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ÁFRICA EN COLOMBIA
EL ORO AFRICANO EN LA HISTORIA DEL NUEVO MUNDO
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ntre 1444 y 1488, los portugueses recorrieron las costas occidentales de África. En 1481 construyeron, en los alrededores de Accra (actual capital de la República de Ghana), el fuerte El Mina, llamado así por las minas de oro que se encontraban en sus alrededores. Los europeos conocían muchas historias acerca del oro africano. Durante el Medio Evo, musulmanes del norte de África (como Ibn-Battuta, Al-Umari e Ibn-Khaldun) habían visitado regiones situadas al sur del Sahara y en sus diarios de viajes habían descrito el comercio de oro de Bilad-Al-Sudan o “país de los negros”. Estas historias habían llegado a las cortes europeas a través del Mediterráneo y habían hecho que los lusitanos soñaran con explotar estas minas. Pero sus intentos fueron infructuosos. Durante la Edad Media y el Renacimiento el oro africano que llegaba a Europa provenía de los negocios que los comerciantes musulmanes realizaban con los pueblos del África sub-sahariana, en especial con las gentes cuyas civilizaciones habían florecido entre el río Níger y el bosque tropical. El comercio a través del Sahara fue muy importante. Las caravanas cargadas de sal partían de Taghaza, atravesaban el desierto y poco a poco se internaban en el Sahel, donde se hallaban grandes ciudades como Tumbuctú y Gao, dos de los puertos más importantes sobre el río Níger. Pero las caravanas no se detenían allí: descendían aun más, hasta el borde del bosque donde se hallaba la ciudad de Niani, situada sobre el río Sankarani, intercambiaban la sal por oro y luego remontaban hacia el Mediterráneo. Este tráfico a través del Sahara también acarreó otros metales, como el cobre. Éste era explotado en las minas de Tadekka y transportado hacia las ciudades sudanesas al mismo tiempo que la sal. El intercambio de mercancías entre el desierto y la cuenca del río Níger permitió el viaje de muchas historias del África sub-sahariana a las cortes de Europa. Sin embargo, esta región permaneció inaccesible a los europeos durante mucho tiempo. Primero, porque los africanos mantuvieron el secreto acerca de los lugares en donde se
La cruel reina africana tomado de O trato dos viventes, Luiz Felipe de Alencastro, São Paulo, Companhia das Letras, 2000
hallaban las minas de oro. Segundo, porque el Islam, practicado en esa región desde el siglo XIII, se convirtió en una barrera para la instalación definitiva de los cristianos y, tercero, porque los portugueses siempre tuvieron miedo de aventurarse tierra adentro. Sin embargo, gracias a los escritores árabes de la Edad Media, Europa supo que en África existían soberanos prestigiosos.
Mapa físico y político del África H. Brué, 1822, grabado, 57 x 86 cm, Bogotá, Archivo General de la Nación, mapoteca 5, ref. 505
Rey de Mali tomado de Vallées du Niger, París, Éditions de la Réunion des Musées Nationaux, 1993
EL IMPERIO DE MALI Ibn-Battuta e Ibn-Khaldun fueron dos escritores que dejaron testimonios acerca de Mali. Este imperio nació en la zona de producción de oro de Buré. Allí se instaló su capital, Niani, a orillas del río Sankarani. Su apogeo abarcó los siglos XIII al XV. Su territorio se extendía desde la ciudad de Gao hasta el océano Atlántico, y hacia el sur hasta el bosque tropical, controlando el comercio entre el África occidental y el África septentrional. Sunjata Keita fue el héroe conquistador y fundador de este vasto imperio. En 1376, Ibn-Khaldun escribió: “El más poderoso de todos los monarcas se llamaba Mari Djata. En su
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pueblo, mari quería decir emir y djata significaba león”. Desde niño había sufrido problemas en las piernas y, por razones políticas, había tenido que huir al exilio junto con su madre, llamada Sogolon Konde, quien cuidó de él. Años más tarde, cuando Sunjata Keita, el niño-león, se había convertido en un joven, recibió a unos emisarios de su pueblo que venían a buscarlo para que luchara por ellos, pues Sumaoro Kante, un reputado guerrero, quería invadirlos y gobernarlos. Sunjata Keita regresó y se presentó ante los jefes de su pueblo. En 1235, en la batalla de Kirina, Sunjata Keita (quien defendía al pueblo mande) venció a Sumaoro Kante (quien pertenecía a los sosoe). Aparte de la intención de expandir sus territorios, en el centro de las disputas se hallaba el control de la explotación y el comercio del oro. Desde la época de Sunjata Keita el imperio de Mali se convirtió en una gran potencia internacional. En 1324, su rey, llamado Soleiman Mansa, viajó a Egipto con el fin de peregrinar hacia La Meca. Pero al mismo tiempo que realizaba actos piadosos, buscaba nuevos compradores de oro y esclavos. Las minas eran tan valiosas para la economía del imperio que su acceso estaba prohibido a los mercaderes árabebereberes. Hacia 1375, los mayorquinos realizaron una representación cartográfica del mundo conocido. El rey de Francia, Carlos V, financió este proyecto, que se conoce hoy como el Atlas catalán. Este libro presenta al rex Melli como un señor poderoso con una corona de oro en la cabeza, un cetro de oro y un disco de oro en la mano derecha. En ese entonces, el rey de Mali era considerado el más poderoso de todos. Imágenes como ésta estimularon en los portugueses el entusiasmo por la aventura, así que desde la segunda mitad del siglo XV se lanzaron a explorar las costas occidentales de África. Al igual que los comerciantes musulmanes, los portugueses no consiguieron controlar las minas de oro, pero se inventaron otro negocio: deportar seres humanos hacia América para explotar el oro que los españoles encontraban en el Nuevo Mundo.
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EL PUENTE ÁFRICA-AMÉRICA. LOS CONTACTOS PRECOLOMBINOS Las relaciones entre África y América son antiguas y muy importantes para comprender nuestra historia. Casi siempre asociamos los contactos de estos dos continentes con el comercio negrero, que se inauguró a finales del siglo XV y se prolongó hasta finales del siglo XIX. Sin embargo, algunos investigadores, en especial los arqueólogos, afirman que los intercambios entre estos dos mundos se remontan a épocas anteriores a la llegada de Cristóbal Colón a América.
Numerosos científicos africanos enfocan lo sucedido en 1492 como parte de una serie de eventos de los cuales África nunca estuvo ausente. La hipótesis que pretende contactos africanos con América en tiempos precolombinos es una inquietud permanente que estimula nuevas investigaciones. Una conversación entre el gobernador de El Cairo (Egipto) con el rey de Mali, Soleiman Musa, durante su primer peregrinaje a lugares santos del Islam, en 1324, narra los esfuerzos de su predecesor, Mansa Aboubakar II, en torno a la exploración del océano Atlántico. Estos hechos podrían tener relación con la hipótesis propuesta en 1977 por el antropólogo Donald Lathrap, según la cual la agricultura se deriva de un patrón único de experimentación que tuvo lugar en África hace más de 40.000 años. De acuerdo con una parte de la propuesta de Lathrap, a algún lugar de la costa septentrional de Brasil, hace más de 12.000 años, pudo arribar un grupo de pescadores africanos. Buscando terrazas, fueron arrastrados por corrientes marinas lejos de las costas occidentales de África hasta un punto entre Recife y la desembocadura del río Amazonas. ¿Viajaban en balsas o canoas? ¿Fueron arrastrados con las semillas del calabazo de botella (Lagenaria siceraria), domesticado en África y que no puede reproducirse sin la ayuda humana? ¿Acaso estas semillas fueron utilizadas por gentes de las costas americanas? Aunque esta hipótesis fue desdeñada durante un decenio, en los últimos años el aumento del número y antigüedad de las fechas que atestiguan el poblamiento del continente americano, como la de Pedra Furada con 32.000 años en el nororiente del Brasil, sumados a otros datos que la sustentan, vuelven a poner la propuesta de Lathrap en el escenario del debate y en el foco de las
Europa sostenida por África y América William Blake, grabado tomado de Narrative of a Five-Years’ Expedition, Against the Revolted Negroes of Surinam, from the Year 1772 to 1777, John Gabriel Stedman, Londres, John Hopkins University Press, 1796
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La gente africana en la Conquista y en el mundo colonial Castilla del Oro y sus provincias vecinas, siglo XVII, grabado, 23 x 29 cm, Bogotá, Archivo General de la Nación, mapoteca 4, ref. X 29
ca. 1570-1580, óleo sobre madera, colección particular, Lisboa, tomado de O trato dos viventes, Luiz Felipe de Alencastro, São Paulo, Companhia das Letras, 2000
preocupaciones que incentivan la nueva historiografía de África. Por otro lado, si hablamos de encuentros de mundos, esta hipótesis aludiría a uno muy temprano. Jagas decapitando prisioneros ca. 1660, acuarela que ilustra el manuscrito de fray Sorrento Cavazzi, Módena, colección Carlo Araldi, tomado de O trato dos viventes, Luiz Felipe de Alencastro, São Paulo, Companhia das Letras, 2000 Guerreros temidos, los jagas fueron a veces aliados de los portugueses en la captura de africanos para el tráfico Atlántico de esclavos. Testimonios como éste de Cavazzi permiten medir la profundidad de la desolación de los africanos provocada por el tráfico negrero: “En el Reino del Kongo el número de esclavos es casi igual al de personas libres. Sin embargo, hay una gran diferencia entre los esclavos de los portugueses y los de los negros. Los primeros obedecen no sólo a las palabras, sino incluso a las señas, temerosos de ser llevados a Brasil o a Nueva España, pues están persuadidos de que, al llegar a aquellas tierras, serán asesinados por los compradores, los que, según piensan, convertirán sus huesos en pólvora y sus carnes en aceite. Por tanto, ante el terror de ser enviados a América se agitan frenéticamente y, si pueden, huyen a la selva. Otros, en el momento de embarcar, se suicidan tirándose al agua”.
