SECRETOS DE FAMILIA POR MAGDALENA RUIZ GUIÑAZÚ
ENSAYO
SUDAMERICANA 292 PÁGINAS $ 59
Historias de amor, locura y muerte POR GRACIELA MELGAREJO De la Redacción de La Nacion
E
l libro Secretos de familia ha sido en su origen, como lo hace constar Magdalena Ruiz Guiñazú en la introducción, una serie documental de diez capítulos que se emitió a fines del año pasado por televisión. Cada programa unitario se refería a una familia argentina, considerada importante para comprender la historia del país. Ahora, llegado al soporte papel, cada capítulo está formado por el material de cada uno de esos programas. Ha sido muy oportuna la decisión de transformar en libro, con la capacidad de divulgación que esta forma les confiere, a estos verdaderos casos testigo de más de cien años de historias argentinas las cuales, parafraseando al más famoso de los libros de uno de los personajes biografiados, Horacio Quiroga, están llenas de “amor, locura y muertes”. Cada lector podrá juzgar a su turno si los argentinos nos vemos bien reflejados en este gran espejo facetado que es Secretos de familia. Están aquí algunos de los representantes máximos de nuestra cultura, como las hermanas Victoria y Silvina Ocampo y el escritor Horacio Quiroga; también los Lugones, cuya historia trágica se entremezcla con la política y la violencia,
lo mismo que la de los Oesterheld, los Santucho y los Alsogaray, y la mezcla de todos esos temas anteriores en las trayectorias de las familias de los Baron Biza, los Alvear, los Cantoni y los Bravo, y, finalmente, los Botana. El proyecto es ambicioso por demás, porque no es fácil resumir tanto en sólo 304 páginas. Sin embargo, apoyado en la síntesis obligada del guión para televisión, este libro rescata lo que quizá sea uno de sus puntos más altos: las diez entrevistas a otros tantos descendientes actuales de las familias cuya vida es el tema de esta obra. En estas entrevistas, desgarradoras algunas de ellas (como la hecha a Elsa Sánchez de Oesterheld, sobreviviente de una familia conformada por ella, Héctor Oesterheld, el creador de El Eternauta, y las cuatro hijas que tuvieron), se luce Magdalena Ruiz Guiñazú, esa periodista de raza que va escandiendo con sutileza, cortesía, ternura y sagrada obstinación las preguntas necesarias para develar tramas tan complejas. La sorpresa, el reconocimiento, el balance, los recuerdos, el dolor, todas estas reacciones y muchas más caben en este importantísimo material que habla por sí mismo, más allá de las necesarias referencias bibliográficas que atraviesan el libro constantemente (y que han nutrido el trabajo anterior de guionistas y conductora,
Ruiz Guiñazú ANDREA KNIGHT
para dar un producto admirablemente acabado, como recordarán los que hayan tenido oportunidad de haberlo visto por televisión en 2009). Quizá por razones de proximidad en el tiempo hay tres familias cuya historia aparece más conmocionante: los Alsogaray (“desde militares golpistas a militantes montoneros”), la ya mencionada de los Oesterheld (“Quiero demostrarles a los chicos, a todos, al mundo en general, que la violencia
no sirve para nada”) y la de los Santucho (una verdadera crónica de una muerte anunciada). Sin embargo, ya sea que la lectura comience por los años dorados de las Ocampo o acabe, por ejemplo, con ese acto violento e incomprensible que fue la desfiguración a que sometió Barón Biza a su mujer (efectivamente, uno puede elegir el camino de la lectura de acuerdo con sus propios intereses sin que ésta pierda coherencia), gran parte de lo que los argentinos somos como comunidad está aquí reunido. Para los griegos, la hybris, el pecado de soberbia, mostraba a los humanos qué hacían los dioses con aquellos que, habiendo llegado más alto que cualquier otro, no comprendían el valor de lo que les había sido otorgado, y por eso se precipitaban desde el pináculo al más horrible de los abismos de dolor y culpa. En el año del Bicentenario, estas diez historias (algunas inacabadas), que tienen en común haber atravesado los siglos XIX y XX imprimiendo su huella en la argentinidad, nos ofrecen una base firme para reflexionar sobre lo que hemos sido como sociedad y como individuos congregados bajo una misma bandera y, por sobre todo, lo que desearemos ser de ahora en adelante. © LA NACION
Sábado 22 de mayo de 2010 | adn | 13