Adolescencia, Posmodernidad y Escuela Secundaria
Por Guillermo, A. Obiols y Silvia Di Segni de Obiols.
Kapeluz Editora S. A.
Primera edición: 1993.
Este material es de uso exclusivamente didáctico.
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Índice Prólogo Introducción I. Modernidad y posmodernidad: elementos para entender un debate…………………...1 1. Las ideas de la modernidad en los siglos XVII y XVIII………………..……………………………3 2. El siglo XIX: crítica y replanteo de las ideas de la modernidad………..……………………………9 3. Sociedades posindustriales y cultura posmoderna………………….……………………………...15 4. Las ideas de posmodernidad………………..………………………………………………………18 5. La cultura de la imagen: otra estética……………………………..………………………………..21 6. Del sujeto moderno al individuo posmoderno………………….………………………………….23 7. Un nuevo papel para la ciencia…………………………….………………………………………28 8. Los finales de la historia………………………….………………………………………………..29 9. La recreación de los proyectos de la modernidad…………………………..………………………31
II. Ser adolescente en la posmodernidad…………………………………………………...37 1. ¿Existe la adolescencia?....................................................................................................................39 2. ¿Hasta cuándo la adolescencia?.........................................................................................................41 3. Un poco de historia……………………………………..…………………………………………..44 4. Perfil de un adolescente moderno……………………………..……………………………………48 5. La famosa brecha generacional……………………………..……………………………………...52 6. Los duelos en la adolescencia………………………………..……………………………………..53 7. ¿Qué fue de las ideologías?...............................................................................................................55 8. Pastiche del adolescente de la posmodernidad………………………..……………………………57 9. Nuestros adolescentes en la posmodernidad………………………..………………………………62 10. ¿Hay duelos en la posmodernidad?.................................................................................................65 11. ¿Dónde están los adultos de antaño?..............................................................................................70 III. La crisis de la escuela secundaria……………………..………………………………………..81 1. La escuela secundaria en la historia……………………………….……………………………….82 2. La escuela secundaria en la Argentina………………………….………………………………….86 3. De la escuela iluminista al enciclopedismo…………………….………………………………….89 4. ¿Dónde nos hallamos hoy?...............................................................................................................92 5. Primer interludio: retrato del adolescente en la escuela………………………………….….……..93 6. Hablemos de los docentes………………………………..…………………………………………96 7. Ese oscuro objeto idealizado…………………………..…………………………………………...97 8. Una escuela "jardín de infantes"…………………………..………………………………………100 9. Modelos patológicos en la docencia………………………..……………………………………..101 10. ¿Límites o no límites?...................................................................................................................104 11. Creatividad, divino tesoro………………………..………………………………………………105 12. Dificultades en la comunicación………………………….……………………………………..111 13. Segundo interludio: la historia de Paulina……………………………….……………………...112 14. Los aprendizajes socio-afectivos, los cognoscitivos y el rol docente……………………….…..115 15. La escuela guardería……………………..………………………………………………………118 16. Cultura posmoderna yescuela secundaria………………..………………………………………121 17. Las pedagogías "light"………………..………………………………………………………….124 18. Entre la “disciplinal” y la “convivencial”……………..………………………………………...125 19. Planteos conservadores: la pedagogía ªlight” como “contrapedagogía”…………………………127 20. De Gramsci a Fernández Enguita: una escuela exigente y útil para todos……………..………...128
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Conclusiones……….………….…….…………………………………………………………..133
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Ser adolescente en la posmodernidad
“Deberías ir a un colegio de chicos. Pruébalo alguna vez -le dije-. Están llenos de farsantes. Tienes que estudiar justo lo suficiente para poder comprarte un Cadillac algún día, tienes que fingir que te importa si gana o pierde el equipo del colegio, y tienes que hablar todo el día de chicas, alcohol y sexo. Todos forman grupitos cerrados en los que no puede entrar nadie. Los del equipo de baloncesto por un lado, los católicos por otro, los cretinos de los intelectuales por otro y los que juegan al bridge por otro. Hasta los socios del Libro del Mes tienen su grupito. El que trata de hacer algo con inteligencia..”.
J. D. Salinger ¿Por qué enfocar en especial a la adolescencia en la cultura posmoderna? Este clima de ideas afecta e influye a todos quienes están sumergidos en él, más allá de su edad, pero nuestra hipótesis es que se genera un fenómeno particular con los adolescentes en la medida en que la posmodernidad propone a la adolescencia como modelo social, y a partir de esto se "adolescentiza" a la sociedad misma. Comencemos por mencionar a un par de autores que han sugerido esta idea desde diversos campos. El ya citado Alain Finkielkraut dice: "La batalla ha sido violenta, pero lo que hoy se denomina comunicación demuestra que el hemisferio no verbal ha acabado por vencer, el clip ha dominado a la conversación, la sociedad 'ha acabado por volverse adolescente'."1
Este autor identifica lo adolescente con lo no verbal, ubicado en el hemisferio derecho del cerebro donde también asienta la fantasía, la creatividad, la imaginación. El hemisferio izquierdo, sede de la racionalidad, la lógica y todo aquello que desarrollamos a partir de la educación, incluido el lenguaje, ha perdido terreno sobre todo en la comunicación entre los jóvenes, la cual se desarrolla casi exclusivamente a través de imágenes y con poco intercambio a nivel personal. Desde el campo psicológico, José Luis Pinillos deja en el aire su sospecha ante la generalización del fenómeno: "...cabe sospechar que en las postrimerías de la modernidad la (adolescencia ha dejado o está dejando de ser una etapa del ciclo (…) vital para convertirse en un modo de ser que amenaza por envolver a la totalidad del cuerpo social. "2
¿Cómo se puede entender este concepto? Pensemos en el modelo de la modernidad. Se aspiraba a ser adulto, aun cuando se tuviera nostalgia de la niñez. La niñez era una época dorada, en la cual no había responsabilidades pesadas, en la que el afecto y la contención venían de los padres y permitían reunir un caudal educativo y afectivo que facilitaba enfrentarse con lo importante de la vida, la etapa adulta, la cual permitiría actuar, tener capacidad de influir socialmente, independizarse de los padres, imitarlos en la vida afectiva y familiar. Tan fuerte era el modelo adulto para la modernidad que la infancia Se consideraba una especie de larga incubación en la cual nada importante ocurría, algo de lo cual no valía la pena que los hombres se ocuparan demasiado, era cosa de mujeres. Un golpe significativo a esta idea lo dio el psicoanálisis cuando describió la génesis de la normalidad o la neurosis justamente en etapas tempranas del desarrollo y, para colmo, ligada a algo tan "adulto" como la sexualidad. ¿Quién podía aceptar fácilmente que lo que hubiera pasado en los primeros cinco años de vida tuviera tanta influencia en su adultez, madura, independiente y poderosa? 1 2
Finkielkraut, A. Op.Cit., p. 138. Pinillos, José Luis. "La adolescencia en las postrimerías de la modernidad". En Psicopatología, 10, 4to, Madrid, 1990
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¿Quién podía creer que esos angelitos sin sexo, sin pudor, fueran seres altamente erotizados? El mundo adultocéntrico puso a partir de estos estudios sus ojos en aquellos "locos bajitos", los cuales pasaron a constituirse, para el propio psicoanálisis, en His Majesty the Baby. Es posible que el péndulo haya quedado, a partir de entonces, inclinado hacia el niño pequeño. Muchos estudios se hicieron sobre el tema, sin duda con el fin de llenar un vacío importante. El niño fue el objeto de investigación y teorización durante muchos años hasta que tardíamente apareció en la escena también el adolescente, el cual, hasta después de la segunda guerra mundial, no parecía ser un grupo humano demasiado interesante para los investigadores. Si pensamos la adolescencia desde el momento actual nos encontramos, en cambio, con que los adolescentes ocupan un gran espacio. Los medios de comunicación los consideran un público importante, las empresas saben que son un mercado de peso y generan toda clase de productos para ellos; algunos de los problemas más serios de la sociedad actual: la violencia, las drogas y el sida los encuentran entre sus víctimas principales y la escuela secundaria los ve pasar sin tener en claro qué hacer con ellos. Pero, sobre todo, aparece socialmente un modelo adolescente a través de los medios masivos en general y de la publicidad en particular. Este modelo supone que hay que llegar a la adolescencia e instalarse en ella para siempre. Define una estética en la cual es hermoso lo muy joven y hay que hacerlo perdurar mientras se pueda y como se pueda. Vende gimnasia, regímenes, moda unisex cómoda, cirugía plástica de todo tipo, implantes de cabello, lentes de contacto, todo aquello que lleve a disimular lo que muestra el paso del tiempo. El adulto deja de existir como modelo físico, se trata de ser adolescente mientras se pueda y después, viejo. Ser viejo a su vez es una especie de vergüenza, una muestra del fracaso ante el paso inexorable del tiempo, una salida definitiva del Olimpo. No sólo se toma como modelo al cuerpo del adolescente, también su forma de vida. La música que ellos escuchan, los videoclips que ven, los lugares donde bailan, los deportes que hacen, la jerga que hablan. Para una parte de la opinión pública la actitud de los padres no debe ser ya la de enseñar, de transmitir experiencia sino por el contrario la de aprender una especie de sabiduría innata que ellos poseerían y, sobre todo, el secreto de la eterna juventud. En las páginas que siguen iremos desarrollando estas ideas.
1. ¿Existe la adolescencia? El estudio de las sociedades primitivas tal como fuera desarrollado entre otros autores por Margaret Mead, y los intentos de traspolación de sus resultados a la sociedad occidental desarrollada, tuvo en los años ‘60 mucha influencia en el campo psicológico y ha sido luego duramente criticado. Para estas sociedades la adolescencia es un momento representado por un ritual de paso de una etapa de la vida a otra en la cual se accede a la sexualidad activa, se adquieren responsabilidades y poder dentro de la tribu. En los casos en los que hay un ritual, la adolescencia casi no existe, es sólo un momento de pasaje y las etapas importantes son la pubertad, que marca el fin de la infancia, y la etapa adulta posterior. Se han propuesto equivalentes de los ritos de iniciación en las sociedades desarrolladas. En una época el usar pantalones largos, comenzar a fumar y visitar un prostíbulo eran hitos en el pasaje hacia la edad adulta en el varón, mientras que el permiso para pintarse la cara, usar medias de seda o nylon y tener novio lo marcaban en la mujer. De todos modos, en sectores de población medios y altos urbanos, la adolescencia era un proceso que duraba un tiempo más o menos prolongado, nunca se reducía a un ritual. Pero es importante señalar cambios que se habrían producido en las últimas décadas: la adolescencia tiende a prolongarse en el tiempo y no es vivida como una etapa "incómoda" o "de paso". Veamos cómo han señalado este fenómeno diferentes autores. Y a afines de los ‘60 Stone y Church, investigadores de la psicología de la conducta, llamaban la atención sobre la prolongación de la adolescencia: "En otra época, los años intermedios constituían un período durante el cual el niño estaba contento con su suerte, mientras que la adolescencia era una etapa en la que se entraba con renuencia y a la que se dejaba atrás tan pronto como la gente lo permitía. En la actualidad, en cambio, los niños de edad
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intermedia anhelan a menudo ser adolescentes y los adolescentes parecen creer (durante gran parte del tiempo) que han hallado el modo de vida definitivo. "Hoy en día, y no sólo en los Estados Unidos, la adolescencia ha sido institucionalizada, y es glorificada en los programas de televisión, en los diarios, en la radio y en la publicidad destinada al mercado adolescente. Hasta los adultos que no se unen al culto de la adolescencia ni lo explotan suelen colaborar en su propagación, como si quisieran vivirla vicariamente."3 Por su parte Françoise Dolto, desde una óptica psicoanalítica europea, ubica la bisagra del cambio en la segunda guerra mundial explicándolo en estos términos: "Antes de 1939, la adolescencia era contada por los escritores como una crisis subjetiva: uno se rebela contra los padres y las obligaciones de la sociedad, en tanto que, a su vez, sueña con llegar a ser rápidamente un adulto para hacer como ellos. Después de 1950, la adolescencia ya no es considerada como una crisis, sino como un estado. Es en cierto modo institucionalizada como una experiencia filosófica, un paso obligado de la conciencia."4 Sería justamente la era posindustrial la que ha permitido desarrollar y extender la adolescencia, si no a todos, a buena parte de los jóvenes. Los jóvenes pertenecientes a sectores de bajos ingresos o campesinos quedan fuera de este proceso, para ellos la entrada en la adultez es rápida y brusca, ya sea a través de la necesidad de trabajar tempranamente o bien por un embarazo casi simultáneo con el comienzo de la vida sexual. Pero en los sectores medios urbanos la adolescencia se constituye como un producto nuevo, no ya un rito de pasaje o iniciación, toda una etapa de la vida con conflictos propios. Es más, aquellos viejos indicadores de pasaje, si lo fueron, se han perdido totalmente. En la sociedad actual, los jóvenes no esperan el momento de vestirse como sus padres, son los padres los que tratan de vestirse como ellos; acceden a la sexualidad con parejas elegidas por ellos mismos, en el momento en que lo desean y sin mayores diferencias entre varones y mujeres. Los hábitos de beber o fumar, no sólo no son consideradas "faltas de respeto" sino que se han vuelto muy difíciles de controlar. Existen autores que consideran el término "adolescencia" un artefacto creado dentro de las sociedades urbano-industriales a partir del siglo XV ya que es por entonces cuando el término aparece en el idioma inglés. Sin embargo "adolescere" es un término latino que significaba para los romanos "ir creciendo, convertirse en adulto". En estas consideraciones creemos que sigue siendo útil mantener el concepto de adolescencia en tanto etapa de la vida entre la pubertad y la asunción de plenas responsabilidades y madurez psíquica. Esto no quiere decir que se mantenga el modelo clásico de adolescente descripto en los libros de psicología y en las novelas. Tampoco parece demasiado fácil averiguar si en lo intrapsíquico el adolescente actual sigue manteniendo las características que se le adjudicaban. Este grupo humano es hoy en día influyente en el mercado aunque no lo haga a través de sus propios recursos, se lo cuida y estimula como consumidor. Para el mercado es bueno que la adolescencia dure mucho tiempo y, además, en la sociedad actual no es fácil salir económicamente de ella. En los países con crisis económica no hay trabajos que permitan la independencia de los jóvenes, pero en aquellos fuertemente desarrollados tampoco el problema se soluciona fácilmente. Por el contrario, los jóvenes ven prolongado el período de la vida en el que viven con sus padres, no consiguen trabajos y tienen que prepararse durante mucho más tiempo para acceder a ellos. Se produce así una época en la cual las responsabilidades se postergan mientras se disfruta de comodidades, una prolongación de lo bueno de la infancia con la libertad de los adultos, un estado "casi ideal".