LA GENTE AFRICANA EN LA CONQUISTA Y EN EL MUNDO COLONIAL Desde los primeros decenios del siglo XVI llegó gente africana al territorio que hoy es Colombia. Se sabe de un grupo que ayudó a Vasco Núñez de Balboa a construir barcos en el Mar del Sur, lo que sugiere que hubo presencia temprana de estas poblaciones en Santa María la Antigua del Darién. En 1517, treinta africanos trabajaban en Panamá. En 1525, Rodrigo de Bastidas tenía veinticinco africanos laborando para él en Santa Marta. Estos primeros africanos fueron traídos por los conquistadores. Sin
embargo, a partir de 1530, cuando los funcionarios de la Corona española comenzaron a instalarse en las colonias, el flujo de gente africana aumentó. En primer lugar llegaron muchos africanos y africanas que ya se desempeñaban como esclavos domésticos en España. Estas personas eran llamadas negros ladinos porque, después de haber vivido entre los peninsulares, habían aprendido a hablar español; muchos de ellos incluso habían sido bautizados. Otros llegaron directamente de las costas africanas: a estos se les conocía como negros bozales. Esta expresión indicaba que no hablaban español y que aún no eran cristianos. LICENCIAS Y ASIENTOS Para introducir a estas personas en América era necesario que los negreros pagarán un impuesto al rey de España. Con el propósito de llevar un control del número de esclavizados y del pago de los impuestos respectivos se crearon las licencias, es decir, autorizaciones o permisos que otorgaba la casa de contratación para introducir esclavizados
Factura de venta de una “negrita” durante el asiento inglés (detalle), 26 de enero de 1736, manuscrito, Bogotá, Archivo General de la Nación, Sección Colonia, Fondo Negros y Esclavos Cundinamarca, tomo 8, folio 505
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Factorías de los portugueses y holandeses en África Chambon, 1754, grabado tomado de L’Afrique divisée en touts ses États, 122 x 148 cm, Bogotá, Archivo General de la Nación, mapoteca 6, ref. 41
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africanos en las colonias. Entre 1533 y 1580, las licencias fueron la modalidad más corriente para la legalización de los cautivos que llegaban a Cartagena de Indias. Sin embargo, después de esa fecha, cuando ya se habían descubierto las minas de oro, aumentó la demanda de mano de obra africana. Entonces las licencias no fueron convenientes para controlar el tráfico negrero. ORO AMERICANO Y TRATA NEGRERA Entre 1580 y 1592, los españoles accedieron a las minas de oro de la Nueva Granada. Las más importantes fueron Nueva Remedios (1590), Zaragoza (1580) y Cáceres (1576), situadas en el territorio que hoy corresponde al noroeste del departamento de Antioquia. Para esa época, los efectos de la Conquista, de las epidemias y del trabajo forzado habían debilitado a las poblaciones indígenas. Felipe II, rey de España, se encontraba frente a una encrucijada: el oro se hallaba en las
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Indias Occidentales, pero su explotación se hacía cada vez más problemática porque la población indígena, principal mano de obra, estaba siendo reducida. Un siglo antes de que los españoles encontraran el oro de los indígenas americanos, los portugueses ya tenían casas de comercio en África, conocidas como factorías. Éstas eran punto de encuentro comercial entre los portugueses y algunos jefes de las costas africanas. La mercancía más corriente eran los cautivos esclavizados. Pero, además, los lusitanos eran propietarios de numerosas embarcaciones negreras dedicadas al transporte de esclavos. Para resolver la disyuntiva ante la cual se hallaba, en 1580, Felipe II anexó Portugal a la Corona de Castilla, convirtió a los portugueses en sus súbditos y, valiéndose de sus flotas de barcos negreros y de sus contactos comerciales en África, deportó a la gente de ese continente hacia América con el fin de explotar el oro de la Nueva Granada. Esta estrategia fue necesaria porque, según el Tratado de Tordesillas, los españoles tenían prohibido negociar con los pueblos africanos. Los únicos autorizados para hacerlo eran los portugueses. A partir de ese momento, Felipe II creó un nuevo tipo de contrato, conocido como el asiento de negros. Consistía en que un
particular –a quien se denominaba asentista– se comprometía a aprovisionar a las Indias Occidentales con un determinado número de esclavos por año. A cambio, el titular del contrato se beneficiaba del monopolio de tan particular comercio. Estos asentistas o negreros vivían en Europa. Sin embargo, tenían representantes que se ocupaban de sus negocios en África y en el Nuevo Mundo. En África se hallaban los pombeiros o lançados, quienes, en muchos casos, eran hijos de madres africanas y padres portugueses. Ellos tenían la tarea de intercambiar mercancías europeas –como telas, armas y licores– por personas que serían embarcadas hacia América en calidad de esclavos.
CARTAGENA DE INDIAS: PUENTE ENTRE ÁFRICA Y COLOMBIA En 1618, el jesuita Carlos de Orta escribió a su padre una carta en la cual describía la vida y las actividades económicas de Cartagena de Indias: Estos lugares son tan calurosos que, estando al presente en la mitad del invierno, se siente mayor calor que en la canícula. Los esclavos negros son en número de 1.400, en la ciudad van casi desnudos. Los cuerpos humanos de continuo están bañados de sudor. Los alimentos son bastos e insípidos. Hay gran escasez de agua dulce, y la que se bebe es siempre caliente... En cuanto a forasteros, ninguna ciudad de América, a lo que se dice, tiene tantos como ésta, es un emporio de casi todas las naciones, que de
Venta de negros tomado de O trato dos viventes, Luiz Felipe de Alencastro, São Paulo, Companhia das Letras, 2000
Plano de la ciudad y la rada de Cartagena y de sus fuertes De Pointis [copiado y heliografiado por E. Thevenin], 5 de mayo de 1697, heliografía, 27 x 22 cm, Bogotá, Archivo General de la Nación, mapoteca 2, ref. 1240 •
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aquí pasan a negociar a Quito, Méjico, Perú, y otros reinos; hay oro y plata. Pero la mercancía más en uso es la de esclavos negros. Van mercaderes a comprarlos a vilísimos precios a las costas de Angola y Guinea; de allí los traen en naves bien sobrecargadas a este puerto, donde hacen las primeras ventas con increíble ganancia; a los que quedan los embarcan de nuevo.
En efecto, desde 1580 hasta 1640, Cartagena de Indias se convirtió en el principal puerto negrero de toda la América hispánica. En Cartagena de Indias se hallaban los factores, quienes recibían los navíos que llegaban de África, pagaban los impuestos y vendían a las personas cautivas. Cabo Verde, Cacheo, Loanda, la isla de Santo Tomé y Ouidah fueron los principales puertos africanos donde fueron embarcadas las personas destinadas a la esclavitud americana. La modalidad de los asientos se extendió hasta el siglo XIX y los contratistas o asentistas que se lucraron con esos contratos no sólo fueron portugueses: los holandeses, franceses e ingleses también se dedicaron a este negocio a lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX.
La gente de los ríos de Guinea Entre 1533 y 1580 debieron ser deportadas oficialmente hacia el puerto de Cartagena de Indias alrededor de 3.000 personas. Los africanos que llegaron durante ese periodo fueron llamados gente de los ríos de Guinea. Con esta expresión se referían a quienes procedían de la región
Senegambia A. H. Brué, detalle del Mapa físico y político del África
Mujer angolana con una azada ca. 1660, acuarela que ilustra el manuscrito de fray Sorrento Cavazzi, Módena, colección Carlo Araldi, tomado de O trato dos viventes, Luiz Felipe de Alencastro, São Paulo, Companhia das Letras, 2000
Primer comercio establecido en Guinea por los franceses
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Chambon, 1754, grabado de tomado de L’Afrique divisée en touts ses États, 122 x 148 cm, Bogotá, Archivo General de la Nación, mapoteca 6, ref. 41
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comprendida entre las actuales repúblicas de Senegal y Sierra Leona. Según Alonso de Sandoval, jesuita que vivió en Cartagena de Indias en la primera mitad del siglo XVII, los guineos estaban conformados por diferentes grupos humanos: Yolofos, berbesíes, mandingas y fulos; otros fulupos, otros banunes, o fulupos que llaman bootes, otros cazangas y banunes puros, otros branes, balantas, biáfaras y biojós, otros nalus, otros zapes, cocolíes y sosoes.
Los yolofos de Senegambia en Cartagena Según los historiadores, a finales del siglo XVI los yolofos fueron mayoritarios en Cartagena. Hacían parte de un reino conocido como El Gran Yolofo. El apogeo de este Estado del África occidental se sitúa entre los siglos XIII y XV. Contemporáneo del imperio de Mali, su territorio abarcaba el extremo noreste de la Senegambia, región comprendida entre los valles del río Senegal y el río Gambia, en el flanco oeste de la zona sudanosaheliana. Más allá de la ribera norte del Senegal, bordea el Sahara y hacia el sur de Gambia limita con los bosques de Casamance. Las primeras menciones de los yolofos aparecieron a finales del siglo XVI. André Alvares de Almada, escritor portugués, aludió al “reino de Jalofo” o “Giloffa” y resaltó que los yolofos poseían una lengua propia. Sin embargo, dentro del Estado yolofo se hablaban otras lenguas cuyos locutores fueron designados con los nombres de berbesíes, tuculores y mandingas. Saberes y técnicas de los yolofos Un siglo antes que Alvares de Almada describiera la lengua de los yolofos, Alvise Da Mosto, un comerciante veneciano, visitó estos parajes y dejó una descripción de las técnicas agrícolas de la gente senegambiana: Se trabaja en un campo con cuatro o cinco personas más, cada uno teniendo en la mano un instrumento semejante a pequeños azadones cuadrados que nosotros tenemos, cada uno levanta la tierra delante de sí. Hacen lo contrario a lo que nosotros hacemos: cuando se cava, nosotros, traemos la tierra hacia sí con el pico, y ellos la echan hacia adelante con el pequeño azadón, de manera que no mueven la tierra a más de cuatro dedos de profundidad.
