La rebelión de Atlas

23 sept. 2007 - Rand es Alan Greenspan, ex presiden- te de la Reserva Federal, cuyo libro de memorias, The Age of Turbulence. (“La era de la Turbulencia”), ...
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Enfoques

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[ IDEAS ]

El egoísmo como estímulo INTERES PROPIO Y BIEN COMUN Por Harriet Rubin Celebrado por algunos lectores por su defensa moral del capitalismo y denostado por otros que lo consideran una glorificación de la avaricia, La rebelión de Atlas, de Ayn Rand, es uno de los libros más influyentes de EE.UU., donde tuvo y tiene gran penetración en los ámbitos empresariales. A 50 años de su publicación, mantiene intacta su capacidad provocadora no de los libros de negocios más influyentes jamás escrito es una novela de 1200 páginas publicada hace 50 años, el 12 de octubre de 1957. Pese al tiempo transcurrido, el libro de Ayn Rand La rebelión de Atlas –una glorificación del derecho de los individuos a vivir por completo en función de sus propios intereses– sigue atrayendo lectores: el año pasado se vendieron 150.000 ejemplares en librerías y hoy figura en el puesto 388 de la lista de libros más vendidos de Amazon.com. Durante años el mensaje de Rand fue cuestionado por intelectuales que sostenían que los individuos también deben trabajar al servicio de los demás. De hecho, su libro fue rechazado como un homenaje a la avaricia y Gore Vidal describió su filosofía como “casi perfecta en su inmoralidad”. Pero el libro atrajo un corrillo de admiradores, algunos de ellos altos ejecutivos corporativos, que no se atrevían a hablar de su impacto más que en privado. Cuando leyeron La rebelión de Atlas, en muchos casos como estudiantes universitarios, dicen ahora, el libro dio forma y sustancia a sus pensamientos desordenados, al mostrarles que no había conflicto entre la ambición privada y el beneficio público. “Muchos CEO de algunas de las 500 empresas más importantes que integran la lista de la revista Fortune admiten que La rebelión de Atlas ha tenido una influencia significativa sobre sus decisiones empresariales, aunque no coincidan con todas las ideas de Ayn Rand”, dice John A. Allison, CEO de BB&T, uno de los mayores bancos de los Estados Unidos. Y agrega: “Ofrece algo que otros libros no: los principios que se aplican a los negocios y a la vida en general”. Uno de los devotos más famosos de Rand es Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal, cuyo libro de memorias, The Age of Turbulence (“La era de la Turbulencia”), acaba de publicarse. Greenspan conoció a Rand cuando él tenía 25 años y trabajaba como pronosticador económico. Ella ya era reconocida por ser la autora de El Manantial (“El ego del hombre es el manantial del progreso humano”, escribió Rand). Greenspan se había casado con una integrante del círculo íntimo de Rand, conocido como el Colectivo, que se reunía todos los sábados en su departamento de New York. Al parecer, Rand no le prestó demasiada atención a Greenspan hasta que él comenzó a elogiar algunas partes del Atlas que ella leía en voz alta a sus discípulos, según Jeff Britting, el archivista de los papeles de Ayn Rand. Britting dijo que Greenspan se sintió atraído por “la defensa moral del capitalismo” que hacía Rand.

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De la revolución a Hollywood Ayn Rand nació en 1905 en Rusia. Su vida cambió de la noche a la mañana cuando los bolcheviques se apoderaron de la farmacia de su padre y declararon su fuente de ingresos propiedad del Estado. Rand huyó de la Unión Soviética en 1926 y arribó más tarde, ese mismo año, a Hollywood. Fue allí cuando, espiando a través del portón de un estudio donde Cecil B. DeMille filmaba Rey de Reyes, conoció al director, quien le ofreció primero llevarla hasta el estudio en su auto, luego un puesto como extra en el film y más tarde un puesto como guionista junior. Rand logró vender varios guiones y escribió en forma bastante regular novelas que fracasaron comercialmente, hasta 1943, cuando los entusiastas de El Manantial comenzaron una campaña boca a boca que impulsó inmensamente las ventas. Poco después de la publicación de La rebelión de Atlas, en 1957, Greenspan escribió una carta a The New York Times para responder al comentario de un crítico según el cual “el libro fue escrito basado en el odio”. Greenspan escribió: “La rebelión de Atlas es una