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Stone, L. J. Church, J. El adolescente de 13 a 20 años, Bs. As., Paidós, 1%8, p.7. Dolto, F. La causa de los adolescentes. Barcelona, Seix Barral, 1990, p. 45.
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2. ¿Hasta cuándo la adolescencia? Hablar de la duración de la adolescencia implica diferenciar ante todo dos términos: adolescencia y juventud. Para muchos autores éstos han sido sinónimos aunque presentan diferencias significativas. Un adolescente es un ser humano que pasó la pubertad y que todavía se encuentra en etapa de formación ya sea en lo referente a su capacitación profesional, a la estructuración de su personalidad o a la identidad sexual. En cambio "joven", cuando este término se refiere al adulto joven, designa a alguien que ya ha adquirido responsabilidades y cierta cuota de poder, que ha madurado su personalidad y tiene establecida su identidad sexual, más allá de que no tenga una pareja estable o no sea totalmente autosuficiente en lo económico. Pero algunos autores de habla inglesa no diferencian ambos términos. En lo que sigue se hablará de "adolescente" o "joven" como sinónimos dejando en claro que el término "joven" excluye al adulto joven. Arnold Gesell escribía en 1956 su libro El adolescente de 10 a 16 años (Youth. The years from ten to sixteen) completando una trilogía que comenzaba con el nacimiento. Los 11 años marcaban para él el comienzo del comportamiento adolescente, ciclo que se cerraría a los 20. En los Estados Unidos de la época, los 16 años constituían un hito fundamental para el adolescente con recursos, ya que podía comenzar a manejar un automóvil, lo cual le permitía gozar de ciertas libertades y de por lo menos una "sensación" de poder. Cabe señalar que, en el prólogo de ese libro, Telma Reca5 se extrañaba de las diferencias encontradas entre los adolescentes estudiados por Gesell en New Haven y otros estudios de treinta años antes (Bühler, Spranger, Mendousse, Ponce). Aquellos autores habían descripto un adolescente introvertido, ocupado en su autoconocimiento, solitario, sentimental, angustiado, proyectando su porvenir y escribiendo su diario íntimo. En 1956, Gesell no daba importancia a tales diarios, sus adolescentes parecían, por lo menos a partir de su modo de estudiarlos, más interesados en la acción que en la introspección. Stone y Church, por su parte, definieron a la persona en crecimiento (growing person) de los 13 a los 20 años y establecían una diferenciación entre el desarrollo físico y el psicológico: 1. adolescencia, aplicado al desarrollo físico, se refiere al período que comienza con el rápido crecimiento de la prepubertad y termina cuando se alcanza una plena madurez física; 2. en sentido psicológico, es una situación anímica, un modo de existencia, que aparece con la pubertad y tiene su final al alcanzar una plena madurez social. Esta última definición trae aparejado un problema difícil de resolver si se quiere fijar una edad como límite superior de la etapa: saber cuándo se ha llegado a la plena madurez y aun más, a la madurez social. De todos modos estos autores también hacían referencia a los "otros", la sociedad que rodea al adolescente como aquella que consagra su madurez y se lo hace saber: "El joven se da cuenta de que llegó a la edad adulta por la conducta de los maestros, los amigos de la familia, los tíos y tías, los empleados, y especialmente por la de los extraños tales como los mozos, los taximetristas y los peluqueros. Estas personas, menos parciales que los padres, reaccionan ante ciertos aspectos de su exterior y de sus maneras que son muestras de madurez."6 Si el límite superior de la adolescencia era definido con cierta vaguedad en los años ‘60, este fenómeno no ha hecho más que acentuarse en los autores posteriores. Françoise Dolto (1980) describe en los últimos años un fenómeno de postadolescencia, un alargamiento de la misma que no permite fijar sus límites con mucha precisión. Para esta autora: "El estado de adolescencia se prolonga según las proyecciones que los jóvenes reciben de los adultos y según lo que la sociedad les impone como límites de exploración. Los adultos están ahí para ayudar a un joven a entrar en las responsabilidades y a no ser lo que se llama un adolescente retrasado."
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Gesell, A. El adolescente de 10 a 16 años. Bs. As., Paidós, 1956, prólogo. Stone, L. J. Church, J. Op.Cit., p. 119 y 55.
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Algo parece fallar tanto en las proyecciones de los adultos como en los límites a la exploración que se supone impone la sociedad cuando el fenómeno de postadolescencia suele detectarse en los consultorios de los profesionales del campo psi. En la actualidad nos encontramos con personas que a los 30 años no han conseguido la independencia mínima, la estabilidad afectiva e incluso la sensación de tener una identidad clara por lo que suelen consultar manifestando conflictos claramente adolescentes. Para Dolto no había madurez posible en tanto no hubiera independencia económica, y por lo tanto consideraba difícil el fin de la adolescencia en un país como Francia, en el cual no se encontraban mayores posibilidades laborales para los jóvenes. Por lo menos desde lo teórico, esta autora se guiaba para fijar los límites de edad de la adolescencia en la Declaración universal de los derechos del niño, la cual en su artículo 1° define al niño como: "Todo ser humano hasta la edad de dieciocho años, salvo si la legislación nacional acuerda la mayoría antes de dicha edad."7 Para esta Declaración a partir de los 14 y hasta los 18 años se es adolescente, no como una etapa con independencia propia sino como última parte de la niñez. El fin de la niñez para la Declaración no es una cuestión de hecho (cuando se puede dejar de serlo efectivamente), sino de derecho (cuando se comienza legalmente a tener el derecho de guiar la propia vida aunque en la realidad no se llegue a efectivizar: poder manejar pero no tener automóvil, poder casarse pero no conseguir empleo, poder trabajar pero no haber terminado una larga formación). Es importante destacar que, si bien los derechos que no se pueden ejercer no permiten llegar a una real madurez, su existencia tiene importancia desde el punto de vista del reconocimiento de la igualdad por parte de los adultos. Es decir que a los 18 años un adolescente puede comenzar a sentirse entre iguales con los adultos, en principio es reconocido como tal por ellos aunque le quede un largo camino por recorrer para efectivizar tal reconocimiento. De todo lo enunciado, lo único que puede tenerse en claro es que el límite superior de la adolescencia, es confuso. Así lo plantea Louise Kaplan (1991), quien comienza su libro Adolescencia. El adiós a la infancia, con estas palabras: "Entre los momentos finales de la infancia y la futura adultez se encuentra esa época ambigua de la vida que llamamos adolescencia. En contraste con la objetiva claridad de una palabra como 'pubertad' -la condición biológica de haber adquirido madurez genital y la capacidad funcional de reproducirse- el término 'adolescencia' engloba todas las incertidumbres connotativas del crecimiento emocional y social. Hay poca discusión sobre la existencia de la pubertad. Incluso los expertos que cuestionan la existencia de la adolescencia concuerdan en que, por regla general, las niñas llegan a la pubertad entre los catorce y los dieciséis años y los varones entre los quince y los diecisiete, en ambos casos con uno o dos años de margen. La adolescencia, en cambio, es un concepto ampliamente debatido. Aceptando que realmente exista -cosa que no todos admiten- puede tener cualquier duración, desde una semana hasta los diez años que abarca, aproximadamente, en las sociedades occidentales contemporáneas."8 Señalemos que esta autora indica desde apenas una semana hasta diez años, desde los 13 a los 23, el desarrollo de la adolescencia, sin límites precisos. Subrayemos estos factores: falta de posibilidades de trabajo, formación profesional muy larga, glorificación de la adolescencia a nivel social, época que ha dejado de ser molesta y transitoria hacia logros agradables para convertirse en una etapa con sus propios logros agradables que da lástima dejar. Se comprende así por qué la adolescencia llegaría a prolongarse en ese fenómeno de posadolescencia que no se sabe cuándo termina... ¿cerca de los 30? Al comienzo nos preguntábamos quiénes eran los adolescentes, hoy, como grupo etario, y la respuesta parece ser ambigua: probablemente un grupo que va desde los 12, 13 ó 14 años hasta un punto impreciso que puede llegar hasta los 18 a 23 y más, momento en el cual consiguen formar parte de la sociedad adulta a través del trabajo, de la propia madurez y del reconocimiento por parte de los 7 8
Dolto, F. Op. Cit., p. 12 y 55. Kaplan, L. Adolescencía. El adiós a la infancia. Bs. As., Paidós, 1991, p. 23 y 55
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mayores. En la medida en que son los adultos que los rodean quienes definen su reconocimiento como pares, es imprescindible analizar quiénes son los adultos de hoy, pero esto será desarrollado más adelante, antes de ello sigamos enfocando al adolescente.
3. Un poco de historia Stanley Hall es considerado un pionero en el estudio de la adolescencia. Este estudioso que introdujo al psicoanálisis en los Estados Unidos de América inició con sus trabajos del año 1904 una producción sobre el tema que no ha dejado de crecer. Para Hall9 la adolescencia era, como lo había sido para Rousseau en su Emilio, un segundo nacimiento a través del cual el joven llegaba relativamente indefenso a la edad adulta. Es necesario aclarar que el joven norteamericano de principio de siglo que tenía Hall ante los ojos era un ser educado en rígidos parámetros puritanos que reprimían fuertemente la sexualidad e imponían un profundo sentido del deber sobre el placer. Una muestra expresiva de esta educación la da la siguiente cita de Louise Kaplan: "Un testimonio del pavor que provocaba la masturbación adolescente a principios del siglo XX la brindan los millones de cartas patéticas que recibían los curanderos y los reformadores sociales, de jóvenes a quienes aterrorizaban sus emisiones involuntarias y la perspectiva de perder su batalla contra la masturbación. En 1895, un solo 'agente' de Nueva York había adquirido tres millones de cartas confidenciales, escritas por muchachos y hombres a médicos y compañías de productos medicinales. Un muchacho tipo, de 'buena familia', decidió no asistir a la universidad pues pensaba que se había arruinado, y pronto se volvería loco. Otro contó que había comprado un revólver y después de hacer una visita a su madre pensaba matarse si no encontraba algún alivio a su tormento. Otro llevaba siempre un trozo de soga en el bolsillo, a la espera del feliz día en que juntara fuerzas suficientes como para ahorcarse." Pero no fueron solamente las ideas religiosas las que influyeron sobre S. Hall, sino dos teorías científicas de la época: 1.la teoría de la recapitulación de Haeckel, y 2. la teoría de Lamarck. Consideremos la teoría de la recapitulación de Haeckel. Tal como lo señala Louise Kaplan, las ideas sobre la adolescencia se vieron muy influidas por diferentes versiones de la teoría de Haeckel que provenía de la embriología en su formulación original y fue abandonada en ese campo no sin antes dejar fuertes huellas sobre algunos autores, entre ellos Hall y Freud. En ella se sostenía que la ontogenia recapitulaba la filogenia; es decir, que el desarrollo de un embrión humano pasaba por diferentes etapas en las que se parecía aun pez, a un pollo, un cerdo, estadios por los que habría pasado la evolución de la especie humana. Así formulada, esta idea se sostuvo poco; se aceptó que los embriones humanos se parecían notablemente a embriones de tales animales, no a sus formas adultas. En general, dentro de la biología esta teoría recapitulacionista se ha dejado de lado o se toma con fuertes precauciones. Pero la idea de la recapitulación era tentadora y tuvo gran influencia en el campo psicológico dentro del cual se formuló como un volver a vivir etapas pasadas. En su trabajo “Some problems of adolescence”, Ernest Jones, iniciador del estudio de la adolescencia desde el psicoanálisis, decía: "Durante la pubertad se produce una regresión en dirección a la infancia, al primero de todos los períodos, y la persona vuelve a vivir, aunque en otro plano, el desarrollo por el que pasó en sus primeros cinco años de vida. /.../ Dicho de otra manera, significa que el individuo recapitula y expande en la segunda década de vida el desarrollo por el que pasó durante sus primeros cinco años, de la misma forma en que durante esos cinco años recapitula las experiencias de miles de años de sus antepasados, y durante el período prenatal, las de millones de años."10 9
Hall, G. S. Adolescence. New York, Appleton, 1916.
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Jones, E. citado por Kaplan, L., Op. Cit., p. 74.