El cultivo del millo y del arroz fueron
actividades agrícolas de gran importancia en el reino de los yolofos y en toda la región comprendida entre el río Senegal y el río Gambia. El millo era utilizado para acompañar otros alimentos y también servía para elaborar bebidas alcohólicas, como la tradicional “cerveza de millo”. El ñame figura como el tubérculo por excelencia cultivado por estas poblaciones. La palma se utilizaba para extraer aceite y vino de palma. También cultivaban el algodón. Entre 1506 y 1507 Valentín Fernandes, otro viajero y escritor portugués, dijo que los yolofos poseían muchas vacas y que los caballos eran utilizados como montura de guerra. También señaló que desde el siglo XV estos animales figuraban entre los bienes de intercambio que los yolofos solicitaban a los europeos. La cacería del elefante en el río Senegal se alternaba con la recolección de frutos del baobab y la extracción de su corteza. Al tiempo, practicaban la apicultura. Muchos yolofos vivían cerca del mar, en la península de Cabo Verde. Allí se dedicaban a la pesca fluvial y marítima, utilizando canoas sin vela. El trabajo del hierro también hizo parte de las actividades realizadas por estos pueblos. El hierro que utilizaban provenía del valle del río Senegal, aunque también usaron el que los portugueses traían consigo de Europa. El oro y el cobre fueron empleados en la joyería. Estos pueblos también se distinguieron por el arte del comercio, que practicaban a corta y larga distancia. Sus mercados estaban llenos de productos agrícolas y artesanales. Según Valentín Fernandes, personas “jalofo” y mandinga fueron vendidas a los portugueses, quienes obtenían de 10 a 12 esclavos por un caballo. En los primeros años del comercio portugués en esa región se vendían de 800 a 1.000 personas anualmente.
La gente de la Alta Guinea La región de los ríos de Guinea está irrigada por varias cuencas hidrográficas. Al extremo norte se halla la del río Gambia, luego la del río Cacheo y la del río Pongo. Cuando los europeos las recorrieron, a finales del siglo XV, encontraron gentes conocidas como banunes, papeles, balantas, branes, biojós,
Nuevas factorías de los franceses en África Chambon, 1754, grabado de tomado de L’Afrique divisée en touts ses États, 122 x 148 cm, Bogotá, Archivo General de la Nación, mapoteca 6, ref. 41
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Pareja de mellizos o “ibidji” (Benín) s.f., talla en madera, aplicaciones de cera y vidrio azul y pigmentos naturales, 24 x 7 cm (izq.); 22 x 6 cm (der.), colección Adriana Maya, Bogotá
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nalus, bagas, cocolíes y sosoes. Estos pueblos tenían el control del litoral que se extiende entre las actuales repúblicas de Gambia, Guinea Bissau, Guinea y Sierra Leona. Al norte, sobre la ribera izquierda del río Senegal, se encontraban los fulos. Los mandingas y los biáfaras tenían sus territorios alejados del mar, entre Senegal, Gambia y las dos Guineas. A diferencia de los Estados imperiales sudaneses, la Alta Guinea presenta un panorama político muy diferente. La expansión de los mande, descendientes de Sunjata Keita, se constata en la distribución territorial de la región. En la margen izquierda del río Senegal, donde habitaban los fulos, se inicia un eje de pueblos musulmanes, entre los que se destacan los berbesíes y los mandingas, situados en la desembocadura y la cuenca río Gambia, y los sosoes, en la frontera entre Guinea y Sierra Leona. Durante los siglos XVI y XVII, estos pueblos seguían siendo sociedades agrícolas ubicadas en valles fluviales. Quizá la zona de mayor influencia del Islam en ese periodo fue el litoral senegalés. Sin embargo, en la región comprendida entre las actuales repúblicas de Guinea y Sierra Leona, muchos de los reinos del litoral se opusieron a la adopción de la religión musulmana. Pero esta oposición no significó siempre quedar por fuera de la influencia política y administrativa de los musulmanes. Dentro de la gente musulmana, los mandingas fueron los de mayor influencia y presencia en la región. La migración de este pueblo, desde Sudán hasta Alta Guinea, se inició entre 1230 y 1255, cuando Sunjata Keita promovió la expansión militar de su imperio hacia el oeste. En la segunda mitad del siglo XV, cuando los portugueses visitaron
el África occidental, los mandingas ya estaban instalados en la costa. Se hallaban en el litoral y en el estuario del río Gambia. Al iniciarse el siglo XVI trataban de establecerse en la región de los ríos Casamance y Cacheo. Según cronistas portugueses de esa época, en casi todas las ciudades de Senegambia y Alta Guinea, fueran o no musulmanas, había gente mandinga. La población de los ríos de la Alta Guinea se podría clasificar en tres grandes grupos. En primer lugar se encuentran los pueblos mande, quienes habían llegado a la costa durante las sucesivas oleadas de expansión del imperio de Mali. Dentro de este grupo están los sosoes y los mandingas. Los primeros se ubicaron en el Fouta Djalon, hasta el momento en que fueron desplazados por los fulas hacia la costa. Sosoes y mandingas practicaban el Islam. El segundo gran grupo está compuesto por la gente fula. Estos pueblos invadieron el Fouta Djalon en el siglo XV. Su líder, Coli Tenguela, liberó a su pueblo del dominio de los musulmanes, quienes intentaron apoderarse de sus tierras y convertirlos a la ley islámica. Después de vencer a los sosoes en el Fouta Djalon, y a los mandingas en el Fouta Toro, pretendió invadir el territorio de los biafáras, pero no tuvo éxito. Este pueblo ocupó un gran territorio situado entre los ríos Gueba y Corubal y tuvo el control de la bahía Ría Grande de Buba y de la isla de Bolama. El tercer grupo está compuesto por la gente del litoral quienes, a diferencia de los grupos del interior del continente, no hicieron parte de grandes imperios como los sosoes y mandingas. Entre la gente del litoral se pueden distinguir dos formas de organización política. Los reinos gobernados por reyes y la aldea gobernada por jefes que tenían investiduras religiosas. Los biáfaras, los zapes, los papeles, los temnes, los bulones, los banunes, los limba, los nalus, los bijagos, los bagas y los cocolíes pertenecían al primer grupo. Durante el siglo XVI y XVII, los biáfaras estaban agrupados en tres reinos: Biguba, Guinala y Bissege. El rey de Biguba reinaba sobre cuatro jefes, el de Guinala
sobre siete y el de Bissege sobre seis. Esto quiere decir que los tres grandes reyes tenían el control sobre todas las aldeas que estaban bajo el mando de cada uno de los jefes. Los papeles tenían la misma forma de organización. Los portugueses que vivieron en las inmediaciones del río Cacheo dejaron descripciones acerca del rey de Mata, su vecino, quien a su vez gobernaba las tierras del jefe de Mompata. Los reyes tenían sus cortes compuestas por dignatarios que ocupaban varios cargos. Los europeos los identificaron como alcaldes, gobernadores, embajadores y generales. Los zapes comprendían varios grupos humanos: temnes, bulones, limba, y bagas. Los europeos del siglo XVII, que escribieron acerca de estos pueblos, coinciden en afirmar que todos comprendían la lengua mel. Estos pueblos habitan en la actual República de Sierra Leona. Dentro de las formas de organización política, los balantas y los fulupos pertenecen al segundo grupo. Su territorio se restringía a la aldea y ésta era gobernada por un personaje que se conocía como rey-sacerdote. Éste tenía un gran poder religioso sobre la aldea, pero el dominio territorial estaba en manos de los jefes de cada familia.
Saberes y técnicas de los pueblos de la Alta Guinea La producción agrícola de la gente del litoral tuvo que enfrentar grandes retos. El bosque húmedo y su cercanía al mar requería drenaje, desalinización y mecanismos de protección de la tierra robada al océano. Esta región es considerada por algunos investigadores como una de las cunas de la agricultura en el continente africano. La proximidad al mar, la lluvia intensa y la multiplicidad de cuencas hidrográficas inundan las tierras durante varios meses al año. Estas características del entorno dieron a la gente de los ríos de Guinea la posibilidad de convertirse en los maestros de la agricultura en tierras cenagosas. Algunos autores dicen que, desde el segundo milenio antes de Cristo, se cultivaba una variedad de arroz conocida como Oryza glabérrima. En el siglo XVII, la región comprendida entre el río Gambia y el río Cacheo seguía cultivando esta variedad de arroz. En 1685, un oficial de la Compañía Francesa de Senegal señaló que cerca de cada casa había un lugar para el acopio y el cuidado del arroz. Al inicio del siglo XVI, los pueblos de la Alta Guinea no sólo conocían las técnicas del cultivo
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del arroz en tierras inundadas. Los balantas, por ejemplo, cultivaban el ñame y los banunes producían suficiente millo para su propio abastecimiento, el de los portugueses que vivían en sus territorios y el de las naves negreras. La salinidad de los numerosos ríos de la Alta Guinea dio lugar a la producción de sal. La técnica usada fue la extracción de los pantanos salobres. No obstante, en Sierra Leona la sal se obtenía mediante la incineración de las hojas del manglar, impregnadas por la proximidad del mar. También se utilizó la evaporación del agua de mar. En Senegambia, como en el imperio de Mali, la sal generó actividades comerciales. Senegal estuvo involucrado en un gran comercio de sal con los imperios sudaneses, gracias al mineral obtenido en la boca del río Senegal. Sin embargo, éste no fue el caso de la Alta Guinea, donde la producción de sal no dio lugar al comercio de larga distancia entre el litoral y las tierras del interior. La navegación fluvial y marítima también fue una actividad de gran importancia entre la gente de los ríos de Guinea. Según las crónicas portuguesas, los bijagos o biojós eran excelentes navegantes y nadadores, además de ser soldados muy disciplinados. También tenían la reputación de ser muy diestros en el manejo de toda clase de armas. Mientras las mujeres cultivaban la tierra, construían las casas y pescaban, los hombres se dedicaban a la navegación y a las artes de la guerra. Estas habilidades fueron utilizadas por los bijagos en el Nuevo Mundo para luchar contra la esclavitud. A principios del siglo XVII, en Cartagena de Indias, muchos cautivos huyeron hacia los Montes de María al mando de Domingo Biojó. Procedente del archipiélago de los bijagos, Domingo organizó la resistencia y fundó pueblos que se conocieron como palenques. Sus descendientes viven hoy en San Basilio de Palenque, situado a 60 km al sureste de Cartagena. El comercio fue una de las principales actividades de los balantas. Realizaban ferias una vez a la semana en distintos lugares. Cada tipo de mercancía tenía una sección especial en el mercado, a excepción de la venta del alcohol, que podía realizarse en cualquier lugar de la plaza. Esta excepción se explica porque la función del mercado en las sociedades africanas no sólo era económica: era y sigue siendo el lugar de la vida social y de recreación por excelencia. Muchos cronistas dejaron testimonios de cómo la gente de los ríos de Guinea eran vistos por los españoles. En 1627, Alonso de Sandoval escribió: Son los que más trabajan, los que más cuestan y los que comúnmente llamamos de ley, de buenos naturales, de agudo ingenio, hermosos y bien dispuestos; alegres de
Máscara bacún s.f., talla en madera y pigmentos naturales, 22 x 12 cm, colección Adriana Maya, Bogotá
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Joven con lanza (Sudán) s.f., talla en ébano, 43 x 13 cm, colección Adriana Maya, Bogotá
corazón y muy regocijados. De los yolofos se puede decir que corren a pie parejas con un veloz caballo sin que les pase pie delante y siguiendo la carrera van haciendo mil gentilezas saltando atrás y adelante. Précianse mucho de sus noblezas y son muy amigos de que los adulen.
