La pregunta por la literatura Un magnate y su doble El derecho al ...

19 dic. 2009 - Menos conocidos son sus tra- bajos sobre estética. La aparición de La palabra muda, cuya edición francesa es de 1998, viene a atenuar di-.
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LA FIESTA DE CUMPLEAÑOS

LA PALABRA MUDA POR JACQUES RANCIÈRE

POR PANOS KARNEZIS

ETERNA CADENCIA TRAD.: CECILIA GONZÁLEZ 236 PÁGINAS $ 55

EMECÉ TRAD.: JORGE SALVETTI 272 PÁGINAS $ 59

LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y GARANTÍAS POR ADRIÁN VENTURA LA LEY 1056 PÁGINAS $ 698

La pregunta por Un magnate la literatura y su doble

El derecho al periodismo

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a trayectoria filosófica de Jacques Rancière (Argelia, 1940) se inicia con su participación, en los años sesenta, en el grupo que bajo la tutela de Louis Althusser elaboró uno de los libros más influyentes de su tiempo: Para leer el Capital. Desde entonces –y tras un pronto distanciamiento de las posiciones de su maestro–, Rancière ha realizado una vasta y original producción que lo señala como una de las principales figuras de la filosofía política francesa. También han resultado fundamentales sus intervenciones en relación con la educación. Menos conocidos son sus trabajos sobre estética. La aparición de La palabra muda, cuya edición francesa es de 1998, viene a atenuar dicha carencia. Es un lugar común afirmar que los filósofos encuentran problemas donde el resto de los mortales sólo ve obviedades. Rancière lo asume cuando se atreve a plantear la pregunta: “¿Qué es la literatura?”. Cualquier librero, cualquier docente, cualquier lector parece estar en condiciones de distinguir en una biblioteca un libro de literatura de otro que no lo es. Pero, no obstante, si se le pide que brinde una definición precisa que permita explicar en qué se basa esa distinción, el problema mostrará toda su complejidad. La cuestión de fondo es aquella que ha atormentado a tantos teóricos –entre los que cabe destacar a los formalistas rusos– que han intentado abordar la “literaturidad”; es decir, las características específicas de ciertos textos a los que se da el calificativo de “literarios”. El trabajo de Rancière se inicia con un análisis de “la naturaleza y las modalidades del cambio de paradigma que destruye el sistema normativo de las Bellas Letras”. El punto clave allí será el abandono de la idea de representación. El paso siguiente consistirá en mostrar la tensión interna del paradigma moderno, que se manifiesta en la simultánea puesta en juego de principios contradictorios. Dichos principios postulan, por un lado, la “indiferencia de la forma con respecto a su contenido” y, por otro, la necesidad de que la literatura sea una cabal “expresión de la sociedad”. Para abordar esta tensión de corte hegeliano, el filósofo realiza un minucioso análisis de textos de Flaubert, Mallarmé y Proust. Como es de suponer, el libro no culmina con una respuesta definitiva a la pregunta que lo originó. No hay disolución de las contradicciones, ni definiciones esclarecedoras. Es el recorrido, el trayecto en sí mismo, el que puede aportar algún tipo de saber. Como sucede con La fenomenología del espíritu, de Hegel, el valor de arribar al final estriba en que entonces se está en mejores condiciones de retomar la pregunta desde el comienzo.

