Cultura
Domingo 3 de junio de 2007
LA NACION/Página 25
La inclusión educativa: cómo enfrentar el desafío en las aulas
Lento avance de la integración escolar El 26,1% de los alumnos con necesidades especiales estudia en escuelas comunes en todo el país; en la Capital, sólo el 17% Por Laura Casanovas
Es clave la formación de maestros y profesores
De la Redacción de LA NACION Del total de alumnos con necesidades educativas especiales, sólo el 26,1% está integrado a las escuelas comunes en todo el país. El porcentaje es del 30% en la provincia de Buenos Aires y del 17% en las escuelas porteñas. Si bien en los últimos 20 años se impuso la idea de la integración educativa de los niños y jóvenes con alguna discapacidad y ya suman 28.000 los alumnos integrados en escuelas comunes en todo el país, los especialistas, padres y docentes coinciden en que los avances son muy lentos. Las cifras surgen de estimaciones de la Asociación Síndrome de Down de la República Argentina (Asdra) y del Ministerio de Educación nacional. “Si hubiera voluntad, se podría llegar al 80% de integración. Las escuelas especiales deberían reconvertirse en centros de apoyo y deberían atender a las personas con compromiso muy severo, con lo cual se reducirían al mínimo”, dijo a LA NACION Luis Bulit Goñi, presidente de Asdra. Según datos del Ministerio de Educación Nacional, en el país hay 78.797 alumnos en escuelas especiales. De ellos, 10.640 están en el nivel inicial, 65.479 en el primario y 2678 en el secundario. En tanto hay 28.145 alumnos integrados: 3935 en inicial, 21.421 en primaria y sólo 831 en el secundario. Se considera que el número de alumnos integrados está lejos de lo esperado porque aún coexisten actitudes tradicionales con prácticas innovadoras; las escuelas comunes aceptan la diversidad, pero desde distintas posturas. A eso se suma la falta de decisión política para el cumplimiento de la legislación y la percepción de los docentes de que no están preparados para trabajar con distintos niveles de aprendizaje en el aula (ver recuadro).
Pocos en el secundario “En el secundario suele haber escasísima integración. Nuestro colegio hace más de 20 años que integra. Se trata de cambiar el paradigma: en vez de pensar que incluís a un diferente, hay que entender que se trata de un curso con distintos niveles de aprendizaje. La clave está en que todos somos diversos”, sostuvo Fabiana Martínez, rectora del Instituto Modelo de Enseñanza Privada (IMEP), del barrio porteño de Villa Devoto. A dicha institución concurre Fiorella, que tiene 15 años, está en 2° año
Falta preparación en el secundario
ANDREA KNIGHT
En el Instituto Modelo de Enseñanza Privada, de Villa Devoto, los alumnos comparten el aula sin distinciones
y tiene síndrome de Down. Su papá, Juan Bertola, contó a LA NACION que su hija siempre concurrió a una escuela común. “Cuando tuvimos que buscar un colegio que integrara en el secundario, fue difícil porque o no tenían cupo o no integraban”, relató. En el IMEP hay en este momento 41 alumnos integrados de una matrícula de 225. Algunos de ellos tienen dificultades motrices; otros, retrasos madurativos, síndrome de Asperger o de Down. Marisol está en 5° año del IMEP y tiene dos compañeros en su curso con discapacidad: “Yo siempre digo que ellos me integraron a mí. Es un privilegio estar con ellos”. Su compañera Marina coincidió, y señaló: “Lo más importante de una escuela integradora es que nos ayuda a entender que hay una diversidad”. La Asociación para el Desarrollo de la Educación Especial y la Integración (Adeei) tiene en este momento 200 alumnos integrados en escuelas
