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FIESTAS
as fiestas son rituales que comunican sentimientos colectivos bien sean de alegría, exaltación, inconformismo o duelo. En primer lugar están las que evocan creencias religiosas. En ellas los pueblos agradecen y piden a sus dioses el favor en las cosechas, en el amor, en la salud y en la prosperidad. Luego están las fiestas llamadas profanas. En ellas se festeja la vida. En estos jolgorios, el cuerpo humano se permite el desenfreno y el goce se convierte en el centro de la celebración. Esta clasificación de las fiestas no debe hacernos perder de vista que la fiesta siempre transita entre lo sagrado y lo profano. Así por ejemplo, el Carnaval de Barranquilla termina el Miércoles de Ceniza. Después de saciar los apetitos del cuerpo, Joselito Carnaval muere y así comienza el periodo de la cuaresma, que invita a la austeridad y al ayuno. Las fiestas afrocolombianas también pueden ser estudiadas mediante la observación de sus manifestaciones simbólicas e históricas. Los disfraces y las máscaras contienen numerosos símbolos que narran las relaciones sociales, los sueños y los miedos de sus portadores. Así, por ejemplo, la pelea entre cucambas y diablitos, comparsas de los carnavales en el río Magdalena, expresa la lucha entre el bien y el mal. También se han interpretado como representaciones de las rivalidades que tenían lugar entre las diferentes naciones africanas durante la Colonia. Así las rememoraciones sobre sus orígenes africanos se hacen presentes en la fiesta y en las celebraciones religiosas. En la población de Coteje, sobre el río Timbiquí, se lleva a cabo la celebración de la Semana Santa. Las calles del pueblo sirven de escenario para la puesta en escena de los episodios que rodearon la muerte de Jesucristo. Entre los más importantes está su apresamiento. En Coteje esta escena es de gran importancia y en ella aparecen como protagonistas unos personajes llamados Pilatos. Ellos van vestidos con faldas de palma, exhiben un hacha en su mano, una pipa que lanza fuego y llevan todo su cuerpo pintado. Juguetean por todo el poblado pellizcando o asustando a los niños. Si bien esta celebración se enmarca dentro de una fiesta religiosa católica es evidente que sus disfraces y las acciones que realizan los •
personajes guardan huellas ancestrales que nos remiten a las herencias africanas que aún perviven entre estos pueblos. Las faldas de palma presentan grandes semejanzas con las faldas de rafia utilizadas en las ceremonias africanas. Este traje se luce en múltiples festividades y es un atributo especial que representa a los espíritus de los ancestros. Así el análisis histórico de las celebraciones afrocolombianas y de su parafernalia permite discernir memorias de largo alcance condensadas en un solo evento.
Comparsa de congos en el Carnaval de Barranquilla, foto Elbert Rodríguez, El Espectador, Bogotá, 26 de febrero de 1990
< > El rey congo con su estandarte, Encuentro Nacional CREA Bogotá, 1998
EL CARNAVAL DE BARRANQUILLA El carnaval es una celebración de la fertilidad, la vida, el goce y el placer. Se caracteriza por quebrantar las normas cotidianas e invertir las jerarquías que ocupan las personas dentro de sociedad. Las actividades laborales se detienen para dar paso al baile y a la embriaguez por días o incluso semanas. Los atuendos habituales se transforman en disfraces coloridos donde el rico aparece como mendigo, el bello como feo, el rey como esclavo, o el hombre como mujer. El Carnaval de Barranquilla es confluencia de expresiones culturales, síntesis de las tradiciones de los pueblos del río Magdalena. Poblaciones con memorias indígenas que se fueron nutriendo con las tradiciones de las diferentes naciones africanas que llegaron a este región entre el siglo XVI y XIX. Por otra parte, estas poblaciones también heredaron los acervos de inmigrantes europeos que llegaron durante ese mismo periodo. La celebración del precarnaval o guacherna anticipa la llegada de la fiesta con un desfile callejero. La gente baila en comparsas al son de instrumentos como la dulzaina, el acordeón, el tambor y la gaita. El 20 de enero es el día de la apertura oficial del carnaval con la lectura de bando. Se trata de los mandatos virreinales del periodo colonial acerca de la manera como debía desenvolverse la fiesta. El domingo siguiente, se realiza la gran parada o desfile de carrozas seguidos de comparsas de danzantes. Ese día también tiene lugar la batalla de las flores. El Carnaval de Barranquilla se ha convertido en la fiesta más importante de Colombia. Durante el siglo XIX, estas festividades representaban la •
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prosperidad económica que generó el mercado del café y el añil. Este mercado atraía extranjeros y nativos de ascendencia indígena o africana que habitaban las riberas del río Magdalena. La primera mención acerca del carnaval es una denuncia por los escándalos que suscitaban las fiestas que fue enviada al virrey Ezpeleta. La celebración de estas fiestas se oficializó en el año de 1876. En ese año la ciudad de Barranquilla y los poblados vecinos acudieron con sus mejores galas en una procesión festiva que duró cuatro días con sus noches. Las influencias africanas en el Carnaval de Barranquilla no son ninguna novedad. En el año de 1693, las autoridades españolas denunciaron las fiestas de tambor que realizaban los cabildos de negros arará y mina. Esos espacios servían para rememorar actividades religiosas de los diferentes grupos humanos africanos. En el año de 1780 las mismas autoridades ordenaron el cierre de los cabildos congos, mandingas y carabalíes, argumentando de nuevo el escándalo que producían sus toques de tambor y sus fiestas.