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Había para este autor una triple recapitulación: por un lado el embrión recapitulaba la historia evolutiva de la especie, luego el niño lo hacía con la historia de la humanidad y finalmente el adolescente recapitulaba su propia primera infancia. No se trataba simplemente de una regresión a etapas anteriores, sino un pasaje ordenado y repetido a través de las mismas. Esta postura fue avalada por Anna Freud quien subrayó de este trabajo de Jones: "que la adolescencia recapitula la infancia y que la manera en que una determinada persona ha de atravesar las necesarias etapas del desarrollo de la adolescencia está en gran medida determinada por la, modalidad de su desarrollo infantil."11 Kaplan sostiene también que la teoría recapitulacionista cobró nuevas fuerzas en los últimos años al adaptar de manera errónea la teoría de Margaret Mahler12 acerca de la separación-individuación en los tres primeros años de vida y pensar a la adolescencia como una segunda etapa del mismo proceso. Mahler, a través de la observación de bebés y niños pequeños, hizo una descripción y teorización de gran importancia acerca del vínculo madre-hijo desde el comienzo de la vida, describiendo en los tres primeros años las siguientes etapas: autismo normal, simbiosis y separación-individuación. Pensar que la salida del hogar, la búsqueda de identidad, de profesión, la sustitución de afectos, fuera una segunda vuelta de aquella primera separación-individuación ha tentado a algunos autores. Estos pensaron que no se termina de superar la simbiosis de la primera infancia de manera definitiva hasta la adolescencia, cuando existe la posibilidad real de separación física de los padres y, concomitantemente, la posibilidad de terminar de estructurar la propia personalidad. Peter Blos fue quien introdujo el concepto de "segunda separación-individuación", pero tal denominación no significa para este autor calcar etapas ya vividas. Blos consideraba que este proceso en la adolescencia tenía características propias, bien diferentes de las infantiles sobre todo en la medida en que entrañaba la conciliación de la moralidad y la genitalidad. Así lo expresaba Blos: "Si el primer proceso de individuación es el que se consuma hacia el tercer año de vida con el logro de la constancia del self y del objeto, propongo que se considere la adolescencia en su conjunto como segundo proceso de individuación. Ambos períodos comparten la mayor vulnerabilidad de la organización de la personalidad, así como la urgencia de que sobrevengan en la estructura psíquica cambios acordes con el impulso madurativo. Por último, aunque esto no es menos importante que lo anterior, cualquiera de ellos que se malogre da lugar a una determinada anomalía en el desarrollo (psicopatología) que corporiza los respectivos fracasos en la individuación. Lo que en la infancia significa 'salir del cascarón de la membrana simbiótica para convertirse en un ser individual que camina por sí sólo' (Mahler, 1963), en la adolescencia implica desprenderse de los lazos de dependencia familiares, aflojar los vínculos objetales infantiles para pasar a integrar la sociedad global, o simplemente, el mundo de los adultos."13 Respecto a la segunda teoría mencionada, la de Lamarck, la misma tuvo influencia también sobre Hall y Freud. En particular Hall trasladó estas ideas a la adolescencia. Si Lamarck postulaba que lo adquirido a lo largo de la vida podía heredarse, Hall entendía que esto también servía para las características psicológicas adquiridas durante la adolescencia. Esta era, por lo tanto, una etapa privilegiada para que la humanidad mejorará a través de la educación en lo relativo a la inteligencia, a la ética ya la religiosidad. Como consecuencia de este pensamiento Hall entendía que era positivo prolongar la adolescencia lo más posible para aprovechar este efecto benéfico sobre las futuras generaciones que se verían mejoradas. Aconsejaba así prolongar la formación del joven mientras sus deseos sexuales se canalizaban a través del deporte y la comunión con la naturaleza. Recapitulacionismo y Lamarckismo fueron teorías propias de la modernidad. En buena medida parece ser que también el propio psicoanálisis puede entenderse así. Dice Pablo Grinfeld en su trabajo "Posmodernismo y diversidad psicoanalítica":
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Jones, E. citado por Freud, A. en Psicoanálisis del desarrollo del niño y del adolescente. Bs. As., Paidós, 1985, p. 169. Mahler, M. Estudios 2. separación-Individuación. Bs. As., Paidós, 1990. Blos, P. La transición adolescente. Bs. As., Amorrortu, 1979, p.118.
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"Fácil darse cuenta que el discurso del psicoanálisis se inscribe de lleno entre los discursos que configuran la historia moderna. Su crecimiento también coincide con el comienzo de nuestro siglo."14 Tal situación podría explicar que, al cambiar la época la teoría psicoanalítica, tuviera dificultades para explicar los nuevos fenómenos. Pero también es importante señalar que, para que ocurriera tal cambio, el pasaje de la modernidad a la posmodernidad, el psicoanálisis hizo lo suyo, es decir fue un factor influyente en diversos aspectos. Tómese como ejemplo el siguiente párrafo del trabajo "Malestar en la cultura psicoanalítica: del sujeto autocentrado al pluralismo posmoderno", de Juan A. Cabanne y Héctor Petrucci: "Desde Freud se resquebraja la solidez de la palabra, aquella de la moderna Ilustración que instituía a la razón del hombre indiviso, que establecía las esferas de los regímenes de la verdad y la autocerteza del pensamiento. El Sujeto aparece como una biografía que se desconoce, como último bastión de la Razón moderna para no caer en su total descrédito. Hasta el momento todo pasaba por un dato clave: la conciencia, a partir de Freud la palabra se interna en el caos de lo psíquico, iluminando el mundo de lo inconciente."15 Y citemos al mismo Freud ya maduro en sus ideas, el de El malestar en la cultura, cuando modeliza los contenidos del inconciente, las huellas del pasado individual a imagen y semejanza de una acumulación de ruinas estratificadas a lo largo del tiempo como en las ciudades antiguas de Europa. En esa estratificación nada se pierde, todo se superpone: "Así llegamos a este resultado: semejante conservación de todos lo estadios anteriores junto a la forma última sólo es posible en lo anímico, y no estamos en condiciones de obtener una imagen intuible de ese hecho."16 Es decir que imagina un inconciente en el que no existe la piqueta moderna sino en el que conviven y se reciclan huellas a través de productos tales como los sueños en el mejor estilo del pastiche posmoderno. El mismo se encarga de limitar tal imagen: "Quizás hemos ido demasiado lejos en este supuesto. Quizás debimos conformarnos, con aseverar que lo pasado puede persistir conservado en la vida anímica, que no necesariamente se destruirá. Es posible, desde luego, que también en lo psíquico mucho de lo antiguo -como norma o por excepciónsea eliminado o consumido a punto tal que ningún proceso sea ya capaz de restablecerlo y reanimarlo, o que la conservación, en general, dependa de ciertas condiciones favorables. Es posible pero nada sabemos sobre ello. Lo que sí tenemos derecho a sostener es que la conservación del pasado en la vida anímica es más bien la regla que no una rara excepción."17
4. Perfil de un adolescente moderno Si bien es cierto que los adolescentes no pueden en ninguna época ser descriptos como un solo tipo, también es cierto que a través de los autores que estudian la etapa se va configurando un modelo, por lo menos de aquel tipo considerado representativo. Así, hubo un tipo de adolescente moderno descripto como un individuo que vivía una crisis, inseguro, introvertido, una persona en busca de su identidad, idealista, rebelde dentro de lo que el marco social les permitía. Los adolescentes de por sí constituían un grupo marginal, los varones no tenían ya lugar junto a las polleras de las madres ni en la vida laboral de los padres, las mujeres tenían conflictos con las madres y todavía no podían ser dueñas de sus casas o criar sus propios hijos. Este tipo adolescente no era muy diferente al joven descripto por Aristóteles en su Retórica, descripción rescatada como vigente aún en los años ‘70 por Peter Blos. Decía Aristóteles: 14
Grinfeld, P. "Posmodernismo y diversidad psicoanalítica", presentado en el XIX Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis, Montevideo, 1992.
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Cabanne, J. A. Petrucci, H. "Malestar en la cultura psicoanalítica. Del sujeto autoentrado al pluralismo posmoderno" presentado en el XIX Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis, Montevideo, 1992. 16 Freud, S. "El malestar en la cultura." En Obras completas, T. XXI, Bs. As., Amorrortu, 1976, p.72. 17 Blos, P. Op.Cit., p.12.
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"Los jóvenes tienen fuertes pasiones, y suelen satisfacerlas de manera indiscriminada. De los deseos corporales, el sexual es el que más los arrebata y en el que evidencian la falta de autocontrol. Son mudables y viables en sus deseos, que mientras duran son violentos, pero pasan rápidamente /.../ en su mal genio con frecuencia exponen lo mejor que poseen, pues su alto aprecio por el honor hace que no soporten ser menospreciados y que se indignen si imaginan que se los trata injustamente. Pero si bien aman el honor, aman aún más la victoria; pues los jóvenes anhelan ser superiores a los demás, y la victoria es una de las formas de esta superioridad. Su vida no transcurre en el recuerdo sino en la expectativa, ya que la expectativa apunta al futuro, el recuerdo al pasado y los jóvenes tienen un largo futuro delante de ellos y un breve pasado detrás./.../ Tienen exaltadas ideas, porque la vida aún no los ha humillado ni les ha enseñado sus necesarias limitaciones; además su predisposición a la esperanza les hace sentirse equiparados con las cosas magnas, y esto implica tener ideas exaltadas. Preferirían siempre participar en acciones nobles que en acciones útiles, ya que su vida está gobernada más por el sentido moral que por el razonamiento, y mientras que el razonamiento nos lleva a escoger lo útil, la bondad moral nos lleva a escoger lo noble. Quieren más que los hombres mayores a sus amigos, allegados y compañeros, porque les gusta pasar sus días en compañía de otros. Todos sus errores apuntan en la misma dirección: cometen excesos y actúan con vehemencia. Aman demasiado y odian demasiado, y así con todo. Creen que lo saben todo, y se sienten muy seguros de ello; éste es, en verdad el motivo de que todo lo hagan con exceso. Si dañan a otros es porque quieren rebajarlos, no provocarles un daño real... Adoran la diversión y por consiguiente el gracioso ingenio, que es la insolencia bien educada." Apasionados, erotizados, descontrolados, volubles, malhumorados, pundonorosos, competitivos, expectantes del futuro, exaltados, nobles, buenos amigos y amantes, excesivos en sus afectos, omnipotentes, sedientos de diversión. Estas parecen haber sido las características más notorias de un tipo de adolescente que aparece en diferentes épocas de la historia. Quedan huellas de tal pasaje en diversas obras literarias, en las que se pueden rescatar desde el enamorado Calixto, al valiente D' Artagnan, el apasionado Werther y el solitario Holden Caulfield. Para estos adolescentes era muy difícil tolerar la disciplina que se le imponía en su formación. El período de formación de los adolescentes de sectores medios estaba signado por grandes exigencias revelándose como una etapa en la cual había gran número de suicidios, los cuales podían adjudicarse a dificultades y frustraciones en ese ámbito. Sin embargo, otros sectores sociales también imponían severas exigencias a sus jóvenes: "Si el suicidio juvenil no afecta solamente a los alumnos de la escuela media, sino también a aprendices, etc., esa circunstancia por sí sola no aboga en favor de aquella; acaso se la deba interpretar diciendo que la escuela media es, para sus educandos, el sustituto de los traumas que los demás adolescentes encuentran en otras condiciones de vida."18 Estas palabras fueron formuladas por Freud en un debate en el marco de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, en 1910, el cual tenía como tema central el suicidio, muy frecuente entre estudiantes de escuela media y Freud le atribuía a ésta un fuerte efecto traumático. Dentro de esa disciplina y exigencia académica había alguna posibilidad sino de rebeldía, de originalidad. Un investigador francés, Maurice Debesse, publica su tesis de doctorado en 1937 sobre la crisis de originalidad juvenil. En esa preguerra da una imagen de los jóvenes que se preparaban para ser maestros en Francia, sometidos también a grandes exigencias. La rebeldía de los mismos se manifestaba como una necesidad de diferenciarse, de ser originales: "Cuando los alumnos de Alain Chartier -semejantes en esto a millones de otros alumnos- trataban de peinarse como el maestro, de llevar como él cuellos postizos y ponían dos dedos sobre sus párpados cerrados, aspiraban a distinguirse del conjunto, para ellos mediocre, del cual formaban parte. Imitando a quienes admiraban, rendían homenaje a una personalidad superior y su deseo de originalidad se alimentaba con otra originalidad ya realizada. No importa lo que imitaban: elegían un detalle de la vestimenta o un gesto por su rareza y porque les parecía caracterizar a la persona imitada. La elección por sí misma suponía todo un trabajo previo del espíritu... En sus Lois de l'imitation, Tarde muestra 18
Freud, S. "Contribuciones para un debate sobre el suicidio". En O. C., T. XI, Bs. As., Amorrortu, 1976, p. 231.
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cómo va progresando la imitación entre los hombres y cómo con ella la personalidad individual se refuerza, pues tomando un elemento de miles de personas resulta algo nuevo por combinación. Este es el movimiento que se cumple en el transcurso de la adolescencia."19 En las observaciones de Debesse, la rebeldía tenía una forma particular de expresarse a través de la identificación con o de la imitación de figuras admiradas, proceso constitutivo de la propia personalidad. También este autor dejaba en claro que no todos los adolescentes se comportaban así: "...la observación muestra que todos los adolescentes no atraviesan una crisis de originalidad, que no todos están vivamente preocupados por sí mismos." Y señalaba que esa necesidad de originalidad de todos modos no impedía la admiración hacia el mundo adulto: "El adolescente deja el mundo pueril, sus explicaciones, sus admiraciones, sus verdades, sus dioses, por el mundo adulto que tiene su cultura, su moral, su jerarquía de valores, en los cuales desea participar en la medida en que ahí ve una forma de vida superior." En lo relativo a su desarrollo intelectual, el adolescente fue estudiado y descripto por Piaget de esta manera: "Al contrario [del niño], lo que resulta sorprendente en el o adolescente es su interés por todos los problemas inactuales, sin relación con las realidades vividas diariamente o que anticipan, con una desarmante candidez, situaciones futuras del mundo, que a menudo son quiméricas. Lo que resulta más sorprendente es su facilidad para elaborar teorías abstractas. Hay algunos que escriben y crean una filosofía, una política, una estética o lo que se quiera. Otros no escriben, pero hablan. La mayoría de ellos incluso hablan muy poco de sus propias producciones y se limitan a rumiarlas de forma íntima y secreta. Pero todos ellos tienen teorías o sistemas que transforman el mundo de una u otra forma."20 Y agrega este autor: "Por tanto existe un egocentrismo intelectual en la adolescencia, comparable al egocentrismo del lactante que asimila el universo a su actividad corporal y al egocentrismo de la primera infancia que asimila las cosas al pensamiento naciente (juego simbólico, etc.). Esta última forma de egocentrismo se manifiesta mediante la creencia en el infinito poder de la reflexión, como si el mundo debiera someterse a los sistemas y no los sistemas a la realidad. Esta es la edad metafísica por excelencia: el yo es lo suficientemente fuerte como para reconstruir el universo y lo suficientemente grande para incorporárselo. Posteriormente al igual que el egocentrismo sensorio-motor es reducido progresivamente por la organización de los esquemas de acción, y del mismo modo que el egocentrismo del pensamiento característico de la primera infancia finaliza con el equilibrio de las operaciones concretas, de idéntica forma el egocentrismo metafísico de la adolescencia encuentra paulatinamente su corrección en una reconciliación entre el pensamiento formal y la realidad: el equilibrio se alcanza cuando la reflexión comprende que su función característica no es contradecir sino preceder e interpretar a la experiencia. Y entonces este equilibrio es ampliamente superior al del pensamiento concreto puesto que, además del mundo real engloba las construcciones indefinidas de la deducción racional y de la vida interior. En las observaciones de Piaget, el adolescente era también un idealista romántico, interesado en el pensamiento, en la construcción de utopías. Era alguien profundamente interesado en las humanidades, en su mundo interno, en lo social. Había desarrollado la capacidad de reflexionar y la ejercía en la contradicción del universo de ideas que se le proponía y en la construcción de otro. El adolescente apasionado, interesado en la literatura y en la música también fue descripto por Spranger21, autor anterior a la segunda guerra mundial quien sostuvo que la producción de la época del Sturm und Drang era la que tenía más afinidad con la estructura psicológica del adolescente, así como la música de Beethoven los identificaba más que la de Mozart. El Sturm und Drang, la tormenta y la ira, había sido el movimiento cultural que surge en los años 1760-80 influido por 19 20 21
Debesse, M. La crisis de originalidad juvenil. Bs. As., Nova, 1955, p. 90 y 55. Piaget, Jean. Seis estudios de psicología. Barcelona, Barral, 1975, p.83 y 55. Spranger, E. citado por Muus, R. E. Teorías de la adolescencia. Bs. As., Paidós, 1991, p.77.
