La píldora de la flexibilidad

cientes de que queremos adelgazar porque estamos bombar- deados con imágenes de gente delgada, no por ello podemos quitarnos esta obsesión de la ...
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Índice La mirada lúcida de Jenny, por Álex Rovira.................... 13 Introducción. La píldora de la flexibilidad........................ 19 1. La felicidad y el sufrimiento....................................... ¿Qué creemos que es la felicidad?.................................. La felicidad implica sufrimiento..................................... El sufrimiento es natural y humano............................... Falsos culpables para nuestro sufrimiento..................... Lo dañino no es el sufrimiento sino lo que nos perdemos por sufrir.................................................... Mirar a la cara al sufrimiento......................................... El sufrimiento como maestro......................................... Un hueco para el sufrimiento......................................... Reflexionar en nosotros..................................................

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2. ¿Por qué somos tan poco flexibles?............................ 41 Somos poco flexibles...................................................... 41 La necesidad de cuadricular el mundo........................... 45

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10 ¿Cómo son nuestros esquemas?.................................... 51 ¿Qué pasaría si nuestros esquemas desaparecieran?......................................................... 77 Reflexionar en nosotros.................................................. 77 3. El peligro de nuestros esquemas................................ 85 La atención.................................................................... 86 La percepción................................................................ 87 La memoria................................................................... 90 El lenguaje.................................................................... 95 El pensamiento.............................................................. 97 La emoción.................................................................... 103 La salud........................................................................ 107 Reflexionar sobre nuestros propios esquemas................ 112 4. Flexibilidad con uno mismo....................................... 119 Nuestra historia personal............................................... 120 Nuestro autoconcepto.................................................... 130 Nuestro cuerpo.............................................................. 141 Nuestras emociones....................................................... 148 5. Flexibilidad con los demás......................................... 165 Conflictos: una guerra de esquemas............................... 165 Sumisión: una nefasta estrategia................................... 172 Resentimiento: una emoción devastadora...................... 177 Empatía, asertividad y perdón: las mejores muestras de flexibilidad............................................................. 179 6. Flexibilidad con la vida.............................................. 193 La vida presente y futura............................................... 194 La vida impuesta: las normas sociales........................... 197 La vida aprisionada: la rutina........................................ 205 La vida no vivida: las prisas........................................... 209

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11 7. Hacia la práctica de la flexibilidad.............................. 217 Nuestros dos yoes.......................................................... 218 Optimizar nuestros yoes................................................ 225 Agradecimientos............................................................. 229 Bibliografía.................................................................... 231

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La mirada lúcida de Jenny A principios del siglo xx un antropólogo del Gobierno colonial belga se topó en el corazón de la selva congoleña con un grupo de pigmeos. Cuentan que aquellos hombres, prácticamente desnudos y desposeídos de casi todo, le parecieron tan risueños que no pudo resistirse a preguntarles si se sentían felices. Para su sorpresa los pigmeos no supieron qué contestar. No entendían la pregunta. Los términos ‘feliz’ y ‘felicidad’ no estaban en su vocabulario por la sencilla razón de que no los necesitaban. Y es que el uso y la democratización del concepto «felicidad» son relativamente recientes. A mediados y finales del siglo xviii, con la Ilustración y la Revolución francesa y americana, se considera la felicidad como un derecho de los ciudadanos, un bien al que aspirar legítimamente. Desde entonces la idea de la felicidad se ha ido modificando hasta convertirse hoy en un codiciado objeto de deseo. Pero ¿en qué consiste la felicidad hoy, en pleno siglo xxi? Si atendemos a la gran variedad de libros y estudios que se

