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ángel y los dos hombres se hallaban en algún lugar de la Tierra. Muerta, en un gran .... ¡Estos hombres son parte de mi ejército, por siglos hemos querido estar ...
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Las Almas Tristes

Marcel Pérez Córdova

Tear & Zethra

…Continuación de Lágrima.

Prólogo

1

D

ous e Ise se encontraban en el suelo atemorizados por lo que sus ojos contemplaban, un gran ángel estaba

frente a ellos sosteniendo en su mano derecha una espada de fuego; un brillo resplandeciente proveniente del ángel obstruía la vista, haciendo imposible el poder ver alrededor. Aquel ángel y los dos hombres se hallaban en algún lugar de la Tierra Muerta, en un gran campo rodeado de un sin fin de grandes árboles y cubierto de césped; los dos hombres se mantenían en el suelo sin saber a ciencia cierta qué era lo que ocurría, intentaban desviar la luz proveniente del ser celestial como si fuera una telaraña que les obstruyera y los molestara, sin embargo, después de unos instantes aquel intenso brillo cesó por un momento sin perderse por completo, sólo se atenuó. Dous e Ise, de aproximadamente unos treinta y dos años de edad los dos, miraron sorprendidos al ángel, éste los miraba duramente y sin decoro; entonces una voz se escuchó, era la

voz del espíritu celestial, pero los labios de éste ni siquiera se movían: – ¡Se les permitió ver cosas que a nadie en la Gran Ciudad se les había permitido! ¡Se les dio un gran don de conocimiento, fuerza y poder natural y preternatural! Pero ambos han sido corrompidos y la oportunidad que Dios les dio no se volverá a repetir, ya que su tiempo ha llegado a su fin… muchas oportunidades recibieron, varios mensajes a su corazón fueron enviados, pero ustedes decidieron escucharse sólo a sí mismos y fueron presa fácil del enemigo… mas la misericordia de Dios es infinita y tendrán un largo tiempo de penitencia donde podrán salvar aún su alma, pero ya no tendrán los privilegios que tuvieron… Dous, lleno de ira por lo que escuchaba, exclamó: – ¡Eres un títere! Un simple títere… ¿Crees que sólo Él puede dar esos poderes? ¡Sé la verdad de quién es ese Dios… es un impostor; la verdad vence con la razón y no con eso a lo que ustedes llaman amor! Y con ese sentimiento de basura nadie podrá vencerme ¡Yo soy Dous! Un hombre que se ha convertido en un semidiós… y próximo me elevaré más allá de tu Dios… ¡Escucha esto! ¡Algún día cruzaré las montañas e iré a la caza de tu Señor y entonces tú te arrodillaras ante mí!

El ángel lloraba, no por temor a las palabras de Dous sino por lástima, al ver cómo un alma se perdía de tal manera, pero sin más demora el ángel sentenció: – Aún no nace quien te destruirá, siglos faltan para que llegue el día… ese tiempo tendrás para pedir perdón ¡Iras a donde puedas llorar tus penas! En ese momento el ángel elevó su espada y la dirigió hacia los arrogantes personajes, en segundos brotó un haz de luz que golpeó a Dous enviándolo algunos metros atrás; adolorido por el golpe quiso levantarse pero no pudo, enseguida sintió una gran rigidez por su cuerpo que aumentó gradualmente hasta quedar totalmente inmovilizado, después su cuerpo se petrificó; capas y capas de piedra fueron cubriendo el cuerpo hasta que perdió la figura humana, quedando sólo una piedra de gran altura en medio de aquel campo rodeado de altos y frondosos árboles. Ise no daba crédito a lo que veía, y eso que había visto demasiadas cosas extraordinarias en su vida; lo que menos podía comprender era cómo le había ocurrido eso a Dous, pues él creía que aquel hombre ya era un semidiós; entonces Ise volteó hacia el ángel, esperando la misma desgracia que le

había ocurrido a su compañero, pero no estaba en los planes del ángel de Dios hacerle lo mismo. – Tu, Ise… no podrás despegarte de esta piedra porque has decidido seguirle a él, que a Dios, tu final estará ligado a Dous, envejecerás pero no morirás hasta que llegue el que deba destruirte – Dijo el ser celestial con toda calma. En ese momento dos visiones se le mostraron a Ise, vio su final en dos formas, y aunque el personaje que lo destruía era el mismo en las dos, las circunstancias eran diferentes. No le fue mostrada la visión si llegaba arrepentirse de todo lo que había hecho, sólo si seguía con su corazón endurecido. – ¿Por qué no me destruyes de una vez? ¿Por qué Dios no me mata? – Dijo Ise lleno de miedo. – Tendrás varios siglos para arrepentirte, mas te costará demasiado porque no podrás despegarte de esta piedra… Pide perdón y acércate a Dios quien no ha dejado de llamarte, así podrás ser libre y lo que se te presentó en las visiones no ocurrirá… – ¡Pero no escucho a Dios…! Dices que me habla… que me llama… pero no lo escucho… – Habló angustiado Ise. – No esperes oír una voz con la capacidad humana de los sentidos… Cuando Dios ya no te llame ten por seguro que