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Rousseau, un movimiento que se oponía al racionalismo de la Ilustración y proclamaba la libertad de los sentimientos. A lo largo de este apartado hemos intentado mostrar a través de diferentes autores un modelo de adolescente moderno que siguió siendo descripto como hegemónico en los años 60 y 70 por diferentes autores, tales como Arminda Aberastury en nuestro país y Peter Blos en Estados Unidos de América. Estos adolescentes tenían padres con los cuales entraban en conflicto y el resultado era una crisis que evidenciaba la “brecha generacional”.
5. La famosa brecha generacional Para Erik Erikson, el adolescente era fundamentalmente alguien en busca de su identidad. La pregunta: ¿quién soy? era la más angustiante y también la más importante que podía hacerse. Y ¿cómo podía ese adolescente encontrarse, saber quién era? Erikson lo contestaba en estos términos: "Es decir que el adulto era el frontón necesario para que el joven tenista hiciera sus prácticas, se probara, probara los golpes, mejorara sus tiros y resultara, no sin desgaste para el frontón, un adulto hecho y derecho, es decir un buen jugador."22 Así el adolescente que crecía se encontraba con una generación adulta y se entrenaba peloteando contra ella, mejorando sus tiros, conociendo su propio estilo, sus errores y sus virtudes en el juego. Entre esa generación adulta y él había una distancia, una brecha dada por las diferencias de épocas que a cada uno le había tocado vivir y de la educación recibida. Decían Stone y Church: "En el mejor de los casos preparamos a los adolescentes para vivir : en un mundo que es una proyección futura del mundo presente y, en el peor, los preparamos para que vivan en un ambiente fantasmal, hace tiempo desvanecido."23 Los principios, las normas, los ideales debían ir cambiando, ajustándose a diferentes épocas, cosa que los adultos ya no hacían los adolescentes en cambio se preparaban para lo nuevo que vendrá y para eso adaptaban lo recibido de sus padres y maestros a sus propias necesidades, entrando en colisión con ellos. Rebelarse, confrontar, buscar su propia síntesis era la tarea de la adolescencia. A tal punto que algunos autores la consideraron esencial en el proceso de construcción de la personalidad madura, independiente. Peter Blos, decía en la década del ‘70: "La creación de un conflicto entre las generaciones y su posterior resolución es la tarea normativa de la adolescencia. Su importancia para la continuidad cultural es evidente. Sin este conflicto no habría reestructuración psíquica adolescente."24 Y en otro párrafo: "El conflicto generacional es esencial para el crecimiento del self y de la civilización." Y aún con reparos Stone y Church aceptaban la inevitabilidad del conflicto: "Algunos autores han sugerido que los conflictos entre generaciones no solamente son inevitables sino también esenciales para el proceso de crecimiento. Sin ser necesariamente partidarios de esta teoría pensamos que una total ausencia de conflicto puede indicar que el adolescente está en mal camino." Este proceso de enfrentamiento generacional era inevitablemente doloroso, obligaba a la pérdida de ilusiones, destruía ídolos, provocaba temores, falta de confianza en las propias fuerzas, tristeza, rabia, pero también, simultáneamente, sensación de triunfo y de libertad. El fin de la infancia, la salida del paraíso provocaba angustia, muchos textos literarios recuerdan idealizadamente la niñez feliz e irresponsable y con dolor la entrada en la adolescencia con obligaciones, inseguridades. La pubertad era así la señal del comienzo del cambio. El cuerpo denunciaba lo que el psiquismo tardaría mucho 22
23 24
Erikson, E. Identidad, juventud y crisis. Bs. As.,Paidós, 1968, p. 45. Stone L. J. Church, J. Op Cit. p. 118 y 55. Blos, P. Op. Cit., p. 11 y 55.
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tiempo en adquirir, un cambio fundamental. La inercia de los afectos requería bastante tiempo para adaptarse ala nueva situación y ese tiempo no siempre estaba a disposición. Y estallaban las crisis, mezcla de regresiones y pruebas de independencia. La adolescencia era entonces un momento de grandes cambios y consecuentes pérdidas. Arminda Aberastury teorizó sobre el particular; sus ideas las consideraremos en el apartado siguiente.
6. Los duelos en la adolescencia Para Arminda Aberastury, la adolescencia debía realizar como tareas propias, tres procesos de duelo, entendiéndose por tal el conjunto de procesos psicológicos que se producen normalmente ante la pérdida de un objeto amado y que llevan a renunciar al objeto25. Los procesos que se suceden en el duelo se han dividido en tres etapas: 1. La negación, mecanismo por el cual el sujeto rechaza la idea de pérdida, muestra incredulidad, siente ira. Es lo que nos lleva a decir: "No puede ser que haya muerto, lo vi ayer por la calle", cuando inesperadamente recibimos la noticia de la muerte de un amigo, aunque sepamos que hay muchas maneras de morir en pocas horas. 2. La resignación, en la cual se admite la pérdida y sobreviene como afecto la pena. 3. El desapego, en la que se renuncia al objeto y se produce la adaptación a la vida sin él. Esta última etapa permite el apego a nuevos objetos. Volviendo a Aberastury , el adolescente tenía que superar tres duelos para convertirse en adulto: 1. El duelo por el cuerpo infantil. El adolescente sufre cambios rápidos e importantes en su cuerpo que a veces llega a sentir como ajenos, externos, y que lo ubican en un rol de observador más que de actor de los mismos. 2. El duelo por el rol infantil y la identidad infantiles. Perder su rol infantil le obliga a renunciar a la dependencia ya aceptar responsabilidades. La pérdida de la identidad infantil debe reemplazarse por una identidad adulta y en ese transcurso surgirá la angustia que supone la falta de una identidad clara. 3. El duelo por los padres de la infancia. Renunciar a su protección, a sus figuras idealizadas e ilusorias, aceptar sus debilidades y su envejecimiento. Aberastury añade un cuarto duelo, al que parece otorgarle menor entidad, el de la pérdida de la bisexualidad de la infancia en la medida en que se madura y se desarrolla la propia identidad sexual. Propone también que la inclusión del adolescente en el mundo adulto requiere de una ideología que le permita adaptarse o actuar para poder cambiar su mundo circundante. El adolescente descripto por Aberastury se va adaptando a los cambios de su cuerpo a partir de la aparición de los caracteres sexuales secundarios, las poluciones en los varones, la menarca en las mujeres. Presenta durante este proceso un cuerpo en el cual aparecen simultáneamente aspectos de niño y de adulto. El collage aparece también en su personalidad. No quiere ser como determinados adultos mientras que elige a otros como ideales. En ese camino se presenta como varios personajes ya sea ante los propios padres o ante personas del mundo externo. Tendrá múltiples identificaciones contemporáneas y contradictorias. La desidealización de las figuras de los padres lo deja desamparado. Necesita remediar ese desamparo y el descontrol de sus cambios inexorables con un aumento de la intelectualización. Buscar soluciones teóricas a sus problemas es un modo de controlar la angustia. Pero Aberastury se pregunta sobre este punto: "¿Es así sólo por una necesidad del adolescente o también es una resultante de un mundo que le prohíbe la acción y lo obliga a refugiarse en la fantasía y la intelectualización?" Dentro de ese proceso de pensar el futuro, el adolescente se plantea el problema ético, busca nuevos ideales y lucha por conseguirlos. Esta crisis total encuentra solución transitoria refugiándose en la fantasía, en el mundo interno, incrementando la omnipotencia narcisista que le lleva a pensar que no necesita del mundo externo. Todas estas conceptualizaciones las refería Aberastury a los adolescentes de fines de la década del ‘60 de los que decía: 25
Laplanche, J. Pontalis, J. B. Diccionario de psicoanálisis. Barcelona, Labor, 1971.
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"En este momento vivimos en el mundo entero el problema de una juventud disconforme a la que se enfrenta con la violencia, y el resultado es sólo la destrucción y el entorpecimiento del proceso. “La violencia de los estudiantes no es sino la respuesta a la violencia institucionalizada de las fuerzas del orden familiar y social”. “Los estudiantes se rebelan contra todo nuestro modo de vida rechazando las ventajas tanto como sus males, en busca de una sociedad que ponga la agresión al servicio de los ideales de vida y eduque las nuevas generaciones con vistas a la vida y no a la muerte”. "La sociedad en que vivimos con su cuadro de violencia y destrucción no ofrece suficientes garantías de sobrevida y crea una nueva dificultad para el desprendimiento. El adolescente, cuyo signo es la búsqueda de ideales y de figuras ideales para identificarse, se encuentra con la violencia y el poder: también los usa."26 El adolescente de esa época luchaba, y llegaba a hacerlo violentamente, en el frente interno de su hogar para lograr tres libertades: la libertad en salidas y horarios, la libertad de defender una ideología y la libertad de vivir un amor y un trabajo; en el frente externo, en la sociedad, prefería renunciar a comodidades detrás de aquellos ideales que consideraba acertados. Este tema nos lleva a la cuestión tan vapuleada de las ideologías por lo menos de ese conjunto de ideas acerca del mundo que algunos autores han considerado tarea constitutiva de la adolescencia.
7. ¿Qué fue de las ideologías? La conformación de una ideología en el sentido de un conjunto de ideas acerca de la vida, parecía ser una tarea estructurante en la adolescencia, previa etapa que podríamos llamar " cartesiana, en la cual se ponían en duda y se criticaban todas las ideas aportadas hasta el momento por padres y maestros. Luego de una latencia y una pubertad en la cual se había sido un repetidor de ideas ajenas, la adolescencia se planteaba como una época para barajar y dar de nuevo en materia ideológica. En diferentes épocas los adolescentes fueron los más atraídos por las grandes ideologías sobre todo cuando éstas suponían un enfrentamiento con la de la familia. Decía Arminda Aberastury: "...sólo cuando la madurez biológica esté acompañada de madurez afectiva e intelectual, que le permitan [al adolescente] su entrada en el mundo adulto, estará equipado de un sistema de valores, de una ideología que confronta con la de su medio y donde el rechazo a determinadas situaciones se cumple con una crítica constructiva." Debía construir un sistema de valores, una ética propia, conciente, no mera repetición o puesta en acto de valores introyectados en edades en las cuales no había posibilidad de conceptualizarlos y menos aún, criticarlos. Esa ideología creada o recreada por cada adolescente era, para Erikson, constituyente de la propia identidad. "Aquí no estamos hablando meramente de grandes privilegios ni de elevados ideales sino de necesidades psicológicas, porque la institución social que hemos denominado ideología es la guardiana de la identidad. También se pueden ver en la ideología las imágenes de una aristocracia en su más amplio sentido, que tiene el doble significado de que dentro de una imagen definida del mundo y de una marcha dada de la historia, la gente mejor llegará a gobernar y el gobierno desarrollará lo mejor que hay en la gente. Para no perderse de manera cínica o patética, los jóvenes deben ser capaces de convencerse de que los que triunfan asumen junto con el éxito la obligación de ser mejores. Puesto que es mediante su ideología como los sistemas sociales penetran en la fibra de la próxima generación e intentan absorber en su sangre vital el poder rejuvenecedor de la juventud. De esta manera, la adolescencia constituye un regenerador vital en el proceso de la evolución social, porque la juventud puede ofrecer su lealtad y sus energías tanto para la conservación de lo que continúa considerando
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Aberastury, A. Knobel, M. La adolescencia normal. Bs. As., Paidós, 1985, p. 23 y 55.
