MÚSICA | CRUCES MÁS CLÁSICO. Seth Grahame-Smith le incorporó zombis a la novela de Jane Austen
La novedad de la reciente invasión de muertos vivientes es que han conseguido abandonar el submundo de la clase B cultural para desembarcar en territorios donde antes no habían osado estampar sus huellas
campante por la puerta del cementerio? Tal vez las respuestas no sean agradables, y por eso el arte es la única disciplina que se anima a sugerirlas. En el cine y el cómic, de la película El regreso de los muertos vivientes (1985, Dan O’Bannon) a la historieta The walking dead, de Robert Kirkman y Tony Moore, los zombis han sido protagonistas excluyentes de un género tan insólito como ellos: la comedia de terror. La obra de O’Bannon marcó las reglas que luego seguiría George A. Romero, pero la novedad de la reciente invasión de los muertos vivientes es que han conseguido abandonar el submundo de la clase B para desembarcar en territorios donde antes no habrían osado estampar sus huellas. Es el caso de la incomparable novela Orgullo y prejuicio y zombis (Umbriel), una reescritura del clásico de Jane Austen que, en esta versión a cargo de Seth Grahame-Smith, incorpora las temibles consecuencias de una misteriosa plaga que amenaza la vida cotidiana
en Meryton. La heroína Elizabeth Bennet rivaliza con la agresión inesperada y, del mismo modo, la ficción victoriana se transforma en un pastiche capaz de sintonizar con el sorprendente derrumbe de fronteras propio de los tiempos que corren. Así como los “nuevos bárbaros”, o miembros de la tribu cibernética global evocados por Alessandro Baricco en Los bárbaros (Anagrama), ponen de cabeza el orden humanista y eurocéntrico de la cultura mundial, los zombis de Grahame-Smith entran al paisaje creado por Jane Austen para inventar un escenario mutante e inestable, al que cuesta encontrarle una definición. A mitad de camino entre dos mundos distantes pero complementarios, lo más probable es que la de Grahame-Smith sea la primera “novela zombi” de la historia. Pero si la invasión de los zombis suena espeluznante en el terreno de la novela clásica, no menos atrevida parece su irrupción en el campo de la filosofía zen. The zen of zombie: better living through the undead, de Scott Kenemore, supone que la invasión deja lecciones éticas y un universo de felicidad al alcance de la mano. En opinión de Kenemore, de los zombis habría que aprender su capacidad para ir despacio por la vida (y la muerte), la habilidad que demuestran para ser su propio jefe y, muy especialmente, devorar a todo aquel que se les interpone en su camino. También reivindica su asombrosa capacidad de adaptación y la fortaleza para enfrentar retos, ciertamente dos puntos débiles de los humanos contemporáneos. Escritor y baterista de la banda de rock The Blissters, Kenemore exhibe un punto de vista opuesto al del músico nigeriano Fela Kuti, creador del afrobeat y polémico activista de los derechos de los negros, fallecido en 1997 tras una vida intensa, que incluyó 356 declaraciones ante la Justicia de distintos países. Para el multiinstrumentista Fela, que cruzaba su música de orientaciones funk con ritmos propios de las celebraciones yoruba, el zombi era el soldado negro alistado en un ejército de blancos, héroe anónimo en una guerra que no era la suya. La canción “Zombie”, que interpretaba en versiones de 9 a 17 minutos, fue su mayor éxito en vida. Y tal vez la distancia que hay entre la visión neo-zen de Kenemore y la percepción africana de Fela explique los inagotables atractivos de la figura del zombi, el único mito primitivo que se permite atacar la vida moderna para reírse de ella. © LA NACION
FERNANDO MASSOBRIO
Exotismo y posmodernidad en el bolero según Pángaro POR LEONARDO TARIFEÑO De la Redacción de La Nacion
“Y
qué has hecho del amor que me juraste?”, dice en un susurro, y la delicadeza de la voz sugiere que para Sergio Pángaro ese verso no morirá jamás. Conocido por incorporar la elegancia del crooner al sonido del rock, el creador del grupo Baccarat convierte cada género musical en un paisaje de leyenda, una utopía retro en la que lo único importante es no perder el estilo. “A veces necesito darme cuenta de que estamos en el presente, pero para mí el presente es un interrogante –señala–; y si tuviera que ensayar una respuesta a esa pregunta, diría que la música de hoy es la suma de todas las músicas existentes, y el matiz contemporáneo sólo se nota en la manera de combinarlas.” Su apuesta es la combinación inesperada –el rock con el lounge, la canzonetta con el tango– y, sobre todo, el bigotito prolijo, el peinado impecable, la sospecha de estar ante el último de los caballeros. Y como los tipos finos cantan boleros, este alegre dandy del subdesarrollo regresa a los escenarios porteños cobijado por un repertorio de clásicos de amor y desamor, al frente de un quinteto de músicos cubanos casi tan elegantes como él. La nueva pasión tropical de Pángaro lo lleva a definirse como “un puente entre el posmodernismo y el folklore cubano”, precipicio estético que llevó a otros al abismo del kitsch. Para él, en cambio, se trata de recuperar “la literatura en la música, algo que el rock no siempre es
capaz de hacer” y, al mismo tiempo, dibujar las ensoñaciones hedonistas que tanto le gustan, horizontes imaginarios que evocan tardes soleadas en Capri, romances en Acapulco o recuerdos habaneros, todas fantasías musicales que en su caso brillan mejor en blanco y negro. La clave de su trabajo sería el exotismo, “un exotismo que también estaba muy presente en Nat King Cole o Eydie Gormé. Ninguno de ellos tenía voz o estilo de cantante de boleros, pero dejaron su impronta en generaciones enteras. Estos shows apuntan al mismo sentimiento, que en el fondo no es más que la fascinación por la música de aquí y de allá, interpretada con el desparpajo que alguna vez tuvieron Dean Martin o Elvis Presley a la hora de entonar mambos o canzonettas”. En su insospechada versión romántica, el último de los caballeros se pregunta cuándo, cómo y dónde, y siempre se responde que “el bolero ha planteado una manera de contar los sentimientos en castellano, pero esa manera no es una sola cuando se lo interpreta. Su riqueza está en la libertad que permite”. En la voz y modales de Pángaro, la posmodernidad sale a buscar el amor que otros se juraron. Lo curioso del asunto es que no le canta a lo que finalmente encuentra, sino a todo aquello que ya se perdió. © LA NACION
SERGIO PÁNGARO & EL QUINTETO DE CUBA. Último show: miércoles 30 a las 22, entrada: $ 40. Notorious, Av. Callao 966
Sábado 26 de diciembre de 2009 | adn | 25