Muchas de estas personas africanas, conocidas como de los ríos de Guinea, trabajaron en las haciendas y en las minas de la Nueva Granada desde mediados del siglo XVI. También se desempeñaron como domésticos y fueron utilizados en la boga, es decir, en la navegación por el río Magdalena y otros ríos importantes.
La gente del antiguo Reino del Kongo Entre 1580 y 1640, Cartagena fue el principal puerto negrero de toda la América hispánica. Los portugueses orientaron hacia el sur la búsqueda de nuevos puntos de aprovisionamiento en esclavizados. De Senegambia y de los ríos de Guinea, desplazaron sus negocios hacia el África central, a la región del Antiguo Reino del Kongo. De allí llegaron a Cartagena de Indias los congos, monicongos, anzicos y angolas. Durante la primera mitad del siglo XVII, Angola y Loanda se convirtieron en los principales puertos exportadores de la zona, al igual que la isla de Santo Tomé. Los grupos humanos que habitaban la cuenca del Kongo eran muy numerosos. Sin embargo, la diversidad de lenguas que hablan se derivan de un tronco común conocido como bantú. De ahí que la expresión pueblos bantúes sea utilizada para nombrar a todos los pueblos que comparten un pasado común. Es probable que hayan sido mayoría en Cartagena durante la primera mitad del siglo XVII. Según los expertos en el estudio de las culturas africanas, la lengua de Angola desempeñó un papel predominante en la comunicación de los africanos en América. El Colegio de los Jesuitas de Lima imprimió una gramática de esta lengua. Se supone que san Pedro Claver la entendía y que para sus labores de evangelización entre los africanos utilizaba intérpretes y colaboradores que se repartían de la siguiente manera: tres de Angola, uno del Kongo, un yolofo, un biáfara, dos fulupos (fulani), dos branes, un balanta, dos zapes y algunos más no identificados.
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Las culturas de la cuenca del Kongo A partir del 1500, los europeos, en especial los portugueses, empezaron a escribir crónicas sobre los pueblos bantúes. Según estos textos, y los resultados de las investigaciones realizadas por la arqueología y la lingüística, el desarrollo ancestral de estos pueblos tuvo lugar a lo largo de la cuenca del río Kongo. Entre el 1100 y el 1500 tuvieron lugar migraciones muy importantes que permitieron la colonización de la selva congolesa. El conocimiento de la metalurgia del hierro sirvió para que la gente bantú fundará ciudades en la selva. La agricultura de cereales y tubérculos fue muy importante en el desarrollo de estas civilizaciones. Gracias a estas tecnologías, la población se multiplicó y remontó, por los ríos y por la costa, hacia la selva. El poblamiento del río Kongo Según algunos estudiosos, el origen de la población bantúfona se situa en Shaba y en la región adyacente, en el nordeste de Zambia. Al oeste podía extenderse hasta el Atlántico. Esta teoría es inverosímil para otros investigadores, quienes creen que el origen de las hablas y pueblos bantúes es la región situada entre los ríos Bénoué y Cross (delta del río Volta). Según este punto de vista, los bantúfonos se desplazaron gradualmente en un sentido norte-sur, colonizando en primer lugar la región del río Sanaga y del río Ogooué, antes del año 1000, quizás antes de la era cristiana. Un desplazamiento paralelo a lo largo del río Oubangui habría tenido lugar en la misma época. Hacia el 1100, la agricultura era practicada en toda la región del África central, con excepción de Angola meridional, demasiado cercana al desierto de Kalahari. Los cereales cultivados comprendían el sorgo y el millo. Entre los tubérculos, los ñames eran protagonistas. El plátano y la caña de azúcar, de origen asiático, eran ampliamente cultivados tanto en el bosque como en la sabana. También las habichuelas y los cacahuetes. La cacería y la pesca eran actividades muy importantes, que proveían a estos pueblos de proteínas. El consumo de orugas y gusanos que se crían en diferentes árboles hacían parte de su dieta. Criaban animales domésticos como gallinas, cabras y perros. Tenían ganado bovino y cerdos. Hacia el 1100, mediante el conocimiento de la metalurgia del hierro y de la agricultura, se asentaron a lo largo de la gran cuenca del río, en medio de la selva ecuatorial. Allí edificaron reinos muy importantes, como el Antiguo Reino del Kongo, Loango, Luba y Lunda. Todos existían antes de la llegada de los portugueses al África central a finales del siglo XV.
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Región del Kongo H. Brué, (detalle del Mapa físico y político del África)
Región del Kongo H. Brué (detalle del Mapa físico y político del África)
El Antiguo Reino del Kongo El Reino del Kongo fue el más extendido y el más poderoso de todos los reinos del África central. Su fundador fue Lukeni Nimi. El gobierno y la organización provincial de este reino fue muy compleja. El rey del Kongo gozaba de una gran autoridad, sin que su poder fuera absoluto. Nombraba a los gobernadores de las provincias, quienes tenían la obligación de recoger los impuestos y tributos que se debían al soberano. El tributo estaba compuesto de nzimbus (caracoles que se utilizaban como moneda), sorgo, rafia, vino de palma, ganado, marfil, pieles de leopardos y leones, es decir, por moneda, víveres y productos comerciales. El rey estaba rodeado de un cuerpo administrativo central. Había un virrey, un juez supremo, un tesorero, un jefe de policía y un servicio de mensajes. Los gobernadores de las cinco provincias eran generalmente parientes del rey, quien confiaba las más importantes a sus hijos. De este modo, los descendientes del rey tenían la posibilidad de disputarse la corona en el momento de su deceso. Los gobernadores nombraban a los señores que mandaban sobre los jefe de cada aldea. Las insignias del rey estaban conformadas por un tambor, un brazalete en cobre o en marfil, la bolsa de los impuestos y un trono en forma de taburete cuadrado, el cual simbolizaba su posición de primer señor del reino, poseedor del poder supremo. La capital del Reino del Kongo es bien conocida gracias a los escritos de viajeros portugueses de la época. También existen informaciones acerca de la vida en al corte en el siglo XV. La ciudad capital llevaba el nombre de Banza, que en la lengua local significa residencia del rey. Estaba situada en la provincia de Pemba, en el centro del reino, estratégica localización que le permitía tener control sobre todas las regiones. Estaba muy bien construida y tenía grandes murallas de piedra. Banza fue rebautizada por los portugueses con el nombre de San Salvador. Fue una gran metrópoli comercial en la que convergían las rutas que desde la costa avanzaban hacia el interior de la selva. Los principales caminos llegaban a ella: el que partía de Loanda, que servía para conducir los nzimbus o conchas usadas como moneda; el que se extendía desde el bajo Zaire, para el transporte de pescados, cerámicas y cestas; y otra vía, que permitía la circulación del cobre. Bantúes en Cartagena Entre 1580 y 1640 llegaron a Cartagena de Indias numerosos herreros y agricultores bantúes procedentes del Antiguo Reino del Kongo. Es muy
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difícil saber el número exacto de personas africanas que llegaron a Cartagena de Indias durante este periodo. Los historiadores han consultado los archivos de la Casa de Contratación en Sevilla. En ellos se encuentran los registros de cada navío que estuvo autorizado a llevar esclavizados a Cartagena. Esas informaciones oficiales sólo constituyen un punto de partida, pues el contrabando de esclavizados fue muy grande y por esta razón es posible pensar que el número de personas africanas que realmente llegó al puerto fue mayor. Las cuentas realizadas por los expertos a partir de las cifras oficiales de los contratos de asiento y las informaciones acerca del número de barcos que llegaban a Cartagena cada año son las siguientes:
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1580-1594 1595-1601 1602-1610 1611-1615 1616-1630 1631-1640
15.000 23.371 36.000 5.000 60.000 30.000
Total
169.371
Sin embargo, los historiadores que se han ocupado del tema afirman que sería necesario multiplicar por tres esta cifra (169.371), pues consideran que, por cada africano o africana que entraba legalmente, llegaban tres de contrabando. Esto nos daría un total de 508.113 personas para el periodo comprendido entre 1580 y 1640, conocido como el periodo de los asientos portugueses.
