La escritura carolina. La influencia del imperio de Carlomagno hizo que la letra se difundiera rápidamente, no solo en Francia, sino también en el norte y centro de Italia, Suiza, Alemania y la Marca Hispánica (por la influencia franca) en España. En el sur de Italia continuó utilizándose la benaventana. En el resto de España, excepto Cataluña se incorporó, más tarde, con bastantes dificultades. Los scriptoria de los monjes de Cluny, y más tarde los del Císter, tuvieron una gran influencia en esta difusión. Fue reconquistada definitivamente la Marca Hispánica1 por Ramón Berenguer IV a mitades del siglo XII, y la repoblación inmediata de las tierras abandonadas por los árabes, confiada por el conde de Barcelona a los monjes del Císter, facilitará la entrada de la letra carolina, también llamada francesa, en Cataluña. Los scriptoria de los nuevos monasterios de Poblet y Santes Creus, en la Cataluña Nova, tendrán una gran influencia a partir de esos momentos.
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La M arca Hispánica era el territorio comprendido entre la frontera político-militar del Imperio carolingio con Al-Ándalus y los Pirineos, desde finales del siglo VIII hasta su independencia efectiva en diversos reinos y condados. A diferencia de otras marcas carolingias, la Marca Hispánica no tenía una estructura administrativa unificada propia.
En general, se trata de una escritura regular y constante en su trazado. Las letras, normalmente aisladas, no facilitan los nexos, y el cuidado en su formación provoca la aparición de muchas abreviaturas, para compensar el tiempo empleado en la realización de los documentos. Surgen las siglas para los nombres propios y para las partículas más frecuentes. De todas formas, se presentan, pocas variaciones en esas abreviaturas, y la letra, en general, resulta de fácil lectura. La i carece normalmente de punto encima, y la t mantiene su trazo horizontal sin ser cruzada por el vertical. El signo de abreviatura más común es la raya sobre algunas letras. Encontramos todavía la pervivencia de la abreviatura de et (&) en el inglés actual.
Si tenemos en cuenta la larga vida de la carolina hasta convertirse en gótica, debemos distinguir cuatro épocas: las que corresponden a los siglos VIII-IX; el X; el XI y el XII-XIII. El primer período se caracteriza por la sencillez, con formas redondas y nada artificiosas. En cambio, en el período final encontramos letras apretadas, más altas que anchas, con gran cantidad de abreviaturas. En el siglo XIII la carolina se confunde ya con la gótica.
Esta escritura se mantuvo geográficamente, y hasta el siglo X, bastante estable en todos los territorios a donde llegó. A partir del siglo XI aparecieron lo que se considera variantes regionales o nacionales. En España y en Inglaterra es donde se mantuvieron los tipos más parecidos a los francos; en cambio, en Italia predominan las formas curvas y redondeadas, y en Alemania se exageran las formas geométricas y angulosas. La carolina nació especialmente como escritura libraría, pero a partir del siglo IX se utiliza también en los documentos, siendo menos cuidada que en los códices. Esta circunstancia se debe a que eran los mismos clérigos que copiaban los códices quienes se encargaban de redactar los documentos. El paso de la visigótica a la carolina fue lento; resultaba difícil hacer que los amanuenses acostumbrados a un tipo de letra cambiaran en poco tiempo, y solo en las escuelas de los monasterios se consiguió que los jóvenes novicios se ejercitaran en la nueva escritura.
La escritura gótica. La sociedad europea experimentará, a lo largo del siglo XII, unos cambios de vida trascendentes. Con el paso de la Alta a la Baja Edad Media se produce el final del feudalismo, la aparición de las nacionalidades, un extraordinario desarrollo del comercio, la fundación de las órdenes mendicantes, el paso del románico al gótico y, en el campo de la cultura y de la escritura, tendrá gran importancia la secularización de l a cultur a y la creac ión de las universid ades. Durante la Alta Edad Media la ciencia y la cultura habían sido patrimonio de la Iglesia. Los libros estaban dirigidos a unos pocos lectores, y eran de contenido básicamente religioso.