celebración de la vida y la felicidad. La justicia es perseverante. Los individuos creativos y el propósito firme y la racionalidad permiten alcanzar la felicidad y la realización. Los parásitos que evitan persistentemente tener propósitos firmes o cultivar la razón perecen, tal como debieran”. La revista de Rand, The Objectivist (“El objetivista”), luego publicó varios ensayos de Greenspan, incluyendo uno sobre el patrón oro en 1966. La misma Rand dijo que Atlas es un misterio “no sobre el asesinato del cuerpo de un hombre, sino so-

su propio interés, se dice que Ayn Rand sedujo a su lector más consecuente, Nathaniel Branden, cuando el tenía 24 o 25 años y ella al menos 50 y estaba casada con otro hombre. De hecho, según confirmó Britting, ambos llamaron a sus respectivos cónyuges a una reunión en la que anunciaron su intención de convertir la relación de mentora y protegido en una relación sexual. “Ella no era una persona agradable” admite Darla Moore, vicepresidenta de la firma de inversión privada Rainwater Inc. “Pero qué regalo que nos ha dejado”. Moore, bene-

John P. Stack es un ejecutivo de negocios que hizo propias las ideas de Rand. Era CEO de Springfield Remanufacturing Company, una rectificadora de motores de tractor de Springfield, Montana, cuando su compañía madre, International Harvester, vendió la firma en la recesión de 1982, el año en que murió Rand. Habiendo perdido su único cliente en una ciudad cuya economía industrial estaba en caída libre, Stack dice que actuó como un héroe de novela, al estilo de Atlas. Creó una compañía de “libros abiertos” en la que los empleados trabajaban transparentemente por su propio interés. Le fijó a cada tarea un valor básico y cada salario, incluyendo el suyo, aparecía en un informe diario de la compañía. Stack dice que, aunque los lugares de trabajo son notoriamente no democráticos, cargados de emociones y de internas políticas, él logró reemplazar eso con una conducta racional. Un maquinista sabía exactamente cuánto aportaba su hora de trabajo a la empresa y por tanto el costo de haraganear. Stack dijo que esto era una manifestación de la filosofía del objetivismo en Atlas: gente guiada por la razón y por su propio interés. “Hay algo en el propio ser interior de cada uno que Rand hace aflorar –dice–. Uno quiere ser un héroe, quiere tener razón, pero, por lo mismo, uno tiene que cuestionarse, y no debe escuchar las palabras de los que quieren disuadirlo. Los abogados me decían que no abriera los libros ni compartiera el capital”. Dice que los enfrentó. “Atlas me ayudó a llevar este sueño idiota en que se convirtió SRC”. Stack cuenta que tenía 19 años y trabajaba en una fábrica cuando un gerente le dio una copia del libro. “Es el mejor libro de negocios que jamás leí”, dijo. “No me fue bien en los estudios porque era muy soñador. Pero leer algo que le dice a uno que debe tomar sus sueños con seriedad, eso llama la atención”.

Un héroe de ficción en la realidad

Atlas sosteniendo el mundo, Nueva York, Rockefeller Center

Símbolo del hombre productivo Forjadora del individualismo contemporáneo, en los años del New Deal y la Segunda Guerra, Ayn Rand fue una escritora contra corriente y, a la vez, inmensamente popular. El Atlas mitológico que sostiene el mundo fue tomado como símbolo del hombre productivo, cuya riqueza se ve expropiada por el colectivismo. La novela narra el proceso por el cual los Atlas que sostienen el mundo renuncian a seguir llevando su carga. En palabras de la autora: “La rebelión de Atlas presenta el conflicto de dos antagonistas fundamentales, dos escuelas opuestas de filosofía, o dos actitudes opuestas hacia la vida: el eje razón-individualismo-capitalismo vs. el eje misticismo-altruismo-colectivismo”. bre el asesinato –y renacimiento– del espíritu del hombre”. Comienza en un momento de recesión. Para salvar a la economía, el héroe, John Galt, llama a una huelga contra la interferencia del Estado. Se paralizan fábricas, establecimientos agropecuarios y tiendas. Se producen disturbios al volverse escasa la comida. Rand dijo que su propósito fue “mostrar que el mundo necesita desesperadamente gente con iniciativa aunque trate mal a tales personas y lo que sucede en un mundo que no tiene esa clase de gente”. El libro recibió críticas terribles cuando se publicó. Se repudió su extensión, su filosofía y su ambición literaria. Conservadores y liberales por igual lo rechazaron; la derecha vio descreimiento en Dios y la izquierda vio un mensaje en el sentido de que “la avaricia es buena”. Se dice que Rand lloró día tras día ante la aparición de las críticas. Con fama de vivir muy centrada en

