L A C ONCEPCIÓN E STRATÉGICA DE L A
F UERZA T ERRESTRE
Mario Ángel Laborie Iglesias. Teniente Coronel. Artillería. DEM.
Según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), de abril de 2013, las Fuerzas Armadas, junto a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, son las instituciones estatales más valoradas por los españoles1. Esta apreciación favorable, ya señalada anteriormente en otras encuestas, recoge los frutos del trabajo que, no exento de sacrificios, han llevado a cabo los militares españoles durante las últimas décadas en defensa de los intereses vitales y estratégicos de España. No obstante, esas mismas encuestas aclaran que, pese al esfuerzo realizado, los españoles son reacios a proporcionar los recursos humanos y materiales que precisan las FAS para el desarrollo de sus cometidos actuales. Las dificultades económicas que sufre nuestro país, y la ajenidad de un sustancial segmento de la ciudadanía a las cuestiones relacionadas con la seguridad y defensa explican en gran parte esa opinión. Se habla, por ejemplo, de que el problema real del gasto en defensa es que básicamente responde 8
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a una hiperdimensionada estructura de personal —los salarios representan el 70% del total del presupuesto—, o se cuestiona si son necesarios los programas especiales de armamento —el carro de combate Leopard, la fragata F-100 o el avión de combate Eurofighter, por citar solo los más representativos— puestos en marcha hace ya algunos lustros. Además, persiste la idea de que la defensa es algo superfluo y que, por lo tanto, es posible reducir sus presupuestos continuamente. Sin embargo, estas disquisiciones son emitidas en la mayoría de las ocasiones sin un auténtico conocimiento de la situación, y, lo que es más preocupante, sin plantearse los objetivos de la Defensa, los medios requeridos o los criterios de actuación. Probablemente, desde la transición política de finales de los setenta, las transformaciones sufridas por la institución militar han sido más rápidas y profundas que las de cualquier otra administración del Estado. Sin embargo, viejos prejuicios y estereotipos impiden a algunos de
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nuestros compatriotas advertir que sus FAS constituyen uno de los instrumentos esenciales, sino el principal, del poder político para preservar la libertad, la paz, la seguridad y la prosperidad de la nación, valores que en ningún caso son gratuitos. El Ministro de Defensa, Pedro Morenés, ha alertado de que el presupuesto de su Ministerio se encuentra en «unos límites complejos» ya que, por muy bien que se efectúe la gestión de los recursos disponibles, «si no llegamos a tener lo necesario para atender las necesidades, vamos a tener un problema»2. Tras cuatro años de recortes consecutivos en defensa y más de diez en reducción de personal, el Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), almirante Fernando García Sánchez, ha insistido en que las Fuerzas Armadas «necesitan mayor presupuesto» y, sobre todo, un horizonte «estable y comprometido» que facilite el proceso de transformación que garantice que pueden cumplir sus misiones3. También el Jefe de Estado Mayor del Ejército, general de ejército Jaime Domínguez Buj, ha advertido de que «optimizar más el empleo de los recursos, hace tiempo que es una tarea imposible»4.
En un momento de gran incertidumbre, tanto en el plano nacional como en el internacional, en el que las crisis económica y de valores se sienten con toda su fuerza, parece insalvable la brecha existente entre lo que advierten las autoridades del Ministerio de Defensa y las percepciones de gran parte de la ciudadanía. De prolongarse en el tiempo, y dadas sus profundas implicaciones para las FAS en su conjunto, esta situación supone un peligro real para la seguridad y la defensa españolas. Por ello, y en línea con lo señalado por la Directiva de Defensa Nacional 2012, es preciso abordar lo antes posible una profunda reflexión que determine qué estructuras y capacidades de defensa necesita nuestro país y cuáles son los recursos que deben ser asignados para lograrlas5. En otras palabras: ¿qué Fuerzas Armadas necesitará España a corto, medio y largo plazo?, y ¿qué recursos humanos y económicos se destinarán a la defensa en esos plazos? Este proceso, aunque crucial para el futuro de las FAS en su conjunto, tendrá casi con toda certeza una especial incidencia sobre el Ejército de Tierra. Efectivamente, nuestro Ejército