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verdadero como para la corrección revolucionaria de lo que ha perdido su significación regenerativa."27 Si no olvidamos que la adolescencia sólo puede comprenderse en relación con el medio y el momento en que se desarrolla, el concepto de Erikson es bastante claro. El y la sociedad en la que vivía creían en el progreso, en el mejoramiento del ser humano y ubicaban en el adolescente la necesidad de una ética que lo preservara del cinismo y del patetismo. Ese adolescente tenía en sí la capacidad de corregir los errores de las generaciones anteriores y no cabían dudas de que estaría dispuesto a ejercerla. Pero ¿qué ocurrirá cuando el medio, la cultura que rodea al adolescente haya decretado el "fin de las ideologías"? ¿Contra qué marco rebelarse? ¿Qué marco utilizar como continente para la propia personalidad? ¿De qué ética aferrarse? Incluso sin que la ideología cuestionada por los adolescentes fuera uno de los grandes sistemas creados por la humanidad, el grupo de ideas que éstos cuestionaban implicaba por lo menos "la muerte de las ideologías de nuestros padres". Pero en nuestra época la cultura que los rodea también les ahorra este trabajo, fomentando que ellos asuman actitudes escépticas o cínicas. Louise Kaplan continúa presentando a los adolescentes actuales como seres esencialmente éticos, "ávidos buscadores de autenticidad moral"28, rebeldes, apasionados e impulsivos, manifestando sus críticas a los autores ya las estadísticas que hablan de adolescentes cínicos y conformistas. Para ella, bajo lo que la sociedad les impone como modelo de acción, los adolescentes siguen manteniendo intactas estas características heroicas. Nuestra hipótesis es otra. Creemos que la cultura posmoderna que los rodea encarna aquellos conflictos que habían sido descriptos para su grupo etario. Un collage en lo referente a la identidad, crisis en los valores, ambigüedad sexual, hedonismo, características que no le permiten al adolescente entrar en conflicto con el medio ni con los adultos que lo sostienen. Esto obviamente supone algunos conceptos sobre los adultos que analizamos más adelante. Pero la pregunta que surge aquí es: ¿puede este marco permitir que la personalidad termine de integrarse o la dejará inmadura, con mayor labilidad a futura patología? Si bien es cierto que la infancia da las bases de la futura personalidad, quienes trataron en particular la adolescencia mostraron la importancia de las identificaciones de esta época de la vida y cómo es en ella donde termina de consolidarse la misma, proceso a todas luces influido por el medio circundante. Entonces, podemos esperar fallas en la integración de la identidad y la personalidad en las condiciones actuales. Podría ser también que los adolescentes actuales requirieran nuevas teorizaciones, diferentes a las que se mantienen en vigencia. En lo que sigue intentaremos describir al adolescente actual o "posmo", aquél al cual las teorías clásicas le resultan una especie de Lecho de Procusto.
8. Pastiche del adolescente de la posmodernidad En el año ‘68 Stone y Church presentaron una taxonomía de la adolescencia. El más frecuente de los tipos descriptos fue el denominado "convencionalista", hecha la salvedad por los investigadores de que la población encuestada estaba constituida mayoritariamente por mujeres que profesaban alguna religión, circunstancia que podía haber influido en el porcentaje relativo de los mismos. Los convencionalistas fueron definidos como: "...los que nunca pusieron en duda seriamente los valores adultos, y cuyo principal objetivo en la vida es adaptarse a la sociedad tal como ella es. Pueden aspirar a elevarse por encima de sus padres o desear simplemente repetir la pauta de vida de éstos, pero no tienen reparos contra el orden establecido y se proponen hallar el mejor modo de adaptarse a las cosas tales como son. Los convencionalistas suelen adoptar los elementos de la cultura adolescente -creen firmemente que hay que 'divertirse'- pero nunca se sienten realmente separados del mundo adulto."29 27
Erikson, E. Op. Cit., p. l09.
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Kaplan, L. Op. Cit., p. 11. 29 Stone, L. J. y Church, J. Op. Cit, p. 66 y ss.
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Este tipo reunía a aquellos que transitaban la adolescencia disfrutándola, pero no entrando en conflicto con las generaciones anteriores alas que buscaban asimilarse. Los idealistas, en cambio, aparecían como el tipo clásicamente descripto de adolescente rebelde, definidos como: "...quienes se sienten profundamente insatisfechos con el estado del mundo y se esfuerzan por cambiar las cosas o bien se retiran a un mundo privado que gira en tomo de la satisfacción personal. El adolescente idealista se ajusta bien a la imagen clásica del rebelde iconoclasta, melancólico y romántico que pintaron Goethe, Mann, Joyce, Alain Foumier, Salinger y otros novelistas." Dentro de este grupo los autores encontraban en los Estados Unidos de América tres subtipos: el de los reformadores, miembros de los movimientos pacifistas y de derechos civiles; el de los voluntarios del cuerpo de paz y el de los beatniks o hippies. Los últimos se diferenciaban por no buscar un trabajo social sino apartarse de la sociedad en busca de realización personal, -experiencia estética, sexualidad y drogas que le permitieran sentir formas de comunión y comunicación diferentes. Un tercer tipo era el de los hedonistas transitorios, quienes fueron descriptos como aquellos que: "...llevan al extremo el papel de adolescentes, convirtiéndolo en su estilo de vida. Se sienten ajenos al mundo adulto, pero en vez de combatirlo quieren simplemente dejarlo atrás, confiando en que cuando su generación llegue al poder, ellos darán el tono a la nueva sociedad." En su vida privada este tipo de adolescente podía llegar aun matrimonio prematuro, y conformar una vida doméstica que apareciera como un "jugar a la casita", mientras experimentaban con relaciones extramatrimoniales y parejas libres. Los autores sostenían que: "...por mucho que estén imbuidos del espíritu adolescente, por lo menos en apariencia, estos jóvenes asumen rápidamente papeles adultos más o menos convencionales." Finalmente, agazapado entre los paréntesis, surgía otro tipo, el de los hedonistas permanentes: "(Hay hedonistas permanentes que difieren de los transitorios porque su apartamiento de la sociedad es más deliberado, se funda más en la convicción personal y puede prolongarse toda la vida. La vida -es una continua búsqueda de excitaciones, a menudo centrada en el surf o el esquí, pero con generosas dosis de alcohol, drogas, sexo, viajes, o cualquier otra cosa que prometa ser estimulante...)" Esta taxonomía parece marcar un momento de cambio en la población adolescente. No debe olvidarse que por entonces ya hablaban sus autores de la institucionalización de la adolescencia, del desarrollo de ese proceso de adolescentización de la sociedad que parece haberse consolidado en los últimos años. Se encuentran aquí dos elementos para subrayar: la descripción de un grupo de aquellos que no manifiestan conflicto, conformistas, adaptados rápidamente al mundo adulto y, por otro, un grupo muy interesante, el de los hedonistas y, en particular, los permanentes. A nuestro criterio, este grupo apenas esbozado por entonces, parece haber saltado desde ese oscuro lugar a un primer plano. El hedonismo es un condimento importante en nuestra época y la sociedad ofrece toda suerte de insumos para satisfacerlo. Así hoy el modelo social apunta fuertemente al del hedonista permanente, tipo que a fines de los ‘60 solamente se ligaba predominantemente a la adolescencia y hoy parece exceder totalmente ese marco. Es importante destacar que, mientras la visión y descripción del adolescente moderno provenía de aquellos que los enfocaban como objeto de estudio, el modelo de adolescente posmoderno parte no sólo de ellos sino también, y con gran influencia, de los medios masivos los cuales difunden un tipo adolescente en sus propagandas y en sus programas además de divulgar las opiniones de los expertos, que no siempre concuerdan. Sea convencionalista, sea hedonista, el tipo predominante de adolescente actual aparecería menos problematizado de lo que se pensaba. Daniel Offer señaló la falta de conflictos en las generaciones actuales de adolescentes en un artículo publicado en 1981 en el New York Times cuyo título era: "La adolescencia parece ser mucho más feliz de lo que los adultos normalmente se imaginan", éste era un informe que establecía un 85 % de adolescentes felices, nada provocadores ni angustiados. El Sturm und Drang de la adolescencia no era para este autor más que un mito construido por los adultos descontentos que ubicaron en los adolescentes sus temores, sueños y fantasías. Otro artículo publicado por Offer se llamó: “Adiós, Holden Caulfield”, como despedida al cazador oculto de Salinger.
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Ante este panorama podemos ubicamos de dos maneras: una, ceñimos a lo que han sostenido clásicamente los investigadores y suponer que ese adolescente idealista y apasionado sigue siendo el que subyace aún en nuestros días bajo una máscara "inventada" por los medios masivos y que, como tal, sería superficial; otra, aceptar que ha habido un cambio de fondo en el modo de ser adolescente, y entonces aquellas teorías deben ser revisadas. Considerando la actitud que asumían los adolescentes ante los problemas sociales, Françoise Dolto no era muy escéptica, encontraba que los jóvenes franceses de los años ‘80 habían retomado ciertas banderas y salían a la calle con ellas. Sólo que consideraba que en tal actitud no actuaban individualmente, se habían "colectivizado": "Se temía a la generación que parecía carecer de entusiasmo combativo, que se mostraba indiferente y no tomaba posición sobre temas como la solidaridad y el antirracismo. Ahora la vemos reunirse y bajar a la calle, organizarse, formar estados generales. Estos jóvenes sienten pues muchas cosas, pero las sienten colectivamente."30 Es interesante considerar el tema de la pérdida de individualidad a la luz de lo expresado por Jameson: "La desaparición del sujeto individual, y su consecuencia formal, el desvanecimiento progresivo del estilo personal, han engendrado la actual práctica casi universal de lo que podríamos llamar el pastiche."31 El pastiche, el "como si", el plagio, sería el resultado o engendro de la desaparición de la individualidad. Considerar este punto es de gran importancia en la adolescencia en relación con las teorías que sostenían que tal época de la vida era definitoria en la concreción de la propia identidad, paso necesario para el normal desarrollo humano. La identidad individual era considerada una síntesis producto de identificaciones parciales y elaboración propia. El pastiche, en cambio, significa "ser como si fuera otro", la imitación directa sin elaboración propia, sin estilo personal. Louise Kaplan se inscribe dentro de la línea de considerar al adolescente actual como un ser profundamente ético, idealista y apasionado como fue descripto clásicamente y no comparte los resultados de investigaciones que sostienen que: "...los adolescentes norteamericanos y europeos en particular los de clase media y alta, son conformistas, cínicos, interesados, indolentes y no comprometidos políticamente y que no son en absoluto esos idealistas politizados que describen las novelas románticas y ciertos tratados filosóficos y psicológicos similarmente anticuados e ingenuos."32 Es claro que si se acepta esta descripción de un grupo, por lo menos, de adolescentes posmodernos, la misma no encaja demasiado claramente con la adolescencia frontal, combativa, descripta por Blos. Por el contrario, los jóvenes encuestados no sienten necesidad de rebelarse, no ven a sus padres como personas muy diferentes de ellos, no tienen problemas en ponerse de acuerdo respecto a una convivencia razonable, encuentran que están de acuerdo con la educación que recibieron y que la pondrían en juego con sus propios hijos, no sienten una "brecha generacional" que los separe de la generación anterior, sus discusiones familiares pasan por lo cotidiano no por un enfrentamiento ideológico, de hecho no hay ideología de la que se hable. Si bien pueden bajar a la calle por la defensa del medio ambiente o en defensa de la educación pública, en el micromundo familiar no presentan grandes batallas. Estas apreciaciones sobre los adolescentes posmodernos se basan en encuestas realizadas sobre grupos de ellos. A partir de datos referidos a Francia, Françoise Dolto dice: "El conflicto generacional ya no es lo que era. Los jóvenes huyen de los adultos, pero no se enfrentan con ellos. “Se rechaza, se critica a los adultos en bloque, y se tiene buena opinión de los padres o se les compadece por ser unas pobres gentes. La hostilidad abierta desaparece de los lazos familiares.”33 30
Dolto, F. Op. Cit., p. 90.
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Jameson, F. El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado. Bs. As., Paidós, 1992. Kaplan, L. Op. Cit., p.36. 33 Dolto, F. Op. Cit., p. 164 y ss. 32
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Para Dolto la rebeldía ha sido suplantada por indiferencia, incomunicación: “EI problema es más bien la neutralización de las relaciones, el no-intercambio. Y lo que se hace es cohabitar. Se habla, sí, pero no se comprende o se piensa que no se puede comprender y que nada puede hacerse por los demás. Ya no hay deseos de comunicarse.” Quizás este hablar sin comunicar tenga relación con el descreimiento en la palabra que surge como rasgo de la posmodernidad; no comprender a los demás puede entenderse como una manifestación del egoísmo, falta de interés por entender y acercarse al otro, y también por la falta de confianza en la razón, en la capacidad intelectual de comprender. Pero esta falta de enfrentamiento generacional no sería inocua, por el contrario: “Considero que esta neutralidad pasiva es quizá más grave que los conflictos violentos entre las generaciones. Lo contrario del amor no es el odio -el odio es lo mismo que el amor- sino la indiferencia, la neutralización de las relaciones, el silencio contra el que no se reacciona, considerando que está en el orden de las cosas de este mundo en declinación." Y adjudica la responsabilidad de este hecho a la falta de estructuración de los adultos que actúan como padres, los cuales no permiten esa rebelión: “En los hogares donde los adultos están más estructurados y más comprometidos, el fenómeno de la postadolescencia se produce menos, pues el modelo es apremiante y suscita reacciones de rechazo, el deseo de ver otras experiencias de encontrar un camino personal.” De lo expresado por Dolto es importante remarcar un fenómeno relacionado con la esfera afectiva. Ella dice que el amor y el odio han sido suplantados por la indiferencia. Esto significa un aplanamiento de los sentimientos, donde antes había cimas y abismos ahora hay solamente una planicie infinita. Este hecho fue señalado también desde un ángulo muy diferente por Konrad Lorenz, quien denominó al fenómeno "la muerte en vida del sentimiento". Yen esa planicie se esfumó la brecha generacional. De todos modos, la falta de enfrentamiento entre generaciones basado en diferentes concepciones de la vida, no parece haber anulado la hostilidad totalmente. La misma autora refiere desprecio y maltrato hacia los padres por parte de los adolescentes los que llegan al punto de engendrar miedo en la generación mayor. La agresividad no estaría dirigida a dirimir diferencias ideológicas, sino que sería una expresión lisa y llana de maltrato, vacío de ideas. Los datos aquí reunidos se refieren a adolescentes norteamericanos y europeos, por tal motivo resulta de interés considerar lo aportado por investigaciones hechas en nuestro país.
