito. Sí, el mismo Criscito que, una hora después, hizo las valijas y dejó la concentración, acusado por la justicia. “No vinimos en el mejor día”, dijo Farina. Otros jugadores rompieron en los últimos meses la ley de la omertá. Lo hicieron, eso sí, después de caer en prisión y con la esperanza de aliviar sus condenas. Filippo Carobbio, por ejemplo, apuntó nada menos que contra Antonio Conte, el DT que coronó este año a Juventus como campeona invicta del calcio. Según Carobbio, Conte, cuando era DT de Siena en la B, les avisó, por ejemplo, que empatarían un partido ante Novara. Carobbio acusó también al propio presidente del Siena, Massimo Mezzaroma, de pedirle al equipo que perdiera en algún partido. El Siena dirigido por Conte está acusado de haber arreglado ocho partidos. Juventus contrató esta temporada a Conte pese a que los rumores de arreglos circulaban desde hacía
Bonucci, ex Bari y también él flamante campeón con Juventus. Informados de que su equipo, ya descendido, supuestamente vendía partidos a los apostadores, tres “ultrás” del Bari amenazaron a los jugadores para que perdieran al menos tres cotejos más. Como los barrabravas argentinos, los “ultrás” no querían quedar fuera del negocio. Alberto Savarese, Raffaele Lo Iacono y Roberto Sblendorio irrumpieron en los vestuarios y hasta en controles antidoping. “Se fue demasiado lejos –dijo el fiscal de Bari Antonio Laudati–, apostar sobre el primer córner, el primer tiro libre. Las apuestas dejan más ganancias que la droga. El fútbol no estaba preparado para afrontar esto.” Una foto con “ultrás” del club y una mafia de apostadores húngaros compromete en la nueva causa al mencionado Criscito y a otros ex compañeros suyos del Genoa. “Alcanzamos la cima, arreglamos un partido de Serie A”, dice Kenesei Zoltan, uno de esos mafiosos húngaros que responden a Eng Tan Seet, su jefe en Singapur. Celebraba un triunfo de Lazio 4-2 sobre Lecce. Dos millones de euros para su organización. 600.000 para Stefano Mauri, capitán de Lazio, y en la
acusado de pactar con Cristiano Doni que éste debía patearle al medio, y él se tiraría a un costado, en los dos penales de un triunfo 3-0 de Atalanta. Y se sumó su colega Marco Paoloni, el mismo que el 14 de noviembre de 2010, desesperado porque debía dinero a sus amigos apostadores, puso somníferos en los bidones de sus compañeros de Cremonese para perder un partido contra Paganese (Serie B). Las confesiones eran conocidas desde hace meses por Roberto di Martino, fiscal de Cremona. “Cuanto más avanzo –había avisado el fiscal apenas unos meses atrás–, más preocupante es todo.” Di Martino advirtió que era tal la mugre que el fútbol debía ofrecer una amnistía para que se supiera todo y poder recomenzar de cero. Las autoridades del fútbol, periodistas de firma y jugadores rechazaron la propuesta. Acaso hoy están arrepentidos.
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