lo sabrás, y en ese momento te darás cuenta del error que cometiste. Al terminar de hablar el ángel, de nuevo el gran brillo resplandeció cegando por varios minutos a Ise, cuando por fin éste recuperó la vista se encontró solo en aquel campo, su corazón estaba lleno de miedo e ira, miedo por lo que había visto en sus visiones e ira porque todos los poderes y privilegios que algún día había tenido le fueron arrebatados, quiso entonces alejarse de aquel lugar pero de pronto regresó su mirada a la piedra, ese montículo era Dous, creía en él más que en cualquier otra cosa, esa piedra se había convertido en su dios. Desde entonces Ise no pudo moverse de aquel lugar, y durante siglos se quedó sentado en la piedra esperando, envejeció adorando la piedra y sus esperanzas estaban en ella, lo que hace tiempo le había mostrado el ángel en aquellas visiones, ahora estaba oculto en lo más profundo de su memoria y ya no recordaba. Aquel Ise ya anciano se la pasaba hablando de cualquier cosa, maldecía al cielo y alababa la piedra, pero cuando menos lo esperaba todo volvió a su entendimiento cuando dos jóvenes llegaron un día frente a

él… dos jóvenes que eran uno solo, pero que por un misterio se podían ver diferentes; ése día Ise supo que la espera había terminado y que ahora Dous regresaría y se alzaría sobre sus enemigos.

2

L

a noche era oscura en la Gran Ciudad, pero parecía aún más en la capital del reino de Duhare, la ciudad de

Azdek. En el Palacio Real, el Rey Reniv se encontraba en reunión con personal de seguridad y gente del reino vecino de Ewi. – No hay rastro alguno del joven – Dijo un hombre que estaba cercano al trono del rey. – Quien lo acompaña usa una magia extraordinaria… los hombres del Rey Gemge aún están cegados por la intensa luz que emanó de aquel sujeto que acompaña a Tear, no sabemos quién es ni de dónde es – Mencionó otro de los hombres que estaba en el salón. El Rey Reniv estaba pensativo cuestionándose así mismo quién era Tear y por qué su vecino rey, Gemge, tenía

tanta urgencia de agarrarlo como si fuera el criminal más buscado, pero eso no lo sabría hasta que hablara personalmente con el rey de Ewi. Los asistentes deban sus puntos de vista, sus planes y estrategias para dar con el joven, entonces Reniv para terminar pronto con aquella situación preguntó: – ¿Por qué no interrogan a su familia? Saquen la información a la fuerza, sólo que no se entere la prensa, o mejor invéntenles un delito… que son familia de homicidas o narcotraficantes… no sé, algo se les ocurrirá para que puedan trabajar más tranquilamente sin la intromisión de la prensa o aquellos que abogan por los derechos de otros, con un delito la gente los repudiará y a nadie le importará lo que pase. Los presentes parecían haber pasado esa obviedad, a nadie se le había ocurrido ni siquiera algo similar; todos sonrieron como estúpidos, eso era lo que debían hacer, sólo faltaba la orden directa del rey para que una redada de policías y militares llegaran a la casa de familiares y amigos del joven. El rey estaba por dar su consentimiento cuando la puerta de la sala se abrió súbitamente, tres hombres y una mujer, todos vestidos de negro, entraron tranquilamente, detrás de ellos varios soldados igualmente vestidos de negro y a los cuales no

se les podía ver el rostro, ya que todos traían cascos completamente herméticos, entraron y se colocaron alrededor del salón; el rey, alterado por no saber lo que pasaba, se levantó de su asiento y cuestionó aquella escena, pero apenas uno de los hombres de negro le lanzó una mirada y un temor invadió al rey haciendo que regresara a su lugar, entonces el hombre que aún miraba al monarca habló: – Tear ya no está en la ciudad, dudo que puedan hacer algo. El rey se armó de valor y algo temeroso preguntó: – ¿Quiénes son ustedes y cómo saben que Tear ya no está en la ciudad? ¿Acaso se fue a otro reino? – Que malos modales los míos… Una disculpa al Rey Reniv, venimos de parte del Rey Gemge, señor de Ewi… mi nombre es Eligor, mis compañeros aquí presentes son Agramon, Murmur y esta hermosura es Ewah. Al mirar todos a la mujer quedaron hipnotizados, nadie la había notado hasta que Eligor la presentó, su belleza era tal que no podían dejar de mirarla, aunque después de vario tiempo de verla empezaban a sentir nauseas, pero aun así la miraban con un deseo desenfrenado.