Artesano exhibiendo una máscara de toro, Encuentro Regional CREA Magangué (Bolívar), 1997
La danza de los congos
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Entre las herencias africanas más importantes que aparecen en el Carnaval de Barranquilla se halla la danza de los congos. Se trata de un desfile de hombres divididos en cuadrillas, cubiertos con penachos de flores y plumas con una cola o penca cubierta de mariposas que llega hasta el suelo. Según la antropóloga Nina S. de Friedemann, este atuendo recuerda a los reyes del Antiguo Reino del Kongo, descritos por Fillipo de Pigafetta en 1591. Cada cuadrilla se denomina con un nombre especial como: Torito Ribereño, La Burra Mocha, Toro Negro, Congo Tigre de Galapa. Cada grupo de danzantes tiene una sede o palacio, de la cual parte hacia las calles barranquilleras donde despliegan ritos de enfrentamiento con otras cuadrillas. En las danzas callejeras los congos blanden sables de madera, culebras vivas y vejigas de animales. Estas prácticas y atavíos acompañados con sus respectivos relatos recuerdan las rivalidades entre antiguas naciones africanas que se encontraron en el Nuevo Mundo durante el periodo colonial. En la descripción del año 1693 dejada por las autoridades españolas, se afirma que en ese entonces los africanos colocaban un tablado donde competían entre bandos que se agrupaban según sus antiguos ascendentes africanos. Hoy en día, después de los enfrentamientos rituales, las cuadrillas se organizan en líneas de dos en dos para desfilar alrededor de las carrozas en la Batalla de las Flores y en la Gran Parada. Además de desfilar, los congos se congregan para rememorar las historias de sus antepasados africanos y la vida en sus antiguas naciones. Estas narraciones mantienen la fuerza de la expresión
Carroza con elefantes en el Carnaval de Barranquilla, El Espectador, Bogotá, 23 de enero 23 de 1995
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Marimondas, El Espectador, Bogotá, 23 de enero de 1995
oral, práctica de gran importancia para las poblaciones afrocolombianas. Mediante la oralidad se ejercita le memoria colectiva, se rememora la historia y se consolida sentido de identidad y pertenencia entre los descendientes de los africanos en esa región del país.
