«Hasta que no fichó Chus por el Barça, mi padre decía que yo jugaba ...

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Sábado 08.03.14 EL NORTE DE CASTILLA

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SANTIAGO HIDALGO CHACEL

EN BLANCO Y VIOLETA GONZALO LANDÁBURU SACERDOTE

«Hasta que no fichó Chus por el Barça, mi padre decía que yo jugaba mejor que él» Gonzalo y Jesús, los hijos de Isidoro, comenzaron a practicar el fútbol en serio en el colegio San José. De conceptos balompédicos parecidos, el mayor se ordenó sacerdote en 1975, aunque siguió disputando partidillos contra su hermano, y eso que este ya militaba en el Real Valladolid, luego fue al Rayo Vallecano, Barcelona, Atlético y llegó a ser internacional. «Cuando le vi jugar, observé que me había copiado el estilo», remacha

Q

uién en Valladolid no ha escuchado la siguiente leyenda urbana?: «Chus Landáburu tenía un hermano cura que jugaba mucho mejor que él al fútbol». Parte de mito, parte de realidad; como en todo, hay que acudir a las fuentes para contrastar la afirmación. El propio Chus Landáburu, jugador del Real Valladolid, Rayo Vallecano, Barcelona y Atlético de Madrid, daba carpetazo con una frase: «Lo que mi hermano hacía en categoría Regional, yo lo hacía en Primera División». Su consanguíneo, el cura, Gonzalo, ocho años mayor que él, decía ante esta interpelación: «Yo pensé que esta frase la inventaron mis amigos en Pamplona, donde fui a estudiar Medicina, o antes en Guardo, pero que se escuche en tantos sitios, eso es que tiene más recorrido. Debe ir más en serio», señala y ríe a carcajadas. Quizá el padre de familia, Isidoro, fuera el que arbitrara esta situación aunque en boca del propio Gonzalo: «Lo que sucede es que mi padre, al principio, me decía que jugaba mejor yo, pero empezó a dudar. Cuando fichó por el Barcelona, dudó ya del todo. Pero hasta entonces, decía que yo jugaba mejor que él al fútbol».

Estudiantes internos Desde la palentina y minera ciudad de Guardo llegaron hasta el colegio San José vallisoletano dos hermanos, los hijos varones de Isidoro, Gonzalo y Jesús (hay otras dos chicas), separados por ocho años de diferencia. A ambos les unía una gran afición por el fútbol. Uno es sacerdote, y el otro, futbolista profesional, porque en las dos profesiones lo es uno toda la vida, aunque cuelgues los hábitos. Los dos se apellidaban Landáburu. Los dos jugaban de centrocampista derecho o mediocentro. No era la única cosa que compartieron. Pues cuando salió Gonzalo del internado del colegio, entró ese mismo año Jesús, ‘Chus’, y con su mismo número de señal, se hizo acopio de cama, armariotaquilla, sábanas y mantas en

aquella habitación a modo de camarote corrido del ejército en la que los estudiantes internos vivían, además de formarse, en el tercer piso del patio de las columnas del colegio. Los siete años que estuvo Gonzalo estudiando con los Jesuitas fue también socio del Real Valladolid. «En el colegio nos entrenó durante algún tiempo García Verdugo, un defensa central y derecho del Valladolid, y Solé, un maravilloso jugador hasta que se produjo una fractura de tibia y peroné», apunta Gonzalo. De esa época, el mayor de los Landáburu recuerda la extraordinaria temporada con Ramallets en el banquillo obteniendo la mejorclasificación en la historia del Real Valladolid: «Tengo en mente el 4-2 histórico que le metimos al Real Madrid, con Rodilla, Endériz, Morollón, Sanchís, Ramírez… y tantos otros». También un asunto al menos curioso y más hoy en día y es que «el Athletic de Bilbao, cuando venía a jugar a Valladolid, solía ir a misa al colegio de San José antes del partido. Era un auténtico acontecimiento para todos», interpela. Tras ingresar en el Opus Dei, Gonzalo concluyó la carrera de Medicina en 1975 en Pamplona. Allí siguió jugando al fútbol en el Osasuna juvenil, Osasuna Promesas y en la selección navarra (antes también lo había hecho en la Selección Oeste de Castilla y León). Ya tenía en mente la vocación eclesiástica y es en Roma, donde se encontraba estudiando Teología, el lugar en el que es ordenado sacerdote. En el fútbol existía entre ellos una rivalidad fratricida moderada bien entendida. Jugaron en contra, nunca en el mismo equipo: «Chus es ocho años más joven. Le enseñé todo, por lo menos hasta que llegó a Primera División. Una vez que le vi jugar por televisión, me di cuenta de que me había copiado todo el estilo. Son los mismos gestos que hacía yo», indica el sacerdote. Ambos eran jugadores de buen desplazamiento, de exquisito

