Ettore Scola: “Actualmente existe esa misma discriminación” Doña

Regreso a Fortín Olmos, premiado en Mar del Plata. Jorge Goldenberg vuelve al Chaco santafecino. El guionista estrenará un vibrante trabajo testimonial, ...
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Espectáculos

Página 2/Sección 4/LA NACION

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Lunes 2 de marzo de 2009

CINE Competencia desleal: el film se estrenará el jueves

Ettore Scola: “Actualmente existe esa misma discriminación” Continuación de la Pág. 1, Col. 1 particular había cifrado el encuentro de dos seres (Mastroianni y la Loren) en el histórico 6 de mayo de 1938, cuando Hitler fue recibido en Roma por Benito Mussolini y el fascismo no sólo selló su alianza con el nazismo, sino que, además, se “contagió” de un racismo hasta entonces inédito en Italia. Por entonces ya había filmado Feos, sucios y malos, y después seguiría sorprendiendo con La terraza, El baile y –entre otras– La familia, hasta que con Competencia desleal, casi 25 años después de Un día..., Scola retomó aquel asunto y volvió al mismo día fatal de 1938, cuya primera consecuencia nefasta fue la proclamación de las denominadas “leyes raciales”: Mussolini, quien incluso había sabido ganarse el apoyo de judíos, de repente quitó a éstos sus derechos civiles y promovió una persecución que acabó en deportaciones a los campos de concentración de Alemania. “De pronto, hasta los niños debían dejar las escuelas porque eran judíos –cuenta Scola, hoy de 78 años, testigo de aquella cacería–. Yo iba a la primaria y tenía un compañero de banco que era mi amiguito, hasta que un día no vino más: era judío y no podía asistir a la escuela pública.”

Italia durante la guerra

Dos sastres en pugna En Competencia desleal, dos comerciantes (Diego Abatantuono y Sergio Castellito, sastres ambos) compiten en la misma calle de Roma, hasta que comienza la discriminación y uno de ellos sufre atentados en su negocio porque es judío. –Para el personaje de León, el judío, usted lo quería a Roberto Benigni. ¿Se lo ofreció? –Sí, pero él ya estaba trabajando con Vincenzo Cerami en el guión de La vida es bella, que debía transcurrir en 1938, con el asunto del antisemitismo. El film de Benigni, además, se inicia con escenas de negocios agredidos, como en el nuestro. –Con Benigni, Competencia desleal habría tenido un aire más de comedia… –Seguro. Aunque el tema era serio,

CREDITO

El director y sus figuras centrales, Diego Abatantuono y Sergio Castellito, en medio de un rodaje en el que se reconstruyó una calle de Roma de 1938, cuando el Führer fue recibido por el Duce y comenzó el horror

con él habría adquirido una dimensión de juego mayor, porque Benigni siempre apela a ese personaje suyo, tan bizarro… Así fue que recurrí a Castellito, que es… en fin, una persona un poco más normal [risas]. –En Gente de Roma incluyó ese episodio de la anciana judía que ve el rodaje de un film con nazis que ingresan en el gueto, y cree que ha vuelto la pesadilla…

–Es el rodaje de un corto que filmé en 1994, y que es una continuación de Competencia…: ésta narraba el comienzo de la persecución y era sólo el presentimiento de lo que iba a ocurrir; el corto transcurre durante la guerra, el 13 de diciembre de 1943, la gran redada en el gueto, cuando los nazis se llevaron 1200 personas en un día. De ellas, volvieron apenas unas veinte.

–En su película, los dos personajes en litigio son ingenuos, no profesan credos políticos, pero hay otro que sí tiene conciencia política.

–Sí, el de Gérard Depardieu, que es un profesor de la secundaria. A los docentes que no se afiliaban al partido fascista los echaban, fueran judíos o no, y por eso muchos emigraron a Francia. Aquellas leyes fueron absurdas: en Italia, los judíos estaban integrados desde 2000 años atrás. Tampoco podían existir camareros cristianos, porque era “indigno” que éstos tuvieran que servir a judíos. Se dice que el pueblo