– ¿Y cuál es el motivo de su visita? – Preguntó el rey aún atemorizado pero sin dejar de ver a Ewah. –

Bueno…

poner

orden

a

sus

estúpidas

investigaciones… Tear no fue a ningún otro reino, salió de la Gran Ciudad, quizá en este momento esté en la frontera. – Tenemos fuertemente custodiada las salidas, es imposible que no sepamos de él si sale – Dijo uno de los hombres del rey. – Sus hombres no son obstáculo para él ni para quien lo acompaña… aquel quien dejó ciegos a los hombres de Gemge. – ¿Cuál es su plan Eligor, para atrapar a Tear? – Preguntó una vez más el rey. – Primero… nadie tocará a su familia ni a sus amigos, está prohibido por algo que no comprenden… pero es sólo por un tiempo; segundo… Rey Reniv, usted será un gran rey si así lo desea, su poder crecerá junto con Gemge, él ya ha aceptado nuestra ayuda y por eso estamos aquí… ahora usted decidirá si quiere ser un buen rey. Nadie comprendía las palabras de aquel hombre, entonces Eligor levantó sus manos y exclamó:

– ¡Estos hombres son parte de mi ejército, por siglos hemos querido estar aquí y ahora la debilidad humana nos abre las puertas…! ¡Reniv, señor y amo de Duhare, acepte nuestra ayuda y será un gran rey, sólo un enemigo lo podrá vencer pero para eso estamos aquí, para que eso no ocurra! – ¡Acepto su ayuda Eligor! – Exclamó el rey. Entonces las manos de Eligor se pusieron al rojo vivo, ardieron prendiéndose en fuego, al instante los presentes tuvieron la sensación de que su sangre hervía, y así era, gritaban con un inmenso dolor. El rey, al cual no le sucedía nada, miraba con un miedo indescriptible la muerte de todos los que se encontraban ahí. Reniv recobró el ánimo después de ver muertos a todos mientras una risa maléfica se le dibujaba en el rostro, pensaba ahora ser un rey poderoso, no habría nadie que lo superara, mucho menos con su aliado Gemge y sus nuevos protectores, seres poseedores de una fuerte magia. – ¿Quién es el enemigo que dices puede vencerme? – Preguntó Reniv. – Tear… es por eso que debe ser destruido… él y todos los que le siguen. – Entonces demos el primer golpe… ¡Matemos a su familia!

– ¡No! He dicho que está prohibido, aquel que lo intente morirá antes de tocarle un solo cabello a un miembro de su familia o amigos… pero como dije, sólo es por un tiempo… ahora disfruta de tú nuevo reinado… y tu nueva ciudad. Los soldados que habían entrado y rodeado el salón habían desaparecido, entonces Eligor hizo una seña a los que lo acompañaban, y sin demora Agramon se convirtió en una gran sombra y fue cubriendo ciudad por ciudad del reino de Duhare, la gente en instantes sintió un gran temor y nadie sabía el porqué, ataques de angustia y de pánico surgieron por todos lados, la gente gritaba y lloraba sin explicación, les aterraba algo que no comprendían; después, Ewah salió, y sin perder esa belleza libidinosa, unas enormes alas putrefactas salieron de su espalda y sobrevoló el reino de Duhare, y por donde pasaba, la gente enloquecía, reñía, peleaba, discutía, se suicidaba, mataba… fue la noche en que más crímenes acontecieron, ataques de ira y locura invadieron a la población; por otro lado Murmur salió convertido en una niebla que se disipó rápidamente, pero el sonido que hacía era aterrador, y así como Agramon y Ewah, él también recorrió el reino haciendo sonidos lastimeros, desafinados y chillantes, que

hacían enloquecer a la gente, aumentando el odio en las personas y hacia todo lo bueno, la música comenzó escucharse más lastimera que nunca, pero la gente no se percataba de todo eso; por último, Eligor se despidió del rey, diciendo que sabría de él en el momento oportuno, entonces la tierra retumbó y un ruido espantoso y agónico se escuchó, Eligor se convirtió en una gran y densa nube que se elevó al cielo, y entre más se elevaba parecía crecer aún más, la nube fue formando un rostro siniestro y de dolor, y más allá, en las alturas desaparecía en un cielo estrellado. El reino de Duhare ahora le pertenecía a Eligor. Lejos de ahí, a varios kilómetros al oeste, en la frontera, Tear, intranquilo y con su corazón latiendo rápidamente, miraba desde el pie de un árbol cómo se elevaba la nube tenebrosa de la ciudad y se perdía en el cielo.

