Lago y Gióvine, socios eternos

15 ene. 2014 - Rinaldi, María Cristina Laurenz, ... María Elena Walsh [amiga en la vida ... Thiago Batistuta, Lucas Velasco. escenografía: Cecilia Vázquez y ...
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espectáculos

| Miércoles 15 de enero de 2014

Lago y Gióvine, socios eternos mar del plata. Cuando florece el corazón los volvió a unir en un escenario,

donde aseguran que se sienten tan unidos y cómodos como en su casa Viene de tapa

Anne Bancroft y Dustin Hoffman, Monica Vitti y Nino Manfredi, Amparo Rivelles y Alberto Closas, Rosa Rosen y Carlos Muñoz. Estas parejas interpretaron los personajes de Lidia y el Dr. Nichols, en la obra de Alexei Arbuzov, un autor muchas veces comparado con Anton Chejov (“los dos autores quieren mucho a sus personajes, tienen una gran piedad hacia ellos”, dice el actor). Cuando florece el corazón es el encuentro de dos soledades, de una excéntrica mujer poco afecta a las reglas con un disciplinado hombre de la ciencia. El departamento del matrimonio (“nunca nos casamos, pero somos un matrimonio”) tiene menos flores que el famoso living de la TV donde Virginia se sienta frente a las cámaras durante las tardes, en el programa más visto de la TV, Historias del corazón (ver recuadro). Éste es auténtico y tiene más calor de hogar. La bandeja ya está preparada con café y Héctor es el encargado de bajar a abrir la puerta. –Termina la función y... ¿continúan hablando de la obra en casa? Virginia Lago: –Sí, siempre. Y entusiasmados todas las noches. Hablamos mucho más durante los ensayos, cuando estamos buscando cosas para los personajes, pero ahora que estrenamos, también lo seguimos haciendo. –Generalmente, son los productores quienes ofrecen a las parejas trabajar juntos, en este caso fue inverso. Héctor Gióvine: –Nos gustaba mucho el texto. Fue Vicky quien contactó al productor, a Javier Faroni, y al

Héctor y Virginia: una de las parejas más queridas del ambiente director, Manuel, con quien ella ha trabajado tanto. En cambio, ésta es para mí la primera vez con él. Nos gusta mucho trabajar juntos. –¿Cómo es para ustedes, que son directores, ser dirigidos por otro? Héctor Gióvine: –Parto de la base de que me tengo que entregar al

director y de que la última palabra siempre la tiene él. Pero no soy alguien que esté ahí parado sin decir nada. Como director y actor que soy está bueno a veces poder dedicarte enteramente a pensar un personaje, dejarte que otro te dirija y que sea él quien esté pendiente de las luces, la música.

mauro rizzi

La presencia del actor en los escenarios es intermitente. Si no actúa, dirige, y viceversa. La última producción que montó fue Don Arturo Illia, de Eduardo Rovner, con Luis Brandoni, y como intérprete integró El jardín de los cerezos, con Rita Terranova, dirigido por Nicolás Pérez Costa. Virginia se prepara para pre-

sentar en el Regio Romeo y Julieta, de William Shakespeare, en versión de Pablo Neruda, donde dirigirá a su hija Mariana Gióvine, Michel Noher, Rita Terranova, Roxana Berco, Alejo Ortiz, Francisco González Gil, Juan Pablo Galimberti y Juan Grandinetti. Y además tiene planes para encarnar en 2015, en una sala oficial, a Alicia Moreau de Justo en un texto de Eduardo Rovner. Populares y queridos Héctor estudió en el Conservatorio y desde el primer día que ingresó hasta que se recibió integró una banda apodada –no por ellos, sino por los demás– “los homogéneos”: Susana Rinaldi, María Cristina Laurenz, Alfonso De Grazia y Alberto Busaid. Virginia no paró de hacer teatro desde su debut en 1963, con Pigmalión, y participó de éxitos inmortales de la TV como La familia Falcón, Más allá del horizonte o El amor tiene cara de mujer. Héctor y Virginia no llevan la cuenta de las veces que trabajaron juntos, pero recuerdan una tarea conjunta con especial cariño, la compañía que integraron en los setenta, el grupo Teatro Popular de la Ciudad. –Algunas parejas de actores eligen no trabajar juntos, ustedes sí. ¿Por qué? Héctor Gióvine: –¿Cómo no voy a querer? Ella es muy sensible, muy entregada a su personaje desde las entrañas, y no desde lo superficial. Hay un trabajo de ella, Vivir en vos, unipersonal sobre la vida y obra de María Elena Walsh [amiga en la vida real de Virginia] que me emociona cada vez que la veo. Virginia Lago: –Ahora dejá que yo te piropee un poco… Héctor es muy inteligente y muy culto. Yo recuerdo cuando interpretó a Vania en 1975. Tenemos estilos muy distintos. Él es muy riguroso, yo soy más desordenada. No puedo imaginar mi vida y una carrera sin alguien que entienda mi trabajo, y Héctor no sólo lo comprende, sino que además es a quien más consulto.ß