La fauna danzante Negros embetunados, Encuentro Regional CREA Magangué (Bolívar), 1997
Caimanes, elefantes y tigres de origen africano conviven con culebras, pájaros, toros y burros americanos. Personajes enmascarados hacen vibrar a todos los caseríos del río Magdalena hasta que llegan a Barranquilla en donde realizan paradas fantásticas que imitan los atributos del animal. La procedencia africana de esta fauna danzante aparece en las máscaras que representan a personajes como la marimonda. Se trata de una figura enmascarada en forma de capuchón que se desliza sobre la cabeza. Tiene grandes orejas y una trompa muy larga. Aunque los pobladores de la región la llaman mono, sus características morfológicas corresponden a las de un elefante. Su carácter es irónico e insolente, siempre busca perturbar. Es uno de los personajes más antiguos del carnaval y, según relatan sus protagonistas, era utilizado por las personas que no tenían dinero para hacerse a un disfraz. Pero no sólo la forma exterior del disfraz permite asociar a la marimonda con un elefante. Según Nina S. de Friedemann, entre las tradiciones cameruneses de los bagami, bamum, doala y bamileke hay máscaras muy parecidas que representan al elefante africano. De ahí que sea susceptible suponer que la marimonda sea una representación de este importante animal que viajó desde África hacia las costas caribeñas colombianas. FIESTA DE REYES: CARNAVAL ANDINO DE BLANCOS Y NEGROS La celebración antes conocida como la Fiesta de Blanquitos y Negritos tiene sus raíces en los autos sacramentales que se realizaban en el mundo cristiano como recordatorio de la Epifanía y la visita de los Reyes Magos a Jesús recién nacido. La conmemoración de origen ibérico se nutrió con los aportes de las culturas aborígenes americanas y africanas durante la conquista y la Colonia. Este tradicional festejo del sur del país está relacionado con la sublevación que protagonizaron los africanos esclavizados de la población antioqueña de Remedios la cual llenó de pánico a las autoridades. Este acontecimiento repercutió en las provincias del sur de la Nueva Granada, cuyos esclavizados exigieron un día de descanso. El rey de España por Cédula Real, concedió el 5 de enero como la fecha única del
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Joven embetunado, Encuentro Regional CREA Magangué (Bolívar), 1997 Blancos pintándose de negros durante el Carnaval de Blancos y Negros en Pasto (Nariño), foto Ramírez, El Espectador, Bogotá, 5 de enero de 1989 Desfile durante el Carnaval de Blancos y Negros en Pasto (Nariño), foto F. Caicedo, El Espectador, Bogotá, 9 de enero de 1989
Comparsa con ataúd en los carnavales de Tumaco (Nariño), foto J. Romero, El Espectador, Bogotá, 7 de febrero de 1989 •
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Grupo de hombres disfrazados de mujeres durante el carnaval de Tumaco (Nariño), foto Isabel Chávez, El Espectador, Bogotá, 12 de febrero de 1994
Hombre disfrazado de anciano en el carnaval de Tumaco (Nariño), El Espectador, Bogotá, 16 de febrero de 1991
Hombre disfrazado de palangera negra en el carnaval de Tumaco (Nariño), El Espectador, Bogotá, 16 de febrero de 1991
año en la cual los esclavizados podrían gozar de relativa libertad. Al enterarse se lanzaron a las calles danzando al son de la música africana. Según las crónicas, para el 6 de enero de 1880 se paseaban por las calles de la ciudad un rey negro, un rey indio y un rey blanco montados a caballo, haciendo un homenaje a Jesús recién nacido, acompañados de música y cortejos. Tiempo después se incorporaron nuevos certámenes que hicieron de esta fiesta, el carnaval más grande del sur del país. La antesala al carnaval comienza con la novena de aguinaldos que reúne a las familias para recordar el proceso de concepción y nacimiento de Jesús. Esta novena se lleva a cabo entre el 16 y el 24 de diciembre. El 28 de diciembre se celebra el día de los Santos Inocentes. El 5 de enero comienza el carnaval. Ese día se conmemora el día de negritos. El rasgo fundamental de la fiesta es el “tizne de negritos”. En él, los pastusos salen a las calles con betún o con trozos de carbón pintando de negro a las mujeres, hombres, amigos y enemigos. Al siguiente día, 6 de Enero se festeja el día de los blanquitos lanzando polvo blanco o talco en la cara de los transeúntes desprevenidos. Los dos días se distinguen por la música de bandas que recorren las calles, desfiles de carrozas con gigantescas figuras de movimiento, comparsas, murgas y disfraces tales como el condenado a muerte, la novia abandonada, el jugador expulsado, el deudor hipotecario, el culebrero intoxicado, el soldado herido del Grupo Cabal o el santo cachón. Noticias provenientes de otros lugares de América dan testimonio de celebraciones que bajo el pretexto de conmemorar el Día de Reyes, ejercitan prácticas políticas provenientes del continente africano. Según Fernando Ortiz, los cabildos de las naciones africanas realizaban en La Habana la elección de su rey en la fiesta del Día de Reyes. En el cabildo Congo se congregaba una junta de tres días de vela. También se hacían ceremonias en honor a san Antonio a quien ofrendaban con comida. El 6 de enero se escogía al salí (rey), teniendo en cuenta su entú (talento). El mismo día, salía el rey ataviado con trajes y adornos propios del ejército español y sosteniendo un bastón como símbolo de su autoridad. Los súbditos le seguían vistiendo sus mejores galas y realizando desfiles y danzas al son del tambor africano.