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14 están publicando en la actualidad sobre el tema, no cabe duda de que la felicidad vuelve a estar de moda. Psicólogos, sociólogos, economistas, antropólogos, biólogos y muchos otros especialistas de diferentes disciplinas abordan hoy con renovada curiosidad su estudio. Hemos visto con la crisis actual que en un mundo donde los indicadores globales de riqueza estaban aparentemente en alza algo no cuadraba cuando a la vez las enfermedades psicológicas, la depresión, la angustia o las urgencias psiquiátricas iban y van en aumento. Quizá los pigmeos con los que se topó el antropólogo colonial belga en el siglo pasado no sabían lo que era la felicidad, pero eran bien felices, y probablemente su felicidad residía en esa flexibilidad a la hora de encarar la vida que con tanta lucidez y completa ilustración nos muestra en este extraordinario libro la doctora Jenny Moix. ¿Será que la misma obligación de ser felices genera infelicidad? ¿Será que, como indica Jenny, la misma presión de ser felices nos aleja de la plenitud? En este libro nos damos cuenta de que la felicidad se construye no a través de las cosas sino en otras dimensiones más sutiles, más humanas, en las que prevalece la autenticidad, la sencillez, la capacidad de ser humildes, de desaprender, de cuestionarnos, de amar y sabernos amados, de ser flexibles en el pensar, el amar y el hacer en definitiva. Son muchos los que coinciden en que la materia prima esencial de la felicidad es el amor. Nadie es más feliz que el que ama y a su vez se siente correspondido. La ternura, el afecto y las caricias son la primera parada obligada en el camino hacia el centro del laberinto de la felicidad. El amor y la intimidad que de él se deriva constituyen la única manera de aprehender a otro ser humano en lo más profundo de su personalidad. En ese proceso la persona que ama posibilita que el amado manifieste sus potencias. A través de esa toma de conciencia de lo que podemos llegar a ser gracias al reconocimiento y al apoyo de quien nos ama se activa

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15 un mecanismo, una especie de despertador interno que fortalece nuestro potencial hasta convertirlo en realidad. Allí, en el proceso de desarrollo personal que nace del amor, se vive una experiencia mucho más intensa que el placer: la felicidad. Otra característica común de las personas que se declaran felices es su capacidad para valorar y disfrutar de lo que tienen; la conciencia del valor de aquello que tenemos y que nos da la vida y de las pequeñas grandes alegrías de ésta. Y no nos referimos a la posesión de bienes materiales, que más que felicidad procuran confort, bienestar o placer. Al contrario, la felicidad parece emerger de la toma de conciencia de aquello que es obvio y que, precisamente por ello, obviamos: un buen estado de salud, la compañía de nuestros afectos, el contacto con la naturaleza, una buena conversación, tener el privilegio de trabajar en algo que nos gusta. Merece la pena abrir los ojos aquí y ahora para darnos cuenta de todo cuanto nos rodea y por lo que podemos sentirnos felices y agradecidos: desde el latido de nuestro corazón, la salud de nuestro cuerpo, la buena música de fondo que nos acompaña, la existencia de un ser querido o el buen vaso de agua que sacia nuestra sed. Cuestiones cotidianas cargadas de valor. Procurar cuidar esas pequeñas grandes cuestiones es síntoma de lucidez, tal y como planteaba el alquimista medieval Paracelso: «Quien conoce ama. Y quien ama es feliz». A lo anterior podríamos sumar el ejercicio voluntario y consciente de dar un significado positivo y constructivo a lo vivido, sea cual sea el signo de la experiencia registrada. Tal y como nos muestra Jenny, la construcción de un futuro es más posible desde el optimismo trabajador que desde el pesimismo pasivo. Luego, desde el ejercicio de tal voluntad de sentido no es tan importante aquello que nos sucede como el significado que damos a lo sucedido. Dicho de otro modo: toda experiencia negativa que hemos padecido en el pasado, todo sufrimiento puede ser el elemento alquímico de la felicidad en el futuro. Los ejemplos son múltiples y abordan