La escritura cortesana y la procesal. Estos subgrupos derivados de la escritura gótica cursiva formados en Castilla se caracterizan por su alto grado de cursividad, lo cual conlleva muchos problemas de lectura e interpretación. Pero estos problemas que analizaremos con más detenimiento para el caso de España afectaban también al resto de Europa. De esta gótica cursiva evolucionada dice el paleógrafo Gualandi: “caracteres y escrituras diabólicas en forma de ensortijada cadena que parece imposible sean leídos por ojo humano, ni siquiera con lente de gran aumento”. Una real ordenanza de Felipe IV de Francia advertía en 1304 a los escribanos públicos que escribieran en forma inteligible, lo cual hace suponer que normalmente no lo hacían así. En España perduró el desbarajuste gráfico desde el siglo XV al XVII. Los paleógrafos del XVIII decían que aquello no eran letras, sino desvarío y desconcierto de letras. No se seguían ni las más elementales normas de la escritura, y leer cualquier documento se convertía en un verdadero calvario para quien accediera a él. Santa teresa en sus cartas. Cervantes en el Quijote, o Luis Vives en sus Diálogos, se refieren a la desastrada escritura que no respetaba ni a las Chancillerías reales. Así, en las Ordenanzas para la Chancillería de Valladolid, dictadas en Piedrahíta en 1486, se dice lo siguiente: “Otro si por quanto suele auer mucha desorden en los escriuanos en el leuar de sus derechos por las hojas de lo procesado y apretado en la vist a d elos procesos, por ende ordenamos y mandamos que los dichos escriuanos y cada vno de ellos cada y qu ando quieren de auer derechos de las hojas y procesos que no lieuen por la hoja y tyra de procesado mas de vn marauedís por la hoja o tyra de lo junto o apret ado. E si lo contrario hizieren que por ese mesmo caso pierdan los dichos officios y sean multados y castigados por el dicho presidente y oidores” .
Los Reyes Católicos mandan al chanciller en 1489 “que no selle provisión alguna de letra procesal ni de mala letra, e si la traxeren al sello, que la rasgue luego”. Pero la situación no cambiaba, y la Reina Católica dictó medidas más estrictas. En una Carta ar ancel, fechada en Alcalá de Henares el tres de marzo de 1503 y dirigida a los escribanos del Consejo, y en otra de siete de junio del mismo año manda “que se pague a diez maravedís cada hoja de pliego entero, escrita fielmente de buena letra cortesan a y apret ada e no procesada, de manera que las planas sean llenas, en cada plan a h aya, a lo menos, treint a y cin co renglones e quince partes en cada renglón”.
Escribir mal se convirtió en una moda para la gente joven y noble, que alardeaba de ello, y desató las críticas de personas como el obispo de Mondoñedo fray Antonio de Guevara, que el 15 de septiembre, de 1523 escribía al joven Pedro Girón en una de sus Epístolas familiares diciéndole que la letra de su carta “parece más caracteres con que se escribe el musaico que no carta de caballero”, y añade “si el ayo que tuvisteis en la niñez no os enseñó mejor a vivir que el maestro que tuviste en la escuela a escribir, en t anta desgracia de Dios caerá vuestra vida como en la mía ha caído su mala letra porque le hago saber, si no lo sabe, que querría más construir cifras, que no leer su carta” que “está por ver si fue escripta con cu chillos o con hierros o con pinceles o con los dedos”.