9. Nuestros adolescentes en la posmodernidad En relación con la Argentina contamos con un estudio realizado por un grupo de investigadoras del CONICET dirigido por Marta Schufer y publicado en un libro titulado Así piensan nuestros adolescentes.34 Como esta investigación cobra para nosotros especial importancia daremos, tal como los transcriben las autoras, algunos datos sobre el grupo de población encuesta da en 1988 en cuatro escuelas diferentes de la Capital Federal: -1 bachillerato público de mujeres (Liceo), -1 bachillerato público de varones (Nacional), -1 escuela privada católica de mujeres, -1 escuela pública técnica mixta con alumnado presuntamente de bajos recursos y mayoritariamente masculino (Industrial). A su vez la muestra de grupos de adolescentes quedó constituida de la siguiente forma:
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Schufer, M. y col. Así piensan nuestros adolescentes. Bs. As., Nueva Visión, 1988.
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-5 grupos de adolescentes de sexo femenino de 2do año, -5 grupos de adolescentes de sexo femenino de 5to año, -6 grupos de adolescentes de sexo masculino de 2do año, -5 grupos de adolescentes de sexo masculino de 5to año. Con un total de 178 adolescentes; de los cuales 35 %, varones y 65 %, mujeres con edades entre 14 (35 %) y 19 (7 %) años. Los mismos residían en la Capital, un 57 %, y el resto en el Gran Buenos Aires. En cuanto al nivel de los padres, trabajaban en tareas de maestranza y oficios varios: 22 %, empleados 21 %, docentes o comerciantes 31 % y profesionales o ejecutivos 18 %. Con un 24 % de estudios primarios completos o incompletos, 24 % de secundarios completos o incompletos y 41 % de universitarios completos o incompletos. Como primera aproximación a las respuestas de los encuestados, vale la pena citar una que dice que si bien "hay problemas, muchos se crean de tanto hablar de eso, del adolescente conflictuado de revista". Es en boca de los propios interesados que se descalifica el conflicto adolescente. Revisaremos en lo que sigue los distintos ítems acerca de los que fueron encuesta dos estos adolescentes. a. La sexualidad Todos los jóvenes encuestados manifiestan tener información sobre la sexualidad, obtenida en su mayor parte a partir de los padres. Un 30 % manifiesta haber tenido relaciones sexuales, siendo mayor el porcentaje entre los varones que entre las mujeres. Un 5 % manifiesta estar de acuerdo con las relaciones sexuales prematrimoniales. Ninguno hace comentarios espontáneos sobre la homosexualidad; cuando se les pregunta, el 72% la considera una enfermedad y el 14 % una práctica sexual más. A las autoras les llama la atención esta falta de interés aparente en la homosexualidad durante una etapa de la vida en la cual se juega entre otras cosas la identidad sexual. Otro aspecto que es interesante señalar es que son los padres quienes mayoritariamente hablan con sus hijos de la sexualidad, por lo menos a nivel de información en los niveles de mayor educación. En lo referente a las cuestiones personales, los adolescentes prefieren hablar con sus pares. En general la actitud de estos padres que informan es bastante permisiva respecto a la actividad sexual de sus hijos. b. La afectividad Si bien las autoras dan como un hecho que "el primer amor suele ser intenso y apasionado" nuestros adolescentes por su parte dan estas respuestas: “Si nosotros salimos con una chica es para mostrarla en el barrio. Si estás de novia es de re-sufrir. Tenés que hacer demasiadas cosas por él, levantarte temprano para ir a verlo jugar… Yo estuve metida y me aburrí, cada cosa a su tiempo.” Estas respuestas, más que dar cuenta de algún apasionamiento, parecen remitir a un tipo de vínculo breve, superficial, exhibicionista y, aún así o tal vez por eso mismo, cansador. c. Modelos de identificación ¿Con quién se identifican nuestros jóvenes? En algunos grupos surgió la ausencia total de modelos de identificación: “No tenemos con quien identificarnos, los profesores, los que gobiernan, no queremos ser como ellos.”
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El 47 % respondió que no admiraba a ninguna persona. El 27 %, de los cuales un 17% eran mujeres de privada católica, dijo que admiraba a sus padres. Un 15 % dice que admira a figuras deportivas, 27 % a figuras ! del espectáculo (sobre todo musical). Un 5 % a figuras políticas (Perón, Alfonsín, Hitler), respuestas sobre todo de varones. Un 6 % a Dios, Jesucristo. ... Si generaciones anteriores tomaban ya como modelo a los actores y actrices esto sigue ocurriendo en cierta medida, pero al respecto es interesante mencionar la consideración que hace Fredric Jameson respecto ala generación de actores actuales: "La generación inmediatamente anterior se distinguió por proyectar por encima de los diferentes papeles representados y a través de ellos, una imagen muy marcada de su personalidad fuera de la pantalla"; imagen que a menudo connotaba rebelión e inconformismo. La generación reciente de actores estelares sigue garantizando la funciones convencionales de estrellato (de manera sobresaliente la sexualidad), pero con una completa ausencia de “personalidad” en el sentido tradicional, como contagiada del anonimato propio de la interpretación." El vacío en el lugar de la identidad lograda a partir de identificaciones parciales, el "como si", el pastiche intentando llenar o bien disimular tal vacío. Françoise Dolto considera que el fin del siglo XX no propone modelos individuales sino colectivos. Denomina a esta época "el crepúsculo de los dioses", en la cual desaparecen los ídolos individuales y es el grupo el que aparece como sustituto del padre. Pronostica el culto de la agrupación y la vuelta de la lucha por las grandes causas ligada a asociaciones humanitarias. Para Dolto, esto se vislumbraba ya en la Francia de los ‘80. d. Vínculo con los padres Cuando se pregunta sobre las discusiones en familia, los adolescentes manifiestan en un 69 % que discuten sobre todo con sus hermanos, no con sus padres. Respecto a los padres, el 36 % dice que discute con la madre y el 25 % con el padre, y que lo hacen por "tonterías" las cuales se desgranan del siguiente modo: por tareas y deberes de la casa, por los horarios, por las calificaciones, por amistades, por el modo de vestirse, por modales. Si nos guiamos por estos datos resulta que la confrontación generacional ocupa un segundo lugar ante la confrontación entre pares (hermanos) y si analizamos el contenido de las discusiones podremos preguntarnos: ¿qué fue de aquellas épicas discusiones sobre temas políticos, religiosos, éticos? Puede ser que las actuales discusiones descansen sobre los mismos temas de fondo, pero llama la atención que los mismos no salgan a la superficie de manera más directa. Las investigadoras señalan que la familia es el grupo de referencia para la mayoría de los problemas menos los sentimentales en cuyo caso se recurre más a los amigos y que cuando se les pregunta: “¿qué tratarías de imitar en la educación de tus hijos?”, los adolescentes contestan: "Todo, me educaron bien". Esta fue la respuesta más frecuente. Así las conclusiones del equipo son las siguientes: "Podemos concluir, de acuerdo con los datos presentados que si bien hay un cuestionamiento de los adolescentes con respecto a lo cotidiano de la vida familia: no lo hay respecto a valores básicos de los padres, lo cual es coincidente con los datos de otros estudios," Y dicen ellas mismas: "Este. Hallazgo contradice las teorías más conocidas, que sostienen la inevitabilidad de la ‘rebelión adolescente’ y ‘oposición a la familia’ como requisitos de esta etapa del ciclo vital." Si algunos hallazgos por lo menos contradicen las teorías clásicas referidas a la adolescencia, esto nos obliga a repensarlas. En particular es interesante considerar las teorizaciones que hiciera Aberastury sobre los duelos de la adolescencia en función de considerar su permanencia en las condiciones de posmodernidad.
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10. ¿Hay duelos en la posmodernidad? La posmodernidad ofrece una vida soft, emociones light, todo debe desplazarse suavemente, sin dolor, sin drama, sobrevolando la realidad. Es lícito entonces preguntarse si, dentro de ese marco, hay lugar para los duelos en la medida en que éstos son dolorosos, implican una crisis seria, tristeza, esfuerzo psíquico para superarlos. Consideremos cada uno de los duelos postulados en su momento por Arminda Aberastury como procesos inherentes al pasaje por la adolescencia: a. El duelo por el cuerpo perdido El adolescente de la modernidad se encontraba perdiendo el idealizado y mimado cuerpo de la infancia, teniendo en perspectiva un período glorioso de juventud y lejos aún de lograr un cuerpo con características claramente adultas. El bebé, el niño eran modelos estéticos, se los pintaba, esculpía, grababa, para no perder ese momento de máximo esplendor, esa cercanía con la belleza angelical. El adulto joven constituía el ideal estético por excelencia y el adulto maduro por su parte alcanzaba un cuerpo con características claramente definidas: las mujeres debían tener un cuerpo redondeado, un poco pesado, matronal, que daba cuenta de su capacidad de procrear y su dedicación a la casa y crianza de sus hijos. Iría luciendo con los años canas, arrugas y kilos, no como vergüenza sino por el contrario como muestra de honorabilidad y fuente de respeto. Por su parte los hombres también adquirían kilos, abdomen o ambos, lentes, arrugas, calvicie, bigotes o barbas canas que les darían un aspecto digno de la admiración de las generaciones más jóvenes. En ese contexto el adolescente lucía un aspecto desgraciado. Nada se encontraba en él de admirable, estéticamente rescatable. Es cierto que aún hoy nadie postula como admirable la cara cubierta de acné ni los largos brazos o piernas alterando las proporciones, pero también es cierto que la mirada que cae hoy en día sobre el adolescente es muy diferente. Su cuerpo ha pasado a idealizarse ya que constituye el momento en el cual se logra cierta perfección que habrá que mantener todo el tiempo posible. Modelos de 12, 14 ó 15 años muestran el ideal de la piel fresca, sin marcas, el cabello abundante y brillante, un cuerpo fuerte pero magro, tostado al sol, ágil, en gran estado atlético, en la plenitud sexual, un modelo actual que no responde al ideal infantil ni adulto típico de la modernidad. Si, clásicamente, la juventud fue un "divino tesoro" porque duraba poco, ahora se intenta conservar ese tesoro el mayor tiempo posible. Mucha ciencia y mucha tecnología apuntan sus cañones sobre este objetivo. Cirugía plástica, regímenes adelgazantes y conservadores de la salud, técnicas gimnásticas, transplantes de cabello, lentes de contacto, masajes e incluso técnicas que desde lo psíquico prometen mantenerse joven en cuerpo y alma. Cuando la técnica no puede más, el cuerpo cae abruptamente de la adolescencia, supuestamente eterna, en la vejez sin solución de continuidad. Cae en la vergüenza, en la decadencia, en el fracaso de un ideal de eternidad. Podemos entonces preguntarnos: ¿qué ha pasado con el duelo por el cuerpo de la infancia que hacía el adolescente moderno, adolescente que sólo era un pasaje desde la niñez aun ideal adulto? El adolescente posmoderno deja el cuerpo de la niñez pero para ingresar de por sí en un estado socialmente declarado ideal. Pasa a ser poseedor del cuerpo que hay que tener, que sus padres (¿y abuelos?) desean mantener, es dueño de un tesoro. Si tomamos como metáfora el cuerpo arquitectónico de la ciudad, y el reciclaje posmoderno en vez de la piqueta, la mezcla de lo viejo con lo nuevo, a nivel de la persona adolescente resulta que el cuerpo infantil no es totalmente reemplazado por un cuerpo adulto, hay una mezcla y modificación parcial de ciertas características. Por la tanto no habrá una idea neta de duelo, de sufrir intensamente la pérdida del cuerpo de la infancia. ¿Puede haber un duelo por el cuerpo perdido o "no hay drama"? b. El duelo por los padres de la infancia Los padres de la infancia son quizás los únicos "adultos" en estado puro que se encuentran a lo largo de la vida. Se los ve como tales, sin fisuras. Ir creciendo significa, en cambio, descubrir que
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detrás de cada adulto subsisten algunos aspectos inmaduros, impotencia, errores. La imagen de los padres de la infancia es producto de la idealización que el niño impotente ante la realidad que lo rodea y débil ante ellos desarrolla como mecanismo de defensa. A menudo esa idealización es promovida por los mismos padres quienes obtienen satisfacción de ser admirados incondicionalmente por ese público cautivo a quien también pueden someter autoritariamente. Ir creciendo, convertirse en adulto significa desidealizar, confrontar las imágenes infantiles con lo real, rearmar internamente las figuras paternas, tolerar sentirse huérfano durante un período y ser hijo de un simple ser humano de allí en más. Pero este proceso también ha sufrido diferencias. Los padres de los adolescentes actuales crecieron en los años, incorporaron un modo de relacionarse con sus hijos diferente del que planteaban los modelos clásicos, desarrollaron para sí un estilo muy distinto del de sus padres. ¿En qué residen esas diferencias? En lo referente a sí mismos estos padres buscan como objetivo ser jóvenes el mayor tiempo posible, desdibujan al hacerlo el modelo de adulto que consideraba la modernidad. Si ellos fueron educados como pequeños adultos, vistiendo en talles pequeños ropas incómodas para remedar a los adultos, ahora se visten como sus hijos adolescentes. Si recibieron pautas rígidas de conducta, comunes por entonces a toda una generación, al educar a sus hijos renuncian a ellas, pero no generan otras nuevas muy claras, o por la menos cada pareja de padres improvisa, en la medida en que la necesidad la impone, alguna pauta, a veces tardíamente. Si fueron considerados por sus padres incapaces de pensar y tomar decisiones, ellos han pasado a creer que la verdadera sabiduría está en sus hijos sin necesidad de agregados, y que su tarea es dejar que la creatividad y el saber surjan sin interferencias. Si sus padres fueron distantes, ellos borran la distancia y se declaran compinches de sus hijos, intercambiando confidencias. A medida que fue creciendo, el niño de estos padres no incorporó una imagen de adulto claramente diferenciada, separada de sí por la brecha generacional y cuando llega a la adolescencia se encuentra con alguien que tiene sus mismas dudas, no mantiene valores claros, comparte sus mismos conflictos. Ese adolescente no tiene que elaborar la pérdida de la figura de los padres de la infancia como lo hacía el de otras épocas. Al llegar a la adolescencia está más cerca que nunca de sus padres, incluso puede idealizarlos en este período más que antes. Aquí difícilmente haya duelo y paradójicamente se fomenta más la dependencia que la independencia en un mundo que busca mayores libertades. c. El duelo por el rol y la identidad infantiles ¿Qué significa ser niño? Ser dependiente, refugiarse en la fantasía en vez que afrontar la realidad, buscar logros que satisfagan deseos primitivos y que se obtienen rápidamente, jugar en vez que hacer esfuerzo. Si describimos al niño en edad de incorporarse a un jardín de infantes, nos encontramos con alguien que se cree capaz de logros que en su mayoría no le son posibles y ante los cuales sufre heridas muy fuertes en su autoestima, una personita incapaz de esperar para lograr lo que quiere y un ser humano a quien no le importan demasiado los otros miembros de su especie en la medida en que no es capaz de compartir nada con los. Llegados a este punto parece imprescindible diferenciar dos conceptos psicoanalíticos que suelen confundirse: el de yo ideal y el de ideal del yo.35 Ante una imagen de sí mismo real poco satisfactoria, muy impotente, el niño pequeño desarrolla una imagen ideal, un yo ideal en el cual refugiarse. Esta estructura se organiza sobre la imagen omnipotente de los padres y ante una realidad frustrante que promueve esa imagen todopoderosa de sí mismo confeccionada a imagen y semejanza de sus mayores, la cual le permite descansar, juntar fuerzas y probar de nuevo ante un error. En los desarrollos normales ese yo ideal se va acotando a medida que la realidad le muestra sus límites. Dice Freud:
35 Di Segni de Obiols, S. "Narcisismo y vida cotidiana", presentado a las Cuartas Jornadas Anuales de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupos. Ct Bs. As., 1988.