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16 todas las dimensiones de la vida: «Si no hubiera conocido a esa pareja que me hizo la vida imposible, no podría valorar a la que tengo ahora»; «Si no hubiera tenido aquel jefe tan lamentable, que me mostró lo que nunca se debe hacer, no sabría valorar hoy el hecho de tener un buen jefe como el que ahora tengo»; «Si no hubiera sufrido tal enfermedad, no habría tomado conciencia de cómo desarrollar unos nuevos hábitos de cuidado de mi cuerpo»... La persona feliz intenta extraer la parte positiva de todo lo vivido. No desde la ingenuidad ni desde la estupidez, tampoco desde la sumisión, sino desde el coraje, la fuerza interior y la entrega a la propia vida. En este sentido Albert Camus aseguraba: «La propia lucha para alcanzar la cima basta para llegar al corazón de un hombre». Y concluía: «Sísifo debió de ser feliz». Y es que nacemos ingenuos y felices, y la paradoja es que vamos dejando de serlo a medida que buscamos la felicidad en los objetos, en la materia. También en muchos casos y a medida que crecemos y envejecemos, la inteligencia nos lleva al escepticismo. Pero el escepticismo no es una buena base sobre la que edificar la felicidad, más bien es una parada necesaria en el camino de la sabiduría, nunca la estación final. La misma inteligencia que nos llevó a él debe devolvernos a la ingenuidad perdida no como un medio para alcanzar la felicidad, sino como un fin. Y en esa ingenuidad de repente emergen la humildad y la gratitud, ingredientes imprescindibles en el viaje hacia el centro del laberinto de la felicidad y para la construcción de una buena vida. Desde ellas valoramos lo esencial, lo simple, lo auténtico, lo honesto: la amistad, la belleza natural, el arte que nace de la entrega, la presencia de nuestros afectos, el valor de la vida, lo sagrado que reside en la piel de aquellos a quienes amamos, el lujo de lo esencial. Y llegados a este punto aparece la pregunta inevitable: ¿cómo podemos ser felices si vivimos en un mundo donde la justicia, la solidaridad, la paz o los derechos humanos son aún una utopía en muchas partes de nuestro planeta? Quizá

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17 en esa tristeza inevitable que nace al leer el periódico cada día está el acicate hacia la creación de la felicidad, pero no la propia, sino la del ser humano que sufre. Si no hay tristeza, no puede haber compasión ni rebelión y, si no hay compasión ni rebelión, no puede haber verdadero impulso hacia la transformación. La compasión, la entrega al otro, el servir a una causa mayor que uno mismo son fuente de felicidad aunque sólo sea desde el egoísmo inteligente que hace que al entregarnos consigamos olvidarnos de nuestros propios problemas. Por difícil que sea su situación, las personas que construyen su felicidad en el servicio al otro no ven la existencia como un coto cerrado, sino como un universo de posibilidades en el que todo está por hacer. En ese reto por cumplir, en la utopía que lograr, allí está también la felicidad. Finalmente, si todo lo anterior nos resulta demasiado complejo, siempre podemos llegar a la felicidad de la mano de la alegría. Como los pigmeos que citábamos al principio de este texto, mucho tenemos que aprender de los humanos que, desde su desnudez, nunca tuvieron necesidad de romperse la cabeza intentando comprender qué es la felicidad. Ellos, simplemente, carentes de rigideces, prejuicios, conceptualizaciones complejas y otras obsesiones, experimentan la alegría. Ésta es más directa, más simple, más fácil, más inocente y más tangible que la felicidad. La alegría nos espera en las pequeñas cosas de la vida para susurrarnos al oído que a través de ella podemos ser felices. Y es que es realmente difícil ser felices si buscamos con rigidez, sin pausa y con angustia en qué consiste la felicidad. Porque ésta no es un lugar al que llegar, es más bien una manera de andar. No es un destino, es un síntoma que aparece al caminar. Y mientras hay quienes se dedican a perseguir la felicidad, otros la crean amando, sirviendo, desarrollando su conciencia, procurando cuidar lo esencial o brindando pellizcos de alegría a quienes los rodean. Y todo ello es lo que nos hace ver Jenny en las páginas que siguen.