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personifica como ningún otro componente de las FAS el compromiso de España con la seguridad en su más amplia acepción, como queda demostrado por su continua participación en las operaciones militares en el exterior más arriesgadas y complejas —sirva como dato que de los 167 militares fallecidos en operaciones de paz desde 1993 hasta la actualidad, 123 pertenecían el Ejército de Tierra— o por el desempeño de sus misiones permanentes en territorio nacional. A pesar de ello, en esta época de restricciones y desequilibrios que vivimos, algunas voces han señalado la conveniencia de priorizar otras capacidades militares que no sean las terrestres. Este artículo presenta algunos factores que se deberían tener en cuenta a la hora de realizar una hipotética revisión estratégica de la defensa, así como resaltar la permanente importancia del Ejército de Tierra para la seguridad y defensa de España. LA ESTRATEGIA DE SEGURIDAD NACIONAL COMO PUNTO DE PARTIDA La aprobación por parte del Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, de la nueva Estrategia
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de Seguridad Nacional. Un proyecto compartido6 (ESN), el pasado 31 de mayo de 2013, abre una oportunidad incomparable para promover una profunda revisión estratégica de la defensa. La ESN articula la seguridad nacional como política de Estado, y contiene directrices con el fin de reasignar todos los recursos disponibles del Estado, de manera eficiente, para la preservación de la seguridad nacional. El documento del Presidente del Gobierno delimita los riesgos y amenazas a nuestra seguridad, entre los que señala los conflictos armados. El objetivo de la defensa nacional es precisamente hacer frente a los conflictos que se puedan producir como consecuencia tanto de la defensa de los intereses o valores exclusivamente nacionales como de los compartidos. Para ello, las líneas de acción estratégicas, que enmarcarán las respuestas y actuaciones concretas en el marco de la defensa son, entre otras: la provisión de capacidades militares que permitan el cumplimiento de las misiones asignadas y un nivel de disuasión creíble, el mantenimiento del compromiso de España con el sistema de seguridad colectiva, o la transformación continua de las Fuerzas Armadas.
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Pero además de los conflictos armados, las FAS deberán colaborar con otras instituciones estatales, como usualmente hacen, en la neutralización de otros riesgos y amenazas que cita la ESN, tales como el terrorismo, las ciberamenazas, la lucha contra el crimen organizado, o la proliferación de armas de destrucción masiva. Asimismo, es segura la participación de los militares en el futuro Sistema Nacional de Protección ante emergencias y catástrofes. EL ENTORNO DE LOS FUTUROS CONFLICTOS La principal cualidad del actual entorno geoestratégico es su continua naturaleza cambiante. En el mundo contemporáneo, en el que abundan los riesgos multifacéticos y variables, es difícil identificar una guerra en el sentido tradicional del término. En cualquier caso, los conflictos de las dos últimas décadas, así como la continuidad de ciertos peligros, como el terrorismo o los que emanan de los estados débiles o fallidos, han puesto de manifiesto que el uso del poder militar, como un instrumento de la política exterior de los estados, permanece tan relevante como en el pasado. Sin embargo, las operaciones de paz, como hasta ahora se han concebido pueden darse por concluidas. El anterior Comandante de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad en Afganistán (ISAF), general John Allen, afirmaba que «claramente una coalición de 50 naciones como la existente ahora mismo en Afganistán ha sido importante para nosotros [OTAN], pero mi presunción es que pasarán al menos 20 años antes de que emprendamos algo como esto otra vez»7. En su lugar, lo más factible es que se den otras formas de intervención militar mucho más limitadas en alcance, duración y objetivo. No obstante, habrá de tenerse muy en cuenta que la doctrina de «huella ligera» tiene importantes limitaciones en las operaciones de estabilización, que no están descartadas en ningún caso y que, para su ejecución, requieren de doctrina, armamento y material específicos. Los futuros conflictos armados seguirán siendo fundamentalmente de índole terrestre, variarán en intensidad según los casos y serán híbridos por naturaleza —combinando al mismo tiempo rasgos de confrontación convencional y
asimétrica—. Los teatros de operaciones serán caóticos, no lineales y, en ellos, se realizarán simultáneamente operaciones ofensivas, defensivas y de estabilización. La cooperación cívico-militar, la comunicación estratégica, las operaciones especiales y la inteligencia tendrán tanta importancia como las acciones de combate convencional. Además, como prueba la situación actual en Mali y en otros países del Sahel, resultará complicado definir a los grupos armados presentes en el terreno como amigos o enemigos. El elemento tecnológico, aunque crucial en muchas instancias, no podrá eliminar por completo la presencia sobre el propio terreno, ya que para entender las causas de los conflictos se requiere el contacto humano y conocer las circunstancias del país en el que se opera.