3

E

l frío era tan intenso que calaba hasta lo más profundo de los huesos, aunque la gente de aquellas tierras estaba

acostumbrada a las bajas temperaturas, el tiempo frío que se vivía en esa época era el mayor que se había sentido en todos los años. Una tormenta de nieve se acercaba mientras la gente se resguardaba en sus casas, nadie salía cuando una tormenta de tal magnitud pegaba en Krovau, la ciudad de la Tierra de los Dioses, la cual se situaba a varios kilómetros al norte de la Gran Ciudad. Hubo un tiempo en que la grandeza y magnificencia eran cualidades de aquella metrópoli, edificios de una hermosa arquitectura llenaban la esplendorosa ciudad. Sus habitantes habían desarrollado grandes conocimientos en tecnología, arquitectura, arte, milicia y economía, pero la arrogancia de su saber los llevó a una notable decadencia. Llegaron a tener más conocimiento que el hombre moderno de la Gran Ciudad, pero no pudieron controlar la información que lograron poseer… pronto creyeron ser dioses… y el esplendor de Krovau fue apagándose con el correr de los años para dejar de existir hace ya vario tiempo.

– ¡Ella debe morir! – Dijo un hombre fornido con el rostro oculto bajo una capucha, sentado a la cabeza de la gran mesa de piedra. – ¡No! ¡Estamos equivocados! Por siglos hemos estado en un error – Exclamó un anciano que estaba en la reunión. El consejo de los dioses (como así se hacía nombrar aquel grupo de hombres que gobernaban aquellas tierras) estaba debatiendo problemas que aquejaban la creencia de los habitantes de Krovau. Eran quince personas que conformaban aquel consejo, gobernaban de acuerdo a su libre albedrío. En esas tierras no había más leyes que las dictadas por el consejo, principalmente el líder de ellos, Vemis. – ¡Si el oráculo tiene razón… ella morirá en sacrificio! – Gritó Rabni, uno de los integrantes del consejo. – Ella es una vergüenza para los habitantes de la magnífica ciudad de Krovau – Habló Lixveya, otro más del consejo. – ¡No! ¡Les he dicho que estamos en un error! – Repitió Selmis, el mismo anciano que había dicho eso con anterioridad.

– ¿Acaso cuestionas al oráculo? Selmis… – Dijo tranquilamente Vemis. – No… es cierto que ella puede destruir a Dous, pero donde estamos equivocados es en creer que Dous es nuestro dios y salvador – Contestó Selmis firmemente. Vemis se levantó de su lugar y se quitó la capucha, era el gran jefe del consejo, un hombre alto y robusto, el cabello cano le caía sobre los hombros, una larga barba le llegaba hasta el vientre; miraba a cada uno mientras acariciaba su espada: – Todos sabemos lo estúpido que pueden llegar a sonar las profecías, pero no cuestiono al oráculo… esa chica debe morir porque es una gran amenaza para nuestra gente – Dijo el líder. – Pero ella es sólo una doncella de quince años… mantengámosla encerrada bajo vigilancia… dejémosla vivir hasta que estemos seguros de que Dous esté con nosotros – Insistió nuevamente Selmis. – ¡Zethra debe morir… ella nos llevará a la perdición y si no la matamos ella destruirá a nuestro gran dios Dous! – Vociferó Vemis al mismo tiempo que empuñaba su espada y lanzaba un golpe directo a Selmis.

La cabeza del anciano voló por los aires cayendo en la gran mesa de piedra donde se llevaba a cabo la junta, enseguida Vemis limpió su espada y la colocó en su funda. – Encuentren a la joven y tráiganla… viva o muerta, de todas maneras me divertiré un rato con ella – Ordenó dando por terminada la reunión. Los caballos galoparon en la oscura noche, cinco asesinos tratando de conseguir la recompensa que Vemis había puesto por la chica. A pocos kilómetros de ahí, una joven hermosa llamada Zethra miraba las estrellas, por momentos susurraba “Triste Somnium” (aquel era el nombre de la sombra de sus sueños), inocentemente imaginaba lo que pudiera haber en el cielo, luego anotaba en una hoja de papel lo que le venía a la cabeza, escribía lo que su corazón le dictaba, y aunque el frió era intenso a ella le gustaba mirar por las noches el cielo con la ventana abierta. De pronto el sonido del galope hizo que regresara de su imaginación, al mismo tiempo que una flecha cruzaba en el aire atravesando por la ventana y yendo a ensartarse en la pared de la habitación, la joven quedó paralizada y llena de temor, se fue arrinconando poco a poco en una esquina de su alcoba y ahí se quedó de pie