La gente del bosque tropical A partir de 1640, la guerra contra Portugal implicó para España la pérdida de las fuentes de aprovisionamiento en mano de obra esclavizada en África. La crisis fue utilizada por Holanda para convertirse en una potencia colonial y marítima que controló el tráfico negrero. Entre 1640 y 1662, el flujo de esclavos destinados a América se paralizó. El gobernador de Cartagena, Pedro Zapata de Mendoza, escribía a la metrópoli el 23 de febrero de 1648: “Desde hace siete años no llegan esclavos bozales”. La afirmación del gobernador de Cartagena se refería de manera directa al tráfico oficial, pues al parecer los holandeses introducían a los esclavizados de manera ilegal para evitar el pago de los impuestos que debían al rey de España. A partir de 1680, se empezaron a explotar las minas de oro en el Chocó. Los terratenientes y comerciantes empezaron a introducir cuadrillas para explotar el oro de las antiguas provincias de Nóvita y Citará. La provincia de Nóvita comprendía las cuencas de los ríos San Juan y Baudó, y la de Citará se extendía a lo largo del río Atrato. Las cuadrillas eran grupos de trabajadores cautivos destinados a explotar el oro de estos ríos. Los grupos podían tener entre 50 y 500 personas cuyo trabajo y precio sustentaban el poder de unas pocas familias. Entre 1640 y 1703, cuando el tráfico negrero estuvo en manos de los holandeses, la isla de
Mercado de esclavos Johann Moritz Rugendas, ca. 1835, litografía, 35,5 x 51,3 cm, tomada de V. A. Huber, Viaje pintoresco al Brasil
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Curazao se convirtió en la principal fuente de aprovisionamiento para los amos del continente. Entre 1663 y 1671 se introdujeron 5.508 piezas de indias. A partir de 1663 se produjeron cambios técnicos en el comercio negrero. Uno de ellos tenía que ver con que el sistema de regulación fiscal de los esclavos ya no era por cabeza o individuo, sino que se comenzó a usar el término “pieza de indias”, como una nueva medida del fisco, que equivalía a siete palmas de altura. Años más tarde, de 1676 a 1679, llegaron a Cartagena entre 150 y 200 personas africanas por año. Estas cifras tan bajas no dan cuenta del número real de personas que fueron transportadas por los holandeses hacia este puerto. Es muy probable que los negocios se hicieran de manera ilícita, como lo demuestra el hecho que a finales del siglo XVII el rey de España ordenara cerrar el río Atrato debido al gran contrabando de esclavizados que se realizaba por la región. De hecho, el nombre del río es una herencia colonial: significa “sin trato”, es decir, sin comercio. El fin de la hegemonía holandesa comenzó en 1692 con la firma de un nuevo asiento entre la Corona española y Bernardo Francisco Marín de Guzmán, mercader de esclavos residenciado en Venezuela. La idea de administrar la trata desde las Indias le dio a España la impresión de recuperar el control de ésta y de frenar el contrabando. El asentista murió antes de terminar el contrato y la Compañía de Cacheo solicitó concesión por los deberes adquiridos. El nuevo contrato se prolongaba hasta 1703. La Compañía debía introducir 30.000 piezas de indias en siete años. Los puertos de recepción oficiales eran Cumaná, Caracas, La Habana, Cartagena, Portobelo, Veracruz y Honduras. El número de esclavos introducidos por Cartagena entre 1698 y 1702 por la Compañía de Cacheo fue de 9.853, a razón de 2.395 personas por año. Entre 1640 y 1703, Cartagena debió tener aproximadamente el mismo número de personas africanas que Lima y el Perú en ese periodo. Siendo así, se cuantifican 20.000 para Lima y 30.000 para todo el Perú en 1640. Esto, por supuesto, sin tener una idea del orden de magnitud del contrabando holandés.
Ararás y popós en Cartagena Durante el periodo de los asientos holandeses los africanos procedían de las factorías situadas en la costa del África centro-occidental: la Costa de Barlovento, la Costa de Oro y el puerto de Ouidah. En 1570, Sebastiao Lopes habló de los futuros popó y ardra o ararás. Ya en 1575, Garcia-Mendes Castello Branco, explorador portugués, escribía: Con nuestro amigo, el rey de Ardra, nosotros enviamos a tratar a esclavos negros, marfil, telas de algodón, aceite de palma, y muchas legumbres como el ñame y otros alimentos.
Estos escritos hablan del Reino de Allada, el cual estaba en pleno auge en 1658. Se sabe de su florecimiento gracias a las crónicas dejadas por los misioneros que el rey Felipe IV de España había enviado a esa región. Por ellos se tiene hoy una descripción de la ciudad de Allada rodeada de murallas. El término arará fue una invención de los portugueses, quienes daban a las
personas el nombre del reino que visitaban. En otros casos pusieron a los africanos los nombres de los accidentes geográficos más próximos a sus lugares de habitación. En realidad los ararás eran las poblaciones ewé-fon, que aún hoy habitan las actuales repúblicas de Togo y Benín.
El Reino de Benín Según las tradición oral, el Reino de Benín hacía parte de los Estados yorubas que se constituyeron a partir de los nietos de Oduduwa, quien reinaba en la ciudad de Ife, situada en la actual República de Nigeria. Los escogidos de Oduduwa fueron Owu, Ketu, Benín, Illa, Sabe, Popó y Oyo. El Reino de Benín fue uno de los primeros Estados yoruba visitado por los portugueses. Localizado al suroeste de Ife, se constituyó en un gran reino desde el siglo XII. La tradición enseña que la gente de Benín solicitó un príncipe al rey de Ife. Oduduwa les envió a su hijo Oranyan. Es muy probable que este acontecimiento haya sucedido hacia el año 1300. En el siglo XV profundos cambios transformaron
Guerrero tomado de O trato dos viventes, Luiz Felipe de Alencastro, São Paulo, Companhia das Letras, 2000
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esta monarquía y el pequeño Estado se convirtió en un gran reino. El hombre que llevó a cabo esta transformación se llamaba Eware. La tradición afirma que Eware reformó su ejército para ampliar sus territorios. La creación de un gran reino lo comprometió a realizar guerras constantes contra sus vecinos. Eware reconstruyó la capital. Dentro de la ciudadela había una gran avenida que separaba el palacio del resto de la ciudad. En ella se hallaban los barrios que albergaban numerosas corporaciones de artesanos y de especialistas al servicio del soberano. El palacio propiamente dicho comprendía tres departamentos: el guardarropa, los servidores personales del soberano y el harem. La realeza del soberano del Benín era sagrada: él era la encarnación de la divinidad en la tierra y mediante su sabiduría se llegaba al diálogo con los ancestros. La civilización que se desarrolló entre Ife y Benín creó un arte refinado de estatuas de bronce. Éstas se conocen como los bronces de Benín y en muchos casos son representaciones de las cabezas de los oni, es decir, de los grandes jefes que siempre tenían una investidura religiosa. A partir del siglo XV, estas cabezas se realizaron mediante la técnica de la cera pérdida. En 1910, el alemán Leo Frobenius descubrió las esculturas de Ife. Los ararás o ewé-fon fueron, sin duda, mayoría en Cartagena a finales del siglo XVII. También llegaron los minas, quienes en realidad eran gente akán, procedentes de Costa de Oro, por entonces bajo el control inglés. Los europeos los llamaban minas porque los embarcaban en la zona aledaña al Castillo de El Mina. Antes de 1727 se exportaban 20.000 personas por año. A partir de 1789 el tráfico disminuyó hasta 5.500 personas de esa región. El padre Labat escribió a propósito de los ewé-fon: Los llaman aradas y hablan de un barco que trajo una armazón directamente de Juda o Jura [Ouidah] y la vendió toda en uno o dos días. [...] Son los mejores para los trabajos fuertes de hacienda. […] Los varones usan una especie de falda llamada candale […]. Prefieren la carne de perro a cualquier otra [...]. Los de Arda, así como los de Mina, Juda, Assigni y esta costa en general son de un color menos bello que los de Senegal, Gambia, Cabo Verde, Angola y Congo.
Otros autores señalan que,
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debido a unas rayas profundas que les ciñen todo el rostro por ambos lados y que rematan en la boca, muchos no quieren comprar estos negros así señalados
por el pavor que les causa verlos y así los dan por menos precio, pero los que no tienen señales en el rostro son hermosos de facciones.
Los popós o xwlas fueron descritos por el jesuita Sandoval en 1627: En la desembocadura del río de la Vuelta [Volta] está una isla despoblada donde empieza con el rescate el poderoso reino de los popóes.
Los xwlas fueron conocidos por los primeros portugueses que realizaron exploraciones en esta costa entre 1472 y 1580. Ellos los llamaron popó. Es probable que este nombre surja de una onomatopeya imitando la palabra nativa kpókpó, verbo frecuente de la lengua de este pueblos. O quizá sea la reproducción del título otorgado antiguamente a la muralla real conocida como Aja-Kpókpó. El Reino Popó pertenece al conjunto de Estados yorubas situados entre el Volta y Camerún. Entre estos pueblos del bosque el uso del hierro, desde los primeros siglos de la era cristiana, habría permitido penetrar la espesura y acrecentar la densidad de población, del mismo modo que en la selva ecuatorial congolesa. Los popós hacían parte del gran Reino de Benín, con el cual los portugueses ligaron tratos comerciales y diplomáticos desde su llegada a esa costa. En la región donde vivían los popós hubo un gran mercado de esclavos, el cual ha sido descrito de la siguiente forma: El pueblo debía estar situado sobre un islote y se conoce como el mercado de Appa. Según este documento de 1682, al pueblo llegan embarcaciones cargadas de telas de Bini y allí confluyen numerosos esclavos, que son comprados y transportados por la laguna hasta los mercados de la costa. Ese comercio por la laguna es ciertamente un monopolio de los xwlá.
Durante la primera mitad del siglo XVIII, Francia e Inglaterra se disputaron el control del comercio negrero. Entre 1704 y 1713 los franceses controlaron el tráfico mediante el contrato de asiento obtenido por la Compañía Francesa de Guinea. En nueve años de transacciones la Compañía desembarcó oficialmente en Cartagena a 3.913 personas africanas, a razón de 435 por año. Esta cifra significa no sólo una fuerte introducción ilegal, sino también el fracaso del asiento francés. Los esclavizados introducidos oficialmente por la Compañía Francesa procedían del puerto de Ouidah, de donde deportaban gente de la cultura ewé-fon. A partir de 1706 la Compañía fue autorizada a negociar con los holandeses, quienes
controlaban el mercado de Curazao. La gente africana vendida por los holandeses de Curazao a la Compañía procedían de la factoría de El Mina, exportadora de personas de la cultura akán, que los europeos llamaron mina. Entre 1714 y 1740, con la intervención del príncipe de Anjou –nieto de Carlos II de Inglaterra– ante el monarca español, los ingleses tomaron el relevo del control del comercio negrero. El nuevo contrato comprometía hasta 1740 al soberano británico a introducir en las colonias 144.000 piezas de indias a razón de 4.800 por año. Entre 1714 y 1736 la Compañía del Mar del Sur, perteneciente a los ingleses, desembarcó oficialmente en Cartagena a 10.475 personas africanas, a razón de 476 por año. La mayor parte procedían de Jamaica y entraban ilegalmente. El puerto debió acoger 1.000 personas por año, lo cual daría alrededor de 30.000 africanos introducidos entre 1710 y 1740. Los africanos transportados por los ingleses procedían de Costa de Oro, seguidos por otros grupos oriundos de la región del Golfo de Benín. Para esta época hubo una disminución de la presencia de la gente de cultura ewé-fon en Cartagena, pero empezó a aparecer la gente procedente del Golfo de Biafra. Entre 1714 y 1740, periodo del asiento inglés, la presencia de
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Para este periodo, la gente africana procedente de Senegambia, conocida como de los ríos de Guinea, había prácticamente desaparecido, mientras que los carabalíes, procedentes del Golfo de Biafra, comenzaban a llegar masivamente. Estos tales carabalíes eran muy probablemente gente de cultura ibo, pero los europeos les pusieron el nombre de carabalíes por habitar en las orillas del río Calabar. Cultivaban el arroz en las ciénagas, como la gente de la Alta Guinea, y poseían minas de oro. También practicaban el comercio de larga distancia y su principal producto de exportación hacia otras regiones era la nuez de kola. Al igual que los pueblos del norte, eran productores de sal. A principios del siglo XVIII, las minas del Pacífico constituían el primer distrito minero de la Nueva Granada. Las provincias de Nóvita y Citará se convirtieron en la principal fuente de oro para el imperio español. Sin duda se hallaban en ellas gentes de origen yoruba, como fueron los popós, los ewé y los ibo.
los minas fue mayoritaria en Cartagena, seguidos por los ararás (ewé-fon).