porteñas y bonaerenses. “Habría que tratar de aumentar no sólo el porcentaje de alumnos integrados, sino también la cantidad en las escuelas especiales porque hay muchos chicos con trastornos severos que están fuera del sistema educativo”, expresó Ana Brusco, directora de Adeei y profesora de educación especial. Cuando la integración es total, el chico puede recibir la asistencia de una docente auxiliar, además de la maestra del curso, que tiene a su vez el apoyo de una docente integradora para las tareas específicas destinadas al alumno. En otros casos, la integración implica que el alumno asiste tanto a una escuela común como a otra especial. De los 28.145 alumnos integrados, 24.791 están en colegios de gestión estatal y 3354 en instituciones privadas. Fuentes de Adeei y de Asdra estimaron que en este momento integran más las escuelas privadas que las
estatales, aunque en ningún caso la situación es ideal. “En los últimos años hay más conocimiento en ambas gestiones, pero hay una mejor actitud en las privadas. En las estatales depende de cada distrito escolar, lo cual demuestra que no hay una política”, sostuvo Goñi. Graciela Ricci, la otra directora de Adeei, dijo que, a pesar de que queda mucho por hacer, “desde los años 80 cambió el país y hay muchos más chicos integrados”. En la ciudad de Buenos Aires hay 32 escuelas especiales, con una matrícula de 3369 alumnos, en tanto que hay 560 chicos integrados en escuelas comunes. “Como política pública tenemos voluntad integradora, por la cual respetamos la particularidad de cada chico. La integración es producto de un trabajo en equipo con las escuelas y los padres”, dijo a LA NACION Silvia Dubrovsky, directora del área de Educación Especial del gobierno porteño, que trabaja con escuelas públicas.
La funcionaria contó: “Muchos padres llegan a nosotros porque no consiguieron una vacante en un colegio privado común y nuestro equipo analiza cuál es la orientación educativa más adecuada”. Señaló que el Estado no le puede limitar el derecho a la educación a ningún chico y que se garantiza la vacante en una institución educativa adecuada a las características y necesidades del chico, lo que no siempre coincide con la opinión de los padres. Cecilia Burroni vive en la localidad de Campana; es madre de 6 chicos, dos de ellos de 5 años, con parálisis cerebral. “En la zona hay pocas opciones de colegios privados y los que hay no integran. Caminamos mucho para encontrar vacantes hasta que llegamos a la directora de un colegio estatal que presentó nuestro caso a la supervisora. Acá, los colegios estatales son más abiertos que los privados”, contó Burroni.
Uno de los desafíos que aún presenta la integración educativa se centra en la formación docente, que, si bien avanzó, aún requiere más trabajo para entender y realizar la tarea. “No fue costoso aprender e interiorizarme en la problemática de la integración, porque hay un vínculo desde el afecto con los chicos y porque tenés la asistencia de los maestros integradores”, contó Eda Montealbetti, profesora de lengua y literatura del IMEP, de Villa Devoto. Mariana Gayol es docente integradora de esa escuela y dijo: “Lo que yo pretendo es que todos los conocimientos sean beneficiosos en tanto les permitan a los chicos autovalerse y autodeterminarse en lo cotidiano para que puedan decidir”. Silvia Dubrovsky, directora de Educación Especial del gobierno porteño, estimó que “cada vez más maestros han tenido experiencias de chicos integrados”. Y consideró: “Si hay un buen proyecto de integración, el docente se siente contenido, el problema es cuando se siente solo frente a la tarea. La formación docente tiene un camino por recorrer y sería bueno avanzar hacia espacios de educación conjunta entre maestros especiales y comunes”. Para Graciela Ricci, de Adeei, “los profesores están lejos de estar formados para la integración, en cambio los maestros están bastante formados”. El artículo 44 de la nueva ley de educación nacional, en el capítulo sobre educación especial, dice que “con el propósito de asegurar el derecho a la educación, la integración escolar y favorecer la inserción social de las personas con discapacidades, temporales o permanentes”, cada jurisdicción dispondrá, entre otras medidas, “contar con el personal especializado suficiente que trabaje en equipo con los docentes de la escuela común”.