Las operaciones de paz, como hasta ahora se han concebido, pueden darse por concluidas… En su lugar, lo más factible es que se den otras formas de intervención militar mucho más limitadas en alcance, duración y objetivo
LA ESPECIFICIDAD ESPAÑOLA La defensa de los intereses españoles tiene su propia especificidad. Nuestra seguridad está condicionada, en especial, por nuestra situación geográfica y la pertenencia a las organizaciones de seguridad y defensa multinacionales, con las que compartimos idénticos valores y algunos intereses. REVISTA EJÉRCITO • N. 869 SEPTIEMBRE • 2013 11
Nuestro entorno geográfico obliga, en primer lugar, a observar con cautela lo que ocurre en la convulsa orilla sur del Mediterráneo, con su fragmentación social y política, y aun más al sur en el Sahel donde, a la vista de la debilidad de los estados de la zona, se sitúa la verdadera frontera de la seguridad europea. En este escenario, los peligros son en exclusiva de índole terrestre. Por otro lado, y como consecuencia de nuestros compromisos internacionales, España puede verse obligada a actuar formando parte de fuerzas combinadas pertenecientes a la Unión Europea o a la Alianza Atlántica. No obstante, la importancia de estas organizaciones a la hora de afrontar los retos del mundo globalizado actual está, hoy más que nunca, en entredicho. De las grandes potencias mundiales —de considerar así a la UE—, Europa es la única que se encuentra en clara recesión. Las dificultades económicas y políticas por las que pasa el proyecto europeo ponen en duda la capacidad de la UE para activar alguna vez los mecanismos
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de cooperación de la Política Común de Seguridad y Defensa, tal y como se establecen en el Tratado de Lisboa. Al mismo tiempo, la OTAN arrastra un problema de identidad desde la desaparición de la URSS. Cuando falta poco más de un año para el final de la misión de la ISAF en Afganistán, nuevas y viejas incertidumbres prevalecen acerca de si la OTAN logrará permanecer como un instrumento relevante en el concierto internacional. Las nuevas prioridades estratégicas estadounidenses, más concentradas en el Océano Pacífico, y la señalada debilidad europea tienen profundas implicaciones para el futuro de la Alianza Atlántica. De todo lo anterior emanan dos consecuencias críticas para España. En primer lugar, será más probable actuar en el marco de organizaciones bilaterales o multinacionales, creadas ad hoc, que en el de la OTAN o UE —la actuación en operaciones de la ONU estará sujeta a una dinámica distinta—. A la hora de afrontar las crisis, en estas organizaciones existirán cada vez más dificultades para hacer coincidir los
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distintos enfoques nacionales. Además, el otrora omnipresente «paraguas norteamericano» en apoyo de los aliados europeos será mucho más restringido, quizá inexistente, a menos que sus propios intereses estratégicos se vean comprometidos. Interrelacionada con la anterior, la segunda consecuencia es la necesidad de realizar una «renacionalización de la seguridad redescubriendo donde están nuestros intereses básicos y donde los complementarios»8.
Los futuros conflictos armados seguirán siendo fundamentalmente de índole terrestre, variarán en intensidad según los casos y serán híbridos por naturaleza, combinando al mismo tiempo rasgos de confrontación convencional y asimétrica Por ello, España, aunque sin desaprovechar ninguna oportunidad de colaboración internacional que beneficie sus intereses, deberá fortalecer las capacidades militares propias que, bajo el principio de la acción conjunta, le permitan actuar de manera independiente, aunque sea de forma limitada, y garantizar la debida disuasión. Obviamente, estos requerimientos se contradicen con un presupuesto de defensa en retroceso. LA FUERZA TERRESTRE DEL FUTURO En este panorama, tres razones fundamentales señalan la permanente utilidad del Ejército como instrumento esencial e insustituible del poder militar de España. La primera reside en su aptitud inigualable para desplegar y actuar
en escenarios lejanos, por tiempo ilimitado. Por otro lado, la demostrada flexibilidad para operar en cualquier escenario de crisis o conflicto, proporciona a la fuerza terrestre una capacidad única de actuación contra casi cualquier contingencia. Y en tercer lugar, la fuerza terrestre es la única fuerza militar con facultad de alcanzar objetivos estratégicos de forma duradera. Con estos activos, convendría que el Ejército retuviese una fuerza equilibrada capaz de operar en todo el espectro de los conflictos y en condiciones de extrema incertidumbre. Esta fuerza contaría con capacidades flexibles, polivalentes y adaptables a la evolución del panorama estratégico y operacional. En el nivel táctico, la necesidad de capacitación para un amplio conjunto de amenazas y riesgos difusos dificultará en gran medida la preparación de las unidades. Por ello, para una operación específica se requerirá un cuidadoso diseño y dimensionamiento del componente terrestre, que le permita ajustarse rápidamente a los cambios repentinos sobre el propio terreno. Pero, en un contexto de sustanciales restricciones económicas, el Ejército de Tierra afrontará retos internos sin precedentes. La transformación y la adaptación a un entorno complejo como el apuntado, en que la modernización del armamento y material experimenta un continuo y elevado desarrollo, serán labores de difícil encaje. Además, como en cualquier organización, el factor humano tiene una importancia decisiva, ya que en su firmeza moral reside en última instancia la fuerza del Ejército. Por ello, la preparación y motivación de sus componentes son misiones permanentes, que hoy más que nunca adquieren importancia capital. OBSERVACIONES FINALES El efecto acumulativo de los sucesos actuales parece señalar que nos encontramos ante uno de esos momentos históricos que determinarán el porvenir de las FAS españolas en las próximas décadas. El futuro dependerá de las decisiones que se adopten hoy. Por ello, una potencia media como es España reclama que las decisiones de calado, y la defensa nacional es, sin duda, el mayor para el Estado, sean adoptadas tras un adecuado y profundo proceso de reflexión, que dé respuesta a los interrogantes planteados por REVISTA EJÉRCITO • N. 869 SEPTIEMBRE • 2013 13
En la convulsa orilla sur del Mediterráneo, con su fragmentación social y política, y aun más al sur en el Sahel donde, a la vista de la debilidad de los estados de la zona, es dónde se sitúa la verdadera frontera de la seguridad europea; en este escenario, los peligros son en exclusiva de índole terrestre los ciudadanos. En último término, es obligado concienciar a la sociedad sobre la importancia que tienen la seguridad y defensa para la pervivencia de nuestra forma de vida.