Gonzalo Landáburu fue socio del Real Valladolid. :: PEDRO URRESTI trato al balón y tácticamente listos. Gonzalo prosigue el relato: «Todo los veranos, teníamos campeonatos internos entre él y yo, partidos de uno contra otro, a penaltis... Algún día le gané incluso siendo ya profesional, aunque me daba unos meneos terribles porque ya estaba muy fuerte físicamente».

El asunto de la sotana Gonzalo pasó después cinco años en Barcelona, luego San Sebastián y ahora reside en Bilbao, siempre como capellán de colegios mayores o de enseñanza media. Ha sido

aficionado «de todos los equipos en los que militaba Chus, y del Valladolid por demás». Y eso que el pequeño le dijo en una ocasión en tono de broma, al poco de ordenarse, que «ya no le podría hacer caños por el socorrido tema de la sotana». Al mayor de los Landáburu le hubiera gustado participar en la ‘Clericus Cup’, aunque cuando arrancó esta ya no estaba en Roma. Se declara muy a favor de que el Papa Francisco airee su pertenencia a los colores de San Lorenzo de Almagro porque «lo hace con una naturalidad que ni

los rivales se sienten molestos». En los últimos años, quizá el romanticismo del fútbol se eche a perder por los «grandes intereses económicos; los excesivos sueldos de los futbolistas, a los que nadie pone reparo alguno; el imperativo de ganar, y las malas prácticas que se observan desde la base». Y sigue: «Chus me comentaba un día cuando comenzó a percibir sus primeros sueldos: ¡Si esta gente supiera que yo jugaría al fútbol sin cobrar nada!». Un fútbol profesional que «hoy en día podía ser mucho más solidario y pensar un poco en los demás», finaliza. Con la fotografía de Ramón Masats, diluida en la retina, en la que un seminarista con sotana se lanza a su derecha para intentar detener un balón que viaja pegado al palo de la portería, todos pensamos que un sacerdote jugando al balón siempre ha sido una cosa más que habitual. Tampoco hay que olvidar que muchos de los clubes y entidades deportivas en Inglaterra se constituyeron al amparo de instituciones religiosas, como el Aston Villa, cuyo origen está en Villa Cross Wesleyan Chapel en 1874; el Bolton Wanderers, en el Bolton Christ Church; el Bimingham City, en Trinity Church, o el Everton, en St. Domingo’s Church, antes de desgajarse de él el propio Liverpool. Era esta otra forma diferente de ahormar voluntades con el pasatiempo del fútbol como excusa. Balón y catecismo. Cercano es también el caso de José Manuel Bazurco, sacerdote vasco que llegó a jugar al fútbol profesional en Ecuador a comienzos de 1970. «El padrecito goleador de los botines benditos», le llamaban de forma amigable, y que en una ocasión se enfrentó, marcando un gol, nada más y nada menos, que al mejor equipo de Estudiantes de La Plata. En Valladolid tuvimos a dos hermanos, los Landáburu. Uno de ellos, futbolista profesional. El otro, sacerdote. De lo que uno está seguro es de que, ¡caray, qué bien jugaban ambos!