En otro momento de su Epístola dice Guevara “Las let ras de vuestra mano escrit as no sé para qué se cierran y menos para qué se sellan: porque hablando la verdad, por más segura tengo yo a vuestra cart a abierta que no a vuestra plat a cerrada, pues a lo uno no le bastan candados y a lo otro le sobran los sellos. Yo di a leer vuestra cart a a Pedro Coronel para ver si venía en hebraico, y dila al maestro Prexamo para que me dijese si est aba en caldeo, mostréla a H ameth Abducarin, para ver si
venía en arábigo; dísela también al Sículo, para que viese aquel estilo si era griego; enviésela al maestro Ayala, para saber si era cosa de astrología y finalmente la mostré a los alemanes, flamencos, italianos, ingleses y franceses, los cu ales todos me dicen que, o es carta de burlas o escritura encantada”.
Incluso Isabel la Católica escribió a veces tan de corrido que resulta difícil interpretar sus palabras. Contrariamente a lo que había ocurrido con las escrituras anteriores, que recibían sus nombres con posterioridad a su uso, los nombres para designar a las escrituras cortesana y procesal son contemporáneas a su uso. La reina Isabel designó la cursiva de sus documentos con el nombre de “cortesana”, designación que, por extensión, se aplicó a la escritura de los documentos reales y también a la de muchos particulares. Los Reyes Católicos, en tres aranceles de principios del siglo XVI, hablan de “buena letra cortesana y no procesada”, “letra apretada y cortesana”, y “buena letra cortesana”. Es decir, vemos una oposición entre lo cortesano y lo procesal. Por ello algunos paleógrafos piensan que los Reyes Católicos intentaron una reforma de la escritura, obligando a los escribanos públicos a abandonar la mala letr a pr oces al y a sustituirla por la cortesana. La letra cortesana se formó entre 1400 y 1425, y tendrá una vida corta, de poco más de un siglo. Esta será la letra empleada en Castilla para los documentos particulares y para los códices no elegantes. La competencia le vendrá de la escritura humanística, desde finales del siglo XV y a lo largo del XVI, en que se producirá el cambio. La letra procesal, en cambio, tuvo una vida muy larga, nace en el siglo XV, y está formada a mitades de dicho siglo, convirtiéndose en la letra casi en exclusiva de las escribanías públicas. Donde más abunda es en los
tribunales de justicia como escritura de procesos, y de ahí tomó su nombre. Durante el siglo XV no recibió influencia de la humanística, y cuando ésta vino a sustituir a la cortesana, la procesal se refugió entre notarios y escribanos hasta mitad del siglo XVII, evolucionando a formas mucho más cursivas e ininteligibles, de manera que a finales del siglo XVI algunos notarios
la
empeoran
visiblemente,
dando
lugar
a
la
procesal
encadenada, trazando líneas enteras sin levantar la pluma del papel, con rasgos grandes, letra que resulta difícil de interpretar en muchos casos por los mismos notarios. Las críticas desencadenadas contra ella, cuando ya la gente había aprendido a escribir en humanística italiana, acusando a los escribanos de usar ese tipo de letra grande y encadenada para llenar más páginas y poder así cobrar más dinero. Cervantes pone en boca de D. Quijote, al despedir a Sancho con la carta para Dulcinea, las siguientes palabras: “tú tendrás cuidado de hacerla trasladar en papel de buena letra en el primer lugar que hallares donde haya maestro de escuela de muchachos, o si no, cualquier sacristán te la trasladará; y no se la des a ningún escribano que hace la letra procesada que no la entenderá Satanás”. Todavía en el siglo XVIII, Terreros decía a esta infame letr a de procesos a todos nos ha costado muchas l ágrimas en la escuel a. Pero fue a mediados del siglo XVII cuando los escribanos abandonaron paulatinamente la procesal para escribir definitivamente en humanística. Las abreviaturas en este tipo de letra son muy pocas, seguramente por alargar más los textos, si la comparamos con los tipos anteriores; no olvidemos que los aranceles se contaban por palabras y renglones escritos,
y las abreviaturas habrían disminuido el precio a cobrar. Lo que agrava su interpretación es el libertinaje en su trazado.
