La obsesión por ganarle al tiempo

29 mar. 2014 - bloguero estadounidense especia- lizado en estos temas, afirma que ... Me rodeo de gente que admiro y así ni un mate a media tarde es.
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SÁBADO

| Sábado 29 de marzo de 2014

Creatividad

La obsesión por ganarle al tiempo Cada vez son más los que, siguiendo las pautas del movimiento Life Hacking, intercambian trucos, aplicaciones y estrategias que les permiten maximizar la productividad personal tanto en el ámbito laboral como en diversos aspectos de la vida cotidiana der tiempo tratando de identificar la correcta, evita las reuniones innecesarias, se arma rutinas y apela a un uniforme de ropa todos los días –para no gastar energía en decisiones triviales–, entre otras estrategias. Como todo fenómeno de moda, en Estados Unidos y Europa la obsesión por la productividad personal llega a lugares extremos. Una de las biblias de esta tribu es el libro La semana laboral de 4 horas, que lleva vendidos más de un millón y medio de ejemplares en todo el mundo. Su autor, Thimothy Ferriss, ideó un método para automatizar al máximo tareas no deseadas: chequear los mails sólo una vez al día, eliminar las actividades de muy bajo retorno e identificar aquellos objetivos que responden a una expectativa social –y por lo tanto pueden saltearse– con lo cual las jornadas extenuantes de trabajo quedan reducidas a un mínimo. Como el cuento de Roberto Fontanarrosa El récord de Lauven Vogelio (Nada de otro mundo, 1987), en el que un corredor profesional recurre a todo tipo de detalles insólitos para ganar

Viene de tapa

El significado original de la palabra hackear es una solución poco elegante, pero efectiva para un desafío de computación específico. En un inicio, las recomendaciones se limitaban a métodos de sistematización, sincronización de archivos y filtrado de correos electrónicos, pero luego este mundo comenzó a ampliarse. Y también su radio de fanáticos: ya no sólo abarcó a programadores, sino también a emprendedores y trabajadores de las industrias culturales y del marketing, con mucha demanda. Hoy, las aplicaciones disponibles son tantas que marean. “Es un problema de esta época, tenés miles de opciones y cuando no encontrás lo que querés parece un drama”, cuenta Manolo Jofre, de la agencia de innovación +Castro. “Yo soy muy desordenado, funciono así y trato de adaptar las mejoras de productividad a esa personalidad, ya me conozco”. Por estos días, el creativo está preocupado porque aún no pudo hallar un buen sistema para guardar y ordenar sus notas en distintos formatos. Su jefe, Nicolás Pimentel, se diseñó un fondo de pantalla “para sus propias necesidades de desorden”, dice Jofre, y envía una captura del monitor con círculos de colores que tienen escritos: “Me falta ver”, “Ver ya!!!”, “Leer más tarde”, “Para guardar” y “Boludeces”. El famoso piloto automático “En definitiva, el gran secreto de todo este movimiento tiene que ver con la adopción de hábitos que promuevan la productividad. Mientras más herramientas se incorporen al piloto automático, más eficiente se vuelve el día”, afirma Luque. Se calcula que un 40% de las decisiones que tomamos cada día se realiza en piloto automático sin una apreciación a nivel consciente. Una de las recomendaciones de gurúes de la productividad, como el bloguero Merlin Mann, es focalizarse en un hábito columna vertebral, cuyo cambio tenga un efecto cascada sobre el resto, como una rutina deportiva, una dieta, una modificación en el camino al trabajo que nos desvíe del café con medialunas, etcétera. Hombre de pocas palabras, el crítico, realizador de cine, mago y cinturón negro de sipalki Sebastián Tabany, consultado al respecto de sus herramientas de productividad, manda una respuesta por mail que es una life hack en sí misma: “1, 3, 8, 10, 14, 18, 19, 20, 34, 39 y 40”. No es la serie numérica maldita de Lost, sino los números de trucos para optimizar la vida cotidiana que utiliza de un listado de 50 que apareció recientemente en el sitio TwistedSifter. El 1 es usar clips para organizar los cables de los cargadores y de la PC; el 3 es agregarle helado al frasco de Nutella (o de dulce de leche) cuando ya casi no queda, y aprovechar así todo el contenido; el 18 es organizar las remeras de manera vertical en un cajón para poder verlas todas y no usar siempre las que están arriba; el 34 es un método para cocinar un brownie en una tasa, y el 40 un estilo ninja (rápido y eficiente) para doblar la ropa. Los cultores de la maximización