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principios de los años 40, Orson Welles realizó su debut como director cinematográfico con El ciudadano, película que escondía un secreto nada hermético: su escabroso protagonista enmascaraba el retrato de William Randolph Hearst, magnate periodístico considerado el padre de la prensa amarilla. Hearst nunca aprobó el contenido del film e incluso llegó a intentar comprar los derechos para que no se estrenara. Las adaptaciones no asumidas, incluso desde antes, forman parte del mundo del arte. Algo de eso hay en La fiesta de cumpleaños, nueva novela del escritor griego radicado en Londres Panos Karnezis (1967). Marco Timoleon, el hombre más rico del mundo, vive hacia 1974 en una isla en el mar Mediterráneo, donde una noche recibirá una multitud de invitados para celebrar los veinticinco años de su hija Sofía. Pero la fiesta oculta un motivo oscuro: el magnate sabe que ella esconde un embarazo y en secreto ha hecho montar un quirófano en una habitación de la villa. Así espera resolver el asunto a su manera. Más allá de esta anécdota sobre la que gira la historia, Timoleon no es otra cosa que un álter ego del empresario naviero Aristóteles Onassis y la novela de Karnezis, una suerte de biografía inconfesa, tanto que podría hablarse de gemelos idénticos. Nacidos en Esmirna, ambos emigran a Buenos Aires en busca de mejores horizontes; con astucia, allí consiguen colarse entre la aristocracia y comenzar a levantar sus imperios; mujeriegos los dos; creadores de métodos que revolucionaron los sistemas financieros de su época; casados en primeras nupcias con la hija adolescente de un competidor, y en segundas con mujeres de la aristocracia estadounidense a las que sus hijos rechazan; ambos con hijos varones que mueren en un accidente aéreo e hijas adictas a los fármacos y los intentos de suicidio. Como el padre de Onassis bautizó a su hijo Aristóteles Sócrates, Karnezis hizo que el de Marco fuera aficionado a la lectura de los clásicos. Aunque el atractivo del protagonista sea sólo un reflejo del hombre que cautivó desde las revistas de chismes hace más de cuarenta años, La fiesta de cumpleaños resulta entretenida. Sin embargo, cuando parece que al final la novela desembocará con vigor en plena tragedia griega, acaba convirtiendo el desenlace en un flácido remilgo. El cierre de circularidad ingeniosa y artificial, falsamente borgeano, desecha con su sorpresa el potencial dramático. De hecho, hay un loro ciego llamado Borges que vive sentado en el regazo de una vieja aristócrata. De modo transitivo, el escritor sería apenas una suerte de parlanchín, que repite lo que han dicho otros.

os excesos del autoritarismo sólo pueden ser corregidos con la maximización de la libertad. Esa parece haber sido la directriz que inspiró a Adrián Ventura, constitucionalista de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, cuando desarrolló una tesis doctoral que apunta a ampliar los límites de la libertad de expresión. La Facultad de Derecho de la UBA acaba de galardonar esa tesis sobresaliente con los dos mayores lauros académicos: los premios Facultad, a la mejor tesis doctoral de 2007, y Profesor Manuel Augusto Montes de Oca, a la mejor tesis en Derecho Constitucional. El extenso estudio fue publicado por la editorial La Ley con el título La Libertad de Expresión y sus garantías, con un proemio del ministro decano de la Corte Suprema de Justicia, doctor Carlos Fayt, y un prólogo del camarista Alberto Dalla Via, presidente de la Asociación Argentina de Derecho Constitucional. Más de cuatro siglos le llevó a la cultura occidental forjar la libertad de expresión tal cual hoy la concebimos, rodeándola progresivamente de diversas garantías. Inglaterra, que había protegido la inmunidad de expresión de los legisladores, reconoció a sus habitantes la libertad de hacerlo sin censura previa. La cultura constitucional de Estados Unidos, forjada a partir del siglo XVII sobre la base de una profunda tradición liberal y religiosa, enriqueció ese camino con garantías tales como la Primera Enmienda, el secreto de las fuentes de información periodística y una rica jurisprudencia de la Suprema Corte, que desarrolló la teoría de la real malicia. Una evolución que, en los últimos treinta años, fue reforzada por los tribunales supranacionales de Europa y de América. Sin embargo, los atentados del 11/9 sufridos por Estados Unidos, o el autoritarismo de los gobiernos de Venezuela, la Argentina y de otras latitudes, prueban que la libertad de expresión siempre está bajo amenaza. Enmarcando su obra en la mejor tradición filosófica liberal y evolucionista, Ventura aborda el estudio del secreto periodístico, que desarrolla como una garantía absoluta. Pero ése es sólo el punto de partida que le permite, con un agudo análisis del derecho comparado y de la historia, trazar una teoría más amplia de esa libertad. La preocupación de Ventura, a quien Dalla Via calificó de “extremista liberal”, radica en la intención de construir un ámbito de debate político, social y cultural ilimitado, donde participen no sólo periodistas y medios sino todos los habitantes. La libertad de expresión se convierte en el mejor antídoto contra el autoritarismo y, por eso mismo, su defensa nos compromete a todos.

Gustavo Santiago

Juan Pablo Cinelli

Jorge R. Vanossi

© LA NACION

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18 | adn | Sábado 19 de diciembre de 2009