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18 Éste es un libro que procura placer de lectura, sorpresa, admiración y que a medida que uno avanza en sus páginas no puede más que reconocer el enorme valor del trabajo llevado a cabo por la doctora Jenny Moix Queraltó. Una tarea llena de rigor y plena de voluntad pedagógica, así como de buen criterio lleno de afecto y respeto hacia el lector. La sabiduría de las páginas que vienen no es sólo erudición, es sin duda el resultado de alguien que tiene una mirada llena de humanidad, porque sus sentimientos son inteligentísimos y sus pensamientos están cargados de una lucidez que sólo quien ha vivido mucho y ha sabido hacer alquimia de su dolor es capaz de reflejar. Por todo ello es un honor prologar este libro e invitarte, amiga y amigo lector, a que te sumerjas en él porque saldrás del mismo con una visión mucho más rica, matizada y humana de lo que es la felicidad. Buen viaje y muchas gracias, Jenny, por este excepcional trabajo, que nace de tu lúcida y bellísima mirada en todos los sentidos. Álex Rovira Celma

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Introducción La píldora de la flexibilidad Si se sintetizara una píldora que, con sólo tomarla, nos hiciese ser conscientes de que no tenemos la razón en muchos temas, de que estamos equivocados en diversos asuntos de nuestra vida, ¿la compraríamos? Pocos valientes lo harían porque el hecho de renunciar a nuestras justificaciones resulta extremadamente difícil. Pues bien, deberíamos ingerirla porque sólo podemos renovarnos, progresar, mejorar; es decir, disfrutar de la felicidad si somos capaces de romper algunos de nuestros esquemas. Si consiguiéramos acabar con nuestros rígidos enfoques, lograríamos flexibilizarnos y de esta forma todo tomaría otro cariz. La vida se presentaría ante nosotros como algo más sencillo, más cómodo y la saborearíamos con mayor intensidad.

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20 Tener

razón o ser felices

Los psicólogos sabemos bien que cuando alguien acude a la consulta por lo general lo hace porque está sufriendo y necesita ayuda para eliminar esa pesadumbre. Nuestra experiencia nos muestra que muchas de esas personas también desean, con todas sus fuerzas, que les confirmemos que su sufrimiento es consecuencia de lo que han vivido y están viviendo. Esto es, ansían que les aseguremos que son personas normales y que «tienen razón» por encontrarse tal y como se encuentran. De forma más o menos directa sugieren constantemente que su vida es muy difícil y que su estado de ánimo es el resultado directo de la pesadilla que viven, y que no existe otra manera de afrontar la totalidad de sus desdichas que la suya. Pocas vidas son fáciles y, por lo común, los motivos de angustia que describen los pacientes no son baladíes. Podemos entender con facilidad que se encuentren abatidos y con una enorme angustia. Así que los comprendemos. Pero resulta paradójico cómo a veces el alivio de la comprensión se puede convertir en una trampa. El bálsamo de la comprensión es droga dura. Tanto que a menudo preferimos que nos comprendan y nos den la razón a que nos sugieran que la situación que estamos viviendo la podríamos ver y afrontar de forma diferente. Hay personas que sienten esta sugerencia casi como un insulto, como si les insinuaras que les falta inteligencia por no haber abordado su problema de otro modo. Así, preferimos muchas veces tener la razón, pensar que nuestro sufrimiento se encuentra totalmente justificado, antes que flexibilizar nuestra rigidez y admitir que quizás seríamos más felices si miráramos y encaráramos la situación de manera distinta. Exagerando sería como si en una mano nos ofrecieran tener la razón y en la otra la felicidad, y escogiéramos la razón.

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21 La

flexibilidad, una herramienta indispensable para el cambio

Las terapias psicológicas no siempre son efectivas. Y para los psicólogos una pregunta clave es: ¿por qué algunas personas muestran con ellas una mejoría tan apabullante, mientras otras no consiguen ningún beneficio? contestar esta cuestión no es tarea fácil; podríamos formular infinitud de hipótesis. Probablemente, la efectividad de la terapia se deba a muchos factores, pero sin duda un aspecto esencial es la flexibilidad del paciente. Para aquellas personas que se atrincheran detrás de su punto de vista será imposible lograr que cambien la lente con la que observan sus problemas, y por tanto que consigan disminuir su sufrimiento. En cambio cuando los pacientes empiezan a flexibilizar su mirada, el camino se allana de repente y los cambios se convierten en realidades palpables. Este libro trata de este elemento clave: la flexibilidad. De tomarnos la píldora y darnos cuenta de que podemos mirar y afrontar la vida de múltiples maneras. De abandonar algunas de nuestras rígidas y dañinas creencias para poder sentirnos más cómodos. Las páginas que siguen perseguirán identificar y flexibilizar nuestras creencias. Con su lectura no todas las personas conseguirán lo mismo, habrá lectores que lograrán una mirada más amplia, una liberación reveladora; mientras otros seguirán pensando que su punto de vista es la única forma de ver la vida. Si partimos de una flexibilidad inicial, será posible ampliarla; si no disponemos de flexibilidad alguna, imposible conseguirla. Así que si se reconoce como alguien sumamente rígido, mejor que no lea este libro, perdería el tiempo.