Minas y carabalíes o la gente akán, fanti-ashanti e ibo en Cartagena de Indias Según Sandoval, los minas habitaban al occidente del río Volta. Se les llamaba así porque eran deportados desde el Castillo de El Mina. Al analizar los datos históricos acerca de su ubicación geográfica, los expertos afirman que los minas corresponderían a los pueblos akán, quienes hablan una lengua llamada twi. Bajo esta denominación también debió llegar gente perteneciente a la cultura fanti-ashanti, quienes fueron muy numerosos en las islas del Caribe, en especial en el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. A finales del siglo XVII y durante el siglo XVIII, llegaron abundantemente a través de las factorías inglesas, suecas, francesas, holandesas, danesas y brandemburguesas, allí establecidas [...]. Jamaica recibió muchos de cultura fanti-ashanti [...], pasaron numerosos esclavos akán, legalmente o de contrabando, a Cartagena y a otras zonas de Tierra Firme a partir, principalmente, del primer cuarto del siglo XVIII.
Jogar Capoeira o la dansa de la guerra Johann Moritz Rugendas, abril de 1835, litografía, tomada de V. A. Huber, Viaje pintoresco al Brasil
Entre 1724 y 1728 llegaron a Cartagena 2.390 esclavos, de los cuales pasaron por Honda (con destino al Chocó, Cali y Popayán) 1.275, es decir, el 53%. Y en 1729 el gobernador del Chocó encontró 3.000 esclavos en la Provincia de Nóvita y 150 en la de Citará.
Fin de la trata El periodo comprendido entre 1740 y 1810 se caracterizó por la disminución general del tráfico negrero, debido en parte a la guerra contra Inglaterra, que se prolongó hasta 1748. La crisis del puerto de Cartagena se explica por varias razones: primero, el aumento del precio de los bozales. Segundo el auge de los criollos, en particular en Popayán. Terminado el asiento inglés, la Corona volvió al sistema de las licencias, las cuales fueron otorgadas a los virreyes americanos, quienes estaban encargados de negociarlas. Entre 1746 y 1757 el asiento de José Luis de Noriega introdujo oficialmente 12.957 personas africanas. En 1758 José de Arrechederreta, negrero de Cartagena, fue autorizado por el virrey Solís para introducir 2.000 piezas de indias y dos toneles de harina. En 1763 la marquesa de Valdehoyos prefirió utilizar la licencia que le había acordado el virrey de la Zerda para introducir 10.801 toneles de harina de trigo y 1.052 esclavizados. Entre 1765 y 1772 la Compañía Gaditana de Negros se benefició del asiento. En su contrato se comprometió a introducir 1.500 africanos por año, para un total de 12.000, sólo trajo 985 a Cartagena; sin embargo, importó 6.853 toneles de harina. Entre 1782 y 1789 el virrey Caballero y Góngora reactivó
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el comercio entre Cartagena y las prósperas Antillas inglesa y holandesa. Este nuevo impulso comercial tenía como base su política liberal. Él mismo acordaba los permisos para la importación directa de los esclavizados desde las islas del Caribe. Es muy posible que esta medida favoreciera el contrabando. A partir de 1789 se inició la fase de libre comercio y fin de la trata por Cartagena. Para tonificar el comercio negrero se permitió su libre importación a Cuba, Santo Domingo, Venezuela y Puerto Rico y, en 1791, a Cartagena, Riohacha, Montevideo y Buenos Aires. Sin embargo, los efectos de esta medida no fueron estimulantes para este puerto, pues de 1791 a 1794 sólo se registró el ingreso oficial de 262 africanos. Según el historiador Germán Colmenares, entre 1740 y 1810 Cartagena sólo recibió 15.176 de origen africano. Su procedencia estaba determinada por las tendencias de la trata inglesa, pues Jamaica se había convertido en el principal centro de aprovisionamiento para los negreros de Cartagena. Entre 1740 y 1780 el Golfo de Biafra fue el lugar privilegiado de aprovisionamiento de los ingleses. Durante la segunda mitad del siglo XVIII se repartían equitativamente entre carabalíes (probablemente ibos e ibibos-efik) y ararás de lengua ewé-fon. También aparecen algunos minas (akán de lengua twi) y para el fin del siglo un regreso notable de los angolas. A partir de 1780 la gente africana procedente de Angola y Mozambique casi igualó a los ibos o carabalíes del Golfo de Biafra y redujeron a los minas a un pequeño porcentaje. DESTINOS EN LA NUEVA GRANADA El viaje entre las costas del África occidental y el puerto negrero de Cartagena de Indias duraba tres meses. Muchos africanos perdieron la vida o prefirieron suicidarse a soportar el cautiverio y los castigos. A pesar del hambre, las enfermedades y el maltrato, más del 75% de los embarcados en los puertos africanos llegaron al principal puerto negrero de América: Cartagena de Indias. El trato deplorable que recibían hizo que escritores como Alonso de Sandoval, testigo de la trata por Cartagena a principios del siglo XVII, escribiera:
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Van tan apretados, tan asquerosos y tan maltratados, que me certifican los mismos que los traen que vienen de seis en seis con argollas por los cuellos y, estos mismos, de dos en dos con grillos en los pies, de modo que de pies a cabeza vienen aprisionados, debajo de la cubierta, cerrados de por fuera, donde no ven sol ni luna, que no hay español que se atreva a poner la cabeza en el escotillo sin
Toma de la ciudad de Cartagena por Francis Drake ca. XVI-XVII, grabado tomado del Atlas de mapas antiguos de Colombia. Siglos XVI a XIX, Eduardo Acevedo Latorre, Bogotá, Editorial Arco, 1986, lámina XVI
Vista general de Cartagena E. Thérond, ca. 1869, grabado tomado de Voyage à la Nouvelle Granade, Charles Saffray, París, 1869
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Plano del puerto de Cartagena de Indias siglo XVIII, grabado, 59 x 92 cm, Bogotá, Archivo General de la Nación, mapoteca 6, ref. 114
almadiarse, ni perseverar dentro una hora sin riesgo de grave enfermedad. Tanta es la hediondez, apretura y miseria de aquel lugar .
El impacto de la Conquista en las poblaciones nativas tuvo como consecuencia la paulatina disminución de la productividad de la economía colonial. Por esta razón los propietarios de minas, hacendados, transportadores y comerciantes presentaron solicitudes a las autoridades españolas en las cuales pedían que fueran traídos esclavos negros del África. Desde los primeros decenios del siglo XVI, la gente del África comenzó a trabajar en las principales actividades económicas de la Nueva Granada: la minería, la agricultura, la ganadería, la construcción, el transporte y todos los oficios requeridos en la vida diaria de pueblos y ciudades.
Cartagena de Indias: puerto negrero Comerciantes de esclavos de la Nueva Granada, traficantes peruanos y ecuatorianos esperaban con ansia la llegada de los barcos
negreros al puerto de Cartagena. Durante el siglo XVII esa ciudad portuaria se convirtió en el principal mercado de esclavos de toda la América hispánica. Fundada el 13 de enero de 1533 por Pedro de Heredia, Cartagena de Indias fue la puerta de acceso de los diferentes pueblos africanos a lo que hoy es Colombia. Estaba situada en una bahía generosa y segura para el arribo de las naves. A pesar de la carencia de agua potable, Heredia decidió fundarla confiado en las posibilidades que representaba como puerto natural. El canal de Bocachica es la antigua entrada a la bahía. Al sur de Tierra Bomba se hallan caños arenosos; el más importante es el del Estero, que comunica con el Canal del Dique, construido en el siglo XVII para poner al puerto en comunicación con el río Magdalena. El Caño del Estero también daba acceso hacia los ríos Sinú y Atrato. La antigua Cartagena de Indias comprendía el núcleo original y el arrabal de Getsemaní, unidos por el puente de San Francisco. Los conventos de Santo Domingo, San Francisco, San Diego, Santa Clara y Santa Teresa hacían parte de sus edificaciones religiosas más importantes. •
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Plano del puerto de la ciudad y de las fortalezas de Cartagena ca. XVIII, grabado de autor francés tomado del Atlas de mapas antiguos de Colombia. Siglos XVI a XIX, Eduardo Acevedo Latorre, Bogotá, Editorial Arco, 1986, lámina XXI
Plano de la ciudad de Cartagena de Indias, situada a los 10º25’48’’ de latitud boreal y a los 301º19’ de longitud, contados desde el meridiano de Tenerife 1735, grabado de autor francés, 18 x 32 cm, Bogotá, Archivo General de la Nación, mapoteca 4, ref. X 5
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En 1586 sir Francis Drake, pirata inglés, desembarcó con mil hombres que venían en veintitrés navíos y saqueó la ciudad. El gobernador, Fernández Bustos, huyó hacia Turbaco mientras Drake se instalaba en su casa y exigía el pago de 400.000 ducados por el rescate del puerto. Obtuvo 107.000 de las negociaciones que realizó con el obispo de Cartagena, además de cuanto había pillado: oro, plata, perlas y joyas personales de los vecinos, 80 piezas de artillería y las campanas de toda la ciudad. Arrasó con 248 casas y derrumbó tres arcos de la catedral para demostrar su fiereza. Ese mismo año Bautista Antonelli inició las fortificaciones. El Castillo de San Matías fue construido a la entrada de Boca Grande. En 1631 se levantaron los fuertes en las islas de Manga y Manzanillo. Años después, Pedro Zapata construyó el Castillo de San Felipe de Barajas. Poco antes de mediados del siglo se había construido el Castillo de San Luis en Boca Chica. Sin embargo, los esfuerzos para fortificar la ciudad no fueron suficientes: en 1697 el pirata francés Pointis la asaltó y bombardeó, partiendo con 2.000 marcos de oro. A finales del siglo XVII Cartagena de Indias contaba con 2.500 familias de origen europeo. El comercio negrero fue la principal actividad mercantil durante todo el siglo. Militares, clérigos y vecinos, además de usufructuar del negocio de la trata, eran dueños de tierras y esclavos. Un siglo antes habían alrededor de 68 asentamientos indígenas en las inmediaciones de la ciudad. La gente africana los reemplazaba en las labores domésticas urbanas y rurales.