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"La observación del adulto normal muestra amortiguado el delirio de grandeza que una vez tuvo, y borrados los caracteres psíquicos desde los cuales hemos discernido su narcisismo infantil."36 Si pensamos cuáles son los valores que lo identifican, el yo ideal es: omnipotente (el delirio de grandeza mencionado por Freud), no puede esperar para satisfacer sus deseos y no es capaz de considerar a otro. Hace sentir al niño que es el centro del mundo, es la expresión de un narcisismo que no admite a otros. Un mundo que se tira al suelo haciendo un berrinche porque quiere ahora y sólo ahora un caramelo, que si puede se lo roba a su amiguito y que está seguro de poder treparse a la mesa sin ningún peligro es el ejemplo de esta etapa. Cuando se cae de la mesa, cuando la madre lo levanta en brazos a pesar de las patadas y los gritos para pasar por delante del kiosco, cuando le sacan el botín robado para devolverlo a su legítimo dueño, se siente mal por el golpe o por lo que perdió, pero ante todo se siente mal por su yo ideal maltratado. Un niño que tiene un hermanito también sufre un duro golpe a su narcisismo, a su necesidad de obtenerlo todo para sí y lo más rápido posible. Los padres primero y los maestros después tienen la difícil tarea de provocar la introyección de otra estructura, el ideal del yo. Este aspecto del superyo es un modelo ideal producido por los mayores para él, es el modelo de niño que los demás esperan que sea. Si el yo ideal es lo que él desea ser, el ideal del yo es lo que debe ser y a quien le cuesta muy a menudo parecerse. Ese ideal del yo también manifiesta sus propios valores: esfuerzo, reconocimiento y consideración hacia el otro, así como postergación de los logros. Tradicionalmente este trípode ha sido la base de la educación preescolar. ¿Qué ocurre con el adolescente? En esa época de la vida se termina de consolidar el ideal del yo, para ello confluyen los padres, los docentes y la sociedad en su conjunto. Pero ¿qué ocurrirá si la sociedad no mantiene los valores del ideal del yo, si en cambio pone al nivel de modelo los valores del yo ideal? Pensemos en lo que los medios difunden constantemente: aprendizaje, dietas, gimnasia sin el menor esfuerzo; tarjetas de crédito, facilidades, compra telefónica para no postergar ningún deseo, artículos únicos, lugares exclusivos, competencia laboral que significa eliminar al otro. Estos son los valores del o ideal que en otras épocas podían que en la fantasía pero no ser consagrados socialmente. La sociedad moderna consagraba los valores de un ideal del yo: la idea de progreso en base al esfuerzo, el amor como consideración hacia el otro, capacidad de espera para lograr lo deseado. Sin duda los valores del yo ideal también existían pero eran inadmisibles para ser propagados socialmente. En la sociedad posmoderna los medios divulgan justamente los valores del yo ideal, es decir que allí donde estaba el ideal del yo está el yo ideal y hay que atenerse a las consecuencias. Si se acepta este planteo, de él se deduce que los valores primitivos de la infancia no sólo no se abandonan sino que se sostienen socialmente, por lo tanto no parece muy claro que haya que abandonar ningún rol de esa etapa al llegar a la adolescencia Se podrá seguir actuando y deseando como cuando se era niño, aquí tampoco habrá un duelo claramente establecido. Por otra parte, se sostenía que la identidad infantil perdida daba paso a la definitiva en un largo proceso de rebeldía, enfrentamiento y recomposición durante la adolescencia. El concepto de pastiche posmoderno parece modificar esta idea. La identidad se establecería no por un mecanismo revolucionario que volteara las viejas estructuras sino por el plagio que conforme el pastiche sin mayor violencia, sin cambios radicales. La nueva identidad se estructura ría sin que apareciera la idea neta de un duelo, en tanto no habría una pérdida conflictiva que lo provocara.
11. ¿Dónde están los adultos de antaño? Adolescere, decían los romanos, ir creciendo. Un verbo cuyo participio es adultum, es decir que el adolescente era alguien en tránsito hacia la adultez. Por lo tanto el punto de llegada debía estar claro. Dijimos que la modernidad tenía un modelo de adulto que daba una imagen externa clara la cual hoy resulta haberse desdibujado. Pero el problema que nos interesa tratar aquí no es solamente la
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Freud, S. Introducción del narcisismo. En O. C., T. XIV, Bs. As., Amorrortu, 1976, p.90 y ss.
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imagen externa sino el concepto psicológico de adulto que se manejaba tradicionalmente y su validez actual. Pensemos el tema desde el campo psicoanalítico. Si bien no aparece en Freud una descripción completa de adulto normal, a lo largo de su obra se encuentran definidas características que resultan ser constitutivas del mismo. En lo que sigue iremos analizando las mismas y considerando las modificaciones que la posmodernidad ha producido sobre estos conceptos. a. La identidad sexual La preocupación por el desarrollo de la identidad sexual cobró gran importancia en la psicología a partir de la obra de Freud. Su teoría sexual exponía claramente el papel que cumplía sobre la posterior normalidad o patología, el haber superado las etapas tempranas de fijación de la libido y el Complejo de Edipo. Este autor definía la normalidad sexual del adulto en estos términos: "La unión de los genitales es considerada la meta sexual normal en el acto que se designa como coito y que lleva al alivio de la tensión sexual y a la extinción temporaria de la pulsión sexual."37 La genitalidad implicaba una unión heterosexual. Para acceder a la misma el adulto, debía haber resuelto cuando niño el Complejo de Edipo, lo cual implicaba haberse identificado con el padre del mismo sexo y elegir como objeto de amor al contrario. Para el psicoanálisis, entonces, la homosexualidad debía incluirse dentro de las anormalidades sexuales. La adolescencia fue considerada desde que se la tomó como objeto de estudio, una etapa de búsqueda de la propia identidad sexual, en la cual debía desestimarse alguna experiencia homosexual ya que la misma si no quedaba fijada como conducta formaba parte de la investigación y determinación de la identidad sexual. Tales conductas cobraban otra importancia en cambio en los adultos. Pero, ¿cómo se presenta este tema en la actualidad? El DSM es el Manual Diagnóstico y Estadístico creado por la Asociación Psiquiátrica Americana38 que reúne los criterios diagnósticos referidos a los trastornos mentales. En su confección interviene un comité de expertos de los Estados Unidos de América, algunos de los cuales con formación psicoanalítica. Esta clasificación ha sido adoptada por la Organización asimilando sus criterios a otra clasificación en uso en Europa, la ICD. La primera edición del DSM apareció luego de la Segunda Guerra Mundial como un primer intento de unificación de diferentes nosologías oficiales. A partir de entonces se harían periódicamente revisiones que permitieran incluir conocimientos nuevos. Cada edición reflejó las concepciones de la época. La edición de 1980, DSM-III, incluyó respecto al tema de la sexualidad una novedad interesante. En el apartado de los "Trastornos psicosexuales" se enunciaban varias parafilias (fetichismo, travestismo, zoofilia, paidofilia exhibicionismo, voyerismo, masoquismo, sadismo). En otro apartado denominado "Otros trastornos psicosexuales" se incluía la Homosexualidad egodistónica. ¿Qué significaba esto? Que el manual consideraba a la homosexualidad como trastorno psicosexual solamente en el caso en que la persona se quejara de su situación, que manifestara dificultades en su heterosexualidad y una homosexualidad no querida o provocadora de malestar. Por omisión se deducía que la homosexualidad egosintónica, es decir, aquella que no provocaba angustia en quien la manifestaba, no era considerada un trastorno mental, en particular psicosexual. Debido a una modificación de esta clasificación hecha en el año 1987 (DSM-III-R), el término "homosexualidad" no aparece. Dentro de los trastornos sexuales no especificados se da como ejemplo: "malestar notable y persistente acerca de la propia orientación sexual"; es decir, un concepto muy vago que no hace referencia en particular a la homosexualidad. Este cambio en los criterios clasificatorios no parece haber causado el debido impacto sobre las teorías, las cuales o bien deben ser repensadas o 37
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Freud, S. Tres ensayos de teoría sexual. En O. C., T. VII, Bs. As., Amorrortu, 1976, p. 136.
American Psychiatric Association. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona, Masson, 1989.
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bien deben provocar el rechazo de tal clasificación. Toda la teorización freudiana sobre la superación del Complejo de Edipo y sus conceptos acerca del narcisismo así lo sugieren. En Introducción del narcisismo, dice Freud: "Hemos descubierto que ciertas personas, señaladamente aquellas cuyo desarrollo libidinal experimentó una perturbación (como en el caso de los perversos y los homosexuales), no eligen su posterior objeto de amor según el modelo de la madre, sino según el de su persona propia. Manifiestamente se buscan a sí mismos como objeto de amor, exhiben el tipo de elección de objeto que ha de llamarse narcisista." Es decir que el psicoanálisis consideraba anormal tal elección de objeto porque no incluía el reconocimiento del otro como diferente de uno mismo. Para comprender mejor los cambios que han sufrido estos conceptos, es importante destacar el clima en el cual la posmodernidad los enmarca. Esta época incluyó una revolución sexual que llevó a decir a autores como Stone y Church: "Las enseñanzas freudianas han tenido una consecuencia lamentable, y es la de que muchas personas han llegado a creer que el sexo es, o debería ser, el máximo bien de la vida, y los jóvenes deben aprender que cualesquiera que sean sus placeres, el sexo es solo una de las hebras que hacen el tejido de la vida. No es algo que haya que exaltar casi al modo de una nueva deidad, ni algo que deba ser recluido en las mazmorras de lo inconciente. Para algunas mujeres, la búsqueda de orgasmo ha llegado a ser casi un modo de vida, un exclusivo Santo Grial o Pájaro Azul del Éxtasis hasta el punto de que la mujer que nunca lo ha conocido, o que sólo lo experimenta ocasionalmente se siente biológicamente inadecuada y engañada por sus amantes."39 La revolución sexual de los años ‘60 dio paso a varios cambios. Los sexos dejaron de estar rígidamente establecidos en su-aspecto -externo y en los roles a cumplir. Al mismo tiempo la ambigüedad sexual se constituyó en una característica propia de la época. Aberastury sostenía que un cuarto duelo durante la adolescencia se debía a la necesidad de superar la pérdida de la bisexualidad infantil, pero en la actualidad la bisexualidad no sólo no parece requerir duelo sino que aparece como una característica atractiva en figuras del campo artístico, por ejemplo. El modelo heterosexual exclusivo ha quedado como uno más entre aquellos que muestran los medios masivos como imitables. Sea como sea, la "clara identidad sexual" que se esperaba que adquiriera el individuo al llegar a la adultez ha perdido mucha claridad. b. La madurez afectiva La independencia afectiva de los padres también debía considerarse un logro adulto. Suplantar a los objetos primeros de amor por otros y establecer con ellos una relación duradera formaba parte de aquello que caracterizaba al adulto. Se ha subrayado muchas veces qué importante lugar tiene la sexualidad en la teoría psicoanalítica y qué poco ocupa el amor, el cual aparece como un simple derivado de la primera. Para Freud el estudio de la sexualidad constituía un sustrato concreto, no desdibujado por la subjetividad de los sentimientos, una conducta que podía someterse con mejores resultados a la investigación de una persona formada como él en las ciencias naturales y que esperaba incluir al psicoanálisis entre las mismas. Por otra parte, en la medida en que asentaba sobre lo instintivo del ser humano, era pasible de ser considerado determinante de la patología humana. El victorianismo de la época, gran productor de patología por efecto de la represión sexual, acentuó aún más la importancia que la teoría sexual ocupaba dentro del psicoanálisis al tomarla como blanco de sus ataques. Pero lo cierto es que el amor quedó en un segundo plano de los desarrollos teóricos freudianos. Erich Fromm cubrió el vacío convirtiendo en un best seller su libro El arte de amar, lo que mostró hasta qué punto se esperaba alguna respuesta sobre el tema. Comenzaba dicho libro con estas palabras: "¿Es el amor un arte? En tal caso, requiere conocimiento y esfuerzo.