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FIESTA DEL CORPUS CHRISTI Tiene su origen en los autos sacramentales, que eran representaciones teatralizadas del evangelio y de ciertos pasajes del Antiguo Testamento. Esta práctica fue muy corriente durante la Colonia. Con ella se pretendía evangelizar a las personas que no sabían leer. El objetivo fundamental de los autos sacramentales era dar a conocer los dogmas de la fe católica en América. La fiesta del Corpus se celebra en solsticio de verano, fecha en la cual se cierra el ciclo de siembra y cosecha. Según los expertos, la celebración cristiana se superpuso a otras de origen grecorromano, pero también a las fiestas que, por el mismo motivo, celebraban los indígenas americanos y la gente africana que llegó al Nuevo Mundo. En 1564, fray Cristóbal Torres, quien se desempeñaba como arzobispo en la Nueva Granada, describió cómo una procesión escenificada recorría las calles de Santa Fe. Esta procesión estaba encabezada por el alto clero y los dignatarios de la corona. Estos nobles eran seguidos por los indígenas quienes al ritmo de sus danzas ofrecían los productos de la tierra. Luego aparecían las cofradías de negros, quienes aprovechaban el rezo a las almas del purgatorio para rendir culto a sus ancestros africanos.
Flagelante de Santo Tomás (Atlántico), El Espectador, Bogotá, 21 de marzo de 1989
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Flagelante de Santo Tomás (Atlántico), foto Elbert Rodríguez, El Espectador, Bogotá, 10 de abril de 1998 •
Flagelante de Santo Tomás (Atlántico), El Espectador, Bogotá, 21 de marzo de 1989
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LAS FIESTAS DEL DIABLO La figura del diablo ha sido fundamental en la historia de las culturas afroamericanas. Durante le periodo colonial, sus festejos de tambor, danzas y prácticas curativas siempre fueron asociadas al demonio. Como una estrategia simbólica de resistencia, la gente africana se apropio de esa imagen para enmascarar ritos y personajes propios de sus lugares de origen, manteniendo así la fuerza de sus tradiciones. De este modo, la demonización, estigma que les cerró las posibilidades de ascenso social, educación o trabajo fue utilizada de manera estratégica por los esclavizados para preservar diferentes aspectos de sus culturas ancestrales. El diablo y sus acciones han sido símbolo de resistencia entre los pueblos afroamericanos. Aparece en máscaras, relatos, carrozas y disfraces. Desde tiempos coloniales, los misioneros que visitaron la costa pacífica afirmaban que los instrumentos musicales de los esclavizados eran el propio demonio y bailar al son de los mismos fue considerado como un acto satánico. Estas acusaciones fueron lanzadas contra la marimba de chonta y contra la danza del currulao característica de esa región. Pero la fiesta más legendaria en honor al demonio es el Carnaval del Diablo en Riosucio (Caldas). Según Ángela Pérez, esta ciudad fue fundada en 1819 por la unión de dos reales de minas: Quiebralomo, conformado por mineros africanos, y La Montaña, habitado por indígenas embera. El poblado conservó su antigua división, de tal manera que La Montaña ocupó la parte baja con una plaza propia consagrada a la Virgen de la Candelaria. Quiebralomo tomó la parte alta adoptando a san Sebastián como su santo patrono. En el año de 1846 se decretó la supresión de los distritos originales y se creó Riosucio. Alimentándose de las tradiciones culturales de españoles, indígenas y africanos nació el carnaval que comienza el día 28 de diciembre – Día de los Inocentes– y termina el 6 de enero, Día de Reyes. Esos días transcurren entre desfiles callejeros, pólvora, poesía, danza y alcohol hasta el cansancio. El día más importante es el 4 de enero cuando la gran estatua del diablo se sienta en su trono rodante y comienza el desfile triunfal por las calles del poblado. Lo sigue un cortejo de personajes disfrazados, la chirimía, las cuadrillas de oradores que relatan la tradición de su gente y denuncian los problemas sociales; por supuesto acompañados de los polvoreros de Supía. Del otro lado del pueblo, los matachines sobre un tablado, esperan la llegada de su majestad. Cuando el diablo llega, comienza un duelo de palabras donde ambos bandos descargan sus inconformidades. Es una larga ceremonia literaria donde el pueblo ejercita su memoria colectiva. Los días siguientes, son ocupados por
El carnaval del diablo en Riosucio (Caldas), foto Emiro Mejía, El Espectador, Bogotá, 9 de enero de 1989
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las comparsas y los bailes de la chicha. Entre las prácticas de ascendencia africana que aún están vigentes en ese carnaval, podemos resaltar todas las destrezas alrededor de la oralidad. Las cuadrillas de oradores constituidas por demonios y matachines en oposición constante, relatan la historia de la ciudad, de los personajes míticos de la región. Este aspecto convierte la fiesta en una evocación del pasado y en una manifestación del inconformismo de estos pueblos descendientes de mineros de origen africano. Es posible encontrar ese doble atributo de la oralidad como denuncia y remembranza colectiva entre las sociedades del África que abastecieron los mercados negreros de lo que hoy es Colombia.