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1 La felicidad y el sufrimiento ¿Qué

creemos que es la felicidad?

Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), en la actualidad la depresión es la tercera causa de discapacidad y en el año 2020 será la segunda. Por desgracia oímos esta estadística y casi nos resbala. Estamos tan acostumbrados a vivir rodeados de cifras negativas que pocas veces logran captar nuestra atención y sensibilizarnos. Pero pensemos en el descomunal sufrimiento que se agolpa detrás de ellas. Millones de personas que cuando se despiertan por la mañana, su primera sensación es de una pesadumbre insoportable, tan pesada que no viven, sino que se arrastran; que ya no saben lo que significa la palabra ilusión, que no le encuentran sentido a nada; y que en el peor de los casos no ven ninguna salida posible a este negro e infinito túnel y se quitan la vida o la no-vida que llevan. Aunque sea difícil de creer, los suicidios representan más muertes en el mundo que las defunciones por guerras y por homicidios juntas. Cada cuarenta segundos una persona se quita la vida. Las

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24 depresiones y los suicidios se han convertido en una realidad cotidiana.

La infelicidad viene de la idea de felicidad Cada día disfrutamos de mayores comodidades, disponemos de más recursos sanitarios y educativos, las ofertas de ocio se multiplican y sorprendentemente cada vez estamos más deprimidos. ¿Qué está pasando? Como siempre, ante una realidad hay múltiples interpretaciones. Una de las explicaciones más compartida tiene que ver con el concepto erróneo de «felicidad» que perseguimos. Por eso esta palabra resulta tan peligrosa, porque puede causar depresiones e incluso muertes. Si analizamos con detenimiento las sociedades avanzadas nos damos cuenta de que existen aspectos comunes en todas ellas. En líneas generales podemos decir que nos encontramos ante sociedades de consumo. Sitiadas por la publicidad. Y en nuestro vivir cotidiano nos vemos invadidos por multitud de anuncios que, aunque nos puede costar admitirlo, llegan a programarnos. Una gran parte vende exactamente lo mismo: felicidad. Claro está que cada reclamo publicitario nos sugiere que la dicha se encuentra adquiriendo un producto distinto: un coche, un equipo de música, una lavadora, un perfume... Y en este tipo de anuncios siempre existen dos engaños implícitos: el primero es que la felicidad la experimenta sólo gente joven y guapa que luce una sonrisa perpetua y que nunca sufre. Y el segundo radica en que comprando el producto nosotros nos pareceremos o nos sentiremos como ellos. Podríamos pensar que somos perfectamente capaces de saber que los anuncios no son reales y, por tanto, creer que podemos impedir que nos afecten. De hecho, el ser humano tiene conciencia, eso es lo que más nos diferencia del resto de nuestros compañeros del reino animal. Tener conciencia significa que sabemos distinguir entre la realidad y la fantasía.