Entretanto, las naves negreras portuguesas, holandesas, francesas e inglesas desembarcaban cientos de miles de africanos destinados al cautiverio. En 1687 Cartagena tenía 1.952 esclavizados. En otras regiones de la provincia, como Mompox, se contaban hasta 628 africanos o descendientes de gente del África. Según Alonso de Sandoval, quien publicó su libro en 1627, por cada europeo que habitaba la ciudad había siete personas de origen africano.
San Andrés, Providencia y Santa Catalina El otro lugar de arribo importante de gente africana en el Caribe colombiano lo constituyó el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Durante el siglo XVII España y Portugal eran las grandes potencias imperiales. Sin embargo, Francia e Inglaterra vivían en querella con estas naciones. El motivo de su enojo radicaba en la repartición que el papa Alejandro VI había hecho del Nuevo Mundo en 1493. El pontífice había trazado una línea imaginaria entre los polos norte y sur. Los territorios situados a cien leguas de las islas Azores serían de dominio español y los que se hallaban hacia el oriente corresponderían a Portugal. De este modo, Inglaterra quedó excluida del reparto de tierras del Nuevo Mundo. Esto hizo que los ingleses idearan una política beligerante respecto a sus asuntos marítimos. En 1558, cuando Isabel I
subió al trono, tomó la decisión de valerse de la piratería para organizar una guerra contra los españoles y sus posesiones en América. Piratas como Hawkins, Drake y Morgan empleaban sus fuerzas, sus hombres y sus navíos en el robo de barcos españoles y en el asalto a las ciudades portuarias a donde llegaban todas las riquezas del interior del continente. El oro de la Nueva Granada, la plata de México y Perú, y muchas otras riquezas obtenidas con el trabajo de los africanos esclavizados, iban a parar a las naves de piratas y corsarios. En 1588 los españoles decidieron hacer frente a esta situación con la famosa flota conocida como la Armada Invencible. Sin embargo, la marina real inglesa salió ganadora en este combate en alta mar. Este hecho allanó el camino de los ingleses en la ocupación de los territorios españoles en el Caribe. En 1631 el velero Seaflower llegó a la isla de Providencia. Los ingleses habían identificado éste como un sitio estratégico por encontrarse en la ruta de los galeones españoles que transitaban entre La Habana, Portobelo y Cartagena; era un lugar privilegiado para el pillaje. En ese periodo los ingleses convirtieron a Providencia en una plaza fortificada con 49 cañones y 9 fortalezas, desde donde hicieron la guerra a los españoles. Diez años más tarde los españoles lanzaron una operación desde Cartagena para recuperar Providencia. Los ingleses partieron. La gente africana que trabajaba en calidad de esclava quedó bajo el mando del gobernador Gerónimo de Ojeda. Sin embargo, tres años antes, en 1638,
Perspectiva del Fuerte de la Libertad en la isla de la Vieja Providencia o Santa Catalina formado por el coronel L. P. D. L., julio de 1822, acuarela y tinta sobre papel, 23 x 44 cm, Bogotá, Archivo General de la Nación, mapoteca 4, ref. 359A vc 459 •
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Tipo negro del Magdalena Edward Walhouse Mark, ca. 1843-1846, acuarela tomada de Acuarelas de Mark, Bogotá, Banco de la República, 1963
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había tenido lugar una revuelta debido a la penosa esclavitud que vivían. Desde que los ingleses se habían instalado en la isla, los africanos y sus descendientes habían sido destinados al cultivo del tabaco, luego al del algodón y más adelante a otros como el índigo. Es muy probable que durante esta revuelta muchos esclavizados hayan huido hacia la isla de San Andrés. Empero, la estadía de los españoles en Providencia fue breve. La toma militar de la isla de Jamaica, realizada por los ingleses en 1655, les abrió nuevas perspectivas. En diez años transformaron a Jamaica en un emporio de riqueza y en la base principal de todas las actividades de piratería en el Caribe. Desde allí volvieron a idear planes para recuperar a Providencia. Un año después de la toma de Jamaica, el pirata Morgan desembarcó en Providencia para realizar su reconquista. Sin embargo, cuando la rentabilidad del azúcar se impuso a las ganancias del pillaje, San Andrés y Providencia perdieron interés para los ingleses.
En realidad fue el cultivo del algodón, impulsado por Francis Archbold en 1789, el que arraigó la población inglesa y africana, en muchos casos procedente de Jamaica. Durante este periodo también fueron los esclavizados quienes trabajaron en la plantación algodonera. Años más tarde, los africanos que aún llegaban a estas islas, tanto como sus descendientes, se dedicaron con gran éxito al cultivo del coco. Los isleños conservaron las historias y leyendas de corsarios. Mientras sus vidas se tejían al vaivén de los intereses de las potencias europeas, la gente del Caribe insular colombiano afinaba las artes de la navegación marítima, la construcción de barcos, la pesca y la agricultura. OfiCIOS EN LA NUEVA GRANADA Cada africano o africana que llegaba a Cartagena de Indias, y luego a las diferentes localidades de la Nueva Granada, representaba una mano de obra cualificada. El trabajo de la minería y la orfebrería, los conocimientos en
1 H HIIS STO TO RFIIA AI C AA FR RE ON CO O OL M BM AB NIA A 1 A F O C O M B IIA N ÁR R CLLO O A < Plano y perfil del Fuerte de San Fernando, que demuestra el estado en que se halla el cimiento de la muralla real el día de la fecha Antonio de Arévalo, 18 de agosto de 1753, tinta y aguada sobre papel, 20 x 31 cm, Bogotá, Archivo General de la Nación, mapoteca 4, ref. 402A vc 555
agricultura, pesca y ganadería, y los saberes sobre las plantas y animales eran sólo algunos de los atributos que interesaban a los mercaderes en el momento de la transacción. Los mercados negreros ofrecían personas procedentes de sitios muy diversos que poseían variados saberes y tecnologías. Los españoles conocían sus destrezas gracias a las crónicas sobre el África sub-sahariana que circulaban en Europa desde la Edad Media. Por eso el precio de los cautivos no sólo dependía de su fortaleza física: saber extraer el oro de peñas y ríos, cultivar la tierra, ocuparse del ganado, atender la cocina, herrar los animales de tiro o cualquier otro dominio, por ejemplo curar con plantas, significaba un valor adicional que repercutía en el precio. Una vez conducidos a sus nuevos ámbitos de vida, en las minas, haciendas y ciudades de todo el territorio, fueron intercambiando sus saberes acerca de la selva y las sabanas con españoles, indígenas y mestizos. Del mismo modo, los legados africanos se adaptaron a los nuevos entornos de vida.
Constructores de ciudades Los grandes centros económicos y políticos de la Nueva Granada debían reflejar en la arquitectura su poderío y su riqueza. Ciudades como La Habana, Santiago de Cuba y Santo Domingo, entre las más notables, fueron adquiriendo perfiles monumentales. Este también fue el caso de Cartagena de Indias que, a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, vio transformar su fisonomía urbana con la construcción de iglesias, palacetes, puentes, acueductos, caminos, pozos y casas. Las necesidades defensivas de Cartagena eran considerables. Por su puerto salían todas las riquezas destinadas a enriquecer las arcas del rey en España. Del mismo modo, las naves españolas traían toda suerte de mercancías necesarias para la vida de las colonias. Por esta razón las obras públicas, en particular las fortificaciones, se
Provincia de Barbacoas. Fabricante de faluchos y canoas Manuel María Paz, 1853, acuarela sobre papel, 24 x 32 cm, Bogotá, Biblioteca Nacional de Colombia, colección Comisión Corográfica, lámina 42
convirtieron en un imperativo. En ellas trabajaron los africanos y sus hijos. En 1571 el gobernador de Cartagena solicitó dineros a España para ampliar el muelle, pues era insuficiente. En esta obra fueron utilizadas personas africanas confiscadas a sus propietarios por haber sido introducidas de contrabando. En 1610, cuando se realizaba la construcción de las murallas definitivas, el gobernador de Cartagena, Diego de Acuña, requirió más dinero para adelantar las obras. En 1612 el rey le respondió que pidiera a los vecinos españoles de la ciudad que prestarán a sus esclavos para poner en marcha la construcción del baluarte de San Felipe. Siete años más tarde el presupuesto se había terminado. Los funcionarios del rey escribieron a España rindiendo un informe de las fortificaciones realizadas, en el que subrayaban que, si no se enviaba dinero para continuar, sería necesario despedir a “200 negros” que se desempeñaban como canteros y albañiles. Los dominicos también solicitaron al rey
fondos para terminar la construcción de la catedral. Algunos años antes habían pedido licencia para introducir “dos esclavos negros, uno carpintero y otro albañil”, a fin de emplearlos en las obras del monasterio. Ejemplos como estos muestran la manera como la gente africana participó activamente en la construcción de las defensas y de la arquitectura religiosa que le ha valido a la ciudad de Cartagena ser catalogada como patrimonio histórico de la humanidad.