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Por su transcendencia, no convendría que una visión cortoplacista y coyuntural influya sobre este proceso, sino que, por el contrario, debería adoptar una perspectiva estratégica que relacione, de forma calculada e integrada, los objetivos deseados, las formas de acción y los medios disponibles, de tal manera que el riesgo asumido, el diferencial entre objetivos y medios, sea el menor posible. La cuestión fundamental reside en evitar la adopción de decisiones ajenas al conocimiento real de la materia y dañar de manera irreparable los intereses nacionales. El asesoramiento por parte de la institución militar constituiría un instrumento esencial de todo el proceso de revisión estratégica de la defensa. Las FAS en su conjunto han demostrado su inequívoca identificación con los valores de España. Por ello, este asesoramiento técnico, para que tenga la máxima repercusión, debe atender a las necesidades reales de la defensa, sin privilegiar a ninguno de sus componentes militares sobre otro. En este escenario, es imprescindible que la acción conjunta reciba un impulso decisivo. Finalmente, la revisión estratégica de la defensa deberá compaginar las necesidades reales del Estado con el tradicional idealismo español. Hoy, para cualquier gestión de crisis, la ciuda-
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danía prefiere los instrumentos diplomáticos y de ayuda al desarrollo sobre cualquier otro. Sin embargo, la diplomacia solo es válida cuando las partes en conflicto están de acuerdo en negociar; y la ayuda al desarrollo, únicamente si existe un entorno estable y seguro donde llevar a cabo las correspondientes tareas —la actual guerra civil siria es paradigmática en este caso—. Así, la realidad nos indica tozudamente que el mundo del siglo XXI es un lugar peligroso, donde en ocasiones es preciso usar la fuerza armada como el último recurso en legítima defensa de nuestros intereses nacionales. Por ello, es imperativo acometer cuanto antes una revisión estratégica de la defensa que permita que, cuando llegue el momento, las FAS españolas, con el Ejército de Tierra en primera línea como siempre, puedan cumplir las misiones establecidas de la política de seguridad nacional. NOTAS 1 CIS. Estudio Nº 2.984. Barómetro de abril 2013. Disponible en http://datos.cis.es/pdf/ Es2984mar_A.pdf
Calderón, J. «Morenés advierte del límite complejo al que ha llegado Defensa: Habrá problemas si no tenemos lo necesario». Ateneadigital 30.05.2013.Disponible en http://www. ateneadigital.es/ 3 «El jefe de los Ejércitos se queja por los recortes en Defensa». La Voz de Galicia. 07.06.2013. Disponible en http://www.lavozdegalicia.es/ noticia 4 Calderón, J. «El JEME reconoce que los recortes han generado una situación “muy preocupante”». Ateneadigital. 08.02.2013. 5 Directiva de Defensa Nacional 2012. Por una defensa necesaria, por una defensa responsable. Presidencia del Gobierno. Disponible en http://www.lamoncloa.gob.es 6 Estrategia de Seguridad Nacional. Un proyecto compartido. Presidencia del Gobierno. Disponible en http://www.lamoncloa.gob.es 7 Lubold, Gordon. Situation Report. FP National Security. 14.03.2013. Disponible en http:// www.foreignpolicy.com 8 Fuente Cobo, Ignacio. «Lo que las últimas intervenciones militares nos han enseñado». Ejército. Nº. 856, 2012. Pp. 30-37.n 2
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