El diablo en una comparsa nocturna durante el carnaval en Riosucio (Caldas), foto Emiro Mejía, El Espectador, Bogotá, 9 de enero de 1989
Comparsa de diablitos, Encuentro Regional CREA Magangué (Bolívar), 1997
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> El entierro de Pericles durante el carnaval de Riosucio (Caldas), foto Emiro Mejía, El Espectador, Bogotá, 9 de enero de 1989
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FIESTA DE SAN PACHO EN QUIBDÓ La primera noticia sobre esta fiesta data de 1648. En ella se relata que una comisión de misioneros franciscanos llegó al Pacífico colombiano llevando una imagen de san Francisco de Asís. La comisión tenía el propósito de pacificar a los indios y allanar las rutas de oro del Chocó. El lugar estaba poblado por los indígenas citaraes con quienes los franciscanos organizaron una procesión de balsas la cual estuvo encabezada por la imagen del santo. El 28 de agosto del mismo año los indígenas fueron a saludar la imagen vistiendo atavíos insólitos para los misioneros: tocados, collares y pintura corporal. Además le ofrecieron pescados y frutas. En el afán de fortalecer la misión, los franciscanos pretendieron levantar una iglesia a orillas del río Atrato cuyo patrono sería san Francisco de Asís. Sin embargo, en 1684 los indígenas asesinaron a algunos de los misioneros y quemaron ese primer poblado. No obstante, ellos no eran los únicos pobladores del lugar. Para 1670 habían llegado nuevos conquistadores; eran los aventureros que, en la búsqueda incansable del oro, llevaban consigo cuadrillas de esclavos que servirían como mano de obra a las labores de extracción del oro. De este modo san Francisco de Asís se convirtió en el santo patrono del recién fundado pueblo de Quibdó. La acogida de este santo por parte de la población esclavizada no se hizo esperar. Desde los primeros años la celebración del día patronal se convirtió en la festividad más grande del lugar. En un comienzo, esa celebración tuvo un carácter sagrado en el sentido de conmemorar, recordar y homenajear al santo. Para esto se realizaba una procesión de la imagen que se paseaba por los diferentes barrios de la ciudad, como recordatorio de los primeros recorridos del san Pacho que viajaba visitando los caseríos a lo largo del río. En la actualidad al carácter sagrado de esta fiesta se le suma uno carnavalesco que tiene su origen en las fiestas de diciembre y enero que, como el carnaval de Barranquilla, festejan en Quibdó el advenimiento del nuevo año. La fiesta de San Pacho también está compuesta por desfiles de comparsas que recorren los diferentes barrios con el fin de competir y denunciar las necesidades prioritarias de los pobladores. Al son de la chirimía chocoana compuesta por clarinete, platillos, tambor alegre o redoblante (requinta), tambora, bombardino y saxofón se realizan danzas en honor al santo. De esta manera, el baile y la fiesta se convierten en un medio para reclamar mejores condiciones de vida. El festejo patronal esta constituido por una procesión religiosa que conduce la imagen del santo par toda la ciudad, hasta llegar a la catedral de Quibdó donde se realiza una larga ceremonia en homenaje a San Pacho. •
REINADO NACIONAL DE BELLEZA A lo largo de la historia nacional la participación de la mujer afrocolombiana ha sido destacada no solo en la conservación y difusión del patrimonio material e inmaterial de su cultura sino que además ha participado activamente en la vida política regional y nacional. En los años recientes vale la pena destacar la figura de Piedad Córdoba, actual senadora de la república quien ha participado activamente en la reivindicación de los derechos étnicos y territoriales de los pueblos afrocolombianos. El reinado que se celebra en Cartagena el 11 de noviembre remplazó la fiesta cívica de la ciudad donde las calles eran recorridas por comparsas que evocaban los antiguos cabildos de negros. El centro de la fiesta estaba constituida por comitivas que desfilaban y danzaban, al ritmo de los tambores. Algunas comparsas venían del Palenque de San Basilio cuyos participantes
