INSULTAR POR INTERNET Se mete en Internet para insultar al azar a todo aquel que se le antoje. Sin motivo alguno, gratuitamente, él insulta y se divierte, así vence al tedio, a los días plomizos, a la rutina aplastante. Es lo que llaman en Internet un troll. Insultar por Internet (ustedes puede que lo vean absurdo) a él le resulta todo un divertimento, parece ser un troll profesional. Se mete en algún chat, o en Twitter o en Facebook y selecciona víctima al azar, y la insulta y la humilla en público, también en privado, él así se siente eufórico, ríe y ríe sin parar. ¿Ustedes le ven algún sentido a esta afición un tanto rara? Yo no le veo sentido alguno, es una soberana tontería. Pero visto desde una óptica distinta, quizá tenga sentido insultar a la gente inocente, a la gente timorata de toda culpa que pueda adjudicarle el mundo, si éste de verás la tuviera. Porque, ¿qué es el insulto? ¿A qué se debe esa necesidad por el insulto? Es arrojar fuego a los ojos del que inocente mira, es verter suciedad sobre la pureza, quizá esto haya que subrayarlo, ¿pureza? ¿O ingenuidad e ignorancia? ¿En qué se basa el insulto? En ofender al receptor del insulto, en remover la paz cotidiana con un hedor por sorpresa. Pero, ¿y si este no se ofende? ¿Y si este se indigna? O ¿se enajena de rabia? Eso resulta ser casi siempre como avivar el fuego de la rabia, pero, qué aburrido sería el mundo si solamente se basara en el azúcar, en la paz empalagosa y eternamente rutinera, ¿es necesario insultar? Yo creo que si, aunque es como marcar el territorio en los perros, es, si se me permite, tan egoísta como aquel que se apropia de un territorio, de una parcela de nuestra vida cotidiana. Es como romper la función del respeto y el lenguaje. Por que el lenguaje se hace jerga en la sombra del insulto, el lenguaje se prostituye, se corrompe, se fermenta de putrefacción, pero también es necesario disponer de estos símbolos animales. El hombre necesita volver a su suciedad animal, necesita revolcarse en el barro de vez en cuando, necesita purgarse el estómago para vomitar lo indigesto. Insultar desde el pensamiento. ¿Tiene sentido alguno insultar desde lo que no se ve? Menos sentido y más absurdo resulta tenerle miedo a la oportunidad o al instante en que ese insulto se hace realidad. ¿Creen que ese insulto se hará materia física y
volverá hacia nosotros para vengarse? No, en ningún momento es así. Un insulto no es materia física, aunque sí metafísica. No todos tenemos el mismo concepto de insulto, a las palabras se las lleva el viento para unos, para otros anidan en el resentimiento. ¿Por qué se tiene la necesidad de insultar? Insultar resulta una grosería, resulta una ordinariez, ¿qué le vemos al insulto de atractivo? Lo entendemos como un arma arrojadiza que se lanza con la cual dañamos no demasiado. El ser humano inventó el insulto a la vez que el idioma. Insultar por Internet resulta ser un asalto contra la intimidad del otro, pero es tan gozoso imaginar la cara perpleja del insultado... Insultar entra en la intimidad con fuerza y desgarro, y causa incomodidad y desprecio. Pero lo que no se ha dicho aquí es que forma parte de nuestra naturaleza, es parte de nuestro ADN. Insultar es una violación contra el respeto, y por ende, tiene efectos secundarios. Como la medicación imperfecta. CAPPLANNETTA