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25 Pero, a pesar de esta capacidad que nos permite saber que la publicidad es un engaño, la publicidad nos sigue influyendo. Los cuentos que nos leían cuando éramos pequeños: Los tres cerditos, La Cenicienta, Hansel y Gretel... aunque fueran pura fantasía han dejado en nosotros un rastro. Pues bien, con la publicidad sucede lo mismo. Existen infinidad de ejemplos que pueden demostrarlo, pero sólo nos bastará con uno: ¿cuánta gente se encuentra descontenta con su cuerpo y ha convertido el hecho de perder kilos en su obsesión? Este deseo desbordado por adelgazar ni ha existido siempre ni es propio de otras muchas culturas. Se da en las sociedades de consumo, en las más avanzadas, puro reflejo de la programación mental de la publicidad. Y es triste que aunque somos conscientes de que queremos adelgazar porque estamos bombardeados con imágenes de gente delgada, no por ello podemos quitarnos esta obsesión de la cabeza. Nos han programado y se han preocupado de hacerlo muy bien. La publicidad logra que queramos adelgazar al igual que consigue programarnos para que, en lo más profundo de nuestro interior, creamos que la felicidad se puede alcanzar sin dificultad. Pero no es sólo la publicidad la que abandera esta idea, también contribuyen a ella algunos libros de autoa­ yuda. Como su nombre indica, los libros de autoayuda, nos ayudan a que reflexionemos sobre nuestras vidas y a que introduzcamos pequeñas o grandes mejoras. Pero en algunos casos, leerlos puede conllevar ciertos riesgos. Títulos inventados pero basados en la realidad, como: La felicidad en 10 pasos, Elimine definitivamente el sufrimiento de su vida y sea feliz, Consiga lo que quiere sin esfuerzo y sea feliz... venden una felicidad total, la eliminación drástica del sufrimiento de un plumazo. Nos pintan la felicidad tan accesible que si no la conseguimos, nos hundimos. Michela Marzano, investigadora del Centre National de la Recherche Scientifique afirma, con una rotundidad aplas-

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26 tante, que los libros de autoayuda te pueden hacer creer que si hoy estás en el paro es porque no deseaste el éxito lo suficiente ni te esforzaste. Así que no sólo eres un perdedor y un fracasado, sino que encima es culpa tuya. Y así es, dentro de algunos de estos libros late este terrible peligro. «... El ansia de ser felices parece haberse convertido más en un deber que en un derecho. Todo, desde la publicidad hasta muchos filósofos, parece gritarnos que eso es lo que debemos alcanzar inexorablemente, y aquel que no lo consigue termina por sentirse un pobre y frustrado marginal en medio de una sociedad de rientes individuos». Ángeles Caso Además de algunos anuncios y de ciertos libros de autoayuda, otros muchos factores determinan nuestra visión de la felicidad, entre ellos: cómo vemos a los demás. En general cuando sufrimos tendemos a pensar que los demás son mucho más felices que nosotros, como si sólo nosotros experimentáramos frustración, pena, aburrimiento o cualquier otro tipo de sentimiento negativo. En estas situaciones pensamos con frecuencia que los demás se divierten más que nosotros, se organizan mejor, viven una vida más fácil... Idealizar la vida de los que nos rodean también contribuye a que alberguemos una idea falsa de felicidad. «Casi toda la humanidad tiene tus mismas dificultades. Si no tienes lo que quieres, sufres; si tienes lo que no quieres, también sufres; incluso si tienes exactamente lo que quieres, si­ gues sufriendo porque no lo puedes tener siempre». Dan Millman Así que nos ha tocado un mundo en que se nos programa para creer que es posible vivir sin sufrimiento en un estado

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27 de felicidad constante y que se consigue con facilidad. Nos pasamos todo el día corriendo con la intención de adquirir productos o alcanzar objetivos que pensamos que nos van a llenar ese hueco que sentimos dentro para lograr un tipo de felicidad que no existe, detrás de un puro espejismo. Por eso nos frustramos. ¿Cómo vamos a conseguir la felicidad si no sabemos de qué se trata, ni dónde buscarla? —Usted perdone —le dijo un pez a otro—. Como usted es más viejo y tiene más experiencia que yo, probablemente podrá ayudarme. Dígame: ¿dónde puedo encontrar eso que llaman océano? He estado buscándolo por todas partes, sin resultado. —El océano —respondió el viejo pez— es donde estás ahora mismo. —¿Esto? Pero si esto no es más que agua... Lo que yo busco es el océano —replicó el joven pez, totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en otra parte. Parece que andamos igual de perdidos que el joven pez. Quizás la felicidad ya la podríamos encontrar a nuestro alrededor, pero nos parece que tiene que alojarse en otra parte.