factora de la Universidad de Carolina de Sur, habló de su deuda con Rand en 1998, cuando se bautizó la facultad de estudios empresarios de esa universidad en honor a la ejecutiva de Rainwater. “Como mujer y sureña –dijo– hice mío el mensaje de Rand en el sentido de que lo único que cuenta es el trabajo de calidad, no quién una es”. La idea de Rand de la “virtud del egoísmo –dijo Moore– es una frase dura, pero expresa la idea budista de que uno tiene que cuidar de sí mismo”. James M. Kilts, que encabezó la recuperación de Gillette, Nabisco y Kraft, dijo que leyó Atlas en un momento “de su vida universitaria en el que todos eran nihilistas, antiestablishment y colectivistas”. Los escritos de ella lo tranquilizaron, dijo, porque hacían que el éxito pareciera racional. “Rand creía que existe lo correcto y lo incorrecto”, dijo. “Que uno debe tener por meta la excelencia”.

Cada año 400.000 copias de las novelas de Rand son distribuidas en forma gratuita para programas de escuela secundaria. Son pagadas por el Instituto Ayn Rand, cuyo director, Yaron Brook, dice que la misión es “mantener viva a Rand”. El año pasado se vendieron 150.000 copias del libro en librerías. Sigue teniendo atractivo, incluso para una generación más joven. Mark Cuban, dueño de los Dallas Mavericks (equipo de basketball), nacido en 1958, y John P. Mackey, el CEO de Whole Foods, que tenía 3 años cuando fue publicado el libro, dicen que Rand ha sido crucial para su éxito. Y además, el héroe del libro, John Galt, sigue viviendo. La subcontratista encargada de demoler el antiguo edificio del Deutsche Bank, que sufrió roturas cuando cayeron las torres gemelas del Centro de Comercio Mundial, fue la John Galt Corporation. En Chicago existe John Galt Solutions, productor de software para compañías que manejan cadenas de distribución tales como Tastykake. La fundadora y CEO de la compañía, Annemarie Omrod, dice que el personaje fue su inspiración. Cuando ella y Kai Trepte pensaban en fundar la compañía, ambas estaban leyendo el libro. “Para nosotras Atlas simbolizó la importancia de crecer y mejorar sin perjudicar a otros. John Galt contrató a todas las grandes mentes y fundó una nueva sociedad.” “Algunos de nuestros clientes no conocen su nombre, pero cuando se encuentran con nosotras enseguida quieren leer el libro”, continúa. “Nuestros representantes de ventas tienen un problema, sin embargo. Los clientes nuevos por lo general preguntan: ‘Oiga, ¿dónde está John Galt? ¿Por qué no se me considera suficientemente importante como para merecer una visita de John Galt?’” Traducción: Gabriel Zadunaisky © LA NACION y The New York Times

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Domingo 23 de septiembre de 2007

¿Quién le teme a Ayn Rand? Ignorada en ámbitos académicos, su obra en nuestro país circula entre políticos y gente de negocios, a veces, como un secreto inconfesable Por Laura Di Marco Para LA NACION

