CRÍTICA DE LIBROS
EL OFICIO DE LAS VIÑETAS POR LAURA VAZQUEZ PAIDÓS 352 PÁGINAS $ 59
ENSAYO
La historieta con mayúsculas “M
ás que literatura, más que dibujo: literatura dibujada es un moderno estilo de expresión.” Si bien actualmente podría hacer referencia al auge de la novela gráfica, esta definición de la historieta difundida a fines de los años sesenta en un aviso publicitario de LD, revista creada y dirigida por Oscar Masotta, capta de manera fiel el espíritu de una época que vio la consolidación de un género, hasta dicho momento considerado “menor”: la “narrativa dibujada”, como prefiere denominarla Juan Sasturain. Fruto de su tesis doctoral, El oficio de las viñetas. La industria de la historieta argentina expande el trabajo que Laura Vazquez realiza como docente en la cátedra Historia de los Medios de la carrera de Comunicación Social de la UBA. Lo original del abordaje es que la autora contextualiza el recorrido principal del libro al inscribir el estudio de la historieta en dos marcos más amplios: por un lado, la historia de los medios y de la industria cultural y, por otro, la historia sociopolítica de la Argentina en el período selec-
Alack Sinner, de Muñoz y Sampayo ARCHIVO
cionado: de 1968 a 1984. El recorte temporal no es casual. Está signado tanto por “momentos críticos de la historieta” como “de puntos ‘bisagra’ en la historia en la cual se inserta.” De allí que la periodización se desplace
en dos direcciones: de la Bienal Internacional de la Historieta realizada en el Instituto Di Tella (1968) a la publicación de la revista Fierro de Ediciones de la Urraca (1984), hecho que coincide con el despegue internacional de la historieta argentina y su convalidación a nivel nacional. Simultáneamente, el recorrido rueda del Cordobazo de mayo de 1969 al retorno de la democracia en 1983. Si la hibridez define las artes, cabría preguntarse por qué la historieta no se ha convertido aún en su modelo por antonomasia. No es literatura a secas, pero tampoco se inscribe por completo en el territorio de lo visual. Como bien percibía Masotta en 1968, y Vazquez deja bien asentado a lo largo de todo el libro, el producto es irreductible a sus partes: pocos medios culturales congregan en un mismo espacio y de manera tan amigable naturalezas disímiles como el trazo y la letra, la sensibilidad estética del dibujante y el ingenio del guionista. Al incluir la dimensión sociológica en su análisis, igual que Eliseo Verón y el propio Masotta, la autora “conci-
Un clásico provocativo l desfase entre la fama universal de François Rabelais (1494-1553) y lo tardío de su primera traducción al castellano (debida al librepensador español Eduardo Barriobero y Herrán) es sin duda un acicate para obras como Para leer a Rabelais. Miradas plurales sobre un texto singular, fruto de un equipo de profesores participantes en los seminarios de la doctora Susana Artal (Instituto de Filología, UBA), que ha dirigido la elaboración de estos trabajos y coordinado el libro. Se suman a este volumen los trabajos de los especialistas franceses Jean Céard, Guy Demerson y Françoise Charpentier (destacados eméritos de las universidades de París X, Clermont-Ferrand II y París VIII, respectivamente), que se ocupan de la relación del autor de Pantagruel con las
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Carolina Menéndez Trucco © LA NACION
PARA LEER A RABELAIS
ENSAYO
E
be al medio como portavoz eficaz de ideología para analizar los procesos de significación”. Y, más allá de ejemplos directos como lo fueron las revistas montoneras (El Descamisado y La Causa Peronista, entre otras) o la última versión, mucho más política, de El Eternauta que en 1976 Héctor Oesterheld y Francisco Solano López hicieron circular aún cuando el primero había pasado a la clandestinidad, la historieta siempre guardó una estrecha relación con las condiciones de producción. De allí que el libro, paralelamente a la historia de la “narrativa dibujada”, vaya tejiendo un recorrido por la cultura de masas, la tensión entre arte y mercado, la estructura social y el sistema de trabajo de la Argentina. El oficio de las viñetas. La industria de la historieta argentina es un documentado y animado examen que tonifica la legitimación de un género que hace rato comenzó a ser nombrado con mayúscula.
novelas de caballerías y los paradigmas épicos y de su visión pedagógica, sumamente original y anticipatoria de los estudios freudianos. En un esclarecedor artículo inicial, Artal señala las líneas fundamentales de la crítica rabelaisiana en el siglo XX (que enhebra nombres como el del pionero Abel Lefranc y los de Gilson, Lucien Febvre, Spitzer, Bajtín, entre otros), y analiza las tensiones entre los que enfatizan la necesidad de entender y explicar a Rabelais a partir de la historia y los que prefieren abordarlo sobre todo a partir de la creatividad lingüística y los juegos verbales. Contra algunas lecturas que considera injustificadas (las del estadounidense Richard Berrong), Artal reivindica los innovadores aportes
de Mijáil Bajtín a la crítica de Rabelais. Otra importante contribución de la autora se consagra a la trayectoria de las traducciones del autor francés en América latina donde, concluye, transcurrieron casi exclusivamente “los primeros sesenta años de Rabelais en castellano, fenómeno vinculado con la censura del franquismo y la fuga de los intelectuales españoles que, como es bien sabido, en muchos casos se incorporaron a la actividad editorial en Hispanoamérica”. Sin embargo, ello no implicó un avance significativo de los estudios rabelaisianos en la región. Toda una sección (la segunda) se dedica luego al análisis de estas traducciones y las dificultades y disparidades que presentan. La tercera sección se ciñe a la “disputa
SUSANA G. ARTAL (DIRECTORA) EUDEBA 228 PÁGINAS $ 46
por señas” entre los personajes Panurge y el clérigo inglés Thaumaste en su nexo con dos fuentes españolas: el Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita, y el cuento “La disputa por señas” de Ibn Asim de Granada. La cuarta trabaja sobre las fuentes clásicas (Luciano de Samosata) del descenso a los infiernos y el viaje al interior de un cuerpo vivo en la obra del autor francés, y la quinta y última se consagra a Rabelais y la educación: uno de los aspectos más seductores en la obra del humanista francés, que no ha perdido actualidad ni poder de provocación. María Rosa Lojo © LA NACION