italiano no es racista; es verdad, pero fue indiferente: no reaccionaron ante aquellas disposiciones. Parecían leyes menores, porque no preveían ni cárcel ni deportaciones… por el momento. Pero después se produjo. Esa es la culpa italiana, la indiferencia. –A propósito, ¿piensa que la marginalización de los judíos italianos de entonces es parangonable a la actual segregación de los rom, de los africanos y de todos los llamados indocumentados? –Ciertamente; hoy existe esa discriminación. Se dice: «No lo llamemos racismo». Pero subsiste ese miedo por el «distinto», el que te quita el puesto de trabajo, el que tiene una piel distinta a la tuya… No es casual que en época del nazismo los rom también hayan terminado en campos de concentración: eran los gitanos de entonces. Competencia desleal es el penúltimo de los 28 largometrajes de Scola, autor de fuste conceptual del cine del siglo XX, indiscutible continuador de la visión humanista de Vittorio De Sica. Sin embargo, las condiciones reinantes no favorecen una vuelta del maestro a los sets. “No se dan las condiciones para eso –afirma el cineasta, en una mezcla de melancolía y asordinada rabia–; no tanto las económicas cuanto las de atmósfera cultural: hoy no existen, y no me da el ánimo para intentar algo. Escucho a mis coetáneos, Citto Maselli o Giuliano Montaldo, que tienen mi edad y que siguen luchando para concretar un film. Hay que aceptar las pautas del mercado y también las culturales, ambas relacionadas entre sí… y no me dan ganas. Después de Gente de Roma [2004] no hice ningún otro film, y he preferido ponerme a leer, a estudiar o frecuentar amigos. Un film es una obra del intelecto y éste debe sentirse libre y en armonía con lo que sucede en el entorno. Hablo por mí: el cine italiano debe seguir adelante, como decidíamos hacerlo nosotros, 35 años atrás, cuando filmábamos aquellas comedias contra viento y marea. Hoy, un cineasta joven, para expresarse debe aceptar [y tratar de eludir] las limitaciones y censuras. Yo ya no estoy dispuesto a «aceptar»: prefiero no hacer.”

Regreso a Fortín Olmos, premiado en Mar del Plata

Jorge Goldenberg vuelve al Chaco santafecino El guionista estrenará un vibrante trabajo testimonial, codirigido por Patricio Coll y rodado en las tierras donde durante más de 60 años operó La Forestal En 1966, cuatro egresados de la ya mítica Escuela de Cine del Litoral –nacida a finales de la década del 50, impulsada por Fernando Birri e inspirada en los conceptos del neorrealismo italiano–, partieron con rumbo al Chaco santafecino. Y allí, al norte de la provincia, Jorge Goldenberg, Patricio Coll, Hugo Sonomo y Luis Zanger se encontraron con un grupo de sobrevivientes de la última etapa de La Forestal, una de las empresas británicas más poderosas instaladas en el país, que se fue de la Argentina en 1963 con rumbo a Sudáfrica. Desde principios del siglo XX, La Forestal se había dedicado a la explotación del quebracho colorado en más de dos millones de hectáreas, con destino a durmientes del ferrocarril y tanino para curtir cueros. Fuera de todo respeto por la ecología, esas tierras

quedaron convertidas en un páramo incultivable, habitado por hacheros, sumidos en la miseria. Precisamente tres años después del cierre de aquella multinacional acostumbrada a reprimir conflictos laborales hasta las últimas consecuencias, un grupo de aquellos hombres duros, impulsados por sacerdotes progresistas y católicos convencidos, se atrevieron a un proyecto social que, sucesivos golpes militares y crisis de todo tipo mediante, impidieron concretar sus objetivos. El resultado de aquella experiencia fue un trabajo de 20 minutos titulado Hachero nomás. Cuatro décadas después de ese documental, Goldenberg –en la actualidad, guionista de renombre– y Coll volvieron a aquel lugar conocido como Fortín Olmos para entrevistar a quienes todavía viven, tienen suficiente memo-

ria y capacidad de reflexión, así como a todo aquel que pudiera aportar algo a propósito de aquella experiencia. El resultado es Regreso a Fortín Olmos, que el jueves estrenará Cine Ojo, un vibrante testimonio, que recibió una mención especial del jurado de la Competencia Latinoamericana del último Festival de Mar del Plata.