“Los CEO argentinos más inteligentes recién están empezando a descubrir ahora a Ayn Rand; varios la leyeron y se entusiasmaron, aunque no sé a cuántos les gustaría hacerlo público”, informa Eduardo Marty, reconocido como el hombre que introdujo la filosofía randiana en Argentina, a mediados de los ochenta. Fue Marty, actual presidente de Junior Achievement –una ONG dedicada a despertar el espíritu emprendedor en los chicos– quien le recomendó y le dio en mano a Mauricio Macri una de las obras emblemáticas de la escritora rusa, La Virtud del Egoísmo. Claro que en nuestro país no hay nada comparable con la influencia decisiva que tuvo y tiene Rand en EE.UU., donde –según una encuesta realizada en la prestigiosa Biblioteca del Congreso de aquel país– La rebelión de Atlas fue la obra que más impacto produjo después de la Biblia, no sólo entre los hombres de negocios sino en la formación ideológica del americano medio. En Argentina, por diversas razones, la recepción de su pensamiento es muy distinta. Hay “círculos randianos” sueltos, por así decirlo, o think tanks liberales que, sin definirse tajantemente como randianos, estudian los textos de Rand, entre ellos, además de la ONG de Marty, las fundaciones Atlas y Hayek, el Foro Liberal de Recrear, el partido que fundó Ricardo López Murhpy –quien, al igual que su socio en Pro, también ha leído a Rand–, el Centro de Investigación sobre Instituciones y Mercados (CIIMA) y algunos posgrados ligados al management . Aunque, como señala Martín Krausse, profesor en Eseade, “el management argentino no fue influenciado por La rebeMauricio Macri lión de Atlas, y muchos no conocen a Rand”, lo que plantea Marty es igualmente cierto. Algunos CEO empiezan a interesarse ahora y, de hecho, La rebelión y La Virtud, reeditadas en Argentina, figuran en las bibliotecas de importantes hombres de negocios, como los CEO Armando Silberman (Iplan); Claudio Muruzábal (Neoris); Guillermo Yeatts, ex directivo de Sol Petróleo y presidente de la Fundación Atlas ; Jorge Sojo (QBE ART) y el fundador de Apple Argentina, Enrique Duhau. Tal como ocurrió con el revival del randianismo en España –impulsado por el gobierno de José María Aznar, que se nutrió de jóvenes provenientes del management –, aquí también, el compañero de fórmula presidencial de López Murphy, Esteban Bullrich, es uno de los pocos políticos que han estudiado a Rand, aunque no comparte totalmente sus postulados. Es que Bullrich pertenecía al mundo empresarial cuando conoció al jefe de Recrear, en 2002, cuando aquél organizaba debates con jóvenes que tenían posgrados en el exterior. “Acuerdo con Rand en que no me gusta la idea de Estado como Gran Hermano –explica Bullrich–, pero en países emergentes como el nuestro, el Estado no puede estar ausente en lo social.” Para el pionero Marty, una de las razones por las cuales la filosofía randiana no terminó de anclar en estas tierras es que los liberales argentinos clásicos están, por lo general, cerca del catolicismo. “Y Rand es una capitalista atea, no encaja en ningún lado”, explica. Sin embargo, nunca deja de estar en el candelero. La reciente reedición de sus textos en el país, la circulación de su obra entre empresarios y políticos jóvenes –Mauricio Macri es uno de los admiradores locales de la escritora–, el aniversario de los cincuenta años de la La rebelión de Atlas y la noticia de que el año que viene empezará a rodarse la versión cinematográfica –con Angelina Jolie como heroína– son todos signos de un interés que no decae. Donde no tiene repercusión es en el mundo académico. Muchos a los que podríamos considerar “popes” de la intelectualidad argentina ni siquiera la conocen (lo que resulta un dato en sí mismo) y quienes la conocen comparan la profundidad de su obra con la de un manual de autoayuda. “Pero a mí me gustaría saber cuántos intelectuales argentinos han vendido 20 millones de ejemplares, y creo que me quedo corto con la cifra de lo que ha vendido históricamente La rebelión –dice el consultor Enrique Zuleta Puceiro–. Digo, yo no soy leninista, pero he leído a Lenin y no puedo negarlo”, provoca.

Odios y amores Claro que las explicaciones maniqueas siempre son tentadoras. Primero, porque son fáciles de creer y, segundo, porque son igualmente fáciles de difundir. Pero la realidad suele ser siempre más compleja. Para los más críticos, su obra alienta el capitalismo salvaje y el egoísmo. Para sus defensores, es una cumbre contra los abusos del colectivismo y una defensa radical de la libertad del individuo ante cualquier totalitarismo. “A mí el libro me provoca una doble reacción, una de ellas muy visceral –dice Gabriela Michetti, vicejefa porteña electa–. Por un lado, lo empezás a leer y te pega muy fuerte la exaltación de la construcción personal, el heroísmo y la creatividad en el armado de la propia vida, pero a medida que avanzaba en la lectura empecé a sentir náuseas por la crueldad que tiene con el desamparado o con los pobres. Para ella, la solidaridad es un disvalor y, desde ese lugar, creo que a su obra le falta amor”, cuestiona la líder de Pro, que está más cerca del socialcristianisno que de cualquier otra corriente. El futuro ministro de Educación de Macri, Mariano Narodowski –que dio sus primeros pasos en la vida política en la Federación Juvenil Comunista– confiesa que tiene La Rebelión en su biblioteca pero, según revela, no pudo pasar de la página 25. “Es que el individualismo posesivo me aburre”, explica. Quienes conocen al futuro jefe porteño aseguran que él odia la queja y el reclamo. “A Mauricio no le gusta esa gente que espera que le caiga el maná del cielo. Valora la superación personal”, cuentan algunos legisladores, que comparten reuniones políticas con el presidente de Boca. “Si todos pusieran su granito de arena, otra sería la Argentina”, machaca el ingeniero en los retiros espirituales de Pro. Y por ese lado, dicen, se enganchó con Rand, cuya máxima vital es que el triunfo es el resultado de la lucha y que el trofeo se mide en función del reto superado. © LA NACION