Inocencia interrumpida Los límites del control

20 sept. 2012 - cine | los estrenos de la semana. Teo Gutiérrez .... inusuales para el cine argentino. Es una historia de .... de clichés del cine independiente.
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espectáculos

| Jueves 20 de septiembre de 2012

cine | los estrenos de la semana

Los límites del control rUby, la cHica de Mis sUeñOs (rUby sparks, estadOs UnidOs/2012) ★★★ buena dirección:

Jonathan Dayton y Valerie

Faris. guión: Zoe Kazan. fotografía: Matthew Libatique. música: Nick Urata.

elenco :

Paul Dano, Zoe Kazan,

Annette Bening, Antonio Banderas, Elliot Gould y Chris Messina. duración:

104 minutos. calificación: apta

para mayores de 13 años.

S Teo Gutiérrez Moreno y Violeta Palukas, protagonistas de una historia conmovedora

Foto: dsitribution company

Inocencia interrumpida infancia clandestina (argentina-españa-francia/2012). ★★★★ muy buena. dirección: Benjamín Ávila. guión: Benjamín Ávila y Marcelo Müller. elenco: Natalia Oreiro, Ernesto Alterio, César Troncoso, Teo Gutiérrez Moreno, Cristina Banegas, Violeta Palukas y Paula Ransenberg. duración: 110 minutos. calificación: apta para mayores de 13 años con reservas.

H

acia el tramo final de Infancia clandestina, el personaje central intenta explicarle a la chica que le gusta quién es él. Le dice que es distinto, pero también el mismo que ella conoce y–todo parece indicar– quiere. La chica, una nena de unos doce años apenas un poco más grande que su novio, no lo entiende. Ella no sabe que ése que todos conocen como Ernesto, el compañero de grado de su molesto hermano menor, en realidad se llama Juan (Teo Gutiérrez Moreno) y vive en la clandestinidad junto con sus padres (Natalia Oreiro y César Troncoso), su hermana bebe y su tío (Ernesto Alterio). El film del director Benjamín Ávila –que también escribió el guión

junto a Marcelo Müller inspirado por acontecimientos de su propia vida– transcurre durante 1979 y relata desde la perspectiva de Juan/ Ernesto el transcurrir cotidiano de una familia comprometida con la militancia montera y la lucha armada. Sin poner el acento en la perspectiva política de los adultos durante la dictadura militar, aunque sin eludir tampoco hablar de sus convicciones y métodos, el film elige contar la historia desde el punto de vista de ese chico que está dejando de serlo. Se trata de un relato de iniciación tan conmovedor como complejo y peligroso es el contexto social y político en el que ocurre. Juan (un gran trabajo del joven Gutiérrez Moreno) sabe lo que pa-

sa a su alrededor y comprende que debe practicar su falsa historia para convencer a maestros y compañeros de escuela de que ese acento que trae desde el exilio cubano es en realidad cordobés. Juan también entiende que debe “ayudar a controlar todo, todo el tiempo”, como le recuerda su padre. Esa es su realidad y, aunque vive con naturalidad que las cajas de maní con chocolate que rellenan sus padres a veces contienen balas y no golosinas, también forman parte de su vida los juegos con los amigos y el despertar al primer amor. Doble vida Entre el compromiso político de los adultos y la violencia de la que es testigo –tramos resueltos a través de un interesante trabajo de animación– Juan crece, se ilusiona, gana mucho y empieza a aprender lo que es perder. Una premisa que la película se ocupa de desarrollar apoyada en un guión que en su mayor parte elude los golpes bajos –aunque haya tramos de extrema crude-

za en la historia– y está repleto de sensibilidad. La doble vida, el nombre y el alias, el cumpleaños que no es tal, pero se festeja igual son retratados, encuadrados, por Ávila siguiendo una doble lógica visual. En esos momentos en los que el chico empieza a descubrir el amor y su independencia los planos se van cerrando sobre él, el mundo con toda su violencia queda afuera y sólo hay lugar para mirar a la chica deseada (Violeta Palukas), para conmoverse con la mamá en plena lucha de convicciones, miedos y angustias con la abuela (una enorme Cristina Banegas) o para escuchar los consejos del tío Beto, interpretado con tanta alegría como densidad por Ernesto Alterio. Y cuando la realidad amenaza la existencia misma de Juan y los suyos, la cámara se aleja para mostrar que el mundo puede ser un lugar enorme, terrible, inabarcable para un chico camino a ser un hombre tal vez antes de tiempo. ß Natalia Trzenko