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Stone L. J. Church, J. Op. Cit., p.129.
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¿O es el amor una sensación placentera, cuya experiencia es una cuestión de azar, algo con lo que uno 'tropieza' si tiene suerte? Este libro se basa en la primera premisa, si bien es indudable que la mayoría de la gente de hoy cree en la segunda."40 Para Fromm el fundamento del amor era la actitud de dar y describió ciertos elementos de este sentimiento que consideró básicos: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento. El cuidado debía entenderse como una preocupación activa, no una simple declaración retórica. Preocuparse por la vida y el crecimiento de la persona que se ama, ocuparse del otro. Cuidar es dar las condiciones y suplir las necesidades para que un hijo crezca. Este cuidado implica el segundo aspecto, la responsabilidad como acto voluntario, estar dispuesto a responder por el otro. Como el Principito con su rosa. Sólo el respeto por el otro evita que el cuidado y la responsabilidad degeneren en dominación. Respeto como capacidad de ver a una persona tal cual es, reconocerla como otra diferente de uno, no como yo quiero o me conviene que sea. Finalmente, no se puede respetar a quien no se conoce y en particular el conocimiento en el amor es un conocimiento que no se queda en la superficie. Decía Fromm: "Cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento son mutua- mente interdependientes. Constituyen un síndrome de actitudes que se encuentran en la persona madura; esto es en la persona que desarrolla productivamente sus propios poderes, que sólo desea poseer los que ha ganado con su trabajo, que ha renunciado a los sueños narcisistas de omnisapiencia y omnipotencia, que ha adquirido humildad basada en esa fuerza interior que sólo la genuina actividad productiva puede proporcionar." Es decir que el arte de amar se lograba dominar cuando se llegaba a la madurez, cuando se renunciaba a los valores del yo ideal, inundados de omnipotencia y narcisismo. El adulto podía llegar a amar, si se convertía en una persona productiva, entendida como capaz de dar, de comprometerse con otro brindándole cuidado, haciéndose responsable de esa relación afectiva, respetando al otro y ocupando tiempo en conocerle. Y cuando este autor piensa, en los años ‘50, sobre el papel que tiene el amor en su época dice: "El hombre moderno está enajenado de sí mismo, de sus semejantes y de la naturaleza. Se ha transformado en un artículo que experimenta sus fuerzas vitales como una inversión que debe producirle el máximo de beneficios posible en las condiciones imperantes en el mercado. Las relaciones humanas son esencialmente las de autómatas enajenados en las que cada uno basa su seguridad en mantenerse cerca del rebaño y en no diferir en el pensamiento, en el sentimiento o la acción. Al mismo tiempo que todos tratan de estar tan cerca de los demás como sea posible, todos permanecen tremendamente solos, invadidos por el profundo sentimiento de inseguridad, de angustia y de culpa que surge siempre que es imposible superar la separatidad humana. Nuestra civilización ofrece muchos paliativos que ayudan a la gente a ignorar concientemente esa soledad: en primer término, la estricta rutina del trabajo burocratizado y mecánico que ayuda ala gente a no tomar conciencia de sus deseos humanos más fundamentales, del anhelo de trascendencia y unidad. En la medida en que la rutina sola no basta para lograr ese fin, el hombre se sobrepone a su desesperación inconciente por medio de la rutina de la diversión, la consumición pasiva de sonidos y visiones que ofrece la industria del entretenimiento; y además por medio de la satisfacción de comprar siempre cosas nuevas y cambiarlas inmediatamente por otras. A partir del nacimiento, de esa simbiosis total con la madre, el ser humano siente la separatidad, sensación angustiosa que lo vuelca hacia el otro, otro con el cual volverá a sentirse una totalidad. El amor es así proceso que lleva a unirse al otro sexo como modo de no estar sólo, separado, de superar esta angustia básica. Su época se le aparece a Fromm con ciertas características preocupantes: la actitud de querer ser amado y no de amar; suponer que amar es algo sencillo que depende de encontrar la persona adecuada y no de desarrollar la propia capacidad; creer que conseguir una pareja atractiva es un logro semejante al de poder adquirir un buen producto. Esto pensaba Fromm en los años ‘50, ¿estas características descriptas y criticadas por él, se perdieron o fueron profundizándose? 40
Fromm, E. El arte de amar. Bs. As., Paidós, 1963, p. 11 y 88.
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Los adulos en la actualidad aprendido a privilegiar la obtención de placer por sobre la represión que la sociedad pueda provocarles. Han vivido crisis respecto a la estabilidad de la pareja, llegando a pensar que debían considerar a la misma como un bien transitorio. Han desarrollado una afectividad superficial. Fredric Jameson logra un efecto impactante al comparar los "Zapatos de labriego" de Vincent Van Gogh con los "Zapatos de Polvo de Diamante" de Andy Warhol: "Pero hay otras diferencias notorias entre la época modernista y la posmodernista, entre los zapatos de Van Gogh y los de Andy Warhol en las que hemos de detenemos brevemente. La primera y más evidente es el nacimiento de un nuevo tipo de insipidez o falta de profundidad, un nuevo tipo de superficialidad en el sentido más literal, quizás el supremo rasgo formal de todos los posmodernismos a los que tendremos ocasión de volver en numerosos contextos distintos." A esa insipidez y falta de profundidad de los afectos la denomina: "el ocaso de los afectos en la cultura posmoderna". Por lo tanto, aquél modelo de adulto capaz de mantener una relación, de profundizarla a través del conocimiento y un mayor compromiso con su pareja, parece estar, por lo menos, demodé. c. La madurez de la propia personalidad Si el adolescente vivía preguntándose " ¿quién soy?", el adulto debía haber llegado a repondérselo. Para Stone y Church la madurez se lograba a partir de buenos cimientos, de la “confianza básica” que el niño hubiera podido desarrollar, la que le permitiría confiar en sí mismo y alcanzar autonomía. Separar su identidad de la de sus padres, confrontar con ellos, reconocerse como otro sin quebrantar los vínculos afectivos básicos. Analicemos ahora las instancias intrapsíquicas postuladas por el psicoanálisis y dentro de las mismas el ideal del yo. Este, tal como lo ha explicitado Blos, “alcanza su estructura definitiva sólo durante la etapa final de la adolescencia”; es decir, que el adulto ya ha conformado un ideal al cual intentar parecerse a lo largo de su vida. El yo por su parte adquiere autonomía en relación con las figuras de identificación importantes. Podrá, a partir de la madurez, afrontar sus conflictos con sus propias armas si su desarrollo ha sido normal. Y podrá también hacerse cargo de conflictos ajenos, en el rol de padre o madre que la sociedad le propone. El mecanismo fundamental postulado para estructurar la propia personalidad es la identificación. Hemos visto que, en la actualidad, los adolescentes no encuentran fácilmente figuras, por lo menos adultas, con las cuales identificarse y que tanto los padres como los docentes han perdido ese lugar. ¿Con quién se identificaban las generaciones anteriores? Dolto hace su propia historia de las figuras de identificación. Al período que va desde el Renacimiento hasta el siglo XVIII, lo denomina “la época de los maestros”, época de sabios y de grandes navegantes exploradores, época de los aprendizajes. Desde el siglo XIX hasta 1950 define otra etapa denominada “la época de los timoneles”, con caudinos militares y combatientes de la libertad. Así desde 1950 los adolescentes habrían perdido figuras de identificación encarnadas ya fuera en los héroes o en los maestros. A partir de entonces, ¿con quién se fueron identificando? El período 1960-1980 es denominado “la época de los ídolos” con estrellas efebos y jefes de banda como ideales. Sin Dios ni maestros y con un claro retorno al narcisismo. O bien figuras adolescentes proporcionadas por los medios masivos o bien pares puestos al nivel de ideales. En ningún caso es el adulto el modelo ideal. Decía Anna Freud en 1969: "Algunos adolescentes colocan en el lugar que dejaron vacío los padres a algún autodesignado líder que pertenece a la misma generación que aquellos. Esta persona puede ser un profesor universitario, un poeta, un filósofo, un político. Quienquiera que sea, se lo considera infalible, semejante a un dios, y se lo sigue ciega y alegremente. Pero en la actualidad esta solución es comparativamente infrecuente. Es más común la otra, en la que se eleva al papel de líder al grupo de pares como talo a algún miembro de él convirtiéndolo en árbitro indiscutido en todas las cuestiones morales y estéticas."41 41
Freud, A. El desarrollo del adolescente. En O. C., Bs. As., Paidós, 1984, p.22.
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Los adultos actuales surgidos de los años cincuenta hacia el presente habrían conformado su personalidad en este clima, sin tomar como modelo a un adulto. Al igual que sus hijos adolescentes actuales habrían tomado a sus pares idealizados lo cual desdibuja el tradicional concepto de adulto. Si este desarrollo es correcto, caben dos posibilidades: o bien que el mecanismo de identificación con padres y maestros y la construcción de un ideal del yo, a los cuales tanta importancia se les dio en la teoría psicoanalítica para comprender la madurez de la personalidad, realmente no la tengan; o bien que la personalidad se haya desarrollado defectuosamente en las últimas décadas en la medida en que tales procesos no hayan ocurrido como se esperaba. El concepto de "madurez" de la personalidad suponía un "camino hacia" la edad adulta. La identificación con pares suprime este desarrollo progresivo consolidando la estabilidad de la problemática adolescente. d. La madurez intelectual Si para Piaget el adolescente era un creador de teorías, un metafísico por excelencia, el adulto debía ser capaz de poner tal habilidad en conjunción con la realidad que lo rodeara. La realidad acotaría sus teorías, las haría sensatas, realistas. La utopía adolescente que- daría superada. La etapa de las utopías era imprescindible para este autor como pasaje para la madurez de la inteligencia. Decía Piaget: "Pero se percibe en general, al comparar la obra de los individuos con su antiguo comportamiento de adolescentes, que aquellos que, entre los quince y los diecisiete años, no han construido nunca sistemas que inserten su programa de vida en un amplio sueño de reformas, o aquellos que, al establecer su primer contacto con la vida material han sacrificado totalmente su quimérico ideal a sus nuevos intereses de adultos, no han sido los más productivos. La metafísica de la adolescencia, así como sus pasiones y su megalomanía son, por tanto, auténticas preparaciones para la creación personal y el ejemplo del genio muestra que existe siempre una continuidad entre la formación de la personalidad, a partir de los doce años, y la obra posterior del hombre."42 La posmodernidad no inspira la pasión metafísica en los adolescentes, sí espera que éstos como los adultos sean productivos en términos de creatividad. Si seguimos a Piaget, ¿qué ocurrirá con aquellos que no hayan tenido una adolescencia de este tipo, apasionada, idealista, creadora de teorías omnipotentes?, ¿podrá ocurrir que una época que privilegia la creatividad la ponga en peligro al alterar las etapas del desarrollo? Nuevamente nos encontramos con conceptos que exigen ser repensados a la luz de las condiciones actuales y que desdibujan el concepto de adulto. e. El conocimiento social La independencia económica también era un logro que definía al adulto. "Haber llegado", alcanzar un nivel profesional o laboral estable, seguro, en el cual descansar del esfuerzo hecho para conseguirlo. Lograr un lugar en la sociedad ha sido considerado siempre un examen de ingreso al mundo adulto. Hoy en día sólo se puede aspirar a "mantenerse"; es decir, luchar para conseguir no volver a fojas cero. Nadie está seguro, un ejecutivo es viejo tempranamente, un científico tiene continuas exigencias de publicación de "papers" para mantener su lugar; la época no permite descansar en los laureles. Por otra parte, para los jóvenes la perspectiva de formación es muy larga, se necesita cada vez menos mano de obra y mucho más capacitada. Es difícil mantenerse económicamente, más aún independizarse de los padres. Este no es solamente un problema de los países como el nuestro en los cuales la crisis es fuerte, también ocurre así en Europa donde falta empleo y, los que hay requieren sofisticada calificación. Si esto es así, ¿puede dejarse de ser adolescente por lo menos según el criterio clásico? ¿El adolescente que ve a su padre o madre en una continua carrera de méritos, en un lugar siempre incierto, no se encuentra reflejado con la misma problemática? 42
Piaget, J., Op. Cit., p. 92. (43) Dolto, F. Op.Cit., p. 42.
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f. El rol de padres Una función adulta era la de cubrir el rol de madre y padre. Esto significaba afecto, protección, contención, transmisión de conocimientos y valores, todo a través de cierta distancia producto inevitable de la diferencia generacional. Respecto a la situación actual dice Françoise Dolto: "Lo que más hace sufrir a los adolescentes es ver que los padres atan de vivir a imagen de sus hijos y quieren hacerles la competencia. Es el mundo al revés. Los hombres tienen ahora amiguitas de la edad de sus hijas, y a las mujeres les gusta hoy agradar a los compañeros de sus hijos, porque precisamente ellas no vivieron su adolescencia. Están presas en la identificación con sus hijos."43 ¿Cuáles son las consecuencias de esta actitud de los padres? Continúa F. Doto: “Y los chicos y chicos y chicas aprenden cada vez más tempranamente a vestirse solos, a comprarse ropa, a alimentarse y viajar… Ante la necesidad de su progenie, los padres dejan hacer y se abstienen de educar a los pequeños. Si ya no hay niños, tampoco hay adultos”. Los adolescentes se ven obligados a ser padres de sí mismos, situación que les da más libertad pero para la que no cuentan con elementos suficientes: "Los adolescentes carecen de reglas de autopaternalización. ¿Cómo van a saber conducirse en la sociedad si no reciben ninguna enseñanza por el ejemplo o en conversaciones con sus padres? La televisión se convierte en la única fuente de referencia de niños aislados en apartamentos vacíos de adultos." Y así aparecen los medios masivos, en particular la televisión, adoptando a tanto adolescente huérfano.
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Dolto, F. Op. Cit., P. 42.
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