hacían un recorrido hasta Cartagena agrupados en comparsas. Lo más particular es que las comparsas estaban conformadas por cuadros o grupos de edad que reflejan la organización política de los descendientes de cimarrones. Esta forma de organización social y de gestión de la vida pública guarda estrecha relación con tradiciones comparables en África. En medio de la celebración se animaban antiguas disputas entre gente africana de diversos orígenes. Estas contiendas se representaban mediante danzas, tambores y hasta riñas directas. También se caracterizaba por la aparición de hombres disfrazados de mujeres pilanderas. Esos hombres bailaban y cantaban balayes, escobas y totumas con los que se pilaba el arroz en los campos. A mediados del siglo pasado, la festividad empezó a transformarse en un reinado de la elite cartagenera, desplazando así el carnaval original hacia los suburbios populares de la ciudad.
Vanessa Mendoza, representante del Departamento del Chocó al Reinado Nacional de la Belleza, es la primera afrocolombiana que ha obtenido en este concurso el título de Señorita Colombia, El Espectador, Bogotá, noviembre del 2001
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Cristo y romanos en andas durante la procesión de Semana Santa en Mompox (Bolívar), El Espectador, Bogotá, 19 de abril del 2000
SEMANA SANTA EN COTEJE Coteje es una población alejada de las grandes ciudades colombianas, que está ubicada sobre el río Timbiquí (Cauca). Allí la celebración de Semana Santa se ha convertido en una fiesta que ha puesto en escena memorias africanas. Éstas afloran de manera especial cuando se rememora la muerte y resurrección del Mesías católico. El ejemplo más claro de esa africanización de estas creencias y prácticas se halla en las representaciones teatralizadas de los acontecimientos de la Semana Mayor. En el apresamiento de Jesús, aparecen unos jóvenes uniformados con camisetas amarillas, armados con escopetas de madera que recorren el pueblo en una formación militar guiada por el percutir de los cununos. Otros personajes representan a Pilatos. Estos son hombres vestidos de faldas de palma, con el cuerpo pintado de tierra, quienes cargan en su mano un hacha. Su relación es evidente con los atuendos y objetos rituales utilizados en la zona de África centro-occidental, zona de la cual fueron deportadas numerosas personas africanas hacia esta región del Pacífico, entre 1680 y 1740. •
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Cargadores de imágenes durante la procesión de Semana Santa en Mompox (Bolívar), El Espectador, Bogotá, 21 de marzo de 1989
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Festival del Coco, uno de los eventos que tiene lugar durante el Festival de la Luna Verde en San Andrés, foto Manuel Rodríguez, El Espectador, Bogotá, 21 de abril de 1991 •
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BALSEADAS DE SANTOS EN EL PACÍFICO Las poblaciones ribereñas de la costa Pacífica homenajean a los santos patronos de sus poblados por medio de fiestas que se conocen como balseadas. Las balseadas son procesiones en canoas. Éstas son construidas en troncos ahuecados que, al son del tambor, conducen imágenes católicas a lo largo del río hasta el poblado. Una vez en el poblado, la imagen se ubica en la casa de la familia que, según la tradición, es la encargada de brindar la fiesta para ese año. Junto con el marimbero y los tamboreros, la dueña de casa toma el lugar central de la reunión entonando los primeros alabaos, bailando alrededor de la imagen, y ejecutando los instrumentos musicales tradicionales. Del 1 al 6 de enero se celebra la balseada del Señor del Mar en la desembocadura del río Sanquianga. Las poblaciones de Bocas de Satinga, Mulatos, el Baíto, suben la imagen del nazareno en una canoa que se conduce por el río. La imagen es un Jesús resucitado con los brazos abiertos y túnica marrón, rodeado de flores artificiales. La balsa principal es seguida por otras veinte o treinta cuyos tripulantes entonan alabaos para el santo. Al llegar al poblado, se coloca el santo en un altar en la casa elegida para conducir la fiesta. El coro de mujeres y los músicos forman una conversación rítmica que relatan episodios de la infancia, de las picardías, de la vida familiar de Jesús en una secuencia que va adquiriendo intensidad con el paso de las horas. Los hombres que no interpretan ningún instrumento se sitúan fuera de esa casa para jugar dominó y tomar licor. Esta secuencia puede durar varios días. Otras balseadas de santos