Pablo Schiaffino se maneja con un Excel donde carga el tiempo que le dedica a cada actividad de su vida cotidiana

Fer Isella usa una app que establece bloques de trabajo de 45 minutos, impidiendo el acceso a redes sociales de la productividad personal aseguran que no importa la experiencia que uno tenga, siempre habrá un truco desconocido para simplificar la vida. “Es increíble la cantidad de gente con doctorados que se sorprende cuando aprende que tecleando al mismo tiempo control y F se habilita una búsqueda por palabra en la PC”, sostiene Joel Gas-

coigne, cofundador de Buffer, un sitio con consejos para freelancers y trabajadores hogareños. Pablo Schiaffino, economista de la UTDT y de la Universidad de Palermo, reconoce: “Sin mis medidas de productividad personal no sería nada: tengo un Excel donde voy cargando todos los días el tiempo que dedico a casa cosa (Paper A, Paper

Incorporar el ocio a la rutina diaria, la receta para volverla productiva opinión Max Goldenberg PARA LA NACION

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n este mundo actual donde todo parece estar ligado a la productividad a toda costa, es muy difícil encontrar un espacio para la creatividad. Es algo en lo que pienso mucho y me satisface cada paso que doy al respecto. Tengo que reconocer que el término Life Hacking suena un poco feo. No quiero hackear a la vida, porque suena a hacer trampa en cierta forma, ¿o no? Sin embargo, la pregunta recurrente es: ¿cómo hago para no caer en la rutina y que ella me arrastre hacia lugares cómodos, pero a la vez carentes de placer? Para ponerlo de otra forma: ¿puede la tecnología ayudarnos en las cuestiones domésticas, diarias, que nos sacan tiempo y generan problemas? La respuesta es: por supuesto que sí. Hagamos un simple paneo: Waze para evitar congestionamientos,

El libro de Thimothy Ferriss, La semana laboral de 4 horas, promueve métodos para automatizar al máximo las tareas y ya vendió más de un millón de ejemplares en todo el mundo

Yahoo! Weather para salir con el paraguas adecuado, Twitter para divertir y divertirse, Google Maps para encontrar lo que busco, Feedly para organizar mis noticias, visitar TED.com para alegrar el espíritu, YouTube y sus videos, Spotify y su música, Netflix y House of Cards... Podría seguir y seguir indefinidamente. Lo cierto es que la tecnología nos ayudar a hackear la vida a cada paso que damos. Y parece que no va a parar, que esta tendencia sigue y sigue cada vez más. Continúa. Hasta el infinito y más allá. Ahora bien; ante este panorama, lo que intento yo, a diario, es seguir una rutina que (en el fondo…, bien allá en el fondo) me ayude a ser un poco más feliz. Sin por eso terminar siendo un autómata, claro. Una receta personal Allá por 1980, un señor italiano creó un método por el cual cada 25 minutos hacía un corte de 5 sobre el supuesto de que así aumentaba su productividad. Sin llegar a ese extremo, esta es

mi receta para que ustedes, lectores queridos, puedan armar la suya: hacer lo que más me gusta hacer al menos dos o tres veces por día. Y si son varias cosas, mejor. De esa manera divido mi día y trato de cumplir los objetivos a rajatabla. Si tengo muchas reuniones de trabajo, me agendo reuniones de relajo. Y no tengan dudas: les doy exactamente la misma prioridad que a las demás. Al principio cuesta porque la sensación interna tiende a impedir que el ocio forme parte de la rutina propia. Pero, ¿saben qué? Ese ocio es de verdad productivo, es parte de lo que hace que todos nosotros seamos eficientes en lo demás. Es lo que evita el efecto de estar quemados, frustrados, estresados. Lo bueno es que una vez que entran en ese ciclo, cuando no lo cumplan, van a sentir que les falta algo. Es esa seguridad la que acaban de hackear. Ahora son, finalmente, libres.ß El autor es organizador de las Conferencias TEDxRíodelaPlata