La escritura humanística. La
escritura
humanística
se
impuso
en
Europa
como
escritura
prácticamente única. También se extendió fuera de Europa, especialmente por América, y también por algunos lugares de Asia, África y Oceanía. Apareció en un ambiente culto, con un sentido estético, y no procedía, por evolución natural, de las escrituras inmediatamente anteriores. El nombre de escritura humanística se lo dieron los paleógrafos italianos de las SS. XIX-XX. En España se utilizó durante varios siglos, para designarla, el nombre de escritura itálic a y también el de bastardilla. Su aparición va íntimamente ligada a los humanistas italianos de los siglos XIV y XV, y a la gran revolución caligráfica que estos fomentaron. En esa época se descubrieron muchos antiguos códices carolinos con obras de autores clásicos, que habían sido copiados en las abadías benedictinas de los siglos IX-XII. Nació entonces una verdadera devoción por la letra de estos códices, que los humanistas llamaban antiq ua, creyendo que era romana, cuando en realidad se trataba de la carolina. El primer humanista que manifestó la necesidad de cambiar la letra de su época fue Petrarca, gran admirador de la letra de los antiguos códices. Empezó él mismo a abandonar la gótica italiana en la que había sido educado para empezar a imitar la carolina. Así surgió lo que podemos llamar gótica prehumanística, a base de introducir en la gótica rasgos de la antigua carolina. Petrarca muy pronto fue seguido por otros, y el humanista Niccoli
fundó en
Florencia una escuela
de escribanos
profesionales, especializados en “lettera allantica”. De Florencia pasó a todo el norte de Italia, y de ahí al resto de Europa a lo largo del siglo XV.
Se
llegó
a
obtener
una
humanística
pura
a
base
de
resucitar
completamente la carolina. De los códices pasó la nueva escritura a los documentos, tanto públicos como privados, creándose un tipo de humanística cursiva. En los siglos XV y XVI tenemos varios tipos de humanística. Humanística redonda o formada. Es el tipo que imita más fielmente a la carolina de los siglos X-XI. Solo se distinguen por algunas características como: usar el punto sobre la i, escribir la t con el trazo vertical cruzando el horizontal, en forma de cruz, la s de doble curva al final de palabra, y a veces en interiores, etc. Humanística cursiva. Se trata de una derivación de las góticas cursivas, influidas por la humanística redonda. Este es el tipo de humanística que se generalizará en España en el siglo XVI para escribir libros, documentos privados, etc. Prácticamente ya no quedan restos gráficos de gótica. Humanística corriente. Es la misma que la cursiva, pero realizada con un trazo rápido, con un aumento de los nexos que dificultan un poco más la lectura. Se utilizó para apuntes, cartas y otros textos corrientes. Humanística cancilleresca. Nace como simplificación de la gótica de cancillería italiana influida por la humanística, pero ya en el siglo XV podemos considerarla una forma de humanística cursiva, con gran cantidad de elementos decorativos. En España la escritura humanística se desarrolló de forma distinta en Aragón y en Castilla. En Italia llegó al reino de Nápoles, que entonces formaba parte de la corona de Aragón. El Rey Alfonso V el Magnánimo, defensor de las artes y las letras, propició la entrada de la nueva escritura en el reino de Aragón.
En Castilla, en cambio, hubo muchas reticencias y se incorporó con posterioridad. Hasta la época de Enrique IV (1454-1474) dominó en Castilla la cortesana. Con los reyes Católicos se inició un proceso de introducción de la humanística, pero de forma muy lenta y compartiendo el uso con las góticas castellanas. Con Carlos V, ya en el siglo XVI, todavía se usa en Castilla la cortesana y la procesal. A partir de 1520 se tiende ya al uso de la humanística. A partir de la segunda mitad del XVI el nuevo tipo de escritura adquiere unas características propias, dando lugar a la Abastarda española, que viene a sustituir a la procesal en los documentos públicos. Mientras en la vida privada se estaba ya usando desde principios del XVI la humanístic a cursiva y la corriente.