El corazón, en la TV y en el teatro En las pocas cuadras de su departamento a la playa cada persona que ve a Virginia Lago le dedica palabras de cariño. No es esa cosa cholula, una foto o un autógrafo, sino que son palabras de respeto y, al mismo tiempo, un trato particular, como si fuese un miembro de la familia. Durante el día, en lugar de ir a la playa, la actriz cómoda en su casa mira Avenida Brasil (“te juro que no puedo parar, es como un vicio. Es distinto a lo que me pasaba con Pulseras rojas, donde prestaba más atención a las actuaciones y lloraba. Acá la historia me atrapa y se me pasa el tiempo”). Lleva muchos capítulos de ventaja con respecto a los espectadores de TV, y en su día libre del teatro viaja a Buenos Aires a grabar la conducción de Historias del corazón (de lunes a viernes, a las 16.30), hoy invadida por esta telenovela brasileña sobre venganza, el programa de mayor rating de la TV. Hace dos años Virginia estaba haciendo temporada en Mar del Plata y Tomás Yankelevich, gerente de programación de Telefé, la llamó para proponerle algo “insólito” como califica la actriz: “¿Conducir yo? Él quería tardes tranquilas, sin peleas. Pareciera que el buen modo se ha perdido en la TV. Tenía razón. La gente necesita un mimo. Sé que es una conducción particular, que tiene que ver con cómo soy en mi vida cotidiana”. Cuando el ciclo comenzó su estilo fue imitado o, mejor dicho, parodiado. “A mí no me gusta la burla, esa imitación gratuita, yo no lo hago con el trabajo de mis colegas. Después me acostumbré y creo que los demás también.” Aunque haya celos y a algunos no les haya caído simpático, Virginia recibió el Martín Fierro a la mejor conducción femenina, además de cifras interesantísimas de rating e incluso su ciclo ganó terreno y agregó una emisión nocturna los días sábados. “Sí, propongo películas. Y mis preferidas son La vida es bella y El misterio de la felicidad. Y también me canso un poco de otras, como Marley y yo, que la dimos 80 veces, pero la gente la pide y la pide.”ß

El desparejo elenco de Los Grimaldi

teatro

Para verla, hay que ponerle onda los grimaldi . ★★ regular. texto y dirección: Atilio Veronelli. intérpretes:

Mario Pasik, Laura Fidalgo, Silvina Escudero, Marcelo De Bellis,

Atilio Veronelli, Chang Sung Kim, Magui Bravi, Julieta Bal, Alma Gandini, Thiago Batistuta, Lucas Velasco. escenografía: Cecilia Vázquez y Mario Diturbide. producción: Nazarena Vélez y Lino Patalano. duración: 85 minutos. sala: RadioCity+Roxy+Melany, San Luis 1752, Mar del Plata.

E

s importante advertirlo: hay que poner mucha voluntad para entregarse al universo que propone la versión marplatense de Los Grimaldi. En principio, hay que sobrellevar la potencial desilusión que puede generar que la historia, una condensación de la serie televisiva resuelta en una hora y cuarto, sea interpretada por un elenco sustituto (el casting original está en Villa Carlos Paz para llevar adelante Los locos Grimaldi, la hermana mayor, digamos, de la apuesta costeña). Aunque la canción de apertura sea la misma que suena en TV y los personajes y los sucesos se mantengan, las caras cambian: Doménico Grimaldi es interpretado por Mario Pasik, en vez de por Rodolfo Ranni; Susana Grimaldi no es Georgina Barbarrosa sino Laura Fidalgo; Silvina Escudero se encarga del papel de Nazarena Vélez… y así sucesivamente, con todos los demás. Un esfuerzo aún mayor requiere entender y aceptar al pacto de verosimilitud que se establece tanto desde la propuesta de vestuario como desde el texto: aun suponiendo que uno esté dispuesto a creer que un jardinero se pasea por la mansión Grimaldi sin remera y exhiba sus músculos día y noche, o que la enfermera de Doménico usa tacos aguja y viste un

ambo tan corto que deja parte de su cuerpo al aire, también debe acompañar los giros de la historia sin pedirle, a ninguna de las escenas, mayor justificación lógica. De esta manera Nicolás, el más chico de los Grimaldi (Thiago Batistuta) no sabe hablar de otra cosa que no sea su vocación de sacerdocio, pero ante la aparición de su prima sólo puede lanzar en voz alta espasmos de fantasías sexuales, el matrimonio de Dora (Escudero) y su marido (Chang), un gay que ya no hace ningún esfuerzo por disimular su verdadero deseo, se sostiene a pesar de que llevan años sin tener relaciones; Doménico puede fingir ante toda su familia una demencia que no tiene y el abogado que Susana, ambiciosa y desalmada, contrata para tramitar la curatela de su padre resulta ser un viejo amor de Dora, que había desaparecido del mapa por un crimen que no cometió y que lo llevó a la cárcel por una década. Las actuaciones de Pasik, Fidalgo (extraordinaria en su manejo corporal y comediante fresca) y Atilio Veronelli, también director de la obra, conforman lo más disfrutable de una puesta que descansa demasiado en el fanatismo del público televisivo, sin esmerarse por conquistar a los espectadores nuevos.ß Natalia Laube