B, Proyectos Económicos Familiares, Consultoría, Novela, Reuniones, etcétera). De esta manera voy optimizando el tiempo y regulando cada tarea”. A los 30 años, Schiaffino es una persona metódica en todos los aspectos de su vida: “Mantengo patrones de comportamiento antes de mis partidos de fútbol (cigarros consumidos, entrenamien-

fotos de ignacio coló

to previo, etcétera), de manera de saber cuándo conviene parar de fumar y entrenarse para maximizar el rendimiento físico durante el partido”, dice. Los atajos del life hacker ¿Qué otros atajos aprovecha un buen life hacker? Pinta sus llaves de distintos colores para no per-

milésimas en una carrera de velocidad, como inyectarse hormonas de guepardo o trasplantarse huesos más livianos. El life hacking ya se está mordiendo la cola, con gurúes que se proclaman adictos recuperados a la búsqueda permanente de productividad. John Paulus, un escritor y bloguero estadounidense especializado en estos temas, afirma que decidió bajarse de la carrera de la productividad porque lo desviaba de preguntas más profundas y existenciales, como si le gustaba lo que estaba haciendo o si se sentía satisfecho con su vida. En su libro El antídoto, Oliver Burkeman llama a dejar de hacer listas de objetivos, con lo cual uno entra en una dinámica de posponer el momento de felicidad plena para dentro de cinco años (y luego correr el arco), y a conectarse y disfrutar más del presente. “Me llegan tantos contenidos interesantes sobre productividad que termino procrastinando”, se ríe sobre sí mismo Fer Isella. Lauven Vogelio, el personaje de la historia de Fontanarrosa, logra correr tan rápido que al final se termina pulverizando en el aire, ante la mirada de su equipo de entrenadores y científicos. El life hacking, en dosis elevadas, también puede tener contraindicaciones.ß Producción de Lila Bendersky

No hay horas perdidas si la inspiración es permanente opinión May Groppo PARA LA NACION

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o voy a gastar caracteres en describir las múltiples demandas de madre emprendedora porque se las imaginan y catarsis hago con amigas. Tampoco en repetir lo que Max escribió en esta misma página porque nos pusimos de acuerdo, amigos y hackers de esto también. Soy muy exigente conmigo misma. Esto es fuente inagotable de sufrimiento para quienes padecemos este mal. Pero hace unos años entendí que ser productiva y obediente a mis propias listas no era tan importante como llenar mis acciones con intención. A veces, la intención es una declaración de wishful thinking que hacemos en equipo antes de emprender un nuevo proyecto, pero otras es la verbalización de “tres cosas que me gustaría que pasen estas vacaciones” de cada miem-

bro de la familia mientras vamos en auto al destino. Sin intenciones y sin espacio a honrarlas, perdemos protagonismo. Me rodeo de gente que admiro y así ni un mate a media tarde es tiempo perdido. Encontré la forma de nutrirme de cada intercambio, de aprender de cada charla, y de generar una red de contención e inspiración permanente. Formo parte de un círculo de mujeres que nace con ese propósito, ahora todas amigas, donde damos poco lugar a la queja y nos obligamos a sentirnos poderosas. Me alejo del juicio ajeno porque si “diseño mi vida” es a mi modo y para mí: suena liberador y lo es. Ser diseñador de tu vida puede pasar por detalles como decidir dónde comprar tus verduras, hasta por apostar a trabajar en un proyecto ad honórem “hasta que salga”. Lo importante es saber que uno decide y se hace cargo de aquello que decide. Entonces, si un día elijo pasar una mañana en modo recreativo, me entrego a vivirlo así,

aunque eso implique tener que poner el despertador a las 5 AM al día siguiente. Evalúo los proyectos entendiendo que sólo una de estas tres variables puede ser débil: remuneración, diversión y experiencia o aprendizaje. Cada dos meses, reviso lo que estoy haciendo en función de estas variables y hago ajustes. Sin embargo, sigo trabajando en decir “no gracias” a propuestas o pedidos cuando ya no tengo tiempo. En otras palabras, entendí que mis fortalezas son las cosas que me dan fuerza, no las que hago bien. Algunas tareas me salen sin mayor esfuerzo, pero si cada vez que tengo que hacerlas, intento postergarlas o evitarlas, entonces son debilidades. Por eso, presto especial atención a descubrir qué tareas me dan fuerza, me excitan. Y de ahí sale la energía para hacer; porque sin entusiasmo por mis proyectos no podría hacer tantos, sumado a ser la mamá y mujer que pretendo ser.ß La autora es curadora cultural