se presentan sobre el río San Juan: la población de Tadó festeja a la Virgen de la Pobreza, en Istmina a la Virgen de las Mercedes. Alrededor del río Baudó a San Martín de Porres. A Santa Bárbara y la Virgen de Atocha en el río Timbiquí y a la Virgen de la Inmaculada en las poblaciones cercanas a Guapi. FIESTAS PATRONALES DE SAN ROQUE EN TALAIGUA En el municipio de Talaigua (Bolívar), san Roque es homenajeado durante varios días en un proceso festivo de carácter sagrado y profano a la vez, cuyo punto de unión es rogar al santo por las buenas cosechas, la salud o la abundancia de dinero. La antesala del festejo es la novena al santo, una secuencia de oraciones que se hacen en familia y que preparan el ambiente del poblado para la celebración. La llegada de la banda anuncia el comienzo de la fiesta con el baile de la Gigantona quien es el mismo San Roque transformado. La Gigantona baila recorriendo el pueblo acompañada de pólvora y ron.
Luego llega el Día del Santo. La banda de músicos recorre el pueblo desde el amanecer entonando canciones destinadas a homenajear al santo. Esta actividad musical se realiza antes de la celebración de la gran misa en su honor. San Roque, ataviado con sombrero de plata, bastón y calabaza de plata, se posa sobre un anda al costado izquierdo del altar. La eucaristía comienza con la interpretación del himno nacional y continúa con los bautizos, primeras comuniones, matrimonios. Algunos niños se visten como el santo y son los encargados de cumplir las mandas que requiere el santo para cumplir los favores. Antes y después de la celebración los talaigueños relatan los milagros que les ha concedido el santo cuando le rinden los homenajes que él requiere. También se refieren a la transformación de su fervor cuando la imagen de san Roque fue cambiado por uno nuevo y grande. Para los pobladores, el pequeño es el propio, válido y milagroso san Roque, el otro es un simple reemplazo. Varias historias cuentan acerca del oro que tenía esa primera imagen en brazos, manos y calabazos pero que ahora ha desaparecido. Luego de la ceremonia hay carreras de caballos, juegos de azar y mercados ambulantes a donde acude masivamente la población. Mientras tanto, el ritual de tocar al santo convoca a quienes buscan algún favor del mismo. Así, pasan de uno en uno sobándolo con un pañuelo, rozándolo con una vela o con la piel. Al llegar la noche comienza la procesión danzada de san Roque quien se desplaza en andas por las calles principales de Talaigua. El santo aparece iluminado con una media luna de bombillas sobre su cabeza y ramos de flores que rodean sus pies. El entusiasmo festivo crece a cada paso del santo cuya marcha es conducida por la música de la papayera. Esta procesión termina en la iglesia principal del pueblo donde se encienden dos castillos de luces; el primero alberga la imagen del santo, el segundo, una chalupa. San Roque entra al templo donde es aplaudido y homenajeado con velas multicolores. La celebración continúa en los salones. La papayera se traslada a la tarima ubicada en la plaza central. Mientras espera a los talaigueños que arriban engalanados para la ocasión. Este es un evento de socialización donde las madres desfilan mientras esperan que los parejos pidan un baile con sus hijas. Las danzas que se realizan son la mazurca, el tango, el vals, pasodoble, pasillo, bambuco y corrido. También se realizan los fandangos donde la gente baila alrededor de la papayera, con una vela encendida en la mano. Las casetas de pick-up han ido remplazando la costumbre de los salones y los fandangos, hoy en día los jóvenes se reúnen alrededor de equipos de sonido a escuchar música foránea y a beber
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cerveza. En esta fiesta el ritmo de la celebración es conducido por la papayera, que sirve como conductor del ánimo colectivo. Primero, sirve como anuncio del inicio de la fiesta (cuando llega al pueblo); luego manifiesta el desenfreno y la alegría durante el recorrido de La Gigantona. Después conduce a un estado de solemnidad en la misa y permite la procesión danzada con la música clásica. EL FESTIVAL DE LA LUNA VERDE EN EL ARCHIPIÉLAGO DE SAN ANDRÉS Y PROVIDENCIA El Festival de la Luna Verde es una celebración que hace visible un modo de ser y celebrar que es propio de la gente afrocaribeña. A pesar de tener un origen reciente, el festival presenta características que relatan la historia de estas Islas. La desaparición absoluta de la presencia indígena, así como la colonización por parte de ingleses que introdujeron africanos para laborar en grandes plantaciones, se manifiestan hoy en día en la cultura sanandresana. El festival se inicia con una excitante marcha