egundo largometraje del matrimonio de Jonathan Dayton y Valerie Faris tras el sorprendente éxito mundial que obtuvieron hace seis años con Pequeña Miss Sunshine, Ruby, la chica de mis sueños tiene como punto de partida un tema bastante transitado por el cine: el bloqueo creativo de un artista. El protagonista del film es Calvin Weir-Fields (un Paul Dano con más ductilidad para las escenas dramáticas que para las cómicas), escritor que tuvo un éxito arrollador con su primera novela adolescente. Ahora, una década más tarde y ya al borde de los 30 años, quien estaba llamado a ser el nuevo J. D. Salinger se sienta frente a su vieja máquina de escribir (porque, claro, no aporrea las teclas de un teclado de computación), pero la hoja permanece siempre en blanco. Hasta que, cual revelación, de pronto surge Ruby (la encantadora Zoe Kazan, nieta de Elia Kazan y autora del guión), la chica de los sueños a la que alude el título local. La figura de Ruby sirve como motor para que Calvin vuelva a escribir (en este caso, una novela romántica bastante cursi), pero al poco tiempo descubre que ella no es sólo un mero personaje concebido por él sino alguien bien real, de carne y hueso. Tras la lógica sorpresa inicial y la incredulidad de amigos y familiares que lo creen loco, ella se convertirá en su novia e iniciarán una convivencia. El film –que tiene no pocos paralelismos con Más extraño que la ficción, que encabezaron Will Ferrell y Emma Thompson– ofrece un tono tragicómico que lo hace pendular entre la comedia más absurda y el drama romántico más angustiante.

Amor en el aire

Foto: Fox

Dayton y Faris ganan cuando se concentran en la relación entre Calvin y Ruby (aspecto que les permite reflexionar no sólo sobre el proceso creativo de un escritor sino también sobre el control obsesivo, casi posesivo), pero dilapidan preciosos minutos con subtramas inundadas de clichés del cine independiente norteamericano, como la escena de la visita de la joven pareja a la excéntrica madre de él (Annette Bening) y su no menos delirante pareja (Antonio Banderas), unos neohippies “aristocráticos” que no le aportan nada al film. Más allá de este y otros pasajes o personajes secundarios no del todo logrados, Ruby, la chica de mis sueños resulta una película disfrutable. Sus inquietantes ideas, el notable trabajo visual del fotógrafo Matthew Libatique (Iron Man, El cisne negro) y el buen aporte del dúo protagónico la convierten en un estreno valioso, de esa producción estadounidense bien alejada de los tanques de Hollywood y que, por lo tanto, ya no suele llegar con asiduidad a los cines argentinos. ß Diego Batlle

Una película truncada

La vieja receta del cine de suspenso

el cielO elegidO (argentina 2009). ★★★

buena

dirección: Víctor González. guión: Huili Raffo & Víctor González. fotografía: Rodrigo Pulpeiro. edición: Miguel Pérez. música: José del Fabbro.

la casa del MiedO (silent HOUse-ee.UU./2012) ★★ regular

elenco:

dirección: Chris Kentis y Laura Lau. guión :

Laura Lau.

fotografía :

elenco:

du r ación :

Igor

Martinovic. música: Nathan Larson. Elizabeth Olsen, Adam Trese,

Una oda melancólica sobre el mundo del espectáculo, en el film de Amalric

apta para mayores de 16 años.