Los bogas Durante todo el periodo colonial el río Magdalena fue la vía más importante para comunicar a la región andina con el mar Caribe y Europa. La Flota de Indias, que llegaba a Cartagena procedente de España, aprovisionaba los territorios americanos en ropa, aceites, vinos y otras mercancías apetecidas por los españoles residentes en el Nuevo Mundo. Sin embargo, remontar el río hasta Honda requería pericia y fortaleza. Era un trabajo brutal de doce horas diarias en canoas con catorce •
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Champanes cerca de Mompox Edward Walhouse Mark, ca. 18431846, acuarela sobre papel, 17 x 23 cm, colección Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá
Cerros de Carapu entre Guaduas y Honda. Un champán o canoa usada en el Magdalena
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Edward Walhouse Mark, 17 de junio de 1845, acuarela sobre papel, 12,5 x 17,5 cm, colección Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá
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bogas que cargaban hasta diez toneladas de peso. En los primeros años de la Conquista los indígenas fueron utilizados por los españoles para garantizar el transporte de personas y mercancías, pero, como en la mayoría de las actividades, fueron desplazados por la gente africana y sus descendientes. La fortaleza física y la destreza para esquivar los peligros del río eran cualidades fundamentales de los bogas o navegantes que pasaban sus vidas entre las aguas. La imagen que se tiene de ellos es la de hombres robustos, francos, inteligentes y maliciosos. También se dice que vivían contentos, pues, a diferencia de otros esclavizados, gozaban de permanente movilidad y estaban en contacto con la naturaleza, es decir, llevaban una vida más independiente. El número de pasajeros crecía en la medida en que se afianzaban las actividades económicas. En 1550 se idearon los champanes, canoas de unas quince varas de largo, dos de ancho y un metro de profundidad, con una cubierta en forma de arco en el centro de la embarcación. Mientras los bogas remaban para hacerlo avanzar, los españoles y sus hijos se refugiaban del sol bajo del arco de palma.
Provincia del Chocó. Vista del río San Juan, modo de navegar en él Manuel María Paz, 1853, acuarela sobre papel, 30 x 24 cm, Bogotá, Biblioteca Nacional de Colombia, colección Comisión Corográfica, lámina 68
Una cuelga en la angostura de la Candelaria. Río Guadalupe Henry Price, 1852, acuarela sobre papel, 29 x 22 cm, Bogotá, Biblioteca Nacional de Colombia, colección Comisión Corográfica, lámina 16
productividad minera. En 1550, en las minas de Buriticá (Antioquia), se hallaban numerosos africanos que explotaban el oro. Al año siguiente fueron censados dos mil trabajadores entre indígenas y africanos que laboraban en las minas de Almaguer. La presencia de estas poblaciones también fue muy importante en la producción minera del actual departamento de Caldas. En 1572 Juan López de Velasco señaló la presencia de mil mineros de origen africano. Cinco años más tarde se realizó un censo en la región del Chocó, más exactamente en los afluentes del río San Juan, donde se encontraron más de 2.685 personas africanas con su descendencia. A lo largo de los siglos XVII y XVIII estas cifras no hicieron más que aumentar. En 1782 la población de origen africano en el Chocó alcanzó a representar casi 20.000 personas, de las cuales 7.088 vivían en calidad de esclavos y 10.987 eran libres. Entre 1724 y 1728 llegaron a Cartagena 2.390 africanos, de los cuales 1.275 pasaron al Chocó, Cali y Popayán, es decir el 53%. Esto se explica porque durante el siglo XVIII las minas del Pacífico colombiano estaban en plena producción. De este modo las minas de veta y los placeres de los ríos se convirtieron en el hábitat de muchas personas africanas durante el periodo colonial. Allí vivieron un destino que jamás escogieron: la esclavitud. Su trabajo se realizaba de sol a sol, en los socavones o en las orillas de los ríos, donde lavaban las arenas auríferas en una batea con un movimiento circular que permitía liberar las pepitas de oro. Esta técnica, conocida como mazamorreo, se sigue practicando. Las cuencas de los ríos Cauca y Magdalena
Los mineros La explotación de las minas de oro fue la principal actividad económica a la cual se vieron vinculados los africanos y sus descendientes en la Nueva Granada. El 20 de diciembre de 1544 Sebastián de Belalcázar escribió al rey para solicitarle la importación de cautivos originarios de África con el propósito de reemplazar a los indígenas quienes, además de haber disminuido por los impactos de la Conquista, también llevaban a cabo rebeliones que paralizaban la
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Mapa de la Provincia de Chocó y parte meridional de Panamá con las fundaciones hechas en Cupica 1783, aguadas, 38 x 48 cm, Bogotá, Archivo General de la Nación, mapoteca 4, ref. 136A
Plano de las bocas del Atrato y de su puerto y ensenadas de la costa Guillermo Eduardo Coutin, 1832, tinta y aguada sobre papel, Bogotá, Archivo General de la Nación, mapoteca 4, ref. 21A vc. 459
Río Tunando (Chocó)
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1807, aguada sobre papel, 21 x 28 cm, Bogotá, Archivo General de la Nación, mapoteca 4, ref. 541A •
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Provincia de Barbacoas. Modo de lavar oro Manuel María Paz, 1853, acuarela sobre papel, 31 x 24 cm, Bogotá, Biblioteca Nacional de Colombia, colección Comisión Corográfica, lámina 47
Lavadoras de oro en el río Guadalupe Henry Price, 1852, acuarela sobre papel, 28 x 20 cm, Bogotá, Biblioteca Nacional de Colombia, colección Comisión Corográfica, lámina 15 •
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también fueron escenarios de la minería del oro. Para llevar a cabo estas labores se constituyeron cuadrillas, es decir, equipos de trabajo, inicialmente compuestos sólo por hombres africanos y sus hijos. Poco a poco los dueños de minas introdujeron mujeres esclavizadas en estos equipos de trabajo. De esta nueva situación fueron surgiendo familias y formas de asociación que serían fundamentales para la conservación de las tradiciones culturales recibidas de los ancestros africanos.
herramientas para las cuadrillas. Los dueños de las minas, a veces también dueños de haciendas, destinaron parte de la mano de obra esclavizada a producir alimentos para solucionar las crisis de abastecimiento en las zonas mineras. En estas haciendas, llamadas de trapiche, se cultivaba la caña de azúcar, se elaboraban mieles y se producían fríjol, arroz, granos y frutas. En el siglo XVIII el tabaco, el añil y la quina eran cultivados en pequeña escala por indios, mestizos, africanos y su descendencia. Salvo circunstancias muy especiales, los esclavizados siempre tuvieron cultivos de autosubsistencia en los que se mezclaron las técnicas ancestrales y las influencias del momento. En esa misma época muchos de los esclavizados de las zonas mineras del Chocó solicitaron a sus amos pedazos de tierra para tener sus propias plataneras.
Los agricultores Según algunos misioneros que habitaron el Caribe durante los siglos XVII y XVIII, la gente de origen arará (ewé-fon) era la mejor para los trabajos fuertes de la hacienda. Al final del siglo XVIII un cronista escribió que los arará eran de gran estimación en América porque eran fuertes, valientes y resistían el trabajo. Este tipo de información nos permite comprender que la costa Caribe fue diferente de otras regiones de la Nueva Granada, donde la gente africana trabajaba sobre todo en la minería. En cambio, en el litoral Caribe fueron dedicados a los cultivos de plátano, arroz, coco y caña de azúcar. No obstante, la actividad minera creó la necesidad de mayor suministro de alimentos y
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Los ganaderos Trapiche indígena de caña de azúcar Edward Walhouse Mark, 1844, acuarela sobre papel, 17,1 x 25,3 cm, colección Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá
En la costa Caribe el hato ganadero se convirtió en fundamento de la economía regional. El pastoreo del ganado cebú fue una de las actividades principales en la cual también estuvo involucrada la gente del África y sus familias. Algo similar ocurrió en las haciendas del sur del país, especialmente en el Cauca.
1 H HIIS STO TO RFIIA AI C AA FR RE ON CO O OL M BM AB NIA A 1 A F O C O M B IIA N ÁR R CLLO O A Grupo de vaqueros G. Vuiller [sobre croquis de M. A. Urdaneta], siglo XIX, grabado tomado de Explorations aux isthmes de Panama et Darien en 1876-1877-1878, Armand Reclus, s.f.
Hoy en día, el palenque de San Basilio es un testimonio de la importancia de la cría, cuidado y pastoreo de ganado vacuno entre las poblaciones descendientes de africanos del litoral Caribe. El manejo de los rebaños era una actividad conocida por los pueblos del África occidental que llegaron a la región. Las gentes de los ríos de Guinea se destacan en las crónicas portuguesas del siglo XV por ser diestros ganaderos.
Otros oficios Una vez que las recuas de mulas se alejaban de las ciudades portuarias para llevar las mercancías tierra adentro, no se contaba siempre con caminos abiertos. Los africanos esclavizados despejaron la selva a machete para poder transportar los bultos y cargas sobre sus hombros. Durante el siglo
Soto. Tejedoras y mercaderas de sombreros nacuma en Bucaramanga. Tipos blanco, mestizo y zambo Carmelo Fernández, 1851, acuarela sobre papel, 22 x 29,6 cm, Bogotá, Biblioteca Nacional de Colombia, colección Comisión Corográfica, lámina 137 •
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Provincia del Chocó. Vista de una calle de Nóvita Manuel María Paz, 1853, acuarela sobre papel, 31 x 24 cm, Bogotá, Biblioteca Nacional de Colombia, colección Comisión Corográfica, lámina 65
XVIII, en el Chocó, esta actividad, conocida como el portazgo, fue combinada con la comercialización de víveres. En todas las ciudades, villas y pueblos de la Nueva Granada se desempeñaron como herreros, artesanos, carpinteros, sastres, pajes, aguateros, domésticos, leñadores, cazadores. Picaron piedra, alimentaron calderas, procesaron sal marina al rayo del sol y extrajeron perlas en el Cabo de la Vela (La Guajira). Siempre fueron excelentes pescadores y músicos. Las mujeres se desempeñaron en la venta callejera de alimentos, como lavanderas y cocineras. También fueron nanas de leche, es decir, nodrizas que criaban a los hijos de sus amos. En Popayán y otras ciudades las mujeres de origen africano tenían el control de la fabricación de espermas para las festividades religiosas de los santos patronos. En los Santanderes se dedicaron a la fabricación y venta de sombreros y se ocuparon del procesamiento del tabaco. Durante la época colonial, en la Nueva Granada, los oficios de los africanos y sus descendientes fueron tan variados como las actividades económicas de las regiones en las cuales les tocó vivir.
El cocinero del champán Edward Walhouse Mark, ca. 1843-1846, acuarela sobre papel, colección Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá
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Ocaña. Mujeres blancas Carmelo Fernández, 1851, acuarela sobre papel, 27 x 19,2 cm, Bogotá, Biblioteca Nacional de Colombia, colección Comisión Corográfica, lámina 123
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Provincia de Mariquita. Separación y empaque del tabaco Henry Price, 1852, acuarela sobre papel, 31 x 24 cm, Bogotá, Biblioteca Nacional de Colombia, colección Comisión Corográfica, lámina 145
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