Goldenberg dixit A Goldenberg, autor de los guiones de films como La película del rey, Juan que reía, De eso no se habla o adaptaciones como la de El sueño de los héroes, le cuesta todavía entender cómo él mismo accedió al mundo de la informática y, todos los días cuando se levanta, con un gesto automático, enciende su PC. “Uno no tiene que estar permanentemente conectado... Un poco de silencio, un poco de reflexión, por favor, porque

sino uno puede no estar consigo mismo siempre”, dice entre sonrisas, en diálogo con LA NACION. “Si una cosa teníamos clara con Patricio es que la voz debería ser la de sus protagonistas, sin ninguna intervención de nuestra parte”, agrega, respecto del documental. “Quienes habían pensado, protagonizado y sufrido este fenómeno debían recordarlo. Nosotros, tal vez inconscientemente, a través de nuestro modo de narrar, proponemos una mirada, pero nunca una síntesis conceptual que no estaríamos en condiciones de dar. Además –insiste–, no hicimos puesta en escena de ningún tipo.” “Es una investigación que devino narración; que se fue construyendo a medida que la íbamos rodando. Lo que pudo haber sido un problema fue, en alguna medida, un beneficio, que es el

El cineasta recupera una historia social a partir de sus protagonistas

tiempo empleado, casi cinco años, lo que nos obligó a sucesivas ediciones, en los cuales los problemas, las carencias y la configuración del relato se fue estableciendo. Lo que sí teníamos en claro es que no teníamos una verdad a priori, de que la película no iba a ilustrar ninguna verdad presunta. Creo que la experiencia lo demuestra”, explica. En cuanto a sorpresas, Goldemberg es categórico: “Hubo muchas; la primera es que pudiéramos encontrar gente muy longeva con una lucidez absoluta; entre ellos, el padre Arturo Paoli, un teólogo de primer nivel; un hombre que se ha tuteado con la filosofía contemporánea desde los años 50 en adelante; gente nonagenaria que participó en campos diferentes de la experiencia que recordamos”.

Claudio D. Minghetti ANDREA KNIGHT

TELEVISION El gran titiritero, primera parte

Desde hoy, por Telefé

Doña Bárbara, un clásico para la tarde Se trata de una nueva adaptación de la novela del escritor Rómulo Gallegos, esta vez en clave de telenovela

Hoy, a las 20, por Canal 13 se verá la primera parte de la entrevista realizada por Telenoche al italiano Licio Gelli, conocido como el gran maestre de la logia Propaganda Due, que tuvo vínculos con Juan Domingo Perón y la dictadura que derrocó a Isabel.

Doña Bárbara es una novela que escribió en 1929 el escritor venezolano Rómulo Gallegos, hombre que es considerado uno de los novelistas más importantes de su país y una de las figuras sobresalientes de las letras de nuestro continente en el siglo pasado. Fue presidente de Venezuela en 1947, elegido por el 80 por ciento de los votos en los sufragios en los que por primera vez el pueblo venezolano votaba con el sistema de elección directa, secreta y universal. Lastimosamente esa experiencia democrática duró muy poco y, nueve meses después de haber asumido, Gallegos fue derrocado por un golpe militar. La idea de su novela, y sobre todo del personaje central, perduró bastante más y fue objeto de varias versiones que se llevaron al cine, primero y, luego, a la televisión. Una de las más conocidas es la que interpretó María Felix para la pantalla grande, en 1943. La última versión que se hizo de esta historia es la telenovela que produjo la cadena Telemundo en 2008 y

Christian Meier y Edith González, protagonistas de esta historia de amor y odios

que protagonizan Edith González y Christian Meier, que se podrá ver a partir de hoy, por Telefé, en algún momento entre las 14 y las 17.30, según la costumbre irrespetuosa del canal

de no anunciar sus programas con un horario preciso. La historia es la de Bárbara Guaimarán, una mujer que fue una jovencita feliz, hasta que sufrió una

violación que la llevó a odiar a los hombres al punto de querer vengarse de todos aquellos que ronden su persona. Como parte de este objetivo, Bárbara (Edith González) enamora a un rico hacendado, Lorenzo Barquero (Roberto Mateos), con quien tiene una hija Marisela (Génesis Rodríguez), y luego lo despoja de todos sus bienes. La dura mujer (a quien en otras variantes de la historia se la conoce como “La devoradora de hombres”, “La dañera” y “La cacica de Arauca”) maneja su hacienda en una región casi salvaje, con hombres muy rudos, pero que le temen enormemente a ella. Hasta que al lugar llega alguien que hará tambalear los sentimientos de la protagonista, haciéndolos oscilar entre el odio que siempre sintió por el género masculino y la pasión amorosa que despierta la presencia de este joven en su vida. Una historia añeja, que siempre vuelve a renovar el interés.

Ricardo Marín