C

Foto: iFa

Celebración del arte

85 minutos.calificación :

uando Sarah, su padre y su tío llegan hasta una sombría mansión levantada en un paraje solitario, no es difícil adivinar que dentro de esa casa ocurrirán cosas extrañas. Y efectivamente ocurren. La muchacha descubre primero un misterioso agujero en la pared, luego escucha siniestros gemidos y poco después advierte que sombras pasan raudamente frente a sus ojos. La historia repite la vieja receta a la que tantas veces recurrió la cinematografía norteamericana en este género: suspenso, sustos, algo de sangre, un misterioso pasado y un final que intenta ser esclarecedor. Remarke del film uruguayo La casa muda, de Gustavo Hernández (2011), esta nueva versión poco agrega a aquella producción casi olvidada, ya que las directoras se dejaron tentar por describir la trama en tiempo real presentada como un plano secuencia en el que la protagonista sufre todo tipo de persecuciones. Lo que nunca logran es el suspenso que el entramado requiere y en su búsqueda abusan de los primeros planos del rostro de Sarah. La labor de Elizabeth Olsen es, sin duda, lo más atractivo de la película, ya que todo el peso de la anécdota recae sobre ella, mientras que el resto del reparto, la música y la fotografía no escaparon a la mediocridad de este entramado que, posiblemente, tenga algún interés para los fanáticos del género.ß Adolfo C. Martínez

123 minutos. c a lif ic acion : apta para mayores de 16 años

con reservas.

Eric Sheffer Stevens, Julia Taylor Ross. duración :

Mi Juan Minujín, Osmar Núñez, Osvaldo Bonet, Jimena Anganuzzi,

Adrián Fondari, Héctor Díaz, AngelaRagno, Marta Lubos, Roy Nilson.

tOUrnée (en gira) (tOUrnée, francia/2010). ★★★★ muy buena. dirección: Mathieu Amalric. guión: Mathieu Amalric, Phillippe Di Folco, Marcelo Novais Teles y Raphaëlle Valbrune. fotografía: Christophe Beaucarne. música: Elise Luguern.edición: Annette Dutertre. dirección de arte: Stéphane Tailasson. elenco: Mathieu Amalric, Miranda Colclasure,

Suzanne Ramsey, Linda Marraccini, Julie Ann Muz, Angela De Lorenzo duración:

E

111 minutos. calificación: Apta para mayores de 16 años.

l cine francés llega cada vez con menor frecuencia a la cartelera comercial argentina y Tournée no es del tipo de películas de ese origen que, aún hoy, se siguen lanzando en el mercado local. Por eso –pero sobre todo porque es un film con atributos notables– su llegada (tardía y tan sólo a un puñado de salas) resulta una noticia para festejar. Quienes esperen de este cuarto largometraje como director –y aquí también coprotagonista– de ese notable actor que es Mathieu Amalric una obra austera, medida y redonda deberán estar advertidos: Tournée es precisamente todo lo opuesto a eso. Estamos ante un largometraje desaforado, provocativo, por momentos incluso bastante caótico, pero lleno de energía, de escenas extraordinarias, construido con un espíritu lúdico y celebratorio del proceso creativo y de la mística y camaradería dentro de una troupe artística. El propio Amalric interpreta a

un ex productor de televisión que abandona todo para acompañar a unas strippers norteamericanas bastante veteranas, excéntricas y excedidas de peso durante una gira que él mismo va organizando en distintas ciudades (en su mayoría portuarias) de toda Francia. Este hombre divorciado, padre (bastante incapaz) de dos hijos y dueño de una vida desordenada intentará sin demasiada fortuna utilizar sus viejos contactos en el show-business para sostener este espectáculo denominado Cabaret New Burlesque (los números erótico-musicales coreografiados e interpretados por estas “chicas” orgullosas de exhibir sus cuerpos imperfectos son bastante creativos, vistosos y divertidos). Más allá de algunos desniveles (tiene secuencias llenas de ingenio, sensibilidad y audacia, y otras que se quedan en el mero regodeo visual o caen en un esnobismo un poco banal), es de agradecer que el Amalric director apueste por un cine vivo y visceral en el que conviven la lite-