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El grupo The Rebels en el escenario durante el Festival de la Luna Verde en San Andrés, foto Manuel Rodríguez, El Espectador, Bogotá, 21 de abril de 1991
Presentación de un grupo musical durante el Festival de la Luna Verde en San Andrés, foto Aponte, El Espectador, Bogotá, mayo de 1993
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que recorre las principales vías de San Andrés al ritmo de tambores marciales que marcan el compás, aprovechado por las huestes de la numerosa banda de percusión para desarrollar coreografías originales. Los ritmos militares son acompañados por pasos de marcha sugeridos por claves de tambor, que varían según el líder que conduzca a la banda militar juvenil. Estos líderes establecen una especie de competencia entre sí cuando, estando al frente de la banda, señalan las marcaciones rítmicas, que el conjunto debe interpretar y trasladar sin perder contacto con el ritmo inmediatamente anterior. Entre tanto, en medio de los miembros de la marcha, se realiza una lucha coreográfica. Estas coreografías tienen su origen en los antiguos juegos de guerra de los guerreros Coromantés de Ghana y los bailes épicos de las coreografías Ashantis, que representan un complejo simbolismo corporal y rítmico. Por la noche se presentan los conjuntos musicales y danzísticos de las Islas. Los tradicionales comprenden los bailes heredados de los bailes salonescos europeos de finales del siglo XIX, como la polca o el chottis. Pero también, hay conjuntos musicales que hacen uso de los
instrumentos acústicos tradicionales africanos como tambores, la carraca y el caracol. Estos escenarios festivos nos remiten a las jornadas anuales conocidas como Congo Meetings que se practicaban en el secreto abigarrado de la manigua, plantación adentro, durante la colonia. En ellas afluían los represados gritos, bailes, gestos dramáticos y expresiones apisonadas que sucedían a pesar de los esfuerzos británicos por reducir a su mínima expresiónlas reconstrucciones culturales y místicas de los africanos. Como consecuencia directa de los procesos de acción de la cultura colombiana continental desplazada a los territorios insulares, otros elementos musicales han logrado arraigarse relativamente en el Green Moon tales como el vallenato que ha sido introducido por los barranquilleros que han inmigrado a la isla. También se presentan los artistas, venidos de todos los confines del Caribe, representan lo más vivaz y dinámico del actual cosmopolitismo de la música antillana. Entre las influencias más importantes está la de Jamaica que, como la metrópoli inglesa del Caribe, se ha constituido como generadora de caracteres culturales irradiados por el constante intercambio de información sobre costumbres, modas y noticias. Jamaica y Trinidad constituyen las bases de una cultura musical que se extiende por toda la región. Después de la primera guerra mundial muchos jamaiquinos son alistados en el ejército inglés. Los soldados que regresan traen consigo instrumentos musicales como los tambores”Charles”, utilizados en las marchas de combate, trompetines y clarines. La. guitarra (adoptada por el fuerte contacto con la gente afrohispana) y el banjo –viejo instrumento africano, cuyo nombre original es banjor y que fue reconstruido por los africano-americanos de Estados Unidos– ofrecen las posibilidades melódicas, iniciando con ello una transformación rotunda. Es quizás un poco antes de ese momento cuando el Mento se difunde por las islas de habla inglesa y entra en San Andrés y Providencia, con el aporte local que debió adaptar instrumentos precarios pero que mantuvo intacto su contenido, reemplazando los hechos foráneos por sus propias crónicas y comentarios.
Comparsa de muñecos gigantes durante el carnaval en Providencia, foto Martín R., El Espectador, Bogotá, 14 de noviembre de 1990
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