La

felicidad implica sufrimiento

Entonces ¿dónde está y qué es la felicidad? La felicidad hueca que nos venden no es real. Existe una felicidad humana, una felicidad que implica sufrimiento. El amor es la esencia de la felicidad: el amor a los hijos, a la pareja, a la familia, a los amigos, a la vida. Pero cuando amamos también sufrimos. «El amor conlleva sufrimiento porque lo puedes perder, pero negarse al amor para evitar el sufrimiento no lo solucio-

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28 na, ya que se sufre por no tenerlo. Entonces si la felicidad es el amor, y el amor es sufrimiento; entonces, digo, la felicidad es también sufrimiento. Los dos lados del amor...». Sonia, en Amor y muerte, de Woody Allen En dos entrevistas recogidas en el libro-recopilación Algunas cosas que he aprendido, de Víctor Amela, el filósofo y escritor Eric-Emmanuel Schmitt define la felicidad no como ausencia de dolor sino como la integración del mismo. Y Will Ferguson, el autor de Happiness («Felicidad») enfatiza precisamente que la sociedad nos está timando porque nos vende felicidad sin sufrimiento y añade que la felicidad y la infelicidad están trenzadas. O sea que vamos buscando una felicidad de anuncio, cuando la felicidad auténtica implica sufrimiento. En una entrevista a Joan Margarit, este poeta reflexionaba en el mismo sentido: «El sufrimiento puede hacerte un agujero... y puedes seguir avanzando igual de feliz ¡o más!: por un agujero puedes ver el cielo. El enemigo de la felicidad es el fango, atascar el pie en el fango de envidias y miedos».

El

sufrimiento es natural y humano

¿Cómo vamos a integrar la idea de que la felicidad va ligada al sufrimiento si cuando sufrimos casi se nos insinúa que estamos mal psicológicamente? Cuando lloramos, nos angustiamos, tenemos miedo o sentimos cualquier emoción que no sea la alegría, empezamos a alarmar a quienes se encuentran a nuestro alrededor. «¿Qué te pasa?». Esta pregunta no nos la suelen formular si estamos contentos, pero sí cuando nuestra cara refleja tristeza. Se supone que sentirnos alegres es lo normal y si estamos tristes o ansiosos significa que algo no funciona de manera correcta.

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29 Las emociones negativas son igual de humanas que las positivas. Sin embargo no lo vemos así. De hecho algunas personas acuden a menudo a las consultas de los psicólogos para preguntar si lo que les está sucediendo es normal y muchos preguntan por simples emociones. Personas que transitoriamente están tristes, nerviosas, rabiosas, excitadas, obsesionadas se inquietan pensando si eso que sienten es normal. Sentir rabia, ansiedad, tristeza, nostalgia... es humano. Recuerdo a una paciente con dolor crónico que me comentaba que antes de la terapia, cuando lloraba, se sentía una mujer desgraciada, pensaba que algo en ella no iba bien. Sin embargo ahora, cuando las lágrimas humedecen su cara, se lo permite porque sabe que es algo totalmente normal que no indica ningún tipo de alteración en ella. La incorporación de esa idea le permitió otra relación mucho más confortable con sus propias emociones. Como cualquier persona a veces lloro y es curioso porque en varias ocasiones, amigos de verdad, con la confianza que la amistad permite, me han soltado el mismo comentario: «En casa de herrero, cuchillo de palo». Y precisamente se refieren a que, como soy psicóloga, no debería sufrir, no debería llorar, porque tendría que saber perfectamente cómo ser feliz. Si no llorara o me apenase significaría sólo que no soy humana y por fortuna sí lo soy. No me gustaría ser ningún tipo de androide. El sufrimiento es algo consustancial al ser humano porque si este sentimiento no nos hubiera acompañado a lo largo de la evolución, no hubiéramos sobrevivido, no estaríamos aquí. Los Homo sapiens somos el resultado de millones de años de evolución. Nuestras emociones surgieron porque nos permitieron adaptarnos mejor al entorno en el que vivíamos que no tiene nada que ver con el actual. Por eso nuestras emociones, que en aquel contexto podrían tener un sentido muy claro y adaptativo, ahora nos pueden parecer carentes de lógica.

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