esperando un trágico desenlace. Los asesinos pronto llegaron al hogar de Zethra con las espadas desenvainadas, para deshacerse de cualquiera que les obstruyera el camino hasta llegar a su objetivo, rápidamente irrumpieron en la casa y fueron directamente a la habitación de la chica, quien aún estaba desconcertada por la situación. Los hombres se acercaron lentamente para tomar a la joven, pero al acercarse y ver el bello rostro de Zethra, quedaron impresionados al grado de quedarse paralizados… entonces las espadas cayeron al suelo. Zethra realmente era muy hermosa, lindos ojos oscuros y encantadores labios, ella era de una estatura media y de una gran esbelta figura, su piel era clara, tenía el cabello oscuro y largo que le llegaba por debajo de los hombros, su clara silueta femenina era resaltada con un largo y elegante vestido color púrpura. Los asesinos se dieron cuenta de lo bella que era cuando vieron la dulce mirada de la joven, segundos después, los hombres quedaron repentinamente ciegos y cayeron perdiendo el conocimiento, entonces Zethra se apresuró a salir rápidamente de la habitación, por suerte, sus padres y hermanos no habían corrido ningún peligro. La joven avanzó

por un corredor dirigiéndose a la recámara de sus padres, pero en el momento en que iba a entrar, un sujeto la detuvo, ella estuvo a punto de gritar pero la mano de aquel hombre evitó tal acción. Aquella persona era discípulo del anciano Selmis. Pronto aquel hombre intentó tranquilizar a la chica y cuando ya estaba un poco calmada le habló: – Tienes que irte pronto de Krovau… el gran Vemis te quiere muerta. Aquellas palabras en nada ayudaron a que la chica se calmara, de pronto sintió cómo un ataque de ansiedad y de nervios la invadía. – ¿Pero por qué?... ¿Qué hice?... ¿A dónde iré? – Preguntó Zethra angustiada. – No lo sé… mi maestro Selmis me contó sobre una visión que tuvo, enseguida me mando para que te contara, me dijo que corrías peligro… –… No entiendo – Dijo temerosa. – Mi maestro me contó que en sueños un ángel se le apareció, le dijo que Dous pronto regresaría pero que él no es lo que pensamos, el traerá mal… y tú puedes destruirlo, pero antes debes encontrar al lobo de tus sueños. – ¿Triste Somnium? – Murmuró Zethra.

– Mencionó algo que ni el comprendía pero que seguramente tú sabrías… El lobo y la lechuza son uno solo… La chica rápidamente acomodó sus cosas para partir de inmediato, los nervios y el miedo eran controlados por la adrenalina que recorría todo su cuerpo en aquel momento. Los hombres que habían ido a atacarla aún estaban en el suelo, y mientras la joven arreglaba lo que debía llevarse, pensaba que pronto conocería la razón de aquellos sueños extraños y recurrentes. Ella nunca había creído lo que la gente de Krovau pensaba y nunca compartió sus ideas religiosas, porque desde niña había tenido sueños que le hacían pensar diferente, ella sabía que había algo mucho más misterioso en el mundo, algo que sobrepasaba todo entendimiento, mas no sabía a ciencia cierta lo que era, hasta que una vez el lobo de sus sueños le dijo que aquello que buscaba no era otra cosa más que Dios. Ahora iría en busca de respuestas, y aunque estaba aterrada, en el fondo de su corazón latía la alegría por las palabras que aquel hombre, discípulo de Selmis, le había dicho. Muy lejos de ahí, a varios cientos de kilómetros, Tear caminaba rumbo a la Gran Ciudad cuando una sensación extraña invadió su cuerpo… una sensación de lejanía, de estar

en otro lado, se sintió preocupado y angustiado por algo que no sabía qué era, se sentía atacado y vulnerable, de pronto un par de lágrimas completamente negras recorrieron sus mejillas… En ese mismo instante, el discípulo de Selmis se alejó temeroso de Zethra, pues un par de lágrimas negras brotaron de los bellos ojos de la joven, al igual que Tear.

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©Marcel Pérez Córdova Tear & Zethra 2015