ratura de Céline, reminiscencias de All That Jazz, el cine de Pedro Almodóvar, la estética de Federico Fellini, el espíritu de John Cassavetes, cierto delirio a-lo-John Waters y una fuerte influencia del tono tragicómico de su amigo y mentor Arnaud Desplechin (Reyes y Reina, El primer día del resto de nuestras vidas). Amalric concibe a Tournée como una oda melancólica sobre este tipo de shows entre voyeuristas, circenses y no exentos de sátira política ya en vías de extinción, pero no se queda en la queja nostálgica porque exalta a sus voluptuosas divas (la antítesis del modelo de vedettes construidas a fuerza de quirófano que ha impuesto la cultura televisiva) hasta hacerlas profundamente entrañables y queribles sin por eso caer en la condescendencia ni en la auto indulgencia. Con un trabajo interpretativo excepcional (sobre y fuera del escenario) en el que hay un gran espacio para la improvisación pero al mismo tiempo una clara conciencia de cómo desarrollarlo dentro del espacio y el tiempo cinematográficos, Amalric se consagra también como realizador (ganó el premio al mejor director en el Festival de Cannes). Un talento que, por suerte, se sigue expandiendo delante y detrás de cámara. ß Diego Batlle

H

asta que se vuelve errática, El cielo elegido tiene unos cuantos méritos bastante inusuales para el cine argentino. Es una historia de curas: pero no de curas villeros, ni sobre abuso de menores, y tampoco de curas al estilo Sandrini. El cielo elegido, en sus dos primeros tercios, es una película filosófica, teológica, herética, en no pocos momentos una comedia perversa basada en la interacción de tres sacerdotes y sus diversas oscuridades. En sus conversaciones hay una electricidad interesante: juegos inteligentes, desafíos obsesivos y malignos. Los dos sacerdotes mayores parecen tener un plan, el más joven parece observar. Los tres, sin embargo, saben hablar, es decir, tienen no pocos diálogos –o monólogos– que se notan escritos con la densidad y la gracia habituales del buen cine estadounidense. Esos diálogos no sólo están encarnados en los personajes sino que además se relacionan de forma lógica y profunda con el ambiente. Los curas mayores están interpretados por Osmar Núñez (oscuro, ladino) y Osvaldo Bonet (impecable, certero, molesto). El joven es Juan Minujín (antes de Vaquero, su ópera prima como director, y antes de protagonizar el éxito Dos más dos). Es que esta película tiene varios años y recién se estrena. Su director es el muy poco prolífico (aunque de gran trayectoria como camarógrafo y director de fotografía) Víctor González. Su única película anterior es de 1999, se llamó Ciudad de Dios (no confundir con la brasileña de Meirelles, de 2002), también cen-

trada en tres personajes en disputa y también una película extraña, difícil de encuadrar. En El cielo elegido, sobre todo al principio, González apela a travellings un tanto reiterativos, pero brilla en el aprovechamiento de espacios: es realmente asombroso el trabajo sobre el cementerio, por ejemplo. El espacio –como los diálogos– está perfectamente asociado con la actividad de los personajes. Pero las cosas, inexplicablemente, cambian, o tienen un destino trunco. El cielo elegido es una película demasiado larga. Y, también, El cielo elegido es una película demasiado corta. Es demasiado larga porque a partir de que esta historia sobre tres curas abandona el centro neurálgico del seminario, el relato adquiere formas extrañas, no tanto raras sino de desconcierto, de descalabro narrativo: las acciones y las decisiones se vuelven abruptas, y lo que pretende pasar por misterio se queda en arbitrariedad. ¿Qué guía al personaje de Minujín en el último tercio de la película? No parece el mismo de antes y tampoco se nos contó ese cambio o, si se lo hizo, fue superficialmente. Los espacios ya no interesan por su construcción, ya no son claros ni subyugantes. Así, ese último tercio sobra: la película era otra –mucho mejor– antes. Y, a la vez, algo falta, ese último tercio se nota demasiado comprimido. La película dura dos horas, pero su potencia y su armado simbólico eran para tres. O para una hora y media. O para otra organización que la presentara cohesionada. ß

Javier Porta Fouz